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SaberEs

versión impresa ISSN 1852-4418versión On-line ISSN 1852-4222

SaberEs vol.13 no.2 Rosario dic. 2021

 

ARTÍCULOS

Neoextractivismo verde y alternativas de re-existencia.El caso de la localidad de Ancasti en Catamarca, Argentina

Green neoextractivism and re-existence alternatives.The case of the town of Ancasti in Catamarca, Argentina

Sebastián Aldo Vergara Duveaux* 

* Miembro del equipo de investigación “Violencias Patriarcales-coloniales y resistencias sociales desde una perspectiva geopolítica situada“ SECyT-UNCa (Secretaria de Ciencia y Tecnologia de la Universidad Nacional de Catamarca).

RESUMEN

Resumen. El presente trabajo tiene como objetivo analizar críticamente las implicancias del avance de la frontera extractivista a través de la megamineria de litio y de la intensificación de los procesos de acumulación por despojo propios de la dinámica actual del capital a partir de la descripción y análisis de los procesos sociopolíticos que despertó en la comunidad de Ancasti (Catamarca, Argentina) la instalación de un proyecto de extracción y explotación de litio en roca (pegmatitas). Nos proponemos dar cuenta de las implicancias locales de los proyectos de explotación de litio, las estrategias de resistencia y alternativas al desarrollo emprendidas por las comunidades en articulación con las asambleas socio-ambientales del lugar.

Palabras Clave: Energía; Desarrollo; Litio

ABSTRACT

Abstract. The present work aims to critically analyze the implications of the advance of the extractivist frontier through lithium mega-mining and the intensification of the processes of accumulation by dispossession typical of the current dynamics of capital from the description and analysis of the Sociopolitical processes that aroused in the community of Ancasti (Catamarca, Argentina) the installation of a project for the extraction and exploitation of lithium in rock (pegmatites). We intend to give an account of the local implications of lithium exploitation projects, the strategies of resistance, and alternatives to development undertaken by the communities in coordination with the socio-environmental assemblies.

Keywords: Energy; Development; Lithium

1. Introducción

El presente trabajo busca problematizar algunas afirmaciones acerca de las “bondades” del litio y su promesa de desarrollo para Argentina. En particular y basándose en la crítica a la ideología o mito del desarrollo (Esteva, 2000; Escobar, 2007; Gudynas, 2011) se intenta describir el conflicto que los procesos de prospección y exploración despertaron en la localidad de Ancasti, Catamarca, Argentina. Desde allí se intentan explorar diversos interrogantes que aparecen en los territorios donde se habilita la posibilidad de explotación minera de litio: ¿para qué y para quiénes está dirigida la promesa de más y mejor energía con la explotación de litio?, ¿qué implicancias socio-ambientales tiene la minería de litio en la vida de quienes habitan el territorio? Cuándo se habla de “energía verde” ¿se consideran los impactos de la explotación en los cuerpos y territorios del lugar?

Este trabajo es fruto de la participación en el proceso de la conformación y consolidación durante todo 2017 y parte de 2018 de la Asamblea de Ancasti por la Vida, así como la experiencia en el colectivo Sumaj Kawsay, espacio de reflexión y militancia socioambiental contra el extractivismo megaminero en Catamarca. A partir de diversas instancias de encuentros asamblearios, diálogos personales con sus integrantes y con miembros de la comunidad, así como la participación en calidad de abogado en la orientación, asesoramiento y acompañamiento legal, se fue elaborando un corpus de material de investigación sobre los conflictos socioambientales y las diversas formas que van adquiriendo las resistencias y algunas prácticas de re- existencia en los territorios locales, en particular, en este caso, en la localidad de Ancasti. Se trata de un trabajo de etnografía principalmente dialógica, por lo tanto, las herramientas utilizadas en su mayoría, son entrevistas abiertas y notas fruto de la observación participante.

Encuadramos nuestro trabajo en las denominadas “epistemologías del Sur” (De Sousa Santos, 2010) que propugnan la construcción de un conocimiento enraizado en las realidades locales, que permita liberar de la mirada eurocéntrica, occidental y moderna de hacer ciencia, con esa pretensión de objetividad, neutralidad, universalidad y verdad absoluta. Como sostiene, Porto Goncalvez (2009):

Problematizar la relación entre saberes y territorios es, antes de todo, poner en cuestión la idea eurocéntrica de conocimiento universal. Con eso no queremos rechazar la idea de que el conocimiento sea universal, pero, sí, retirar el carácter unidireccional que los europeos le impusieron a esa idea (p. 122).

Siguiendo las tesis de este geógrafo brasileño se considera que el conflicto es un lugar epistemológico privilegiado para el teórico social que busca pensar desde los desafíos que presenta esta hora histórica para los pueblos. Es desde los conflictos territoriales concretos donde se condensan diversos sentidos en disputa que van dando forma a las estructuras sociales de cada tiempo.

