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Estudios y perspectivas en turismo

versión On-line ISSN 1851-1732

Estud. perspect. tur. vol.29 no.3 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jul. 2020

 

Documentos especiales

NUEVAS ENCRUCIJADAS PARA EL TURISMO

Daniel Hiernaux Nicolas1  2 

1Universidad Autónoma de Querétaro

2Universidad de la Sorbona Nueva

Resumen

El intenso crecimiento del turismo es manejado por organismos internacionales y autoridades nacionales y locales, como una panacea para enfrentar el insuficiente crecimiento de otros sectores. Frente a estas posiciones que destacan los aspectos aparentemente positivos del turismo y su expansión, es necesario llamar la atención sobre diversos aspectos críticos del funcionamiento y de los efectos del mismo a nivel global y local. En primera instancia, este ensayo pone en duda las cifras oficiales que apuntan a un crecimiento rápido del turismo. Enseguida se plantean diversas situaciones que apuntan a demostrar que el crecimiento cuantitativo del turismo y la concentración económica y geográfica del mismo son factores que detonan diversas consecuencias negativas. Entre éstas destacan las ambientales, así como también las que afectan las condiciones de vida de las poblaciones locales, lo que es particularmente sensible en el turismo urbano que muestra signos de crecimiento rápido. Finalmente, el ensayo llama la atención sobre los riesgos inherentes a esa forma de crecer y plantea que el turismo está frente a varias encrucijadas que tienen que enfrentar para mantenerse como un indicador económico y de bienestar en las décadas próximas.

Palabras clave Turismo; crecimiento cuantitativo; efectos ambientales; efectos urbanos.

Abstract

The tourism intense growth is managed by international organizations and national and local authorities as a panacea for the insufficient growth of other sectors. Faced with these positions that highlight the apparently positive aspects of tourism and its expansion, it is necessary to draw attention to various critical aspects of its operation and its effects at the global and local levels. In the first instance, this essay questions the official figures that point to a rapid growth in tourism. Also, various situations point to demonstrate that the quantitative growth of tourism and its concentration are factors that trigger various negative consequences. Among these, environmental are outstanding, as well as those that affect the living conditions of local populations, which is particularly sensitive in urban tourism that shows signs of rapid growth. Finally, the essay draws attention to the risks inherent to this growth mode and suggests that tourism faces several crossroads that must be faced in order to stay as a economic and social wealth indicator for the next decades.

Keywords Tourism; quantitative growth; environmental effects; urban impacts.

INTRODUCCIÓN

El crecimiento del turismo en los últimos setenta años - de 1950 a 2020, en puerta - representa uno de los fenómenos de mayor interés para las ciencias sociales. Más allá de las cifras y las actitudes victoriosas de aquellos que se han apropiado de la historia oficial del turismo desde las esferas públicas y privadas nacionales e internacionales, la constatación más evidente es que el turismo es responsable de una transformación profunda de las vidas cotidianas de cientos de millones de personas, sean turistas o no.

Como trasfondo se perfila la consolidación de algunos patrones de lo que se ha llamado modernidad y sirve de respaldo ideológico a ese crecimiento. Algunos autores como Bruno Latour (2007) niegan esa modernidad o la consideran imperfecta (particularmente en el entorno del Sur) como García Canclini (1990), a lo que habrá que agregar quienes la estiman rebasada por una nueva etapa de posmodernidad (Lyotard, 2004) o se interesan por su modalidad acelerada, la surmodernidad de Marc Augé (1992) o la hipermodernidad de Gilles Lipovetsky (2016). Se partirá en este texto de una visión que considera que el turismo está íntimamente articulado con eso que llaman “modernidad” en todas sus versiones y que, en ciertas ocasiones, ha sido su precursor, defensor y heraldo.

El discurso oficial contemporáneo sobre el crecimiento del turismo y su relevancia ha estado plagado de errores y falsificaciones. Es el caso de las estadísticas turísticas, entre otros temas. Se ha señalado cómo se han manipulado los datos tanto para resaltar el turismo anclado en las prácticas de desplazamiento aéreo y en el alojamiento hotelero por ejemplo, como la maniobra de integrar en una sola unidad a quienes viajan por motivos realmente de ocio como quienes lo hacen por negocio, lo que tergiversa las definiciones originales del turismo. Al respecto, el conocido especialista Miguel Ángel Acerenza ha señalado que “…Lo constatado en este caso nos obliga a reflexionar sobre las estadísticas que publica la OMT sobre el turismo mundial, porque si las mismas no corresponden a la llegadas de turistas internacionales como lo reporta, y sí al total de los viajes y turismo que se registran a nivel internacional, estaríamos ante una información engañosa inaceptable desde el punto de vista ético por parte de una entidad que promueve la ética en el sector turismo a nivel mundial” (Acerenza, 2018: 2). Más aún, esta incertidumbre sobre la cuantía de turistas y por consecuente los ingresos turísticos, se suma a la presencia de señales de tempestad sobre esa actividad que parecía instituirse como uno de los principales salvadores de un modelo económico neoliberal desplegado a escala mundial, cuyo crecimiento reducido deja sin integración a cientos de millones de seres humanos cuando no los condena directamente a la muerte.

