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versión On-line ISSN 1851-9601

Postdata  no.13 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2008

 

RESEÑAS

Democracias en busca de estado. Ensayos sobre América Latina. Osvaldo Iazzetta, Homo Sapiens, Rosario, 2007, 187 páginas.

Emmanuel Taub

 

Estado y democracia han mantenido, desde sus orígenes como construcciones políticas fundamentales, una relación caracterizada por la tensión. Pero esta tensión se ha vuelto aún más significativa y relevante en aquellos países con una tradición democrático-estatal tardía, como son nuestros estados de América Latina. Es por ello que muy pocos títulos señalan, de manera tan eficaz, una relación fundamental y tormentosa para entender las implicancias políticas esenciales de nuestro margen latinoamericano: "democracias en busca de Estado".
En el presente libro, el autor nos invita a la reflexión en un recorrido analítico lúcido y sugestivo por la ardua relación que en América Latina, y específicamente en el caso argentino, se ha mantenido (y se mantiene en la actualidad) entre la democracia y el Estado. Una historia, como explica el autor, de "(…) encuentros y desencuentros que - al igual que en otros temas- no repite en modo alguno la relación registrada en los países de desarrollo originario" (59). Una búsqueda que denota, desde sus principios, la asimetría primigenia en cuanto al tiempo histórico y a las instituciones y sistemas que caracterizan a lo que se entiende por democracia y por Estado. Esta asimetría nos remonta a pensar indefectiblemente en aquel modelo de democracia ateniense que, recreado desde la ficción instrumental en la
modernidad, ha sido tomado como el régimen político fundamental para toda forma estatal moderna. El autor nos recuerda que el "Estado democrático" es un producto histórico relativamente reciente que "corona un prolongado y tenso proceso de afirmación de derechos subjetivos y nuevas formas de representación política, que surgieron como respuesta a demandas de la sociedad civil" (57).
El Estado no siempre fue democrático, así como la democracia no fue siempre el régimen político predilecto por nuestros intelectuales y gobernantes. En definitiva, entre la democracia y el Estado lo que se da es un "proceso de mutua domesticación" (58) en donde se fueron moderando y modelando las diferentes formas que hicieron posible la convivencia. Este proceso de domesticación fue posible gracias a los resguardos liberales, que moderaron las implicancias mayoritarias de la democracia, y a la ley y el Estado de derecho como límites autoimpuestos por el Estado para posibilitar la formación y desarrollo del tercer gran actor: la sociedad civil.
El libro está estructurado en dos grandes partes o momentos, y a través de sus capítulos se traza un recorrido que parte de una revisión conceptual sobre el Estado y la democracia y que culmina en el análisis de las particulares implicancias que estos conceptos tienen en la región. La primera parte del libro es, por tanto, el momento conceptual, donde el autor actualiza y presenta el debate en torno a la relación Estado-democracia; mientras que en la segunda parte del libro el autor ofrece su mirada "empírica e histórica" sobre las mismas problemáticas, poniendo especial énfasis en la región y en el caso argentino. Se reali
za aquí un análisis del proceso de democratización en los países latinoamericanos que, teniendo como referencia comparativa lo sucedido en los países de desarrollo originario - como los denomina el autor- , centra la atención en la (posible y deseable) recuperación del Estado en clave democrática y en los vaivenes de su dimensión público-estatal, como así también en la relación, cambiante y dinámica, que se genera entre la política, la democracia y el Estado en tiempos de la globalización.
Varios son los postulados puestos en clave en el libro, que guían la presentación de las ideas y argumentos que el autor intenta desarrollar. Ante todo, el autor nos advierte sobre la difícil y compleja relación entre la democracia y el Estado. La democracia indudablemente requiere de un Estado, aun­que éste no resulta condición suficiente para que la democracia pueda desarrollarse de manera plena. La exigencia de Estado, en especial después de su ausentismo y deserción durante la década del noventa - en nuestro país por ejemplo- , implica la presencia de un nuevo Estado que no repita los errores del pasado y que, cumpliendo sus funciones indelegables, no atente contra la calidad de las instituciones democráticas. En efecto, como explica el autor, el Estado fuerte, necesario para la democracia, debe estar acompañado también por una sociedad civil "activa y vigilante" que ejerza sus derechos.
Es así que tenemos que entender que no bastan con los elementos que definen la "estatidad" del Estado para asegurar la "democraticidad" de una democracia. La democracia, como régimen político, exige elementos y modificaciones que el Estado por sí mismo no posee en su estado pura
