Introducción
El prejuicio lingüístico de homologar lenguas amerindias con lenguas ágrafas y la limitada accesibilidad de fuentes que contrarrestaran esa opinión, condujeron a la creencia de una inexistencia de prácticas discursivas en modo escrito en la lengua del pueblo mapuche por parte de los usuarios indígenas hasta hace muy pocas décadas. En el marco de un proceso de codificación externa que abarca más de cuatro centurias, acaecido primero en Ngulumapu (“Territorio al este de los Andes”, Chile) y luego en Puelmapu (“Territorio del Este”, es decir, Argentina), la mayoría de los textos dados a conocer en mapuzungun fueron recopilados de la oralidad, transcriptos y publicados por antropólogos, lingüistas, misioneros, educadores e intelectuales locales, actores usualmente no mapuche y con acceso más directo a los medios de propalación editorial. Las colaboraciones en el proceso de producción de las documentaciones generalmente se reportaron como orales, y los mediadores indígenas se concibieron como informantes que proporcionaban equivalentes de expresiones, dictaban y traducían segmentos discursivos, en carácter de auxiliares o interlocutores ocasionales de los responsables de registrarlas y prepararlas para su posterior difusión. 2
Esta situación es llamativa, en tanto se entiende que desde hace siglos la tecnología de la escritura fue adoptada por personas mapuche instruidas en los colegios de las misiones o que se hallaban en contacto más directo con la sociedad criolla. Pareciera estimarse que la alfabetización se aplicaba solamente al español, mientras que la lengua originaria se mantenía fuera del alcance de las prácticas de literacidad, como isomorfismo de una frontera nítida entre “civilización” y “barbarie”. Con base en esta hipótesis, y dada la laguna de fuentes que apoyan la proposición de que los márgenes en torno a esa brecha eran más lábiles, es que, en el estado actual de las investigaciones, la producción textual escrita en mapuzungun anterior al siglo XX por parte de personas mapuche se ha entendido como excepción ocasional, más que como práctica persistente.
En torno a esta cuestión emergen dos problemas. Uno es de tipo más descriptivo y pragmático, comprende la identificación de quiénes escriben, desde qué lógicas, con qué propósitos y con qué expectativas de circulación; el otro, alude a la reconstrucción de cómo circularon y se leyeron contextualmente esas producciones. En ese sentido, la desclasificación y catalogación de archivos académicos, personales e institucionales, sobre todo los generados en el período previo o cercanamente posterior a las campañas militares, han permitido que se comenzaran a visibilizar textos escritos en la lengua por parte de hablantes de mapuzungun, tales como las que consideramos en este estudio. En Ngulumapu, por ejemplo, puede mencionarse a Manuel Mankilef y varios otros “autores-escritores” que colaboraron con Tomás Guevara o Cañas Pinochet (Pavez Ojeda, 2003, 2016), a Ignacio Cañiumir, cuyo extenso texto que rememora un parlamento fue redactado entre 1885 y 1899 (Malvestitti, 1994) o el “mensaje de un cacique” publicado por Ambrosio Payllalef en 1913 en un periódico de Temuco (Menard y Pavez Ojeda, 2007). En otros casos se trata de breves menciones en fuentes históricas o etnográficas de las que no se ha podido recuperar el documento original ni el mensaje contenido. Así, por ejemplo, las cartas escritas “en nuestra lengua” a las que se refiere Ignacio Coliqueo en la frontera norte bonaerense en una misiva dirigida en 1862 a un comandante militar (de Jong, 2016), o la que Wily Hassler (1987, p. 53) refiere haber recibido de Aníbal Namuncura, de la zona precordillerana del Neuquén, en la década de 1950. Es singular en Patagonia norte la publicación de la obra miscelánea autónoma Huné Mapú Dugnun (Primera voz de esta tierra) de Belisario Painefil, que contó con, al menos dos ediciones, una en 1943 y otra a principios de la década de 1980, ambas en la ciudad de San Carlos de Bariloche. Posteriormente, los usos escritos del mapuzungun al interior de la sociedad mapuche se fueron incrementado sobradamente y en la actualidad existen tanto obras literarias como destinadas al ámbito educativo redactadas en mapuzungun (Mora Curriao, 2012).