El objetivo de este ensayo es presentar una reflexión sobre lo que se ha titulado las nuevas “encrucijadas” del turismo. Éstas resultan del hecho que el turismo ha llegado a tal punto de crecimiento y de afectación de los entornos naturales y humanos, que es preciso detenerse con urgencia para pensar qué camino es imperativo seguir al respecto en los años próximos.

EL CARÁCTER EXPLOSIVO DEL TURISMO DE MASAS

Como se señaló arriba, las cifras oficiales apuntarían a un crecimiento continuo casi desmesurado del turismo. De los pocos más de cincuenta millones de turistas en la década de los cincuenta a los casi 1,400 millones en 2018, se presenta un salto cuántico que impresiona a simple vista. De hecho si se asumen como referencia los datos de la OMT (2019), la cantidad de turistas internacionales habría prácticamente triplicado de 1990 a la fecha es decir en alrededor de treinta años. Las tasas de crecimiento anual de los turistas que se desplazan por el mundo, tienden a equipararse a las del crecimiento económico en los años de oro del crecimiento del sistema capitalista entre el final de la segunda guerra mundial y la caída del Muro de Berlín, ese gran ciclo de crecimiento del capitalismo en la posguerra que no ha podido equipararse en las tres décadas siguientes. Este periodo o ciclo económico a la Kondratieff -con forma de campana como lo señala Inmanuel Wallerstein (2004)- ha respondido a diversos impulsos como el desarrollo técnico científico, la expansión del capitalismo sobre los países del Sur y una fase de organización del capital, llamada “fordista” (Donaire, 1998). Este modelo de crecimiento apuntó a una acumulación del capital sustentada en una regulación sin precedentes en manos del Estado de Bienestar así como una relación capital-trabajo que permitió la integración de vastas capas de población al mercado de bienes y servicios capitalistas.

Con las limitaciones de ese modelo que no se detallarán en este trabajo y que llevaron a su agotamiento y reemplazo por el modelo neoliberal, podría pensarse que la capacidad de los sectores mayoritarios para integrarse a las actividades de turismo tendría que haberse restringido a la par del crecimiento de los otros sectores de la economía. En otros términos, en un contexto en el cual el empobrecimiento de las mayorías se considera como un “sacrificio necesario” o un “daño colateral” para reactivar un capitalismo herido aunque no agonizante, se pudiera prever que la capacidad de viajar de las mayorías se vería afectada y que las tendencias al crecimiento continuo del flujo de turistas y su derrama en el ingreso de los países se mermarían en consecuencia.

Sin embargo no fue así por lo menos en el mediano plazo si se toman en cuenta las cifras oficiales: si bien los momentos de crisis aguda plantearon algunas regresiones temporales de la llegada de turistas internacionales, los datos estadísticos muestran una tendencia al alza a pesar de todo. De hecho los dos únicos momentos en los cuales se sintió un efecto directo del contexto político o económico fueron en el 2002, después de los atentados de las Torres Gemelas que desplegaron una suerte de ola gélida sobre las ganas de viajar de muchas personas, y en el 2009 como consecuencia del desajuste económico global que se desató por la crisis de los subprimes. Por cierto, ambas situaciones se generaron en el contexto político-económico de los Estados Unidos de América. Solo dos eventos de esa magnitud lograron cimbrar el sólido andamiaje ideológico y operativo del turismo y afectar de manera más marcada sus resultados. Lo que no quiere decir que a escala nacional, no se presentaron picos y descensos como lo experimentaron países como Francia, Bélgica, Turquía y varios otros después de atentados terroristas.

La explicación del aparente sostenimiento de la tendencia al alza del turismo, no yace en la capacidad de comprar bienes y servicios relacionados con el mismo, sino en varias situaciones. En primer lugar que el imaginario del turismo se sustenta sobre arquetipos profundamente arraigados en la mente colectiva de las poblaciones y por ende difíciles de remover: como se ha señalado por otras partes, los imaginarios turísticos se han difundido primero desde las clases altas hasta los grupos populares y han extendido su dominio a prácticamente todos los sectores sociales. Por lo mismo, la voluntad de tomar vacaciones y la resolución de ejercer el gasto en turismo se han sostenido a pesar de las crisis. Por otra parte, la emergencia de nuevos segmentos de clase media capaz de viajar en países del Tercer Mundo o bajo un capitalismo autoritario como China, ha remodelado el mapa mundial de los viajes: destinos nuevos, pero a la vez, refuerzo de destinos con larga historia donde esos segmentos buscan insertarse en el turismo más tradicional y saciar su sed de consumo material y simbólico.

