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Prismas

versión On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.21 no.2 Bernal dic. 2017

 

Dossier: La Revolución Rusa en la historia intelectual latinoamericana

La revolución como presente. Filosofía y política en la Revista de Filosofía

 

María Carla Galfione
CONICET / IDACOR-UNC

 

Como en tantas revistas culturales de la época, la revolución bolchevique fue tema de varios artículos en la Revista de Filosofía. Cultura, Ciencia, Educación. Además de mostrar su apoyo y una posición afín con el acontecimien to, esos artículos se ocuparon de analizarlo acentuando diversas aristas, pero, fundamentalmente, de volverlo objeto de interés de una publicación que pretendía cierto nivel de especificidad. Diversos textos se ocupan en sus páginas de la revolución y la vuelven cuestión de interés y de posicionamiento más teórico que político. Se configura en torno de ella un temario filosófico: el vínculo entre la revolución y la guerra, su lugar en la historia, su carácter necesario y su valor social, la matriz historiográfica que sus lecturas impulsan, sus implicaciones para pensar la democracia moderna, su carácter inconcluso, su fuerza mítica. En nuestro trabajo, recorremos esas diversas tematizaciones intentando con ello dar cuenta de la lectura que desde sus páginas se hizo del acontecimiento. El objetivo de fondo que guía ese recorrido es la posibilidad de advertir un vínculo entre esa reflexión sobre la revolución y los intereses por definir un perfil y un quehacer determinado para la filosofía que se disputaba entonces en el espacio académico.

Tres cuestiones se reúnen: una revista, la Revista de Filosofía. Cultura, Ciencia, Educación; un presente, el de la revolución bolchevique; y un saber, la filosofía, en el momento de sus definiciones iniciales en la Argentina dentro de los marcos de legitimación institucional. La recurrente aparición de referencias a la revolución en el índice de una publicación que se propone establecer algunas condiciones para la filosofía académica en las primeras décadas del siglo XX nos invita a pensar sobre ese cruce: cómo y por qué esa presencia, y en qué medida esta era también parte de la definición disciplinar que se buscaba.1

La Revista de Filosofía, publicada entre 1915 y 1929, creada por José Ingenieros y cuya línea editorial se desprende de su marcada influencia, fue la expresión de un intento por precisar algunas condiciones básicas para un saber que esperaba consolidarse y pretendía alcanzar algún grado de autonomía como tal en la universidad.2 Por ambas características, puede ser inscripta en un marco más amplio, en el que encontramos revistas como la Revista Argentina de Ciencia Política o la Revista de Derecho, Historia y Letras, por nombrar algunas de las más relevantes. Se trata en estos casos de emprendimientos editoriales, importantes por su duración y peso relativo, llevados adelante por intelectuales ya consagrados, tanto en el ámbito cultural cuanto en el académico, que, sin duda, hacen de su perfil teórico la línea editorial predominante, pero que, además, intentan establecer algunas definiciones básicas en relación con ciertos saberes, como se trasluce en sus títulos. En ese marco, la revista de Ingenieros se manifiesta también en otra dirección y esto nos conduce al eje de nuestro trabajo. A partir de 1918 comienzan a aparecer en sus páginas artículos vinculados directamente con el análisis de sucesos históricos de orden local, nacional e internacional. El objeto de esas incorporaciones es, más que informar, avanzar en un análisis teórico que tiende a vincularse con los desarrollos de la revista en general.

Así, si la Revista de Filosofía puede ser leída como la expresión del positivismo argentino y de sus pretensiones sobre el campo filosófico, luego de esa fecha esa pretensión –con la que consideramos que hay que discutir principalmente por la escasa precisión del mote "positivismo" y por lo que su uso implicó– se vuelve un poco más difusa. Y es justamente en ese marco que comienza a tematizarse la revolución bolchevique y a tomarse posición frente a esta. Lo que nos interesa mostrar es que esa tematización, además de vincularse con un conjunto mucho más amplio de revistas, con otras características, que en la época saludaban el acontecimiento ruso, pone de manifiesto un modo de comprender la filosofía misma.3 A diferencia de perspectivas como la de Luis Rossi, que observa, a propósito de este desplazamiento hacia la política, una pérdida de la revista en el marco del proceso general de "especialización", nos animamos a verlo aquí más bien como un ajuste y precisión del sentido que venía proponiendo.4 La revista dio un lugar a los acontecimientos históricos que consideraba relevantes y los leyó haciendo de esto un ejercicio filosófico y elaborando con ello una propuesta para la filosofía.

