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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

versión On-line ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.42 Córdoba jun. 2019

 

ARTICULOS ORIGINALES

Las luchas entre la Iglesia y el Estado a fines del siglo XIX. La “cuestión social” en Monseñor Pablo Cabrera1 The struggles between Church and State at the end of the 19th century. The "social question" in Monsignor Pablo Cabrera

Denise Reyna Berrotarán2

Resumen

Monseñor Pablo Cabrera fue un sacerdote-historiador nacido a mediados de Siglo XIX que tuvo una activa participación tanto en espacios eclesiásticos/parroquiales como en círculos académicos, especialmente universitarios. Los primeros nos permiten, a través de su trayectoria, reflexionar sobre cómo se desenvolvieron los sacerdotes cordobeses a partir de los procesos de separación entre Iglesia y Estado en las décadas de 1880 y 1890 y de qué manera la Rerum Novarum afectó el vínculo de la Iglesia con la sociedad. Nos detendremos, entonces, en los efectos que tuvo la “cuestión social” en el accionar eclesiástico, tomando como caso de análisis la trayectoria de Cabrera.
Palabras Clave: Monseñor Pablo Cabrera; historia de Córdoba; separación Iglesia y Estado; cuestión social; usos del pasado

Abstract

Monsignor Pablo Cabrera was a priest-historian born in the middle of the 19th century who had an active participation both in ecclesiastical/parochial spaces and in academic circles, especially university circles. The former allow us, through their trajectory, to reflect on how the Cordovan priests developed from the processes of separation between Church and State in the 1880s and 1890s and how the Rerum Novarum affected the bond of the Church with society. We will stop, then, at the effects that the "social question" had on ecclesiastical action, taking Cabrera's trajectory as a case of analysis.
Keywords: Monsignor Pablo Cabrera; history of Córdoba; separation Church and State; social issue; uses of the past


Introducción

A fines del siglo XIX Argentina experimentó profundas transformaciones políticas y sociales. Entre ellas, la fuerte inmigración llevó a los sectores gobernantes a buscar la hegemonía cultural, “argentinizando la sociedad” y poniendo freno a los ideales socialistas y anarquistas que provenientes de sectores inmigratorios. Desde ese lugar, la Iglesia fue relegada en muchas de sus históricas funciones por el grupo de liberales anticlericales lo que, sumado a los cambios que se estaban vivenciando en toda la estructura católica, provocó repensara cómo sostener los espacios de poder que le habían pertenecido históricamente. Los miembros de la Iglesia católica, guiados por la Rerum Novarum reformularon sus formas de vinculación con la sociedad, a partir de la “cuestión social”. Algunos sacerdotes, como Monseñor Pablo Cabrera, desarrollaron distintas estrategias para conservar el predominio eclesiástico.

Cabrera fue un sacerdote-historiador de fines del siglo XIX y principios del XX que tuvo una actividad destacada por sus coetáneos en los ámbitos eclesiásticos/parroquiales, académicos y universitarios de Córdoba. Su fanatismo por el Papa León XIII, sumado a su activa participación en la fundación y creación de espacios de “difusión religiosa” permiten tomarlo como caso de análisis de la realidad que vivenciaron distintos actores del momento, fundamentalmente aquellos vinculados a la vida sacerdotal. Esta primera etapa de su vida, que luego queda relegada a un segundo plano en pos de sus proyecciones intelectuales, nos presenta un ejemplo interesante sobre cómo las políticas llevadas adelante por el Papado de Pío IX y, sobre todo, León XIII definieron sus primeros pasos de sociabilidad religiosa en Córdoba.

Consecuentemente, el objetivo de este artículo es analizar las experiencias pastorales de Cabrera en los primeros años de su sacerdocio para ver los efectos de la Rerum Novarum en la cotidianeidad de la vida de algunos sacerdotes. Para ello se subdivide este texto en dos momentos: en primera instancia se hace una escueta referencia al contexto político-social y eclesiástico y una biografía introductoria de Cabrera. Luego, en un segundo momento, iremos describiendo los distintos accionares de este sacerdote, caso por caso, que intentan demostrar la hipótesis de los vínculos existentes entre la “cuestión social” de la época y la trayectoria biográfica de este sacerdote cordobés. Para ello, a modo enumerativo, podemos mencionar las siguientes experiencias: su accionar en Mendoza, su capellanía en las Esclavas del Corazón de Jesús y en la Parroquia de Nuestra Señora del Pilar, su participación en el Círculo de Obreros de Córdoba y su involucramiento en la venida de las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor y de la congregación salesiana. Por último, nos adentramos en su rol como “Orador Sagrado”3 y en las publicaciones que realizó en un periódico católico cordobés Los Principios.

Argentina a fines del Siglo XIX

El período que transcurre hacia fines del siglo XIX tuvo como una de sus características la gran afluencia de inmigrantes a la Argentina, promovidos por intelectuales como Alberdi y Sarmiento (Halperin Donghi, 2005[1982]), que dieron paso a nuevas costumbres, formas de pensamiento, ideologías y creencias, distintas a las imaginadas por quienes habían proyectado su llegada. Esto fue creando, progresivamente, diversos reclamos sociales que cuestionaron la legitimidad de los gobiernos de las elites dirigentes. Éstas replantearon entonces las estructuras jurídicas e institucionales del Estado para dar respuesta a la emergente “cuestión social” (Castel, 1997).

