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Mora (Buenos Aires)

versión On-line ISSN 1853-001X

Mora (B. Aires) vol.29 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2023

http://dx.doi.org/10.34096/mora.n29.1.12709 

Dossier

Nadie puede y nadie quiere vivir sin amor: disputas de sentidos en torno a la configuración de relaciones sexo-afectivas en relatos de gateros y amorlibrenses

Nobody can and nobody wants to live without love: meaning disputes around the configuration of sexual-affective relationships in stories of gateros y amorlibrenses

Estefanía Martynowskyj1 

Constanza María Ferrario2 

1 Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Ciencias Antropológicas/ Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina. estefania_mdp@hotmail.com

2 Universidad Nacional de Mar del Plata/Universidad Nacional de San Martín/ Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina ferrario.constanza@gmail.com

Resumen

La expansión de los feminismos en 2015 ha intensificado una serie de debates en torno a las relaciones de género, las formas de organización de la vida íntima, la regulación de la sexualidad y la masculinidad. La crisis del orden romántico señalada por varias/os investigadoras/es, se ha vuelto objeto de tematización para un arco heterogéneo de actores/as, en diversas arenas. En este trabajo analizamos las disputas de sentidos sobre ciertas normas que regulan las relaciones sexo-afectivas entre varones y mujeres, a partir del análisis cualitativo de los discursos producidos por un grupo de personas que tienen vínculos de no monogamia consensuada y adhieren a los ideales del amor libre y otro de varones que pagan por sexo y se reconocen como gateros. Estos grupos, que parecieran ubicarse en polos opuestos, tensionan de diferentes maneras el modelo hegemónico de pareja. A partir de una serie de entrevistas en profundidad a integrantes de un grupo de amor libre en una ciudad bonaerense y de una etnografía virtual en un foro argentino de intercambio de experiencias de sexo comercial, analizamos los sentidos que los/as actores/as producen sobre nociones como las de monoga-mia/poliamor, fidelidad/infidelidad, comercio/afecto-amor, igualdad/asimetría.

Palabras clave: amorlibrenses; gateros; orden romántico; (in)fidelidad; masculinidad

Abstract

The massification of feminisms since 2015 has intensified a series of debates around gender relations, the forms of organization of intimate life, the regulation of sexuality and masculinity. The crisis of the romantic order pointed out by various researchers, has become an object of theming for a heterogeneous arc of actors, in various arenas. In this work we analyze the disputes of meanings about certain norms that regulate sex-affective relationships between men and women, based on the qualitative analysis of the discourses produced by a group of people who practices consensual non-monogamy and adhere to the ideals of free love and another of men who they pay for sex and are recognized as gateros. These groups, which seem to be located at opposite poles, stress the hegemonic model of the couple in different ways. Based on a series of in-depth interviews with members of a free love group in a Buenos Aires city and a virtual ethnography in an Argentine forum for the exchange of commercial sex experiences, we analyze the meanings that the actors produce on notions such as those of monogamy/polyamory, fidelity/infidelity, commerce/ affection-love, equality/asymmetry.

Keywords: amorlibrenses; gateros; romantic order; (in)fidelity; masculinity

Introducción

A partir de 1960 en la Argentina, se comenzaron a evidenciar transformaciones en las formas de experimentar la vida íntima, que principalmente tuvieron como protagonista a la población de sectores medios y urbanos. Así, se amplió la aceptación social de las relaciones sexuales prematrimoniales y la experimentación sexual de las mujeres; aparecieron nuevos estilos en las relaciones de pareja orientados a la búsqueda de igualdad sexual y afectiva; las uniones consensuales se volvieron alternativas frente al matrimonio y las separaciones empezaron a perder su condición vergonzante. Varias autoras engloban estos fenómenos -junto con la disminución del número de nacimientos, el aumento de las familias ensambladas y la monoparentalidad- dentro de lo que se caracteriza como segunda transición demográfica (Palumbo, 2019). Asimismo, se comenzó a valorar la realización personal y profesional de las mujeres, de la mano de su incorporación al sistema educativo secundario y universitario; de la progresiva incorporación al mercado de trabajo de mujeres de sectores medios principalmente casadas, separadas y viudas; y de la legitimidad ganada por valores provenientes del feminismo (Wainerman y Geldstein, 1994). Estas transformaciones hicieron que también se abriera un espacio para la reformulación de la identidad masculina, puntualmente de la “masculinidad doméstica", al entrar en crisis el modelo de varón proveedor y jefe de familia con autoridad sobre su esposa (Cosse, 2008). Sin embargo, esta revolución sexual fue discreta, dado que no se modificaron radicalmente las relaciones de género ni se establecieron principios basados en una nueva moral sexual pluralista (Cosse, 2010). Tampoco se transformaron por completo los vínculos de pareja, pues el matrimonio siguió siendo la opción más elegida y la estabilidad continuó operando como una necesidad al interior de los vínculos amorosos. A su vez, si bien el sexo se separó del matrimonio, continuó siendo una expresión de amor y responsabilidad, principalmente para las mujeres (ibídem). Fue recién en la década de 1980, con el retorno de la democracia, cuando ocurrió un verdadero destape, que transformó las formas de entender y experimentar la sexualidad (Milanesio, 2021).

Aunque también este período “aperturista" se vio limitado por el despliegue de estrategias que buscaban mesurar el “destape" (Manzano, 2019) y que continuaron con prácticas de censura y persecución, como por ejemplo aquellas desplegadas sobre las sociabilidades eróticas y afectivas no heteronormativas (Insausti, 2015).

Los cambios experimentados a partir de la “revolución sexual" de la década de 1960 y del “destape" de la de 1980 responden a procesos más amplios referidos a las transformaciones en la sexualidad y la afectividad que estaban desarrollándose en el norte global, aunque en el escenario latinoamericano adquirieron especificidades. En el contexto de los países occidentales del norte global, Giddens (1998) ha caracterizado algunas de estas transformaciones como desplazamientos desde el amor romántico, en tanto vinculación sentimental recíproca entre una pareja heterosexual y exclusiva, que se consumaba en el matrimonio; a lo que llama amor confluente. Este, que se aproxima al prototipo de relación pura, es contingente, activo y está reñido con la temporalidad del “para siempre". Es un contrato vincular abierto a la negociación al interior de la pareja, presupone la comunicación libre y la igualdad emocional y no es necesariamente monógamo ni heterosexual. Asimismo, la sexualidad alejada del mandato reproductivo se convirtió en una dimensión relevante del bienestar personal, que debe practicarse entre iguales y producir satisfacción, y de la cual los individuos son responsables (Carrara, 2015).

Al mismo tiempo, en la Argentina, la expansión de los feminismos en 2015 y la amplificación de sus lenguajes y demandas, han ayudado a difundir nuevos modelos de pareja y sentidos sobre la sexualidad. Algunos se han vuelto no solo legítimos, sino deseables, y han producido transformaciones subjetivas, en el deseo y en los guiones sexuales. Esto ocurre en un contexto donde las normas sexuadas y sexuales no son incorporadas de manera inconsciente e involuntaria -como supone el concepto de habitus- sino que, los sujetos que las encarnan, tienen conciencia de que esas normas son objeto de debate, disputa y controversia en el espacio público, por lo que disponen de una conciencia parcial y mediatizada de las mismas (Fassin, 2013). Así, han surgido nuevas feminidades dando lugar a un tiempo de chicas (Elizalde, 2015) en el cual las jóvenes ampliaron sus márgenes de autodeterminación y libertad sexual y de género. Esto ha ocurrido en buena medida a través de la cultura del consumo, que vehi-culiza valores centrales del yo moderno (Illouz, 2014), lo cual convierte a la liberación sexual femenina, simultáneamente en un mandato y en un espacio de empoderamiento (Felitti y Elizalde, 2015). Los varones, por su parte, han tenido que enfrentarse a demandas de gestión de la intimidad y expresión de afectividad. Y han visto interpeladas sus masculinidades en relación a los malestares, desigualdades y violencias sexuales que producen (Jones y Blanco, 2021).

