Introducción
La polarización es en forma creciente, objeto de preocupación política y académica en América Latina. En particular, desde el ascenso al poder de los regímenes post neoliberales o nacional-populares a comienzos del siglo XXI, la polarización se ha extendido en distintos países y coyunturas electorales. Esto ha sucedido, al menos en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador y Nicaragua (ver entre otros Alonso, 2018; Feldmann, 2019; García-Guadilla y Mallen, 2019). Investigaciones regionales de opinión pública, presentan una inquietud por la relación entre polarización y una creciente erosión de la democracia en toda la región (Kessler y Vommaro, 2018; Lupu, Oliveros y Schiumerini, 2020), ya que se teme que se podría preferir un régimen no democrático antes que la llegada al poder del color político rival. Una incipiente línea de estudios ha mapeado la polarización en las redes, en la medida que se han transformado en uno de los canales principales de participación en la región (Lupu, Ramírez Bustamante y Zechmeister, 2020) y, en particular, ha mostrado el rápido proceso de configuración de comunidades ideológicamente polarizadas en Brasil (Ortellado, Solano y Moreto, 2016). En el caso argentino, estudios han mostrado la activación de la “grieta” en coyunturas críticas, como la muerte del fiscal Alberto Nisman1 y la desaparición y posterior muerte de Santiago Maldonado2
(Calvo y Aruguete, 2020), o un incremento de la polarización en las actitudes políticas entre las elecciones de 2015 y 2019 (Lupu, Oliveros y Schiumerini, 2020). Más en general, la polarización se expresa en temas de género, aborto, corrupción y Estado, y política internacional (en particular, en torno a Venezuela y la “chavización”), así como en relación con temas nacionales, como por ejemplo el proceso de paz en Colombia (Feldmann, 2019), el delito, el medio ambiente, e incluso las medidas contra el Covid-19 (como muestra el trabajo en este dossier de Aruguete y Calvo). No obstante, todavía no sabemos suficiente de las particularidades de la polarización en la región, ya que la literatura del tema proviene sobre todo de Estados Unidos, donde, entre otras diferencias centrales, hay identidades políticas estables (demócratas y republicanos), en torno de las cuales, se estructura el mapa de la polarización.
Por lo demás, tampoco se ha indagado en los “no polarizados”, sobre quienes se enfoca este trabajo. El interrogante inicial es si estos últimos son un grupo o sólo una categoría residual, cuando se analizan procesos de polarización. En otras palabras, ¿tienen características comunes que permitan identificar sus atributos en la vida real? O, por el contrario, no poseen rasgos que los emparenten llevando a que dejen de participar de una parte del juego social, como quienes no se interesan por un deporte y sus rivalidades internas, sin por ello poseer características en común entre los mismos. En este trabajo, intentaremos dar algunas respuestas para el caso argentino, las cuales pueden ser útiles para la tarea de comprender las características de la polarización en América Latina. Los hallazgos resultan de la articulación entre una investigación sobre noticias de delito en los 8 noticieros prime time de la Argentina3 y el desarrollo de un método computacional novedoso, que se centra en el análisis semántico de la polarización entrenado para detectar la oposición entre una Comunidad 1 (Kirchneristas u Oficialistas en mayo de 2020) y una Comunidad 2 (Opositores) (Ortiz de Zarate y Di Giovanni et al., 2020).
Nuestro aporte al debate sobre polarización es el siguiente: luego de analizar la conformación de controversias en cuatro tópicos debatidos en los grupos (consumo de medios, inseguridad, violencia de género y corrupción), encontramos casos de individuos que llamamos «divergentes». Definimos a un sujeto como divergente si a) en las distintas controversias planteadas, adopta en algunas de ellas, posiciones de la Comunidad 1 y en otras de la Comunidad 2, y/o b) si en una misma controversia, acuerda con tópicos de ambos grupos: son divergentes entonces, en relación con ambas comunidades. Una vez identificados mediante el análisis informático, encaramos el análisis cualitativo de las intervenciones e interacciones de cada uno de los sujetos divergentes, en los grupos focales con el objetivo de elucidar si poseían atributos en común. Nuestro argumento es que un rasgo compartido, es mantener una “distancia reflexiva” con los medios. Los divergentes valoran el pluralismo, consideran la realidad compleja y/o difícil de comprender y en consecuencia, intentan formarse un juicio propio a partir de distintas fuentes. En ocasiones, esta “distancia reflexiva” los hace desistir de adoptar posiciones muy definidas sobre un tema (“uno nunca sabe…”). En contraposición, el resto de los participantes seguían más las posturas de algún grupo y denotaban una mayor exposición selectiva (selective exposure) con los medios afines (Iyengar y Hahn, 2009).
El recorrido del artículo es el siguiente. Luego de explicitar el marco teórico y la metodología, se presentan los resultados, en primer lugar, de la medición de la divergencia mediante nuestro método informático, y a continuación, las características generales de la divergencia luego de la indagación cualitativa de los casos. Posteriormente, se presenta una tipología y luego se discuten similitudes y diferencias entre los tipos encontrados. En las conclusiones se contrastan los resultados con la literatura anglosajona y se reflexiona sobre la potencialidad de los divergentes para mitigar la polarización. En el Anexo 1 (Metodología) se exhiben detalles del método informático y gráficos de polarización para los 4 temas.
