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Sociohistórica

versión On-line ISSN 1852-1606

Sociohistórica  no.25 La Plata jun. 2009

 

RESEÑAS

Leyendo a Marx en el Río de la Plata

Reseña de: Tarcus, Horacio (2007), Marx en la Argentina. Sus primeros lectores obreros, intelectuales y científicos , Buenos Aires, Siglo XXI, 544 páginas.

Marcelo Starcenbaum

UNLP

   La edición de una parte de la tesis doctoral de Horacio Tarcus constituye, además de un hecho esperado en el ámbito académico, una importante contribución a la consolidación de la historia intelectual, y un gran impulso a los estudios de recepción de ideas y de historia del marxismo en nuestro país.
   A partir de un abordaje que integra diferentes dimensiones de la historia intelectual como la problemática de la recepción, la relación entre intelectuales y política y los procesos de edición y lectura, el autor se propone reconstruir los espacios y los actores sociales que recepcionaron el pensamiento de Karl Marx en la Argentina de fines del siglo XIX y comienzos del XX, y ofrecer algunas claves interpretativas sobre por qué y cómo se leyó a Marx en dicho contexto.
   El libro está estructurado en cinco grandes partes: la primera oficia a modo de introducción y presenta algunos aspectos metodológicos sobre la historia intelectual y la problemática de la recepción; la segunda analiza la primera recepción de Marx, la realizada por los emigrados franceses en el contexto de la Comuna de París y la Internacional; la tercera se refiere a la segunda recepción, la de los emigrados alemanes y el socialismo científico; la cuarta examina la tercera recepción, la de la presencia de Marx en los orígenes del socialismo argentino; la quinta repasa las vinculaciones de la lectura de Marx con la formación del campo de las ciencias sociales a comienzos del siglo XX. También cuenta con un riquísimo apéndice documental, en el cual se reproducen algunas fuentes utilizadas a lo largo de la investigación.
   En la Introducción, Tarcus esboza una interpretación general de la recepción de Marx en Argentina, a través de un análisis histórico del contexto de recepción, en el que las variables fundamentales son el proceso inmigratorio, el surgimiento de las primeras experiencias de organización de la clase obrera, el crecimiento de un sector profesional nativo políticamente activo y la atracción del marxismo para los intelectuales universitarios. Este horizonte interpretativo es acompañado por una serie de precisiones teóricas y metodológicas, deudoras de importantes referentes de la historia intelectual (Pierre Bourdieu, Martin Jay), y referidas tanto a los procesos generales de recepción intelectual, en el que se distinguen diferentes momentos en su interior (producción, difusión, recepción y apropiación), como a los fenómenos específicos de recepción del marxismo, en los que la clave interpretativa no reside en sancionar lecturas correctas o incorrectas de los autores marxistas sino en alcanzar una comprensión de por qué y cómo se produce la lectura de un autor en determinado momento.
   En el primer capítulo, Tarcus analiza la presencia de Marx en la política y la cultura argentinas en el período que se inicia con la Comuna de París (1871) y termina con la muerte de Marx (1883). La recepción de la experiencia de la Comuna tiene lugar en el diario La Nación y marca la finalización de un ciclo de afinidades entre el liberalismo argentino y el socialismo romántico europeo, en tanto en dicho periódico Marx aparece asimilado con la figura de Lucifer y la corriente socialista comienza a ser percibida como una amenaza a los pilares fundamentales de la civilización. La otra experiencia de recepción de este período corresponde, en un primer momento, a la actividad desarrollada por los communards exiliados en Buenos Aires a partir de la fundación de una sección francesa de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Según el autor, el marxismo de la AIT está más relacionado con una orientación global hacia la acción política y una lealtad al Consejo de Londres que con una adhesión teórica a las tesis de Marx y, posteriormente, al trabajo desarrollado por Raymond Wilmart -la persona escogida por Marx para fortalecer la sección argentina y contrarrestar la influencia del anarquismo en América Latina-, cuya misión parece haber fracasado debido al reflujo del internacionalismo proletario, la distancia geográfica con los epicentros obreros, la ausencia de condiciones sociales para el asentamiento de nuevas secciones y la ideología individualista y competitiva de la sociedad argentina de la época. Sobre el impacto que la muerte de Marx produjo en Argentina, Tarcus rescata un homenaje de José Martí publicado en La Nación , en el cual el cubano reivindica la política marxiana a favor de los oprimidos, pero explicita sus reservas sobre la lucha de clases en tanto proceso caracterizado por el odio y la violencia.