2. El fin de los combustibles fósiles y las energías renovables

Las narrativas del “capitalismo verde” o la retórica del “desarrollo sustentable”, con sus promocionadas “energías renovables” o “fuentes de energía sustentable” que desembarcaron este último tiempo en nuestros territorios, suelen evitar referirse a la enorme inequidad energética que este modelo civilizatorio patriarcal/occidental/capitalista conlleva y así invisibilizar los conflictos socioterritoriales que despiertan. El discurso oficial le habla de energías renovables a pueblos que a los que jamás les informan las implicancias de las explotaciones para sus territorios. Además, la cuestión energética no puede analizarse de forma independiente o haciendo abstracción del sistema de producción que la demanda. Al mismo tiempo, resulta imprescindible no perder de vista que la megamineria de litio llevada a cabo en salares es una minería de agua1, es decir, se trata de una explotación en dónde se comprometen de forma particularmente grave, las fuentes de agua de zonas desérticas o semidesérticas donde se ubican la mayoría de los salares, en lo que se denomina, el Triángulo del litio. La megaminería de litio en pegmatitas no difiere en nada de las explotaciones tradicionales ya conocidas de oro, plata y cobre o cualquier otro mineral en roca.

Frente a esta promesa (re)formulada de “progreso” y “desarrollo” para los países que cuentan con las reservas de este mineral, se oponen prácticas y formas de vida en esos mismos territorios de alternativas al modelo civilizatorio dominante. Centrándonos en una experiencia en particular, ubicada en la localidad de Ancasti, se busca analizar, dentro de esta tensión y a partir de ella, lo que se juega de fondo en la nueva “fiebre del litio” y en este conflicto socioterritorial en particular.

El litio es un elemento químico que podemos encontrar como compuesto en diversas fuentes de la naturaleza. En rocas pegmatíticas (como la petalita, lepidolita o espodumeno), como así también en salmueras de ambientes evaporíticos -como los salares del Triángulo del litio-, y hasta en agua de mar. Es el vigesimoséptimo mineral más abundante del planeta y se encuentra en medio de otros 150 (Fornillo, 2015, p. 184). Según un informe especial del Ministerio de Energía y Minería (2017):

El mercado internacional del litio se encuentra en un ciclo ascendente, cuyo ritmo se ha acelerado en los últimos años, especialmente debido a la demanda de baterías para distintas aplicaciones (…) La tonelada de carbonato de litio dio cuenta de un incremento del 48,02% al pasar de un promedio de 5.050 USD en 2014 a 7.475 USD en 2016, con picos en el segundo semestre del año que superaron los 9.000 USD (p. 1).

Así comienza dicho informe especial que, al citar de entrada los precios internacionales del metal, deja en claro cuál es la visión que se tiene no sólo de la energía, sino además del sentido de explotar dicho material: la simple extracción y exportación a fin de “aprovechar” la coyuntura internacional de precios. Y continúa:

se vislumbra atractivo el potencial de los salares sudamericanos, que poseen costos competitivos y gran disponibilidad de recursos (…) Argentina se encuentra en cuarto lugar en cantidad de reservas probadas de litio, aunque dependiendo de las fuentes, puede aparecer tercero, y posee entre el 25% y 30% de los potenciales recursos del denominado “triángulo del litio” (integrado junto a Bolivia y Chile). El país cuenta además con yacimientos de litio en pegmatitas en etapa de exploración. Esta potencialidad geológica se complementa con un marco legal atractivo y mano de obra calificada (p.1)

Las referencias del documento a: “costos competitivos”, “gran disponibilidad de recursos”, “marco legal atractivo”, son una especie de “mojones epistémicos” claves para comprender cuál es la ontología política de la naturaleza (Machado Aráoz, 2016) que subyace en los discursos oficiales, aún matizados con algunas referencias al “desarrollismo sustentable”. Sin dudas, lo que tenemos de forma subyacente en este informe es la mirada economicista de los bienes comunes y de los territorios.

En lo que sigue describiremos el conflicto desde el que se parte para el análisis, el que evidencia las diversas y radicalmente opuestas formas de concebir a la naturaleza por parte de los pobladores locales ante el frente estatal-empresarial y su mirada instrumental de la madre tierra.

3. El territorio en disputa

Hacer ciencia desde territorios periféricos requiere un esfuerzo descriptivo para que “el centro”, lugar de validación del conocimiento considerado “científico”, pueda considerar de la mejor forma posible las implicancias territoriales de los conflictos en curso. Caso contrario, se corre el riesgo de perder de vista las implicancias locales para los y las habitantes del lugar de la problemática que intenta abordarse. Por ello se considera fundamental incorporar este apartado en donde se intenta describir el territorio que se encuentra en disputa.

La provincia de Catamarca se ubica al noroeste de la República Argentina, limitando al norte con la provincia de Salta; al este con las provincias de Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Córdoba; al sur con las provincias de Córdoba y La Rioja y al oeste con la República de Chile. La mayor parte de sus 102.602 kilómetros cuadrados de superficie (el 2,7% del total nacional) está cubierta por montañas (80%), que se agrupan en cuatro sistemas bien diferenciados: las sierras pampeanas, al este y centro; el sistema Narváez-Cerro Negro Famatina, al oeste; zona de transición cordillerano catamarqueña en el extremo oeste y La Puna, bloque sobreelevado en el noroeste. Se divide en 16 departamentos y cuenta al año 2010 con 367.828 habitantes observado una densidad de 3,6 habitantes por kilómetro cuadrado. Es decir que, respecto a la población total del país, Catamarca representa un 0,92%2.