I. Marco teórico y abordaje metodológico
Este artículo combina una serie de discusiones teóricas y abordajes metodológicos. En primer lugar, una referencia son los estudios realizados en Estados Unidos sobre polarización, los cuales marcan la agenda sobre el tema y por ende, son un contrapunto necesario a la hora de pensar las particularidades de los casos locales. En dicho país, hay consenso en sostener un aumento de la polarización política en las últimas dos décadas (DiMaggio, Evans y Bryrson, 1996; Evans, 2003; Fiorina y Abrams, 2008). Las y los especialistas han debatido si la polarización es un fenómeno exclusivo de las élites (Fiorina et al., 2006), o también del público (Abramowitz y Sanders, 2008). Pero lo cierto es que a la mayoría de los norteamericanos, de manera creciente, les disgustan o desconfían de aquellos identificados con el partido opuesto (demócratas vs republicanos), incluso si sus posiciones sobre los diversos tópicos no distan tanto (Mason, 2015). Una serie de factores se han conjugado para exacerbar la proclividad de los identificados con cada partido, con el fin de dividir el mundo en un valorado “in-group” y un vilipendiado “ex-group” (Iyengar et al., 2019). Uno es el incremento del political sorting (identificación política) ligado a religión, raza y lugar de residencia (Mason, 2015). Otro es que la proliferación de medios hiper-partisanos ha reforzado identidades políticas y consecuentemente sentimientos exacerbados hacia los partidos políticos (Lelkes et al., 2017). En efecto, cuando hay polarización afectiva, es probable evaluar a los miembros del out-group como más radicalizados e ideológicamente distantes de lo que realmente son (Levendusky y Malhorra, 2016). En esta misma dirección, Mason (2015) distingue entre la polarización de identidades políticas y la polarización en tópicos. Para la autora, el peso de las identidades políticas lleva a los individuos a adherir a partidos o líderes cuyos programas tienen ideas más extremas que las propias. Por ello ciertos autores afirman que, en realidad, a lo largo del tiempo las actitudes de la opinión pública norteamericana tienden a confluir (Page y Shapiro, 1992).
En segundo lugar, nuestro abordaje teórico-metodológico considera a la polarización como un proceso que se genera entre dos grupos, en el marco de algún tipo de interacción real y/o imaginaria. Para nosotros, una limitación de la mayoría los estudios sobre el tema es que suelen analizar encuestas de opinión, análisis de bases electorales y, en pocos casos, entrevistas cualitativas individuales. Así, por lo general no estudian las interacciones. Al fin y al cabo, es allí donde se generan debates, controversias e intercambios entre personas con distintas posiciones que pueden, justamente, suscitar polarización. Definimos interacciones, desde los estudios de comunicación y desde el interaccionismo simbólico. Lo entendemos como “el intercambio y la negociación del sentido entre dos o más participantes situados en contextos sociales” (O’Sullivan, et al., 1997: 196). El interaccionismo simbólico, pone el acento en la importancia de la negociación de sentido entre sujetos sociales, y enfatiza la interdependencia que existe entre las variables que participan en una situación concreta de interacción para producir los hechos sociales (Blumer, 1968). Pocos estudios han adoptado esta perspectiva para explicar la polarización. Un notable estudio de Baldassari y Bearman (2007) se enfoca en dos paradojas de los estudios sobre polarización que atañen a nuestro trabajo. Por un lado, lo que llaman la ausencia y presencia de polarización política: aunque rara vez las actitudes se polarizan, las personas perciben que la polarización es alta. Por el otro, la ausencia y presencia de la polarización social: el hecho de que, mientras los individuos experimentan homogeneidad de ideas en sus redes cercanas, en términos generales sus categorías de pertenencia (social, étnica, etc.) guardan heterogeneidad. Un modelo de interacción y de influencia mutua demuestra que, en ambos casos, las dos opciones no son mutuamente excluyentes. De su complejo análisis retenemos lo siguiente: las actitudes de polarización sólo funcionan en algunos temas a la vez, los que llaman takeoff issues, “tópicos de despegue”, mientras que los demás se mantienen no polarizados. Lo que nos interesa señalar es que en torno a esos tópicos se generan interacciones polarizadas, dado que uno elige charlar sobre ellos dentro de sus redes con quienes tienen una postura similar. Esto es una de las claves de una percepción de mayor polarización de la realmente existente en general. Su estudio encuentra las claves de la polarización, no en atributos individuales sino en la dinámica de la interacción, perspectiva que compartimos.
