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vol.36 número2Una presentación para Julieta. Sentires sobre Los nudos de la sabiduría feministaMartínez Andrade, Luis (comp.). Feminismos a la contra. Entre-vistas al Sur Global . Entrevistas de Luis Martínez Andrade. Prólogo de Patricia Manrique. Cantabria (España): La Vorágine, editorial crítica (Otramérica), 2019, 278 p. índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
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Cuyo

versión On-line ISSN 1853-3175

Cuyo-anu. filos. argent. am. vol.36 no.2 Mendoza dic. 2019  Epub 01-Dic-2020

 

Textos

Los nudos de la sabiduría feminista. (Después del II Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, Lima 1983)1

The knots of feminist wisdom (After the II Latin American and Caribbean Feminist Meeting, Lima 1983)

Julieta Kirkwood

Presentación necesaria

Ha dicho Husserl que a partir de Galileo la naturaleza idealizada se sobrepone a la naturaleza intuitiva y precientífica y que nuestro mundo real y cotidiano, el verdaderamente experimentado y experimentable, aparece sustituido por dimensiones categoriales abstractas2.

Por cierto, esto no implica para él negar la validez de las categorías conceptuales; por el contrario: se propone reestablecer que toda categoría nace del ambiente, del mundo circunstante en donde todos vivimos. Y, puesto que en el mundo de la vida no encontramos ni espacio geométrico, ni en general, ninguna "idealización", el olvido que pudiésemos hacer de ese origen vital, nos hará creer que la realidad es sólo su idealización; que lo abstracto sustituye -completamente- a lo concreto.

Al parecer este inmenso dilema se haya en la base de las dificultades que experimentan todos los intentos de expresar la contestación desde la marginalidad social y política; sobre todo cuando éstos llevan, como reivindicación central, aspectos o totalidades referidas a la vida cotidiana. ¿Cómo traducir -sin desvanecerlo- lo experiencial a lo abstracto? ¿Cómo expresar lo conocido singular en la categoría general? ¿Cómo denominar a la Circunstancia Vivida sin que pierda ésta absolutamente su sentido, si traducida a las categorías válidas por reconocidas? Preguntas en verdad antiguas como el hilo negro. [i-ii]

Con ocasión de la edición de un libro que reuniese los materiales del II Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, ISIS Internacional me pidió un artículo referido al evento. Me pareció natural y obvio, entonces, iniciarlo con las propias impresiones personales y experienciales sin mayor preocupación por las formas del lenguaje; y desde allí ensayar -también sin mayor compulsión por los términos- el análisis de algunos aspectos en una semi traducción a la trama teórica conocida y compartida. Parecía perfectamente claro que así debía ser "entre nosotras", y, en la etapa de desarrollo del Feminismo en que se ve imperativo reintegrar la vida con las ideas que se tienen de la vida, la dimensión de lo privado con la percepci6n de lo público… para hacer de todo ello una experiencia comunicable al resto del mundo.

En el primer intento de puesta a prueba del texto que sigue en el ámbito académico institucional de la ciencia social, percibí la dificultad y el asombro -el escozor- que provocaba esa mezcla de discursos y la intromisión de temas no formales en la formalidad del saber.

Surgió entonces la idea de recurrir al Vitalismo y a la Fenomenología como ángulos posibles de interpretación de aquellos intentos que lamen -corroen- la superficie cuasi imperturbable del conocer instituido. Para esa perspectiva habría que elaborar seria y acabadamente referentes muy precisos; más de lo que nos es posible realzar hoy día.

Por ahora, merodeando modestamente esas ideas y siguiendo orientaciones que optan por el reconocimiento de los adversarios [ii-iii] en el debate, más que por la aniquilación temática del "otro"/"otra", nos propusimos sumar estas páginas feministas a una serie de materiales para la discusión académica.

El feminismo como práctica y como teoría requiere el aire de la confrontación de las ideas, puesto que no está en sus fines la elaboración de una horrorosa filosofía cerrada; las intelectualidades necesitan recoger los desafíos interpuestos, para aprehender y expresar responsablemente el sentido de los cambios de rumbo provocados por el hacer social. [iii-1]

I

- “todo fue distinto después de Lima" (dijo M)

En más de un sentido y con distintos predicados escuché varias veces esta frase, ya de vuelta en el oscurecido país que nos ha tocado en suerte -donde reivindicar a la mujer en feminismo suele parecer extemporáneo de cara a la negación brutal de la sobrevivencia humana y frente al absurdo de la criminalización de toda práctica política encaminada a defenderla.

Pero, es que en verdad en Lima se había producido algo distinto, no sólo para unas cuantas chilenas:

Que mujeres latinoamericanas rasgasen las cortinas nacionales para decir de mil maneras y lenguajes la validez de su ruptura y de su emancipación; que sin importar de qué lugar se proviniese -si de los procesos Duros en que se asienta agudamente la violencia política, o si de los otros, enmarañados en tramas más sutiles-, el hecho cierto de que una gran cantidad de mujeres latinoamericanas y caribeñas (en número aproximado de seiscientas) se reunieran en Lima, con el sólo gran acuerdo previo de su mutua presencia… todo eso, estaba hablando a las claras de otra manera de hilvanar la trama para la liberación de nuestra historia.