DEL TURISMO DE MASAS AL SOBRETURISMO

La masificación del turismo no se debe medir sólo en la cantidad de turistas sino en la forma en que se prestan los servicios turísticos. Noticias frecuentes en los medios de comunicación escritos, televisivos o en la Internet amparan esta afirmación, como lo sugieren algunos ejemplos a continuación. Bien conocida es la escala creciente de la capacidad en cuartos de los hoteles: Por años el mayor hotel del mundo en número de habitaciones ha sido el MGM Grand de Las Vegas cuyo nombre expresa sus aspiraciones: sus poco más de 6,000 habitaciones han sido ya dejadas atrás con el Hotel Abraj Kudai en la Meca, con 10 mil habitaciones y una terminación probable en 2019, que parece además una marca simbólica de poderío del mundo islámico en respuesta a la desmesura de los Estados Unidos de América.

Cabe señalar además el tamaño de los grandes cadenas hoteleras. Marriot con 1.16 millones de cuartos en el mundo lideraba la lista en 2018, Hilton Worldwide con casi 800 mil, e Intercontinental Hotel Group con más de 760 mil habitaciones son las tres empresas con sede en los EEUU que ocupan el “Top 3” de la lista de las cadenas hoteleras de mayor presencia en el mercado turístico mundial. Esta enorme concentración de la oferta de alojamiento se ha hecho en detrimento de los hoteles independientes que fueron los padres fundadores de la hotelería en los inicios del turismo nacional e internacional que han perdido participación en la oferta pero también en los favores de la demanda.

Con una capacidad de 6,780 pasajeros y una tripulación de 2100 personas, el Symphony of the Seas lanzado al mar en 2018, perla de la flota del crucerista Royal Caribbean, es -por el momento y en espera de algo nuevo siempre mayor- el paroxismo de la desmesura en materia de navíos turísticos.

A lo anterior vale agregar que la expansión territorial del turismo no parecería mostrar límites físicos o culturales: excursiones a caballo y alojamiento en yurta en Mongolia, turismo en el espacio sideral o en el Ártico, son sólo unas muestras de que ningún espacio es respetado ni respetable a los ojos de los desarrolladores de nuevas opciones turísticas en el planeta tierra y más allá.

Estos datos, a manera de ejemplos, son significativos y muy representativos de una ola de fondo que atraviesa el turismo actual. En primer lugar no se está sólo frente a un crecimiento del número de turistas y de los ingresos consecutivos, sino observando una imponente y creciente concentración de la oferta turística en manos de algunos grupos, como lo reportan además las repetidas fusiones de empresas de todo tipo. Ciertamente, no se trata de un monopolio ni un oligopolio, pero sí de gigantescas empresas con un poder de decisión casi sin límite capaz de influir sobre las decisiones y las tendencias mundiales en materia turística. La concentración de las líneas aéreas en empresas cada vez mayores y reagrupadas en grupos que colaboran en un entorno económico marcado por una competencia desenfrenada participa de esta tendencia.

Con ello, no sólo no es de extrañar lo que planteaba desde décadas atrás el filósofo español Xavier Rupert de Ventos sobre la indiferenciación del producto turístico (1975) ni siquiera, en otro plano, la existencia de una perniciosa ingeniería de imaginarios que impone a las mayorías unas escasas y repetitivas referencias de lo que debe ser su viaje turístico (Hiernaux, 2015). Ambos procesos son el resultado de una concentración en pocas manos de la oferta que se traduce en la repetición de los modelos de viaje y alojamiento en general, y la difusión masiva de imaginarios reagenciados por una ingeniería turística que ha logrado hacer aceptar la homogeneización ad ascum del producto turístico por las personas/consumidores más allá de las diferencias culturales.

“¿Cuánto es demasiado?” es la pregunta que se tratará de responder en el siguiente punto, analizando las nuevas actitudes hacia el turismo y los turistas que han despuntado en los últimos años, las cuales plantean nuevas encrucijadas para el turismo de las próximas décadas.

TURISMOFOBIA - TURISTOFOBIA

Las nuevas magnitudes de turismo que se verifican a lo largo del planeta han tenido efectos impensables hace un par de décadas: la aparición de un rechazo al turismo o a los turistas -de manera algo indiferenciada- e inquietudes en cuanto a las afectaciones locales provocadas por el mismo.

Estas manifestaciones de rechazo al fenómeno turístico toman dos caras: la turistofobia como rechazo al turista y la turismofobia dirigida a la actividad en sí o las formas de ejercerse. Se ha expresado de varias maneras. Se puede señalar que la literatura académica sobre turismo muestra en numerosas ocasiones consideraciones peyorativas hacia el turista, considerado como una persona sin juicio, incluso inculta, llevada por la publicidad y las trampas de los turoperadores a comportamientos gregarios, descontextualizados del lugar visitado y por ende reprobables. Estas posturas, manifiestas por ejemplo en la conocido obra La horda salvaje (Turner & Ash, 1982) son frecuentemente asociables al planteamiento marxista anti-turista visible a partir de los sesenta/setenta. A ello debe agregarse los reclamos de las poblaciones locales en varios contextos nacionales, pero limitadas a quejas, declaraciones de prensa, manifestaciones menores, etc., toda vez que, en términos generales, las posturas favorables al turismo rebasaban todavía por creces a las negativas hacia el mismo.