En tercer lugar, este trabajo se inscribe en la corriente teórica de los estudios de recepción que analizan las interpretaciones de los públicos en relación con los contenidos mediáticos. El acceso al consumo de medios, es posible a partir de investigaciones empíricas en pequeña escala, y los resultados se interpretan entendiendo las posturas de los receptores dentro de un sistema sociocultural circundante (Jensen y Rosengren, 1997). En los estudios de recepción se utilizan distintas técnicas metodológicas, una de ellas es la de trabajar con grupos focales. Ellos permiten observar las interacciones grupales donde se negocian sentidos de lo recibido (Arboleda, 2008; Bloor et al., 2000) y se prestan para el análisis de recepción mejor que las encuestas o entrevistas individuales. Para esta investigación se conformaron, en cada lugar, grupos definidos con cierta homogeneidad de edad, clase y sexo, de modo de poder normalizar estas variables y estar atentos a la emergencia de otras que no son fácilmente previstas antes de realizar los grupos. Nos centramos en 3 grupos focales realizados en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) en septiembre de 2017, dado que eran los que más se adaptaban al lenguaje en el que está entrenado el método computacional, tal como se explicará a continuación. Uno de los grupos estaba conformado por personas de 18 a 30 años de nivel socioeconómico medio y medio-alto, que vivían en distintos barrios de CABA, menos los del sur (Villa Lugano, Soldati, Barracas, Boca, Constitución, Balvanera), donde se concentran los sectores de menor nivel socioeconómico y donde las tasas de delito son más elevadas, en particular homicidios. El segundo tenía las mismas características, pero su rango etario era de 40 a 65 años. El último se trataba de personas de 20 a 50 años, de un nivel socioeconómico medio bajo y bajo, de barrios del sur de la capital. Cabe aclarar que la conformación de los grupos no tenía ninguna pauta respecto de posicionamiento político, dado que el objetivo buscado era analizar la recepción de delitos en general. Para el análisis se elaboró un corpus con los noticieros transmitidos durante el horario central por los canales 11 y 13 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 10 y 12 de Córdoba, 3 y 5 de Rosario, y 9 y 7 de Mendoza, en el período de dos meses (mayo y junio de 2016). Dentro de los noticieros señalados, seleccionamos tres noticias de delito, violencia e inseguridad para exponer a las y los participantes. Estas/os últimas/os miraron tres noticias durante los grupos focales. La primera era sobre un robo en un “supermercado chino”4 en el Gran Buenos Aires, emitida por Telefé Noticias5 donde un policía que custodiaba el lugar mataba al presunto ladrón. Lo particular de esa noticia es que aparecía el cuerpo del asesinado. La controversia en los grupos estaba dada en torno a quienes eran las víctimas y los victimarios. Para algunos/as las víctimas eran la cajera, los dueños del supermercado y el custodio. Solo una minoría mencionó al supuesto delincuente como víctima. En relación con el victimario, la mayoría señaló a la persona que entró a robar. La muerte estaba también en el centro del debate, ya que mientras para algunos/as “no era necesario matarlo” y mucho menos mostrarlo por televisión, otros/as opinaban que “si entró a robar podía morir” y que mostrarlo servía para que el resto aprenda. Incluso, en ciertos casos se celebró su muerte como una “buena noticia”. La segunda noticia trataba sobre el caso de corrupción que tenía a Lázaro Báez,6 un empresario ligado a la familia Kirchner que fue procesado por distintas causas vinculadas a lo primero y cuyo proceso era muy mediático. En el momento de la exposición de la noticia, emitida por Telenoche, Báez se encontraba en prisión preventiva7. La polarización en este caso se centraba sobre todo en que algunos/as atribuían un fuerte peso a la corrupción en el gobierno de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner mientras que otros/as, al ponerlo en duda, la equiparaban con la corrupción en el gobierno de Mauricio Macri. Pero, en todo caso, la controversia central era que se oponían a la asociación férrea o exclusiva entre kirchnerismo y corrupción, pero había consenso respecto de que la corrupción era algo deplorable. La tercera noticia, emitida por canal 10 de Córdoba8, abordaba un caso de femicidio (Carina Drigani).9 Aquí es donde hubo total convergencia en la condena al femicidio. Sin embargo, notamos ciertas divergencias en relación con el lugar de la mujer en la sociedad hoy, además de algunas polémicas en torno a los motivos que podrían haber terminado en el femicidio. Es decir, hay matices, incluso ciertos cuestionamientos, aunque es preponderante una mirada férreamente condenatoria.
Este trabajo utiliza métodos informáticos desarrollados por autores del texto, para cuantificar computacionalmente la polarización sobre los distintos tópicos discutidos en cada grupo focal. Este procedimiento está basado en dos investigaciones previas (Ortiz de Zarate y Feuerstein, 2020; Ortiz de Zarate et al., 2020) realizadas para cuantificar la polarización de las discusiones en las redes sociales mediante el texto. Otros trabajos se han enfocado en el estudio de las discusiones polarizadas desde distintos ejes, denotando el impacto que el fenómeno produce en diversos eventos, como por ejemplo la influencia sobre elecciones presidenciales (Stewart et al., 2018) o votaciones parlamentarias (Grcar, 2017), la difusión del odio (Calvo, 2015), el acoso (Kumar et al., 2018) o la fragmentación social (Zachary, 1977). También, debido a su creciente relevancia social, ciertas investigaciones se han focalizado en la cuantificación de la polarización en las discusiones online (Conover, 2011; Guerra et al., 2013; Akoglu, 2014; Dandekar et al., 2013; Garimella et al., 2018). La característica común entre estos trabajos es que proponen métricas basadas en las características estructurales del grafo subyacente de relaciones, es decir en interacciones entre los usuarios, como por ejemplo retweets, follows o likes. Esto hace que sea difícil extrapolar dichas técnicas por fuera de las redes sociales mediadas por la tecnología. El método que desarrollamos propone un enfoque lingüístico de la cuantificación de la controversia, a través de los cuales es posible establecer un score que represente el nivel de polarización en la discusión mediante el análisis del texto. Este método además supera la performance de los actuales en el estado del arte, lo que facilita su aplicación en tiempo real. En efecto, al estar basado en el lenguaje permite explorar otras aristas de la controversia, por ejemplo, qué usuarios expresan los discursos más polarizados o cuáles se encuentran más en las “fronteras” de cada comunidad. Por último, se pueden implementar en contextos distintos a las redes sociales como en este caso.
