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Cuyo

versión On-line ISSN 1853-3175

Cuyo-anu. filos. argent. am. vol.39 no.2 Mendoza dic. 2022  Epub 22-Jul-2023

 

Dossier

El plan de lecturas de San Martín: reflexiones sobre los libros donados a la Biblioteca Nacional de Lima

San Martín's reading plan: reflections on the books donated to the National Library of Lima

1Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Instituto de Ciencias Humanas Sociales y Ambientales. Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Derecho. Mendoza, Argentina. bbragoni@mendoza-conicet.gob.ar

Resumen

El artículo ofrece resultados de una investigación en curso sobre el plan de lecturas de San Martín a partir de la lista o inventario de libros que donó a la Biblioteca Nacional del Perú en 1821. Los resultados se organizan en dos secciones: la primera expone las principales características del corpus de libros con el fin de analizar los contextos de su formación, y la diversidad de géneros, autores y temas que fueron objeto de atención, hojeados o leídos por San Martín. La segunda presta particular atención a los materiales impresos sobre la Revolución francesa en tanto constituyó una temática angular de su programa de lecturas por interpretarla como “acontecimiento” y proceso inescindible con el derrotero de las revoluciones políticas e independencias hispanoamericanas.

Palabras clave: Bibliotecas; Revolución francesa; Independencia; José de San Martín

Abstract

The article offers results of an ongoing research on San Martín's reading plan based on the list or inventory of books that he donated to the National Library of Peru in 1821. The results are organised in two sections: the first one sets out the main characteristics of the corpus of books in order to analyse the contexts of their formation, and the diversity of genres, authors and subjects that were the object of attention, browsed or read by San Martín. The second pays particular attention to the printed materials on the French Revolution, as it constituted a key theme in his reading programme, interpreting it as an "event" and a process inseparable from the course of the Spanish-American political revolutions and independence.

Keywords: Library; French Revolution; Independence; José de San Martín

José de San Martín abdicó del mando supremo del Protectorado del Perú en respuesta a la crítica situación que había despertado la política antipeninsular dirigida por su ministro Monteagudo, que terminó de licuar el capital político del Libertador del sur desde que había desembarcado en Pisco precipitando la independencia de las intendencias de la costa y el norte peruano. A su vez, la entrevista que mantuvo con Bolívar en Guayaquil tampoco había tenido resultados promisorios para enfrentar la fuerza militar que los realistas descargaban desde la sierra asediando las posiciones de los “disidentes” americanos. Al partir del Callao con destino a Valparaíso, cargó un discreto equipaje que incluía el uniforme militar del Estado peruano, el sable corvo que había adquirido en Londres y el pendón real de la Ciudad de los Reyes junto a otras reliquias, que atestiguaba haber cumplido la promesa jurada en la Logia de Caballeros racionales de extirpar el poder español en los antiguos dominios de los Incas. Su equipaje también incluía papeles públicos y documentos que verificaban el periplo ensayado en diez años de revolución y guerra, la dupla de categorías que había utilizado para fundamentar su salida del teatro sudamericano. En cambio, los 13 cajones que almacenaban algo más de 700 libros que había trasladado desde Mendoza a fines de 1819 en vísperas de liderar la Expedición al Perú, quedaron en la “Biblioteca Nacional” que había creado con el fin de enlazar el canon ilustrado con la fundación del nuevo Estado independiente1. No obstante, el cuaderno que registraba la lista de títulos de la preciada colección fue preservado entre sus papeles personales pacientemente clasificados en los años de su ostracismo voluntario, integrando el voluminoso archivo que sirvió al Mitre historiador para fundamentar el aparato crítico de la monumental narrativa que hizo de San Martin el vector continental de la revolución rioplatense, que se publicó en 18872.

La “librería” o “librerías” de San Martín han sido objeto de análisis eruditos y han permitido reconstruir en detalle el número de publicaciones y la eventual clasificación temática de las ediciones acumuladas por el Libertador antes y después de haberse radicado en Francia. Se trata de dos corpus de textos: el reunido a lo largo de su periplo peninsular y sudamericano; y otro grupo más discreto que reúne las obras acumuladas en Francia que fueron donados por su yerno, Mariano Balcarce, a la biblioteca pública de Buenos Aires en 1856 (cf. Barcia y Bucchianicco, 2010).

