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Análisis filosófico

versión On-line ISSN 1851-9636

Anal. filos. vol.22 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires nov. 2002

 

ARTICULOS

 Interacción y atribución mental: la perspectiva de la segunda persona

Carolina Scotto

Universidad Nacional de Córdoba - CONICET


"El rostro humano es la mejor figura del alma humana".
L. Wittgenstein "Las mentes de los hombres se reflejan entre si".
D. Hume

Resumen

En este trabajo describo los rasgos que identifican a la perspectiva de la segunda persona como una perspectiva genuina, específica y básica de la atribución mental y, sobre esa caracterización, me propongo defender su adecuación para dar cuenta de ciertos fenómenos básicos de atribución intencional que quedan fuera del alcance y del interés de la primera y la tercera persona. Defiendo la tesis que ni la perspectiva de la primera ni la de la tercera persona son excluyentes ni básicas, y sugiero, en cambio, que se trata de perspectivas que se adquieren gradual y tardíamente en el desarrollo psicológico, y que son complementarias entre sí y con la de la segunda persona. En segundo lugar, identifico algunos fenómenos interactivos propios de esta perspectiva y, por último, extraigo algunas conclusiones generales que se siguen de la aceptación de esta perspectiva y de su importancia en la explicación de la atribución intencional ordinaria.

PALABRAS CLAVE: Segunda persona; Atribución intencional; Interacción.

Abstract

In this paper I intend to show that the debate between the first and the third person point of view of ordinary mental attribution needs to be redefined in order to make room to a more basic perspective, the second person point of view. The reason for thirt is that this point of view is able to account of a variety of phenomena that are left out of consideration from the other ones. Firstly, I defend a characterization of the different abilities that includes this kind ofreciprocal understanding. Secondly, I identify some interactive phenomena that are better viewed as cases of intentional attribution made from the second personal point of view.

KEY WORDS: Second person; Intentional attribution; Interaction.