Aplicamos una versión de este método (Ortiz de Zarate y Di Giovanni, 2020) que cuenta con 3 etapas: primero se genera un modelo de procesamiento del lenguaje natural, capaz de clasificar textos como oficialistas u opositores en Argentina (los detalles sobre esta diferenciación se encuentran en el Anexo 1) y mapear los anteriores a espacios vectoriales según ese mismo criterio. Los modelos de Fastext (la herramienta que usamos para generar los modelos) (Bojanowski et al., 2017) no son fácilmente interpretables, es decir que es muy difícil poder dilucidar si la diferencia de jerga entre comunidades que encuentra el modelo corresponde a modismos, palabras particulares, frecuencias de términos o algún otro concepto desconocido. Luego estimamos los embeddings de cada intervención de los participantes del focus. Un embedding es una de las formas más utilizadas para representar matemáticamente una cadena de texto, el mismo es un vector de N valores. Fastext busca inferirlos a través de las relaciones semánticas de las palabras. Así, si dos palabras tienen semánticas parecidas en el contexto de nuestro corpus de texto, sus respectivos embeddings estarán cercanos en el espacio n-dimensional al que pertenecen. Finalmente calculamos las distancias semánticas de las intervenciones y de este modo, el score de polaridad de los tópicos. De acuerdo con la hipótesis de este modelo, si estamos ante una conversación polarizada, tendremos dos grandes grupos representando las principales posturas que a su vez tendrán semánticas muy distintas (o completamente opuestas). Si esto sucede, tendríamos a nuestros embeddings agrupados principalmente en dos zonas distintas de nuestro espacio vectorial, lo que nos permitirá medir la distancia semántica de las comunidades. El score entonces lo definimos como la distancia entre los embeddings de las dos principales comunidades. Los detalles de implementación se encuentran en el anexo metodológico.
II. Resultados
Score de polarización e identificación de divergentes
Para medir la controversia en los tópicos discutidos en los grupos focales de CABA (Corrupción, Inseguridad, Consumo de medios y Femicidios) tomamos las intervenciones de los participantes de los tres grupos focales. Es decir, por cada uno agrupamos en un mismo archivo las intervenciones realizadas y sobre eso calculamos el score de controversia. Los resultados fueron los siguientes:
En los experimentos anteriores realizados en Twiter (O. de Zarate y Di Giovanni, 2020) el umbral de separación entre polarizado y no polarizado se encuentra entre 0.37 y 0.4. Por lo que el único tópico no polarizado sería Femicidios, mientras que para los otros, el más controvertido es Corrupción, seguido por Inseguridad y, por último, por Consumo de medios. Los valores de los scores se encuentran bastante cerca, siendo la diferencia máxima de 0.1 entre Corrupción y Femicidios. En los experimentos realizados con otros tipos de controversias, las diferencias de score entre tópicos, sobre todo entre los polarizados y no polarizados, fue mucho mayor. Por ejemplo, la diferencia entre debates altamente polarizados en la Cámara de Representantes de Estados Unidos, y eventos no polarizados como la celebración de cumpleaños de personajes del mundo del espectáculo, alcanzó el valor de 0.8 (Ortiz de Zarate y Di Giovanni, 2020).
En el siguiente gráfico puede observarse el posicionamiento de cada participante según su nivel de divergencia y cantidad de intervenciones, quienes tienen distintos símbolos según la cantidad de tópicos en los que intervinieron. Cada usuario tiene el sufijo _x en referencia al grupo focal en el que participó, esto es para poder diferenciar a participantes con el mismo nombre de distintos grupos focales. Las rectas que salen de los ejes y y x están en los valores medios (de todos los participantes de los 3 grupos) de intervenciones y divergencia, respectivamente. Mediante este gráfico puede caracterizarse a los participantes por áreas. Así, aquellos por sobre la recta del eje y son los más extrovertidos, mientras que los que están por debajo de ella, intervinieron menos en las discusiones respecto a sus pares y, por lo tanto, los caracterizamos como más introvertidos. Por otro lado, los participantes a la derecha del eje x pueden considerarse los más divergentes, es decir, aquellos que más pasaron en sus intervenciones de una comunidad a otra. Por último, también podríamos caracterizar a los participantes por cuadrante, donde el cuadrante superior derecho contiene a los participantes extrovertidos y divergentes, y el cuadrante inferior izquierdo a los introvertidos y convergentes.
Un análisis más en profundidad sobre los embeddings generados está desarrollado en el Anexo 2.