A la par de estas transformaciones, se ha venido produciendo un proceso de creciente politización de lo cotidiano, en donde aspectos vinculados al género, la afectividad y la sexualidad -como las denuncias por violencia de género, acoso y/o abuso; los reclamos por una mayor igualdad en la distribución de tareas domésticas y de cuidado; los cuestionamientos a la exclusividad sexual y afectiva; las críticas a la posesión y los celos en los vínculos de pareja; o las reflexiones en torno a la responsabilidad afectivat y el consentimiento, entre muchas otros- se han convertido en una causa militante en espacios activistas (Blanco, 2016), como así también en una demanda en los vínculos interpersonales (Palumbo, 2019). Así, en distintas áreas urbanas de la Argentina, se conformó una serie de colectivos que reflexionan y difunden nuevas configuraciones relaciónales. A su vez, estas transformaciones se han vuelto objeto de tematización para un arco heterogéneo de actores y han producido -sobre todo en los varones-reacciones que incluyen la adhesión a las nuevas normas, la oposición masculinista o el desconcierto (Jones y Blanco, 2021). Así, estas demandas sexuales y afectivas han sido discutidas tanto en espacios que se articulan en torno a la construcción de nuevos modelos de amor, como en otros que, a priori, parecerían reproducir una ideología de género tradicional.

En este trabajo analizamos las disputas de sentidos sobre ciertas normas que regulan las relaciones sexo-afectivas entre varones y mujeres, a partir del análisis de los discursos producidos por un grupo de personas que tienen vínculos de no monogamia consensuada y adhieren a los ideales del amor libre y otro de varones que pagan por sexo y se reconocen como gateros. Estos grupos, que parecieran ubicarse en polos opuestos, encuentran un punto en común dado que ambos tensionan, aunque de diferentes maneras, el modelo hegemónico de pareja. Los primeros intentan poner en cuestión la monogamia y el ideal del amor romántico. Mientras que los segundos, si bien en muchos casos reproducen valores de género tradicionales en otros los ponen en cuestión al poner en duda la doble moral sexual y tejer relaciones de sexo comercial que escapan de los estereotipos asociados a la prostitución como un intercambio sin implicación emocional.

En 2018 y 2019 realizamos una serie de entrevistas no directivas y en profundidad a miembros de un grupo que defiende y difunde configuraciones relacionales no monógamas, inspiradas en los ideales del amor libre y que se identifican como amorlibrenses. Al momento del trabajo de campo, este grupo que se había conformado a principios de 2018, estaba compuesto por alrededor de 30 personas que se turnaban para organizar periódicamente encuentros de debate abiertos al público. Dichos encuentros duraban entre dos y tres horas y se caracterizaban por ser moderados y guiados por una o dos personas del grupo (diferentes en cada ocasión), que se encargaban de buscar material y poner en discusión una temática específica que a los moderadores designados les resultara relevante o bien que se hubiera elegido colectivamente en la reunión previa. En estos encuentros, que en algunos casos requirieron de lecturas o búsquedas bibliográficas previas, se pusieron en discusión aspectos como la “responsabilidad afectiva", la “gestión de los celos", el “cooperativismo en los vínculos", la “fidelidad", los “mitos del amor romántico", entre otros. El grupo estaba integrado por varones y mujeres, de entre 18 y 40 años, con distintas orientaciones sexuales y que se encontraban en diversas situaciones afectivas y/o amorosas (solteros, con un único vínculo sexo-afectivo, en un vínculo poliamoroso, en una relación abierta, etc.). La mayoría contaba con estudios terciarios y universitarios finalizados, en curso o inconclusos y si bien sus actividades laborales eran diversas, pertenecían a sectores medios y urbanos. Las entrevistas, que fueron acompañadas por instancias de observación en los encuentros colectivos de debate mencionados con anterioridad, permitieron ahondar en profundidad en sus representaciones sobre el amor, la sexualidad y la afectividad. Para la realización de este escrito recuperamos 8 entrevistas en profundidad y notas de campo de 5 de los encuentros a los que se asistió. Por otra parte, realizamos una exploración etnográfica digital (Di Prospero y Daza Prado, 2019) en un foro de varones que pagan por sexo. Este tipo de foros constituyen espacios online de sociabilidad masculina, que reúnen a varones que pagan por sexo y algunas trabajadoras sexuales. Aunque la mayoría de las conversaciones (hilos) se desarrollan en torno a experiencias de sexo pago (“XP") que los usuarios comparten, o a los consejos que piden los novatos, también se producen conversaciones sobre “temas generales" donde se discuten cuestiones tan variadas como el amor, la salud sexual, la violencia de género y el feminismo (Morcillo etal., 2021). El foro que analizamos es uno de los más numerosos de la Argentina. Funciona desde 2004 y nuclea a cerca de doscientos mil usuarios. Para este trabajo realizamos búsquedas a partir de los términos clave “amor", “monogamia", “fidelidad", “infidelidad", “poliamor" y “amor libre", y seleccionamos 15 hilos que tuvieron lugar entre 2015 y 2019.

Sexo y amor: entre los intentos de separación y la construcción de jerarquíasEn la Argentina, la entrada en vigencia del nuevo Código Civil y Comercial de la Nación en 2015 modificó los deberes conyugales y eliminó las causales de divorcio. Mientras el viejo Código de Vélez Sarsfield (1869) establecía el deber de fidelidad y su infracción como causal de divorcio, en el Código actual dicho deber ya no constituye una obligación jurídica, por lo cual prevalece, en las relaciones monogámicas, como deber moral. Esta modificación, ha puesto de relieve que la doble moral sexual que habilitaba a los varones a mantener relaciones extramatrimoniales, apelando a la idea de un instinto sexual irrefrenable, mientras censuraba a las mujeres que lo hicieran, está siendo particularmente cuestionada. Pues pareciera que la libertad, la simetría y la autonomía, que son los valores estructurantes de la sexualidad moderna (Illouz, 2012), alcanzan con más ímpetu a las mujeres. Además, la centralidad que ha adquirido la sexualidad en el debate público y su caracterización como un campo de relaciones de poder -cuando no directamente como un espacio de dominación masculina-, ha producido una proliferación de cuestionamientos a diversas prácticas sexuales masculinas que (re)producirían la violencia de género. Pagar por sexo es una de las que se consideran problemáticas, presentándose en algunos casos como ilegítima. Sin embargo, la idea de la prostitución como un intercambio distante emocionalmente y regido únicamente por lógicas mercantiles, o directamente como una de las formas extremas de violencia de género y un acto de dominación masculina (Pateman, 1988), obtura la comprensión de expresiones de afecto y relaciones amorosas entre “clientes" y mujeres que hacen sexo comercial, que son más frecuentes de lo que se piensa (Morcillo, 2021). Asimismo, su representación como una experiencia que no sería en absoluto problemática para los varones, oculta las prácticas de reflexividad -más o menos profundas- que se abren en los intercambios entre gateros, donde el amor ocupa un lugar relevante en la conversación6 y la monogamia, las relaciones abiertas, los celos y la infidelidad son temas de debate frecuente.

