La enfermedad de Chagas fue descubierta hace más de 100 años, y aún hoy existen 6 millones de personas infectadas con el Trypanosoma cruzi en América Latina. Esta enfermedad es la causa de insuficiencia cardíaca en el 19% de los inmigrantes latinoamericanos sin cardiopatía no isquémica en los Estados Unidos. En la actualidad, los casos de miocardiopatía chagásica se encuentran en todo el mundo, ya que Europa y los Estados Unidos albergan más de 400.000 inmigrantes con esta enfermedad. En los pacientes con miocardiopatía chagásica crónica, la tasa de mortalidad global por todas las causas es del 12%, 35% y 60% a 1, 5 y 10 años respectivamente, y es del 90-100% anual en los pacientes con compromiso miocárdico grave. Las arritmias ventriculares constituyen la causa más importante de muerte súbita en pacientes con miocardiopatía chagásica, de los cuales el 30% presenta taquicardia ventricular no sostenida (TVNS) sin insuficiencia cardíaca y el 50-73% con insuficiencia cardíaca. Las variables tales como fracción de eyección menor al 30%, edad mayor de 65 años y nivel educativo bajo se identifican como predictoras de mal pronóstico. 1
El hallazgo más importante en la miocardiopatía chagásica es el aneurisma apical en ausencia de enfermedad coronaria, que afecta al 21% de los pacientes; su presencia es mucho más probable cuando el paciente presenta TVNS. El riesgo constante para los pacientes con enfermedad de Chagas es el tromboembolismo, especialmente la embolia pulmonar. Los accidentes cerebrovasculares también son un problema que afecta al 11% de los pacientes. En más del 90% de los casos, la causa de muerte súbita es la taquicardia ventricular, que produce fibrilación ventricular. 1,2
En estadios avanzados se puede observar agrandamiento significativo de las cavidades con hipocinesia difusa e insuficiencia mitral y tricúspide secundaria a la dilatación del anillo, así como aneurismas ventriculares en el 47-67% de los casos asociados a un aumento del riesgo tromboembólico (posición apical) y arritmias ventriculares (inferobasales o posterolaterales) que identifican un grupo con un riesgo de mortalidad 2,14 veces mayor. 3
Se describe el caso de un paciente de 76 años que ingresó al servicio de emergencias con taquicardia ventricular monomorfa sostenida y con antecedentes de enfermedad de Chagas no tratada. Durante la hospitalización, repitió 4 episodios de arritmia ventricular monomorfa sostenida; requirió cardioversión en solo 2 de esos episodios, que revirtieron con amiodarona e.v. El ETT reveló un gran aneurisma en el ventrículo izquierdo (VI) (Fig. 1), con marcada hipomotilidad parietal y buena función ventricular general, sin valvulopatía. La coronariografía fue normal. Debido al contexto del paciente y a la falta de acceso a controles periódicos que impedirían el tratamiento médico, se indicó aneurismectomía, con extracción de abundantes coágulos en el ventrículo izquierdo, y endoaneurismorrafía con técnica de corazón batiente (Fig. 2A-B). Tras la medición volumétrica del VI mediante ETT, se decidió no colocar parche de pericardio. El paciente tuvo un posoperatorio de 5 días y fue dado de alta sin complicaciones y sin tratamiento con anticoagulantes. Cuatro meses más tarde, el paciente no repitió el cuadro de arritmia. El Video 1 muestra el ETT durante el posoperatorio junto con la técnica quirúrgica utilizada.
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Fig. 2 Hallazgos intraoperatorios. A. Aneurisma en ventrículo izquierdo. B. Aneurismorrafía ventricular izquierda.
Desde que Cooley presentó la primera resección abierta en 1958 y más tarde Jatene y Dor propusieron una nueva reparación en 1980, no hubo avances significativos en la cirugía de aneurisma ventricular izquierdo. El aneurisma se aborda mediante una incisión de 2 cm desde la arteria descendente anterior. El aneurisma apical en la enfermedad de Chagas es una anormalidad muy peculiar de la punta del ventrículo izquierdo, y es mucho menos frecuente en el ventrículo derecho. La trombosis apical se detectó en el 25% de los casos. A diferencia del infarto de miocardio -que, en la cardiopatía chagásica, deja una cicatriz en el endocardio-, solo podemos ver un engrosamiento del endocardio. El manejo clínico incluye la anticoagulación y, eventualmente, la aneurismectomía, que también se utiliza en ciertos casos para el tratamiento de las arritmias complejas del VI. Carrasco y sus colaboradores estudiaron la presencia de arritmias ventriculares en 172 pacientes, y llegaron a la conclusión de que el índice de mortalidad aumenta en forma significativa en aquellos pacientes con fracción de eyección menor que 30%. 4,5
Nuestro caso representa una enfermedad común en nuestra población, pero se presenta en forma rara, con aneurisma del VI con múltiples trombos y buena función ventricular en ausencia de eventos cerebrales. Se resolvió en forma quirúrgica con muy buenos resultados, por lo que recomendamos este enfoque en otros casos similares.