Caracterizando a los divergentes
Una vez identificados por el método computacional, nos centramos en las participaciones e interacciones de los casos que se encontraban en el cuadrante de divergentes extrovertidos (ya que contábamos con mayor número de intervenciones para reconstruir sus interacciones). Nuestro objetivo era determinar si tenían características en común y, como dijimos, saber si eran más cercanos a un grupo que a una categoría residual sin existencia en tanto realidad sociológica. El rasgo en común hallado era la actitud hacia los medios: les molestan, aburren, están en desacuerdo con la forma en que los medios actuaban en un panorama polarizado. A algunos la polarización los “aburre” porque es muy previsible lo que va a decir u opinar cada uno de los medios según su posición: lejos de favorecer la consonancia cognitiva, valoran lo novedoso en tanto que un medio los sorprenda por su posición frente a un tema. Caracterizamos una cierta “distancia reflexiva” con los medios: no es una crítica feroz, no es una situación de escepticismo extremo. De alguna manera es una vuelta a un público autónomo, que cree que la realidad es compleja, que la verdad existe, pero tampoco les desvela encontrarla. Consideran que los medios proponen un contrapunto de verdades absolutas y opuestas entre sí, un juego con el que no sienten afinidad, más como una actitud general sobre los medios, que el resultado de una evaluación pormenorizada de los argumentos de cada polo. Algunos divergentes sobre todo expresan dudas, se afirman cuestiones tales como “lo que veo son imágenes, no realidades”; “no están aclaradas cuáles son las fuentes”, “habría que escuchar la otra campana.” Como concluye Luis, 65 años, de clase media de Buenos Aires: “cada uno tiene su versión de lo que ve, de lo que escucha, y cómo lo contás cambia también, cambia la visión del otro sobre la verdad, entonces ‘la’ verdad es medio como subjetiva, ¿no?”. Una vez establecida esta pauta en común, nos abocamos a la construcción de una tipología inductiva que presentamos a continuación con un ejemplo de cada tipo. Para ello, agrupamos los casos en tipos por características similares no definidas a priori, para testear si se correlacionaban con diferencias en sus acciones, en particular en su rol de mitigar la polarización.
1.Valoración de la objetividad
“Tomar todo con pinzas”: Matías tiene 42 años, vive en Barracas y es empleado técnico en YPF. El centro de su divergencia está en su posición respecto de los medios. En efecto, consulta distintos medios para hacer “su propio balance”, aunque con mayor asiduidad medios kirchneristas o afines. El eje de su crítica es la falta de objetividad de muchos periodistas, quienes de manera subrepticia tratan de transmitir su ideología, pero sin explicitarla; esto lo enoja y también lo aburre. Su principal demanda es la “objetividad” en los periodistas.
El tema de que si un tipo es periodista tiene que presentar cierta imparcialidad, o sea si se presenta como periodista tiene que presentarse como, tiene que ser imparcial. (…) pero si vos me decías mirá, yo soy, tengo esta preferencia política y aparte doy notas…o sea, sacá la conclusión porque me doy cuenta. Pero no blanquean su inclinación.
“¿Qué sería ser objetivo?”
Objetivo es decir, para mí es cuando agarran y dicen bueno, tengo información de que, pero cuál es la información, quién te dio esa información, cuál es la fuente
Su crítica está extendida a todos los medios y periodistas, por eso su actitud, que reitera varias veces en el grupo, es “tomar con pinzas”.
Tomo con pinzas para dónde rumbea la noticia. De repente dicen no, porque se murió, no sé, tal y fue por culpa de Cristina, y ya cambió. No, fue por culpa de Macri que se murió, ya cambio. Cuando deja de ser serio…
Esta postura de diferenciar lo que muestran los medios o las imágenes con la realidad, es un hilo conductor en distintos temas y es un factor de divergencia en los tópicos. Por ejemplo, ante la pregunta de si aumentó la inseguridad, su afirmación es propia de la comunidad 1 (oficialista o kirchnerista) que no sabe “si hay realmente más robos o es que hay más cámaras” que filman, pero se aleja de dicha comunidad con sus intervenciones ante la noticia del femicidio. De ninguna manera deja de condenar el femicidio, pero se pregunta “qué es lo que puede pensar un hombre para volverse violento”. Esto suscita una reacción muy adversa de parte del grupo, lo que lo lleva a aclarar enfáticamente que de ningún modo estaba justificando o atenuando la responsabilidad, sino que “intentaba ponerse en la cabeza” de un hombre violento. Pero lo cierto que la forma en que interviene lo aleja de la posición mayoritaria de condena cerrada. Otra divergencia se observa frente a la imagen en los medios de un presunto delincuente asesinado por un policía de civil. Antes de esa noticia había afirmado que cuando ve una noticia de un robo violento en la televisión, siente lo siguiente:
Sí, que dios me perdone, que le vuelen la cabeza. Que lo revienten, yo me mato laburando que lo maten, eso me agarra.
Pero más adelante, ante la imagen del presunto ladrón asesinado, no duda en afirmar que el muerto es la víctima y que no se sabe la verdad del hecho, ya que sólo por una imagen de una cámara de seguridad no podemos probar que la persona estaba cometiendo un delito.
En resumen, lo que él llama objetividad es el intento de restablecer confianza en un medio de referencia a partir de que aclaren las fuentes, esto lo lleva a un trabajo de cotejo y constatación. Matías tiene un rol activo en las discusiones polarizadas, en la medida que está bien informado con las fuentes de ambos polos, por lo cual tienden a intervenir cuando consideran que alguien expone una posición muy alejada de la objetividad y en general su opinión se impone o no es rebatida. Es decir, hay posibilidad de escucha cuando a una postura polarizada no se le opone la contraria en forma contundente, sino una apelación a la objetividad y a la información fundada en datos y en evidencia.