Ambas bibliotecas o “librerías” constituyen registros valiosos de las preocupaciones intelectuales de un oficial del ejército español volcado a la causa de América ante la crisis desatada en la cúspide de la monarquía española como resultado de la invasión napoleónica, y los agravios infligidos a los americanos por las instituciones sustitutas del rey cautivo que se arrogaron la representación de la soberanía de España y las Indias. Libros y papeles impresos que avizoran el interés sanmartiniano por comprender y tramitar el cambio político, cultural y tecnológico imantado por la ideología de la Ilustración, el ciclo de las revoluciones atlánticas, los principios del gobierno limitado y del derecho civil, penal e internacional, el debate entre monarquía y república y los beneficios de la libertad civil y comercial como llave de acceso al programa civilizatorio. Un corpus de textos fascinante por su volumen y diversidad temática que atestigua con meridiana claridad las implicancias de la revolución lectora del siglo XVIII y XIX que la historiografía reciente ha puntualizado como rasgo distintivo de las prácticas de lectura emancipadas de la autoridad eclesiástica, y sujetas a develar la materialidad de los textos y las prácticas de los lectores junto a la desigual posesión del libro, la jerarquía y composición de las bibliotecas, la circulación de libros y papeles impresos según las situaciones locales, y la conformación de una “comunidad de interpretación” entre Europa y América3. Oportunamente, Roger Chartier ha subrayado que “toda historia de las prácticas de lectura es, pues, necesariamente una historia de los objetos y de las palabras lectoras” (cf. Cavallo y Chartier, 2001, p. 16), lo que supone tener en cuenta la historicidad de los modos de utilización, comprensión y apropiación o traducción de los textos. Pero como bien se sabe, y a los efectos de los objetivos de este artículo, un inventario o lista de libros acumulados en un ciclo vital no habilita a pensar ni que fueran leídos ni tampoco la forma en que los contenidos fueron apropiados por sus propietarios. Dicha advertencia recomienda, entonces, ser cautelosos y proponerlos como “síntomas” de preocupaciones intelectuales o indicadores de preferencias lectoras.

Las páginas que siguen recogen estos presupuestos con el propósito de ofrecer resultados de una investigación en curso sobre el plan de lecturas de San Martín a partir de la lista o inventario de libros que donó a la Biblioteca Nacional del Perú en 1821. Para ello, hare referencia a los contextos de su formación, y al conjunto de textos que ilustran algunos de los problemas que distinguieron la cosmovisión política del tiempo revolucionario que lo erigió en actor protagónico de la independencia sudamericana. Un mapa de lecturas euroatlántico y americano que pone de relieve preocupaciones intelectuales que vertebraron su comprensión sobre el tiempo pasado y el revolucionario en el que su accionar político y militar se inscribía, junto al interés por las letras, el teatro, artes, ciencias y oficios.

El artículo está organizado en dos secciones: la primera expone las principales características del corpus de libros donado a la Biblioteca Nacional de Lima en 1821 con el fin de analizar los contextos de su formación, y la diversidad de géneros, autores y temas que fueron objeto de atención, hojeados o leídos por San Martín. La segunda presta particular atención a los materiales impresos sobre la Revolución francesa en tanto constituyó una temática angular de su programa de lecturas por interpretarla como “acontecimiento” y proceso inescindible con el derrotero de las revoluciones políticas e independencias hispanoamericanas.

