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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.10 no.1 Bernal jun. 2006

 

ARTÍCULOS

Circulación internacional y formación de una "escuela de pensamiento" latinoamericana (1945-2000)*

 

Afrânio Garcia

École des Hautes Études en Sciences Sociales, París

 

Desde hace mucho las estadías en el extranjero han constituido una de las principales estrategias adoptadas por las capas dirigentes latinoamericanas para obtener "títulos de nobleza intelectual" o competencias susceptibles de asegurarles un lugar destacado entre las élites políticas, intelectuales o económicas de sus países de origen. Uno podía viajar de joven, de adulto o ya viejo, en función de los capitales económicos, los conocimientos lingüísticos y los lazos sociales heredados de las generaciones anteriores, pero esta experiencia gozaba de particular aprecio para considerar que un individuo tenía una "mente abierta" y de "amplios horizontes". Los estudios superiores en el exterior eran una referencia privilegiada, pues exponían a las personas a una lenta familiarización con otros estilos de vida, exigían la inversión de energías en los conocimientos acumulados dentro de las instituciones metropolitanas en competencia con los individuos originarios del lugar y a veces también demandaban el dominio de lenguas no maternas. Pero las estadías más breves, para reciclarse y "enterarse de las novedades", no eran despreciadas. La internacionalización de los procesos económicos, políticos y culturales vivida desde el final de la Segunda Guerra Mundial, así como la popularidad más reciente del tema de la "globalización", no hicieron sino acentuar el valor de las estancias en el extranjero para acelerar o hacer posible la reconversión de las carreras económicas, científicas, artísticas o políticas. A lo largo de los últimos quince años, los estudios en el exterior han llegado a ser incluso una suerte de testimonio de la aptitud para la movilidad internacional, atributo considerado necesario en una época en que la "deslocalización" se ha convertido en una moda. El estudio de la circulación internacional de los universitarios constituye, entonces, un punto de vista privilegiado para comprender las transformaciones sociales y culturales, sobre todo las mutaciones ocurridas en los diferentes dominios científicos.
Este artículo se propone analizar la importancia relativa de la circulación internacional de los universitarios dentro o fuera del espacio latinoamericano. En efecto, la investigación realizada con los doctorandos brasileños en el exterior1 muestra que la elección de otros países latinoamericanos es casi insignificante en comparación con otros destinos, dato que se verifica en las ciencias sociales. Ahora bien, si sólo se tienen en cuenta estas cifras, parece difícil imaginar el lugar ocupado por Santiago de Chile entre las décadas de 1950 y 1970 -hasta 1973, año del golpe de Estado de Pinochet-, y atestiguado, sin embargo, en el análisis de las carreras emblemáticas de dos de los académicos brasileños más reconocidos en el plano internacional, el economista Celso Furtado y el sociólogo Fernando Henrique Cardoso. Así, comenzaremos por analizar las cifras de las dos últimas décadas correspondientes a los becarios brasileños que prosiguieron su formación en instituciones extranjeras. En una segunda parte examinaremos el papel decisivo cumplido por la estadía en Santiago de Chile en las carreras y las innovaciones teóricas propuestas por Furtado y Cardoso. El examen de su inscripción institucional en Chile -ambos disfrutaron de la jerarquía de funcionarios internacionales al servicio de organismos ligados a la ONU- nos permitirá indagar en los efectos de las reestructuraciones del campo político promovidas por los regímenes militares sobre el espacio de producción y transmisión de los conocimientos de las ciencias sociales en América Latina.

1. Destino de los doctorandos brasileños en el plano internacional

La internacionalización creciente de las economías latinoamericanas -Brasil no fue una excepción- se aceleró desde el final de la Guerra Fría, con la caída del muro de Berlín en 1989, pero este último movimiento prolonga en ciertos aspectos los objetivos proclamados y promovidos por los gobiernos impuestos por los militares desde mediados de la década de 1960. La liberalización del espacio público en la década de 1980 no estuvo acompañada por el fortalecimiento de los centros de decisión sobre los caminos futuros, ni en el plano nacional ni en el plano regional, como lo muestra el estancamiento del Mercosur. Todas las tendencias parecen contribuir a convalidar la idea de que los procesos designados con el término "globalización"2 son inevitables, lo cual no puede sino legitimar las estrategias familiares orientadas a dotar a las nuevas generaciones de títulos, diplomas y aptitudes, percibidos como indispensables para afrontar la competencia profesional en los más variados ámbitos, desde el medio empresarial o financiero hasta las carreras intelectuales y políticas. Efectivamente, en el caso brasileño -el único que profundizaremos aquí- las migraciones temporales ligadas con una formación doctoral o de especialista crecieron de manera considerable desde principios de la década de 1950, pues a los deseos de las familias movilizadas por las inversionesescolares de su descendencia se agregaron políticas nacionales, e incluso de algunos estados federados, como San Pablo, de creación de agencias públicas destinadas a sostener la estancia de becarios en el extranjero. Esa acción del Estado como promotor de la formación de alto nivel de los académicos brasileños, puesta en marcha hace ya más de medio siglo, parece otorgar a este caso una configuración particular, cuyo conocimiento no puede generalizarse a los otros países de América Latina. Como por el momento no disponemos de datos equivalentes para los otros países estudiados en el marco del Programme International d'Études Avancées (PIEA) de la Maison des Sciences de l'Homme, nos limitaremos a realizar nuestro análisis sobre la base exclusiva del caso brasileño.
Todo induce a creer que la morfología social de los estudiantes que viajaban al extranjero sufrió un cambio considerable luego de la creación de las agencias estatales. Entre el siglo XIX y el final de la Segunda Guerra Mundial, los estudios superiores en el exterior eran un virtual monopolio de las grandes familias -propietarios de plantaciones de posición acomodada, grandes comerciantes dedicados a la importación y exportación, políticos importantes o altos funcionarios-, porque los costos económicos de la operación eran incomparables con los ingresos de más del 95% de la población, a lo cual se agregaba la prolongada inversión en el aprendizaje precoz de idiomas extranjeros y un mínimo de familiaridad con los estilos de vida de los centros cosmopolitas. Los miembros del clero católico constituían una excepción, pues los postulantes a los altos cargos eclesiásticos debían realizar sus estudios en Roma, donde la Iglesia se ocupaba de mantenerlos. El mecenazgo privado o público también permitió a contados artistas o científicos noveles completar su formación en Europa, como puede constatarse en el caso de Cândido Portinari.3 El libro Minha formagáo (1998), del político y escritor Joaquim Nabuco (1849-1910), uno de los nombres más significativos de la campaña por la abolición de la esclavitud (decretada en 1888), es una ilustración ejemplar de esa relación de las grandes familias con los centros políticos internacionales, sobre todo Francia, Inglaterra y los Estados Unidos. El propio autor señala que eran pocos los miembros del parlamento imperial brasileño (1824-1889) que podían invocar su pertenencia a la cuarta generación de elegidos; su socialización infantil en un molino azucarero de Pernambuco nunca constituyó un obstáculo a su trayectoria internacional ulterior y a los usos diplomáticos a los que la consagró.4 Los estudios realizados por Gilberto Freyre en los Estados Unidos durante la década de 1920, seguidos por estadías en Inglaterra, Francia y Portugal luego de su tesis de maestría, se inscriben en esa tradición de las élites políticas e intelectuales del Nordeste. No obstante, la riqueza procurada por el cultivo del café fue aun más grande que las fortunas amasadas por los propietarios de molinos de esa misma región, y las trayectorias internacionales de los linajes de los "barones del café", como el de Eduardo Prado o su sobrino Paulo Prado, el mecenas de la semana de arte moderno de 1922, son características de las apropiaciones de las estadías internacionales para "modernizar" el espacio intelectual y político nacional.5
La Segunda Guerra Mundial actuó como revelador de los lazos entre la supremacía militar y la investigación científica de larga data y provista, asimismo, de los dispositivos para transformar los descubrimientos de la ciencia en innovaciones tecnológicas, aplicables a los más variados dominios de la vida económica y cultural. No debe sorprendernos que la física atómica y la biología se hayan adelantado a los otros ámbitos del saber. En el Brasil fueron sobre todo los científicos pertenecientes a ambos sectores, aliados a algunos círculos de militares de alto rango, preocupados por los nuevos campos de la competencia internacional donde se jugaban los destinos de la soberanía nacional, quienes tomaron la iniciativa de proponer la creación de agencias nacionales para apoyar la formación de nuevas generaciones en los centros científicos de mayor prestigio mundial. El establecimiento del CNPq (Conselho Nacional de Pesquisa) y de la CAPES (Coordenação de Aperfeiçoamente de Pessoal de Nível Superior) en 1951, así como de la FAPESP (Fundação de Amparo à Pesquisa do Estado de São Paulo), aseguró un flujo constante de estudiantes de doctorado hacia el extranjero, con prescindencia de las restricciones iniciales del patrimonio económico de sus familias de origen.6 Luego de esta época, el acceso a los estudios internacionales se amplió a todos aquellos que, terminado el segundo ciclo en el Brasil, podían presentarse a un concurso para obtener becas de tercer ciclo. Los menos dotados en recursos económicos podían hacer de los estudios científicos o de la formación artística un medio de incrementar sus posibilidades de éxito en carreras sustitutas, para no quedar prisioneros de los puestos subalternos de la función pública o los cargos inferiores de las empresas privadas. Puede plantearse la hipótesis7 de que esa apertura del acceso a los centros internacionales de excelencia científica y artística a nuevas capas sociales, por lo general urbanas y ocupantes de posiciones intermedias en el espacio social, contribuyó a formar la primera generación de especialistas cosmopolitas. A largo plazo, ese proceso podría dar origen a una especie de fracción completamente nueva de la élite dirigente, obligada a fundar todas sus estrategias individuales en el capital intelectual y sólo en él, pues las familias que la componían disfrutaban al principio de un patrimonio económico y un capital heredado de relaciones sociales bastante más reducidos que la élite tradicional. No es sorprendente que el papel del Estado en la construcción del futuro de la colectividad haya sido el motivo de ásperos debates, porque este instrumento de gestión de los destinos colectivos podía abrir otros tantos nuevos horizontes para profesiones basadas en los usos del capital intelectual reconocido en el escenario internacional.
De todos modos, debemos matizar esta hipótesis, en función de las divisiones disciplinarias del saber y sus consecuencias institucionales y profesionales. En la década de 1950, sólo los estudiantes de ciencias exactas podían obtener becas doctorales o de especialización. Ese monopolio casi exclusivo se tradujo en una gran mayoría de estudiantes de física, biología y química. Los interesados en las ciencias sociales recién fueron incluidos en los programas de apoyo de las agencias luego de 1966; paradójicamente, durante el gobierno de la dictadura militar. En un comienzo, los científicos vinculados a los dominios de las ciencias exactas y las autoridades de los organismos de financiamiento parecían considerar la práctica de las ciencias sociales -en particular la sociología- como patrimonio de pensadores ensayistas que se expresaban por medio de una retórica característica de la verbosidad de los juristas, sin inclinación alguna por la reflexión acumulativa fundada en pruebas empíricas, en la cual el esfuerzo de constitución del material -de una base de datos, diríamos hoy- tenía tanta importancia como la redacción de los resultados de la investigación, si no más. Prejuicios al margen, cuando las autoridades militares quisieron llevar a cabo una reforma en gran escala, con la creación de las formaciones doctorales de excelencia para favorecer el crecimiento económico, las becas se ampliaron a las ciencias sociales. En apariencia, también había motivos de orden político: asesores norteamericanos de las reformas afirmaban que la primacía del marxismo y de las corrientes nacionalistas no podría mantenerse frente a la competencia internacional en los Estados Unidos y Europa.
Dos cambios institucionales cronológicamente coincidentes crearon condiciones materiales favorables a la diversificación de los perfiles disciplinarios dentro de las ciencias sociales brasileñas. También facilitaron la profesionalización de los especialistas y su inscripción en el campo internacional. Por un lado, el otorgamiento de becas favoreció el traslado masivo de los doctorandos al extranjero, mientras que la creación de nuevas formaciones doctorales en todo el país, a veces asociada con el establecimiento de centros de investigación, permitió la profesionalización de los docentes e investigadores, que en lo sucesivo podían dedicarse con exclusividad y de manera permanente a su trabajo. Así, la internacionalización de la investigación se vinculó con la expansión y la diversificación de las instituciones consagradas a los estudios de punta y con el crecimiento de la cantidad de cargos, que hacía posible la absorción de los nuevos postulantes.
Es preciso señalar que las maestrías y los doctorados quedaron sometidos a una evaluación periódica de su enseñanza y su producción científica, a cargo de la CAPES desde la década de 1970; la opinión emitida por una comisión independiente de expertos se convirtió en un criterio necesario para la asignación de becas a los doctorandos de todas las instituciones y la obtención de una serie de subsidios a la investigación.8 El control de calidad de los centros de formación e investigación, desde las ciencias exactas hasta las ciencias humanas y sociales, de acuerdo con un mismo patrón básico, marcó la vigorosa expansión de los estudios de doctorado y contribuyó a difundir nuevos cánones e imperativos de la producción científica. Hubo una verdadera mutación de las condiciones de existencia de las ciencias sociales, porque el aumento en el número de cargos para profesores e investigadores se asoció con la revalorización de la profesión gracias a la adopción de los principios rectores de la competencia científica internacional. El crecimiento de la circulación internacional de estudiantes brasileños derivó concretamente en la ampliación de los horizontes profesionales de quienes obtenían sus doctorados en el exterior.9
El Cuadro 1 muestra la cantidad de cursos dedicados a las maestrías, doctorados y maestrías profesionales (enseñanzas equivalentes a los DESS franceses)** actualmente en funcionamiento: se enumeran 1.944 centros de formación, casi un millar de los cuales cuentan con estudios de doctorado. Las cifras presentadas aquí se relacionan exclusivamente con los programas admitidos por la CAPES; su número ascendería a 2.999 si se tomaran en cuenta todas las instituciones que afirman haber establecido cursos de tercer ciclo. Como hecho notable, podemos comprobar que del total de 1.944 centros, 506 (26%) corresponden a las "ciencias humanas" y las "ciencias sociales aplicadas"; el desfase histórico entre las ciencias exactas, apoyadas desde hace medio siglo, y las ciencias sociales, incorporadas a los programas oficiales en épocas más recientes, se redujo en gran medida por el auge de las últimas en el pasado cercano.