Así, sin entrar todavía en la difícil discusión-contradicción de si los avances teóricos, ideológicos que se logra en Lima tienen o no correspondencias con la vida práctica, presente, de las mujeres del continente, me permitiré reflexionar en estas páginas - superficialmente temo- sobre parte de lo que allí aconteció y sobre lo que desde entonces me ha [1-2] estado dando vueltas y vueltas en búsqueda de una explicación.

Una de las características más notables del feminismo contemporáneo es esa suerte de “irresponsabilidad" para con el paradigma científico y sus conceptos que se asume en su lenguaje. Esa especie de desparpajo en mezclarlo todo, como si se tuviera la certeza de que las tablas de la ley del conocer, por venir tan desde lo alto, se hubiesen hecho añicos en su caída a lo humano, y que, en consecuencia, "habría que arreglárselas con lo que tenemos".

Más allá de la insolencia y el arrojo, la libertad y el des-orden que de ello se derivan me resultan muy gratos: proporcionan algo así como una licencia para expresar. (Contemos con la arriscada de narices de las lectoras/lectores de las ideas exactas).

Como decía, entonces, esta será una reflexión que se pregunta retroactivamente por los efectos concebibles del Segundo Encuentro Feminista 1983 y, seguramente más por los efectos políticos concebibles de él.

Efectos políticos de un Encuentro -en sentido existencial- lleno de paradojas, complicaciones, afectos encontrados, descubrimientos, revelaciones, condenas, risas; de sesiones atiborradas de adjetivos, de confusiones, de claridades; alimentado de fundamentos válidos y de los otros, los fundamentos descuidados

-recuerdo el dolor y la ira atravesados en el taller de las mujeres negras-; de talleres para [2-3] el buen sentido; posturas radicales sin/versus posturas reformistas talleres para el buen tino; vorágine; razón pura de Estado, de partidos y otra vez la risa estallando en comprensiones: una totalidad humana en movimiento.

Recuerdo que no tuve nada que decir entonces y que no dije nada. Pasmada y absorta recorrí paneles, talleres; tuve encuentros de pasillos, miradas de silla de atrás, protagonismo de público; ganas de querer mirarlo y oírlo todo… Sólo ir y venir y no más eso. La aliviada sensación de ver tantas mujeres jóvenes. La continuidad asegurada.

Sabía, eso sí, ya, varias cosas: que el movimiento feminista en América tiene casi una década; que quizá no sea idéntico en todos los países; que las circunstancias sociales y estructurales determinan pesadamente su inicio, sus formas, sus expresiones visibles… pero que en todas partes se da o se empieza a dar la conversión de las mujeres en sujeto; que por todas partes las mujeres se toman la palabra; que se juntan en jornadas, en grupos, en congresos de la ciudad al campo; que se organizan y que se unen por la política, por la investigación, por la acción. Que se separan por la misma política, por la acción, por la investigación.

Sabía todo esto; pero, la mirada y la observación acaparadas, aún no me era necesario ni posible expresar nada.

Paseé y deambulé por los talleres de historia, de poder, de trabajo, de vida cotidiana; me asomé a la investigación, a las estrategias y a la comunicación alternativa y vuelta a [3-4] la vida cotidiana que teatralizada. Vi grupos “políticos”; vi pasar-circular documentos. Estuve allí cuando se reunió el exilio con el interior. Hablé poco y comedidamente y me sumé a más de un discurso. Finalmente me detuve en el taller de sexualidad. Cansada, no pensaba quedarme, me senté en una piedra.

(Dos chilenas en mi grupo -“no diré nada”- pensé. Muchas otras más, repartidas en pequeños grupos-montoncitos. Escribí - llené aplicadamente mi tarjeta: mi propio análisis sesudo en letras grandes repleto de maniobras, de disfraces, de fórmulas de buena crianza).

De pronto la sorpresa de la lectura colectiva: cada una y todas las tarjetas anónimamente leídas se abrían, reventaban como palomitas de maíz y se instalaban en el asombro. Cambio de colores, de formas, de sentidos. Visión de caleidoscopio; parpadeo, cambio de clave.

Y supe de la enorme, inacabada virtualidad del afecto, del goce y el placer multiplicado y afirmado; de la vitalidad lúdica e irreversible -casi- que se expresaba en el control de la reproducción del grito "mi cuerpo es mío".

Y en el mismo parpadeo la intuitiva evidencia de la Potencialidad y la Amenaza: la apropiación habida, la historia cerrada y repetida; el castigo a la subversión en femenino y de nuevo -al otro lado de los párpados, en el lado obscuro de los ojos- o la síntesis: la enorme magnitud de lo que fue negado cuando se cortó la "primer piedra" que cegó, con rango de civilización a las mujeres y las instaló luctuosamente, inertes, en LO OPRIMIDO. [4-5]

Y en un nuevo golpe de párpados la potencialidad del sexo placer del juego, de la sonrisa felicidad, de la espontaneidad de la belleza, del despliegue de piernas y de brazos -en número de seiscientas- en arco movimiento que era en sí libertad pura.