En este trabajo intentaré desarrollar los rasgos que identifican a la perspectiva de la segunda persona como una perspectiva genuina, específica y básica de la atribución mental. Esta caracterización, dado el estado de la discusión entre las perspectivas, es una tarea preliminar al intento de defender la adecuación de este enfoque acerca de nuestras habilidades como psicólogos naturales. Los fundamentos para esta defensa surgirán justamente de sus virtudes para dar cuenta de ciertos fenómenos básicos de atribución intencional, que, como se verá, quedan fuera del alcance (y del interés) de la primera y la tercera persona, así como también de su capacidad para evitar o disolver los problemas escépticos que de ellas derivan: el de las otras mentes y el del conocimiento de la experiencia subjetiva1. La tesis que se defenderá aquí es que ni la perspectiva de la primera ni la de la tercera persona son excluyentes ni básicas, sugiriéndose, en cambio, que se trata de perspectivas que se adquieren gradual y más tardíamente en el desarrollo psicológico, permitiendo cada una formas diferenciadas de comprensión según los fenómenos de que se trate y los rasgos propios de quien las adopte, y que son, por ello, complementarias entre sí y con la de la segunda persona. En segundo lugar, me detendré en la identificación de algunos fenómenos interactivos propios de esta perspectiva, en especial en ciertos fenómenos emocionales, con el objeto de mostrar cómo funciona y a quiénes es correcto atribuir competencia, según ella, para la atribución intencional en estos casos. Por último, extraeré algunas conclusiones generales, susceptibles cada una de un desarrollo especifico y detallado, que se siguen de la aceptación de esta perspectiva y de su importancia en la explicación de la atribución intencional ordinaria o de la folk psychology, en el marco de un debate signado por las opciones contradictorias de las perspectivas de primera (TS) y tercera persona (TT)2.
Me apoyaré en la excelente caracterización que presenta Antoni Gomila Benejam ((2000) y (2001)), quien identificó su dominio y justificó su importancia, señalando con acierto que resulta "sorprendente" que en el debate acerca de las perspectivas, no se haya advertido3 la posibilidad de otra perspectiva diferente y genuina, como es la de segunda persona. Antes de avanzar con mi tema, sugiero dos hipótesis para explicar esta inadvertencia. La primera es que los argumentos en favor y en contra, de un lado y de otro, han intentado explicar la atribución mental como parte del intento de fundamentar la explicación psicológica de carácter científico, sin distinguir adecuadamente los problemas propios de la atribución mental ordinaria de aquellos vinculados con la explicación psicológica. El problema de la atribución intencional adquiere una luz diferente cuando lo que se intenta describir y/o explicar es, justamente, una competencia ordinaria, distinguiendo esta tarea del propósito de segundo orden de responder a la cuestión de si una psicología científica debería hacer referencia a estados con contenido y cómo deberían explicarse su atribución. Pienso que esta omisión puede deberse también a una característica deformación del análisis y la especulación filosóficos, demasiado dependientes de la selección de "casos paradigmáticos"; esto es, que ejemplifican fenómenos más localizados o especializados que los que se deberían tomar en consideración si se quieren proponer generalizaciones o modelos globales sobre un dominio dado. Estos casos paradigmáticos son, además, frecuentemente descriptos en abstracción de los contextos prácticos y las variaciones graduales que de hecho exhiben. (Wittgenstein enseñó a evitar ambos defectos). Este diagnóstico es correcto tanto para una como para otra perspectiva. Tómense como ejemplos de estos "casos paradigmáticos" a los "pensamientos-yo", de un sujeto autoconsciente, reflexivo y lingüísticamente competente, o piénsese en el papel concedido a fenómenos tales como "el acceso privilegiado" o "la conciencia fenoménica", por una parte. Por otra parte, se ha puesto énfasis en los cálculos predictivos acerca de la conducta ajena que realizamos mediante el recurso a la observación y a la hipótesis acerca de su vida mental o a ciertos casos complejos de comunicación intencional. Al hacerlo, ambas perspectivas han distorsionado los rasgos de la atribución intencional, al enfatizar dimensiones distintas, (la subjetividad o la objetividad) y restringirse a dar cuenta de ciertos propósitos especiales de la atribución mental, especialmente los epistémicos. El enfoque de la segunda persona pretende dar cuenta, como se verá, de aquellos casos de comprensión intencional que pueden atribuirse a legos e incluso a niños, así como también a otras especies animales, haciendo lugar a fenómenos que ponen de manifiesto el carácter constitutivo de los vínculos intersubjetivos, y, por lo tanto, sin depender de las "nociones bien definidas de yo y de otro que domina un filósofo adulto"4.
Debe reconocerse, sin embargo, que ciertas caracterizaciones ofrecidas por los defensores de una y otra perspectiva, al proporcionar reconstrucciones de las mismas en las que se destacan o priorizan fenómenos que, como veremos, es más adecuado describir desde esta nueva perspectiva, se acercan a una comprensión más satisfactoria del fenómeno complejo de la atribución mental. Tal el caso, en mi opinión, de la caracterización preferentemente práctica y social de la "posición intencional" que propone Dennett (1987) y con más nitidez aún, el caso de las anticipadoras y minuciosas reconstrucciones wittgensteinianas de los fenómenos ordinarios de la interpretación emocional y el papel que en ella tiene la expresión gestual, en su caracterización de los fenómenos de la percepción visual (los casos de "ver como") y en general, en la comprensión de significados lingüísticos y no-lingüísticos en contextos prácticos, de interacción "cara a cara". En igual dirección hay que valorar las críticas de Wittgenstein a los intentos de describir a la atribución mental como un desafío escéptico acerca de las "otras mentes" o como el resultado de una inferencia analógica a partir del propio caso, tanto como de presentarla bajo el paradigma de la autoatribución transparente, en el dominio privado de la propia subjetividad5. Wittgenstein cuestionó también los intentos de interpretar las competencias ordinarias para la comprensión mental como basadas en alguna clase de teoría6. Para estos enfoques demasiado intelectualistas de la comprensión mental Wittgenstein proponía un remedio no-teórico: "Vive un tiempo entre nosotros y lo entenderás"7. Quien se aproximó a su formulación fue, sin embargo, Davidson en "The Second Person" (1992), donde intentaba mostrar el carácter básicamente social de la atribución de significados en un contexto de interacción comunicativa en la que hablante y oyente se vinculan por medio de patrones comunes de respuesta reconocidos ante un mismo objeto saliente en el entorno. Sin embargo, hay que notar que el enfoque davidsoniano de la atribución mental está demasiado tensionado por una visión teoricista (atenuada en algún sentido por tratarse de "teorías momentáneas" que el intérprete revisa constantemente) y por una muy estrecha concepción acerca de la interdependencia de intencionalidad mental e intencionalidad lingüística, de tal suerte que sólo de los sujetos con competencia lingüística puede decirse que tengan pensamientos y creencias. Estos dos rasgos colocan a la teoría davidsoniana de la atribución mental unos escalones atrás de la más naturalizada visión wittgensteiniana.