Ahora bien, considerar todas estas producciones como parte de un mismo gesto ubica el problema en una lógica occidental que limita la escritura a su dimensión de tecnología para el resguardo y transmisión de contenidos cultural e históricamente significativos. Otras perspectivas postulan actualmente un continuo entre la escritura y la oralidad, y permiten complejizar el abordaje del tema. El enfoque de los nuevos estudios de literacidad supone, según David Barton y Mary Hamilton (1998), cómo en los eventos letrados suelen yuxtaponerse los usos escritos y orales de la lengua, junto con otros modos semióticos. Estos autores se centran en los dominios y las prácticas sociales en las cuales la literacidad compone un recurso, y consideran los “contextos estructurados y modelados dentro de los cuales la literacidad se usa y se aprende” (p. 117) y la constitución de comunidades de prácticas, en tanto ciertas instituciones apoyan y favorecen determinadas y específicas prácticas de literacidad. Por otro lado, y desde un enfoque que intenta reflexionar sobre los escritores indígenas de América Latina, y en sintonía con el establecimiento de puentes entre los modos oral y escrito, cabe también acudir al concepto de oralitura, empleado por el poeta mapuche Elicura Chihuailaf en 1994 para dar cuenta de las prácticas letradas de dichos escritores como “oralitores”, en tanto estos plantean una ritualidad diferente ante la escritura y la ejercen realzando “el hecho que nuestra escritura es la memoria de nuestros antepasados, pero recreada a partir de nuestra vivencia hoy día” (Chihuailaf, 2000, p. 51). 3
Encuadramos en estos marcos el análisis de los textos producidos por Nahuelpi, de nombre wingka Antonio González, en el contexto de la deportación posterior a 1885. Estos constituyen uno de los primeros testimonios conocidos de escritura autónoma en mapuzungun al este de la cordillera de los Andes y se deben a quien fue uno de los interlocutores principales en el proyecto de documentación de textos en la lengua desarrollado por el antropólogo Roberto Lehmann-Nitsche entre 1899 y 1926. Mediante un esquema de investigación que hoy caracterizaríamos como en buena medida autónoma y de corte colaborativo, Nahuelpi se construye como un productor textual original, que entre los intersticios de las retóricas mapuche y wingka no solo dicta o transcribe, sino además planifica, redacta y acerca al antropólogo materiales escritos concebidos para su publicación. En este artículo abordamos los eventos letrados en que se desplegó el quehacer documental y escriturario de Nahuelpi a fin de examinar los siguientes aspectos: la construcción del rol investigativo, sus formas de participación como productor en distintos eventos letrados y la dimensión tecnológica de su práctica escrituraria. Contamos para ello con fuentes manuscritas que dan cuenta de su producción en solitario, de su tarea de recopilación y de la edición posterior en gabinete realizada con el antropólogo, así como con referencias a estas dinámicas, tanto en los documentos de la sección Araucana del Legado Lehmann-Nitsche, resguardada en el Instituto Ibero-Americano de Berlín, como en las publicaciones académicas en que el antropólogo alemán dio a conocer las investigaciones realizadas.
1. El rol de Nahuelpi en la gestación del Archivo Araucano
A fines del siglo XIX se expandió considerablemente el interés por el conocimiento de las lenguas no europeas. Se refinaron los instrumentos para la elicitación controlada del léxico y la gramática, y se incrementó el afán por recopilar textos libres, como propuesta programática de investigación sostenida fundamentalmente desde la Völkerkunde y desarrollada en distintas áreas del ámbito americano (Lehmann-Nitsche, 1927; Kraus, 2007). Las colecciones consistían primordialmente en mitos y relatos, registrados y publicados en dos formatos principales: en la lengua europea hablada a nivel local o propia del investigador y, en menor medida, en las variedades en que habían sido enunciados por los narradores indígenas.