La provincia de Catamarca en su conjunto puede considerarse como un territorio periférico dentro de un país periférico, con su economía casi totalmente basada en la megaminería extractiva. Basta ver los números oficiales del Ministerio de Economía de la Nación3 de dónde surge que, a cifras de octubre de 2015, el 95,4% de sus exportaciones corresponden a la minería. Muy atrás le sigue la exportación de aceite de oliva virgen con el 1,4% como uno de los pocos productos industrializados en territorio catamarqueño. La misma fuente nos indica que el 81% de sus ingresos proceden del gobierno Nacional, mientras que apenas el 19% de ingresos corresponde a fuentes propias. Es decir, Catamarca es una economía periférica y, además, dependiente. Consume más de lo que produce, por ende, se trata de una economía in-sustentable.

El Departamento Ancasti, por su parte, se encuentra ubicado al sudeste del departamento capital. Tiene como cabecera departamental a la Villa de Ancasti que se encuentra a unos 90 km de la ciudad capital. Según consigna la página oficial de Turismo de la Provincia4, limita al norte con el departamento El Alto; al noroeste con el departamento Valle Viejo; al oeste con el departamento Capayán; al este con el departamento La Paz. Posee una superficie de 2.412 km2 y una población de 2.906 personas según censo año 2010. Ancasti tiene 10 distritos catastrales: Ancasti, La Falda, Anquincila, Ipizca, Yerba Buena, Los Mogotes, El Chorro, El Taco, Concepción y Tacana.

Este departamento se encuentra ubicado en la sierra que lleva su nombre, la cual sobrepasa los 1.200 metros sobre el nivel del mar. En la sierra de Ancasti (que constituye el 90% de la superficie que posee el departamento) las principales actividades productivas pasan por la cría de ganado mayor y menor que es la que sustenta la actividad económica de la región: en primer lugar, el ganado caprino, luego bovino y en menor medida ovino. Los cultivos son mayormente para el consumo familiar, debido a las características del suelo seco y montañoso. Se cultivan hortalizas, cereales y frutales. Dentro de las actividades secundarias existe una baja concentración de industrias destacándose la textil, tambera, materiales de construcción, pollos, artesanías -platería y cueros- y dulces regionales5.

4. Los proyectos minero-extractivos en curso

El Proyecto Ancasti es un emprendimiento minero de explotación de litio de roca en pegmatitas. Está compuesto por las minas Santa Gertrudis y Campo El Abra y tiene su zona de impacto en los departamentos de Ancasti y El Alto, respectivamente. Ambos se encuentran en su etapa de exploración. Con posterioridad se autorizó la ampliación de la exploración en dos minas más, Reflejos del Mar e IPizca II. La Empresa a cargo de esta etapa se denomina Latin Resources S.A. e inició sus trabajos en el mes de febrero de 2017. Se trata de yacimientos abandonados que, en razón de la nueva “fiebre del oro blanco” vuelven a tener relevancia para el mercado. Las tareas de exploración implicaron la deforestación de la zona a explorar, la realización de alrededor de 120 perforaciones y sus correlativas plataformas de cemento, la recopilación de material rocoso, entre otros impactos que hoy se pueden apreciar a simple vista y que son los que ponen en alerta a los y las pobladores del lugar.

En septiembre de 2017 el Jefe de Gabinete de la Nación informaba que existían 63 proyectos para explotar litio en todo el país, en distintas etapas de desarrollo. El mismo informe señalaba que en toda la provincia de Catamarca había 13 proyectos en total de los cuales, uno está en producción, otro en el proceso de factibilidad y otro en prefactibilidad. Dos en exploración avanzada, tres en exploración y cinco en prospección6.

5. Las resistencias. El proceso de conformación de la Asamblea Ancasti por la Vida

La Asamblea Ancasti por la Vida surge a principios de 2017 como consecuencia de la preocupación de muchos vecinos y vecinas por las exploraciones mineras realizadas en el departamento de Ancasti y El Alto entre los meses de febrero y marzo de ese año. Sus integrantes remarcan que se enteran del emprendimiento porque empiezan a ver pasar camionetas de la DIPGAM (Dirección Provincial de Gestión Ambiental Minera) y a reconocer maquinaria que comienza a ingresar al territorio por parte de la empresa. La primera reunión asamblearia se realizó el último sábado de marzo de 2017 en la plaza de Anquincila. Asistieron a la misma alrededor de 40 vecinos/ as, además de integrantes de otras asambleas socioambientales de la provincia (Asamblea El Algarrobo de Andalgalá, Asamblea de Fiambalá, Colectivo Sumaj Kawsay, entre otras). Una de las integrantes de la asamblea nos relata:

La inquietud inicial consistió en informarse detalladamente sobre qué tipo de exploración se había realizado, qué se buscaba, qué empresa estaba encargada, y quién había autorizado dichos trabajos. A su vez la gente del Algarrobo planteaba que había mucho por hacer, desde lo legal y también desde lo social, haciendo énfasis en conocer y hacer valer nuestros derechos. Se planteó como objetivo informar a la población de lo que estaba sucediendo, reflexionando sobre las consecuencias que tendría para la región la instalación de empresas mineras. Se escribieron cartas que fueron firmadas por varios vecinos pidiendo al gobierno local los IIA, EIA y DIA7 que habían autorizado la exploración realizada8

Al momento de realizar esta entrevista, el lenguaje y la preparación de lxs integrantes de la asamblea se evidencia sólido, contundente, elaborado. Sin embargo, es necesario remarcar la sorpresa, el asombro, que implica una irrupción inesperada como la que acá se describe y con los posibles impactos que dicha explotación podría implicar para la forma de vida de los pobladores del lugar. No es que solamente se prescinde del consentimiento de la población para iniciar los trabajos: ni siquiera se informa mínimamente. El testimonio denota un desconocimiento absoluto de lo que pasaba. Ante esto, la resistencia comienza a armarse espontáneamente y de la forma en que está al alcance:

Luego de la primer Asamblea se comenzaron a realizar reuniones semanales en la plaza, donde se pensaban estrategias, se dividían las tareas, se aprendía y se discutía sobre la problemática a la que nos enfrentábamos. Desde este espacio se comenzaron a organizar diferentes cuestiones como el armado de folletos informativos, y también eventos en escuelas primarias y secundarias para hablar sobre las consecuencias de la mega-minería.

Al ser consultados/as en la entrevista por la recepción en el resto de la población de estas acciones nos refieren:

Al principio no fue sencillo, había mucha desinformación y en cierta manera temor y desconfianza. Siempre hay cuestiones políticas detrás entonces la gente mira con desconfianza por las dudas. Pero cuando hablas del agua y de los riesgos a que esta desaparezca o se contamine ahí sí se preocupan y preguntan. Es que la gente sabe que acá el agua es escasa y que sin ella no hay animales, no hay producción alguna posible. Además, la Villa y Anquincila son destinos turísticos y sin agua todo eso se muere.

De a poco, con mucha paciencia y a medida que se iba sumando más gente, la Asamblea se animaba a más. Al comenzar a reunir más información y a conocer más del tema, se consolidaba una postura y se clarificaban los argumentos. Así se animaron a recurrir a las autoridades locales:

Después de la segunda Asamblea fuimos invitados al Consejo Deliberante a discutir el tema, y allí surgió la posibilidad de presentar una ordenanza para que el departamento se convirtiera en Área Protegida. Finalmente, después de mucho trabajo e insistencia, la Ordenanza fue promulgada, declarando al Departamento de Ancasti como Área Protegida y No Tóxica.

Un paso clave en la protección del territorio. Sin embargo, la satisfacción no era plena:

No logramos que pusieran la prohibición expresa de la minería. Pero queda claro que ninguna actividad extractiva que perjudique al ambiente está autorizada. Además, esto es sólo para Ancasti y los proyectos también abarcan el departamento El Alto donde casi no tenemos incidencia como Asamblea. Es difícil porque llegan con promesas de trabajo y los más jóvenes se entusiasman. Casi que no tienen otra opción que trabajar la tierra o irse, y que llegue esta propuesta es para ellos una ilusión.

Quien brinda este testimonio es un joven de no más de 35 años de edad, que llegó a Ancasti pocos meses atrás, buscando salir de la gran ciudad y vivir de la tierra, en mayor contacto con la naturaleza. Llegó a Ancasti por haber conocido un emprendimiento agroecológico denominado Ancasti Orgánico. Se trata de alrededor de 7 familias que, radicadas, algunas de ellas, hace más de 13 años en la zona, se dedican a la producción de trigo orgánico para consumo personal, en tierras que los propios pobladores del lugar les ceden en comodato con el fin de que hagan producir dichas tierras. Con el excedente realizan trueque entre otros productores del lugar y de otras partes de la provincia, entre ellas, algunas familias del departamento Ambato con quienes intercambian por ejemplo harina de algarroba, miel y otros productos artesanales.

El trabajo constante y sostenido le otorga a la organización un respeto, una estima y una autoridad frente a los y las pobladores oriundos del lugar que ayudó mucho en la toma de conciencia respecto del peligro de la posible instalación de la industria minera en el lugar. Es que viven de la ganadería mayor y menor y la cuestión del agua es clave para poder mantener su estilo de vida y su fuente principal de sustento y reproducción material de la vida. Es allí en dónde la cuestión de la explotación del litio entra en conflicto directo con la población y surgen las preguntas más angustiantes: ¿será posible que convivan la minería de litio con las economías tradicionales?, ¿cuánta agua consume dicha explotación y de dónde será extraída?, ¿qué impacto tendrá en la flora, la fauna, el paisaje en general?, ¿todos podremos vivir de eso en caso de que nuestras economías tradicionales sean puestas en riesgo?