   El segundo momento de recepción analizado por el autor es el de los inmigrantes alemanes en Argentina, que habían llegado al país hacia la década de 1880 escapando de las leyes antisocialistas de Bismarck. En este capítulo se reconstruye la actividad política y cultural de los inmigrantes alemanes, cuyos principales emprendimientos fueron la creación del club Vorwärts y el periódico del mismo nombre, los cuales se transformaron rápidamente en importantes espacios de difusión del pensamiento socialista y de defensa de los intereses de la clase trabajadora, a pesar de estar tensionados entre los objetivos ideológicos y la construcción de un espacio de sociabilidad para la comunidad de exiliados. En este marco también es analizada la experiencia de Germán Ave-Lallemant, científico alemán afincado en San Luis, el cual desde el periódico El Obrero lleva a cabo una caracterización marxista de la formación económico-social argentina y un análisis crítico de la coyuntura del país. Tarcus señala que el marxismo de Ave-Lallemant es un “marxismo sin sujeto”, en el sentido de que enfatiza las condiciones objetivas del proceso histórico en desmedro de las subjetivas, lo cual lleva al alemán a enfrentarse con el romanticismo anarquista y el socialismo latino del joven José Ingenieros.
   En el tercer capítulo, el autor analiza la recepción de Marx por parte de los nacientes espacios del socialismo argentino en los últimos años del siglo XIX. Dentro de este período se destacan los intentos de consolidar una federación obrera que, aunque no alcanzaron su objetivo, generaron dos cosas: una riquísima subcultura marxista al interior de la cultura obrera, con ideas avanzadas sobre legislación social y sufragio y en la cual participaban tanto intelectuales tradicionales (Ave-Lallemant) como obreros intelectualizados (Augusto Kühn, Domingo Risso, Adrián Patroni); y la formación del Partido Socialista Obrero Argentino, que desarrolló una importante labor de difusión de las ideas socialistas desde el Centro Socialista Obrero y se presentó a las elecciones legislativas de 1896 con un programa de defensa de la clases trabajadora. A la par de las reivindicaciones sociales y los proyectos políticos, Tarcus señala la intensa labor editorial de la época, de la cual da cuenta la primera edición en Argentina del Manifiesto Comunista promovida por el carpintero Risso, la edición de folletos y libros socialistas por parte de pequeñas editoriales y la traducción al español de El Capital realizada por Juan Bautista Justo, quien además lleva a cabo una tarea de interpretación y rectificación de Marx con la intención de desarrollar en el país un movimiento socialista. La política editorial de los socialistas argentinos se relaciona con la de los socialistas españoles e italianos, en tanto habitantes de países con predominancia del capitalismo agrario e influencia del anarquismo entre los obreros de las ciudades.
   El último momento de recepción de Marx analizado es el que se inicia con el siglo XX y en el que el proceso receptivo de la teoría marxista se traslada del campo político y cultural al campo académico de las ciencias sociales. A decir de Tarcus, este fenómeno no fue privativo del campo académico argentino, sino que el encuentro entre ciencias sociales y socialismo tuvo lugar en variados ámbitos intelectuales del mundo, en tanto las primeras abordaban desde marcos sociológicos el fenómeno de la consolidación del proletariado y el segundo buscaba en las ciencias sociales fuentes de legitimación política. Para el caso argentino, el autor analiza las apropiaciones de Marx llevadas a cabo por intelectuales universitarios como José Ingenieros -que pasa del socialismo revolucionario de La Montaña a un socialismo biologicista y racista-, Alfredo Palacios -quien presenta en la Universidad de Buenos Aires una tesis doctoral con explícitas influencias de Marx y autores socialistas-, Enrique del Valle Iberlucea -propiciador de un marxismo científico y positivista con un acentuado énfasis en el determinismo económico-, Carlos Octavio Bunge -un intelectual elitista que rescata algunos aspectos de la teoría marxista-, Juan Agustín García -que aborda los fenómenos sociales argentinos desde una perspectiva materialista inspirada en Achille Loria-, y Ernesto Quesada -que previene a la elite nacional sobre el advenimiento del socialismo y entabla un debate con los socialistas sobre el carácter científico y político del marxismo.
   A modo de cierre, podría decirse que el trabajo llevado a cabo por Tarcus no sólo cumple satisfactoriamente su objetivo -el de reconstruir y analizar las lecturas de Marx realizadas por diferentes actores políticos, sociales y culturales de la Argentina de finales del siglo XIX y principios del XX- sino que al ser realizado de forma tan exhaustiva y compleja se ofrece como referencia ineludible para todos aquellos que abordan como objeto de estudio las problemáticas de la historia intelectual.

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