Cabe aclarar que los autores son variados y con trayectoria teórica, pero, principalmente, trayectorias políticas diversas. Y esta mirada general de la revista sirve para reconocer la particularidad de los textos en los que se analizó el suceso soviético. Son muchos, aunque en lo que sigue, en pos de la brevedad, hemos elegido los más significativos, con el objetivo de elaborar una síntesis de lo que, consideramos, es la posición y la apuesta de la revista. Ahora bien, esa variedad no jaqueó nunca, según nuestra lectura, cierta unidad que primó en la revista. En efecto, hemos constatado que en los pocos casos en los que existió algún desacuerdo entre la línea editorial y los artículos, ese desacuerdo fue explicitado y la última palabra la tuvo el director. Pero esto no ocurre al referirse a Rusia. En los artículos sobre la revolución las diferencias no son importantes, ni producen discusiones. Al contrario, atendiendo al contenido, parecería que la variedad de autores y trayectorias se diluye desde el momento en que notamos que toda aseveración contundente de un articulista que no forma parte del grupo más próximo a Ingenieros es inmediatamente respaldada en otro artículo, ya sea por el director o bien por uno de sus colaboradores más cercanos. Pero, puede aclararse, esa variedad también habla y no nos interesa anularla en la unidad de la publicación, ni remarcando una vez más la centrali-dad de su director. A lo largo de sus páginas no solo se afirman ideas o se postulan argumentos. Los artículos están firmados y esos nombres tienen una referencia, que también dice algo de la revista, máxime cuando se descubren ausencias importantes.

Reconocer las diferentes trayectorias y procedencias, en especial políticas, de los autores que participan permite señalar algunas de las opciones de la revista. No entraremos con detalle en este aspecto, pero una lectura atenta a los nombres que incluimos puede, seguramente, advertir un sentido de ciertas afinidades. Que esa variedad sea reunida por la revista al referirse a un suceso político y que esa referencia sea parte de la argumentación intrínseca de la revista, en la medida en que sirve a la definición disciplinar, da cuenta de la posición política con la que coquetea la publicación. Como se verá, algunas de las afirmaciones más contundentes sobre Rusia están en manos de autores con un fuerte compromiso político y que no formaban parte del núcleo duro de autores de la revista. Si esas aseveraciones constituyen mojones singulares en la elaboración de una definición de filosofía, valerse de voces relativamente distantes del proyecto es un guiño que avanza también en otra dirección.

En lo que sigue, repasamos algunos de los principales artículos sobre el tema, como partes de ese todo que es para nosotros la Revista de Filosofía; ese es el contexto en el que cobran sentido cada una de las intervenciones, si bien quedan afuera varios artículos y otros modos posibles y fructíferos de considerarlos. En la revista, la revolución aparece analizada desde diferentes ángulos que privilegian uno u otro aspecto: como apertura de un porvenir en una historia en decadencia; como expresión de una voluntad humana capaz de cambiar el curso del mundo; y, en ambos casos, como ensayo de un modelo, alternativo al vigente, para pensar la relación entre la historia de los hombres y las ideas que la mueven o la acompañan.

En relación con lo primero, la decadencia se constata a partir de la guerra, no solo por su poder destructivo sino también porque es producto de ideas y políticas corrosivas. La civilización occidental es en parte causa y en parte producto de la contienda. Un articulista frecuente de la revista, Nicolás Besio Moreno, se refiere al "espejismo del progreso material y científico", que ya no podía esconderse como tal. Y advierte que es esa la razón por la cual la revolución puede ser considerada una justa y natural reacción.

En un artículo de 1924, Julio V. González, autor cercano a Ingenieros y que también publicó asiduamente en la revista, ponía como eje de su análisis en torno a Lenin la tensión entre la guerra y la revolución: la guerra había dejado una profunda destrucción moral que obligaba a buscar nuevos principios orientadores, que difícilmente podían encontrarse en Europa. Por eso Rusia aparecía como promesa. La revolución era una novedad, que salía de un pasado oprobioso y de un presente crítico, para ofrecer otro rumbo. La revolución era el inicio de una "nueva era", de una "era de renovación integral", decían los autores, valiéndose de una noción tan común como controvertida.