En dicho contexto, la generación del ’80 –integrada por los grupos dominantes liberales y conservadores de la Argentina que promovían el “orden y progreso” en línea con los avances del positivismo– promovió un avance de instancias estatales en detrimento de otros actores e instituciones como, por ejemplo, la Iglesia (Botana, 1977). Para esta, dichas modificaciones significaban una pérdida de su lugar como actor político e implicaban una disputa con el Estado por la hegemonía cultural de la sociedad. Ante esto, el Estado llevó adelante intentos legislativos para separar las instituciones estatales de la Iglesia. Bajo el influjo de los “liberales” –quienes abogaban por la libertad individual, coincidiendo con los planteos de los grupos modernistas4 se limitó el accionar de la Iglesia a partir de las “leyes laicas”5 de educación común, registro civil, matrimonio civil.6

Por otro lado, a nivel mundial, el avance de nuevas corrientes ideológicas anarquistas y socialistas que cuestionaban el rol y dogma de la Iglesia Católica, fueron un signo de alerta para las altas jerarquías eclesiásticas que debieron pensar estrategias defensivas ante este proceso de modernización. En respuesta a las nuevas culturas políticas emergentes de finales del siglo XIX el Papa León XIII (1878-1903) redactó la Encíclica Rerum Novarum (1891) –“de las nuevas cosas”– en la que se planteó un “camino distinto” a los fieles que vivían en esta sociedad de la “frivolidad” del materialismo y la “falsedad” doctrinaria del socialismo (Di Stefano y Zanatta, 2000). Esto reformulaba las viejas doctrinas discursivas tradicionales que se presentaban como principios que organizaban una nueva realidad social a la que el cristiano, cotidianamente, debía enfrentarse cumpliendo sus deberes como “proletario” o “patrono”7.En este punto es primordial aclarar que esta encíclica tenía dos objetivos políticos: en primer lugar, frenar el avance de los ideales que socavaban su hegemonía cultural y que empezaban a tener fuerza en Europa; y, en segundo lugar, recuperar el lugar de dominación social que había tenido la Iglesia y que, progresivamente, venía perdiendo.

Además, el proceso de “romanización” buscaba homogeneizar la Iglesia (bajo la tutela del papado) frente a los Estados e ideologías seculares. Esta propuesta se basaba en concentrar el poder en el pontífice y su curia y darle a la Iglesia una organización piramidal. Así, las autonomías eclesiásticas locales se atenuaban en pos de una centralización del poder de la Iglesia Romana (Di Stefano y Zanatta, 2000).8 Consecuentemente, la Iglesia argentina encontró en la “Santa Sede” un espacio de fortalecimiento para su defensa institucional, cultural, religiosa y política. Se estaba dando un cambio al rol histórico que detentaba la institución eclesiástica de “aparato ideológico del Estado” reorientándose hacia la sociedad civil. Su nuevo objetivo se encontraba en atraer y organizar los sectores sociales subalternos, algo completamente novedoso para el momento (Ghio, 2007).

Todo lo antes dicho llevó a que la Iglesia católica decidiera cimentar su fuerza en la llamada “cuestión social”. Fue así que, más que enfrentarse a las ideologías seculares, tuvo como imperativo la profundización y organización de la vida religiosa. El objetivo era la unidad de la Iglesia, dotándola de cohesión y coherencia doctrinaria. En este sentido, la toma de posición de la Iglesia no respondió a una afirmación de fe sino a una contraofensiva ante el liberalismo que estipulaba la separación de la Iglesia-Estado y consideraba que las creencias pertenecían a la conciencia individual (Roitenburd, 2010).

Sin embargo, las divisiones se vieron reformuladas dependiendo del ámbito que se tratara. En el caso de Córdoba, el crecimiento económico y desarrollo institucional de los gobiernos anticlericales nunca enardeció a los católicos, ya que de hecho estos últimos estaban de acuerdo con la inclusión de la Argentina en el mundo desde su posición de país agroexportador en la división internacional del trabajo. El tema de las instituciones generó polémicas únicamente cuando el gobierno avanzó sobre las que le habían sido atribuidas a la Iglesia, como lo fue el caso del registro civil en 1888 (Moyano, 2007).

La elite política cordobesa no se manifestó necesariamente como anticlerical y, de hecho, la incorporación de dirigentes católicos como ministros de gobiernos del PAN era consecuencia de negociaciones directas con los sectores clericales (Moyano, 2007). Esto le permitió conservar su influencia sobre la sociedad aún en aquellos momentos en los que sus poderes se vieron limitados. La pugna se centró en la educación, el lugar de la familia y consecuentemente, en la legislación que los regulaba.

Para ello, los miembros de la jerarquía eclesiástica buscaron que otros espacios cotidianos de la feligresía permitieran la sociabilización política. El púlpito, las homilías, los periódicos, la labor intelectual, la educación primaria, fueron espacios de difusión de la política eclesial. Cabrera participó en todos en defensa de la Iglesia Católica. Su lugar como católico lo acercaba, siguiendo a Ansaldi (1997), a promover lo sagrado en contra de lo profano. La “modernización provinciana” que se estaba dando en Córdoba, a través de la ciencia desacralizada, implicó una alerta para la Iglesia católica y sus intelectuales orgánicos. Al defenderse el conocimiento sacro, las instituciones eclesiales quedaron desdibujadas de los marcos culturales y políticos, ante un “imaginario tradicionalista” muchas veces asociado, en Córdoba, al catolicismo (Ansaldi 1997, p. 5). A su vez, la misma ruptura posterior en las elites de Córdoba9 significó la búsqueda por el apoyo y defensa de la Iglesia que también se veía afectada por las modificaciones sociales que se estaban dando e intentaba frenarla. Dentro las muchas formas en las qué la Iglesia defendió esta lucha, Cabrera resulta caso rico para analizar. Esto se vislumbra en su propia trayectoria a través de la historia de la colonia, la evangelización en su parroquia y, sin duda, su accionar social.