En el contexto que nos ocupa, este nuevo enfoque de la disciplina suplantó las maneras anteriores de acceder al saber sobre la lengua del pueblo mapuche, cimentadas en la tradición misionera y basadas en la relectura intertextual y la reedición de obras fundacionales, en particular el Arte y Vocabulario de Andrés Febrès de 1765 (Malvestitti y Payàs, 2016) o la producción de textos mediadores para la interacción cotidiana y la evangelización (Delrio, 2010). Al abordarse en perspectiva científica, se produjo un cambio de foco en los estudios sobre el mapuzungun, que buscaron presentar la lengua en perspectiva sincrónica, para facilitar el reconocimiento de cambios respecto de los antiguos registros de los jesuitas, y la identificación de variación dialectal con anclaje territorial. Esto motivó la concreción de varios proyectos de investigación, entre los que aquí destacaremos los conducidos por los académicos alemanes Rodolfo Lenz y Roberto Lehmann-Nitsche, quienes se propusieron desarrollar investigaciones complementarias sobre el “araucano” hablado entonces a ambos lados de los Andes.
Lenz, radicado en Santiago de Chile desde 1890, realizó una serie de campañas a la Araucanía con el fin de registrar “materiales orijinales”, lo que posibilitaría posteriormente concretar estudios descriptivos y comparativos con base en el material empírico actualizado. En 1896, destacaba la necesidad de completar la pesquisa con “indagaciones científicas con los restos de los indios en el sur de la República Arjentina” (Lenz, 1895-1897, p. xi), labor que fue emprendida por su compatriota. A poco de instalarse en la ciudad de La Plata, Lehmann-Nitsche comenzó la documentación de textos en mapuzungun, con la novedad de que la radicó en el ámbito urbano, donde reconoció la presencia de la población deportada (Lehmann-Nitsche, 1906). De este modo, y en solo tres años, logró compilar un volumen bilingüe manuscrito al que nominó Textos Araucanos. En él integra –utilizando categorías discursivas similares a las de los Estudios Araucanos de Lenz– un amplio conjunto de ngütram (narrativas), epew (cuentos de ficción) y ülkantun (cantos), así como los “Diálogos en dialecto waizüfche”, en los que se traducían desde el español 345 enunciados a la variedad de mapuzungun hablada en el área cordillerana. 4
Lehmann-Nitsche logró realizar tan ingente tarea porque contó con el aporte de distintos interlocutores que lo introdujeron en una red de vínculos mapuche en la ciudad y en el campo. Entre ellos se destaca de manera sustantiva Nahuelpi. Las descripciones de este en publicaciones y apuntes realizados por el antropólogo enfatizan los siguientes atributos: su juventud, su procedencia waizüfche-manzanera, su inteligencia y su competencia en la lectoescritura (1908, p. 35). Estas tres últimas características lo calificaban en los términos que Lenz destacaba como requisitos fundamentales en los colaboradores indígenas. Por otro lado, al momento de conocerse, ambos eran pares en edad (Lehmann-Nitsche tenía 27 años, Nahuelpi se acercaba a los 30) y vivían situaciones de desarraigo de su tierra natal en la urbe platense, lo que posiblemente fomentó su mutuo acercamiento y su –según las fuentes– frecuente y cordial relación.