Algunos usuarios del foro de gateros relativizan la dimensión moral de la norma monógama, al presentarla como una forma de organización social que permite que “no sea todo un descontrol y vivamos más civilizadamente" (Usuario 1, Hilo “¿Se puede ser infiel y seguir queriendo a tu pareja?") o como “una cuestión de organización para tener bien estructurada una familia" (Usuario 2, Hilo “Relaciones Abiertas: 11 Tips para Hacer que Funcionen"). Estas ideas se radicalizan cuando algunos afirman que este modelo relacional responde principalmente a los intereses del capitalismo: “Los sentidos de propiedad privada en una relación son propios del capitalismo, donde todo se puede adquirir, todo tiene dueño" (Usuario 3, Hilo “¿Se puede ser infiel y seguir queriendo a tu pareja?"). Otros gateros manifiestan su rechazo a la monogamia caracterizándola en contraposición a las relaciones que tienen lugar en el mercado sexual:

Siempre consideré a la prostitución como una relación abierta, no monógama, de tiempo determinado, anónima o sin obligación de conocer identidad, con compromiso de sostenimiento temporario, sin compromiso de reencuentro pero feliz si lo hay. Para mí es la “relación abierta por excelencia”. La discreción es su cualidad inherente y el respeto mutuo base de buenas xp para el hombre y buena clientela para la mujer (Usuario 4, Hilo “Relaciones Abiertas: 11 Tips para Hacer que Funcionen”).

Las reflexiones de estos usuarios, ya sea para restarle importancia moral a la norma monogámica, como para oponérsele a partir de la crítica de los sentidos de “propiedad" y compromisos duraderos que la exclusividad sexual conlleva, no apelan a ideas tradicionales sobre el género asentadas en la doble moral sexual, sino que se expresan en el lenguaje del manejo emocional. En un contexto capitalista que desestabiliza los vínculos sexo-afectivos y produce un enfriamiento emocional, estas nuevas estrategias emocionales limitan los vínculos afectivos y le quitan protagonismo al compromiso, para otorgárselo al crecimiento personal y la autonomía, en el marco de relaciones amorosas que se pretenden igualitarias (Hochschild, 2008). Si bien no se podría caracterizar a las relaciones de sexo comercial como relaciones igualitarias, entre otras cosas debido al carácter generizado del sentido del intercambio económico-sexual (Tabet, 2012), algunas investigaciones han mostrado que los guiones sexuales, los procesos de compromiso sexual y deseos emocionales, satisfacción y vulnerabilidades son similares entre hombres en relaciones sexuales convencionales y comerciales (Sanders, 2008). Lo característico de este tipo de vínculos es que el dinero permite producir una intimidad con límites precisos y pautados (Bernstein, 2007), y diferenciarlos de otros donde se requiere de procesos de negociación permanentes.

En el caso de las personas que adhieren a los ideales del amor libre, la monogamia suele ser asociada al amor romántico y caracterizada a partir de atributos como los celos, la posesión, la mentira, la infidelidad, la exclusividad y la desigualdad de género, lo que la vuelve una forma de violencia y opresión en las relaciones sexo-afectivas (Pilao y Goldenberg, 2012; Gongalves Franga, 2016). Los amorlibrenses critican el carácter normativo y prohibitivo que supondría la monogamia, a diferencia de los valores que orientarían los vínculos basados en el amor libre. Una de nuestras entrevistadas lo expresa de la siguiente manera: “Lo que pasa es que la monogamia está regida por las reglas... reglas y la prohibición, es como lo básico en la monogamia, no vos no podés tener otras relaciones, vos no podés... siempre es el no podés, siempre es la prohibición, entonces, acá es distinto..." (Helena, 2019). Si bien los amorlibrenses defienden la idea de que es posible amar a más de una persona al mismo tiempo, la crítica a la monogamia no apunta únicamente a modificar el requisito de la exclusividad sexual: “Si las relaciones monógamas no tuvieran esas reglas o esas prohibiciones, ya no serían monogamia, sería monoamor por ejemplo... porque la diferencia justamente entre la monogamia y el monoamor es eso, la regla y la prohibición, en el monoamor, es bueno, yo decido estar con vos porque en este momento te amo solamente a vos y vos me amás a mí, pero vos sos libre y yo también" (Helena, 2019).

Lo que diferenciaría a la monogamia del monoamor no tendría que ver con el número de personas implicadas sino con los valores que orientarían esa relación y con la posibilidad de renegociarla. La centralidad que asume el valor de la libertad en estas configuraciones relacionales -sobre todo como ideal normativo- convierten en ilegítimos los límites que la monogamia le impone a la libertad individual. Illouz ha señalado que en la Modernidad tardía “la demanda de compromiso a la otra persona se interpreta como una alienación a la propia libertad" (2012: 181). Sin embargo, entre los/as amorlibrenses libertad y compromiso son exigidos simultáneamente y valorados por igual, aunque el compromiso solo se puede expresar en el lenguaje de la elección personal. En sus relatos ocupan un lugar central las dificultades que les supuso cuestionar la monogamia, en algunos casos poniendo en tensión y en otros reforzando la concepción de individuo racional, volitivo, libre y responsable, que presupone su ideario. En ese sentido, Pablo mencionaba:

En una sesión con una psicóloga ella me dijo que en todos sus años de terapia, que había personas para las que cierta estructura monogámica les parecía totalmente natural y no había lugar para cuestionamientos y había otras personas que sufrían la monogamia, entonces me dijo, ninguna está bien o mal hay que ver que sentís vos (...) y ahí por primera vez sentí que alguien hablaba: Pablo, avalo tu sentir, no sos infiel ni nada, no hay nada malo en lo que sentís, solamente tenés que hacerte cargo y expresarlo. Entonces te hacés cargo de ser responsable de cierto acuerdo y ahí fui y lo expresé, y nos llevó un montón de terremotos (...) lo que estaba rompiéndose era la idea de que había algo seguro, de que hay algo que poseo y que hay algo que está puro y es solamente mío en relación a una persona. (Pablo, 2018)

En otros relatos, aparecen con más fuerza las distancias que se producen entre, por un lado, el conocimiento racional de la ética relacional del amor libre y los valores y principios con los que deben orientarse para respetarla y, por el otro, los sentimientos que afloran cuando intentan llevar a cabo este tipo de vínculos. En esa dirección Helena se refería a una de las primeras ocasiones en las que su pareja se vinculó con alguien más:

Al principio cuando empezamos con todo esto, lo que yo sentía en 2013, lo que yo sentí en ese momento era como que el otro vínculo... sentía como que me estaba arrancando una parte de mí, ¿entendes? eso era como reposesivo y yo en ese momento no me daba cuenta de esa situación, de mi actitud hacia él, yo lo sentía como que él me estaba haciendo mal a mí, (..) o sea era reposesiva, yo tenía toda la teoría pero yo sentía entendés que ella me estaba sacando algo. (Helena, 2019)

En su relato Helena se distancia del discurso del individuo volitivo dado que si bien afirma que tenía la “teoría" del amor libre y sabía que no debía ser “posesiva", sentía que el vínculo de su pareja “le estaba arrancando una parte de sí". Por otro lado, dado que al igual que el relato de Pablo que infiere que con la no monogamia, “lo que estaba rompiéndose era la idea de que había algo seguro", Helena sugiere que la exclusividad afectiva y/o sexual, brindaría cierta estabilidad y seguridad. Estas referencias a la “seguridad" y a la “estabilidad" que traerían aparejada la exclusividad y que podrían pensarse como un mero resabio de un modelo de amor romántico de décadas pasadas, se vinculan, no obstante, con la importancia que adquieren en la Modernidad tardía las relaciones amorosas para el proceso de reconocimiento de valor personal. Estas se constituyen como el espacio privilegiado para construir, estabilizar y reconocer valor social (o bien para “aniquilarlo"). Las personas sienten un profundo anhelo de amor romántico y este continúa operando en términos ideales como una fuerza de trascendencia existencial. Sin embargo, el amor se separa de la sexualidad y se demandan al interior de los vínculos de pareja los ideales políticos de la libertad sexual y la igualdad de género (Illouz, 2012). A su vez, esta separación del sexo del amor es acompañada por su reorganización a partir de una sexualidad recreativa, en y para el mercado de consumo (Illouz, 2014).