Y desde esa mirada, el porvenir se encarnaba en espíritus nuevos y avanzados, opuestos al reaccionarismo. En efecto, los autores mostraban que el enfrentamiento que la revolución suscitaba no era una guerra, sino la manifestación de las diferencias entre un espíritu de renovación y uno de conservación. Y mientras la injusticia social fuera el principal objetivo de los conservadores, no podía hablarse de enemigos iguales enfrentados: "En la historia viva, los servidores de un despotismo no son iguales a los rebeldes que lo combatieron […]. Miente toda historia muerta que tiene igual sanción para los mártires que para los verdugos".5

Ahora bien, esa explicación de la revolución se asentaba explícitamente en la revista en una opción historiográfica, con una traducción concreta en la defensa del maximalismo. Los dos autores que allí estuvieron más pró -ximos a lo que fue el proceso de constitución del Partido Comunista, contemporáneo a la publicación de esta revista, fueron los voceros más sólidos de esa posición: Kantor en enero de 1919 y Punyet Alberdi a fines de 1926.6 Postulado y reafirmado explícitamente por estos autores, el materialismo se constituía en la matriz básica de toda consideración histórica que hiciera la revista y, por supuesto, de su mirada de la revolución. Kantor, valiéndose de Marx, Engels y Lenin, remarcaba la importancia de la revolución social como origen y condición del cambio: las clases sociales y sus intereses ocupaban el centro de la disputa. Y en un relato detallado de los sucesos rusos explicaba la tensión entre maximalismo y minimalismo no como movimientos contradictorios, sino como expresiones de momentos y necesidades diferentes. Si bien el maximalista podía entender las reformas progresivas como vía de aproximación al cambio esperado, una vez que el proletariado se ponía en marcha, la acción era contundente y las reformas minimalistas un atentado contra la clase.

En la misma línea, Punyet Alberdi años después citó in extenso el Manifiesto Comunista y recordó la centralidad de las condiciones sociales imperantes, para rechazar cualquier apelación a abstracciones de carácter inmutable. Punyet se apoyaba en Engels para sostener que el cambio debía darse como irrupción violenta. Y, contra el Partido Socialista, agregaba: "Nada de fatalismo", porque los cambios en la evolución social, afirmaba, los hacen los hombres.7

Hubo otros artículos en esa dirección, aunque con tono menos radicalizado.8Allí, el materialismo era la clave de lectura para el acontecimiento, el cambio era violento y tenía al proletariado por protagonista. En sintonía con ese "nada de fatalismo" que vociferaba Punyet, los otros autores conjugaban la matriz materialista con un fuerte voluntarismo. En la revolución, las condiciones materiales, unidas a ciertas voluntades, hacían pensable un modelo económico, social y político nuevo, que renovaba completamente el horizonte.

Hay, sin embargo, en la revista una excepción que confirma la regla: proclamándose a favor del maximalismo, en el mismo número en que se publicaba el artículo de Kantor, Ingenieros marcaba una tensión con aquellas afirmaciones. En la línea de "Ideales viejos e ideales nuevos", incluido en el número de julio de 1918, sostenía en otro artículo, de noviembre: "las aspiraciones maximalistas serán necesariamente distintas en cada país, en cada región, en cada municipio, adaptándose a su ambiente físico, a sus fuentes de producción, a su nivel de cultura y aún a la particular psicología de sus habitantes".9 Y agregaba que, gracias a la revolución, podíamos encontrar en algunos años "un nuevo régimen democrático que oscilará entre los ideales minimalistas enunciados por Wilson y los ideales maximalistas formulados por los revolucionarios rusos".10

Si esa afirmación puede ser leída como un modo de darle importancia a las particularidades de cada presente y, por ello, como una diferencia con el comunista, es también interesante porque permite dar cuenta de las variaciones y definiciones de la revista. Meses después de la publicación de ese número se firmaba el Tratado de Versalles y el tema recién iba a ser retomado por la publicación en mayo de 1920. Entonces, "La futura sociedad de las naciones", de Orzábal, se presentaba como condena irrebatible al imperialismo yanqui, mientras que "La democracia funcional en Rusia", de Ingenieros, celebraba el modelo político de los soviets. Si la revista proponía una lectura optimista del acontecimiento ruso desde 1918, era en este número de mayo de 1920 en el que parecían sentarse propiamente las bases de lo decible: ya no aparecerán artículos a favor de Wilson y el minimalismo y la crítica que había inaugurado Kantor se traducía en la distancia definitiva de la revista respecto del parlamentarismo.

Ahora bien, el hecho de que los acontecimientos del ‘17 pudieran encontrar alguna explicación en la historia, así como que estos implicaran en todas las lecturas una verdadera renovación, no significaba que se presentara la revolución como algo acabado. En sintonía con las condiciones epistemológicas de toda disciplina científica, la acción de los bolcheviques era juzgada en función de la experiencia que producía. El devenir necesario y natural de una filosofía de la historia positivista se tensionaba, no solo con aquel voluntarismo, sino también con los requisitos que se imponían al conocimiento de la historia.