El fondo bibliográfico

Como se anticipó el catálogo de textos incluidos en los dos “librerías” de San Martín ha sido objeto de diferentes estudios que destacan primordialmente la vocación lectora e ilustrada del Libertador. La última publicación fue realizada por el profesor Pedro Barcia en colaboración con la licenciada Adela Bucchianicco, quienes ofrecieron por primera vez una clasificación o catálogo temático de los títulos y autores el cual fue ilustrado con las portadas de las ediciones. Se trata de un esfuerzo intelectual, erudito y filológico relevante en tanto la descripción de los libros o textos registrados en el cuaderno no ofrecen ningún tipo de clasificación temática, ni tampoco los datos bibliográficos están completos. En ocasiones, la lista incluye título y autor; en otras solo figuran los títulos lo que dificulta establecer identificaciones precisas sobre eventuales autores, editoriales, lugar y año de edición. Asimismo, los sucesivos despojos que sufrieron los fondos de la biblioteca de Lima en el siglo XIX a raíz de las guerras y la inestabilidad política en el contexto de formación del Estado nacional en el siglo XIX, unido al incendio que sufrió la institución en 1943, han impedido recomponer la colección completa de San Martín hasta iniciativas de restitución patrimonial muy recientes, como lo ejemplifica la realizada por el gobierno chileno con motivo de la conmemoración del Bicentenario de la independencia peruana4 De manera paralela, y como ha sugerido Barcia en el libro ya citado, no resulta fácil reconstruir el número ni tampoco las temáticas de los volúmenes donados por San Martín a la biblioteca mendocina creada en 1822. Si bien el patrocinio del Libertador ha sido regularmente enfatizado por los especialistas, la precariedad de los registros bibliográficos al momento de su fundación junto a las intervenciones y pérdidas posteriores limitan o dificultan la identificación de las obras donadas5. Algunos sostienen que fueron cerca de 300 ejemplares y que los envió desde Lima, pero no hay evidencia firme de la donación6.

Aun así, la preciosa y cuidadosa catalogación ofrecida por Barcia y Bucchianicco, constituye una eficaz vía de acceso para los objetivos perseguidos en este trabajo que serán fortalecidos con evidencias relativas a los contextos de formación del corpus en cuestión, la consulta de los libros existentes en la biblioteca de Lima y documentación probatoria de las principales preocupaciones políticas e intelectuales de San Martín en el curso de su trayecto revolucionario.

La primera reflexión sobre el corpus de libros donados a la Biblioteca Nacional de Lima refiere a la dificultad de distinguir los volúmenes que trasladó en la travesía atlántica que lo condujo de Cádiz a Londres y a Buenos Aires, de los textos que pudo haber adquirido en las tiendas porteñas mientras organizaba el regimiento de granaderos a caballo y alternaba las tertulias y fondas de la ciudad junto a camaradas o “hermanos” reunidos en la Logia Lautaro. A su vez, la preocupación lectora del general debe tener en cuenta los libros que pudo haber reunido en Mendoza como gobernador intendente mediante el pedido expreso a sus amigos de la logia y los funcionarios del gobierno central que contribuyeron a edificar la máquina militar que permitió cruzar los Andes en el verano de 1817. Al respecto, es bien conocido el pedido que hizo a Pueyrredón de obtener un ejemplar de la obra de Thomas Paine y promover la impresión del texto en Buenos Aires con el fin de difundirlo en la desigual geografía tipográfica de las Provincias Unidas. También resulta probable que el aumento del corpus haya procedido de su permanencia en Santiago de Chile después del éxito de Chacabuco, y de las visitas realizadas a Buenos Aires en el otoño de 1817, y la que realizó después del triunfo de Maipú en 1818. No resultaría extraño conjeturar que ese peregrinar haya contribuido a aumentar su fondo bibliográfico, gracias al incremento del flujo de comunicaciones entre las principales ciudades-puertos a raíz de la libertad de comercio decretada por O’Higgins en 1817, que permitían poner en circulación el reguero de publicaciones promovidas por los liberales españoles y americanos residentes en Londres, Baltimore o Nueva York. Seguramente haya sido un buque inglés que recaló en el puerto de Buenos Aires el que haya facilitado el acceso de San Martín y de su suegro, Antonio de Escalada, de los ejemplares del Español Constitucional, el periódico editado por el español Pedro Pascasio Fernández Sardino: un experimentado publicista refugiado en Londres desde la restauración de Fernando VII en el trono en 1814, que promovía el reconocimiento de la independencia americana, y había celebrado el triunfo de Maipú como ejemplo de guerra reglada y de la moderación de las revoluciones políticas mediante la difusión de noticias y proclamas, y la reproducción de reglamentos y constituciones sancionados por los letrados sudamericanos para fundar las bases de los Estados independientes nacidos del colapso imperial español7. Los contactos personales entre San Martín y sus camaradas también le permitieron acceder a nuevos libros; así lo expresó Álvarez Jonte en carta cursada en 1819 cuando le anunció que le había comprado en Londres el Manuscrito de Santa Elena, la exposición atribuida a Napoleón Bonaparte con la que había justificado su desempeño público ante sus contemporáneos, recientemente publicada8.