En Córdoba, el obispo Zenón Bustos y Ferreyra10 no dudó en aplicar los principios sociales de la doctrina pontificia en la realidad local problematizándola desde el discurso planteado por la Encíclica Rerum Novarum. La Iglesia debía asumir un discurso donde la religión católica resolviera los problemas sociales, interviniera, advirtiera y cuestionara la realidad social. En las pastorales de Zenón Bustos se observa su afán de reconocimiento, tanto entre los valores de la modernidad, como de los riesgos de los que hay que precaverse, para no caer en la “injusticia social”.11

Todo esto fue construyendo un nuevo tipo de discurso católico cordobés que se evidenció tanto en los accionares sociales como la reformulación de la educación, las actividades de parroquialización (Gallardo, 2009), la creación de Círculos de Obreros Católicos y los discursos oficiales que llegaban al público, fundamentalmente, a través del periódico católico cordobés Los Principios. La doctrina del Rerum Novarum sentó las bases y los lineamientos que los grupos eclesiásticos argentinos siguieron y en los que se posicionaron durante todo el siglo XX (Vidal, 2010).

Conociendo a Pablo Cabrera12

Para poder entender la complejidad de Cabrera es fundamental analizar que, por sobre la multiplicidad de facetas, existen dos ejes que marcaron y le dieron sentido a su trayectoria: por un lado, la “cuestión social” como consecuencia del contexto histórico antes mencionado y, por el otro, su trabajo en los espacios académicos, especialmente, de la Universidad Nacional de Córdoba.

Pablo Cabrera se formó en el Seminario de Loreto, cuando éste se dictaba en la Universidad (previo a la Ley de Educación Común de 1884 que desvinculó a la Iglesia de ese espacio). Su primera etapa de vida se concentró en su actividad pastoral, que será la que analizaremos en este trabajo, aunque esto no le impidió comenzar a coleccionar reliquias del pasado y tener una participación activa en el primer Ateneo de Córdoba. También fue ganando reconocimiento a partir de su “oratoria sagrada” y su participación en el periódico Los Principios. Se consagró cuando en 1908 se le otorgó el título honorífico de “Monseñor”.

Por otro lado, su afán coleccionista y participación en el ordenamiento de fuentes documentales le otorgaron reconocimiento en los espacios universitarios en los que fue adquiriendo cargos como el de “Colector de Documentos” y “Jefe de Manuscritos”. Su actividad intelectual se consolidó con su participación en los congresos americanistas de 1910, su nombramiento como director del Museo Histórico Provincial y el dictado de la cátedra libre posterior a la Reforma Universitaria. Su prolífica producción histórica, re- editada por la imprenta de la Universidad en la década de 1930, le valió un fuerte reconocimiento en los distintos espacios intelectuales. También participó en algunos debates historiográficos y en numerosos artículos en la Revista de la UNC.

En este contexto, buscó legitimar sus posicionamientos en tanto sacerdote e historiador a través de los usos comparativos del pasado y el presente, donde la historia, como ejemplo de ciertas acciones, marcaba el camino en estos nuevos tiempos de modernización y cambio. Y no solo las intervenciones se dieron sobre su presente a través del accionar social sino sobre el pasado ya que, en tanto sacerdote-historiador, Cabrera eligió ciertos pasados que resultaban relevantes para ejemplificar el verdadero accionar cristiano y ético-social. El contexto hispanista y el uso de la historia para legitimar la Iglesia católica en un momento de pugna por la hegemonía cultural, llevó a que el estudio del período colonial fuera una de las respuestas que diera la Iglesia a ese conflicto.

Si bien los usos del pasado permiten un análisis más detallado, en este trabajo nos detendremos en los efectos que tuvieron las políticas eclesiales en Pablo Cabrera. Para ello, en los siguientes apartados reconstruiremos las distintas experiencias pastorales en las que participó este sacerdote y que son ejemplos de cómo se afrontó la “cuestión social” en Córdoba.

Cuestión social en Mendoza

En 1854 la Universidad de Córdoba fue nacionalizada. A partir de allí y luego de algunas reformas intrauniversitarias surgieron tensiones cada vez más notorias entre la casa de altos estudios y el Seminario Conciliar de Loreto. Los seminaristas cursaban filosofía y teología en la Universidad. Los aires liberales que se estaban incorporando a las aulas universitarias preocupaban a la curia eclesiástica, que consideraba poco propicias ciertas enseñanzas. En 1881, Fray Mamerto Esquiú realizó un último intento por mantener la enseñanza de teología en la Universidad. Sin embargo, el cuestionamiento sobre quién debía designar a los docentes de estas cátedras, si el rector o el arzobispo, llevó a que no hubiera acuerdo y que estas materias pasaran, ese año, a dictarse en el Seminario Conciliar (Altamira, 1943). Fueron suspendidas, en consecuencia, las clases de teología de la Universidad de Córdoba, por lo que Cabrera no pudo ordenarse como sacerdote en ese año sino que debió esperar hasta 1883.