Sus trayectorias anteriores de vida habían sido, en cambio, muy disímiles: en tanto Lehmann-Nitsche provenía de una familia de clase acomodada y había cursado dos doctorados en Alemania (Danero, 1978), su “amigo araucano” había atravesado numerosas penurias a fin de mantenerse con vida. Hijo de un reconocido domador, rico en caballos, vacas y ovejas, y nativo de la zona este del volcán Llaima 5 , cuando Nahuelpi tenía unos 8 años “su tribu, bajo el cacique Keupü”, fue “desalojada de la Argentina y tuvo que trasladarse a Chile”, por un paso cordillerano cercano al lago Aluminé (Lehmann-Nitsche, 1902, p. 278). Las traumáticas situaciones atravesadas en esos desplazamientos se exponen en expresiones muy similares a las de las “contadas” mapuche actuales, se focalizan en el hambre padecida –“había comido cueros de vaca, comía también zorros. Esto lo hacía por la necesidad. Sabía andar en medio de las grandes montañas. Sabía escarbar la nieve para buscar piñones”– 6 y la violencia de las persecusiones y apresamientos –“Nos corrieron de atrás y nos tiraban balazos... Al fin pudimo’ ecaparnos y nos corrieron una distancia larga… Entonce’ esa ve’ me agarraron dos hermanas”– 7 . De regreso al este de los Andes, Nahuelpi menciona haber estado en dos lugares de concentración de indígenas: Ñorquín (Chos Malal) hacia 1883 y Chichinales (cerca de Choele Choel) en 1886. 8 En 1901 se desempeñaba como soldado del Ejército en La Plata. En ese rol conoció a Lehmann-Nitsche y en tal carácter logró retornar un año después a la Patagonia norte, donde en Mencué, paraje situado al sur del río Limay, se pierde su rastro.
Nahuelpi actuó como interlocutor del antropólogo entre abril de 1901 y mayo de 1902, con una colaboración más continua entre mayo y octubre del primer año. Como veremos más abajo, la cuantificación de su producción permite comenzar a delimitar cuáles fueron las tareas fundamentales que desarrollara, con una impronta del trabajo investigativo personal por sobre el dictado, y una regularidad en ellas, con concentración en ciertos lapsos temporales.
Nota: Calendario del año 1901. Resaltados en gris claro y en azul los días en que se reporta realización de escritos y de recopilaciones de Nahuelpi, respectivamente. En rojo, ocasiones de dictado de textos a Lehmann-Nitsche.
La descripción de una serie típica de actividades para la producción de ese archivo permite comenzar a recuperar la complejidad de la mediación lingüístico-cultural realizada por Nahuelpi, la variedad de operaciones implicadas y el amplio grado de autogestión exhibido en ellas:
En seguida, pues, me dirigí a mi amigo araucano Nahuelpi, de cuyos labios estoy apuntando textos araucanos desde hace tiempo, preguntándole si conocía la palabra erefilú. En el acto me observó que se trataría de la palabra nürüfilu, el zorro-víbora. (…) apuntó a mi pedido todo lo que sabía sobre el zorro-víbora en idioma araucano, dictándome sus textos una vez terminados para ponerlos en limpio. Después me los tradujo escribiendo yo la versión castellana tal cual él la hizo, sin hacer ninguna corrección (Lehmann-Nitsche, 1902, p. 276).