6. De la fiebre del oro a la fiebre del litio

Desde diversos sectores afines a los intereses de las transnacionales mineras, desde estamentos del poder estatal, desde los medios de comunicación hegemónicos9 e incluso, desde sectores académicos, se vienen sucediendo hace algunos años, discursos tendientes a instalar la idea de una nueva promesa de desarrollo de la mano de la minería de litio, en particular en esta zona del mundo. Debido a, principalmente, dos factores clave: el aumento progresivo de la demanda mundial de dicho mineral -con el consiguiente aumento de su precio internacional- y, correlativamente, las grandes reservas de litio que contienen los salares de Chile, Bolivia y Argentina.

Se acompañan a estas promesas de desarrollo de las comunidades locales -a través de la extracción y explotación del litio- lo que se considera nuevas variables discursivas que buscan hacer atractiva la oferta: la transición energética inexorable que se dará de la mano de las baterías de litio; la posibilidad de desarrollar la ciencia y técnica local para producir acá mismo dichas baterías; a las que se suman las ya tradicionales promesas de la mano de obra local que implicarán la radicación de los diversos emprendimientos en zonas “subdesarrolladas” de nuestro país, entre otras “bondades”.

Es muy potente el argumento de la transición energética y el rol clave que jugaría el litio en la misma para almacenar la energía producida por fuentes sustentables. Es contundente ya que el agotamiento de los combustibles fósiles aparece como un destino inexorable; es atractivo ya que se presenta como un cambio en la matriz energética, mucho más respetuosa del medio ambiente, y a la vez -en cierta forma- se presenta como novedoso, ya que tanto su explotación como su proceso de industrialización de alguna manera se llevan a cabo mediante métodos y procesos poco conocidos. Por lo que vale la pena detenerse en este punto, ya que muchos de estos argumentos se usan para intentar remarcar la (pretendida) diferencia entre la minería de litio y las explotaciones de megaminería a cielo abierto o el fracking.10

Por un lado, se sabe que el litio no es un mineral escaso. Está diseminado por todo el mundo, de diversas formas. Se subraya que la extracción de litio en salmuera es competitivamente más rentable que otro tipo de extracción y por ello las ventajas comparativas de explotarlo en el Triángulo del litio. Ello porque implica menores costos que otro tipo de explotación. Es decir, hay una lógica netamente economicista que es necesario analizar en profundidad. ¿Por qué estamos ante un método de extracción de más bajo costo? Sin dudas el bajo costo es debido no sólo a la técnica utilizada, sino, además (y quizás sobre todo), por la escasa resistencia social que implica una explotación que se da en zonas de clima árido o semiárido, con baja proporción de habitantes, en su mayoría comunidades rurales o indígenas, afectando “apenas” otras economías básicas o de subsistencia y, además, geográficamente en países periféricos. Esto pocas veces se explicita de esta manera, pero desde un punto de vista estrictamente técnico-económico forma parte del concepto de “costos”.

Por otro lado, aun cuando hipotéticamente se mantenga la demanda internacional de litio, aun cuando se sostengan sus precios internacionales, aún, incluso, alcanzando niveles de ciencia y técnica que permita lograr el sueño de completar toda la cadena “desde el mineral a la batería”, es necesario volver a una pregunta que, a nuestro entender, se encuentra en el fondo de la cuestión: ¿para qué y para quienes estará destinada esa energía? El litio por sí ¿puede saldar la cuestión de la inequidad energética?, ¿el litio y la tecnología que conlleva alcanza para evitar el colapso del ecosistema global? Pensamos que no, incluso este tipo de tecnología tendiente a “socorrer” la demanda energética -cada vez más voraz- de un sistema económico inviable como el actual, lo único que hace es agravar la crisis al seguir posponiendo el colapso hacia adelante. Se intentará reforzar este argumento en los siguientes apartados.

7. El mito del desarrollo

A pesar de lo que se acaba de decir, las bondades del litio y de su explotación abundan por todos lados. Medios especializados, periodistas de las principales agencias de noticias, órganos de difusión del propio Estado, todos al unísono repitiendo las “nuevas” (¿viejas?) promesas de “desarrollo” de la mano de la explotación de litio. Algunas no difieren de las promesas ya vertidas hace 20 años atrás, cuando llegaba el emprendimiento Minera La Alumbrera, uno de los emprendimientos de minería a cielo abierto más grandes de América. Ni siquiera quienes hoy repiten esas mismas promesas, se animan a afirmar que respecto de La Alumbrera se cumplieron. A lo sumo llegan a afirmar que el desarrollo prometido no llegó por la incompetencia y corrupción de los gobernantes de turno. Pero que ahora sí, que esta vez va en serio, y que nada de lo que pasó antes volverá a suceder ahora. Por el contrario:

el discurso rampante del desarrollo, que se anuncia con bombo y platillo en las altas cúpulas gubernamentales, tanto de la izquierda como de la derecha latinoamericana, se escucha como un ruido ensordecedor, de máquinas, de árboles que caen, de ríos que se agotan, de animales que lloran y de familias angustiadas. Se trata de un problema que tiene una historia detrás, por lo menos de más de quinientos años (Composto y Navarro, 2014, p. 13.)