Mientras esperaba su ordenación creó en Mendoza la "Sociedad Católica de Hombres y Mujeres" en 1882. El objetivo de esta Sociedad era "instituir y fomentar obras de carácter religioso y social".13 Aunque Cabrera no se quedó para ver las obras de esta Sociedad, que quedó en manos de los salesianos, esta obra nos brinda nos permite ver una incipiente línea de acción cabreriana.

A su vez, concretó en esta provincia sus dos primeras publicaciones (ambas en 1883). La primera fue Fundamentos de la Religión al alcance de todos, en la que presentaba los pilares que él consideraba cruciales para cualquier feligrés: la existencia de la religión y cuál era la verdadera y auténtica “Iglesia de Jesucristo”. En la segunda publicación, Los liberales de aquende y los liberales de allende o sea el Sí y el No acerca de la enseñanza religiosa en las escuelas populares (homenaje a los liberales argentinos, exponía la importancia de la enseñanza religiosa como afronta al avance de las ideas liberales y secularizadoras de la educación (Furlong Cardiff, 1945, p. 108).

Esclavas del Corazón de Jesús (1884-1896)

Su primer paso como presbítero ordenado en Córdoba fue como capellán en las Esclavas del Corazón de Jesús hasta 1896, año en el que se hizo cargo del Curato del Pilar (hasta 1929). Aunque Cabrera es un actor olvidado de las memorias de la constitución de esta congregación, su participación fue muy agradecida años posteriores.

Su gran formador en ese espacio fue el Pbro. David Luque,14 uno de los fundadores de las Esclavas. Hasta su muerte en 1892, Cabrera lo acompañó en las tareas pastorales. A partir de entonces, Cabrera quedó encargado del acompañamiento de las hermanas. La activa participación del Pbro. Luque en la fundación, sus buenas relaciones con las hermanas y distintas personalidades de la época –como, por ejemplo, Genaro Pérez–15 fueron mostrando el camino a Cabrera.

No abundan las opiniones de Cabrera respecto a esta etapa de su vida. Tampoco existen alusiones de la madre Catalina ni del cura Brochero, quien visitaba periódicamente a las Esclavas. Sabemos que Cabrera se dedicó a los estudios artísticos y a la escritura de melodramas, obras musicales y todo lo vinculado a las alumnas del colegio (Furlong Cardiff, 1945).

Entre lo realizado por Cabrera nos encontramos con la confección de manuales para las alumnas, a partir de los cuales se buscaba formar a las mujeres con un deber ser católico y dedicado a la maternidad. Esto se reiteraba asimismo en sus homilías y en escritos varios. A título de ejemplo, citamos los siguientes manuales:

? “Lecciones de economía doméstica (…)” (1890 [1886])
? “Elementos de Geografía (…)” (1893)
? “Manual de Urbanidad y Buenas Maneras arreglado para los colegios de las esclavas del Corazón de Jesús” (1899) 16

Esto se correspondió con un ideal de expansión y difusión de la educación católica para lo que la Iglesia expandió las instituciones educativas, no solo por la importancia de la formación de jóvenes católicos y comprometidos con la Iglesia, sino también porque consideraba que el ámbito educativo era y siempre había sido de su propia competencia (Di Stefano; Zanatta, 2000).

Cabrera emprendió un viaje a Roma en 1893 junto a las Hermanas por las bodas sacerdotales del Papa León XIII.17 La admiración de Cabrera por este papa se visualizó en su conservación de numerosos recortes periodísticos y por uno de sus discursos que fue impreso llamado “Victorias de la Iglesia y el Papado”.18 Además resulta muy interesante el viaje a Roma ya que Cabrera, según las misivas, se puso en contacto con las Hermanas del Buen Pastor que había traído a Córdoba años antes. La actividad posterior de Cabrera, una vez que se instaló en el Curato del Pilar, marcó el rol como sacerdote de Cabrera y la ejecución de la Encíclica más reconocida del Papa León XIII.

Parroquia de Nuestra Señora del Pilar (1896-1929)

Durante el siglo XIX Nuestra Señora del Pilar, considerada extramuros por estar a las afueras de la ciudad, fue nombrada como la segunda parroquia de Córdoba después de la catedral.19 Su misión de cuidar a los sectores más desfavorecidos la ha caracterizado a lo largo del tiempo y fue el espacio de recepción de aquellos sectores católicos negados por ciertos espacios de sociabilidad católica pertenecientes a la elite.

Esta parroquia tuvo a Cabrera como segundo párroco. En una charla informal, el párroco actual –Pbro. Francisco Bisio– nos comentó que se recuerda el período parroquial de Cabrera como de activa movilización y caracterizado por la recepción de los pobres. Su trabajo le valió el reconocimiento en los grupos católicos. Incluso nos comentó que Cabrera creó en parte del terreno de la parroquia un “cementerio para pobres”, destinado sobre todo a personas que no tenían los fondos para el cementerio o no eran enterrados ahí por sus “pecados en vida”.

Cabrera quiso trabajar con los sectores más desfavorables. La Rerum Novarum se representaba en su trabajo: llegar a los sectores sociales más alejados a través de la parroquialización de la sociedad. También aquí Cabrera fundó el Círculo Obreros Cosmopolita del Pilar, que luego fue absorbido por el Círculo Católico de Obreros de Córdoba. Aunque no tenemos mayores noticias respecto a la gestión de Cabrera en la parroquia del Pilar, su actividad fue reivindicada casi 80 años después, en noviembre del 2013, con un acto de homenaje y una misa que acompañaron el traslado de sus restos para que residan en la parroquia.