Este tipo de acciones no es solo propio de Nahuelpi, sino que comenzaba a integrarse a las lógicas investigativas de la época. Quehaceres similares se describen, por ejemplo, realizados por los interlocutores mapuche de Guevara (Pavez Ojeda, 2003, p. 15; Pavez Ojeda, 2015). Por otro lado, en el prólogo al texto publicado por Pascual Coña y Ernesto Moesbach en 1930, aunque en principio Lenz lo informa como producto del “dictado por un indígena lejítimo en su dialecto patrio”, pocas líneas más abajo señala que “Los materiales dictados en parte han sido ordenados sistemática por el P. Ernesto […], pero también así han sido revisados por Coña” (Coña, 1973, p. 4). Es decir, se visualiza en el proceso de anotación de textos mapuche del contexto posterior al awkan, un entramado de acciones letradas que con el tiempo se ha desdibujado, con funciones variadas y activas de los considerados colaboradores mapuche. En el caso de Nahuelpi, esto tiene como efecto un perfilamiento científico del rol que el mismo se autoadscribe, tal como enfatiza en una carta: “estoy en plena seguridad de que no encontrara Ud. otro indio como yo de un corazón noble altivo y expirante a la sencias”. 9 No obstante el reconocimiento otorgado por Lehmann-Nitsche a su interlocutor y su opinión expresada en 1901 que por sus cualidades “Nahuelpi [es] tal vez mejor que Calvun de Lenz”, 10 no lo inhibe de mantender en su retórica el acento en el acatamiento a las solicitudes que le realizaba –“le pedí que me anotase”, “me entregó un texto araucano” (1902, p. 280), “A petición mía, agregó N. esta parte a la v.i. Me dictó lo que acababa de contarme como complemento”– 11 , y lo ubica así en el rol de auxiliar o “sirviente” (1908, p. 35), más que en el lugar con mayor autonomía desde el que esas solicitudes se procesaban. 12
2. Prácticas letradas de Nahuelpi
Posicionarnos en este concepto nos permite observar no solo las producciones con responsabilidad individual autoral autoatribuida a Nahuelpi, sino cómo se fue conformando este archivo escrito polifónico con arraigo en el modo oral.
Según los documentos conservados, la práctica escrituraria de Nahuelpi se compuso de dos maneras complementarias: por un lado, escribió veintisiete ngütram históricos y etnográficos, un epew (cuento) y una carta de salutación; por otra parte, transcribió narrativas como ülkantun (cantos) a partir del dictado o de la escucha de otros paisanos. Sesgada por las solicitudes del antropólogo –“le encomendé que coleccionara textos entre sus compatriotas de la ciudad de La Plata y además anotara por mi indicación todo lo que él todavía se acordaba de la vida de su padre” (1938, p. 223)– y por las vivencias y saberes propios y de quienes intervenían en su recopilación, los escritos de Nahuelpi retoman distintos aspectos de la vida en el territorio previa y contemporáneamente al awkan, aunque no permiten acceder a cómo tales prácticas se mantuvieron, se suprimieron o se resignificaron luego en el ámbito urbano.
Los textos que documentó directamente de otros interlocutores comprenden, en primer lugar, nueve epew, cuatro ngütram y cinco cantos que le dictara Kolüngür (Alberto o Marcelino Rodríguez). De modo complementario, redacta (“escribió”, “apuntó” en los comentarios del antropólogo) una serie de relatos de costumbres y otros históricos que Lehmann-Nitsche encuadra como segmentos de la “Autobiografía de Nahuelpi”. En este caso, retoma vivencias personales y reelabora sendos relatos “escuchado de un anciano Marilef en Buenos Aires”, 13 “de un paisano de Chile”, 14 “según le había dicho su padre”, 15 o “apuntólo de la boca de Rosas”. 16
En la sección referida a vivencias históricas, Nahuelpi describe los espacios patagónicos de su crianza, comenta aspectos de la biografía de su padre y menciona situaciones atravesadas por su familia durante el awkan. Sus relatos escritos retoman como personajes emblemáticos longkos mapuche de la época como Namuncura o Sayhueque, o algunos menos conocidos, como Paineo o Melinao. Esas narraciones dan cuenta no solo de la vida en el territorio libre, sino de los cambios acaecidos en los primeros años en que el Estado se instaló en la región. Permiten entrever espacios de concentración como aquellos donde refiere haber visitado a Sayhueque –y también a Millamañ en uno de los textos dictados– y disputas internas del pueblo mapuche, y los ubica en un lugar de historicidad.
En los ngütram de carácter etnográfico se detiene, por ejemplo, en la escenificación de un diálogo para como “conquistar una muchacha”, 17 en la práctica de ofrendar “alguna cosa” al “pino de la travesía” de un paso cordillerano para evitar “cualquiera de’gracia en el camino” 18 o el detalle de prácticas de machitun y las características de los piwichen (ser sobrenatural y ayudante de la machi o chamán). 19 Al escribirlo (o dictarlo) y darlo a conocer, Nahuelpi objetiva su cultura y la expone ante el otro cultural que es el antropólogo, a quien también explica conceptos y expresiones que le son desconocidas o extrañas.