Cuadro 1: Formaciones doctorales

Los cuadros 2 y 3 detallan las disciplinas incluidas en cada ámbito de conocimiento de las ciencias sociales o de las disciplinas asimiladas a ellas, para mostrar la diversidad de campos de investigación y enseñanza antes analizados. Los datos correspondientes a 1996 indican que el conjunto de los programas de doctorado en "ciencias humanas" y "ciencias sociales aplicadas" empleaba a 2.472 docentes investigadores. Si tenemos en cuenta que a comienzos de la década de 1960 las formaciones doctorales en esas disciplinas sólo se dictaban en la Universidad de San Pablo (USP) o en la Escuela de Sociología y Política del mismo estado, podemos hacernos una idea de la velocidad de implantación de la enseñanza de tercer ciclo en el Brasil.

Cuadro 2. Maestrías y doctorados reconocidos por la CaPes (ciencias humanas)

Cuadro 3. Maestrías y doctorados reconocidos por la CaPes (ciencias sociales aplicadas)

La creación de las agencias de apoyo a la investigación constituyó uno de los pilares de ese cambio de escala de la comunidad científica brasileña; no obstante, no se señala con tanta frecuencia que el hecho de que las becas dependan únicamente de los organismos brasileños, con prescindencia de los lugares de destino, hace que el flujo de estudiantes sea menos sensible a las estrategias de los países de mayor avance científico que compiten por la supremacía intelectual. La generosidad de fundaciones internacionales como la Ford y la Rockefeller, entre muchas otras, así como los programas establecidos por los países europeos, como Francia, el Reino Unido o Alemania -o la URSS en el pasado-, siempre tuvieron como requisito la obligación del estudiante de elegir una institución de la misma nacionalidad que la agencia filantrópica. Cuando el becario depende de un organismo de su país de origen, debe justificar la excelencia científica del laboratorio de su elección, pero la competencia ya no se segmenta según el país de recepción, pues todos los destinos son teóricamente posibles. Si bien el país de recepción sigue siendo un elemento decisivo, aunque sólo sea debido a las afinidades lingüísticas, de estilos de vida y hasta de religión, ya no es necesariamente el único elemento por considerar. En síntesis, la institucionalización de las agencias de financiamiento de los becarios desde hace más de medio siglo permitió el surgimiento en el Brasil de un sistema de cursos de doctorado dotado de mecanismos de control de la calidad de la enseñanza, así como el intento de ampliar las modalidades de su inscripción en la competencia científica internacional.
El estudio de los destinos de los becarios brasileños sirve para revelar las jerarquías y las escalas de valor vigentes en el punto de partida, en las que se privilegian los polos de excelencia reales o presuntos, pues todos los continentes están representados en el Cuadro 4. Como la selección de los becarios se hace por medio de un expediente sometido al examen de un investigador acreditado, sin vínculos con el postulante, esas cifras objetivan tanto la jerarquía percibida por las nuevas generaciones como la de los directores de investigación. Hasta hoy, la investigación sobre la "circulación internacional de los universitarios" sólo pudo establecer la lista completa de los becarios de la CAPES, el CNPq y la FAPESP para el período 1987-1999 y, por lo tanto, el momento posterior al alejamiento de los militares del poder. Entre las 15.645 becas otorgadas para estudios en el extranjero, 3.739 estudiantes estaban inscriptos en "ciencias humanas" (2.094) y "ciencias sociales aplicadas" (1.645), es decir un 24% del total (véanse los cuadros 4 y 5). Ahora bien, es sorprendente comprobar que sólo sesenta becarios fueron a países de América Latina, lo cual representa apenas el 1,6% de los estudiantes beneficiarios del apoyo brasileño a la circulación internacional. A título de comparación, Portugal recibió por sí solo a 119 estudiantes y España acogió un número cinco veces más alto que toda América Latina (315); Canadá, destino reciente de los estudiantes brasileños y en fuerte avance a lo largo de los últimos años, tuvo una cantidad equivalente a Portugal (114). La mayoría de los estudiantes se dirigieron a Francia (1.045), los Estados Unidos (901) y Gran Bretaña (613); estos destinos mayoritarios concentran el 68% del total.