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La caracterización que ofrezco de la perspectiva de la segunda persona es el resultado de una reconstrucción tentativa realizada a partir de hallazgos independientes de los que da cuenta la literatura filosófica y psicológica, y como tal, intenta ser compatible con la evidencia empírica reunida y con las hipótesis teóricas mejor acreditadas. A partir de ellas, sin embargo, desarrollaré especialmente caracterizaciones fenomenológicas, las que favorecerán algunos argumentos e hipótesis y desacreditarán otros, pero, en ningún caso, propondré o avalaré explicaciones acerca de cuáles sean los mecanismos subyacentes o las condiciones bajo las cuales esta competencia se desarrolla.
Esa caracterización es la siguiente: la atribución mental, desde la perspectiva de segunda persona, es un conjunto de habilidades o una competencia compleja para la comprensión recíproca, cuyo desarrollo y expresión se da en contextos interactivos, es decir, a la vez públicos, sociales y prácticos y cuyos propósitos, dependiendo de esos contextos, son evaluativos. En consecuencia, puede ser también caracterizada como una forma primitiva de comunicación intencional (inmediata, involuntaria, dinámica y situada), que se realiza tanto con medios lingüísticos como, básicamente, con recursos expresivos corporales (faciales, visuales y posturales) y comportamientos acordes con ciertas reacciones emocionales básicas. Intentaré dar cuenta, en lo que sigue, de estos rasgos.
Es evidente que la noción misma de "segunda persona" tiene su clara inscripción en la gramática de los pronombres personales. Es la categoría con la cual nos referimos a un otro que está próximo, a alguien con quien se está en cierta relación, distinguiéndose así de la "tercera persona", no participante u observadora, y de uno mismo, el "yo" o "primera persona". Esta caracterización gramatical es un primer indicador vago pero correcto del concepto teórico que queremos introducir.
La atribución intencional, desde la perspectiva de la segunda persona, ocurre en un marco interactivo o incluso, en sus manifestaciones más simples, es ella misma una clase de interacción8. Esto significa varias cosas:
[a] que se manifiesta en conductas públicas,
[b] que se desarrolla como una habilidad o destreza (como un know how) -en ese sentido es una práctica9, y
[c] que posee, por definición, un carácter constitutivamente social, puesto que se realiza con otros (no en aislamiento o hacia otros).