En tal sentido, Nahuelpi se construye como enunciador en la perspectiva de un oralitor, más que desde un productor escritural solitario. En el texto siguiente, denominado gNütam montun uentru/Historia del tigre con el hombre (“Literalmente: Historia como se escapó un hombre”, según Lehmann-Nitsche), se exponen –en su organización, contenido y recursos discursivos– las distintas aristas de la tarea emprendida por Nahuelpi. Por un lado, este carácter de multiplicador de voces conocidas previamente, en tanto el texto se inicia con la siguiente adscripción: “Nah. scripsit. Lo ha oído decir de su padre”, y en su enunciación toma como referencia en la comunidad: “Decimos nosotros los indios”, “Entre nosotros está reconocido”. Por otro lado, la parte A, constituye una introducción “científica” al tema que expone los distintos comportamientos del tigre ante los humanos según los saberes del pueblo mapuche. La parte B, que compone la primera versión documentada hasta el momento en el país del Nawel Ngütram, relata el regreso a su tierra de una persona desplazada, con el auxilio del tigre durante esa travesía. El texto sigue los patrones retóricos de los ngütram relativos a la época del awkan y del Nawel ngütram en particular (Golluscio, 2006), y se infiere una organización discursiva originada en la oralidad que se traspone a la escritura, estructurada secuencialmente con base en el conector feimu –‘entonces’– y con asignación de autoridad enunciativa por medio de piam –‘dicen’–. Cabe destacar que, en relación con este relato, Nahuelpi se enfrenta con el antropólogo y se posiciona inmediatamente contra el carácter ficcional que Lehmann-Nitsche (1902, p. 281) le atribuye, en tanto su competencia metadiscursiva le permite detectar el error epistemológico de catalogar como un “cuento”, el relato de una situación considerada sucedida o verosímil, desde la perspectiva del pueblo mapuche.
Destacamos que, de todo el archivo generado por Nahuelpi, Lehmann-Nitsche dio a conocer en publicaciones solo los siguientes textos, en versiones al español y al alemán no literales, sino literarias: “Historia del zorro-víbora” y “Cuento del indio con el tigre” (1902); “Eine Geschichte vom Tiger und einem Menschen” (1906); “Der Fuchs und das Rebhuhn” (Cuento del zorro y la perdiz) y “Der Strauss und der Frosch” (Cuento del sapo y el avestruz, en este caso, dictado) (1926); así como una reformulación libre de “La piedra milagrosa de Millapi” (1938). Esta secuenciación permite vislumbrar, por un lado, la saliencia en la época como objeto de interés académico de las narrativas ficcionales o vinculables a “supersticiones”, por sobre los relatos referidos a hechos que ubicaban al pueblo mapuche en el devenir histórico reciente. En la mayoría de esas publicaciones se omiten además datos contextuales de la documentación, con lo cual quedan focalizados así solo el antropólogo y el texto traducido.
3. La dimensión tecnológica de sus escritos
La escritura personal de Nahuelpi y la referida a su tarea investigativa se materializa en hojas de cuaderno escolar, papeles muy finos de libro copiador, formularios del telégrafo, hojas rayadas de mayor tamaño –distintas de las lisas color ocre utilizadas regularmente en el Museo de La Plata y por el antropólogo–, casi siempre en tinta negra o azul, raras veces en lápiz. En varios de sus escritos incluye al final su firma con formas variables: “Nahuel pi”, “Nauelpi”, “Nauhelpi”. Este tipo de inestabilidades gráficas se replican en su escritura, para la que toma como base el alfabeto del español: a, e, i ̴ y, o, u ̴ ü, u ̴ e ̴ ü, p, t, t ̴ tr, ch, k ̴ c ̴ qu, f ̴ b ̴ v, d ̴ s, r ̴ rr, l, ll, m, n, ñ, ng ̴ g ̴ ñ.