Naturalmente, el interés por nuevas lecturas del héroe de Chacabuco y Maipú no era independiente de la “guerra de pluma” o papeles impresos que insuflaba la atmósfera política a ambos lados de la cordillera en la que se dirimía debates cruciales sobre la forma de gobierno que debían adoptar los nuevas comunidades políticas en medio de la restauración legitimista en Europa, y el fatal desenlace del conflicto desatado entre los directoriales y los hermanos Carrera que culminó con el fusilamiento de Juan José y Luis en la plaza de Mendoza en abril de 18189. Ese litigio lo había conducido a redactar un manifiesto en defensa de su accionar público que nunca difundió (aunque preservó en su archivo personal), y considerar la importancia de fundar una biblioteca pública en la capital de la gobernación cuyana en base a los fondos bibliográficos existentes en los conventos y entre los particulares que enlazaban la tradición impresa y las prácticas de lectura de los siglos XVII y XVIII con las forjadas por personajes centrales del momento de la independencia, como lo atestigua el inventario de libros del Dr. Tomás Godoy Cruz, su principal vocero en el congreso general que declaró la independencia de las Provincias Unidas en Tucumán10. Ese sería el contexto político y libresco en el que San Martín decidió hacer expresa la voluntad de donar sus preciados libros a la biblioteca pública a fundar en Mendoza: lo hizo mediante testamento fechado el 23 de octubre de 1818 ante el escribano del cabildo, Cristóbal Barcala, en los siguientes términos: “(…) que la librería que actualmente posee y ha comprado con el fin de que se establezca y forme en esta capital una biblioteca, quede destinada a dicho fin, y se lleve a puro y efecto su pensamiento”.

No obstante, ninguna innovación institucional tuvo lugar en los meses siguientes por lo que decidió cargarlos en la nueva travesía andina emprendida entre fines de 1819 y comienzos de 1820 después de haber elevado su última renuncia al gobierno de las Provincias Unidas de Sud-América que contribuyó a su colapso. Al llegar a Santiago, y ante las dificultades de financiar la empresa política y militar al Perú, evaluó la posibilidad de venderla para lo cual encargó tramitar la negociación con algún comerciante de la plaza santiaguina para luego desistir del proyecto ante la obtención de fondos alternativos que permitieron financiar la Expedición al Perú11. Pero la preocupación por sus libros se mantuvo intacta en el trayecto marítimo, y al desembarcar en Pisco desde donde escribió al comandante de la goleta Moctezuma para encargar su custodia a Peña, y más tarde los encomendó al comerciante escoses Paulino Campbell Douglas (emparentado con la familia Escalada desde 1812) a quien le expresó que, en caso de morir, “los sagrados libros”, como los llamó más de una vez, debían ser entregados a su esposa Remedios12.

Frente a tales evidencias, resulta más que probable que la librería de San Martín haya llegado a sus manos en vísperas a su ingreso a la Ciudad de los Reyes, y los preparativos de la jura y proclamación de la independencia de Lima. En efecto, la donación se realizó el 21 de julio de 1821. No obstante, la apertura de la biblioteca-museo se realizaría al año siguiente para cuando ejercía el mando político y militar de la novedosa arquitectura institucional del protectorado de los pueblos del Perú. Para entonces, la biblioteca-museo se organizó en base a las colecciones del antiguo colegio de la Compañía de Jesús, y donaciones de particulares que incluían los libros que atestiguaban la cultura letrada que había nutrido su periplo euroatlántico y sudamericano13. En esa institución también depositó el pendón real que había sido objeto de devoción ritual por representar la fidelidad entre el Rey y la ciudad desde 1541, y que era exhibido todos los años en el desfile de renovación de los cargos concejiles como expresión de la autonomía local en el principal bastión sudamericano de la monarquía española14.