[a] El énfasis puesto en las conductas obedece a que en esta forma de vinculación intencional con el otro intervienen básicamente componentes públicos o bien, componentes mentales que tienen una inequívoca y directa expresión pública: expresiones faciales o posturales, y diversas formas de conducta. Este rasgo marca una diferencia importante con el esfuerzo enteramente privado en el que consistiría la introspección (o la imaginación simuladora) y sus objetos de conocimiento, en el caso de la primera persona, así como también respecto a la intervención de los mecanismos inferenciales internos al intérprete de la tercera persona, mecanismos que, además, intentan comprender la evidencia comportamental pública mediante la postulación de entidades mentales inobservables.
[b] Describir la interpretación ordinaria como básicamente procedural, registra el hecho suficientemente bien establecido (por biólogos, etólogos y psicólogos) de que ciertas habilidades para mentalizar (no todas) son no aprendidas, están universalmente extendidas (algunas son comunes a la especie y reclaman, sin duda alguna, una explicación evolucionista) y se manifiestan muy temprano en el desarrollo psicológico de los niños. Esta visión está en las antípodas de la que proponen los teóricos de la tercera persona al asemejarla a la teorización científica10, para quienes la capacidad de comprender la vida mental de los demás debe ser explicada como el resultado de captar una teoría. Pero también se opone al modelo cartesiano del autoconocimiento, que da cuenta del acceso de primera persona como un acceso cognoscitivo de carácter teórico, además privilegiado y fundacional, y del conocimiento de las otras mentes, como el resultado de realizar inferencias analógicas a partir del propio caso. En su versión actual, la de los teóricos simulacionistas, se afirma que la propia mente es tomada como un modelo accesible al propio sujeto sobre la base del cual puede "empatizar" o imaginar lo que ocurre en la mente de los demás11.
[c] La dimensión social pone de manifiesto el carácter básico de las relaciones intersubjetivas en la comprensión recíproca. Estudios recientes en psicología del desarrollo y psicología social evidencian la importancia de lo que se denomina "comprensión social", "cognición social" o "inteligencia social" para la conformación temprana, en los niños, de una "teoría de la mente". Diversos experimentos evidencian que la perspectiva de la segunda persona sería la que primero adoptan los niños (en las interacciones primordiales con la madre, con otros niños, con los demás adultos) y es a partir de ella que construyen una noción de mentalidad, aplicable a otros y a sí mismos. Al revés de las imágenes clásicas de la mente, la subjetividad individual es explicada como el fruto de habilidades para mentalizar, adquiridas socialmente12. Este enfoque es por cierto del todo compatible con una concepción evolucionista de la mentalidad, desde la cual se explica el logro de estas habilidades y la razón de ser de los mecanismos básicos de la especie como el fruto de fuerzas selectivas directamente dependientes de los rasgos propios de la vida social de los homínidos13. Las teorias socio-funcionales de las emociones, por ejemplo, dependen de aceptar el carácter constitutivamente social de las personas, quienes enfrentarían los problemas de la supervivencia mediante interacciones sociales coordinadas (Keltner y Haidt (1999)). Gomila sugiere que la imagen contraria resulta implausible al concebir la vida social "simplemente como el resultado de una decisión estratégica tomada por individuos constitutivamente auto-interesados" ((2001), pp. 19-20).
Decíamos también que la perspectiva de segunda persona describe a la atribución intencional como una forma de comprensión recíproca: lo que un sujeto hace tiene una respuesta sensible en el otro sujeto, y así sucesivamente, de tal modo que acciones y reacciones tienen los rasgos de la reciprocidad. Por reciprocidad no debe entenderse una caracterización moral o incluso normativa del vínculo (aunque estas reacciones psicológicas serían la base de algunas virtudes morales, como el caso el altruismo o la compasión, por ejemplo), sino una más primitiva "sensibilidad al estímulo", o una forma de "impacto causal intersubjetiva" (Bogdan (1997), p. 108), según el cual las respuestas propias resultan adecuadas o atinentes a las acciones que las ocasionan, haciendo posible sincronizar o coordinar los intercambios sociales (Hatfield et al. (1992), p. 157). Como se ve, hay una diferencia crucial entre estos rasgos y las versiones más extremas de las otras perspectivas, donde el "yo" y el "otro" están distanciados entre sí y funcionan como espectadores u observadores, de sí mismos o de las conductas de otros, y se relacionan (cuando lo logran) sólo contingentemente y a posteriori. Desde la perspectiva de la segunda persona, en cambio, lo primario es la interacción misma, los vínculos que mantienen a cada sujeto ligado o involucrado en relaciones con otros, como un rasgo constitutivo de su hacerse personas.
Estos intercambios son también inmediatos, dependiendo su grado del carácter más o menos "primitivo" de la reacción o conducta de que se trate. En este contexto, inmediato y "primitivo" deben tomarse como sinónimos aproximados de automático, espontáneo, no aprendido, no propositivo, no controlable14. Estas son las propiedades distintivas justamente del así llamado "contagio emocional primitivo", el fenómeno por el cual se capturan/experimentan/expresan las emociones de otra persona de un modo que es ampliamente automático y no controlable. Los sujetos saben, perciben, etc., "interpretan", sin la mediación de hipótesis o inferencias, qué le está sucediendo a la otra persona y esta interpretación produce en ellos comportamientos imitativos, transformaciones emocionales. Este rasgo explicita aún más el carácter no teórico y muchas veces inconsciente de estas formas básicas de atribución mental.
La inmediatez de la comprensión en segunda persona hace difícil verla como un caso de atribución intencional: la intervención de las habilidades interpretativas por las cuales se asignan contenidos intencionales a ciertos ítem físicos resultan sólo evidentes en los casos difíciles o exigentes para un intérprete normal que toman o muy forzosa o bien imposible la interpretación intencional. Me refiero a reacciones imprevisibles o "exóticas" -en el sentido cultural del término-, fenómenos intencionales de orden superior o sonidos de una lengua desconocida, donde lo que percibimos resulta apenas interpretable o bien simplemente carece de significado para nosotros. Estos ejemplos, sin embargo, deberían también servir para mostrar cómo con el aprendizaje se gana comprensión respecto a lo que primero aparecería como incomprensible. Ahora bien, volviendo a los casos corrientes donde nuestra comprensión es exitosa e inmediata, ellos son también casos de atribución intencional15. Como dice Wittgenstein en relación con la interpretación de emociones: "'Uno ve la emoción.'( ... ) No vemos las muecas de una persona e inferimos que siente alegría, aflicción, aburrimiento. Describimos directamente su rostro como triste, radiante, aburrido, aunque no seamos capaces de dar ninguna otra descripción de sus rasgos. La tristeza se personifica en el rostro, quisiera uno decir. Esto resulta esencial para lo que llamamos 'emoción'"16. Del mismo modo, los fenómenos de "'ver como", según Wittgenstein, comparten estas características con la interpretación de emociones, de un apercibirse inmediato de contenidos17.
Dijimos también que la atribución desde la segunda persona tiene un carácter dinámico. Este rasgo es fácil de reconocer puesto que se desarrolla en el curso de las interacciones a través del tiempo y porque es recíproca o sensible a las respuestas del otro. Por último, se trata de casos de comprensión situada, es decir, que necesita ser máximamente flexible a las variaciones contextuales, a la información adicional subsiguiente y, por cierto, básicamente, a la conducta variable de los demás.
En cuanto a los propósitos evaluativos que tiene, según esta perspectiva, la atribución mental, resultan de las necesidades y propósitos de la interacción misma: saber cómo actuar, corregir las propias expectativas, coordinar esfuerzos para lograr un objetivo común, persuadir a los otros de las propias intenciones, para ser aceptado o perdonado, obtener beneficios, precaverse de peligros, etc. Evaluar aquí significa saber cómo actuar de un modo que sea más conveniente a los propios fines en función de la información contextual proporcionada por la conducta o las reacciones del otro. Como ya dijimos, estas metas de la atribución intencional no son las que han enfatizado las perspectivas de primera y tercera persona: metas epistémicas de un observador desinteresado. Estos fines evaluativos están esencialmente ligados con la clase de fenómenos que son propios de la interacción intencional, me refiero a los fenómenos emocionales.
Aunque no es momento de analizar aquí la naturaleza compleja de las emociones, suscribo la concepción ampliamente extendida que relaciona a las emociones con el modo como favorecen (o perturban) los fines o metas del sujeto, es decir, con sus propósitos vitales, que les reconoce contenidos intencionales y componentes cognitivos así como que poseen manifestaciones expresivas características. En relación con estos propósitos evaluativos, las emociones lo son tanto para el sujeto que las tiene como para quien es afectado por ellas de algún modo, pudiendo resultar apropiadas, irracionales, desproporcionadas, inoportunas, etc. A. Baier afirma que "nuestras reacciones emocionales son reacciones evaluativas" (Baier (1990), p. 18), es decir, reaccionamos con emoción de modos que nos parecen apropiados a las circunstancias en las que nos encontramos, sean estas objetivas o interpersonales. Se trata, más brevemente, de "evaluaciones espontáneas" (Baier (1990), p. 18). Una adecuada paráfrasis de la caracterización de Baier que haga justicia al enfoque que estamos proponiendo, diría más bien que "nuestras interacciones emocionales son interacciones evaluativas".
Dijimos también que las interacciones en las que consiste la perspectiva de segunda persona de la atribución mental constituyen casos de comunicación intencional. Como sabemos, múltiples intercambios humanos significativos ocurren sin la mediación de signos lingüísticos. Decimos que son significativos porque consisten en intercambios de formas de conducta mediante las cuales un sujeto hace manifiestos sus propósitos, creencias o intenciones a otro sujeto, esperando que éste sea capaz de específicos actos de reconocimiento. Los tres niveles de intencionalidad en que consiste el modelo comunicacional griceano pueden reconocerse también cuando no existen intercambios verbales sino sólo signos expresivos naturales. Para tomar un ejemplo donde quienes se comunican son lingüísticamente competentes, qué duda cabe acerca de la naturaleza intencional de los intercambios que se producen entre dos sujetos iracundos que se arrojan unos a otros objetos contundentes al tiempo que emiten sonidos indescifrables con un tono de voz elevado. Pero estas formas de comunicación no verbal han sido reconocidas también entre miembros de diferentes especies anímales18. Atribuir la misma estructura intencional a estas formas de comunicación intencional y poder así comprender mejor la naturaleza de los intercambios entre algunos primates, fortalece una concepción no lingüística de la intencionalidad, o, dicho de otro modo, desacredita las teorías que hacen depender exclusivamente de la competencia lingüística la capacidad para tener actitudes proposicionales, como es (asombrosamente) el caso de Davidson.