La gestualidad descohibida, las nuevas viejas muecas -el dolor y la cara- vueltas carcajada. Visión fugaz de lo estrecho masculino.

Recuerdo haberme dicho bajito "con este verbo desatado, con esta capacidad de juego en la vida, de placer, de resto libre, de salto del "id" en el vacío de la plenitud de todo deseo… con esto en dominante, en hegemónico, sin cálculo, sin suspensión ni ahorro previo; sin apropiación ni acumulación para suplir vacíos y todo reproducido en maternidades... Con todo esto, es cierto, no se constituyen civilizaciones de la manera conocida…"

¡Porque no hubiese habido tiempo!

El tiempo estaría absorto en la vida que es a la vez acontecimiento, presente, hoy; no mañana ni ayer. Con esta dimensión en hegemonía no se hacen civilizaciones... y recordé el intento fallido de más de seis millones de brujas quemadas por expresar el juego de mezclar la vida con la muerte y la sexualidad con la vida compartida en sentido fugaz y orgiástico, en rito de baile; ángel y demonio; estrella en el cielo (Lilith), luz y oscuridad. Simplemente en una idea inasible como llama y toda ella sin postulación de eternidad, porque… ¿para qué monumentos? [5-6]

Todo esto, es claro, no podía decirlo entonces. Era apenas tacto, aroma, una insinuada interpretación del mundo.

Ahora me piden escribir de Lima lo que quiera. Y también quiero el análisis o más bien, por todo lo anterior es que lo quiero.

II

El análisis que puede hacerse es simple y parte de la idea gruesa de que HOY las mujeres podemos -deseamos- realizar una nueva conciliación con la cultura, con la historia, con el poder.

Parte también de la idea de que deseamos y queremos realizar una nueva conciliación con la sabiduría, porque ¿qué otra cosa sino es plantear la incorporación triunfal de la FIESTA a una sociedad generada, planeada y administrada en forma lúgubre?

Una sociedad monumental y masculina que nos arrastra -sin goce, sin deseo de plenitud. de llama y vida-, tozudamente, una y otra vez a sus juegos/fuegos de muerte, de tortura atroz, de aniquilación galáctica?

Razones hay demás para que las mujeres queramos establecer sin dilación esas nuevas conciliaciones.

EI desafío de conciliar de otra forma la sabiduría misma nos plantea desde luego no menudos problemas; y tal vez por [6-7] eso fue que en Lima aparecieron tantos conflictos, trampas ciegas; apretados e incógnitos “nudos” a los que convendría examinar con detención por aquello de sus efectos políticos. Hubo numerosos embrollos de palabras y de ideas, de voluntades, de quehaceres y no- haceres, que se atravesaban con frecuencia y persistencia en los diálogos y conversatorios durante, antes y después del segundo Encuentro.

A conflictos innumerables, reflexiones innumerables. Se requiere entonces complejizar, desde la forma en que se dieron concretamente los problemas, hasta cómo han sido éstos traspasados al plano de la teorización. Si las palabras me lo permiten, empezaré explicitando algunos de ellos con simplicidad de primer acercamiento.

Los nudos más recurrentes y perceptibles han tenido que ver con el sentido del trayecto feminista entre Bogotá3 y Lima; con el conocimiento; con la relación entre "feministas-políticas"; con el Poder; con la relación femenino-feminista; con la cuestión de las estrategias; con la idea de profundización de la acción feminista versus la amplitud de llegada de la misma acción; con opciones varias entre vanguardias y masas; con el encierro en lo personalístico versus un planteo feminista social; nudos entre partidos y movimientos autónomos. Y el gran nudo síntesis, por supuesto, el de clase/género. Hay otros nudos que dicen referencia netamente a “conductas”: incomprensión de propósitos, propósitos de manejar- manipular, utilizar, canalizar el movimiento para molinos propios (este nudo siempre lleva ligazón con los partidos políticos); [7-8] nudos de las responsabilidades y faltas de…; cuestiones de liderazgos. De todo esto, apenas analizaré el nudo de los dos Encuentros; del conocimiento; del poder; de las estrategias, y de la relación "feministas políticas". Por una cuestión de espacio y tiempo, y por una cuestión de opción propia.

De los nudos en sí

Los "nudos" se pueden deshacer siguiendo la inversa trayectoria, cuidadosamente, con un compromiso de dedos, uñas o lo que se prefiera, con el "hilo" que hay detrás, para detectar su tamaño y su sentido; o bien, los nudos se pueden cortar con prisas de cuchillos o de espadas (tal como Alejandro hiciera con el nudo gordiano), para ganarse por completo y de inmediato el imperio de las cosas en disputa. De aquí surge, creo, la primera brutal divergencia entre conocimiento y poder).

Para dedicarme a los nudos feministas del Encuentro, prefiero el primer camino; pero le agregaré otro sentido a la palabra.