En los relatos de los varones que pagan por sexo, aparecen distintas formas de comprender y enunciar la relación entre sexo y amor. Algunos sostienen que existe una separación indiscutible, lo que los lleva a afirmar que pueden tener una experiencia puramente sexual y ocasional con una escort mientras que tienen sentimientos amorosos por su pareja. En un hilo titulado “¿Puede una persona ser infiel y seguir queriendo a su pareja?", un forista expresó:

El SEXO es SEXO, y no está reñido con tenerlo con una tercera persona a la que no amás. Aunque por supuesto hay que tener en cuenta los sentimientos de tu pareja, quizá ella no sea tan liberal como tú y no lo vea de la misma forma. Pero insisto en que se puede seguir queriendo a la pareja después de ser infiel... (Usuario 5, Hilo: ¿Puede una persona ser infiel y seguir queriendo a su pareja?)

No solo aparece la diferenciación entre sexo y amor, sino que también se visibiliza la idea de que mientras sexo se puede tener con varias personas, el amor solo se experimentaría con una. En otro hilo titulado “Mi novia trabaja de escort y te cuento lo que me pasa con ella y con su profesión", vuelve a aparecer esta diferenciación, pero ya no desde la voz de un varón que tiene una pareja amorosa y paga por sexo, sino de alguien cuya pareja es una escort:

Casi todos estuvimos en una relación con alguien que tuvo SEXO con otra persona antes de nosotros, ¿te sentirías incapaz de estar cerca de la persona que amás sabiendo que compartió esa conexión con otra persona en el pasado? El SEXO es generalmente un símbolo, una manera de impartir el deseo y afecto profundos por alguien. Mientras eso sea mío, verdaderamente mío, el resto es semántica para mí. Las relaciones se basan en la comunicación y la confianza. Algunas personas pueden manejar el estar con alguien que tiene SEXO como forma de trabajo y otras no, pero nadie quiere darle su corazón a un mentiroso. Mi pareja no es mi propiedad. Ella elige compartirse conmigo y eso es hermoso. (Usuario 6)

En este relato se apela a la separación entre sexo y amor dado que lo que en apariencia se vende es un servicio sexual, mientras que lo que posee el forista es el amor de su pareja, algo que desde su perspectiva no puede comercializarse. En esta separación recurrente suenan los ecos de la distinción entre amor romántico y amor pasión. A diferencia de este último, el primero privilegia los sentimientos por encima del “ardor sexual", y presupone la existencia de un único amor legítimo y respetable. Históricamente los hombres han superado las diferencias entre el amor romántico y el ardor sexual, orientando el primero al interior del hogar y al segundo al mercado sexual (Giddens, 1998). Sin embargo, esta distinción se tensiona en los relatos de otros foristas que reconocen, a partir de sus propias experiencias, la dificultad de escindir por completo esas esferas. En un hilo titulado “¿Cómo se enteraron que su novia/ esposa/etc. les metía los cuernos?", un forista le contesta a otro que plantea que para él no sería un problema que su esposa tenga encuentros sexuales con otros hombres mientras solo tenga sentimientos amorosos por él:

He tenido relaciones abiertas o amistades con derecho como las tuyas, pero se me han hecho con el tiempo muy difíciles de sostener, puesto que uno de los 2 termina confundiéndose e involucrándose sentimentalmente más de la cuenta. Ahora que lo pienso, entiendo que no debe ser fácil tener SEXO con otra persona varias veces y no sentir nada. Siempre, en toda relación sexual, se entrega mucho más de lo que uno cree. Personalmente, no creo ni en el SEXO ni en las relaciones absolutamente descomprometidas; siempre algo de sentimiento, hay algo de entrega, de afecto, de amor, si se quiere. (Usuario 7; Hilo “¿Cómo se enteraron que su novia/esposa/etc. les metía los cuernos?”)

Pese a existir entre los gateros un consenso sobre la regla de no involucrarse afectivamente con las trabajadoras sexuales, los devenires amorosos en este tipo de intercambios son muy frecuentes (Morcillo, 2021). Pues en el mercado sexual ocurren distintas conexiones interpersonales que superan la dualidad entre una esfera relacional, íntima y privada y otra recreativa, comercial y pública. Bernstein (2007) ha demostrado que en el mercado sexual también se puede acceder a fantasías de encuentros sexuales con conexiones eróticas e incluso románticas, reales y recíprocas, pero al mismo tiempo limitadas, como la “experiencia de novia" (girlfriend experience).

En los relatos en los cuales los foristas reflexionan sobre la relación entre sexo y amor, utilizan algunas justificaciones que apelan a la clásica doble moral sexual pero también producen nuevas reflexiones. Por ejemplo, algunos de ellos mencionan que las experiencias sexuales por fuera de la pareja, sean o no pagas, reforzaron el amor que sentían por la misma. En un hilo titulado “Infidelidad", algunos de ellos expresaron:

Cogerte 5 o 10 años a la misma persona es un dolor de huevos. Ni te digo 20 o 30 como algunos. En pleno 2020 pensar en compartir toda la vida con una misma mujer u hombre es imposible. Yo en las ocasiones que fui infiel lo hice a conciencia. Sabiendo que era un polvo nada más. Había momentos en la relación que no era infiel y no la pasaba tan bien. Y otros momentos en los cuales tenía una amante pero con mi pareja nos amábamos más que nunca (...) Mis mejores años vinieron luego de algunas infidelidades. Fue el momento en que más amé. (Usuario 9)

No se por qué razón que después de estar con otra más amo a mi pareja, me da más hambre, es como si probar nuevos sabores fuera un potente afrodisíaco. Creo que se debe a que se acentúa ese reconocimiento de tener más libertad de hacer sin ningún límite. (Usuario 8).

Lo que nuevamente se visibiliza en estos testimonios es una interpenetración entre la esfera del sexo comercial recreativo y la del sexo relacional. Si bien la insatisfacción sexual dentro del matrimonio puede haber caracterizado, al menos en parte, algunas motivaciones de una era anterior de clientes sexuales masculinos, en el mercado sexual contemporáneo, el sexo remunerado a menudo no se considera una compensación por algo que falta en las relaciones amorosas de los hombres. En este sentido, el sexo pago no es un sustituto empobrecido de algo que idealmente elegirían obtener en una relación romántica no mercantil, ni tampoco es el resultado inevitable de una doble moral sexual, sino que es una experiencia sexual deseable por derecho propio (Bernstein, 2007).