2. Polarización es pluralismo
“Si todos dijeran lo mismo, sería totalmente sospechoso” sostiene Nicolás. Tiene 28 años, es docente y vive en Floresta. Su caso guarda algunas similitudes con el anterior en la relación con los medios, pero a diferencia de Matías no mira muchas noticias y no tiene televisor. Su característica principal es que aprueba que haya miradas diversas, le parece bien que no todos opinen lo mismo y por ello, no hay una crítica a los periodistas o canales de distintas tendencias. Es un defensor del pluralismo mediático y mantiene un cierto escepticismo, al decir que no está convencido por algún medio en particular, pero no dedica mucho tiempo a cotejar distintas fuentes.
A mí me parece bien. Si todos dijeran lo mismo sería totalmente sospechoso. No puede ser que todos los periodistas de un país, de los distintos estratos de agencias grandes de noticias, de diarios independientes digan exactamente lo mismo sobre algo…
Principalmente Facebook, links de noticias de (…), no busco mucho, pero porque también siento que buscar es como, es un trabajo demasiado arduo. A lo que voy es, es esa cosa que a donde vayas hay como tanta parcialidad que es…tipo nada me termina convenciendo ni de un lado ni del otro, entonces leer la misma nota de cinco diarios o de cinco lugares distintos para decir a ver, qué pasó. En casos de cosas importantes o que me llaman la atención a veces lo hago, pero no en todo.
En relación con la noticia sobre Lázaro Báez, por un lado defiende en cierta medida la inocencia de Néstor Kirchner, pero por el otro cree que el tema finalmente no se va a resolver nunca. A diferencia del anterior, no le preocupa necesariamente la objetividad, sino que considera que no hay una realidad por fuera de las interpretaciones. En este tipo algunos consideraban útil la pluralidad de opiniones desde un punto de vista pragmático: eran quienes hacían un uso pedagógico de los medios a la hora de acumular conocimientos para manejarse en la vida cotidiana: los medios actúan como “mapas cognitivos” para moverse en la ciudad, para saber qué hacer y, por ende, cuanto mayor pluralidad, más disponibilidad potencial de conocimientos diferentes. Su rol para mitigar la polarización es un poco menor que el anterior, sobre todo actúa en algunas controversias restándole gravedad a las posturas de los periodistas y los medios que podría denunciar por ejemplo Matías, al tener una visión positiva de lo que considera pluralismo. Su rol es más bien quitar un poco de tensión a las miradas que cuestionan a fondo la postura del otro, considerando que es un rasgo normal y hasta esperable en una escena mediática plural.
3. Disgusto emocional y distanciamiento
“Cosas que por ahí pasan en mi barrio y no lo veo ahí”, sostiene Belén de 37 años frente a los delitos que presentan los noticieros. Ella vive en Villa Soldati, trabaja como empleada en una casa. No tiene mucha exposición a medios, pero pareciera acceder al “consumo incidental” (Mitchelstein y Boczkowski, 2018) en cuanto se entera lo que pasa por internet, ya sea por whatsapp o porque alguien comparte una noticia. No va activamente a la noticia, sino que la noticia llega a ella. Uno de los rasgos de divergencia principal se basa en que le molesta el tono de burla o agresivo de los medios para quien no piensa igual.
A mí lo que me molesta es cuando veo canal 13 que por ahí ponen dibujitos burlándose de esa persona por más que digan es un corrupto, es una información que ellos tienen, que ellos dan y ponen un dibujito con la cara de esa persona o de un político para informar que para ellos es un corrupto o le encontraron cuentas que esto que el otro, se burlan de la persona. Eso no me gusta.
“¿Por qué te molesta?”
Por la burla, porque es mucha agresión. Si no pensás igual que yo sos…
La segunda distancia con los medios es una crítica reiterada en sectores populares: los medios no muestran mi realidad, en el propio barrio pasan cosas graves (algunas similares a las que se ven en los noticieros y otras distintas), pero nunca aparecen en las noticias. En relación con los tópicos, su mayor interés está en la violencia. Aquí podría encontrarse otra divergencia entre grupos, aunque desde la lógica de Belén hay una continuidad: al mismo tiempo que está muy comprometida con el tema de los femicidios y es donde interviene con mayor firmeza, luego en cierta medida celebra la muerte del presunto ladrón. En ambos casos el plexo convergente es una alta sensibilidad frente a la victimización.
(sobre la imagen del joven muerto):
Cuando es así lo podés mirar. Cuando es al revés que matan a un inocente te da…claro, o adelante cuando hay criaturas, cosas así por ahí sí te da cosa. A mí eso no me pone mal porque podría haber sido al revés y podría haber matado al policía (...) me da un poco de impresión obvio, pero al ver que el cayó no fue el policía o la chica…No me dio alegría, pero…
A diferencia de los dos casos anteriores, Belén en ninguno de los temas controversiales tuvo un rol de mitigación de la polarización. Si bien opinaba de casi todos los temas, su divergencia no la llevaba a un cuestionamiento de las posiciones más polarizadas.