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Ahora bien ¿cuáles son casos de atribución intencional de segunda persona? Fenómenos como la mirada (y sus efectos), las reacciones que evidencian atención visual conjunta, los movimientos corporales coordinados, los casos de imitación y sincronización gestual ("interactional mimicry and synchrony"), las distintas formas que adopta la identificación y el "contagio emocional (primitivo)"19, las reacciones "simpáticas" espontáneas o las "emociones empáticas", y una gran diversidad de formas de cognición sensorio-motoras y actitudes o reacciones no verbales hacia los demás, todos las cuales cuentan como casos de atribución mental porque expresan y/o resultan de reconocer en otro agente, del modo descripto, sentires, intenciones, necesidades, motivaciones, estados emocionales, etc. Prácticamente ninguno de estos fenómenos ha sido objeto de atención por parte de los filósofos de la mente; sí, en cambio, son objeto de programas de investigación en neuropsicología, psicología evolutiva, del desarrollo, del comportamiento, social, entre otras. En estas disciplinas pueden apreciarse importantes esfuerzos orientados a definir con precisión los conceptos utilizados y por cierto, a identificar mejor los fenómenos bajo estudio. Se concede entonces que no se cuenta con caracterizaciones más o menos precisas de ellos, de modo que puedan distinguirse unos de otros fenómenos psíquicos, o de sus componentes, mecanismos, efectos, factores causantes o activadores, etc. En lo que respecta al tema de nuestro interés, puede disputarse que cuenten como casos de atribución intencional: reaccionar más o menos inconsciente o automáticamente a las conductas de los demás no puede asimilarse a la compleja y radical operación de asignar significados y contenidos mentales a un sujeto de una cultura desconocida. Nuestra tesis es, una vez más, que sin los mecanismos básicos, las operaciones más complejas no podrían tener lugar.
A continuación voy a referirme brevemente y en lo que sigue a la simpatía, porque por su contraste con el fenómeno de la empatía podrá apreciarse mejor el carácter más básico de la segunda persona por sobre la primera. El fenómeno de la simpatía20 consiste en la conciencia y participación en el sufrimiento o, más ampliamente, en las emociones de otra persona. Se distingue de la empatía, que es el intento de comprender estados positivos o negativos del otro. La etimología de estas dos expresiones sugieren una diferencia de significado (todo a pesar de que en la literatura se emplean con cierta frecuencia de manera intercambiable): el prefijo "sim" significa"con, "junto con", mientras que el prefijo "em" significa "en". Wispé describe la diferencia entre empatía y simpatía del siguiente modo: "En la empatía el yo es el vehículo para la comprensión, y nunca pierde su identidad. La simpatía, por otra parte, tiene más que ver con la comunión que con la certeza ( ... ). En la empatía uno se substituye a uno mismo por otra persona; en la simpatía uno substituye a otros por uno mismo. Saber cómo se sentiría ser esa persona es empatía. Conocer lo que sería ser esa persona es simpatía. En la empatía uno actúa "como si" uno fuera la otra persona (... ). El objeto de la empatía es la comprensión. El objeto de la simpatía es el bienestar de la otra persona. En suma, la empatía es un modo de conocimiento; la simpatía es un modo de relacionarse". (Wispé (1986), p. 318). La empatía es, como se sabe, uno de los mecanismos básicos que, según los teóricos de la simulación, explican el funcionamiento de la atribución mental en la folk psychology, oponiéndola a los procesos inferenciales postulados por la Teoría de la Teoría21. Se trata de un mecanismo de primera persona consistente en la capacidad para comprender a otro y no se limita a una experiencia afectiva, aunque puede incluirla. La simpatía, en cambio, implica el experimentar el estado mental o emocional del otro, por lo tanto es compartir una experiencia con alguien más. Al constituir un comportamiento social básico, antecede a la empatía y no al revés22. La empatía y otros procesos implicados en la adscripción mental que discuten los simulacionistas son mecanismos y habilidades básicamente intelectuales, no emocionales. Lo cierto es que la simpatía es un fenómeno intencional más básico y primitivo. Como bien reconocía Wittgenstein: "Lo que es esencial para nosotros es, después de todo, el acuerdo espontáneo, la simpatía espontánea"23
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A partir de esta caracterización de la perspectiva de segunda persona parece correcto sugerir algunos puntos que deberían tenerse en cuenta en el estudio de la atribución mental. Los mismos no pretenden haber sido suficientemente bien establecidos en los límites del presente trabajo, y aunque se presentan como afirmaciones concluyentes, serían interpretados de manera más adecuada como hipótesis razonables a la luz de los elementos y argumentos señalados.
Los enumero:

[a] la atribución mental, en sus formas más básicas, consiste en procesos de reconocimiento y reacciones apropiadas a ellos surgidos en un contexto interactivo que puede caracterizarse como de comunicación intencional. (El esquema griceano puede desarrollarse sin intenciones conscientes ni medios expresivos lingüísticos);
[b] la atribución mental se asienta en competencias prácticas, ganadas en la interacción con otros sujetos, y no es, por lo tanto, sólo una operación lingüística, consciente y deliberada, dependiendo de alguna forma de conocimiento proposicional al servicio de fines básicamente epistémicos;
[c] fenómenos como los estados emocionales y sus expresiones gestuales y corporales, las sensaciones y sus manifestaciones sensorio-motoras, así como las motivaciones y los fines desempeñan un papel básico en el desarrollo de las estrategias atributivas de los seres humanos;
[d] la interpretación psicológica está enraizada en el diseño de habilidades evolutivas que ciertas especies biológicas desarrollan, bajo determinadas condiciones, con el propósito de adecuarse a las situaciones y satisfacer sus propósitos. Estas habilidades naturales adquieren luego, con el desarrollo social y cultural, un rediseño propio24;
[e] algunos fenómenos y problemas analizados desde las perspectivas de primera y tercera persona son mejor descriptos y disueltos desde la perspectiva intersubjetiva;
[f] el debate actual acerca de las perspectivas de primera y tercera persona para la atribución mental debe redefinirse de modo de hacer lugar a una perspectiva más básica, la de segunda persona, porque puede dar cuenta de una variedad de fenómenos que es adecuado caracterizar como de atribución mental ordinaria que quedan fuera del alcance de las otras dos;
[g] la atribución intencional debe ser explicada como un conjunto de capacidades que se poseen, desarrollan y aprenden con el concurso de las tres perspectivas (en algunas de sus versiones), cada una permitiendo formas diferenciadas de comprensión según los fenómenos de que se trate y los rasgos propios de quien utilice dichas capacidades.