La revolución era resultado de un conjunto de ideas que, surgido al calor de la realidad, generaba transformaciones a ser probadas en la experiencia. Y por ello no es casual que se hablara con insistencia de "experiencia rusa". Se establecía una relación estrecha entre las ideas y los hechos: aquellas nacen de estos y sobre estos se aplican, intentando ofrecer respuestas. Por eso, se esperaban algunos resultados que permitirían ir evaluando las consecuencias.11 Ingenieros era claro:

[N]o es general que los ideales se realicen totalmente como han sido pensados antes de entrar al terreno de la experiencia. Todo ideal es una hipótesis perfeccionable en la práctica. Las luchas por la elevación moral y material de la humanidad han sido siempre inspiradas por ideales; es necesario tenerlos para orientar el camino, sin prejuicios a estar dispuestos a contralorearlos durante la marcha, como los navegantes que de tiempo en tiempo determinan su posición para rectificar el rumbo.12

La de la experimentación era una condición recurrente en la revista y excedía la tematiza-ción de la revolución; era una apuesta fuerte por un tipo de conocimiento y un método que se extendía a la historia y la filosofía.13

Hay diferencias, no obstante, en lo que se concebía como motor real de los cambios: irrupciones radicales de las "minorías activas", para Ingenieros; resultado del "protagonismo obrero", en palabras de Punyet; o producto del "idealismo de la filosofía bol chevique", según González. Con todo, las referencias al origen del levantamiento mostraban en general la conciliación entre la fuerza y las ideas. Para los autores de la revista, como lo resume Kantor: "los grandes movimientos humanos […] siempre necesitaron de grandes ideales".14 Con aquellos desacuerdos, se construía una mirada de la historia alejada del determi-nismo, pero también de abstracciones y vagos utopismos.

Se introducía, también en la revista y en diálogo con aquella voluntad de definir las "ideas", la referencia a algunas fuerzas espirituales que, sin embargo, no se advertían como problemáticas para la argumentación general. El director de la revista lo decía en términos de "fe en ideales",15 de "fe en el porvenir", de una "conciencia moral de la humanidad [que] ha asumido ciertos caracteres de un verdadero misticismo".16 Y con él lo decían otros autores de un modo más categórico: Mandolini, Castiñeiras, Barrenechea y también Julio V. González. Ante una humanidad devastada y una filosofía condenada por los pronósticos de Spengler y de Nietzsche, la mirada hacia Rusia descubría nociones nuevas: el "alma rusa", un pueblo "apóstol de una nueva religión social"; una "idealidad mística" que anunciaba con "labios proféticos" una nueva dirección para la civilización; un "mito" que era soporte y posibilidad del cambio.

Podríamos seguir recorriendo artículos y proponer otras líneas de lectura que complejicen más el panorama, pero lo que vimos hasta aquí permite ofrecer al menos algunas conclusiones preliminares. La tematización de la revolución en la revista, considerando algunas de sus aristas, muestra cómo esta se configura como acontecimiento histórico que reclama una reflexión filosófica. Con ella se despliega una concepción de la historia pero también de la filosofía. Este intento de pensar esa historia nueva es, mirada desde otro ángulo, un intento de encontrar y ejercitar una definición para la filosofía. Las preguntas nacen de esa experiencia y también sus respuestas.

La variedad de autores y trayectorias, que mencionamos en un comienzo como un aspecto en absoluto menor de este recorrido, avanza en la misma dirección. La filosofía no es una valoración políticamente aséptica y la inclusión de uno u otro autor también da cuenta de esto. Paralelamente, otras revistas de la época, que discutían con la revista de Ingenieros, buscaban también delimitar un campo para la filosofía y parte de esa definición se elaboraba partiendo de la distancia entre filosofía y política.17 El argumento para justificar esa separación era siempre teórico; sin embargo, en el escenario político sus autores se distinguían de aquellos que reunía la Revista de Filosofía. Algunos levantaban la bandera del socialismo ético y se acercaban al Partido Socialista, otros ensayaban definiciones de un perfil más conservador.18 Advertir esas afinidades quizá contribuya en algo a la clarificación de sus disputas filosóficas. En algún sentido, podemos pensar con Terán que el escenario pone ante nosotros el cruce de dos caminos difíciles de transitar al mismo tiempo: el de "la lógica del discurso, por un lado, y las razones de realidad y de la toma de posición política por el otro".19 Recorrerlos y entrecruzarlos podría mostrarnos que la disputa por la definición de la filosofía en la Argentina en esas primeras décadas del siglo es al mismo tiempo una disputa por la elección de un presente ante el cual la filosofía está dispuesta a pararse.