mente estatal. De modo que las exigencias democráticas de un "Estado democrático" son necesarias para la mutua convivencia y la compatibilidad. Estas exigencias podrían condensarse en algunos elementos como, por ejemplo, la soberanía popular, según la cual "el poder estatal no sólo procede del pueblo sino también presupone procedimientos que permiten la formación democrática de la voluntad colectiva […]" (22). Ello supone, en definitiva, un orden donde los destinatarios de los derechos se perciben como autores de los mismos, lo que constituye la única manera de enfrentar de una vez por todas - bajo la demanda acuciante de un Estado y una democracia fuertes- la apatía cívica y el desinterés de la sociedad civil. Otro ideal resaltado es el de la universalidad, esto es, "la universalidad de los derechos a todos los ciudadanos dentro del territorio delimitado" (23), y entendiendo que esa universalidad no puede quedar limitada al plano formal sino que exige garantizar esos derechos a todos los sectores sociales y en todo el territorio. Así también resulta clave la necesidad de razonabilidad, lo que implica la capacidad del Estado de domesticar su "fuerza brutal", esto es, de racionalizar la utilización del poder de coerción que la sociedad le delega. Lamentablemente, como subraya el autor, esta razonabilidad no se encuentra completamente asegurada en los estados latinoamericanos, ya que - como hemos podido observar en democracia- el Estado se sigue mostrando para muchos sectores sociales tan "necesario como temible". Finalmente, la publicidad y la controlabilidad ( accountability) de los actos, recursos y decisiones del gobierno son una exigencia fundamental del régimen democrático para con el Estado. Ello implica, por un lado, luchar contra la concentración de poder en el Ejecutivo (en detrimento de los otros poderes del Estado), y enseñar de esta forma que la información es un bien público al que deben tener acceso los ciudadanos. Por otro lado, implica reforzar la controlabilidad de los órganos del Estado, sea a través de la accountability horizontal como vertical o a través de la mayor participación de los ciudadanos en los procesos de toma de decisiones con el propósito de ampliar las posibilidades de intervención y fiscalización. En última instancia, no podemos ni debemos olvidar que la "calidad institucional" de la democracia depende de la "calidad de lo público", razón por la cual resulta imprescindible - especialmente en nuestro país luego de los incidentes y niveles de repudio ciudadano alcanzados en 2001- la recuperación de lo público a través de la construcción de instituciones imparciales y permanentes, con el propósito de revalorizar lo público-estatal al mismo tiempo que lo público-social.
De esta manera, la necesidad democrática de un Estado no se fundamenta, específicamente en el caso de la América Latina post década del noventa, como un reflotamiento de aquella estructura estatal que vio su hundimiento en la exigencia del achicamiento del Estado, sino bajo la necesidad de "encontrar" otro Estado que pueda hacerse con los elementos de los años presentes y aprendiendo de los errores pasados. Como de manera precisa señala el autor, el "Estado se ha comportado en nuestra región como un agente predatorio y como un espacio colonizado por intereses particulares que han dispues
to de sus palancas y recursos para promover colosales transferencias de ingresos a favor de los sectores privados más concentrados" (25). Es por ello necesario seguir reflexionando con la finalidad de alcanzar un Estado y una democracia que estén a la altura de los tiempos que corren, superando aquellos que hemos dejado atrás.
Sin embargo, todos estos elementos exigen repensar lo que subyace a todas estas relaciones: la política. Es ella la que debe ser recompuesta en y para nuestros estados y democracias. Una política que, como actividad "faccionalista" y "entregada a los intercambios particulares", ha conducido a una situación de desencanto y descrédito. Es así que este libro intenta buscar las formas y caminos para recomponer el vínculo entre la dirigencia política y la sociedad, un vínculo necesitado de recrear la confianza en la política como un elemento fundamental de las democracias. Por consiguiente, es necesario entender que la política es, en definitiva, el instrumento de cambio y la herramienta decisiva para la formación de la voluntad colectiva en un régimen democrático y que, como escribe el autor, "[r]establecer la confiabilidad de las prácticas, actores e instituciones políticas, constituye una labor impostergable que hace a su legitimidad, pero en modo alguno agota las tareas que deben encarnarse para afianzar un terreno estatal-democrático desde el que pueda intentarse, si no anular, amortiguar las actuales tendencias en una dirección de equidad y de perfeccionamiento de las instituciones democráticas" (168).

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