La segunda reflexión apunta a describir y conectar el plan de lecturas sanmartiniano. Un plan de lecturas que exhibe preocupaciones intelectuales y prácticas de un lector formado en el clima reformista o ilustrado del siglo XVIII. Un lector curioso y atento a las novedades del siglo, pero de ningún modo ajeno al mundo de textos clásicos distintivos de la cultura occidental. Así lo ilustran los títulos y autores inscriptos en el famoso cuaderno (268 obras que sumaron 725 volúmenes, más otros impresos, planos y mapas), y verificados en las 72 piezas depositadas en la biblioteca limeña. Escritos en latín, castellano, francés o portugués, editados en su mayoría en Londres o París (en menor medida en Madrid), y datados entre fines del siglo XVI y 1820, el corpus bibliográfico exhibe el interés por la historia, filosofía y derecho clásicos; mapas, reglamentos, campañas y tácticas militares españolas y francesas; manuales de economía política y reglamentos de comercio; ejemplares relativos a técnicas de fomento agrícola, minero, maquinarias, molinos hidráulicos; tratados de física, química, matemática e ingeniería; biografías, memorias, diccionarios diversos (varios bilingües), entre otro conjunto de libros antiguos y raros, como lo atestigua uno sobre “quiromancia” publicado en Venecia en 1499, y recientemente expuesto con su firma en la Biblioteca de Lima.

Como no podía ser de otro, la literatura de viajes constituyó uno de sus géneros preferidos entre los cuales no podía estar ausente la influyente obra de Sarmiento de Gamboa, Viaje al estrecho de Magallanes (Madrid, 1768), la del gran Humboldt Essai politique sur le royaume de la Nouvelle Espagne: Du Mexique (París, 1811), junto a la obra de John Byron, Viaje alrededor del mundo (Madrid, 1760) y otros tantos referidos a Grecia, Turquía, Rusia, China, las Antillas, Canadá y América septentrional. Tampoco estuvo ausente de sus preocupaciones lectoras la genealogía literaria irradiada por la Iliada de Homero, las obras de Quevedo, las comedias de Calderón de la Barca, la Herniade de Voltaire y la Jerusalén liberada de Torcuato Tasso en la edición parisina de 1808. Un programa de obras clásicas que guardaba sintonía con la dramaturgia francesa de los siglos XVII y XVIII que aparecen representadas por las piezas del famoso Fenelón, el menos conocido Chénier, y las también célebres del Voltaire de las letras. Las mismas ponen de relieve no solo el gusto por el teatro del general (y de la ópera que frecuentará en los años del ostracismo en París en compañía de su mecenas, el Marques de las Marismas, Alejandro Aguado). También explica, como lo recordó Damián Hudson, la iniciativa de alentar la representación de la “Muerte del Cesar” de Voltaire puesta en escena por los oficiales del ejército de los Andes en las comedias organizadas en Mendoza y San Juan con el objeto de modelar ideales y comportamientos de virtud y heroísmo patrióticos15.

La lista incluyó también varios diccionarios entre los que sobresalían uno sobre América, otro de música escrito por el ginebrino Jean Jacques Rousseau (de quien tenía también el famoso Emilio pero ningún ejemplar de El Contrato Social), otro sobre temas militares junto a diccionarios de lengua francesa y española. Ni el Diccionario des arts et des sciences… de Thomas Corneille (editado en Paris), ni menos aún la colección casi completa de la Encyclopédie française de Diderot y D’Alembert, podían estar ausentes del catálogo del general por constituir el suceso editorial más relevante del siglo XVIII francés destinado, como ha sugerido Roig (1970), a “poner a disposición de la humanidad un conjunto ordenado de saberes para asegurar su comunicación universal y perfecta conforme al estado de conocimiento de la ciencia y la técnica” (p. 10). Pero el conocimiento ilustrado no era el único motivo de interés literario del voraz comprador de libros en tanto también poseía dos títulos de Claude Fleury de amplia circulación relativos a la religión: se trataba de 28 tomos de la Historia Eclesiástica y de un ejemplar del Catecismo histórico publicado en París en 1738.