Se puede afirmar, siguiendo a Bernard Duterme (2019), que la turismofobia y su corolario, la turistofobia, son provocadas por la masificación del turismo, que llama el autor el posturismo, que es de hecho esa exacerbación de la masificación que se trató en el inciso anterior, particularmente cuando la misma implica una concentración territorial particularmente aguda. Conocida es la advertencia de que Venecia está sometida a una presión elevada por la cantidad de turistas que visitan este destino desde años atrás (Gallego, 2019). Se ha hablado de esta manera de la posibilidad de emitir un pase o pasaporte con un costo y en cantidad reducida para limitar la cantidad de turistas en la ciudad.

En fechas recientes, uno de los fundadores de FairBnB, una empresa de turismo equitativo que desarrolla alternativas al invasivo AirBnB, expresó lo siguiente: “Venecia es el canario de la mina de la industria del turismo. Aquí sufrimos las consecuencias del turismo extractivo diez años antes que el resto. Pero también es un laboratorio al aire libre donde podemos experimentar soluciones para avanzar hacia un turismo menos destructivo, más responsable y sostenible” (Gallego, 2019). En el mes de junio de 2019 un crucero perdió el control y se lanzó contra un muelle veneciano, confirmando el riesgo de accidentes cuando semejantes navíos entran en canales y puertos históricos.

Se notará que en la cita anterior el discurso, aunque medido, usa la metáfora del “turismo extractivo” por lo que se observa una clara similitud con las críticas de corte neomarxista de David Harvey (2007), entre otros, quien asegura que el capitalismo ha desplegado empresas extractivas (minería, explotación forestal y otras) que generan una auténtica desposesión de las poblaciones locales de sus bienes comunes.

La ciudad-puerto de Dubrovnik (Croacia), por su parte, ha iniciado medidas como limitar a la mitad el número de cruceros que pueden atracar en su puerto, retirar terrazas de café en vía pública y puestos de venta de souvenirs, entre otras acciones para reducir el turismo masivo. Lisboa, Cracovia y muchas ciudades más están afectadas por el mismo mal: la masificación turística.

Otro ejemplo es el Macchu Pichu (Perú), donde las autoridades tratan de reducir el turismo que afecta las ruinas de las culturas tradicionales y dificultan los trabajos de protección de este patrimonio peruano y de la humanidad; de hecho el sitio está ya en la lista de la UNESCO como patrimonio de la humanidad en peligro (s/a, 2019). Se puede agregar la consideración de pedir turno para escalar el Everest y la saturación de destinos en pleno crecimiento aún en fechas recientes, como Lisboa.

Estos ejemplos coinciden con los llamados de las autoridades y de las organizaciones sociales en destinos muy saturados como Barcelona, quizá el más afectado en ese momento, para parar la histeria de crecimiento en todas las dimensiones del turismo, en particular por el efecto de las nuevas modalidades de contacto Peer to Peer (P2P) que han tenido un desarrollo impresionante al grado de causar miedo a las agencias y a los grupos hoteleros que rentan sus instalaciones de manera directa.

No se trata entonces solamente del crecimiento tóxico que provocan las empresas turísticas en expansión, sino de la puesta en el mercado de una oferta nueva, la de los propios habitantes de un destino existente o potencial, que rentan parte o la totalidad de su residencia principal o secundaria, y aquella de las inversionistas que deciden adquirir una propiedad residencial para integrarla al mercado de la vivienda turística en renta que ha pululado en la última década.

Se ha señalado que en el caso de Barcelona (España), se ha podido observar una entrada de mafias en el negocio del alojamiento turístico: personas aparentemente de buenas referencias alquilan un piso, el cual destinan a dormitorios clandestinos para turistas de bajos ingresos. Si el propietario se percata del hecho, lo amenazan físicamente o, entre otras tratas, de traer okupas para congelarle la propiedad. Vale señalar la similitud de esta situación con otros casos (Cócola-Grant, 2018), entre otros con el caso de la Condesa, en la ciudad de México, un barrio de moda entre muchos en el mundo, que ha sufrido un proceso particularmente agresivo de gentrificación, el cual ha atraído a diversas mafias de distribución de droga, redes de prostitución y tráfico de personas y amenazas contra quienes se oponen a tales transformaciones de su barrio.

Ian Brossat (2018) en su libro titulado AirBnB la ciudad uberizada, muestra con datos y pruebas el papel que ha jugado y sigue jugando AirBnB en la mercantilización de las viviendas parisinas (en su mayor parte en la parte de París conocida como intramuros) (Figura 1) en detrimento de la población francesa que desea vivir en Paris y no puede rentar (y menos comprar) una vivienda por la alta rentabilidad del sistema AirBnB que saca del mercado las viviendas para residentes permanentes para volverlas turísticas. Paris se ha vuelto la ciudad más cara del mundo en materia de alojamiento y la causa se debe en buena medida a esa uberización de las viviendas. Bajo “…un mensaje de autenticidad, apertura y benevolencia…” (Brossat, 2018: 15), AirBnB crece a gran velocidad toda vez que, a diferencia de los hoteles, no requiere de muchas inversiones. Por lo mismo funciona como reciclaje de viviendas que pasan de un uso residencial permanente a uno precario o temporal.