Se pueden elegir algunos elementos que hacen pensar que la historia se va a repetir. En primer lugar, se tiene que tomar en cuenta como elemento de análisis insoslayable, que estos proyectos, indefectiblemente, simulan tener licencia social. En realidad, hay un oscurantismo tal que no difiere demasiado de proyectos anteriores. Es más, en el marco de las realidades locales, a ningún poblador/a se le consulta si este tipo de inversiones son las que desea o necesita para “desarrollarse” o “crecer”. O quizás, teniendo en cuenta que vive y produce hace tiempo allí, si vislumbra alguna otra forma de vivir mejor. Nada de esto sucede con los proyectos extractivos de litio en curso actualmente en territorio catamarqueño, incluso en los más promocionados: Proyecto Tres Quebradas en Fiambalá; Proyecto del Salar del Hombre Muerto en Antofagasta de la Sierra y Proyecto Ancasti en los departamentos del Alto y Ancasti. Esto se comprobó en la investigación territorial en Ancasti y en Antofagasta de la Sierra, pero también en el análisis de los informes de impacto ambiental y expedientes obrantes en minería de la provincia que en ninguna instancia de todo el proceso han convocado a audiencias públicas tal como lo establece la Ley general del ambiente 25675.

Es que la ideología del “progreso” (“desarrollo”, “crecimiento”) funciona necesariamente así: como imposición. ¿O no es esto lo que ocurrió otrora con la denominada Campaña del Desierto? ¿No fue el discurso del “progreso” y el “desarrollo” lo que justificó aquél genocidio contra nuestros pueblos originarios que aún no termina? Un mínimo relevo de los conflictos territoriales que enfrenta al Estado-Nación Colonial/Patriarcal/Occidental y a las empresas transnacionales con los pueblos originarios en la actualidad, a lo largo y ancho de todo el continente, nos da una idea que este genocidio aún no ha concluido. Desde los pueblos Siux que enfrentan al capital transnacional y al estado norteamericano oponiéndose a la construcción de un oleoducto -por atravesar territorio sagrado y poner en riesgo la fuente de agua de sus poblaciones11- hasta los pueblos del sur de Argentina que se oponen a la instalación de una central nuclear en Río Negro12, dan cuenta de la disputa entre un modelo de “desarrollo” que se opone a la vida y formas de vida ancestral que los pueblos no están dispuestos a abandonar a favor del saqueo y devastación de sus territorios.

En segundo lugar, estos discursos, aún "aggiornados" por la nueva narrativa del capitalismo verde o por la retórica desarrollista de algunos gobiernos progresistas/ nacionalistas, no pueden ocultar la colonialidad que los anima, y que muy bien describen los pensadores de la perspectiva decolonial:

Europa/Euro-norteamérica son pensadas como viviendo una etapa de desarrollo (cognitivo, tecnológico y social) más ‘avanzada’ que el resto del mundo, con lo cual surge la idea de superioridad de la forma de vida occidental sobre todas las demás. Así, Europa es el modelo a imitar y la meta desarrollista era (y sigue siendo) ‘alcanzarlos’. Esto se expresa en las dicotomías civilización/ barbarie, desarrollado/subdesarrollado, occidental/no-occidental, que marcaron categorialmente a buena parte de las ciencias sociales modernas.” (Castro Gómez y Grosfoguel, 2007, p. 15)

Esta crítica a la ideología del desarrollo no es nueva. Gudynas (2011, p. 21) nos recuerda que ya el economista brasileño Celso Furtado hace más de 30 años nos advertía sobre el mito del desarrollo en América Latina. Por su parte Escobar (2007) recuerda que fue Harry Truman quien, en su discurso de posesión como presidente de Estados Unidos del 20 de enero de 1949, introduce el concepto de “subdesarrollo” para así calificar la situación de los países periféricos, a quienes promete ayuda a través de programas para el desarrollo y combate de la pobreza, relacionando los conceptos de paz, prosperidad, democracia, desarrollo, conocimiento técnico y científico, para inaugurar así la llamada Doctrina Truman que prometía (y promete aún) que es posible para todas las naciones “alcanzar” los mismos niveles de “desarrollo” del denominado Primer Mundo.

Hoy sabemos que esto es, materialmente imposible, ya que los límites del metabolismo ecosistémico global señalan que la tierra no soportaría el hecho de que todas las naciones incrementen su producción y consumo a los niveles de las naciones autodenominadas “desarrolladas”. Esto es actualmente, una verdad irrefutable. Al decir de Acosta (2014):

el desarrollo, en tanto reedición de los estilos de vida de los países centrales, resulta irrepetible a nivel global. Dicho estilo de vida consumista y depredador está poniendo en riesgo el equilibrio ecológico global, y margina cada vez más masas de seres humanos de las (supuestas) ventajas del ansiado desarrollo. Inclusive en los países considerados como desarrollados, el crecimiento económico logrado se sigue concentrando aceleradamente en pocas manos y tampoco se traduce en una mejoría del bienestar de la gente (p.16)

8. La crisis energética. Críticas y aportes desde la mirada de Illich

Hay detrás del concepto de “crisis energética” una discusión que se encubre. Se habla de transición energética como un sino, un destino inevitable que tendremos que enfrentar y frente al cual “no nos queda otra”. Si fuera así, al menos queda preguntarnos acerca de si la supuesta respuesta más efectiva al agotamiento de las reservas de energía fósil es una sola. O si efectivamente es la mejor. En este caso el litio se presenta como la mejor, la más óptima.