Así, su grafemario se distingue en parte del utilizado por Lehmann-Nitsche y, como puede preverse, las alternancias gráficas se concentran en los fonos privativos del mapuzungun. Nahuelpi emplea más establemente g, t, u ̴ e, s ̴ d, cuando el antropólogo prefiere ng ̴ gn ̴ n, t’ ̴ tr, ü, ds. Tampoco emplea regularmente tildes ni diacríticos.
Como se puede observar en los ejemplos precedentes, hay una mayor segmentación morfémica en las producciones escritas por Nahuelpi, las que, no obstante, no se apartan sustancialmente de la tradición externa previa de escritura mapuche; sus textos exhiben además coherencia interna entre sí en cuanto al criterio de delimitación de las palabras.
Sus textos presentan tachaduras y reparaciones que indexan autocorrección –en el ejemplo siguiente, el paso de la primera persona singular a un “nosotros” dual, la especificación de ruka ‘casa’ en lugar de mapu ‘campo, lugar’, y en el siguiente, erratas de transcripción emanadas del dictado o autoajuste del narrador Kolüngür.
Feychi may ue akulü Sahiueke amunyu may José inchiu, kio yem pulku afilü inche-iu Saiueke. Feymeu puenyu ti saihueke ñi mapuruka meu. Feymeo saihueke nierkey luan ruka.23 [Esta vez cuando recién llegó Sayhueque, fui yo con José, para llevarle bebida a Sayhueque. Entonces llegamos a la casa de Sayhueque. Entonces Sayhueque había tenido una casa de guanaco.]
Mari pichi lamgen Cheme gone chen kai tañi piemeu ta peutuiyu kiai te. pichi langen. yto chungechipe kisu peiafin chei pikeullen maelpikelu inche.24 [Buen día, hermanita, ¿Qué Dios habrá querido que lo [nos] víamos, hermanita?¿Cómo podré verla sola? sabía decir yo.]
El paso de la escritura personal original a la escritura pública editada en gabinete implicó diferentes cambios en los manuscritos. En general, tal como se señalaba en la cita en la que Lehmann-Nitsche describe el método de trabajo con Nahuelpi, las versiones provistas en mapuzungun y español se mantienen sustancialmente. En línea con las diferencias indicadas más arriba, los cambios formales que detectamos afectan el sistema de transcripción y la estructura de las palabras. Además, en algunos casos, los préstamos o expresiones referidas en español se ajustan a la fonética del mapuzungun o se repone cierto elemento omitido para una mayor cohesión del texto final. 25
Como hemos mencionado más arriba, en sus textos, Nahuelpi sigue las estructuras genéricas y repone estrategias morfosintácticas para expresar sentidos pragmáticos del mapuzungun. Es dable observar la convivencia de expectativas hibridadas en la salutación de principio de año a Lehmann-Nitsche, en la que se compaginan estrategias pragmáticas occidentales, en las fórmulas de apertura y cierre, con otras propias de la retórica oral mapuche –pin ynché ‘digo yo’, fei ñi fente pun ñi sungu ‘Con esto se acaba mi carta’–, así como contenidos mapuche en el horizonte deseado de lograr en el nuevo año el bienestar y engorde de los caballos y la realización de las boleadas de caza tradicionales. Este artefacto comunicativo es inmediatamente convertido en objeto de archivo por su receptor, quien anota en alemán en su diario a principios de 1902: “La carta de Nahuelpi va a la colección araucana del Instituto. Ya pude traducirla por la mitad. El resto algunos días después lo hizo Nahuelpi” 29 .