Círculo de Obreros de Córdoba (1897)

Otro espacio notorio fue el Círculo de Obreros, fundado en 1897.20 Su creación manifestó claramente el viraje de la Doctrina Social de la Iglesia durante el siglo XX y fue un claro ejemplo de la “cuestión social” en la que la tenía puestos sus ojos.21 Estas asociaciones subsistieron hasta la actualidad y siguen manteniendo los mismos objetivos. En 1895 se creó la Federación Nacional de esas entidades y diez años después existían alrededor de cuarenta y cinco asociaciones afines (Ghio, 2007). No obstante, las jerarquías eclesiásticas se opusieron y desconfiaron de estos organismos congregados.

En Córdoba, el Círculo de Obreros tuvo una gran participación de los católicos que no necesariamente adherían al catolicismo social. Según Vidal (2006), los objetivos del Círculo de Obreros de Córdoba y del diario Los Principios eran coincidentes con los del Padre Grote. Monseñor Cabrera fue uno de los personajes en Córdoba que alentó el Círculo de Obreros de Córdoba, en oposición a los sindicatos socialistas, como forma de reivindicar y difundir la doctrina social de la Iglesia desde una concepción militante y que promoviera la construcción de un orden social íntegramente cristiano. Su actuación y apoyo a estos grupos nos marca una concepción de la Iglesia desde la “cuestión social”, reivindicando la profusión de la doctrina eclesial a todos los ámbitos de la sociedad, algo en lo que no dudó en aportar su ayuda.22

Se tiene conocimiento de que Cabrera fundó en la Parroquia del Pilar el Círculo Obrero Cosmopolita del Pilar, dedicado a la asociación mutual para atender a las necesidades materiales y espirituales de sus miembros, posteriormente absorbido posteriormente por el Círculo Católico de Obreros de Córdoba (Moretti, 2013).

Cabrera siguió los pasos del padre Grote y, aunque su Círculo no tuvo el éxito que probablemente esperó, fue importante el lugar que le dio a los grupos menos favorecidos. Los trabajadores empezaban a ser contenidos por los círculos católicos de Córdoba, dentro de los cuales la elite católica se vinculaba con los sectores subalternos. En este sentido, Cabrera fue un propulsor del accionar social propuesto por el Papado.

Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor (1888)

Las Hermanas del Buen Pastor llegaron a la Argentina y comenzaron una serie de fundaciones y difusión de su congregación entre 1885 y 1904. Furlong Cardiff (1945) afirma que Cabrera tuvo un primer contacto con las Hermanas del Buen Pastor en 1888 cuando conoció su Casa en Mendoza. Luego, les envió una misiva en la que les solicitó que se trasladaran e instalaran en Córdoba, gestión que se vio lograda ese mismo año.23 Se evidencia entonces que la invitación de Cabrera fue muy bien recibida y fueron rápidas las gestiones de su venida. El objetivo de la invitación era que asumieran la dirección de la Escuela Práctica de Niñas Pobres, entonces a cargo de la Conferencia de San Vicente de Paul (Maritano, y Deangeli, 2015). Las Hermanas asumieron la dirección y administración de la cárcel, comenzando la construcción de un “proyecto correccional femenino” en Córdoba. Entre 1897 y 1906 fue construida la Cárcel de las Hermanas del Buen Pastor como centro correccional destinado a mujeres y menores. Funcionó cogestionado con el Servicio Penitenciario de Córdoba durante casi un siglo (Tello Weiss, 2010).

Aunque Cabrera únicamente se encargó de las gestiones para su venida y no tenemos conocimiento de que haya habido vinculaciones posteriores, más allá del encuentro en la peregrinación argentina a las Bodas de Oro sacerdotales del Papa León XIII y de la bendición a la primera piedra de su Monasterio en 1897,24 estas tareas nos muestran la preocupación del prelado por la evangelización de la mujer y los sectores subalternos.

Cooperador de los Salesianos en Córdoba (1905)

Junto con otros dos sacerdotes, Cabrera fue uno de los encargados de la llegada de los salesianos a Córdoba, quienes se instalaron en lo que hoy es el Colegio Pío X.25 Sus gestiones resultaron de suma importancia para la venida de los salesianos en Córdoba. Tanto previa como posteriormente a su venida, Cabrera publicó artículos favorables en Los Principios. Después de casi veinte años, su efectiva venida se concretó cuando se formó la primera Comisión de Cooperadores Salesianos con el objetivo de organizar y coordinar las diversas prácticas asistenciales de la congregación, cuyo centro fue “La Obra de Don Bosco en Córdoba” (Moretti, 2013).

En este proceso, Cabrera comenzó a participar a partir de 1899, “convirtiéndose en los siguientes años en una de las piezas claves de la comisión de cooperadores” (Moretti, 2013, p. 45). En 1903 se decidió la creación de una Comisión de Cooperadores y el obispo Reginaldo Toro manifestó que debía ser asesorada por “el esclarecido sacerdote y publicista, Cura Párroco del Pilar, Pablo Cabrera”. En tanto representantes de “lo más selecto de Córdoba”, la comisión también estaba integrada por Agustín Garzón y Don Vicente Castro (Massa, 1930, p. 26).

El objetivo de esta Comisión era brindarle más seguridad y confianza a las autoridades de la congregación y un nuevo impulso a los trabajos destinados a reunir fondos y concretar el proyecto (Moretti, 2013). Recién en 1905 se logró la fundación del Colegio Pío X, tras lo cual Cabrera desaparece de su historia.