En los relatos de las personas que tienen vínculos no monógamos basados en el amor libre, también son recurrentes los intentos por diferenciar el sexo y el amor, pero con un sentido distinto al de los varones que pagan por sexo. Para los amorlibrenses, es posible mantener vínculos afectivos y sexuales con más de una persona al mismo tiempo siempre y cuando estos sean consensuados y consentidos por todas las personas participantes. Además, la particularidad de esta ética no radica en acumular relaciones afectivas y/o sexuales sino en la posibilidad de construir vínculos que se orienten a partir de valores como la honestidad, la comunicación o la responsabilidad afectiva y que rechacen aspectos como los celos, la posesión y la mentira. Las personas que tienen vínculos de este tipo intentan distanciarse de los discursos que asocian su ética relacional con una ética sexual puramente recreativa. Así, una entrevistada comentaba “Si, de hecho, todavía hay gente que no sé, a mí me han escrito por privado, ah estas en el grupo de amor libre, chabones... ah porque a mí me interesaría y le empezás a preguntar y es porque quieren coger... ¿entendés? y como vos estas en el grupo de amor libre supuestamente sos fácil" (Gabriela, 2019).

Las personas que tienen vínculos basados en el amor libre intentan demostrar que su ética relacional se aleja de la búsqueda de sexo casual o de la actividad sexual “múltiple", “desenfrenada" e “irresponsable" y para ello apelan en sus relatos a la descripción de sus historias de vida y experiencias vinculares:

Yo en mi caso, que fue con mi primer... mi primer... mi esposa.... con la que me casé y todo... mi primera vez fue con ella... fue mi primer vínculo, después que me separé, mi segundo vínculo que es hasta el día de hoy que es mi compañera del día de hoy y de 15 años es con la persona que también tuve sexo y ahora estoy con otra que tengo una relación poliamorosa y nada, si vos me contás con cuántas mujeres tuve sexo, son tres en toda mi vida y vos decís y este chabón es poliamoroso. Y vos decís... vos sos poliamoroso y hay flacos que eso lo hacen por fin de semana, tienen relaciones sexuales o han... y vos les contás y seguro se relacionaron seguramente con 40 en un año, y esos no, no son poliamorosos ni nada, son... solteros y está todo permitido... es como... es muy gracioso a veces, porque lo que uno se imagina del poliamor es nada que ver, pasa por otro lado... (Sebastián, 2018)

En otro trabajo se ha analizado cómo el sentido que se le otorga a la sexualidad se convierte en un criterio de diferenciación central al interior del grupo de amor libre, que busca distinguir a los “verdaderos" de los “falsos" amorlibrenses (Ferrario, 2019a). Estos últimos son los que se acercan a los espacios de socialización o a las personas que se identifican como amorlibrenses solamente para concretar diversas experiencias o aventuras sexuales. Los “falsos" amorlibrenses constituyen un peligro, porque, además de dañar a las personas involucradas, contribuyen a que esta ética vincular se asocie a una sexualidad recreativa desprovista de compromiso y responsabilidad. Esta preocupación por la presencia de “falsos" amorlibrenses que solo buscan “sexo fácil" es un aspecto que algunos estudiosos de vínculos de amor libre ya identificaron en otros contextos como el de Brasil (Pilao Cerdeira y Goldenberg, 2012). Los intentos por distanciarse de una ética sexual únicamente recreativa también tienen que ver con demostrar que al interior del amor libre se busca generar vínculos amorosos “reales", “verdaderos" y “profundos". En esta dirección, una entrevistada reflexionaba:

Me ha pasado por ejemplo, un amigo la semana pasada, me pregunta: ¿Y, cómo estás? que sé yo, ¿con él todo bien? y yo le dije, me acuerdo que le respondí un montón de corazoncitos y un montón de ojitos enamorados en WhatsApp y le digo ay sí amigo, no sabés estoy reenamorada, no pensé que todo esto me iba a pegar tan así, le dije como tres cuatro renglones como de que estaba muy enamorada entonces él me contesta: ah entonces a la mierda el amor libre y el poliamor, entonces vemos cómo en general se lo suele ver como que el poliamor es falta de amor y compromiso y este... que no sería como una pareja “de verdad”. (Eva, 2018)

Pareciera que también, dentro de esta ética, el amor entendido a partir del afecto, el respeto y la comunicación reparadora tiende a prevalecer por encima de las búsquedas sexuales. En esta clave algunas investigaciones han destacado que las personas que adhieren a los ideales del amor libre, critican el amor romántico como promotor de la monogamia, los celos, la posesión o la infidelidad, pero al mismo tiempo juzgan la falta total del sentimiento amoroso como la razón para que se desarrollen relaciones efímeras, superficiales, descomprometidas, irresponsables e incluso “promiscuas" (Gongalves Franga, 2016). La idea de “promiscuidad sexual" se asocia al sexo que no busca producir lazos afectivos estables y puede llegar a aparecer como una de las figuras que representa el “descontrol sobre sí" (Carrara, 2015). Las exploraciones realizadas en grupos activistas de amor libre en otros países señalan que el amor que intentan vivir las personas que adhieren a estos ideales nunca podría ser traducido en la frase “juntos para toda la vida" pero tampoco en la de “sexo de una sola noche" (Gongalves Franga, 2016). Este aspecto también se consolida como un valor compartido dentro de la ética vincular propuesta por el grupo protagonista de nuestro análisis, aunque esto no significa que en la práctica no se busque o desee sexo “puramente" recreativo. Así, esta ética vincular también expresa la tensión que existe entre “el sexo como recreación y el impulso normativo de un regreso al sexo como romance", en el marco de la cual la conducta erótica sin apegos emocionales se vuelve problemática (Bernstein, 2008: 323).

Nuevos ideales relaciónales y ¿desestabilización de los roles de género?Como hemos mostrado en el apartado anterior, entre los participantes de ambos grupos se evidencian desplazamientos en torno a los significados hegemónicos asociados a la monogamia. En ese marco, la relación que se establece entre sexo y amor también influye en las formas en las que es tematizada la fidelidad. Algunos gateros tensionan la idea de que romper la norma de la exclusividad sexual pagando por sexo implique que se esté cometiendo una infidelidad y enfatizan que estas solo se cometen cuando se transgrede la exclusividad afectiva. Un forista en un hilo titulado “¿Qué porcentaje de argentinos es infiel?" proponía discutir los alcances de lo que se considera infidelidad “habría que establecer el alcance de infiel , si con solo echarte un polvito circunstancial con una trabajadora adhoc, seguro es más del 80 casi 100... en cambio si es tener una amante que lo hace por amor debemos hablar menos del 20" (Usuario 11).