Cuadro 4. País de destino de los becarios por disciplina (ciencias humanas)

Cuadro 5. País de destino de los becarios por disciplina (ciencias sociales aplicadas)

La discriminación por disciplinas permite ver en la práctica la diferente valoración atribuida a los países de destino: en economía, los Estados Unidos y Gran Bretaña superan a Francia, como una afirmación del predominio de los anglosajones en ese campo; el hecho también se verifica en ciencias políticas, mientras que en derecho, sociología y antropología Francia está a la cabeza. Así se explica que en el caso de las "ciencias sociales aplicadas" los Estados Unidos sean el destino principal y que Gran Bretaña pise los talones a Francia, en tanto que este último país muestra una notoria supremacía en las "ciencias humanas". La fuerte variación comprobable por disciplina -en derecho, España ocupa la segunda posición (véase el Cuadro 5), mientras que Alemania se ubica en ese mismo puesto en lo concerniente a la filosofía (véase el Cuadro 4)- demuestra que la elección del establecimiento o el laboratorio de destino, y por consiguiente del país de residencia, es relativamente independiente de su peso económico o geopolítico. No por ello deja de ser cierto que, frente a estas cifras comparativas, que objetivan las estrategias educativas de los doctorandos brasileños, los otros países de América Latina sólo ocupan un lugar muy marginal como destino elegido: en economía, 3 de 522 (0,6%); en sociología, 11 de 331 (3,3%); en ciencias políticas, 4 de 182 (2,2%); en antropología, 3 de 163 (1,8%), y en historia, 9 de 260 (3,5%).
Si sólo nos atenemos a las tendencias actuales, podemos perder de vista que algunas de las teorías y las obras que constituyen referencias fundamentales de las hipótesis discutidas en las tesis brasileñas de doctorado en ciencias sociales de los últimos cuarenta años, fueron concebidas, debatidas y publicadas en otros países de América Latina, sobre todo en Chile, pero también en México. Así sucedió, sin duda, en el caso de los conceptos de "desarrollo" e "industrialización por sustitución de importaciones" en el campo de la economía, forjados en el marco de los trabajos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL/ONU); otro tanto ocurrió con el concepto de "dependencia" en sociología y ciencias políticas. El examen de las trayectorias intelectuales de Celso Furtado, que escribió toda la primera parte de su obra en Chile (entre 1948 y 1957), y Fernando Henrique Cardoso, al proponer en este mismo país la categoría de "dependencia" para estudiar las sociedades y los estados latinoamericanos (entre 1964 y 1968), debe ayudarnos a comprender por qué un destino tan apreciado en la década de 1950, al extremo de atraer a la mayoría de los exiliados intelectuales brasileños, fue abandonado más adelante hasta ser casi olvidado en nuestros días.
¿Cómo explicar que Santiago de Chile, que aparecía como uno de los más grandes centros cosmopolitas de América del Sur a mediados del siglo XX, haya perdido su jerarquía de capital de una producción original en ciencias sociales, que le confería prestigio mundial? Para tratar de responder este interrogante, nos aventuraremos a seguir una de las reglas del método sociológico enunciadas por Émile Durkheim (1967, p. 109): los hechos sociales sólo pueden explicarse a través de hechos sociales.

2. La CePaL y la construcción económica de las naciones latinoamericanas

La trayectoria intelectual y social del economista Celso Furtado es sumamente interesante por más de un motivo; ni sus orígenes geográficos y sociales ni sus estudios de derecho durante la dictadura de Vargas lo predestinaban a desempeñar un papel de primer plano en el escenario continental y en la política brasileña antes de los cuarenta años. Ya he examinado en otra parte (Garcia, 1997) su carrera intelectual de fundador de la agencia de desarrollo de su Nordeste natal, por lo cual me limitaré aquí a recordar ciertos momentos significativos de su trayectoria y me concentraré en el período 1948-1958, cuando participó activamente en la construcción de las herramientas mentales -para utilizar la célebre expresión de Lucien Febvre- y el prestigio intelectual y político de la Comisión Económica para América Latina. Sin lugar a dudas, junto al argentino Raúl Prebisch (cf. Love, 1998) y los chilenos Jorge Ahumada, Aníbal Pinto y Oswaldo Sunkel, así como muchos otros, Furtado fue uno de los autores más fecundos en la elaboración de nuevas pistas y de hipótesis para pensar los obstáculos al crecimiento económico de América Latina. Para emanciparse era preciso armarse de un parque industrial integrado y competitivo en escala internacional, que pudiera conjugarse con una distribución menos inequitativa de la riqueza y el ingreso nacional y allanara el camino a la democratización del espacio público. Las apuestas del concepto de "desarrollo" eran muy grandes (cf. Sachs y Garcia, 1997).
Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto presentaron el abordaje sociológico de la "dependencia" como un intento de superar los límites de los conceptos de "subdesarrollo" y "centro-periferia", en momentos en que los generales brasileños se habían arrogado el privilegio de ser los únicos facultados para hablar en nombre de la "soberanía nacional"; pero la evolución del Chile democrático alimentaba además la esperanza de un crecimiento económico beneficioso para los estratos populares. La sociología del espacio político debía permitir estudiar a los agentes sociales capaces de controlar el Estado e imprimir una orientación precisa a su acción de promotor del desarrollo. La industrialización podía ser fomentada por estados autoritarios o estados democráticos, ser benéfica para los sectores desaventajados o los industriales asociados con empresas internacionales, favorecer la modernización de las grandes fincas o admitir reformas agrarias limitadas; en suma, diferentes vías de "desarrollo" eran posibles, y las luchas políticas (a través de elecciones o por otros medios) parecían decisivas para identificar a los grupos aliados susceptibles de "tomar el poder" y los usos que podían hacer de éste. Como no todos los grupos y clases sociales tenían un peso equivalente, la dominación de unos sobre otros se presentaba en primer plano; el concepto de "dependencia" apuntaba a explicar de manera simultánea la subordinación entre las naciones y las relaciones de dominación dentro de cada una de ellas.

2.1. Fluctuaciones del comercio internacional y el manifiesto por la industrialización de América Latina: la respuesta de Celso Furtado al enigma del atraso latinoamericano

Nacido en 1920 en una ciudad mediana de la zona semiárida del Nordeste brasileño, hijo de un padre magistrado y una madre perteneciente a una familia de grandes terratenientes, Celso Furtado cursó sus estudios primarios y secundarios en las capitales de los estados de Paraíba y Pernambuco. A los 19 años ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad del Brasil, en Río de Janeiro, durante la época del régimen autoritario de Getúlio Vargas, el "Estado Nuevo", inspirado en la constitución polaca de Pilsudski y en el cual no había lugar para los debates intelectuales. En 1943, al terminar los estudios superiores, Furtado obtuvo por concurso un puesto bastante modesto en la burocracia federal y comenzó a desempeñarse de manera paralela como periodista independiente.
Ese mismo año el Brasil entró a la guerra junto a los Aliados y Celso Furtado se presentó como voluntario; trasladado a Europa, combatió sobre todo en Italia. Esa experiencia modificó profundamente su trayectoria social e intelectual: su participación en la ofensiva final, como oficial de las tropas brasileñas, le hizo tomar conciencia de la amplitud de la reconstrucción europea y, por lo tanto, de toda la economía mundial (cf. Furtado, 1985, pp. 13-38). El "panorama desolador" que tenía ante sus ojos imponía la movilización de los esfuerzos colectivos en una escala sin precedentes; la reconstrucción de Europa sólo podía producirse gracias al Plan Marshall, concebido por los Estados Unidos para enfrentar la expansión de la URSS y reiniciar los intercambios económicos internacionales, "poniendo a disposición de los países de Europa occidental el complemento de poder adquisitivo internacional y ahorro que necesitan para recuperarse" (ibid., p. 27). Los desafíos eran tan grandes que Furtado decidió volver a Europa para hacer un doctorado en economía: "el mundo de mi generación sería modelado por las fuerzas que pudieran imponerse en el proceso de reconstrucción de Europa, y sobre todo de Europa occidental" (ibid., p. 14).
En diciembre de 1946 se inscribió en el doctorado bajo la dirección de Maurice Byé, un especialista en economía internacional refugiado en el Brasil durante el régimen de Vichy. Su tesis se ocupó de la economía colonial brasileña, y en particular de los movimientos de la economía azucarera enfrentados a la expansión del mismo cultivo en las posesiones caribeñas francesas. Es preciso señalar, de paso, que la mayoría de los economistas brasileños de la época eran autodidactas; habían salido de la escuela politécnica o las facultades de derecho y se formaron sobre la marcha como miembros de las innumerables comisiones de especialistas (cf. Loureiro, 1997) creadas durante el gobierno de Vargas (1930-1945) para hacer frente a los problemas del comercio exterior, el tipo de cambio, las inversiones en materia de energía y transporte, la política monetaria y fiscal, etc. En agosto de 1948, ya de regreso en el Brasil, Furtado retomó sus funciones en la burocracia federal y se incorporó a la Fundação Getúlio Vargas, la institución responsable de la introducción de la contabilidad nacional (cálculo del producto bruto interno, componentes sectoriales, etc.) y del cálculo del índice de precios, que junto con otros datos estadísticos se publicaban en la revista Conjuntura Econômica, aún hoy en circulación, y cuyos trabajos se realizaban bajo la dirección del Ministerio de Hacienda. Los inicios de su carrera como economista se produjeron en los círculos dirigidos por dos de los principales representantes de la economía neoclásica, Eugênio Gudin y Octávio Gouveia de Bulhões. En 1948, este último estaba a la cabeza de la División de Estudios Económicos y Financieros del ministerio y era presidente de la delegación brasileña de enlace con la "misión Abbink", enviada por el gobierno norteamericano para conocer la situación general de la economía del país. La presencia de esa misión suscitó la esperanza de que el Brasil fuera incluido en los programas de ayuda estadounidense, para participar en la recuperación de la economía mundial promovida en Europa y Asia; en realidad, su meta se limitaba a estimar la capacidad de reembolso de las deudas contraídas con financistas norteamericanos, preocupados por sus préstamos en peligro. Los debates locales, marcados en parte por la ortodoxia de los partidarios de la "división internacional del trabajo", que asignaba a países como el Brasil la eterna función de productores de bienes agrícolas para la exportación, y en parte por el marxismo dogmático impuesto por el control estalinista de la Internacional Comunista, parecían muy pobres al joven Furtado. Sobre todo porque a lo largo de la década de 1940 había podido comprobar en Europa la enormidad de los desafíos generados por la reestructuración de la economía mundial y la obsolescencia de los paradigmas teóricos de la preguerra para pensarlos.
La Organización de las Naciones Unidas se aprestaba entonces a poner en marcha una Comisión Económica para América Latina con sede en Santiago y había solicitado al gobierno brasileño que propusiera el nombre de un economista; la designación quedó en manos de Octávio Bulhões. Celso Furtado se presentó como candidato, pese a la desconfianza y hasta la incredulidad de sus superiores:

Al enterarse de la noticia, Lewinshon [director de Conjuntura Econômica] juzgó con mucha severidad las nuevas organizaciones especializadas que proliferaban alrededor de las Naciones Unidas. En efecto, ¿cómo desconocer la insignificancia del Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo (BIRD) y del Fondo Monetario Internacional (FMI) frente a la amplitud de los problemas padecidos por Europa? El Plan Marshall constituía el certificado de defunción de esas instituciones [.]. Cuando hablé con el doctor Bulhões, éste se mostró sorprendido. La fundación Getúlio Vargas ofrecía enormes oportunidades, me hizo notar. Los economistas brasileños ya éramos muy pocos y en el país todo estaba por hacer [.]. En ese momento, el economista José de Campos Mello, que trabajaba en la oficina de las Naciones Unidas en Nueva York, se presentó en la sede de la revista Conjuntura Econômica; había vivido un tiempo en Santiago, donde colaboró en el proceso de instalación de la CEPAL. Mello me hizo comprender que el proyecto no era viable, porque la Comisión había nacido en medio de fuertes antagonismos. El gobierno norteamericano se había opuesto a su creación. Su mandato era temporario y nadie suponía que pudiera sobrevivir (Furtado, 1985, pp. 50-51).

Además, el secretario ejecutivo de la comisión, el mexicano Martínez Cabañas, luego de haberle dirigido una carta de invitación a solicitud de Bulhões, se mostró hostil al extremo de no enviarle el pasaje de avión con tiempo suficiente para presentarse. El joven economista tuvo que poner dinero de su bolsillo para solventar su misión al servicio de las Naciones Unidas. Aun cuando maticemos las palabras de Celso Furtado en sus memorias, debemos constatar por fuerza que la misión que él mismo se había impuesto se fundaba en la motivación de invertir sus energías en nuevas alternativas de trabajo relacionadas con la economía internacional.10 Señalemos de paso que su tesis de doctorado, ya mencionada, se basaba en el estudio comparativo de la evolución de las plantaciones azucareras del Nordeste brasileño y las Antillas francesas, pero que los estudios de la CEPAL lo obligaron a analizar las economías latinoamericanas, sobre las cuales no tenía anteriormente ninguna experiencia. Lo indudable es que Furtado no se lanzó a recorrer un camino previsto de antemano, como muchos grandes herederos;11 por el contrario, hizo apuestas arriesgadas que sólo rindieron frutos gracias a constantes esfuerzos por darles coherencia. Vista de cerca, su trayectoria tiene más bien la apariencia de un itinerario en zigzag, que oscila entre el mundo internacional y el universo nacional pero permite, no obstante, la acumulación de prestigio intelectual y notoriedad como experto innovador en ambos planos.
En rigor, los inicios de la CEPAL parecen muy poco prometedores. Ante todo, por la ausencia de un experto intelectual reconocido en el escenario internacional:

pero no fue fácil encontrar a alguien que estuviera a la altura de la tarea de dirección de la secretaría ejecutiva. Las informaciones corrientes hacían circular el rumor de que la comisión tendría una vida breve; la disponibilidad limitada de economistas latinoamericanos reconocidos por sus aptitudes conspiró para que el cargo permaneciese vacante durante los meses decisivos de su instalación (ibid., 1985, p. 53).

El argentino Raúl Prebisch y el mexicano Víctor Urquidi, el delegado más joven entre los asistentes a la conferencia de Bretton Woods, habían declinado la invitación:

finalmente apareció el nombre de Martínez Cabañas, sobre cuya actividad de economista no se sabía gran cosa. El estado de ánimo de los colegas latinoamericanos reclutados no era muy diferente: el cuerpo técnico de la CEPAL no superaba las diez personas [.]. Yo me preguntaba cómo era posible que esos jóvenes, formados en las universidades norteamericanas, pudieran tener un horizonte de preocupaciones tan limitado. La mayoría pensaba buscar trabajo en los Estados Unidos, si la CEPAL no duraba (Furtado, 1985, p. 55).

Para rematar la lista de decepciones iniciales, la comparación de los índices estadísticos del Brasil con los de otros países de América Latina generaba sentimientos de repulsa y humillación:

Para mí fue una verdadera sorpresa comprobar el atraso brasileño en América Latina [.] todo lo que descubría me escandalizaba, pero apenas parecía sorprender a mis colegas; recién entonces me di cuenta de la lamentable imagen de mi país en el extranjero. Trataba de contenerme para no traslucir mis sentimientos de humillación y repulsa. Era como si me hubiese descubierto víctima de una trampa, y una pregunta me atormentaba: ¿cuáles son las razones de ese atraso? (ibid., p. 57).