Además, como también lo subraya Brossat, la plataforma AirBnB crea empleos precarios (Sagardoy & Nuñez-Cortés, 2017), llevando así el segmento de la economía turística al circuito inferior de la economía urbana, como lo denominó Milton Santos (1979) y lo analizó posteriormente María Laura Silveira (2008); no se responsabiliza por eventuales destrozos o robos en los departamentos rentados, y no tiene empacho en promover viviendas en renta en territorios palestinos confiscados y ocupados por israelís, por ejemplo. Falta también señalar, afirma el autor, que ciertos apartamentos en renta pueden ser rentados por mafias para encuentros con prostitutas y por terroristas en busca de anonimato (Brossat, 2018: 83-87), evidenciando así la opacidad del mecanismo y los riesgos inherentes a este modelo de alquiler que se señalaban en párrafos anteriores.

De esta manera se puede observar que crece una turismofobia de la cual se defienden muchos autores pero que no es menos evidente en sus discursos: el turismo aparece así como el responsable de muchos males que afectan a los residentes de los destinos. Quizás el paroxismo de la posición adversa al turismo se puede encontrar en la obra El turismo, arma de destrucción masiva, publicada en francés por Jean-Paul Loubes (2015), cuyo título no es sin recordar el libro de Turner & Ash ya mencionado.

Ésta se ha expresado en Barcelona lanzando confetis en los platos servidos en terraza, en pintas como Tourists you are the Terrorists, y muchas acciones más del estilo. Como lo señalan Raquel Huete & Alejandro Mantecón (2018), estas acciones como tales han sido de escasa relevancia, pero se han beneficiado de una intensa cobertura mediática que las ha reforzado y difundido a nivel internacional. Los autores señalan además que, en el caso español, es el fruto de una politización que inscribe los efectos del turismo en un paquete más amplio de reivindicaciones desde la sociedad civil: “La crítica a los efectos no deseados del turismo urbano se instrumentaliza para reforzar, con la apertura del nuevo frente turístico, una crítica más amplia elaborada desde grupos sociales concretos que tiene como propósito movilizar a la ciudadanía en contra de sus enemigos: el Estado español y el sistema capitalista” (Huete & Mantecón, 2018: 17).

Además es indispensable tomar en cuenta la advertencia de Bernard Duterme cuando afirma que la turistofobia parece provenir más de los turistas en sí, mientras que la turismofobia sería el aliciente de los movimientos locales y de los intelectuales que apoyan las reivindicaciones de base de la población (Duterme, 2019).

Sin embargo, en el contexto de los numerosos y crecientes reclamos de las poblaciones afectados por el turismo en la manera como se expresa y desintegra lo local, es preciso preguntarse si no se presenta un verdadero riesgo de una turismofobia extendida que pudiera llegar a tomar proporciones insospechadas. De hecho las manifestaciones de la misma se pueden observar de manera creciente en ciudades que padecen una cierta saturación del turismo urbano, como es el caso de París, Berlín y también ciudades latinoamericanas.

EL TURISMO, FACTOR DEL CAMBIO CLIMÁTICO

En fechas recientes, como bien se sabe, se han acentuado los reclamos de parte de la población -esencialmente en los países desarrollados- en contra de las grandes empresas y de los gobiernos, por su participación en la degradación acelerada del medio ambiente y su inercia al respecto a pesar de conocer los riesgos de esa situación. El cambio climático se ha vuelto así una bandera particularmente de la juventud que presiente que su futuro está hipotecado por las actuaciones negativas del capitalismo sobre el medio ambiente, articuladas con la pasividad si no la cooperación de los gobiernos al desastre ecológico en puerta.

El turismo se ve así señalado con el dedo por dos razones principales. En primero lugar, lo más evidente, es por las múltiples afectaciones al medio ambiente bajo modalidades diversas y acumuladas: destrucción de bosques, playas y entornos de cuerpos de agua, por ejemplo son bien conocidos. A ello debe agregarse los efectos de los medios de transporte usados por el turista. Los cruceros han sido señalados por el vertimiento de miles de turistas en espacios reducidos en un lapso muy corto de tiempo: bien conocidas son las llegadas masivas de turistas en las islas griegas, que tienen además que hacer colas largas para recorrer los escasos atractivos locales. Pero hay más: los barcos cruceristas son altamente contaminantes por el diésel que usan como combustible y se reportan, por ejemplo en Marsella, casos de cáncer provocados por la altísima contaminación del aire en los periodos de atraque y salida de las naves. Su poco escrupuloso manejo de los desechos sólidos y líquidos (vertidos en altamar, tierra de nadie) o el lavado ilegal de sus cisternas en aguas internacionales se han reportado como actos particularmente tóxicos. Falta agregar entre otros, su afectación a la fauna marina y a las barreras de coral por doquier.