Mari mari anai. Doctor Robert Lehmann Nitsche Ynche ñi kume uení. Akui ga tu fachi ué tripantö. fanten meu fachi ánte. ynche ñi mongelen meu ñi kuñi fall piuké gillatun gunechen meu peumagen epu uaranka tripanto monge pe ñi ueni pin ynché. akui tufachi ue tripanto: akului kume ke ipeyén, tayin monge peyüm akui kachü yin motri yam kawellü motri le yin kauelló yin lu kai choike yam. fei ñi fente pun ñi sungu. ynche kai kume le kan. ayuy ñi piuke mongen meu pepafiñ, ká tu fachi ue tri panto kiñe huaranka aylla pataka epu. salud y felisidad. La Plata enero 1º de 1902, Nauel pi 30
Buen día, amigo, Doctor Robert Lehmann Nitsche, mi buen amigo! Llegó este nuevo año hoy día. Por estar vivo mi pobre corazón, ruego a Dios deseándole que viva dos mil años, mi amigo, digo yo. Llegó este nuevo año; trajo buena comida con que siempre vivimos; llegó pasto con que se engordan nuestros caballos. Cuando se engordan nuestros caballos, salimos a bolear avestruces. Con esto se acaba mi carta. Yo estoy bien. Mi corazón es contento porque vive, [porque] llegué a ver este nuevo año mil nueve ciento dos. 31
Conclusiones
Los documentos analizados constituyen una evidencia empírica del proceso de objetivación de su cultura que realizó Nahuelpi. Su posicionamiento es distinto del de un secretario, en tanto su reflexión se ubica en un lugar de transmisión, no ya de mensajes literales, sino de reposiciones de vivencias e ideologías propias y de sus contemporáneos. En tal sentido, en los escritos de Nahuelpi se ofrece su versión de la historia mapuche en la época del awkan, con focos explícitos y también lagunas de ocultamiento.
Como vimos, Nahuelpi desempeñó distintos roles en la construcción del Archivo araucano y constituyó un agente central en su conformación. La relación posibilitó a Nahuelpi fortalecer estrategias investigativas que aplicó de manera constante en su tarea de campo. Sus escritos permitieron además a Lehmann-Nitsche comenzar a entrenarse como aprendiz y traductor de la lengua. Contar con este interlocutor le fue esencial para poder aproximarse al mundo mapuche en el período inicial de su carrera antropológica, y dar sus primeros pasos como investigador de las lenguas indígenas habladas en el país desde un posicionamiento académico.
Los documentos existentes permiten observar cierta inseguridad en el dominio de la codificación escrita por parte de Nahuelpi, y un empleo estable de la variedad de español de contacto en ambos registros, oral y escrito. Al restringirse el peso purista, se favoreció la extensión de sus destrezas como productor textual, en tanto estas se complementaban con la expresión de habilidades orales en los eventos letrados en los que participaba.
En tanto, Lehmann-Nitsche (1933) enfocaba esta recopilación con el objeto de “anotar los mitos y las tradiciones en los idiomas primitivos” y así “salvar en el último instante un material perdido para siempre con el que se podría profundizar los conocimientos relativos a las funciones psíquicas y a la actividad imaginativa de la humanidad en su estado primitivo” (p. 250), no podemos sino conjeturar qué movilizó a Nahuelpi a sumarse a esta recopilación. Tal vez también percibía el aceleramiento de la aculturación en el espacio urbano, y desde un rol creado en este nuevo contexto, tomó a su cargo la tarea de transmitir conocimientos culturales y experiencias cercanas temporalmente en su lengua, mediante la tecnología de la escritura. Si nos atenemos al período de tiempo en que interactuaron personalmente, Nahuelpi fue una presencia fugaz en la vida de Lehmann-Nitsche. No obstante, simbólicamente su referencia se prolongó hasta el fin de la actividad académica del antropólogo, y hoy día se convierte en un referente necesario al momento de reconstruir los primeros escritos en la lengua del pueblo mapuche en Puelmapu.