La llegada del economista Raúl Prebisch transformó el juego de arriba abajo. Miembro de la generación anterior -había nacido en 1901 y pertenecía a una familia de propietarios de tierras de posición acomodada-, gozaba de un gran prestigio internacional, pues luego de organizar los servicios estadísticos de la poderosa Sociedad Rural Argentina, destinados a defender los intereses de los criadores volcados al comercio exterior de la carne, creó en 1935 el Banco Central de la República Argentina, que dirigió hasta el golpe de Estado de junio de 1943 (véase Love, 1998, pp. 295-303); a fines de la década de 1920 también había participado en arduas negociaciones con Gran Bretaña en torno del mercado mundial de la carne, y representado a su país en conversaciones mantenidas con los Estados Unidos, Canadá y Australia acerca de la posibilidad de controlar la oferta de trigo. Esta experiencia internacional lo había llevado a demostrar que la evolución de los precios agrícolas, en comparación con los productos industriales exportados por Europa y los Estados Unidos, era desfavorable a los países periféricos (ibid., p. 301). Apartado por Perón de su cargo de alto funcionario, había vuelto a la Universidad de Buenos Aires y actuado como asesor de varios países latinoamericanos. Llegado a Santiago también como asesor de la CEPAL, había preparado un estudio para la conferencia de La Habana; Celso Furtado calificó ese documento como un "manifiesto para la industrialización de América Latina". La crítica se centraba en la "división internacional del trabajo" como perpetuadora de una evolución de los términos del intercambio que iba en desmedro de los países exportadores de productos agrícolas. Para escapar a las restricciones de una posición subordinada, "los países periféricos debían adoptar el camino de la industrialización", única vía de acceso a los beneficios del progreso técnico (Furtado, 1985, p. 62). Una vez leída esa comunicación, el entusiasmo de Furtado fue tan grande que solicitó a Prebisch permiso para traducirla al portugués; de su publicación se encargaría la fundación Getúlio Vargas. Así, el "manifiesto" fundador de lo que llegaría a conocerse como una escuela de pensamiento latinoamericano apareció por primera vez en Río de Janeiro, obra de un autor y un traductor que acababan de conocerse en Santiago de Chile. Ese reputado economista argentino, cuya carrera, a los 47 años, había quedado interrumpida en su país de origen por el ascenso del peronismo, se convertía entonces en un líder intelectual que permitía al joven Furtado, de menos de treinta años, lanzarse a la teorización del "subdesarrollo". Todas esas proclamas de intenciones se hicieron a una "proximidad distante" de los gobiernos latinoamericanos sometidos a la hegemonía de los Estados Unidos en pleno progreso de la Guerra Fría.
La gran repercusión del texto de Prebisch en la conferencia de las Naciones Unidas celebrada en La Habana lo convenció de prolongar su actividad en la CEPAL, donde se puso a la cabeza de un centro de investigación con mucha autonomía y compuesto por cuatro economistas, entre ellos Furtado. Este grupo fue responsable de las monografías sobre la Argentina, el Brasil, México y Chile, que constituyeron la base del famoso informe de la CEPAL de 1949, presentado en la conferencia de Montevideo de mayo de 1950 (Naciones Unidas, 1951). Los cinco capítulos iniciales, redactados por Prebisch, exponían las ideas teóricas centrales del aporte de la comisión: el deterioro de los términos del intercambio a largo plazo demostraba que el modelo del comercio internacional, centrado en las ventajas comparativas, era elegante desde el punto de vista formal, pero pecaba por sus hipótesis demasiado simplistas, que no tomaban en cuenta las débiles elasticidades de precios e ingresos de los bienes agrícolas. Para que el progreso técnico beneficiara a todos los países, era preciso que los latinoamericanos se embarcaran en un proceso de industrialización por sustitución de importaciones. Luego de un nuevo éxito en Montevideo, Raúl Prebisch asumió el cargo de secretario ejecutivo de la CEPAL, en reemplazo de Martínez Cabañas. Su prestigio no dejó de aumentar, pero las tesis sobre la participación activa del Estado en el proceso industrializador chocaron con la creciente oposición de las delegaciones de los Estados Unidos y Gran Bretaña, fieles al credo liberal de un poder público autorizado, a lo sumo, a "crear un clima favorable a las inversiones internacionales".
En la conferencia de México de 1951 se jugó la supervivencia de la comisión establecida tres años antes. Los Estados Unidos propusieron su absorción en el marco de la Organización de los Estados Americanos (OEA), más dócil a sus pretensiones hegemónicas. Esos proyectos de liquidación de la autonomía de la CEPAL sólo fracasaron gracias al respaldo dado a ésta por el Brasil, seguido por Chile. Prebisch consideró tan decisivo el enfrentamiento que encargó a Furtado la organización de una visita al presidente Getúlio Vargas, otra vez en el poder en el Brasil desde 1950 por obra de las urnas. El encuentro fue un éxito: Vargas veía con muy buenos ojos un movimiento de ideas en América Latina que era susceptible de significar un aval a su nueva política favorable a la industrialización. Prebisch, siempre juzgado como un hombre hostil por Perón y demasiado heterodoxo a juicio de Washington, podía contar con el apoyo de un Brasil emergente; a los 31 años, Celso Furtado se convertía, gracias a sus esfuerzos intelectuales y políticos, en un importante mediador entre el espacio internacional y el universo político brasileño. La sociedad política e intelectual entre los dos economistas había consolidado un camino original para la CEPAL, y la había dotado de firmes cimientos diplomáticos. De vuelta en Santiago, Prebisch creó la División de Desarrollo Económico de la comisión, bajo la dirección de Furtado. Debemos aclarar que el viaje a México le había permitido, además, establecer vínculos con José Medina Echavarría, sociólogo de origen español exiliado al final de la Guerra Civil; la incorporación de este último encauzaría la reflexión de la CEPAL hacia las ciencias sociales. En efecto, la autonomización de una corriente de pensamiento atribuida a la comisión supuso un prolongado y paciente trabajo de construcción institucional asociado con la elaboración científica innovadora; poco a poco, la libertad de pensamiento echó raíces en una construcción política en escala internacional.joven Furtado, de menos de treinta años, lanzarse a la teorización del "subdesarrollo". Todas esas proclamas de intenciones se hicieron a una "proximidad distante" de los gobiernos latinoamericanos sometidos a la hegemonía de los Estados Unidos en pleno progreso de la Guerra Fría.
La gran repercusión del texto de Prebisch en la conferencia de las Naciones Unidas celebrada en La Habana lo convenció de prolongar su actividad en la CEPAL, donde se puso a la cabeza de un centro de investigación con mucha autonomía y compuesto por cuatro economistas, entre ellos Furtado. Este grupo fue responsable de las monografías sobre la Argentina, el Brasil, México y Chile, que constituyeron la base del famoso informe de la CEPAL de 1949, presentado en la conferencia de Montevideo de mayo de 1950 (Naciones Unidas, 1951). Los cinco capítulos iniciales, redactados por Prebisch, exponían las ideas teóricas centrales del aporte de la comisión: el deterioro de los términos del intercambio a largo plazo demostraba que el modelo del comercio internacional, centrado en las ventajas comparativas, era elegante desde el punto de vista formal, pero pecaba por sus hipótesis demasiado simplistas, que no tomaban en cuenta las débiles elasticidades de precios e ingresos de los bienes agrícolas. Para que el progreso técnico beneficiara a todos los países, era preciso que los latinoamericanos se embarcaran en un proceso de industrialización por sustitución de importaciones. Luego de un nuevo éxito en Montevideo, Raúl Prebisch asumió el cargo de secretario ejecutivo de la CEPAL, en reemplazo de Martínez Cabañas. Su prestigio no dejó de aumentar, pero las tesis sobre la participación activa del Estado en el proceso industrializador chocaron con la creciente oposición de las delegaciones de los Estados Unidos y Gran Bretaña, fieles al credo liberal de un poder público autorizado, a lo sumo, a "crear un clima favorable a las inversiones internacionales".
En la conferencia de México de 1951 se jugó la supervivencia de la comisión establecida tres años antes. Los Estados Unidos propusieron su absorción en el marco de la Organización de los Estados Americanos (OEA), más dócil a sus pretensiones hegemónicas. Esos proyectos de liquidación de la autonomía de la CEPAL sólo fracasaron gracias al respaldo dado a ésta por el Brasil, seguido por Chile. Prebisch consideró tan decisivo el enfrentamiento que encargó a Furtado la organización de una visita al presidente Getúlio Vargas, otra vez en el poder en el Brasil desde 1950 por obra de las urnas. El encuentro fue un éxito: Vargas veía con muy buenos ojos un movimiento de ideas en América Latina que era susceptible de significar un aval a su nueva política favorable a la industrialización. Prebisch, siempre juzgado como un hombre hostil por Perón y demasiado heterodoxo a juicio de Washington, podía contar con el apoyo de un Brasil emergente; a los 31 años, Celso Furtado se convertía, gracias a sus esfuerzos intelectuales y políticos, en un importante mediador entre el espacio internacional y el universo político brasileño. La sociedad política e intelectual entre los dos economistas había consolidado un camino original para la CEPAL, y la había dotado de firmes cimientos diplomáticos. De vuelta en Santiago, Prebisch creó la División de Desarrollo Económico de la comisión, bajo la dirección de Furtado. Debemos aclarar que el viaje a México le había permitido, además, establecer vínculos con José Medina Echavarría, sociólogo de origen español exiliado al final de la Guerra Civil; la incorporación de este último encauzaría la reflexión de la CEPAL hacia las ciencias sociales. En efecto, la autonomización de una corriente de pensamiento atribuida a la comisión supuso un prolongado y paciente trabajo de construcción institucional asociado con la elaboración científica innovadora; poco a poco, la libertad de pensamiento echó raíces en una construcción política en escala internacional.

No podemos hacer en este artículo una retrospectiva amplia de todos los trabajos realizados por Celso Furtado en Santiago de Chile como funcionario de las Naciones Unidas. Se trata, antes bien, de mostrar que esa estadía contribuyó a la creación de una institución internacional capaz de reflexionar sobre otros destinos para los países de América Latina, en relación con una nueva visión de la historia de la región y su posición subordinada con respecto a la evolución económica europea.12 La CEPAL no fue jamás el producto del mero voluntarismo de los gobiernos latinoamericanos deseosos de legitimar estados que actuaran como amos todopoderosos de las economías nacionales; pero tampoco fue un artefacto creado de pies a cabeza por el genio de sus responsables, con prescindencia de las restricciones internacionales impuestas por la Guerra Fría. El estudio del encuentro de Raúl Prebisch y Celso Furtado,13 en momentos precisos de sus trayectorias sociales, permite dar razón de los capitales sociales invertidos en esa empresa colectiva y las profundas motivaciones que la empujaban al éxito.
La incorporación a un equipo latinoamericano dio a Furtado los medios de ver que el establecimiento de un parque industrial integrado proporcionaba a los distintos países un futuro colectivo independiente de los meros azares del comercio internacional; el Estado debía coordinar las inversiones en industria pesada para evitar cuellos de botella paralizantes. Es notable ver que a lo largo de ese decenio (1948-1958) las obras publicadas por Furtado bosquejan una interpretación absolutamente original de la historia de su país,14 cuyo punto culminante es Formagáo económica do Brasil, de 1959. El modelo explicativo de la historia de su país de origen sólo fue posible gracias a las cuestiones, métodos y conceptos adquiridos durante su circulación internacional.15 Por otra parte, la CEPAL de la época de Prebisch y Furtado no era en absoluto un gabinete de investigación replegado sobre sí mismo: en la pri
mavera de 1951 el segundo viajó a los Estados Unidos para visitar las principales universidades -Harvard, MIT, Northwestern, Chicago- y cotejar sus problemáticas y sus herramientas de análisis con el modelo de los polos dominantes de la disciplina. En 1958, antes de decidir su regreso al Brasil para asumir un cargo de director en el poderoso Banco Nacional de Desarrollo Económico (bnde), Furtado residió durante bastante tiempo en la Universidad de Cambridge, Gran Bretaña, invitado por Nicholas Kaldor.
Ese templo del keynesianismo mostraba una especial fecundidad en aquellos años; las obras recientes de John Robinson y el propio Kaldor sobre la acumulación del capital suscitaban ardorosos debates, en los cuales participaban profesores como Piero Sraffa y Amartya Sen. Las teorías de John Maynard Keynes suministraron las hipótesis fundamentales de Formagáo económica do Brasil, al dilucidar sobre todo los efectos de la política de defensa del ingreso de los propietarios de plantaciones frente a la crisis de los mercados cafetaleros en 1930; esta política económica, destinada a preservar la hegemonía de los productores, resultó ser, sin intención explícita de los responsables de su implementación, un formidable mecanismo de promoción de la industrialización por sustitución de importaciones. Según Celso Furtado, los ciclos de cultivos de exportación no habían generado vínculos entre las distintas partes del territorio; la industrialización era "el instrumento que representa el cemento de la nacionalidad" (Furtado, 1985, p. 70). Para el autor, la construcción de los engranajes de la economía brasileña y la construcción de la nación son las dos caras de una misma moneda. La respuesta a la antaño incómoda pregunta -¿cuáles son las razones del atraso económico?- se hace evidente: la lejanía de los brasileños del centro de las decisiones en materia de inversiones productivas en el territorio nacional y su exposición a los caprichos del comercio internacional. A juicio de Furtado, un experto en economía internacional, no se trataba de provocar una ruptura de los lazos con la economía mundial,16 sino de utilizar los flujos comerciales internacionales para fortalecer la interdependencia de las empresas en el marco de la nación. ¿Dónde se tomarían las decisiones cruciales para el porvenir de todos? La respuesta es aun más contundente: en el Estado democrático, única instancia con mandato de la voluntad colectiva.17
La caída de Perón en la Argentina motiva el regreso de Prebisch a la escena política de su país natal; aparecen entonces las primeras divergencias públicas con Furtado, sobre todo en lo concerniente a los instrumentos apropiados para combatir la inflación (Furtado, 1985, pp. 181-182). Tras el suicidio de Vargas en 1954, seguido por la elección de Juscelino Kubitschek ese mismo año, con un programa económico que retoma las propuestas del grupo CEPAL BNDE creado en 1953, Furtado prepara su vuelta al Brasil luego de una estadía de un año en la Universidad de Cambridge.18 Desde su retorno en 1958 y hasta el golpe de
Estado de 1964, Furtado se convierte en uno de los principales personajes del espacio público brasileño, en especial gracias a la creación de la agencia de desarrollo del Nordeste, la Super intendência do Desenvolvimento do Nordeste (SUDENE), y más adelante el Ministerio de Planificación, como lo analizamos en otra parte (Garcia, 1997). El regreso de Raúl Prebisch y de Celso Furtado a la escena política de sus países no debilitó la influencia de la CEPAL,19 ya enraizada en Santiago, donde había contribuido a formar una nueva generación de economistas, entre ellos el chileno Oswaldo Sunkel. Seguramente no fue una casualidad que en la década de 1960 tantos intelectuales argentinos y brasileños, obligados a exiliarse a causa de unos golpes de estado militares que gozaban del amplio respaldo de Washington, eligieran como lugar de residencia la capital chilena.