En cambio, para los amorlibrenses las “infidelidades" no tendrían que ver puntualmente con la transgresión de la exclusividad afectiva o sexual sino con no respetar lo que se siente, lo que se desea y lo que se acordó de forma consensuada en el marco de cada relación específica. Así una entrevistada mencionaba:

La fidelidad... a ver para nosotros es importante desde el punto en que nosotros elegimos sernos fieles, pero ser fiel a lo que pensamos, a lo que sentimos y a lo que pactamos con el otro o charlamos con el otro... un pacto por ahí suena medio fuerte... a lo que consensuamos con el otro... la fidelidad pasa por ahí, no por sos mío y de nadie más, ese es un concepto erróneo de lo que es la fidelidad, un concepto muy monógamo de la fidelidad. (Helena, 2019)

Más allá de estos desplazamientos, entre los gateros los sentidos sobre la fidelidad son menos homogéneos y producen discrepancias en los diálogos. Para muchos las posibilidades de trascender la norma de la exclusividad sexual se trastocan cuando sospechan que son sus parejas quienes tienen relaciones con otras personas, apuntalando la doble moral sexual del amor romántico. En un hilo titulado "¿Por qué hay cada vez más tipos que quieren ser cornudos?", un usuario inicia la conversación mencionando que le llama la atención el crecimiento de videos porno basados en la práctica de cuckolding, que consiste en que una mujer que está en pareja tenga relaciones sexuales con otro hombre mientras su marido los mira o, si no está presente, para luego contarle en detalle la experiencia, con el objetivo de reavivar la pasión sexual. Ante su curiosidad por el incremento percibido, se producen una serie de intercambios donde los foristas discuten sobre las distintas formas en que varones y mujeres experimentan el sexo:

Creo que todo esto es consecuencia de la separación que es cada vez más aceptada entre el SEXO y el amor. ¿Qué es lo que te hace cornudo? ¿Que tu mujer coja con otro, o que tu mujer se enamore de otro? ¿Es el acto físico o el hecho emocional, lo que configura los cuernos? ¿Cuando un hombre se coge a un prostituta una vez y no la ve nunca más, hizo cornuda a su mujer de la misma manera que si tuviera a una amante fija? En el caso inverso, si lo hace una mujer, ¿eso hace que sea diferente? Las mujeres se han ganado el derecho también a mantener relaciones sexuales sólo recreativas en nuestra sociedad (...) Hoy el SEXO es considerado mil veces más recreativo que reproductivo, tanto para los hombres como para las mujeres. (Usuario i2)

Las mujeres no son como los hombres. Un hombre puede cojer con otra o con otro y que sea solo sexo, es más en general cuando acaba se quiere ir rajando.

Si la mujer tiene la necesidad de estar con otro es sinónimo de que las cosas no están bien jaa. (Usuario 13)

La heterogeneidad que aparece entre estos usuarios en las diferentes formas en que se refieren a la sexualidad de hombres y mujeres expresa una tensión, que otras autoras ya han identificado, entre las nuevas prácticas y discursos en relación a la sexualidad -autonomía, igualdad, reciprocidad, comunicación y negociación- y concepciones más tradicionales y conservadoras donde las sexualidades femenina y masculina se representan como esencialmente diferentes, vinculando la primera a la pasividad, el recato y la afectividad y la segunda a la búsqueda ilimitada de experiencias sexuales diversas sin apego emocional (Moreno Standen, 2008; Carmona, 2011).

En torno a esta tensión, en el caso de los amorlibrenses, se distingue un discurso bastante homogéneo que postula que su ética vincular persigue el establecimiento de relaciones igualitarias y recíprocas. Esto es acompañado en los relatos por la denuncia de la monogamia como legitimadora de prácticas “machistas" y productora de desigualdades de género. Esta búsqueda de igualdad en los vínculos sexo-afectivos, en algunas oportunidades reactualiza ciertas representaciones preexistentes que atribuyen características diferenciales a varones y mujeres. Por ejemplo, Sebastián comentó que había realizado un curso de filosofía hindú en el que “se buscaba aprender, conocer y concientizar sobre las diferentes energías, femeninas y masculinas" y que le había servido para desarrollar mejor sus relaciones poliamorosas:

Somos energías, ahí en ese curso trataba un poco de cómo concientizar con la energía femenina que uno tiene y con la masculina, para darte una idea, es ponerte un poco en el lugar de la mujer, entonces yo... a mí me abrió mucho la cabeza eso... porque... cuando me volví a relacionar, a tener otra relación poliamorosa, yo me ponía en el lugar de mi compañera y trataba de equilibrar esa balanza de decir, de no ser el macho alfa y decir, no, nada, pasar a beta viste, y tratar de equilibrar eso y siempre con mi compañera trabajarlo juntos viste, no del tipo que yo me vinculo con ella y vos lo tenés que aceptar porque sos la mujer. (Sebastián, 2018)

Como plantea Sebastián, lo que él buscaba con este curso era “ponerse en el lugar" de su compañera para tratar de “equilibrar" sus energías y así alcanzar relaciones más simétricas e igualitarias. De este modo los varones y las mujeres aparecen como esencialmente diferentes a partir de la utilización de un lenguaje basado en las energías contrastantes. Esta referencia a la búsqueda de igualdad aparece tensionada con más claridad en otros relatos que parecieran recuperar ciertos señalamientos tradicionales sobre la sexualidad y afectividad femenina y masculina. Entre estos se destacan aquellos que refieren a una supuesta libido sexual masculina más desarrollada y/o a una tendencia cuasi natural a la exclusividad afectiva por parte de las mujeres. Un entrevistado comentaba: “Observo que cuando empieza un vínculo la mujer siempre está más proclive a tomar por dado que ese vínculo, va... se está vinculando conmigo nada más y no con otras personas y el hombre como bueno, todavía esto no es serio. Puedo mantener ese picoteo diverso por acá, por allá, por acá, por allá y la mujer como que lo toma realmente" (Pablo, 2018). Este tipo de relatos podría estar visibilizando no solo la reactualización de ciertos “valores" tradicionales en las formas de organizar la vida sexual y afectiva de varones y mujeres, sino también el reconocimiento y la reflexión por parte de nuestros interlocutores de que esos valores tradicionales persisten en la actualidad en el desarrollo de sus propios vínculos sexo-afectivos como así también en los de los demás.

La persistencia de algunas concepciones tradicionales sobre los roles de género y la sexualidad parecieran indicar que el proceso de individualización y el modelo de la “relación pura", particulares de la Modernidad tardía, no han penetrado de manera uniforme en la esfera de la intimidad y la sexualidad, sino que funcionan más bien como ideales que muchas personas aspiran a seguir (Moreno Standen, 2008). Como han planteado algunas autoras, pese a las teorías que postulan la “democratización" del amor (Giddens, 1998), continúa operando un modo concreto y heterosexual de comprender la afectividad y el deseo. Y si bien la igualdad y la negociación son dimensiones destacadas en el modelo de la pura relación, continúa existiendo una desigualdad de género que se visibiliza principalmente en la influencia desigual en torno a las negociaciones al interior de la pareja (Esteban Galarza y Tavora, 2008).

En el caso de los gateros, esta tensión entre un orden de género tradicional y valores rela-cionales democráticos e igualitarios es percibida por algunos como producto del avance del feminismo: “Los cornudos consentidos se multiplican por el avance del feminismo" (Usuario 14, Hilo “cornudos consentidos"); “No es que quieran ser cornudos... es que estamos viviendo una época de cambios radicales" (Usuario 15, Hilo “¿Por qué hay cada vez más tipos que quieren ser cornudos?").

En otro trabajo hemos mostrado que el feminismo y sus demandas son un tema que ocupa un lugar cada vez más importante en las conversaciones de los foros entre gateros. Pero a pesar de que la expansión feminista resulta un tema ineludible para los foristas, sus demandas aparecen como algo “ajeno o difícil de ligar con sus posi-cionamientos como sujetos" (Morcillo etal., 2021: 85); aunque ciertos asuntos como la violencia de género, la trata de mujeres y la legalización del comercio sexual los interpelan, produciendo distintas reacciones que van desde el rechazo hasta cierta aceptación y reflexividad, pasando por la incertidumbre.