La palabra nudo también me sugiere tronco, planta, crecimiento, proyección a círculos concéntricos, desarrollo -tal vez ni suave ni armónico pero envolvente de una "intromisión"- o de un "curso indebido" -no lo llamaré escollo- que obligue a la totalidad a una nueva geometría; a un despliegue de las vueltas en dirección distinta, mudable, pero esencialmente [8-9] dinámica. Las formas que entornan y definen a un "nudo" son distintas, diferentes, no congruentes con otros nudos. Pero todos ellos tienden a adecuar, dentro de su ámbito su propio despliegue de movimiento, de modo tal que se unirán mutuamente en algún punto y distancia imprevisible desde el nudo mismo para formar una nueva y sola continuidad de vida. A través de los nudos feministas vamos conformando la política feminista.

Los nudos, entonces, son parte de un movimiento vivo. Así, como tales, he querido pensar los conflictos manifestados en el segundo Encuentro. Obviamente, me sería imposible e inútil decir que los percibí todos: el árbol feminista está bien plantado y seguirá creciendo -¿hasta el advenimiento del leñador? He ahí otra historia.

Nudo Bogotá-Lima

A este nudo me acerco casi con una consigna. No estuve en el I Encuentro y no participé desde la vivencia sino desde una historia recogida a retazos. Mi consigna es que no puede hacerse una Revolución de la vida cotidiana -como la que pretendemos- sin enfrentarnos a una enorme complejidad de temas y problemas. Con nuestra revolución se levanta una inmensa cantidad de expectativas y muchas de ellas llevan el sello de lo absoluto. No ver al otro, a la "otra" es también nuestra escuela.

Dejemos entonces, que los encuentros se miren mutuamente: veamos qué tienen de "incongruentes" y cómo se unen en la unidad del feminismo Latinoamericano [9-10]

De Bogotá percibo un sentido Descubridor. Es la posibilidad de Una Primera Vez, una primera apertura al mundo desde el feminismo latinoamericano. Es narrar la utopía revivida para nosotras y para las demás. Tiene la magia de los comienzos y en ese sentido es también único, irrepetible. Muchas de las demandas en Lima, de las quejas, tenían que ver con un "recrear la atmósfera, los espacios, los tiempos". Y con razón:

Bogotá marca el tiempo de la "recuperación del espacio" para las mujeres. De un espacio muy especial. Lo internacional, hasta ahora, espacio grave y cerrado patrimonio de la cultura patriarcal.

Bogotá marca el momento de un desordenado “asalto al orden”: el tiempo de trabajo se hace canto y fiesta; la razón es desacralizada y puesta en su lugar -se la vislumbra empobrecida y se la enriquece, y eso es cosa dura.

Bogotá plantea la recuperación de los orígenes: es un embate a la historia; es la totalidad de la ruptura en bruto. Es decir -casi- "empecemos de nuevo".

Bogotá es la primera experimentación vivida de ese gigantesco estar juntas las mujeres. Fue la primera vez en que se reventaron las expectativas.

A Lima, con sus seiscientas mujeres feministas le correspondió el turno de transformar la posibilidad en acto. Y esto nunca se lleva sin conflicto. La posibilidad, al hacerse [10-11] carne en la realidad, se multiplica, se complejiza, se hunde en la tierra, se desgrana en hechos, en grupos, en palabras; en pequeñas burocracias. Se administra, se le escapan sentidos de los dedos -“otra cosa es con guitarra”-; se convierte en número. Significa cifras, cuentas por cobrar y pagar; implementación doméstica; bandazos de un poder que nadie -ninguna- quiere tocar. En fin, en Bogotá ha sucedido que un gran número de mujeres, parió una idea, la echó al mundo… y ya la creatura no nos "pertenece". Adquirió vida propia. Podríamos haber craneado, pensado la dirección; pero no podíamos fijar, determinar su trayectoria. A lo más, saber desde donde los lanzamientos futuros sucesivos y responsablemente las trayectorias. (Pero esto es, tal vea, que yo le tengo horror a todas las revoluciones cauteladas).

Bogotá es el primer planteo -en grado de Continente- cuestionador y radical de las instituciones patriarcales. Es la primera revelación de aquellas que pública y socialmente se rebelan; primera apertura de conciencia en comunidad donde no importan los porqués ni los cómos. Es, por ello, un primer momento ético. Se ha dicho: -"hemos soportado mucho… ya no más"-. Es una idea colectiva del Bien y del Mal. Es una idea de la Revolución "total" y “ahora”, aunque dure unos instantes, un día, unas horas. Pero queda inscrita en la humanidad. Con sus rasgos.

Después, Lima. El momento de estructuración luego de la pregunta. El momento de las respuestas y por lo tanto el momento de los nudos; incluso Lima ha de absorber el [11-12] nudo original. No podía ser de otra manera. Hay en Lima exigencias de y planteo de nuevas preguntas complejizadas. Se exige una teoría, una política feminista, unas estrategias. Exasperación de saberlo todo; exasperación de que no se nos responda todo. Dolor de cabeza.

Pero es en los Encuentros en donde se estará hacienda la forma del movimiento, con su ida y vuelta de la utopía al sentido común, para que así las ideas crezcan y los movimientos sean lo que pretendemos "ser" y “hacer” en “proyecto”: no somos una organización con organigramas y relaciones de mando y de obediencia; con funciones de línea, de jerárquica eficacia… Para estar en el movimiento feminista hay que estar también dispuestas a una cierta ambigüedad.