Entre las soluciones que traería el litio, se promociona no sólo la cuestión de las baterías de teléfonos celulares, computadoras portátiles u otro tipo de instrumentos electrónicos. El objeto central con el cual se intenta convencer de las bondades de dicho mineral (y de su consiguiente explotación) es la fabricación de automóviles eléctricos que reemplazarían, en el mediano plazo, a los vehículos propulsados por combustibles fósiles. Hay detrás de ello, entonces, una reflexión acerca de la movilidad, el transporte, la velocidad, en las sociedades modernas, que no se aborda o, cuando se hace, no se profundiza. Es más, más bien pretende obviarse intencionalmente. Algunas de las premisas que sostienen como verdades a priori y que se encuentran de alguna manera incorporadas en el sentido común de las sociedades actuales, es por ejemplo: “más rápido es mejor”.

El texto de Illich (1974) “Energía y Equidad” hace un análisis pormenorizado de este tema. Vale la pena estudiarlo con detenimiento. Nos centraremos en sólo algunos de los argumentos que plantea el autor por considerar que ayudan a pensar mejor el núcleo de la presente cuestión. Recurrir a Illich para pensar qué hay detrás de la llamada “crisis energética” puede resultar útil para vislumbrar otras salidas a una crisis que consideramos que no es meramente energética sino civilizatoria. Illich (1974) sostenía:

Hay que desenmascarar la ‘crisis de la energía’. Se trata de un eufemismo que encubre una contradicción, indica una frustración, consagra una ilusión. Encubre la contradicción inherente al hecho de querer alcanzar, al mismo tiempo, un estado social basado sobre la noción de Equidad y un nivel cada vez más elevado de crecimiento industrial. Indica cuál es el grado de frustración actual provocado por el desarrollo industrial (§ 1 párr. 2).

El núcleo de la crítica de Illich es al propio corazón del sistema de producción el que ya en aquellos años se evidenciaba como insostenible. Hoy, a más de 50 años de aquellos escritos y siendo conscientes no sólo del productivismo frenético de mercancías y del incremento exponencial del consumo banal y como fin en sí mismo, sino, además, de conceptos y realidades tales como el de la obsolescencia programada13, no se puede más que reforzar lo que Illich afirmaba. En particular refiriéndose a las alternativas energéticas propuestas por la racionalidad tecnocrática:

Construir las propias centrales nucleares en los Andes incorpora a un país al Club de los Explotadores, mientras que la importación de coches o aviones solamente acentúa su dependencia. Al difundir en el mundo de los pobres el temor por la insuficiencia de energía para el ‘progreso’ hacia tales metas, los pobres aceptan la explicación que presentan los ricos sobre la crisis en el progreso y se ponen al mismo tiempo un handicap en la carrera del crecimiento a la cual se obligan (Illich, 1974, § 1, párr. 2 in fine).

Las afirmaciones son lapidarias y, además, sólidamente fundadas. Si bien, podría pretender insinuarse que estas afirmaciones avalarían las posturas nacionalistas que propugnan el desarrollo técnico-científico para la producción de las baterías de Ion Litio a nivel local, lo cierto es que no deja de reafirmar la necesidad de revisar el concepto de crisis, ver qué esconde detrás. Para ello Illich propone ir “más hondo” es decir, más allá del problema técnico y adentrarse en el problema político.

Illich sostiene que creer en la posibilidad de altos niveles de energía limpia como solución a todos los males representa un error de juicio político. Afirma que las personas industrializadas no ponen el menor límite al crecimiento en el consumo de energía y este crecimiento continúa con el único fin de proveer cada vez a más gente de más productos de una industria controlada cada vez por menos gente. Ante ello su tesis sostiene que no es posible alcanzar un estado social basado en la noción de equidad y simultáneamente aumentar la energía mecánica disponible, a no ser bajo la condición de que el consumo de energía por cabeza se mantenga dentro de ciertos límites (Illich, 1974, § 3)

Esta crítica al núcleo del “desarrollismo progresista” que ingenuamente abala esta “ilusión” es directamente aplicable a los argumentos que se reproducen en torno al litio y a la propuesta nacionalista de propiciar mayores niveles de incorporación de valor agregado al recurso. Nótese que este argumento es aplicable a cualquier otra industria de tipo extractiva.

