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Mora (Buenos Aires)

versión On-line ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.27 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2021

 

Reseñas

Correspondencia. Victoria Ocampo/ Virginia Woolf. Manuela Barral (compilación y prólogo) (2020). Buenos Aires: Rara Avis, 155 pp.

Laura A. Arnés1 

1IIEGE UBA

Aunque se escribió mucho sobre Sur, sobre la revista, sobre la editorial y también sobre su directora, Victoria Ocampo, no se suele decir que las políticas de traducción y de publicación que llevaron adelante dieron cuerpo a una serie que, en una zona no menor, se evidencia sexual y genéricamente disidente. Por otro lado, aunque VO se comprometió críticamente con una gran cantidad de temas que hoy resultan centrales en en la escena pública argentina (maternidad, sexo, aborto, lesbianismo, opresión de clase y género), también tendió a ser borrada, tanto de la historia de la literatura como de la historia del activismo, su inscripción fuertemente feminista: “El grupo de mujeres de que yo formaba parte no creyó nunca que el fanatismo era un virtud. (...) la causa que defendíamos no era la de un hombre político, ni la de un partido político, cualquiera que fuese: era pura y exclusivamente la de los derechos de las mujeres”, relataba ella misma en el número “La mujer” (1971) de la revista.

En este sentido, revisitar la producción de Ocampo con una perspectiva de género permite darle espesor y politizar un archivo que fue o que es, indudablemente, feminista y disidente; que está atravesado por voces de mujeres pero también por sus cuerpos y sus contactos. Con esto en consideración, el volumen aquí reseñado adquiere un gran valor al recuperar la correspondencia, hasta ahora no traducida al castellano, entre Victoria Ocampo y Virginia Woolf, personaje fundamental para la historia feminista, en general, y para los estudios literarios feministas, en particular.

En 1929, Victoria Ocampo lee por primera vez a Virginia Woolf. Sylvia Beach, lesbiana y feminista, primera editora del Ulises (Joyce, 1922) y dueña de la librería Shakespear and Co. (centro de la cultura anglo-americana en París) le habia recomendado la lectura de Un cuarto propio (1929) con estas palabras: “Estoy segura de que con este libro sueña usted”. Efectivamente, Victoria no sólo soñaba con este texto sin saberlo, sino que a partir de ese momento la escritora inglesa se configurará en el sistema literario de Ocampo como modelo o predecesora pero también como proyección, como potencia: “Si hay alguien en el mundo que puede darme valor y esperanza, es usted. Por el simple hecho de ser lo que usted es y de pensar como usted piensa.” (41), le confesaba, afectuosamente, en una carta.

En Virginia Woolf y su diario, pequeño ensayo incluido en el volumen que estoy reseñando, y escrito en ocasión de la publicación póstuma de los diarios de la inglesa, VO refiere haber recibido veinticinco cartas de la escritora entre 1934 y 1940. Manuela Barral, compiladora de esta Correspondencia, logró recuperar veintitres (tres de ellas incluidas en versión facsímil y todas anotadas). De Ocampo a Woolf solo restan tres cartas (y una versión corregida de las mismas). Tal vez sea cierto que Victoria, en herencia kafkiana (pero manteniéndose a cargo de la tarea) quemó muchos de sus papeles, pero como bien señala Barral, estas cartas que restan son imprescindibles porque exceden su valor epistolar: en ellas VO asienta su perspectiva crítica.

El contacto con Woolf marca un viraje en el pensamiento y en la escritura de Ocampo. A partir de aquella primera lectura, de su atracción por “el cuarto propio”, sus especulaciones en torno a la acción feminista y a la necesidad de una escritura “de mujer” estará impregnada por la voz de la inglesa. Así, en una famosa conferencia titulada “La mujer y su expresión” (1936) , antecedente de lo que hoy llamamos teoría literaria feminista, Ocampo explicaba: "EI monólogo del hombre no me alivia ni de mis sufrimientos ni de mis pensamientos. ¿Por qué resignarse a repetirlo? Tengo otra cosa que expresar. Otros sentimientos, otros dolores han destrozado mi vida, otras alegrías la han iluminado desde hace siglos" .

Como se sabe, gran parte de la obra de Woolf se sostiene sobre la reflexión acerca de la posibilidad del lenguaje para proponer otros modos de relaciones entre mujeres; acerca de las formas en que lenguaje, género y políticas culturales siempre se cruzan; acerca de la posibilidad de encontrar una escritura diferencial. Ocampo retoma estas cuestiones: si la literatura y la vida se producen en las convenciones imaginarias y si las formas de las relaciones sociales están pautadas por fórmulas retóricas, es factible desviarlas. Su actividad feminista como organizadora de la Unión de Mujeres Argentinas, sus audaces cuestionamientos a los ordenamientos que el género sexual exigía (y que a pesar de ser criticados fueron cristalizando como señas de su personalidad) y su decisión de inscribir su escritura en el género autobiográfico son solo algunos de los datos que deben entenderse como parte de un proyecto político, ético y literario. Pero además, Ocampo ensaya también, con mayor o menor éxito, posibilidades para la aparición de afectividades diferenciales entre mujeres. Y esto que se puede percibir en su producción crítica y ficcional, se confirma en su epistolario.