Similitudes y diferencias entre los divergentes
¿Qué diferencias encontramos en la tipología elaborada? Como vimos, el primer tipo valora muy especialmente la objetividad, por lo cual les molesta lo que llamaban “la falta de objetividad”: cada medio o periodista teñía las noticias con su ideología, volviendo a la información poco creíble y así “uno tiene que trabajar mucho” para formarse un juicio cabal de los sucesos. En el segundo tipo la polarización no incomodaba, sino que, por el contrario, se la valoraba al considerar que era lógico tener posturas distintas y hasta muy opuestas sobre un mismo tema. Es decir, esto último lo veían como un indicador de “pluralismo” de la esfera pública. Por último, al tercer tipo le molestaba el tono de burla, agresión o descalificación por parte de los periodistas hacia quien piensa distinto. De este modo, rechazaban el tipo de odio que genera la polarización afectiva. Un primer interrogante es si hay alguna pauta en común en las opiniones concretas sobre los tópicos:
¿existe un tercer polo discursivo, una “ancha avenida del medio”10 con su propio relato? No pareciera ser el caso, los polos discursivos continúan siendo dos, pero los individuos los enhebran de modos muy distintos, al punto tal que puedan parecer contradictorios si se los evalúa teniendo como parámetros los relatos organizados en kirchnerismo-anti kirchnerismo. A fin de cuentas, si se trata de una audiencia autónoma, es lógico formarse una opinión propia. Como se desprende de los casos presentados y de otros de los grupos: en relación con la corrupción, pueden considerar que la noticia presentada está “inflada”, que no se sabe nada, que el gobierno de Macri es corrupto, pero al mismo tiempo detestar a Cristina Fernández de Kirchner. O decir que roban en ambos gobiernos. Alguien puede exculpar al gobierno kirchnerista, pero igualmente estar sumamente enojado y sentirse víctima en tanto miembros de la sociedad por los robos de la corrupción. En otros casos, como hemos visto, pueden tener un compromiso muy fuerte con el femicidio como tema y al mismo tiempo, celebrar la muerte del presunto ladrón en una línea de continuidad con una alta sensibilidad a la violencia.
Conclusiones
Nuestro artículo aporta a los estudios de medios y polarización desde el punto de vista metodológico y de los contenidos. En relación con lo primero, presenta un método novedoso para detectar la polarización que puede utilizarse en debates y controversias. Las potencialidades de este método para el estudio de la polarización son muy amplias. En nuestro caso específico, nos permitió “seguir” a los individuos en situaciones durante las cuales se configuran y reconfiguran discusiones que pueden polarizarse, mientras que otras no. Así detectamos un grupo que llamamos divergentes cuyas características explicamos a lo largo del texto. Al volver al análisis de los individuos en los grupos, encontramos una serie de rasgos en común, el más importante es lo que llamamos distanciamiento reflexivo respecto de los medios en general y de la dinámica de polarización en particular. La divergencia era en relación con los dos grupos, pero sin establecer una tercera posición en las discusiones en términos sustantivos. En efecto, los divergentes toman elementos de ambos grupos y, sobre todo, expresan una posición de menor exposición selectiva y afinidad afectiva con algún medio o grupos de medios en particular. Ellos se ubican en un continuo de individuos más politizados o menos politizados: el distanciamiento puede llevar a intentar formarse una idea propia de cada tema luego de cotejar varios medios o a un relativo desinterés por las noticias, dado que no reflejan la propia realidad ni sus preocupaciones y/o no tienen incentivos para invertir tiempo y recursos cognitivos en consultar una variedad de fuentes y “armar su propia noticia”.
En relación con la discusión norteamericana sobre polarización, podemos esbozar algunas consideraciones sobre la necesidad de analizar la polarización en contexto. Coincidimos con Baldassarri y Bearman (2007) en que hay algunos temas que son “tópicos disparadores” (takeoff issues) de la polarización en las mismas situaciones de interacción donde otros temas no polarizan. Esto nos alejaría en parte de la idea de polarización afectiva, al menos en las coyunturas de interacción como las estudiadas, en la medida que no se generan rechazos personales o enfrentamientos totales con quienes se polariza en algún tema: en los grupos podían pasar de la alta oposición en un tema a acordar en otros. Pero vale la pena centrarse en las dos temáticas polarizadas, corrupción y lo que podríamos llamar actitudes punitivas, esto es la propensión a favorecer castigos más duros a quienes delinquen, en este caso expresado en afirmaciones como no considerar víctima o hasta una celebración del asesinato de un presunto delincuente en una de las noticias visualizadas. En cuanto a lo primero, los estudios muestran que hay un amplio consenso en el rechazo a la corrupción (datos del 2019 evidencian que el 93 % de los casos de Argentina consideraban que la corrupción del gobierno es un problema muy importante) (Transparency International, 2019), lo que genera la polarización es a quién se responsabiliza sobre la misma. No habría entonces evidencias de una diferencia en los valores sino en la atribución de responsabilidad, lo que la sociología de los problemas públicos llamaría la “responsabilidad o propiedad política” del tema. En relación con las actitudes punitivas, los estudios nacionales que reconstruyen las actitudes punitivas desde la transición democrática (Kessler, 2009; Otamendi, 2014) señalan la persistencia de tres grupos de una talla relativamente similar: un polo punitivo extremo, otro claramente democrático y un tercer grupo