Pero la crítica de Illich va más allá. Sostiene que una vez rebasado cierto límite en la producción de energía, inevitablemente las personas y los grupos de base tienen que abdicar progresivamente del control sobre su futuro y someterse siempre a una tecnocracia regida por la lógica de sus instrumentos. Afirma que la energía física, pasado cierto límite, se hace inevitablemente corrupta del ambiente social:

Aun si se lograra producir una energía no contaminante y producirla en cantidad, el uso masivo de energía siempre tendrá sobre el cuerpo social el mismo efecto que la intoxicación por una droga físicamente inofensiva, pero psíquicamente esclavizante (Illich, 1974, § 4)

Por más limpia que sea la energía generada, por más que se utilice tecnología no contaminante, el propio exceso de energía de un sistema voraz cuya demanda de energía parece no tener límites resulta contaminante. Contamina las relaciones sociales (políticas) ya que enajena la posibilidad de autogestión y regulación de su uso que termina quedando en manos de los expertos, de aquellas pocas manos de siempre. Esto genera en la actualidad la consabida especulación. Pero además esto destruye las posibilidades de pensar una profundización de la democracia, una real participación de todos y todas en las decisiones vitales que nos afectan. Esto es lo que se viene señalando hace tiempo desde los estudios de Ecología política latinoamericana: el extractivismo en todas sus formas degrada el ambiente como el tejido social. Por otro lado, no todas las sociedades tienen la misma demanda de energía. Por ello Illich afirma que:

existe en cada sociedad concreta un ‘nivel de energía de rendimiento mecánico’ dentro del cual puede funcionar de manera óptima un sistema político participatorio. El orden de magnitud en que se da este nivel de energía es independiente del instrumental tecnológico o de la eficiencia en la transformación de la energía misma (Illich, 1974, § 7)

Una misma tecnología que pretende presentarse como “buena”, “saludable”, “moderna”, “más eficiente” en cualquier tipo de sociedad, en cualquier parte del mundo, es lisa y llanamente una manipulación ideológica. No necesariamente toda tecnología conlleva bondades y virtudes a cualquier tipo de organización social. Incluso en un mismo país existen diversas formas de relación con el territorio, con la propia geografía, con la naturaleza. La introducción acrítica de una tecnología hegemónica y homogeneizante lo que genera, las más de las veces, es el abandono progresivo de técnicas y tecnologías autónomas, mejor y más adaptadas al medio (social, cultural, geográfico) del que se trata.

El problema de fondo es, entonces, la concepción de la naturaleza en el capitaloceno (Machado Aráoz, 2016) como “recurso”, es decir, una ontología de la naturaleza que las narrativas sobre las energías renovables y el desarrollo sustentable no logra superar. Por el contrario, la extracción de litio y su uso para la conservación de energía, asume como presupuesto la necesidad inexorable de seguir produciendo más computadoras portátiles, más automóviles, más teléfonos celulares, es decir, seguir alimentando un sistema productivista esencialmente insostenible, a costa de seguir socavando las fuentes materiales de sustento de la vida en el planeta. Al decir de Machado Aráoz (2016):

al ser un sistema autoexpansivo, que toma como finalidad un objeto abstracto (la acumulación de valor), desentendiéndose de la materialidad concreta del mundo de la vida, el capitalismo crea una Naturaleza donde la producción de “riqueza” está dialéctica e inexorablemente ligada a la depredación de las fuentes y medios de vida (p. 221)

Si coincidimos con este análisis, las alternativas no pueden ser meros parches o algunas correcciones marginales, sino que deben pasar por alternativas radicalmente distintas, que nos permitan vislumbrar nuevos horizontes civilizatorios. Horizontes que, aunque parezcan lejanos, ya están en curso entre nosotrxs. El desafío pasa por evidenciarlos y valorarlos como opciones reales de vida social.

9. A modo de cierre y de nuevas aperturas.

Unceta (2014) llama la atención sobre

el reduccionismo conceptual y metodológico que ha ido imponiéndose en ciertos ámbitos académicos, el cual ha dejado a los estudios sobre desarrollo huérfanos de algunas perspectivas de épocas anteriores y dotados de menos instrumentos para, paradójicamente, tener que afrontar el análisis de fenómenos mucho más complejos (p. 32).

De esta manera, se ha intentado recuperar algunas ideas ya elaboradas por el pensamiento crítico latinoamericano acerca de la cuestión del desarrollo, la denominada “crisis energética” y lo que ello implica para quienes pensamos que la crisis es sistémica y de la cual sólo es posible salir generando o recuperando otros paradigmas y/o modelos civilizatorios.

Se ha intentado vincular estas ideas en relación a la cuestión del litio porque se considera que quienes propugnan sus bondades y beneficios no terminan de caer en la cuenta de que la cuestión central pasa por un modelo productivo que seguirá demandando cantidades ingentes de energía sin fin. Porque el ánimo de lucro no tiene límites en este sistema-mundo capitalista, más bien crea las necesidades que requiere para su retroalimentación, no las satisface. Esto es evidente incluso en los llamados países desarrollados.

La experiencia de la asamblea de Ancasti y el proyecto Ancasti orgánico descrito es sólo un caso de las múltiples resistencias y alternativas de re-existencia que se vienen replicando a nivel local y en todo el planeta y que, muchas veces, se trata de procesos que buscan recuperar prácticas ancestrales de nuestros pueblos.

Ojalá esto sirva para crear conciencia de la situación crítica en la que estamos como humanidad, pero sobre todo para sostener la esperanza en la misma…a pesar de todo.

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Recibido: 30 de Diciembre de 2017; Aprobado: 18 de Enero de 2020

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