En 1934, el encuentro entre Virgina y Victoria se produce tete-a-tete. Virginia dejó registro en su diario y en la correspondencia que mantenía con quien habría sido su amante Vita Sackville-West (13). Victoria, en cambio, volverá una y otra vez al relato de esas primeras miradas entre mujeres, dandole forma a un mito de origen: “Les contaré cómo vi ese rostro por primera vez (…). De pronto oí su nombre y el mío pronunciados por un amigo, y al volver la cabeza hacia esa voz, el rostro maravilloso ya estaba vuelto hacia el mío”, escribió en su ensayo “Virginia Woolf, Orlando y Cia. (1937). Ese rostro maravilloso, extraordinario y admirable, moverá el deseo de Ocampo, su escritura.

Los textos de VO volverán, una y otra vez, a ese momento mítico; nombrarán a esa figura que le provoca admiración y arrobamiento, por no decir pasión. Así, el encuentro entre VO y VW, esa instancia que cambia el destino de la escritura y, probablemente también, de la vida de la primera, se configura -en la producción de Ocampo- como escena originaria y se reiterará, con modificaciones, a lo largo de los años hasta, por lo menos, 1975, cuando vuelve a ser retomada en el artículo “Reencuentro con Virginia Woolf”. En este sentido la reunión de estas dos mujeres puede considerarse piedra angular; instancia en la que para Ocampo se produce y actualiza la invención de un pasado social y literario donde poder evocarse erótica, literaria y políticamente. En el vínculo afectivo entre estas dos mujeres se consolida, para la escritora argentina, una identidad autónoma sostenida sobre el deseo y sobre una forma diferencial del conocimiento. El contacto con el otro cuerpo y con la otra letra genera nuevas figuras y fantasías y da lugar a algo que podría ser definido como una política y una ética literaria de la pasión o, por qué no, del amor:

“Cuando usted habló ayer de K. Mansfield y yo dije que no se la debía comparar con usted (o con otros que conozco) es porque aunque yo pueda ver perfectamente el encanto que tienen, significan muy poco para mí. No me gusta comer y no alimentarme. Soy una persona muy voraz. Y creo que el hambre lo es todo. No me averguenzo de estar hambrienta. No cree usted que el amor es nuestra hambre de amar? (…) ¡Dios! Cuántas cosas tendría para decirle y preguntarle (...). Si algún día quiere cenar o almorzar con su marido aquí, yo estaría encantada. Pero si eso la fastidia, no se hable más. Prefiero conversar con usted al lado del fuego (…)”. (30-31)

Pero la importancia de los cruces entre VO y VW no queda en lo esbozado en las lineas anteriores. Sus cartas dan cuenta de que estas dos mujeres que habitaban en continentes diferentes son parte de una red afectiva y literaria más amplia. Hay comentarios sobre conocidos en común y sobre visitas pero además, entre ellas se producen intercambios de libros, recomendaciones de lecturas, comentarios sobre conferencias y sugerencias de publicación. Asi es que también, a través de VW, Ocampo entra en contacto con Vita, a quien además traducirán y publicarán en Sur, alimentando esa serie literaria que, insisto, disputaba el campo intelectual y sus valores.

En 1934, Virginia Woolf le escribía a Ocampo:

“Espero que continue con Dante, y luego con Victoria Okampo. Hasta ahora muy pocas mujeres han escrito autobiografías veraces. Es mi forma favorita de lectura (…). Cuando me encontré con usted me figuré una Sudamérica destartalada, ¿pero qué hace una en Paris de 10 a 4? ¿Con quién se encuentra? ¿Y por donde pasea? Y.... pero no puedo hacer todas las preguntas que quiero que me responda (…). Todavía sueño con su América. Espero que escriba un libro entero de crítica y que, si encuentra el tiempo, me envíe de vez en cuano una carta.” (47).

Como nota Irene Chikiar Bauer en su tesis de maestría (2014), al año siguiente Ocampo -continuando el diálogo a la distancia- publica su primer libro de críticas o, dicho de otro modo, el primer tomo de Testimonios y lo comienza con una “Carta a Virginia Woolf” donde afirma, retornando a las ideas de la carta citada en párrafos anteriores: “todos los artículos reunidos (…) son una serie de testimonios de mi hambre.”

El punto es que este volumen resulta una prueba de que, tanto antes como ahora, la comunidad femenina y los intercambios de diversa índole que en ella se activan resultan fundamentales para habilitar otras formas del decir y del conocer. La admiración recíproca, el intercambio de regalos (las mariposas, los libros y flores que Ocampo le mandaba), incluso algún desencuentro (como el famoso caso de la foto sacada por Gisele Freund) dejan su huella en estos textos; las consideraciones en torno a la belleza y el saber se superponen y la sorpresa, esa emoción que instala el desorden, una y otra vez aparece como condición del conocimiento femenino o, mejor dicho, feminista. En este intercambio epistolar y en el ensayo que lo acompaña sin lugar a dudas pueden rastrearse, también, indicios que permiten repensar las apuestas literarias y los criterios estéticos que promovió la directora de la revista Sur y que, según la crítica hegemónica, nunca fueron explicitados.

Libro

Correspondencia. Victoria Ocampo/ Virginia Woolf. Manuela Barral (compilación y prólogo) (2020). Buenos Aires: Rara Avis, 155 pp. [ Links ]

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