2.2. El exilio político de los brasileños y la génesis de la teoría de la dependencia

Si Celso Furtado, Fernando Henrique Cardoso, Maria da Conceição Tavares, Francisco Weffort y muchos otros, entre ellos los actuales alcaldes de San Pablo, José Serra, y Río de Janeiro, César Maia, se marcharon a Chile luego de 1964, no fue sin duda por falta de alternativas en Europa y los Estados Unidos, como lo demuestra su carrera ulterior. La expansión de la red de instituciones internacionales con sede en Santiago -durante la década de 1960 la ciudad albergaba delegaciones de la OIT, la UNESCO y la FAO, así como la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO- y el avance de las fuerzas políticas partidarias de trasladar a las clases populares los beneficios del desarrollo económico, ante todo con Eduardo Frei, de la Democracia Cristiana, y luego con la Unidad Popular formada en torno de Salvador Allende, atrajeron a Chile a un número creciente de investigadores y estudiantes de ciencias sociales de origen brasileño. Esa afluencia recién se interrumpió luego del 11 de septiembre de 1973; entonces, los brasileños acompañaron a los demócratas chilenos al camino del exilio.
Como lo hemos analizado en un artículo reciente (Garcia, 2004), Fernando Henrique Cardoso participaba de prestigiosos círculos internacionales de ciencias sociales mucho antes de tomar la decisión de exiliarse en abril de 1964. Nacido en Río de Janeiro en 1931 y perteneciente a una familia de oficiales militares de alto rango -su abuelo fue edecán del segundo presidente de la república y terminó su carrera como mariscal; su padre fue general y dos de sus parientes se desempeñaron como ministros de guerra en las dos presidencias de Getúlio Vargas-, en 1949 ingresó a la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de la Universidad de San Pablo, donde trabajó sobre todo bajo la dirección de Florestan Fernandes y Roger Bastide. Sus dos primeros libros se ocupan de la herencia de la esclavitud en el sur del Brasil, cuestión central en los debates del campo intelectual brasileño desde Casa Grande e Senzala, de Gilberto Freyre (1933). El resurgimiento del interés por esta problemática, luego de 1945, se debía a que la UNESCO había elegido al Brasil como un laboratorio de tolerancia racial, una especie de antídoto a catástrofes mundiales como la Shoah (cf. Chor Maio, 1997). Si Cardoso no hizo estudios doctorales en el extranjero -su segundo libro, Capitalismo e escraviddo no Brasil meridional, retoma la tesis de doctorado defendida en la Universidad de San Pablo-, fue sin duda porque pudo formarse con algunos sociólogos franceses que se contaban entre los más prestigiosos de las décadas de 1950 y 1960: en primer lugar Roger Bastide y luego Alain Touraine, a raíz de sus estudios sobre los obreros chilenos y de la creación de un centro de sociología en San Pablo, dirigido desde el inicio por el joven Cardoso. Como consecuencia de la visita de Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir al Brasil, en septiembre de 1960, luego de su apoyo al cariz adoptado por la Revolución Cubana, Cardoso se convirtió en el traductor oficial del filósofo francés. Por lo tanto, no le fue necesario hacer largas estadías en el extranjero para estar al corriente de los debates intelectuales que movilizaban a los principales pensadores del escenario mundial.20 Por otro lado, las numerosas invitaciones a ocupar cargos políticos importantes reservados para la "joven esperanza", hijo del militar nacionalista, elegido diputado en 1954 en representación de una alianza entre los laboristas de Vargas y el Partido Comunista de San Pablo, constituyen otras tantas demostraciones de que ya en esa época tenía abiertas de par en par las puertas de una carrera política. Sus energías personales, sin embargo, se invirtieron en el ámbito universitario: cuando Roger Bastide volvió a Francia, Florestan Fernandes, su director de tesis, asumió la titularidad de la cátedra de sociología de la Universidad de San Pablo, y Cardoso, por entonces de 24 años, fue designado profesor adjunto en esa misma materia. A continuación, este último privilegió como objeto de investigación un tema de gran resonancia política: ¿los empresarios -o la burguesía nacional, en la jerga de la izquierda marxista- serían capaces de dar al país un proyecto nacional de desarrollo? Esta investigación, llevada a cabo por medio de cuestionarios, sobre las actitudes y modos de pensamiento de los industriales brasileños le permitió redactar su tesis de habilitación, terminada en París gracias a la invitación de Alain Touraine (invierno de 1962-1963), pero defendida en la USP en 1963. Los fulgurantes inicios de su carrera tropezaron con el golpe de Estado militar de abril de 1964; su renombre internacional le aseguró la invitación de José Medina Echavarría para desempeñarse como titular de la cátedra de sociología del desarrollo en el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES), vinculado con la CEPAL. Cardoso viajó a Santiago el 1º de mayo de 1964, luego de un breve paso por la Argentina como huésped de los sociólogos Gino Germani y Torcuato di Tella.
En Santiago de Chile se encontró con un ambiente de trabajo muy favorable; asumió el cargo de director adjunto del ILPES, mientras su esposa y ex colega en la USP, Ruth Leite Cardoso, era designada profesora invitada de antropología en una de las universidades del país. Junto con Furtado, obligado como él a exiliarse, dictó un seminario con el fin de explicar el fracaso brasileño: "el objetivo era hacer una revisión de la teoría de la CEPAL [.] lo cual dio lugar a una experiencia muy rica; comprobamos que nuestros problemas no eran brasileños sino que afectaban a toda América Latina, y a continuación verificamos que se trataba de problemas estructurales" (Cardoso, citado por Leoni, 1997, p. 124).

En sus recuerdos autobiográficos, Celso Furtado se refiere a ese seminario en forma menos sumaria:21

En realidad, desde fines de la década de 1950 la CEPAL había entrado en una fase de pronunciada autocrítica. Las ideas sobre el desarrollo elaboradas durante los momentos de intensa creatividad (1949-1954) seguían siendo valederas, pero eran insuficientes para abordar una nueva problemática ahora visible en los países cuyos esfuerzos industrializadores habían tenido más éxito [.]. Propuse al ILPES la organización de un seminario para hacer una lectura crítica de los textos "clásicos" de la CEPAL. Me tocó la tarea de presentar esos textos como un aporte al debate. Desde Ginebra, Prebisch acompañaba con atención nuestros pasos [.]. Por primera vez, un grupo de economistas y sociólogos se reunían para discutir la problemática del desarrollo y el subdesarrollo a partir de los textos teóricos producidos en América Latina, y los cotejaba con la experiencia vivida por la mayoría de los participantes [.].
Hice notar las nuevas formas de concentración del poder económico, que generaban diferencias entre los conglomerados funcionales y geográficos. Estos últimos, conocidos ulteriormente como empresas transnacionales, tenían un peso creciente en los nuevos sistemas productivos de América Latina. Como disponían de tecnología ya amortizada y, en algunos casos, de viejos equipos recuperados, las grandes empresas norteamericanas y europeas, protegidas por las tarifas aduaneras, se beneficiaban con la rentabilidad de sus inversiones industriales pese al reducido tamaño de los mercados locales [.]. Por la misma época Fernando Henrique Cardoso llegó a una conclusión similar al plantear el concepto de "internacionalización del mercado interno" [.]. Por consiguiente, la industrialización no conduce a la autonomía de decisión y el desarrollo duradero, como el modelo de la CEPAL suponía de manera implícita. (Furtado, 1991, pp. 27-39.)

Si el Estado se convertía en un agente central de la promoción del desarrollo económico, el golpe militar brasileño ponía de manifiesto que la competencia por el poder estatal no se limitaba al juego de las preferencias electorales. Una fracción de las más altas autoridades militares podía valerse del espíritu de cuerpo y de disciplina exigido por la profesión para arrogarse el monopolio de las decisiones concernientes a la "soberanía nacional", intentando legitimar su poder exclusivo por medio de la promoción del crecimiento económico. Luego de un breve período en que el estancamiento cumplió el papel de tesis central de la crítica a los golpistas, se impuso la evidencia de un rápido crecimiento aun más desigual, que profundizaba la jerarquía social ancestral del continente. Había llegado la hora de los debates sobre las estructuras del Estado y las alianzas de clase susceptibles de imprimir una orientación al Estado promotor del desarrollo. La "teoría de la dependencia" es un producto de los debates sobre las transformaciones políticas y el perfil de las clases y grupos sociales participantes en el proceso de industrialización de América Latina; se prestaba entonces una atención particular a las tensiones y los conflictos sociales e ideológicos suscitados por ese proceso. El prefacio del libro Dependência e desenvolvimento na América Latina, la obra más conocida de Cardoso (Cardoso y Faletto, 1970), explicita con claridad el lugar de la sociología frente a una problemática originada en los cuestionamientos planteados por los economistas.

