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Revista SAAP

versión On-line ISSN 1853-1970

Revista SAAP vol.16 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2022  Epub 30-Mar-2023

http://dx.doi.org/10.46468/rsaap.16.2.r1 

Reseña

Latecomer State Formation. Political Geography and Capacity Failure in Latin America

Sebastián Mazzuca

Sáez, Manuel Alcántara. Yale University Press, New Haven & London: 448p.

La historia es la guía maestra de la ciencia política. Es posible que una afirmación tan rotunda conduzca a cierta parte de la audiencia interesada por esta última a la desazón, cuando no a la irritación. Afectada en gran medida por la competencia con otras disciplinas, y siguiendo el imperativo sartoriano de la búsqueda de su autonomía, su caída parcial en la seducción metodológica le alejó de aquella. Además, el impacto de la revolución conductista marcó un parteaguas casi definitivo por el que los individuos adquirieron un peso determinante en detrimento de las estructuras o de las instituciones.

El señuelo de los métodos duros alcanzó pronto tal paroxismo que la separación se ahondó y la ignorancia del significado y la influencia del pasado, cuando no directamente el desdén, se impuso. Poco importó que la tradición señalara a Maquiavelo como el hito fundador de la ciencia política moderna, alguien que basó la interpretación de lo que ocurría en su tiempo en el conocimiento exquisito del tiempo pretérito. La obsesión por el método, sin duda necesario, terminó convirtiéndose en muchas ocasiones en una finalidad por sí misma.

En otro orden de cosas, algo similar ha venido sucediendo con los temas objeto de estudio. El Estado gozó de una notoria centralidad a lo largo del siglo pasado que se fue diluyendo ante el avance de la teoría de sistemas o de la elección racional. Apenas el neoinstitucionalismo volvió a conferirle cierto vigor y algunos esfuerzos intelectuales -como el protagonizado en 1985 por Evans, Rueschemeyer y Skocpol- supusieron intentos a la hora de no descuidar el estudio de un asunto tan clásico.

En ambas cuestiones, la producción académica registrada en y sobre América Latina no ha sido ajena. Las excepciones, no obstante, han supuesto jalones destacados en el desarrollo intelectual de la región. Los trabajos en torno al Estado de O´Donnell, Cavarozzi y Oszlak empatan con los de Annino, Centeno y López Alves, así como con el de Huber y Stephens, por citar solamente unos cuantos.

América Latina tuvo éxito en la formación del Estado, pero fracasó en el proceso de su construcción. Si bien las fronteras fueron pronto delimitadas y la definición del territorio se consolidó tempranamente, el paso de un escenario de dominación patrimonialista a la articulación del predominio de una administración burocrática en términos weberianos fue un fiasco. El monopolio de la violencia legítima también sufrió avatares que se extendieron hasta prácticamente la actualidad, como resulta evidente para el caso colombiano o en aquellos países en que las fuerzas de seguridad cuando terminan su trabajo se desplazan a sus hogares en barriadas controladas por mafias delincuenciales. Asimismo, la configuración de la nación renqueó necesitándose décadas para que el sentimiento nacional imperase de forma generalizada, una evolución que ahora choca con la reivindicación del plurinacionalismo que confunde los pasos anteriores dados en la construcción del Estado-nación.

Sebastián Mazzuca se mueve en un terreno que domina a la perfección y que parte de la reivindicación del conocimiento del pasado para analizar la formación del Estado en América Latina conjugando el efecto de tres aspectos que considera cardinales como son los puertos, las formaciones partidistas y los caudillos. La comprensión que tiene de la evolución histórica es minuciosa y siempre adopta una perspectiva comparada con los casos europeos, una región, advierte, con la que solo Paraguay y Ecuador ajustan su extensión al promedio de la de sus Estados.

El libro de Mazzuca lleva a cabo una contribución sustantiva a los debates clásicos sobre el desarrollo político de América Latina, centrándose en las causas de su actual geografía política sin olvidar plantearse las razones de su escaso éxito en relación con países de otras latitudes (Europa y Oceanía), a la vez que sus mayores logros (cuando se compara con África). Por otra parte, la obra se articula sobre la idea de que la formación del Estado en los países de la región fue la coyuntura crítica por excelencia en su historia, en los términos de su mentor David Collier.

El aporte se manifiesta en dos aspectos claves como son, en primer lugar, que la periodización tuviera como momento inicial el lapso comprendido entre 1845 y 1875 y no el que habitualmente se asume definido por las independencias; ello supuso que no hubo un automatismo entre éstas y el momento efectivo de la articulación de los Estados. De hecho, las independencias abrieron un sinfín de vías de desarrollo con un número importante de alternativas viables, que oscilaron entre la fragmentación en una miríada de pequeñas unidades y la consolidación de unidades territoriales de gran extensión. En las conclusiones, el autor señala que al periodo de independencia (1808-1825) siguió lo que él denomina uno de "fracaso" (1825-1845) marcado por la presencia del caudillismo (warlordism), el secesionismo, los proyectos fallidos de conglomeración territorial y la fluidez fronteriza. En segundo lugar, se enfatiza la creación de una geografía política propia de América Latina paralela a la formación de los Estados, que supuso un verdadero parteaguas y que será la posible raíz que cause problemas estructurales en el futuro.

Mazzuca invita a proseguir la investigación sobre los efectos que trajo la peculiar forma en que se llevó a cabo la construcción del Estado en cuestiones que han llamado la atención a la politología actual, como puede ser el caso de los estudios acerca de la calidad de la democracia. El autor subraya, en la línea apuntada por su maestro, Guillermo O´Donnell, que esta es una cuestión que es menos un atributo del régimen que del Estado. Las constricciones existentes por su naturaleza patrimonial, heredadas del siglo XIX, conducen a Estados que son incapaces de ofrecer los bienes públicos que espera el electorado; pero, además, la disfuncionalidad de muchas combinaciones territoriales que dan cobijo a bastiones patrimoniales deriva en gobiernos autoritarios subnacionales. Por consiguiente, futuras investigaciones deberían centrarse en la manera en que ha evolucionado el intercambio entre los gobernantes centrales y las elites políticas periféricas. Una segunda línea de investigación, a mi juicio más innovadora, debería tener por objeto los efectos económicos desde una perspectiva de geografía política, que aborde el impacto de una configuración territorial disfuncional heredera de la etapa de formación del Estado.

El libro es una pieza fundamental para quienes tengan interés en la política comparada de América Latina. El conocimiento del intrincado pasado es un activo permanente de sus páginas, así como su constante engarce con problemas actuales. La atención a todos los países de América Latina, y no solo a aquellos de mayor peso, es una grata decisión que dice mucho de la vocación intelectual de su autor. Finalmente, la consideración de la región como una pieza más en el panorama mundial, y no como un caso aislado y ensimismado, confieren a la obra una relevancia destacable.

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