El nudo del conocimiento seguido del nudo del poder

Un nudo viejo, éste del conocimiento, sobre todo cuando se lo cuestiona y se le contrapone al "hacer", a la inocencia del "des- conocimiento" de la pobreza social, o a la urgente responsabilidad de la acción: "no interpretar, sino actuar".

Se puede mirar el nudo del conocimiento en el feminismo, con la perspectiva de Foucault. El afirma que hablar del conocimiento desde la marginalidad es hablar simultáneamente de una voluntad de saber; de un querer-saber. A este querer saber, lo contrapone a la violencia de las ideas admitidas, del "partido tomado” que se apropia de la verdad, y que desplaza a su contrario al "error", dejándolo allí instalado. ("violencia idealista", la llamó Sartre). [12-13]

Hay entonces, una necesidad de elaborar, o recuperar el saber para sí desde el feminismo. El querer-saber surge cuando se constata la no-correspondencia entre los "valores" postulados por el sistema y las experiencias concretas reales humanas. Para las mujeres, como grupo cultural, los valores de igualdad, fraternidad, democracia, son "vividos" como "desigualdad", "opresión" y "discriminación". El querer saber se parece a la rebeldía. Obviamente, esto no lo sabemos de inmediato. Hay un largo, dificultoso camino antes de reconocerlo en la propia conciencia. Fundamentalmente porque el saber oficial adopta siempre una apariencia "buena", "positiva", pero en la realidad de las cosas, este saber funciona de acuerdo a todo un juego de represión y exclusión: exclusión de aquellos que no tienen derecho a saber. Y cuando éstos últimos desde el mundo privado, desde el trabajo, desde la necesidad, acceden al saber, lo hacen por la vía del conformismo (sigo con Foucault). Por un puro “conformismo político", se acepta saber sólo un determinado número de cosas y no otras. Por ejemplo,

¿quiénes de nosotras no hemos dicho u oído: “a nosotras no nos interesa el poder"?

Neto conformismo político.

No "se acepta" como "verdadero" que las mujeres luchen por el poder. "Es un error" -se nos dice en todos los tonos- y claro que lo es: en el sentido del saber de "partido-tomado".

Como primera consecuencia de este "saber" no recuperado respecto del poder, es que las mujeres aceptamos primero, no luchar nunca por el poder; despreciarlo. Segundo, organizar, [13-14] plantear y producir las luchas por algo; maternidad, salud, trabajo, etc. Y no como una lucha para adquirir, re-integrarnos, las condiciones reales del ejercicio de esos derechos.

Se ha producido, con respecto de las mujeres, como con respecto de las categorías marginadas, una "expropiación del saber”. Ejemplo sólido y doloroso: el saber religioso, curativo y farmacológico de las brujas. Ejemplo menos heroico, pero más persistente: la preparación. conservación de alimentos; toda la trama

de lo cotidiano.

En ocasiones el saber feminista tiene aires de "bricolage": conceptos de otros saberes y contextos y les atribuimos un sentido diferente en nuestra obra. Puesto que antes el saber lo ha tomado todo, lo separado y clasificado todo pulcramente y a su modo; la re- apropiación tiene el simple sentido de cambiar las mismas "notas" en una nueva disposición, en otra "clave" que nos resuena mejor. Es todo. No es otra verdad instalada; es apenas una nueva duda abierta al devenir.

Es tremenda la cantidad de conflictos, angustias y no sólo "nudos” que esto produce:

No tenemos un modelo alternativo y eternamente válido para cuestionar el paradigma del saber patriarcal con que se nos ha vestido y engalanado. [14-15]

Todo lo que hacemos y emprendemos con “nuestros” paradigmas en perpetua revisión, tiene sin embargo efectos mediatos e inmediatos en muchas otras mujeres. Incorporaremos aquí la idea de responsabilidad política por lo que hacemos.

Tal como lo proponíamos para la relación entre Bogotá y Lima, sucede que “lanzaremos” algo al mundo; “algo” que -desde que lo lanzarnos- ya no nos pertenece; se ha independizado y ha adquirido vida propia. Pero desde que lo lanzamos, somos responsables por ello. Curiosa tragedia la de la responsabilidad política. Inescapable. Otra cosa sería atribuir los hechos a una Divina Providencia inmanente y omniresponsable, (este es el gran nudo, en verdad).

Parte de este saber re-apropiado, con sus dificultades, se ha expresado en muchas investigaciones feministas -como fue constatado en el taller de Investigación en Lima-. La investigación ha descubierto, sabe, de abusos flagrantes en la condición de la mujer. Estos abusos, rara vez se instituyen en demandas concretas del movimiento. Tal vez se las considera “poco políticas” (como la prostitución); o “dependientes”, “no dependientes” (como la violencia doméstica).

En todo caso, conviene considerar esta situación cuando se hable del saber, para no re-producir la locura de realizar “la acción” separada -en este sentido- de la producción del saber. O vice-versa, dejar aislado al saber.