Algo similar ocurre en relación a las transformaciones de las masculinidades y a las demandas feministas condensadas en la idea de deconstrucción y en la redistribución de las tareas domésticas y de cuidados. En un hilo titulado “¿Por qué los cornudos consentidos se multiplican?", donde un forista diagnostica un aumento de este fenómeno y se pregunta a qué se debe, se producen intercambios como el siguiente:

A veces creo que estamos ante un nuevo perfil de hombre. Un hombre sumiso, domesticado y pasivo ante el “empoderamiento” femenino que le otorga gran parte de las cartas del juego a ellas y nos deja a nosotros con el culo al aire (...) Entre tanto hay mucho mal nacido que sin ninguna solidaridad masculina aprovecha la situación y junto con ellas se lo montan y se burlan del pobre cornudo que se quedó en casita cocinando, lavando la vajilla, cuidando los niños y sacando el perro a cagar. (Usuario 16)

No vale la pena enfermarse de celos. El tipo que entrega a su mujer o bien es muy débil o bien es muy fuerte psicológicamente. En los cuernos entra muy en juego el orgullo (como hombre) y... la fantasía de poseer una persona (poder). Cada día entiendo menos al matrimonio, se está convirtiendo en un seguro de vida para las minas y en un dolor de huevos para los tipos. Son todos cornudos/cornudas los matrimonios jóvenes. Por eso festejo los contratos prenupciales que terminan con una asimetría que el feminismo nunca denuncia. (Usuario 17)

Como señala Kimmel (1997), más allá de las diversas posiciones del sujeto, la virilidad se define en contraposición a la feminidad, de modo que “ser un hombre significa no ser como las mujeres". Así, cuando las fronteras que distinguen los roles de género se vuelven más difusas, los varones experimentan una confusión sobre lo que significa la masculinidad (Seidler, 1995). Mientras el primer usuario expone el rechazo frente a estos nuevos roles de género y la situación de vulnerabilidad en la que colocarían a los varones -mujeres empoderadas y varones “con el culo al aire"-, el segundo plantea más bien un desconcierto, producto de la tensión entre cierto grado de reflexi-vidad en torno a las limitaciones de algunas actitudes masculinas sobre la sexualidad de carácter conservador -“orgullo de hombre" y “fantasía de poseer/poder"- y la imposibilidad de encontrarle sentido a los nuevos códigos relacionales que vuelven más similares los comportamientos de varones y mujeres, en un contexto donde los primeros siguen teniendo mayor acceso a los recursos materiales y una contribución económica mayor en el sostenimiento del hogar -“son un seguro de vida para las minas"-, aunque en gran medida posibilitada por el trabajo doméstico y de cuidados realizado por las mujeres.

Si bien la “hombría" se construye centralmente en torno a la demostración de una (hetero)sexualidad activa y dominante, los nuevos ideales relacionales resquebrajan en cierta medida esta última dimensión y producen reflexiones que cuestionan o se distancian de la doble moral sexual:

El problema pasa por la palabra “cornudo” que es muy peyorativa, un amigo que pasó por esta situación, consultó con un psicólogo, y fue muy claro, diciéndole que no tenía nada de malo que la mujer tenga amigos con los que pueda satisfacer sus necesidades sexuales, y que lo más importante era que la esposa lo ame y que lo elija a él como marido y compañero. Lo que pasa es que vivimos con una mentalidad muy estructurada llena de preconceptos, y tendemos a pensar mal de la mujer que tiene estas necesidades, y nos enojamos porque fuimos educados en una cultura machista. (Usuario 18, Hilo “¿Por qué hay cada vez más tipos que quieren ser cornudos?”)

Illouz señala que “la sexualidad ha pasado a ser el escenario primordial para el ejercicio del estatus masculino y, en el caso de las mujeres, sigue siendo un factor subordinado a la reproducción y el matrimonio" (Illouz, 2012: 139). Esto produce una mayor predisposición al compromiso y disponibilidad emocional por parte de las mujeres, lo que la autora caracteriza como “desigualdad emocional". Cuando este orden se trastoca y las mujeres encarnan prácticas y valores sexuales asociados al comportamiento masculino, los varones ven disminuida su capacidad de ejercer control en las relaciones sexo-afectivas:

Las mujeres hoy día tienen asumido su nuevo poder sexual, social y económico y eso también comprende el ponernos cuernos y te los aguantás o ellas pasan de vos completamente. No digo que así deba ser pero esa es la que hay en la sociedad actual. Me parece que ya muchas vienen “maleadas” por otros hombres demasiado flexibles y complacientes. (Usuario 16, Hilo “Cornudos consentidos”)

En el caso de los amorlibrenses, como mencionamos con anterioridad, se destaca como un valor central la búsqueda de relaciones simétricas e igualitarias al interior de los vínculos sexo-afectivos. En otros trabajos hemos mostrado que esta búsqueda de igualdad se asocia al distanciamiento de patrones que identifican con el modelo de vinculación romántico y monogámico y más directamente con la erradicación de lo que algunos consideran como pensamientos y actitudes “machistas" (Ferrario, 2019b). Al igual que los gateros, los amorlibrenses también son interpelados por demandas feministas de deconstrucción de las masculinidades. Esto se identifica en los relatos de sus historias de vida, en las que narran una suerte de pasaje evolutivo desde un modelo de masculinidad asociado por ellos al “machismo" y al “patriarcado" a otro modelo más “deconstruido" basado en la igualdad de género, la comunicación, la honestidad y la responsabilidad afectiva. Sin embargo, los amorlibrenses no consideran que este pasaje se produzca de forma automática al “dejar la monogamia" sino que reconocen que en sus vínculos no monógamos reactualizaron aspectos “machistas" y “patriarcales". Sebastián comentó cómo fue el primer vínculo que tuvo cuando decidieron abrir la relación:

Aunque yo tenía eso de abrir mi pareja y tener una relación no solo con una persona, tampoco lo había experimentado con nada, entonces venía también con un montón de vicios de... de machismo, entonces cuando me tocó relacionarme con otra chica... yo lo llamo, le puse el nombre del juguete nuevo... y pasaba más tiempo con ese vínculo... emm... el otro vínculo tampoco entendía muy bien, sí sabía que era una pareja abierta y todo pero... yo después estaba con que veía que mi pareja pilar la pasaba mal, se sentía mal porque yo la descuidaba, porque yo estaba... porque hacia la mía, era... típico machista... (Sebastián, 2018)

Si bien Sebastián no especifica qué significan para él los “vicios del machismo", estos parecen estar asociados a la idea de infidelidad en términos tradicionales, que Sebastián organiza a partir del término “juguete nuevo". Su actitud “machista" al comienzo de la apertura de su pareja tendría que ver con “descuidar", “desatender" y “hacer sufrir" a su relación principal al dedicarle mayor atención a su vínculo reciente. En otros relatos, ciertas conductas sexuales asociadas a “actitudes machis-tas" son vistas no solo como problemáticas sino incluso como patológicas: “Cuando conocí a Paula le dije, 'ayúdame a parar’, le dije eso, ayúdame a parar con todo esto. Había desatado, bueno lo que te decía... gula vincular... esto experiencial de macho pero después sí, también aceptar que hay situaciones donde realmente conecto con la otra persona y es afecto y es amor, sí, sí, sí" (Pablo, 2018).

El relato de Pablo evidencia por un lado cierta “necesidad" de trascender lo que él denomina “la gula vincular", es decir, mantener relaciones sexuales con muchas personas sin un vínculo afectivo. Esto es definido por él como algo “experiencial del macho" con una connotación negativa que se visibiliza en el pedido de ayuda que le hace a su compañera afectiva. A su vez, se vuelve a enfatizar en la conducta erótica sin apegos emocionales como algo problemático o incluso como una “adicción patológica" (Bernstein, 2008), lo que nuevamente sugiere cierta diferenciación y jerarquización entre una esfera sexual y una afectiva.