intermedio que no adhería a medidas punitivas tales como pena de muerte, podía acercarse a posiciones progresistas sobre, por ejemplo, el apoyo a políticas sociales para prevenir el delito; pero se caracterizaba por demandar una aplicación más estricta de la ley y rechazaba medidas como la liberación anticipada de población privada de su libertad. Otamendi (2014) muestra que en algunas coyunturas (crímenes muy resonantes, conflicto con el campo en el 2008), el polo punitivo se acrecentaba temporalmente para luego volver a su talla habitual. Ahora bien, hasta donde permiten las evidencias de tales investigaciones, se puede suponer un importante solapamiento entre el polo más progresista y los votantes kirchneristas y el más punitivo con votantes de la oposición. Pero, de hecho, una parte de estos votantes adhieren a las posiciones intermedias. Podemos entonces decir que las actitudes punitivas tienen una dinámica propia, que anteceden a la polarización del período kirchnerista, que los picos de polarización son muy sensibles al contexto político y a los “tópicos disparadores” precisos (por ejemplo, el apoyo a la pena de muerte no excede el 35-45 % según los estudios de Otamendi, a los linchamientos a presuntos delincuentes producidos en 2014 lo apoyaba el 28%11, pero otro indicador de cierta punitividad, como el rechazo al proyecto de liberación anticipada de presos en el período Covid 19, trepó al 82%12). Por ello es preciso analizar en cada coyuntura qué tópicos suscitan polarización y vincularlo a la dinámica política del momento. Es preciso entenderlo como un proceso endógeno, producto de oportunidades políticas, lógicas de interacción y cierto grado de contingencia, como muestran Baldassarri y Bearman en el trabajo citado, más que considerarlo de antemano como la expresión evidente de características o creencias férreas de los individuos o grupos.
Volviendo a la situación de la divergencia y el distanciamiento reflexivo de los medios, un interrogante es si hay algún tipo de disposición del orden de la psicología política para explicar esta situación de distanciamiento. En general, la literatura anglosajona ha analizado diferencias cognitivas y emocionales entre conservadores y liberales. En un artículo acerca de por qué los conservadores son más felices que los liberales, Napier y Jost (2008) señalan que los liberales tienden a disfrutar de reflexiones extendidas y de este modo prolongan la clausura cognitiva, mientras que los conservadores suelen preferir respuestas relativamente simples, nada ambiguas sobre las cuestiones de la vida. Y por estas razones, los liberales podrían encontrarse menos satisfechos con la situación, debido al efecto deletéreo de la rumiación y la introspección. En dichos casos, entonces, se podría esperar que las diferencias ideológicas en la necesidad de cognición contribuiría a explicar la brecha en el bienestar subjetivo. La situación de los divergentes pareciera un tanto distinta. Ciertamente se alejan de la clausura cognitiva de los conservadores, aunque no siempre están interesados en desplegar grandes disquisiciones. De todos modos, tienen una predisposición a la apertura cognitiva, más allá de que no siempre la emprendan activamente. En cuanto a su rol activo de disminuir la polarización en las interacciones, hemos visto que en ciertas situaciones eran introvertidos, y los más extrovertidos solían expresar dudas, plantear la necesidad de escuchar otras versiones y sobre todo sostener que nada que provenga de un medio abiertamente polarizado o partisano, puede ser “toda la realidad”. Sin duda son aliados para mitigar la polarización, los más activos se oponían activamente a las miradas unilaterales, intentaban establecer matices, podían evitar el odio o la descalificación del otro, ya que no estaban inmersos en situaciones de polarización afectiva. Esto también llevaba a que, en la interacción, el resto de los participantes, al no poder ubicarlos en el polo contrario, también eran más propensos a escucharlos, a tomar en cuenta su posición y a no enojarse como lo harían con alguien muy polarizado.
Para concluir, el interrogante político nodal es si, más allá de nuestro estudio, los divergentes tienen un rol de atenuadores de la polarización en sus contextos específicos -familias, trabajo, grupos sociales varios cuando se producen controversias que tienden a la polarización: ¿acercan posiciones, disminuyen los juicios estereotipados de cada grupo y/o facilitan el debate abierto? No podemos por ahora dar una respuesta taxativa y sin duda debe ser retomado por nuevos estudios, pero la reconocida teoría de la “influencia minoritaria” (Moscovici, 1985) encuentra que un pequeño grupo puede generar en los otros pensar más creativamente, y/o abrirse a un debate más abierto, un proceso que se ha llamado, justamente, pensamiento divergente (Baer, 2014). Intentamos dar un primer intento de respuesta por medio de la tipología de divergentes que desarrollamos. Encontramos algunas claves de cómo puede atenuarse o intervenir en controversias que tienden a polarizarse. En primer lugar, quitando gravedad a la polarización en una situación concreta, mostrando que es un proceso dinámico que puede ser mitigado mediante la incorporación de nueva información y sin impugnar posiciones en forma tajante. También contribuye a entender la polarización mediática como parte del pluralismo informativo como hacían algunos divergentes y así se recontextualiza el fenómeno con una valoración menos negativa o grave que la idea de polarización connotaría. De este modo, se trabajaría al mismo tiempo sobre la polarización afectiva y la polarización ideológica, contribuyendo a la recuperación de un espacio público más amable con los diferendos y conflictos consustanciales a la vida democrática.