RESEÑAS

Lalo, Eduardo. Simone.
1 Ed. Colección Archipiélago Caribe. N° 1. Buenos Aires: Corregidor, 2011. 208 p.

Pablo Doti

Universidad Nacional de Cuyo, Argentina
dotipablo@hotmail.com

Archipiélago Caribe es una colección que busca poner al alcance del gran público textos representativos de la literatura caribeña. La novela que inaugura la serie es Simone de Eduardo Lalo.

No es azarosa la elección del texto, Simone obtuvo el prestigioso premio internacional de novela Rómulo Gallegos en 2013. Además es un libro que caracteriza muy bien la heterogeneidad propia de la literatura caribeña.

Simone aborda el tema de la búsqueda y avanza a diversos subtemas que divergen por aristas como los modos en que se construye la pertenencia a una cultura, la constante necesidad de construirse a partir de las relaciones que caracteriza a los seres humanos, la escritura como herramienta de comunicación e introspección o el arte como un vehículo para transitar la vida: "Escribir porque te gusta, porque no sabes hacer otra cosa, porque no eres capaz de vengarte de otra manera" (69), "… el arte era la consolación de los que aguardaban su derrota" (74); son frases que definen el espíritu del libro.

El arte ocupa un rol fundamental en el texto porque es la herramienta que los personajes utilizan para transitar la vida. Tanta es su importancia que es mediante la creación artística que los personajes logran establecer un puente y estrechar una relación que, sin embargo, está condenada desde su gestación. No porque ellos particularmente no puedan construirla sino porque el ser humano no puede: "Las parejas se niegan a verlo, pero toda historia de amor tiene final" (157). Los personajes son lúcidos que entienden la vida al modo en que Fitzgerald expone en su ensayo "El Crack Up": como un proceso de demolición. Sombras que buscan encontrarse en esa ciudad ansiosa y urbana que es San Juan.

Lalo también aborda el mundo académico y cultural de San Juan. Denuncia el snobismo y la truhanería que, por otro lado, no es ajena a los ámbitos académicos de ningún lugar. Dice el narrador de sus colegas docentes universitarios: "El profesorado establecido e indolente, de obra breve y dudosa, propenso ya a ataques de gota, paranoia intelectual y calores menopáusicos" (171).

El trabajo de representación de la ciudad también es muy interesante porque hay un deliberado y consciente esfuerzo por mostrar un espacio ajeno al imaginario que la concibe como un lugar tranquilo y despreocupado. Lalo devela en Simone otro perfil de San Juan. De ahí la construcción de la narración como si fuera un diario de notas – hecho que no se ve en la estructura sino que se explicita en el texto – que un narrador en primera persona va escribiendo: "Escribir fragmentos, escribir notas en una libreta al vuelo de los días, es lo que más se acerca a una escritura que no sabe que miente" (58). 

Mención aparte merece la cuidada y depurada prosa de Lalo, reflejo de una escritura trabajada hasta el detalle que, justamente por eso, aborda escena de lo más cotidiano como un paseo por la ciudad, hasta lo más íntimo como un encuentro sexual de forma bella y sensible, sin caer en vulgaridades o lugares comunes.

Simone, es de algún modo, un texto fragmentario que navegando entre el ensayo y la novela va confeccionando un espacio para que el autor reflexione sobre los temas antes apuntados.