Curiosamente, el avión que se volvió el paradigma del mejor medio de viajar en forma veloz y segura a partir de los sesenta, se ha vuelto crecientemente señalado como un factor de altísima contaminación atmosférica. En Suecia por ejemplo, un segmento de la población ha empezado a sustituir el vuelo en avión por motivos vacacionales (por ejemplo un vuelo de 3 horas y medio a Barcelona) contra un recorrido en tren o coche (más de 30 horas para el tren). El movimiento llamado “flygskam “(“la vergüenza de volar”) tiene cada vez más adeptos y se ha publicitado en otras latitudes.

Por su parte, un grupo de científicos se ha unido y montado un sitio web (noflyclimatesci.org) para empujar el medio científico y académico a reducir sus viajes en avión con el argumento irrefutable que la huella ambiental de cada viaje es muy alta y que es necesario reducir los viajes aéreos a los estrictamente necesarios, promoviendo los eventos a distancia, como por ejemplo los congresos virtuales. Sin duda, lo anterior apunta a la denuncia de efectos tóxicos del turismo frente a los problemas ambientales del planeta que se presentan como extremadamente urgentes de resolver.

EL “STEVIA-TURISMO”

Se propone esta denominación metafórica para señalar que las formas “alternativas” de hacer turismo, parecen sustitutos pero no tienen los mismos efectos ni el mismo sabor que el turismo tradicional ni se han impuesto de manera masiva en sustitución del mismo.

Mientras que durante los setenta se montaba un discurso anti-turismo en ocasiones virulento, algunos autores iniciaban una reflexión sobre la posibilidad de encontrar una alternativa al turismo masivo que ya había alcanzado para esa época, proporciones significativas (Molina, Rodríguez & Cuamea, 1986). Pero ¿alternativo a qué? En buena medida, en la época mencionada, se trataba de diseñar una alternativa al turismo de masas, esencialmente en su modalidad de “Sol, Arena y Mar”. El éxito innegable de ese modelo turístico, la demanda creciente del mismo y la maquinaria pesada de los imaginarios turísticos dejaron atrás los buenos deseos y los principios de nuevas modalidades de turismo.

Al no poder crear algo radicalmente diferente, vale subrayar el hecho de que la demanda no pensaba siquiera en la posibilidad de vacaciones distintas, salvo en el caso de minorías con más conciencia social y ecológica. Hace un cuarto de siglo, Arthur Haulot ofrecía una visión bastante optimista pero errónea cuando señalaba que “el turismo de hoy no aparece ya sólo como factor de aniquilación de la naturaleza, el envilecimiento de los sitios y de las almas. Encontró en sí mismo la dinámica para corregir por lo menos en parte, la imagen de marca catastrófica que cargaba desde los años sesenta” (Haulot, 1995: 55). Se sabe que esta dinámica se ha frenado, si es que existió realmente. Los estados nacionales, orgullosos de sus propios éxitos o envidiosos de sus vecinos que iniciaron provechosas trayectorias hasta volverse potencias turísticas, en buena medida opacaron esas voces disidentes. En ese contexto, y con un Zeitgeist tan favorable al turismo masivo, sólo empezaron a generarse alternativas de pequeña escala cuantitativa y territorial, lo que era coherente en pleno auge del turismo fordista.

Los proyectos alternativos no han logrado a la fecha competir favorablemente con la atracción de los destinos de masas; se podría afirmar que los precios de ambos no corresponden a la misma gama de demanda. En efecto, los proyectos exitosos que se sitúan en el ámbito del respeto al ambiente, que mantienen una escala reducida y una calidad superior, suelen ser reservados a la población de mayor nivel de ingreso, aquella que por otra parte viaja en jet privados o recorre distancias muy largas para encontrar parcelas minúsculas de exotismo, autenticidad y calidad en sus viajes. Propuestas de este tipo sólo se publicitan en ciertos medios y son difundidas por la prensa y los medios electrónicos para exacerbar el glamur de un turismo que no es accesible para todos. Cabe señalar que ArBnB ha iniciado la promoción de alojamiento de calidad y gran lujo para entrar en ese segmento específico.

Los demás proyectos que se califican como alternativos, son orientados a estratos con mayor capital cultural y/o conciencia social y ambiental. Suelen tener un ciclo de vida muy corto y también no parece que se haya analizado en detalle los efectos en las comunidades que los portan. Pueden distar de ser positivos y refuerzos de las identidades y la cohesión de las mismas.

Por lo mismo, esos proyectos se presentan como “alternativos” pero todo indica que no logran fácilmente adquirir un mayor peso entre las opciones de viaje. Sin embargo, es evidente que son ejemplos de cierto modelo a seguir, y pueden ser vistos como “buenas prácticas” positivas, susceptibles de alcanzar más éxito como proyectos consolidados y repetibles en otros entornos.