Al nudo del saber podría dar lugar a todo un tratado. Así lo espero. Habría que considerar la lingüística, las palabras mismas puestas en género, la subjetividad que lleva [15-16] incorporada cada conocimiento y cada sistema de conocer, etc… Apenas, en verdad, debí mencionarlo.

El Poder

¿Cuál es el nudo del poder? ¿Cómo se habló de él en Lima?

¿Qué significados lo recorren?

Tal vez el sentido más definitorio del tema del Poder dentro del feminismo sea precisamente su ausencia. Es lo “presente por Ausencia”, como gustaba de decir E.

En el problema del Poder y en su práctica, las mujeres somos las grandes ausentes. El discurso del Poder solo es válido en la esfera Patriarcal y se expresa con una rápida derivación de “poder público - poder político- poder del Estado”; y, en su dimensión social, “poder de grupos, de clases, de sectores”. Son los caminos permitidos. Para la esfera privada (las mujeres) se habla de “el otro” poder, el poder de la casa, del afecto. “Son los más importantes” -se nos aseguran. Y ahí estamos. Con serias dificultades para asimilarlo cuando nos precipitamos en la esfera pública. Si algo anda mal entre nosotras, “alguien se está tomando el poder”. Lo tachamos de malo, le asignamos una esencia ética y no queremos volver a hablar del asunto.

Pero, ¿qué es Poder? ¿Cómo romper los cerrojos y avanzar en este nudo?

El primer lugar, el poder no es; El poder se ejerce. Y se ejerce en actos. Y se ejerce en actos, en verbo. No es una esencia. Nadie [16- 17] puede tomar el poder y guardarlo en una cajita fuerte. Conservar el poder, no es tenerlo a cubierto, ni preservarlo de elementos extraños. Es ejercerlo continuamente: actos repetidos o simultáneos de hacer y de "hacer que otros hagan o piensen: "Tomarse el poder " es tomarse la acción -la idea y el acto-. El acto frecuentemente afincado en fuerza y violencia. Tal vez de ahí nuestro rechazo y distancia.

Como resultado de años y años de cultura patriarcal, en la mujer se ha obstruido totalmente el "deseo" de poder (recordemos: querer saber; querer hacer). No lo desea para sí, se auto excluye de la posibilidad de tomarlo; no discute siquiera. Lo considera algo que está "fuera" (¿fuera de qué, o, de cuál adentro?).

El camino que vislumbraron los estudiantes del Mayo Francés para cuestionar en grande al poder, y que haremos nuestro, fue, primero, el de la propia voluntad. Consiste en deslegitimar aquello que nos está "privando"; privación que se nos impone desde una situación de privilegio. Esta situación de privilegio es, para nosotras, el patriarcalismo. En segundo lugar, se trataría de liberar al propio sujeto, mediante un "ataque cultural": Ataque que consistiría en la supresión y la negación de los tabúes y las limitaciones sexuales, las separaciones y encasillamientos arbitrarios para la práctica sexual al ámbito de la libertad de opción4. Obviamente, la violación [17-18] en todo sentido es negación de la libertad: No tiene sentido usarla como excusa para la cautela de la libertad. Finalmente: poner en vigencia prácticas comunitarias de ruptura de la individualidad normativa. Agreguemos: cuestionamiento del saber, sin el cual no nos será posible enfrentar lo anterior.

Volviendo al tema del poder, en la dimensión del II Encuentro, encontraremos que este nudo presentaba dos aspectos. Por una parte, están las organizadoras, su labor, su trabajo, (permítanme aplaudirlo). Ellas asumieron el ejercicio del "poder hacer", "que fue en verdad una actividad exigente y compleja. Me abstengo de atender a la crítica pertinente en tanto no se mencione la otra parte del compromiso: Siento que, y me incluyo, todas descansamos en que "alguien" ("otra") tomaría las riendas, planearía y dirigiría los acontecimientos; cautelaría su desarrollo y respondería por todo. Luego recibiría los laureles y/o las críticas y pasaría sin solución de continuidad la batuta al siguiente colectivo organizador del siguiente Encuentro en Brasil.

Esto nos ha permitido -y nos permitirá- seguir hablando de Colombia, de Lima, de Brasil (¿alguna vez de Chile?), como de unas fiestas a las que fuimos invitadas; con la plena libertad de "las invitadas" para acceder al buen trato, a la hospitalidad de huésped y al análisis exigente o despiadado. La mirada de afuera. De quien lleva a instalarse a la mesa ya puesta. [18-19]

Pero otra cosa es asumir el hacer como poder compartido. Saber, y aceptar que sabemos, que éste no puede ser ejercido si no lo es con la responsabilidad plena del sujeto que sabe que siempre se le pasará la cuenta por su acción.

Pero se está poco habituada al poder si se es mujer. No se tiene hábitos, si no se tiene práctica: Si por práctica entendemos el ejercicio de un arte o facultad, habría que mirar al poder como el ejercicio del arte de hacer.

Dejaremos el Poder en este punto puesto que ya empieza a mezclarse con la práctica de la política.