Orador Sagrado (aprox. 1883-1902)26

La “cátedra sagrada” ha tenido a lo largo de la historia un lugar central en la difusión de los distintos mensajes que la Iglesia buscaba hacer llegar a sus seguidores. Los oradores no solo se centraban en la explicación de relatos bíblicos o cuestiones puramente religiosas, sino que muchas veces eran formas de difundir los "buenos comportamientos" ante distintos contextos que estaba viviendo la sociedad. Esto nos lleva a pensar que los “oradores sagrados” eran el resultado de un contexto que interpelaba sus alocuciones. En este sentido, se considera al sermón como una manifestación cultural propia en tanto fenómeno histórico y género literario peculiar (Zaragoza, 2008).

Desde sus diversos contextos, los sermones transmitían un mensaje que enseñaba cómo ser un "buen cristiano" –lo que muchas veces se igualó a ser "buen ciudadano"– y les mostraba el camino adecuado ante los distintos acontecimientos cotidianos. Estas “cátedras sagradas” traspasaban los niveles de lo espiritual y se manifestaban, entrelíneas, ante distintas realidades políticas de las que los creyentes estaban siendo parte. "Los sermones se convirtieron en la guía del ‘buen vivir del cristiano’, debido a que en ellos se daban las pautas del comportamiento y de buena conducta" (Sanchez Gaete, 2008, p. 53).

A su vez, dentro de la “cátedra sagrada” existieron sermones que se realizaban para la celebración de eventos patrios y efemérides. Los eventos cívicos se complementaban con celebraciones litúrgicas en las que oradores distinguidos componían sermones, homilías y otras piezas retóricas. Estos movimientos cívicos eran aprobados y concebidos como “obra de Dios” (Martínez de Sánchez, 2010, p. 10). De esta manera, los conceptos de libertad, patria, independencia, ciudadano, se hicieron presentes en los sermones patrios como forma de explicar la nación (católica) y justificar la relevancia de dichos acontecimientos.

Cabrera empezó a ser reconocido en el espacio público a partir de la “cátedra sagrada” a fines del siglo XIX, pero su carrera de orador concluyó a principios del siglo XX, cuando la abandonó –por problemas vocales-27para dedicarse a los estudios históricos. Fueron sus sermones los que le otorgaron un reconocimiento como “sacerdote del púlpito” y fue su Te Deum de los Pactos de Mayo de 1902 28 lo que lo consagró como “orador sagrado”.

El uso del pasado para sus sermones sobre diversos temas del presente parece haber sido una herramienta de su oratoria cotidiana. Sus operaciones de memoria no solo se vieron en diversos sermones sino también en sus obras escritas sobre temas históricos. En este sentido, su desempeño como “orador sagrado” le permitió ganar reconocimiento en distintos espacios pastorales y consagrarse como un presbítero de renombre en Córdoba.

Estas tareas, sumadas a su viaje a Roma para las Bodas de Oro sacerdotales de León XIII, sus vínculos en el Ateneo con el futuro obispo de Córdoba, Zenón Bustos y Ferreyra y el título de monseñor, fueron elementos que hicieron que se lo considerara como modelo de hombre, ciudadano y cristiano. En tanto tal, estaba habilitado para exponer sus ideas ya que su vida era un testimonio de los buenos comportamientos morales. De esta manera, ganaba su lugar no solo por su capacidad, presencia y facilidad de comunicación de las ideas, sino también por el buen ejemplo en el accionar cotidiano y su congruencia entre el "decir" y el "hacer" (Martínez De Sanchez, 2010).

En estos sermones para Cabrera la clave residía en poder expresar su concepción del deber ser nación y del deber ser ciudadano, según la cual para ser buen ciudadano y “patriota” se debía ser cristiano. Desde su perspectiva, los valores que daba la Iglesia a sus creyentes eran la base para la construcción de una nación que progresara, para lo cual era necesario “re-cristianizar la nación.” Si bien esta idea fue más fuerte a partir de las décadas de 1920 y 1930, se venía sosteniendo desde fines del siglo XIX.

De aquí que esta concepción se entremezclara con sus justificaciones a través de la historia en la que el período colonial resultaba clave para comprender el presente. Los usos del pasado realizados por Cabrera fueron formas de difundir y legitimar la moral católica. Vincular la “gesta civilizatoria” –que para él era sinónimo de la gesta evangelizadora– de la colonia con el presente de lucha por el avance del cristianismo en Córdoba y el país, era una estrategia discursiva que el sacerdote-historiador sostuvo toda su vida. La historia era para él una herramienta operacional para “recristianizar” la sociedad. Por ello, sus artículos en distintos periódicos y sus obras y sermones cívicos tenían alusiones reiteradas a la historia, cuando, muchas veces, el tema intentaba versar sobre alguna situación del presente.

Los Principios

La Iglesia utilizó como respuesta ante la cuestión social la difusión doctrinal y como medios para el logro de la estrategia, la prensa y los homenajes. En los homenajes se manifestaba claramente la preocupación de la jerarquía eclesial ante el avance de “ideas paganas”. En la prensa católica se minimizaron lo más posible las manifestaciones sociales y huelgas por parte de los grupos socialistas y anarquistas. Los periódicos escribieron estudios muy críticos sobre estos nuevos grupos sociales a los que intentaba “demonizar” para evitar que el selecto público lector “cayera” en estas ideas. De esta manera, la prensa católica fue una herramienta de protección de los ideales y valores católicos ante la cuestión social y su avance.