EL “TODOTURISMO”

La variedad de productos turísticos puede asemejarse a la tabla periódica de elementos: en 1869 Dmitri Mendeléyev censó 63 elementos; hoy la tabla casi duplicó su tamaño con 118 referencias. El turismo inicial de los años cincuenta y sesenta contaba con pocas alternativas: turismo balneario, un incipiente turismo de montaña, una pizca de termalismo (como reminiscencia de las estancias curativas de las élites en Spa, Vichy y otros sitios) y turismo religioso (las peregrinaciones, aunque no se consideraban forzosamente como tales). La tendencia actual ha sido la de multiplicar las opciones a través de la turistización de localidades que antes no hubieran sido consideradas como turísticas, a lo que se agrega la multiplicación de eventos de todo tipo, deportivos, musicales, festivales de teatro, de cine, de literatura especializada como la Semana de la Novela Negra de Gijón, España, y la de San Luís Potosí, México, etc. Esta forma de pensar el turismo por festivales y eventos de varios tipos y públicos aporta una buena dosis de volatilidad: un festival no dura más que una semana a lo más, y después se puede llegar a perder la visibilidad del sitio y por ende la referencia al mismo en los medios.

En otros términos, este “todoturismo” parece llamarada que no conduce a una constitución de un potencial turístico: como lo señala autores como Michel Maffesoli (2010) o Gilles Lipovetsky (2016), se está viviendo una época de eventos efímeros que son sustituidos por otros en la misma forma que los actores, cantantes y artistas aparecen un día y desaparecen el siguiente.

Sin embargo el todoturismo tiene la ventaja de mantener activa una demanda que sigue en cierta manera la pista de una novedad rápidamente vuelta obsoleta y, a la vez, refuerza el carácter efímero de una manera distinta de concebir el turismo frente a la dominación del modelo de turismo de sol y playa. Lo mismo puede ser aplicado al turismo urbano que se moviliza y desmoviliza hacia localidades particulares en función de eventos, una mercadotecnia intensiva, una condición peculiar, etc.

Por otra parte, se han integrado a destinos turísticos algunos sitios considerados como de Turismo Oscuro (Dark Tourism) (Korstanje, 2017). Esta situación plantea dilemas morales sobre la turistización de sitios como los campos de concentración nazis o localidades afectadas por la guerra en los Balcanes por ejemplo. Prácticamente se puede afirmar que el todoturístico abarca todo lo posible, hasta lo moralmente reprobable como el turismo sexual de cuño pedófilo. Todo se vende, se embellece, se vuelve un escenario lejano a lo auténtico y los empresarios turísticos y el Estado se frotan las manos.

EL TURISMO Y LA FURIA CULTURAL HACIA “LO OTRO”

Como lo ha señalado el geógrafo francés Jean François Staszack (2012), el turismo de la modernidad se ha montado sobre un profundo sentimiento de exotismo que se ha construido en las sociedades de Europa occidental a lo largo del tiempo. Alimentado por las guerras y quizá desde las Cruzadas, los imaginarios sobre el Oriente han inducido la formación de un Orientalismo que ha dado su título a la obra crítica y aclamada de Said (1997). La literatura ha alimentado en abundancia este exotismo, y para el caso del Oriente, se puede citar a Pierre Loti (2006), Gérard de Nerval (2015), entre otros, a los que puede agregarse, a Orhan Pamuk (2005) con la amplia traducción y difusión de su obra (empezando por Estanbul y seguida por otras novelas más históricas) después de que recibiera el Premio Nobel de Literatura en 2006 que abona a la constitución de un orientalismo del tercer milenio.

Una faceta central de lo que pudiera llamarse “la furia cultural hacia el Otro” es el desplazamiento territorial del Otro que se inscribe ahora en los espacios centrales. La museificación de las sociedades occidentales ha crecido considerablemente. México como país cuenta con 1789 museos, lo que lo coloca en el segundo lugar en número de museos después de Brasil (S/a, 2019); algunos son de larga tradición, amplia oferta de piezas y reconocimiento internacional, otros de pequeñas colecciones, muy específicos y locales. Si bien son útiles para la difusión de la cultura y su perpetuación, no es menos cierto que se muestran como atractivo turístico para un público nacional e internacional en busca de algunas actividades culturales en complemento al paseo.

A su turno, los museos se exportan como tal (entre otros El Louvre en Abu Dhabi) o prestan piezas maestras de su colección, lo que tiene el doble efecto de atraer turistas hacia el país/museo receptor y a la vez de promover potencialmente el museo emisor. La otredad en la cercanía de casa y el refuerzo del interés por lo diferente son dos facetas de una condición posmoderna del Otro que suscita nuevas formas de turismo y la turistificación generalizada de la vida cultural pero también de la cotidianidad de todos.