Notas

1 La literatura filosófica proveniente de una y otra orilla de la discusión ha proporcionado abundantes argumentos, algunos verdaderamente concluyentes, para mostrar la inadecuación de la posición opuesta en, al menos, algunas de sus respectivas versiones extremas. Igualmente se encuentran sugerencias fragmentarias orientadas a proponer una perspectiva como la que aquí se defenderá. Por todo ello, una respuesta positiva estaba reclamando ser desarrollada, y es justamente ése el propósito de este trabajo. Hablamos aquí de disolver los problemas escépticos porque, en realidad, estos surgen de una excesiva importancia concedida a los propósitos epistémicos de la atribución mental, los que no juegan un papel decisivo en la perspectiva de la segunda persona.

2 El debate entre los Teóricos de la Simulación y los Teóricos de la Teoría, debería verse afectado por la postulación de esta perspectiva para la identificación y explicación de los mecanismos que intervienen en la adquisición de una "teoría de la mente".

3 En la literatura filosófica y psicológica hay algunas excepciones aisladas que confirman la regla. Entre ellas, cabe destacar: J. C. Gómez (1996), "Second Person lntentional Relations and the Evolution of Social Undenstanding", en Behavioral and Brain Sciences; el libro editado por E. Thompson (2001), Between Ourselves: Second-person lssues in the Study of Consciousness. Por cierto hay antecedentes históricos del reconocimiento de los fenómenos de la tercera persona, especialmente en la tradición fenomenológica.

4 Hutto, D., p. 52, en Goldie, (ed.) (2002).

5 Los aportes de Wittgenstein deben destacarse especialmente, entre otros fundamentos, por haber insistido en la relación que tiene la atribución semántica con la interpretación más inmediata de las manifestaciones naturales no verbales, tales como gestos y reacciones corporales, ofreciendo de ese modo un enfoque más abarcador de la intencionalidad humana que es el que resulta necesario para una perspectiva de la segunda persona.

6 En el fragmento # 223 de Zettel sostiene explícitamente que "(... ) el 'lenguaje ingenuo', nuestro modo de hablar ingenuo, normal, no contiene teoría alguna ( ... )" acerca de ningún fenómeno psicológico, "no muestra ningún tipo de teoría", (tampoco una "teoría popular") sino tan sólo conceptos mediante los cuales hablamos acerca de ellos.

7 En ese fragmento, Wittgenstein se pregunta por los casos más desafiantes de la comprensión de fenómenos de simulación mental, los que para él son también descifrables y nada misteriosos. "¿Cómo podrías explicar lo que significa 'simular dolores', 'comportarse como si uno tuviera dolores'?( ... ) Uno quisiera decir: Vive un tiempo entre nosotros y lo entenderás." (Observaciones sobre la Filosofía de la Psicología, II, # 630).

8 Alguien podría sostener que estamos cambiando el tema (una cosa es interpretar y otra interactuar), pero es que justamente, si las competencias interpretativas más sofisticadas emergen gradualmente con el desarrollo y la maduración y presuponen otras competencias primarias del tipo que estamos caracterizando, entonces resulta más natural concebir estas formas de interacción interpretativa. Para este punto, cfr. Whiten (1996).

9 Algunos filósofos han insistido en este carácter de la atribución intencional, muy especialmente Dennett (1987).

10 Bogdan (1997) llama a esa concepción "la visión del espectador de la interpretación" y la define como la suma de "teoricismo" -la psicología ordinaria anticipa la teorización científica-, "mentalismo" -la interpretación postula entidades mentales ocultas- y "explicativismo" -la interpretación se propone explicar y predecir el comportamiento- (pp. 104·105). Justamente en relación con estos rasgos, la interpretación intencional ordinaria, en cambio, tendría, según el mismo Bogdan, una doble significación práctica: "(... ) opera como una práctica y tiene propósitos prácticos. Opera como una práctica porque concibe y manipula relaciones sujeto-mundo y atributos y comportamientos de un sujeto en términos de estrategias efectivas de involucramiento, y tiene propósitos prácticos porque selecciona aquellas relaciones sujeto-mundo y atributos que dan lugar a tales estrategias efectivas." (p. 103). A estos propósitos me he referido arriba como evaluativos. Volveré sobre este punto más adelante.

11 No todos los simulacionistas acuerdan en la adopción de este modelo cartesiano. Por ejemplo, Gordon (1995) caracteriza a la simulación más bien como una "transformación" que disuelve las distinciones entre primera y tercera persona. Un enfoque más teórico es, en cambio, el que proponen Gopnik y Wellman (1995), para quienes la simulación se remonta "a una venerable tradición filosófica, que se remonta a Descartes" (citado por Hutto (2002), p. 53).