Nudo feminista político

Nudo que surge del hecho de que ciertamente un “encuentro feminista”, aunque no se lo haya expresado o manifestado previamente, es en sí, casi objetivamente, un espacio político de las mujeres. Tanto en la aceptación más amplia de la palabra, como en el reino de lo que es “sentido común”. Esto es explícita o implícitamente aceptado más allá del ámbito de las militantes feministas: me refiero en particular a las mujeres que provienen de organizaciones políticas partidarias y que no siempre, ni necesariamente, adhieren a los planteos de la emancipación de la mujer; pero que sin embargo -digámoslo brevemente- han previsto en “la mujer” un campo a ser desarrollado o incorporado de las más diversas formas del quehacer político. [19-20]

Esta cualidad de espacio político atribuido al Encuentro, ha sido captada por las mujeres de partido aún antes de que las mismas feministas lo hiciéramos activamente. Acostumbradas al escaso interés que les ha despertado asistir a los trabajos grupales, a los talleres feministas, tendemos a atribuir su presencia generalizada en los grandes encuentros a motivaciones subterráneas de manipulación y control partidario.

La percepción de “espacio político” de una parte, y la suspicacia de verse amenazadas, por la otra, constituyen inmediatamente a “ese espacio” en un espacio disputado, peleado, airecillo de “botín de vencedoras”. Desde las “políticas” -y las llamaré así para distinguirlas como a sí misma se distinguen de las “feministas”, sin tocar la legitimidad de los términos-, hay una cierta impresión de que ese espacio está “lleno de mujeres”, pero “vacío políticamente”. Es natural y fácil, entonces, que sea mirado como la codicia de una cancha por rayar y de estrategias por constituir y administrar según las reglas de los juegos que se prefiera.

Y aquí mismo empieza el nudo y, por supuesto, también los malos entendidos para parte y parte.

Como no se trata en este momento de dar a los nudos una solución de “partido tomado” -ni siquiera del nuestro-, trataremos de no caer en la tentación de adjudicarles brutalmente a los discursos de nuestras interlocutoras políticas, significaciones “inmediatas”, “objetivas”, y por lo tanto -para nosotras- “condenatorias”. [20-21]

Busquemos mejor saber las posibilidades de desarrollo que están inscritas en esas conductas presentes. Retrasemos el instante del juicio y de la clasificación definitiva. Desenredemos el nudo en lugar de bautizarlo en ausencia.

Para este problema parece oportuna una pequeña premisa sartreana: “Cualquier conducta puede hacer converger dos miradas, la mía y la del prójimo/prójima. La conducta, precisamente, no presentará la misma estructura en un caso y en el otro”.

Consideremos entonces que habrá, respecto de las “políticas”, “dos conductas” -a lo menos- desde las que pueden desplazarse el análisis. La suya y la nuestra.

El nudo, mirando a la conducta de nuestro sujeto “mujeres- políticas-en-el-encuentro”, comienza por el hecho de que, desde las ideologías de izquierda, la única teoría que se acerca a… o permite enfocar a la mujer en un tono político progresista, es la teoría del proletariado. Se trata, eso sí, del término mujer adjetivado por lo “popular”, que, paradojalmente, niega a las mujeres proletarias en su presente cotidiano de género en virtud de su futuro como “clase”.

Habría entonces y desde esta perspectiva, una postergación, por no usar aquello de descalificación, teórica y práctica, del tema- mujer, y, de la organización-mujer, que permite, que abre el camino para considerar, “mirar”, a una gran concentración pública y masiva de mujeres, a la vez como vacío teórico y como espacio/terreno apto para implantar la semilla política. [21-22]

Esta forma de expresión de la participación militante no feminista en los espacios feministas plantea a ésta últimas el dilema:

¿se está frente a una pura intromisión indebida o frente a un expresado intento de diálogo? Y, ¿es posible este último si las “miradas” ya están constituidas previamente?

El nudo pareciera inconciliable. Sensación de pérdida.

Las reacciones feministas inmediatas no demoran; se bifurcan:

una) Defender lo propio. Cerrar, cerrarse en encuentros reducidos, exclusivos feministas (pero, ¡ay! No hay feministómetro), donde pueda avanzar la elaboración de una política, de unas estrategias y de unas tácticas. otra) No caer en el grupo cerrado y getto: amplitud de la convocatoria y la llegada de muchas mujeres que conjuguen los verbos dialogar, polemizar, participar… Correr los riesgos de toda amplitud (¿acaso no era yo una de “ellas”?)

Pareciera, honestamente, que una salida no excluya la otra. Puede hacerse reuniones, encuentros -aún congresos- específicos de las feministas; porque “delimitar” no es necesariamente excluir, sino tomarse el tiempo necesario para tratar lo propio; para debatir y socializar conocimientos y avances; fijar propósitos; en el exacto sentido en que un Congreso de Odontología no excluye si no invita a los ingenieros o arquitectos. [22-23]

El debate en este punto puede complicarse aún más, o ser fructífero. Pero quisiera referirme a otro sentido que se vislumbra detrás del nudo feministas-políticas. Persisto en creer que detrás de todo esto (llámese manipulaciones, intromisión, etc.), hay un enigma sólidamente estructurado; muy difícil de desagregar.