Es pertinente recordar también que antropólogos como Marc Augé (1992) han llamado a sus colegas a volver la mirada hacia el “otro Otro” el que está cerca de la casa de uno, es decir en su entorno inmediato pero que la ceguera social impide ver: nuevas comunidades de migrantes, personas marginadas, artistas en el arte callejero, se plantean así como sujetos no tradicionales de la indagación etnológica y permiten un regreso del turista como voyeur sobre su propia realidad. La ciudad o por lo menos los espacios donde vive ese otro se vuelven entonces atractivos como Harlem por ejemplo, que pueden así volverse territorio de tours turísticos donde la caución moral la constituyen el relato endulzado de la vida cotidiana local y de los esfuerzos de los que viven allí como comunidad inventada o real.

CONSIDERACIONES FINALES

El turismo ¿un enemigo?

Los incisos anteriores han demostrado, en cierta forma, el carácter multifacético del turismo y sus efectos colaterales. Aquel turismo que antes se consideraba como el gran aliado de las comunidades locales además de fuente de paz y desarrollo para las comunidades visitadas, se vuelve en la actualidad un emisor de “fuego amigo” con daños colaterales cada vez más crecientes. Su papel en la sociedad se percibe cada vez menos como el gran salvador de las economías urbanas, el impulsor de las comunidades pobres, la fuente de la felicidad y la garantía de la reproducción de la fuerza de trabajo desgastada en la cotidianidad de un labor cada vez más cruel hacia los trabajadores para emular el discurso reformador que ha acompañado el turismo, en particular el turismo social.

La pregunta que parece merecer la atención en esta época es simple pero a la vez esconde muchas advertencias: y después del turismo ¿qué? La tarea pendiente para las páginas finales de este ensayo se orientarán entonces no a responder la pregunta anterior como tal, sino a ofrecer algunas pistas de lo que parece podría surgir después de las encrucijadas mencionadas a lo largo del texto.

Se ha tratado de enseñar algunas encrucijadas del turismo, ligadas a dos factores esenciales: su organización misma y sus efectos globales y en las comunidades de inserción. Si bien se puede y debe poner en tela de juicio las estadísticas oficiales, no es menos cierto que se ha verificado una expansión masiva del turismo y su imposición como un proceso esencial por tomar en cuenta en las políticas públicas y también en las posiciones políticas de las sociedades, tanto en su vida personal como en sus manifestaciones sociales colectivas.

Que la participación del turismo en el PIB mundial sea elevada y creciente y que represente un porcentaje en alza del comercio mundial no es lo esencial. El aspecto central es si las sociedades creen que el modo de funcionar y las perspectivas de crecimiento del turismo son aceptables para la sobrevivencia de la humanidad. Se puede pensar que se operará un divorcio marcado entre las poblaciones de los países que son fuertes emisores (por ende los países más “desarrollados”) y los países que son mayoritariamente receptores y que se han comprometido masivamente en desarrollar el turismo como panacea a su subdesarrollo persistente. Haciendo una comparación con la disponibilidad de recursos petroleros, la disposición de recursos turísticos se ha vuelto una apuesta de importancia en la geopolítica mundial.

Los temas particulares son múltiples, desde la destrucción del ambiente local, las inversiones necesarias, los impactos culturales, entre muchos. La necesidad de reducir el exceso de consumo de energéticos por los desplazamientos -inherentes a lo que es el viaje- parece lo más evidente y eso no se resolverá con nuevos energéticos sino sencillamente por la reducción de los viajes. De la misma manera, no es con focos Led que se reducirá el consumo energético de los hoteles sino mediante una revisión radical del tamaño y de la concepción misma de lo que debe ser un alojamiento turístico.

La reflexión final de este trabajo se centrará sobre las ciudades, donde se piensa que se ubica uno de los riesgos centrales de la expansión masificada del turismo. Si se admite que “la ciudad” como forma de habitar es uno de los grandes logros de la humanidad, la presencia del turismo en ellas y la construcción de auténticas “no-ciudades” (parafraseando a Augé y el “no -lugar”) como Cancún que pudiera ser su muestra más flagrante (Hiernaux, 1999), lanzan advertencias sobre el riesgo de destrucción de la ciudad. Claro que no toda la destrucción de la ciudad es resultado del turismo, ciertamente el capital desarticula la ciudad, le quita su esencia de manera continua. Sin embargo, el turismo urbano que suele concentrarse en espacios o distritos turísticos reducidos en las ciudades, suele afectar las porciones de las mismas donde se concentra una enorme riqueza en materia de cultura urbana, de modos de vida tradicionales y donde la ciudad conserva mejor que en otros lugares, sus cualidades laberínticas, de fomento al encuentro social y el desarrollo de la sociabilidad y diversas cualidades inherentes a lo que se conoce como “ciudad” en el mundo occidental.

Las encrucijadas son entonces esencialmente dos: la cantidad y la calidad. Pensar en un crecimiento permanente y obviar la necesidad de cambiar la forma de concebir el turismo son frenos a la necesaria reconsideración del mismo, esencial para las décadas próximas.

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Recibido: 04 de Julio de 2019; Aprobado: 10 de Agosto de 2019