12 Esta es la manera evolutiva (y más intuitiva) de presentar la tesis intersubjetivista de Davidson conforme a la cual la interpretación intencional constituye o es condición del pensamiento, y no al revés.

13 Sin dudas, no es este el enfoque predominante en filosofía de la mente. La situación es apenas diferente en la psicología, donde ha ingresado (en rigor, reingresado, si se tienen en cuenta ciertos importantes antecedentes históricos) en las investigaciones actuales sobre el desarrollo ontogenético de una teoría de la mente en los niños, donde a las hipótesis individualistas se oponen los resultados surgidos de hipótesis sociales de la subjetividad. Cfr. Garfield, et al. (2001), que contiene una amplia evaluación de las dos visiones antitéticas sobre los factores que intervienen en la adquisición de una teoría de la mente en los niños, la de innatistas, modularistas y teóricos de la teoría, por una parte, y la de quienes defienden una hipótesis sociolingüística, que sostiene que las habilidades lingüísticas para mantener intercambios conservacionales y ciertas habilidades sociales causan, conjuntamente, el desarrollo de la habilidad para atribuir estados mentales. La tesis que se defiende es que "el aprendizaje de habilidades básicas para interactuar con otros es lo que permite que la negociación en un mundo social sea la condición necesaria para aprender a leer mentes (mind-read), junto con la adquisición del lenguaje" (p. 525). Estas interacciones sociales son, básicamente, de cooperación, competencia, nurturance y reproducción.

14 En diversos textos Wittgenstein empleó este concepto con un significado similar. (Por ejemplo, Zettel, # 541). Wittgenstein quería también significacar: conducta prelingüística, un rasgo que estamos atribuyendo a ciertas formas básicas de atribución de segunda persona.

15 Por cierto se trata de una inmediatez fenomenológica, es decir, a nivel de la experiencia personal y no implica ninguna tesis realista metafísica acerca de las propiedades intencionales.

16 Observaciones sobre la Filosofía de la Psicología, II, # 570. Cfr. también Zettel, # 225.

17 La extensa discusión de las lnvestigaciones acerca del concepto de "ver como" (y análogamente respecto de otros conceptos de sensación) muestra que las interpretaciones o significados de la información percibida constituyen (y no meramente se agregan a) dicha información: vemos directamente rostros, sonrisas, gestos cordiales, en vez de líneas, formas y relaciones geométricas.

18 Dennett (1987) ha desarrollado esta idea tomando como base los hallazgos de Cheney y Seyfarth en su trabajo con primates.

19 Hatfield, E., Cacioppo, J. T., Raspón, R. L. (1992). Estos fenómenos son estudiados por su interés para dar cuenta de los vínculos interactivos especiales que se dan en la experiencia estética o la comprensión ficcional.

20 Como reseña Wispé ( 1986) en su ya clásico artículo donde intenta distinguir ambos conceptos, se ocuparon de la simpatía D. Hume, A. Smith y Ch. Darwin, motivados por los fundamentos de la moralidad (p. 314).

21 Algunos trabajos discuten que el fenómeno de la empatía sólo sea explicable en un modelo simulacionista de la adscripción mental, como sostiene Goldman, entre otros, interpretando que puede también ser vista como una clase de pensamiento analógico.

22 No todos coinciden en explicar las cosas de este modo. Goldie (2000), por su parte, asemeja la simpatía a la empatía por presuponer ambas alguna clase de comprensión, negando en cambio este rasgo al contagio emocional, el que no podría incluso ser descripto tampoco como una respuesta en algún sentido apropiada a las conductas de los demás. Goldie avanza aún más sosteniendo que para comprender las emociones de los demás no se requiere ser capaz de contagiarse emocionalmente. (cfr. pp. 177-219)

23 Investigaciones Filosóficas, # 699. Wittgenstein parece haber advertido también que nuestras reacciones naturales al dolor de otros pueden ser el antecedente de nuestras adscripciones verbales de tercera persona, de modo que esas adscripciones subrogan lo que podríamos llamar "el comportamiento natural interpretativo": "(... ) es una reacción primitiva auxiliar, atender la parte afectada cuando alguien más sufre dolor, y no únicamente la propia cuando uno lo siente y, en consecuencia, prestar atención al comportamiento de alguien que siente dolor, como también no prestar atención al comportamiento de uno mismo cuando siente dolor" (Zettel, # 540).

24 "Los resultados de la selección (las adaptaciones) son contratos entre los genes y el entorno, natural y cultural; lo que cambia a través de las rutas filogenéticas y ontogenéticas son la forma, los términos y el alcance del contrato." (Bogdan (1997), p. 21).

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