Siempre me he sentido muy impresionada por las “mujeres políticas” que exhiben en su modo de ser cultural e ideológico una marcada satisfacción por los “resultados” que les es posible obtener al aplicar rigurosamente su “metodología” de análisis y su “teoría” explicativa de globalidad.

(Tampoco creo para nada que lo “radicalmente riguroso” sea la alternativa exclusiva de una postura crítica feminista; preferible me parece el camino alegre de la constante “puesta a prueba”, un ir y venir de la “interpretación” a los “conflictos”, o a las facetas de los conflictos o de los nudos).

La pregunta repetida y recurrente en esos días del Encuentro y también ahora ha sido: ¿por qué acuden las “políticas” a los encuentros feministas?” La primera respuesta, antes y ahora, surge de lo obvio: “para llevar su mensaje”. Descontada la atribución de tácticas para el “uso” y la “dilación”, miremos lo obvio que está detrás de lo obvio:

Las políticas van a los Encuentros feministas pero no quieres aceptar que van. [23-24]

Se instalarán en ese espacio para cuestionarlo todo desde la política global; replantearán todos los temas rechazando compromisos viscerales “qua” mujeres. En verdad, no quieren romper el instante en que se sienten -son- pura conciencia de clase… Pero he ahí que han desplazado sus cuerpos; están en los talleres, metidas con mujeres, y con temas de mujeres; están en los conversatorios; se les escapan los pies en los bailes y las palmas en los cantos. Viven, conviven con sus semejantes; no se marginan. Simultáneamente sacan documentos de pasillos -encuentros en el Encuentro, estado dentro del Estado-, que luego, y por obra de su presentación en Asamblea y por gracia de la sorpresa atónita de las “otras” -ahora las feministas-, transformarán en EL DOCUMENTO a ser debatido en la sesión final, de Clausura…

Si; simultáneamente a estar ahí querrán arrastrar a las otras a las solas disquisiciones sobre lo popular, la clase, la lucha, la innombrable burguesía grande y la pequeña, la atroz. Se habrá conjurado la reactivación en político de lo privado. Se habrá abierto el camino de la culpa, y la fiesta clausurada.

Entre tanto las políticas habrán cumplido a cabalidad el divorcio entre su condición de género femenino -su cuerpo ahí- y su discurso racional y sancionado. El orden se ha reinstaurado.

Detengámonos en parte de acá de este divorcio: La [24-25] presencia de las mujeres políticas, que es un hecho, un acontecimiento, no admite ni consiente en que está allí. Para ello usarán sucesivamente diversos procedimientos.

El acto de no asumir dos aspectos que existen, que están allí en una sola presencia humana: los hechos, el cuerpo físico puesto en el Encuentro y sus vicisitudes, por una parte; la “idea”, el discurso y la voluntad asimilada a la idea, por la otra, es lo que Sartre definió como “la mala fe”.

La mala fe es básicamente negar una evidencia que se está viviendo sin experimentarla ni aceptarla como tal, y simultáneamente, auto engañarse, refugiarse en reemplazo en una “construcción idealista” que protege y que ampara de la presencia del cuerpo desmesurado.

Y así sucede que se está… pero que no se está. La mala fe no engaña a los demás; es distinta de la mentira. La mala fe es tal porque sólo se engaña a sí misma. La mala fe se hace evidente, se hace manifiesta, en la “presencia” divorciada del discurso. La mala fe lleva inscrito en la frente: “Queremos estar ahí como mujeres pero no lo reconoceremos”.

Se está ahí en una presencia inerte.

¿Hasta cuándo? ¿Cuándo es que la conciencia sortea el engaño de sí misma? ¿Cuándo logra juntar sus vivencias con la imagen querida y admitida del mundo y con el cuestionamiento de su lugar en el mundo? [25-26]

Habrá que dejar una pregunta abierta.

Y también, arbitrariamente, habrá de ponerse un punto final a estas consideraciones. Quisiera hacerlo formulando un deseo y una pregunta. Mi deseo en que el amnisticio [sic] entre feministas y políticas no pase jamás por el parto de algo así como un “realismo feminista” que descarte -negándolo- todo aquello que sea exterior a la vivencia “pura” de lo oprimido femenino.

El decir, que para denostar la pésima síntesis cultural que nos exige ser “o cuero o idea”, nos precipitemos absolutamente al cuerpo-emoción que somos, negándonos la simultaneidad de seres pensantes sociales, que somos.

Y la pregunta: ¿que habrá querido decir M., felizmente comprometida con el lado izquierdo de la política, cuando dijo que todo era distinto después de Lima?

1 Para esta edición se tomó como referencia el texto publicado por FLACSO, nº 54, en agosto de 1984, en una línea de textos llamada “Materiales para la discusión”. Según se informa en el manuscrito, el texto original fue publicado originalmente en la Revista de las Mujeres, nº1, ISIS INTERNACIONAL (Roma, 1984). Para la versión publicada por FLACSO se agregó una presentación preliminar.

2Ver: Enzo Paci, "Función de las ciencias y significado del Hombre", F.C E., México 1968.

3Lugar de realización del I Encuentro feminista, en 1981.

4Se refiere, también en grande, a la práctica de relaciones entre géneros.

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