La creación del periódico católico, Los Principios, en abril de 1894, tenía como objetivo la difusión de la actualidad desde una perspectiva que “sostuviera los buenos principios y combatiera los errores” (Gallardo, 2014). En general, tenía como autores a intelectuales y personajes importancia dentro del clero. Este periodismo confesional buscaba enfrentar a la prensa liberal y ser una forma de llegar a los católicos para brindarles bases de la doctrina y unidad como grupo. Desde su fundación y hasta 1936 Cabrera tuvo una clara participación en el diario, teñido hasta entonces de numerosos artículos del Monseñor y de homenajes, luego. Algunos ejemplos de artículos fueron: “Con el Pbro. Dr Cabrera, Una pequeña entrevista. Aclarando conceptos, Ofensas que no son tales (De la Patria) [sobre el homenaje a Dreyfus] (1899)”; “Las fiestas jubilares de León XIII en nuestros templos(1902)”, “El Fundado del Seminario de Córdoba, Rectificación a una rectificación (1902)”, “Los descendientes de Juan de Garay, Un poco de historia y heráldica(1904)”, entre otros.

El hecho de que Pablo Cabrera escribiera prácticamente solo en periódicos de proveniencia católica29 nos da la pauta de su participación y creencia en la doctrina eclesiástica y su indirecto apoyo a los ideales de la difusión de la doctrina católica. Si bien el no escribía artículos que se manifestaran directamente sobre un tema político, sus intervenciones sobre el pasado marcaban sus posiciones políticas y, de esa manera, su forma de intervención sobre el presente. Sin embargo, consideramos que la prensa católica nunca logró competir en el campo de la opinión pública con la prensa liberal que mantuvo su hegemonía.

Reflexiones finales

A lo largo de este trabajo fuimos recopilando las distintas experiencias de sociabilidad eclesial de Pablo Cabrera que fueron marcando parte de su vida y que le permitieron posicionarse respecto a un debate acuciante de su realidad actual. Como miembro de la Iglesia católica cumplió la función de posicionarse ante el “rumbo de la historia universal” al tiempo que se inscribía como protagonista de los sucesos de su país en un momento en que los sectores gobernantes otorgaban un lugar clave a la construcción de la nacionalidad.

Consideramos que los distintos lugares que ocupó Cabrera durante este período lo ubicaron como un actor socio-político que, tuvo una notoria participación en el contexto histórico en el que estaba imbuido. Su presencia se vislumbra en las distintas ramas que la Iglesia implantó para el acercamiento de los fieles para evitar el desmembramiento de su hegemonía. Podemos mencionar la difusión de sus ideas en periódicos católicos, la dirección del Círculo de Obreros de Córdoba, la realización de manuales para la formación de niñas y jóvenes en la moral católica, sus estudios históricos, su afán por la defensa de la facción clerical. Estas constituyen algunas de las huellas documentales a seguir para conocer las estrategias desplegadas por este sacerdote-historiador que se convirtió en una de las figuras representativas de un conflicto macro que excede la propia trayectoria de este sacerdote pero que marcó su vida.

Además, toda su experiencia en espacios religiosos permite ir pensando en un mapa de vinculaciones con la elite local, dentro de la cual comienza a adquirir preeminencia por el reconocimiento de su trabajo tanto por los círculos católicos como en los de “sabios”. La coronación de esto fue el otorgamiento del título de Monseñor, por parte de la Santa Sede, el 3 de noviembre de 1908. Ya no se trataba de un Cabrera en formación como el que ingresó como capellán de las Esclavas y daba sermones con templanza, sino un Cabrera que adquiría cada vez mayor notoriedad.

Su manifestación pública a favor del golpe de 1930 del general Uriburu –de acuerdo con el matutino católico local “vertió lagrimas de emoción y entusiasmo” desde el balcón del edifico del Arzobispado al acercarse hasta su sede una manifestación progolpista (Tcach, 2010, p. 186)– mostró su defensa de la confluencia entre Iglesia y Ejército.