Notas

1 Retomamos la idea de Sarlo, para quien las revistas culturales son una intervención sobre el presente. Allí, intentamos pensar que la delimitación y la definición de ese presente es parte del objetivo de esas revistas. El presente no es algo dado, sino algo puesto por estas. Cf. Beatriz Sarlo, "Intelectuales y revistas: razones de una práctica", en América-Cahiers du CRICCAL, Nº 9/10, 1992.

2 La Revista de Filosofía (RF) se publica en Buenos Aires, de manera bimensual, con una cantidad aproximada de entre 150 y 200 páginas por número. Su director es José Ingenieros desde 1915 hasta 1923, en que la dirección comienza a ser compartida con Aníbal Ponce. Luego de la muerte de Ingenieros, en 1925, Ponce continuará solo con la tarea, hasta su cierre a fines de 1929.

3 Es fundamental recordar la nota editorial que abre el primer número de la revista, bajo la rúbrica de su director: "Para una filosofía argentina", en RF , año I, Nº 1, enero de 1915.

4 Cf. Luis Rossi, "Los proyectos intelectuales de José Ingenieros desde 1915 a 1925: la crisis del positivismo y la filosofía en la Argentina", en José Ingenieros y Aníbal Ponce, Revista de filosofía. Cultura - Ciencia - Educación, Bernal, UNQ, 1999, p. 25.

5 José Ingenieros, "Historia, progreso, porvenir", en RF, año IX, Nº 2, marzo de 1923, pp. 243-244.

6 Con ambos autores sucede lo que mencionamos arriba: son autores de escasa participación en las páginas de la revista, pero cuya opinión queda inmediatamente refrendada por otros textos de autores con mayor participación.

7 Punyet Alberdi, "Qué es el comunismo", en RF, año XII, Nº 6, noviembre de 1926, p. 408. Sin querer avanzar más allá de las posibilidades del artículo, es interesante notar cómo los recursos de autoridad varían entre los autores: mientras que González se vale de Tolstoi, Guede, Lenin, Jaurés, Ossip-Lourié, Wells, Gorki, entre otros, Kantor y Punyet referencian a los padres fundadores Marx y Engels, principalmente.

8 Entre otros, se destaca el de Gabriel Moreau, "Las revoluciones francesa y rusa", en RF, año VIII, Nº 6, noviembre de 1922.

9 J. Ingenieros, "Significación histórica del movimiento maximalista", en RF , año V, Nº 1, enero de 1919, p. 157. Este texto data de noviembre de 1918 y fue presentado como conferencia a raíz del fin de la guerra.

10 Ibid., p. 159. Terán lee estos desarrollos de Ingenieros como la expresión de una advertencia sobre la "no importabilidad de modelo soviético a América Latina" (O. Terán, José Ingenieros: pensar la nación, Buenos Aires, Alianza, 1986, p. 93). Si bien esta lectura está justificada, porque se elabora a la luz de textos de 1924, cabe todavía una ambigüedad en los textos previos al desencanto respecto del wilsonianismo.

11  Nicolás Besio Moreno, "Resonancias morales de la revolución mundial", en RF, año VI, Nº 6, noviembre de 1920, p. 348.

12  J. Ingenieros, "Enseñanzas económicas de la revolución rusa", en RF, año VI, Nº 6, noviembre de 1920, pp. 272-273.

13  M. Carla Galfione, "Filosofía y ciencia en la Revista de Filosofía: condiciones de una reconciliación", en Latinoamérica, Nº 59, México, 2014/2.

14 Moisés Kantor, "El problema social y la revolución maximalista en Rusia", en RF , año v, Nº 1, enero de 1919, p. 130.

15 J. Ingenieros, "Enseñanzas económicas…", op. cit., p. 453.

16 J. Ingenieros, "Las fuerzas morales de la revolución", en RF , año VII, Nº 2, marzo de 1921, p. 280.

17  Cf. "Intenciones", en Valoraciones. Humanidades, crítica y polémica, Nº 1, 1923.

18 Cf. A. Eujanián, "El novecentismo argentino: refor-mismo y decadentismo. La revista cuaderno del Colegio Novecentista, 1917-1919", Estudios Sociales, vol. 21, 2º semestre de 2001, y F. Rodríguez, "Inicial, Sagitario y Valoraciones. Una aproximación a las letras y a la política de la nueva generación americana", en Sosnowski, S. (ed.), La cultura de un siglo: América latina en sus revistas, Madrid/Buenos Aires, Alianza, 1999.

19 O. Terán, José Ingenieros: pensar la nación, op. cit., p. 83.

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