El trabajo aspira a establecer el diálogo con los economistas sobre el desarrollo en América Latina, para destacar la naturaleza social y política de ese proceso. Sin duda, nadie se opone a esta tesis. El problema consistía exactamente en mostrar de dos maneras más directas y específicas cómo se produce esa relación, y cuáles son las consecuencias de las combinaciones entre economía, sociedad y política en momentos históricos y situaciones estructurales diferentes (Cardoso y Faletto, 1970, p. 7).

Esa obra estudia los múltiples caminos de la industrialización en América Latina, cada uno sostenido por clases y grupos sociales diferentes y con un papel variable del Estado según los casos. La crítica de todo determinismo económico es radical; los autores destacan el papel del juego complejo de alianzas y divisiones políticas entre los grupos sociales, así como del espacio público, en especial la variación entre regímenes abiertos o autoritarios. La novedad radica en el intento de incluir en un solo modelo explicativo la dominación a escala internacional y la configuración de intereses de las clases hegemónicas, que manejan las palancas del Estado para asegurar la promoción del camino deseado dentro de cada país. El discurso sobre los diferentes intereses de clase en el plano nacional no puede hacer olvidar la posición subordinada de la nación en la economía mundial, así como la diferencia de poderes entre las naciones no puede ocultar la diversidad de grupos y clases sociales víctimas (o beneficiarios) de un tipo determinado de desarrollo económico. En resumen, ¿desarrollo económico para quién? Los autores tienen la palabra:

No hay relación metafísica de dependencia entre una nación y otra, un Estado y cualquier otro. Esas relaciones son concretamente posibles en virtud de una red de intereses y restricciones que ligan entre sí a grupos y clases sociales. Por eso es preciso determinar a través de la interpretación la forma asumida por esas relaciones en cada situación de dependencia, y mostrar los lazos entre Estado, clase y producción (Cardoso y Faletto, 1970, p. 140).

El libro señalaba además la posibilidad de un desarrollo del mercado interno que favoreciera a las empresas multinacionales, situación paralela a una distribución del ingreso nacional aun más inequitativa; prolongaba de ese modo los análisis realizados por los economistas Maria da Conceição Tavares y José Serra en Santiago, sobre la complementariedad de las inversiones propiciadas por los militares y efectuadas ya fuera por las empresas públicas o por las empresas multinacionales y brasileñas. La noción de dependencia permitía hacer hincapié en la multiplicidad de formas de dominación, tanto en escala internacional como en el plano nacional, y destacaba el papel decisivo de la competencia política para introducir o mantener cualquier forma de desarrollo económico:

La especificidad de la situación actual de la dependencia estriba en el hecho de que los "intereses externos" penetran cada día más en los sectores que producen para el mercado interno (sin anular las formas previas de dominación) y, por lo tanto, se apoyan en alianzas políticas sostenidas por poblaciones urbanas (Cardoso y Faletto, 1970, p. 142).22

Las transiciones históricas de las economías de plantación a las economías industrializadas no recorren un único camino ni se asocian forzosamente con una distribución más equitativa de los frutos del crecimiento o con una igualdad más marcada en el escenario internacional.23 El concepto de dependencia permitiría, por lo tanto, integrar los hallazgos de los trabajos relacionados con las nociones de periferia y subdesarrollo y profundizar la reflexión, con el acento puesto en los procesos de dominación en diferentes escalas:

El reconocimiento de esas diferencias nos ha llevado a la crítica de los conceptos de subdesarrollo y periferia económica y a valorar el concepto de dependencia como instrumento teórico apto para destacar tanto los aspectos económicos del subdesarrollo como el proceso político de dominación de unos países por otros y unas clases por otras, en un contexto de dependencia nacional (Cardoso y Faletto, 1970, p. 138).

Más que ninguna otra, esta obra aseguró la notoriedad de Fernando Henrique Cardoso en el plano internacional, sobre todo en el universo anglosajón. Su estadía en Chile le permitió además terminar una investigación sobre los industriales argentinos, fundamento de su tesis en ciencias políticas presentada en la USP en 1968. El 13 de diciembre de este último año, el golpe de Estado dentro del golpe de Estado -con la proclamación del acta institucional Nº 5, que suprimía los derechos cívicos más elementales, como el habeas corpus, y allanaba el camino a la tortura como técnica de neutralización de los adversarios- lo apartó de la cátedra de ciencias políticas ganada por concurso. Si no volvió a exiliarse fue porque pudo crear un nuevo centro de investigación en ciencias sociales, el CEBRAP (Centro Brasileiro de Análise e Planejamento), con el apoyo financiero de la Fundación Ford. No nos ocuparemos aquí de sus actividades intelectuales a su regreso al Brasil ni de su reconversión a la política en la década de 1970 (Garcia, 2004);24 nos limitaremos a señalar su estadía chilena como etapa crucial de su reconocimiento internacional como sociólogo, así como de la elaboración de una nueva problemática sobre la relación entre Estado y economía. Sin ninguna duda, los debates en torno de la dependencia no hicieron sino reforzar la afluencia a Santiago de Chile de doctorandos e investigadores acreditados, que procuraban trabajar en la CEPAL o en instituciones próximas a ella.

3. Espacio público democrático y conocimientos acumulativos en ciencias sociales

El 11 de septiembre de 1973, el flagelo de los golpes de Estado latinoamericanos también llegó a Chile; el putsch del general Pinochet, apoyado por Washington, interrumpió el vigoroso debate latinoamericano y obligó a la mayor parte de los investigadores en ciencias sociales, nacionales o extranjeros, a abandonar ese país. En lo sucesivo, los investigadores latinoamericanos deseosos de proseguir sus reflexiones se instalaron sobre todo en Europa y, en menor medida, en los Estados Unidos y en Canadá. Dentro de la "división internacional del trabajo intelectual", la arriesgada apuesta sobre "América Latina", hecha por jóvenes investigadores como Celso Furtado en 1948, resultaba cada día más costosa y las posibilidades de beneficios culturales se reducían. ¿Cómo asombrarse de la decisión de las jóvenes generaciones de becarios de volver a los senderos ya transitados? Las condiciones sociales e intelectuales de la libertad de pensamiento, lentamente acumuladas gracias a un esfuerzo tenaz, se evaporaron de la noche a la mañana.25 ¿Habrá prueba más convincente de que la fecundidad de las ciencias sociales depende de un espacio público organizado sobre bases democráticas?

Notas

* Versión original en francés: "Circulation internationale et formation d'une «école de pensée» latino-américaine (1945-2000)". Traducción Horacio Pons.

** Sigla del diplôme d'études supérieures spécialisées, título profesional que se obtiene después de realizar una pasantía de un año de duración en una empresa. [N. del T.]

1 Este trabajo es el fruto de las investigaciones realizadas desde hace cinco años en el marco de una red internacional que incluye el Centre de Recherches sur le Brésil Contemporain (CRBC), el Centre de Sociologie Européenne (CSE) y el Centre d'Études des Mouvements Sociaux (CEMS), todos pertenecientes a la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS), por un lado, e investigadores asociados a la Universidad de Campinas (UNICAMP), la Universidad Federal de São Carlos (UFSCAR), la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS) y la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), por otro. La red se materializó en un proyecto de cooperación contemplado en el marco de los acuerdos CAPES-COFECUB, coordinados por Letícia Canêdo (UNICAMP) y Afrânio Garcia (CRBC/EHESS). Los primeros resultados de los trabajos colectivos acaban de aparecer en A. M. Almeida, L Canêdo, A. Garcia y A. Bittencourt (comps.), Circulacao internacional e formacao intelectual das élites brasileiras, Campinas-San Pablo, Editora UNICAMP, 2004. Las series estadísticas analizadas aquí exigieron una gran tenacidad y un trabajo arduo bajo la dirección de Letícia Canêdo.

2 Dezalay y Garth (2002) estudiaron las batallas entre los diferentes componentes de las élites norteamericanas por la supremacía en las instituciones de formación universitaria de sus homólogos latinoamericanos: se trata de una competencia fundamental para comprender los modos de socialización de los agentes de los llamados procesos de "globalización", sus categorías de pensamiento y sus acciones.

3 La carrera artística del pintor Cândido Portinari, reconocido en la década de 1930 como paradigma de lo auténticamente nacional, fue analizada por Sérgio Miceli (2002). El autor muestra que los retratos de familia de integrantes de las élites permitieron a este descendiente de inmigrantes italianos hacerse de los capitales sociales necesarios para encontrar personas que lo apoyaran durante su estadía en Francia.

4 La relación entre la concepción aristocrática de la política, asociada con la función intelectual -asunto de hombres de Estado, opuesto a la política de los profesionales representantes de los intereses locales- y el cosmopolitismo, se enuncia con claridad en ese libro del parlamentario monárquico, convertido en diplomático durante la primera república brasileña: "Esto significa que mi ambición, en política, ha sido siempre de orden puramente intelectual, como la del orador, el poeta, el escritor, el reformador. No hay, sin duda, ambición más alta que la del hombre de Estado, y ni se me ocurriría reducir a los hombres eminentes que merecen ese nombre en nuestro universo político al papel de políticos profesionales; sin embargo, para ser un hombre de gobierno es indispensable fijar, limitar, restringir la propia imaginación a las cosas del país, y ser capaz de compartir, a falta de las mismas pasiones, al menos los prejuicios de los partidos, y hacer comulgar con ellos, de la manera más perfecta, la propia existencia, individuae vitae consuetudinam. Así, aun cuando hubiera tenido las cualidades necesarias -y no las tenía-, mi interés humano sin fronteras me prohibía la política. Políticamente, temo haber nacido cosmopolita. No me sería posible reducir mis facultades al servicio de una religión local, renunciar a la capacidad que ellas poseen de volcarse de manera espontánea hacia el mundo externo" (Nabuco, 1998, pp. 54-55).