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Notas

1. Trabajo recibido el 25/04/2019. Aceptado el 24/06/2019.
2. Universidad Nacional de Córdoba. Contacto: denisereynab@gmail.com
3. La oratoria sagrada tuvo como función difundir, desde una cultura de oralidad, el mensaje que la Iglesia necesitaba hacer llegar a la sociedad a través de dirigentes reconocidos. Sus mensajes intentaban generar consciencia sobre distintas temáticas de preocupación general. Estos direccionaban hacia el accionar correcto, dentro de un cuerpo de valores morales. Para más información véase: Martínez de Sánchez (2008).
4. Pensamos modernidad como la construcción histórica y simbólica que busca la formación de la autonomía y la realización del sujeto y el individuo en su libertad (Mallimaci, 2000).
5. Siguiendo a Mallimaci (2008), el laicismo de la época tuvo un doble sentido: una laicidad de combate, intransigente que vigilaba permanentemente el funcionamiento de la Iglesia y, por otra parte, la laicidad conciliadora con la Iglesia de los dirigentes políticos evitando el conflicto. Esta última aceptaba la hegemonía católica en el espacio religioso y moral, pero la separación de la Iglesia y el Estado en lo político, económico y educativo.
6. Igualmente, no todo este período puede ser visto como el de una división infranqueable ya que la polarización de 1880 cedió ante una estrategia conciliadora la siguiente década, en las que las condiciones ideológicas perdieron su lugar central.
7. Véase Rerum Novarum, 1891. Encíclicas políticas y sociales de los pontífices romanos, p. 211
8. Esta idea de una Iglesia Argentina que tomó los modelos de la romanización fue posteriormente ha sido cuestionado por Miranda Lida (2006), pero no nos extendemos en este debate ya que se desvía de los objetivos del presente artículo.
9. “La Reforma Universitaria de 1918, marcó el nacimiento de un segundo mito constitutivo de la identidad cordobesa contemporánea: el de la Córdoba rebelde, ciudadana y democrática. Su construcción social derivaba de las transformaciones experimentadas por la Córdoba de la modernización. Las mismas, implicaron dos fenómenos cuya confluencia potenció la proyección del movimiento reformista: una fractura dentro de la elite que había controlado tradicionalmente el poder político en Córdoba -gran parte de los jóvenes dirigentes reformistas provenían de familias patricias y la progresiva irrupción de una primera generación de argentinos, hijos de inmigrantes europeos” (Tcach, 2004, pp. 11-12)
10. Fray Zenón Bustos y Ferreyra, (1850-1925) último obispo de Córdoba entre 1905 y 1925, fue uno de los primeros miembros del clero cordobés en aplicar los principios sociales de la doctrina pontificia de León XIII. Su programa pastoral se basó en la reforma educativa, en la parroquialización como forma de penetrar en la conciencia popular y la propagación de medios de prensa católicos Fuente: Sínodo diocesano celebrado en Córdoba. Por el Ilmo y Rvmo. Señor Obispo Don Fray Bustos y Ferreira. En el año del Señor MCMVI. Resoluciones y Apéndices, Córdoba, Tipografía La Industrial, 1907. Para profundizar este presbítero véase (Garzón y Nelles, 2012)
11. Archivo del Arzobispado de Córdoba. Pastoral, 02/05/1905.
12. Cuando se ahonda en su biografía se encuentra que parte de su trayectoria inicial se vio influenciada por los contextos políticos y eclesiásticos del momento. La “cuestión social” se hizo presente en distintos accionares específicos que fueron marcando posicionamientos que intentaban dar respuestas a su lugar en la sociedad (Reyna Berrotarán 2017).
13. Entrevista a miembros de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza, por el periódico Los Andes: 02 de agosto de 2008: http://archivo.losandes.com.ar/notas/2008/8/2/cultura-372750.asp
14. David Luque (1828-1892) canónigo que se destacó en Córdoba por ser Co-Fundador de las Esclavas del Corazón de Jesús junto a la Madre Catalina de María Rodríguez y el Presbítero José María Bustamante SJ. (Nusenovich, M., 2006, pp.66-70).
15. Ver Nusenovich (2006).
16. Ver Furlong Cardiff (1945, pp. 110-116).
17. A partir de la Carta 15(16 de enero de 1893) en adelante se relata el viaje, mencionando reiteradas veces a Monseñor Pablo Cabrera como “el Capellán”. (Paulinellie.c.j. , 2001)
18. En este sermón—posteriormente analizaremos las características de su sermonística—Cabrera reivindicó el rol del Papado y como el éxito de las naciones dependía de hacer lo que los pontífices indicaran (tanto los fieles como los mandatarios políticos). Cabrera, Pablo (1899): “Victorias de la Iglesia y del Papado. Discurso pronunciado por el Señor Presbítero Doctor Pablo Cabrera, el día 20 del corriente, en la Iglesia Catedral de Córdoba, con ocasión de la Romería al Santuario de la Virgen del Milagro”, Tip. Los Principios, Córdoba.
19. Actualmente se la encuentra en la intersección entre las avenidas Maipú y Emilio Olmos, en el centro de la ciudad de Córdoba.
20. Los Círculos de obreros fueron fundados en 1892 por el Padre Federico Grote. Pasaron a llamarse Círculos Católicos de Obreros a partir de los años ’30 y se volvieron notorios socialmente a partir de 1912 con la dirección del Monseñor Miguel de Andrea (Blanco, 2013). Eran asociaciones mutualistas y recreativas, que intentaban ofrecer soluciones dirigidas hacia los conflictos de trabajo proporcionando asistencia jurídica y otros servicios, buscando salvaguardar la familia y el descanso dominical y alentando la organización obrera. (Di Stefano; Zanatta, 2000).
21. Página web de la Federación Argentina del Círculo de Obreros: http://www.fcco.com.ar/c-rculos-cat-licos-de-obreros/
22. Resulta muy interesante el trabajo realizado por Gardenia Vidal (2006) en la que analiza las relaciones políticas y el ideario de representación ciudadana que se dio entre las elites sociales y políticas y los sectores populares en los Círculos de Obreros en Córdoba.
23. Carta de Pablo Cabrera a la Superiora de las Religiosas del Buen Pastor en Mendoza solicitando el establecimiento de una casa de la Congregación de Córdoba. Único lugar donde se la ha encontrado en Isern (1923, 490)
24. Ver Furlong Cardiff (1945).
25. Situado en la manzana comprendida entre las calles 9 de julio, Mendoza, Avenida Colón y Mariano Moreno.
26. Para más información véase Benito Moya (2016).
27. Entrevista de Nice-Lotus: El Pueblo, Bs As, 16 de julio de 1933.
28. Los Pactos de Mayo fueron la etapa final de la resolución de un conjunto de conflictos limítrofes entre Chile y Argentina que concluyeron en el desarme naval de ambos países (Lacoste, 2002).
29. Además de hacerlo en Los Principios, también escribió en La Tribuna y El Pueblo.

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