Reflexiones finales

A grandes rasgos se podría decir que los relatos de los varones que pagan por sexo se orientan a demostrar que, para ellos, la actividad que realizan “es solo sexo, no es amor"; mientras que los relatos de las personas que tienen vínculos de amor libre enfatizan en que su ética vincular “no es solo sexo, es amor". Aunque con sentidos muy distintos, ambos grupos distinguen y diferencian sexo y amor para explicar, en el primer caso, una ética recreativa y, en el segundo, una relacional. Sin embargo, el análisis de los relatos de los gateros permite afirmar que el mercado sexual no opera siempre como un espacio mecánico, frío y desafectado. Por el contrario, estos varones reflexionan sobre la dificultad de separar sus sentimientos del intercambio comercial y, además, muchos acuden al mercado sexual para comprar fantasías eróticas y románticas. Sus relatos tensionan esta distinción entre sexo y amor y la separación entre una esfera relacional, íntima y privada y otra recreativa, comercial y pública. En esta interpenetración de intimidad y comercio, el sexo recreacional se postula como deseable por derecho propio, sin apelar a la doble moral sexual ni justificarse en alguna falta en sus relaciones primarias. En cambio, en el caso de los amorlibrenses, la distinción entre sexo y amor refiere también a un distanciamiento del sexo entendido como recreación en tanto las conductas eróticas y sexuales sin ningún apego emocional son problematizadas y en su mayoría criticadas. Aún cuando no dejan de estar presentes en sus experiencias, lo cual implica, por ejemplo, un intenso trabajo emocional sobre los celos, así como sobre la posesión y la exclusividad sexual, que se elaboran tanto colectivamente, en el espacio de los grupos de debate, como individualmente, a partir de diversas técnicas terapéuticas.

En relación a los desplazamientos en los sentidos de la monogamia, los gateros o bien le restan importancia moral o cuestionan la idea de propiedad y los compromisos sin límites, implícitos en la exclusividad sexual. Nuevamente, estas críticas no se justifican en la doble moral sexual, sino que son expresadas en el lenguaje del manejo emocional: quitarle protagonismo al compromiso, para entregárselo al crecimiento personal y la autonomía. Este alineamiento con los valores democráticos de las nuevas configuraciones relacionales podría ser no solo el resultado de verse atravesados por los mismos, sino también una forma de construir respetabilidad en un contexto de crecientes interpelaciones estigmatizantes. Por su parte, los amorlibrenses critican el carácter normativo y prohibitivo que supondría la monogamia, a la que caracterizan como una forma de violencia y opresión. Y al mismo tiempo que demandan libertad, exigen el valor del compromiso, que es expresado en el lenguaje de la elección personal. Si bien los valores democráticos son presentados como el ideal relacional que aspiran a seguir, se identifican distanciamientos entre una concepción de amor libre que supone sujetos libres, responsables y volitivos, y los sentimientos vinculados a aspectos como la posesión, los celos, la inseguridad, entre otros. En el intento por diferenciar sexo y amor, ambos grupos le otorgan centralidad a la dimensión amorosa y afectiva que pareciera posicionarse por encima de la dimensión sexual o recreativa. Esto evidencia la importancia que aún tiene el amor romántico, en tanto es el único que les brinda a los sujetos la posibilidad de construir valor social y estabilizarlo (o no) a partir del reconocimiento de los demás.

Frente a los nuevos roles de género y los valores relacionales democráticos, emergen distintas reacciones, sobre todo por parte de los varones. Entre los gateros algunos rechazan el acercamiento de las conductas sexuales entre varones y mujeres, argumentando que esto los coloca en una situación de vulnerabilidad, al erosionar su autonomía y autoridad. Otros se muestran desconcertados, detectando ciertas conductas masculinas como conservadoras, pero mostrando dificultades para encontrarle sentido a los nuevos valores relacionales. Mientras que otros ven positivamente estos cambios, aceptando el acercamiento de las conductas masculinas y femeninas en el plano sexual, pero manteniendo la importancia de la exclusividad afectiva. Algo que atraviesa las distintas reacciones es la percepción de estas transformaciones como algo inevitable y que viene de afuera, identificando al feminismo como el motor de la nueva conducta femenina. Entre los amorlibrenses, la búsqueda de igualdad y simetría en las relaciones sexo-afectivas es acompañada por la crítica de lo que consideran pensamientos y prácticas “machistas". En esta clave se identifica un desplazamiento desde una masculinidad definida en términos “patriarcales" y asociada fundamentalmente a la monogamia y al amor romántico, hacia otra “deconstruida" organizada a partir de los valores relacionales democráticos. Esta transición es entendida como un trabajo constante, donde incluso en los vínculos no monógamos se podría correr el riesgo de reproducir patrones de vinculación “machistas".

Notas

1 Responsabilidad afectiva es un término utilizado ampliamente en grupos que defienden y difunden las no monogamias consensuadas aunque en los últimos años se ha expandido su uso en diversos sectores vinculados por lo general a los feminismos. A grandes rasgos, es comprendido como una forma de actuar con los demás y con uno mismo amparada en la detección y comunicación honesta y asertiva de los deseos, sentimientos y necesidades.

2 Algunos varones que pagan por sexo se autodenominan “gateros”, especialmente en los foros, y usan el término “gatear” para definir sus prácticas. Ambos se derivan de “gato”, que es uno de los términos con los que popularmente se denominan, en la Argentina, a las mujeres que hacen comercio sexual.

3 La etnografía digital es el acercamiento utilizado para analizar objetos de estudio digitales o que están mediatizados digitalmente. Es decir que la dimensión digital se convierte en objeto y medio de estudio, lo que posibilita la relación con los interlocutores a partir de los mismos medios digitales que estos utilizan, facilitando el encuentro más allá de un espacio geográfico localizable (ver Di Prospero, 2017;Ahlin y Li, 2019; Di Prospero y Daza Prado, 2019).

4 Debido a que los foristas interactúan a través de identidades protegidas, no podemos saber sus edades, nivel educativo, ni económico, entre otras variables que nos permitirían trazar un perfil sociodemográfico y cultural más preciso. El foro permite reconstruir las localidades en las cuales los foristas pagan por sexo, lo cual da cuenta de que se trata, en general, de un fenómeno urbano, que abarca ciudades del Gran Buenos Aires, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Mar del Plata; aunque hay experiencias en todas las provincias. Asimismo, podemos presuponer un nivel mínimo de formación y de recursos, que implica el acceso a internet, aunque este se ha expandido mucho en los últimos años en la Argentina -Según el Observatorio de internet, en la Argentina, el 92% de la población tiene acceso a internet (ver https://inter.net.ar/#cuantos-somos)-.

5 Para un análisis histórico de la transformación de la figura del “cliente” de prostitución y su configuración como una identificación repudiable, en el contexto de la campaña antitrata y de la masificación de los feminismos, ver Martynowskyj, 2018.

6 Morcillo (2021) ha mostrado que en los foros de gateros existe una gran cantidad de hilos (conversaciones) sobre “confusiones amorosas”. En uno de los foros más importantes, son tan frecuentes estas conversaciones que los foristas coinciden en que el tema “top” del foro es el enamoramiento.

Fecha de recepción: 14/12/2021

Fecha de aceptación: 15/11/2022

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