5 El análisis de Levi (1977) sobre la familia de los Prado en San Pablo es ilustrativo de la relación entre enriquecimiento material, formación intelectual de los jóvenes aspirantes a la gloria política e intelectual en la Facultad de Derecho, actividades políticas, promoción de la emigración europea y usos del cosmopolitismo como instrumento de revalorización de una capital percibida como un pequeño burgo provinciano.

6 La creación de la CAPES en julio de 1951 apuntaba a promover la especialización de los docentes universitarios y su formación permanente. El organismo se contaba entre las nuevas instituciones dirigidas por Anísio Teixeira -uno de los más grandes reformadores de la enseñanza brasileña- desde la década de 1930, destinadas a modernizar el sistema educativo del país a partir de la escuela primaria. El establecimiento del CNPq en enero de 1951 estaba directamente ligado al esfuerzo preparatorio para la instalación de la Comisión Nacional de Energía Atómica, instancia de regulación de los estudios para determinar las reservas de materiales como el uranio, el torio, el cadmio, el litio, el berilio, el bario y el grafito, así como las condiciones de exportación (véase Abreu et al., 2001). En un comienzo, la formación de científicos constituía un objetivo secundario del CNPq.

7 Se trata de una hipótesis central del trabajo realizado por la red de investigadores mencionada en la nota 1.

8 Para el estudio del proceso de institucionalización de las formaciones doctorales en el Brasil, véase Cury (2004).

9 Sería interesante consultar los balances de los conocimientos en ciencias sociales, organizados en el marco de la Asociación Nacional para los Estudios y las Investigaciones de Posgrado en Ciencias Sociales (ANPOCS), para tener una imagen más precisa de la ruptura generada por la creación de las formaciones doctorales a mediados de la década de 1960. Véase Miceli (comp.) (2000, 2002).

10 Tal vez su casamiento en 1948 con Lucía Tosi, química de origen argentino, constituyó una razón adicional para instalarse en Santiago de Chile en febrero de 1949.

11 La oposición entre herederos y aspirantes permite comprender la evolución de muchos campos políticos de las naciones modernas; cf. Bourdieu (1979, 1989). De acuerdo con el sistema conceptual propuesto por Elias y Scotson (1997), que opone los outsiders a los established, la trayectoria de Furtado es bastante característica de los primeros, tanto en el espacio internacional como en la escena política nacional.

12 En la introducción de los dos volúmenes de una antología de los textos más significativos del pensamiento de la CEPAL, Bielschowsky (1998) atribuye a esta institución la supremacía absoluta en la reflexión sobre la región: "La CEPAL conmemora en 1998 cincuenta años de actividad. Durante todo este período, constituyó la principal fuente de información y análisis sobre la realidad económica y social latinoamericana. Y, aun más importante, fue el único centro intelectual de toda la región capaz de generar su propio enfoque analítico, vigente durante medio siglo" (p. 15).

13 Una de las características centrales para comprender el éxito de esa sociedad es, por un lado, la condición de heredero de Raúl Prebisch, con su carrera bloqueada por el ascenso del peronismo, y por otro la búsqueda de reconocimiento internacional del joven Celso Furtado.

14 La publicación en el Brasil de obras sucesivas escritas en portugués permitía a Celso Furtado firmar textos que contenían una interpretación original, sin el anonimato característico de los informes internacionales de la ONU. Así, mataba dos pájaros de un tiro; en otras palabras, el reconocimiento internacional de sus ideas se conjugaba con la acumulación de renombre nacional (cf. Furtado, 1954, 1956, 1957).

15 Es menester señalar que en su primer libro Furtado estudia la dinámica de la economía colonial y los problemas ligados con la transición hacia una economía industrial, y concluye con un alegato por la superación de las teorías de los autores clásicos, neoclásicos y keynesianos: "Las observaciones precedentes ponen en evidencia que la cuestión del desarrollo siempre ocupó un lugar subalterno en la ciencia económica. [.] Según la escuela clásica, el estancamiento no constituye más que una reductio ad absurdum de los argumentos polémicos de Ricardo, ingenuamente llevada a cabo por John Stuart Mill. En los neoclásicos, el estancamiento es una consecuencia de su incapacidad de formular una teoría realista de las ganancias. Por último, en los keynesianos está ligado a su negativa a reconocer la necesidad de las modificaciones institucionales debido a la escasa sensibilidad de los mecanismos de precios. [.] El gran esfuerzo actual para llenar esa enorme laguna podrá abrir perspectivas completamente nuevas a la ciencia económica" (Furtado, 1954, pp. 245-246).
Este debate con el corpus teórico de la economía se inscribe como prolongación de la tradición iniciada por Raúl Prebisch en 1949, año del primer Estudio económico de América Latina (Naciones Unidas, 1951). Los cinco primeros capítulos escritos por Prebisch (ibid., pp. 3-89) anteceden a los estudios empíricos de las economías argentina, brasileña, chilena y mexicana, y proponen una reflexión sobre "el crecimiento, el desequilibrio y las disparidades: una interpretación del proceso de desarrollo económico".

16 Es asombroso que quienes hablan sin cesar de apertura de la economía brasileña al mercado mundial olviden considerar que dicha "economía" nació orientada justamente hacia ese mercado.

17 En La gran transformación, Polanyi (1983) señala que los mercados locales y los mercados distantes existieron en diferentes épocas y diferentes sociedades, pero la creación de los mercados nacionales, correlativa del establecimiento de los estados modernos, fue el origen de la interdependencia de los actos mercantiles realizados en distintos lugares y distintos momentos. La interdependencia de las negociaciones funda la idea de un "sistema de mercados autorreguladores". A criterio de Celso Furtado, la construcción de una economía nacional en el Brasil, en la cual está implícita otra relación con la economía mundial, es una obra consumada en el siglo XX, sobre todo después de 1930.

18 Ricardo Bielschowsky (1988) estudió en profundidad los debates sobre el desarrollo económico entablados entre 1945 y 1964.

19 Prebisch permaneció en la secretaría ejecutiva de la CEPAL hasta 1963; a partir de entonces fue miembro del Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES), destinado a formar personal administrativo de alto rango de los estados latinoamericanos. En 1964 presidió la primera conferencia de la United Nations Commission for Trade and Development (UNCTAD) en Ginebra.

20 La condición de heredero de Fernando Henrique Cardoso, en comparación con las características sociales de aspirante de Celso Furtado, se manifiesta en dos relaciones diferentes con el mundo internacional y nos ayudará a comprender las convergencias de sus trayectorias durante el exilio chileno; también podría contribuir a explicar sus divergencias, cuando Cardoso fue elegido presidente de la república en 1994, gracias a la alianza con las élites tradicionales del Nordeste.

21 En Furtado (1991, p. 31) se presenta la lista de participantes en el seminario, dictado los miércoles a partir del 3 de junio de 1964.

22 Barrington Moore demuestra en Social origins of dictatorship and democracy (1967) que aun los "países centrales" (Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Alemania, Japón) pueden atravesar transiciones democráticas o autoritarias, según las alianzas de clases hegemónicas concertadas a lo largo del proceso de transformación de las sociedades tradicionales. El autor se aventura con prudencia a comparar las transiciones de Alemania y el Japón con las transiciones de los países latinoamericanos: "Sobre la base de un conocimiento insuficiente, que admito sin reservas, me atrevería a sugerir que la mayor parte de América Latina permanece en la etapa del gobierno autoritario semiparlamentario" (Moore, 1967, p. 438).

23 Forzado a exiliarse en 1964, Celso Furtado se sentía desorientado y decidió aceptar la invitación de la Universidad de Yale, en los Estados Unidos, para "profundizar el conocimiento del proceso dominación-dependencia en el momento de la Guerra Fría, un proceso que había cambiado la historia del Brasil y marginado a quienes creían en el desarrollo autónomo del país" (Furtado, 1991, p. 67). Esa estadía norteamericana fue de corta duración, pues los servicios diplomáticos de la gran potencia unieron fuerzas con las autoridades militares brasileñas para limitar la circulación internacional de Furtado (1991, pp. 131-139), que viajó entonces a Francia para desempeñarse como profesor en la Universidad de París: "En Francia, las posibilidades de acción eran más grandes; no existía la separación entre vida intelectual y actividad política característica de los Estados Unidos. Por otra parte, en esa época, bajo la dirección de De Gaulle, los franceses procuraban recuperar influencia en la arena internacional" (Furtado, 1991, p. 143).
El exilio lo obligó a abandonar el papel de experto internacional y a concentrarse en las actividades universitarias. Su llegada a Francia coincidió con un prestigio creciente de la economía del desarrollo y cierta difusión del Tercer Mundo.

24 Tampoco nos referiremos a la ruptura de las trayectorias convergentes de Celso Furtado y Fernando Henrique Cardoso entre las décadas de 1950 y 1980, ya evidente en 1994, cuando el segundo se alió a las oligarquías del Nordeste para acceder a la presidencia de la república, en nombre de un programa neoliberal que otorgaba preponderancia a los capitales internacionales y a los mercados financieros en la coordinación de las inversiones de la economía brasileña. La justificación de su adhesión a la "globalización" según el G7, presentada como "aggiornamento de la teoría de la dependencia" para lectores carentes de memoria y de sentido crítico se encontrará en Cardoso y Toledo (1998) y Cardoso y Soares (1998).

25 El lector podrá consultar con provecho el libro de Bielschowsky (1998), donde encontrará un estudio minucioso de la evolución del discurso de la CEPAL luego del alejamiento de Raúl Prebisch, Celso Furtado, Fernando Henrique Cardoso y muchos otros.

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