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Cuadernos del CILHA

versión On-line ISSN 1852-9615

Cuad. CILHA vol.15 no.1 Mendoza jun. 2014

 

RESEÑAS

Juan Gabriel Vásquez. Las reputaciones.
Buenos Aires: Alfaguara, 2013.

 

Clara María Parra Triana

Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, PUCV
Chile
cparratriana@hotmail.com

 

El joven narrador y ensayista colombiano Juan Gabriel Vásquez (1973) ha publicado Los amantes de todos los santos (2001), Los informantes (2004) y Joseph Conrad: El hombre de ninguna parte (2004), Historia secreta de Costaguana (2007), El arte de la distorsión (2009) y El ruido de las cosas al caer (2011). A pesar de su juventud, o gracias a ella, Vásquez ha logrado el reconocimiento internacional por su trabajo con la ficción y el ensayismo, mostrando una línea sólida de nueva narrativa colombiana, tan seria y coherente como la de Tomás González, Evelio Rosero o Antonio Ungar, grandes exponentes contemporáneos que evalúan críticamente la realidad desde la reflexión y la creación.

Su última novela, Las reputaciones (2013), es una narración que propone en pocas páginas, y en una primera lectura, la reflexión crítica del lugar que ocupan los voceros de la opinión pública. Si la leemos más en detalle, la novela no muestra como habría de esperarse y de manera predecible, una crítica política sino que es la formulación de un cuestionamiento en torno a nuestras figuras de autoridad, a nuestras figuras de autor, y cómo en las manos de estas se maneja la memoria íntima, más que la pública.

En sus tres partes distribuidas en algo más de 130 páginas, la novela narra, al estilo que Vásquez ya nos tiene acostumbrados "estilo sencillo, austero, pero de gran riqueza en la exploración de la condición humana", la historia de Javier Mallarino, caricaturista consagrado de uno de los periódicos de mayor tiraje y distribución nacional, quien experimenta la cima y el fondo de su vida gracias a su oficio.

En la primera parte se nos presenta a Mallarino, hombre solitario, celebrado pero de rostro anónimo e irreconocible, quien va a recibir un reconocimiento a su trayectoria en el Teatro Colón de Bogotá, lugar en el que se dan cita solo los personajes más aclamados e intachables de la pasarela nacional. El ritual de la consagración pone al caricaturista frente a su propia caricatura: la de su fama.

En la segunda parte, Mallarino recibe la visita sorpresiva de una mujer que desea entrevistarlo producto de su homenaje. Este la recibe, pero de lo que no es consciente es de que esta mujer en realidad busca revolver en el pasado de Mallarino y el propio, marcando de manera irreversible lo que sería un momento de gloria.

En la tercera y última parte, el intento de salir del nudo gordiano en el que le ha puesto la visita intempestiva llevará a Mallarino a reconsiderar su oficio, a evaluar los alcances de sus impulsos y a clausurar todo contacto con lo único que hizo a lo largo de su vida: hacer caricaturas y publicarlas.

En la urdimbre de la narración aparecen algunas temáticas y problemáticas sobre las que vale la pena reparar: el papel de la memoria (su fabricación y perversión), la función social de la opinión pública como dispositivo de poder creativo y al mismo tiempo corrosivo, el lugar marginal del intelectual contemporáneo, la violencia silenciosa y silenciada, y la doble moral con la que se juega en las labores cotidianas para salvar el día y poder continuar al siguiente.

Dentro de todas las lecturas posibles que podrían realizarse sobre esta novela, me voy a permitir trazar unas líneas sobre la representación y autorrepresentación del intelectual contemporáneo presentes en la novela de Vásquez. La inteligente elección que realiza el escritor colombiano al refractar su apuesta estética en un caricaturista conjuga la paradoja que sufre el intelectual contemporáneo. Si por una parte quiere profesionalizarse, especializarse y vivir de su oficio, tiene que sucumbir a vender su trabajo, a funcionar como asalariado y a soportar la censura como parte de su labor cotidiana. Si logra gozar, como le ocurre a Mallarino de toda una vida de trabajo -de una trayectoria" hasta jubilar gloriosamente, corre el riesgo de que su obra sea expuesta y reproducida como objeto de museo o como patrimonio sin memoria. Y, si logra sobrevivir y superar el trauma de su venta, entonces tiene que enfrentar las consecuencias que su oficio  o su "independencia", le deja a las vidas de los otros.

Porque ser un portavoz tiene sus consecuencias y su precio, Mallarino no puede escapar, ni siquiera en la cima de su carrera a la explosión moral de un trabajo "sin a propósito". Si la caricatura es humorismo también es sorna; es una forma de decir sugiriendo y al sugerir confronta a los implicados con los hechos o con las opiniones sin que haya un rostro al cual responsabilizar directamente. La caricatura es una forma de disimulo que permite expresar y que fabrica opinión. El poder del caricaturista, el poder de Mallarino, era tener en sus manos la reputación de los otros, pero sobre todo, manejar la propia; sin esta su voz perdería toda autoridad y toda capacidad de influencia.

Esta nueva novela de Vásquez, contada con sencillez, austeridad y, sobre todo, con la franqueza de un novelista que no evade la realidad sino que opta por realizar un encuadre particular desde un ángulo más irónico que afirmativo, nos recuerda que en las figuras de los intelectuales sin rostro se puede evaluar la conducta de una sociedad y la crisis de sus valores así como la pobreza de sus esperanzas.

 

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