A San Martín tampoco le fueron indiferentes las Cartas de Cicerón, textos de filosofía de Descartes y Raynal, y tratados clásicos del Ius Gestium entre los que figuraban autores distintivos del siglo XVII y XVIII como Hugo Grocio y Samuel Pufendorf mediante los cuales fundamentaría, sin citarlos, convenciones del derecho internacional y de la noción de guerra reglada, humanitaria o sujeta a derecho que nutrieron los argumentos de proclamas u oficios dirigidos a los virreyes y generales del ejército realista para fundamentar la justicia de las pretensiones de autogobierno y denunciar las prácticas de guerra aplicadas contra los “insurgentes” americanos16. A su vez, en materia de derecho civil y penal, también figuraron entre otros libros, la obra del genovés Filangeri y dos títulos de Jeremy Bentham: Tratado de Legislación civile et penales (París, 1802) y Theorie des peines et des recompenses (Londres, 1811). Pero el interés demostrado por textos representativos del padre del utilitarismo inglés no eludía el conocimiento de la cultura jurídica hispánica: allí deben ubicarse sus preferencias librescas que enlazan la obra de Manuel Lardizábal y Uribe, Discurso sobre las penas (Madrid, 1782) con la de Félix Colón de Larriátegui, Juzgados Militares de España e Indias (Madrid, 1791-1798).

Así como la filosofía de la Ilustración no podía estar ausente, las preocupaciones lectoras de San Martín tampoco perdieron de vista ensayos, relatos, memorias y biografías que nutrían la oferta de literatura culta o de los “best-seller” de la época. Si la obra del barón de Montesquieu, junto a libros de síntesis de la tradición filosófica francesa tuvieron lugar en su librería, la Historia de Inglaterra (en la versión de David Hume de 1783), un par de libros sobre Rusia, otra sobre las naciones del Orinoco (de José Gumilla) y la producción literaria de mujeres no le fueron indiferentes. Entre las últimas se destacan los famosos textos de Mme. Stäel, De la litterature y De l’Alemagne, en las que ponía en valor el peso de las revoluciones en las miradas sobre el pasado, los contrastes entre la cultura francesa y la germánica, y la influencia del teatro en la conducta de los hombres. De Mme. Necker también poseía: Melanges extraites des manuscrites. A la vez, la curiosidad intelectual de San Martín lo había conducido a comprar las obras de Mme. Lafayette y las de Mme. Tencin (la madre de D’Alembert a quien dejó en el atrio de una iglesia), las cuales ofrecían testimonios o versiones de trayectos femeninos del mundo de las letras, las cortes y el salón.

Sobre la historia y la revolución en la historia y la política

Al interior de ese cuadro libresco espectral, el interés sanmartiniano por textos de historia merece atención especial. Sobre todo, por el nutrido repertorio de obras referidas a la historia universal que arrancan con Plutarco, la historia de los emperadores romanos y la obra de Salustio y se focalizan en la historia de Francia antes y después de la revolución para interpelar, también, piezas literarias relativas a la historia americana en vísperas y durante el desarrollo de guerras de independencia del continente. Una agenda que permite conjeturar claves de lectura capitales de su comprensión sobre las revoluciones políticas en la que se inscribiría no solo su accionar militar y político sino, además, en la manera de pensar y gestionar el poder en los territorios libres del yugo colonial. Una forma de acceso privilegiada (e indirecta) para conectar las preocupaciones librescas de un militar-lector que asistió y experimentó el cambio en la experiencia del tiempo histórico instalado con la revolución17.

La centralidad de esa poderosa transformación queda atestiguada en la nutrida bibliografía que alojó en sus cajones en la que figura la obra de Puffendorf, Introduction a la histoire general et polítique de l’universr; ou l-on voit l’origine les revoluctions, l’Etat (Ámsterdam, 1732). Pero será todo el derrotero de la monarquía y del absolutismo francés y del tembladeral revolucionario posterior a 1789 el que ocupó un lugar relieve en el mapa de lecturas de San Martín: entre los textos más indicativos figuran El siglo de Luis XIV de Voltaire (Londres, 1758) y el que dedicó a Luis XV (París, 1792); la Historia del Reino de Luis XIV. Roi de France et Navarre, de Leminier (Ámsterdam, 1717) junto a ejemplares que trazaban las siluetas de Richelieu y Colbert. Esa genealogía literaria resulta fortalecida y amplificada con textos específicos sobre el proceso revolucionario, el momento jacobino y el del directorio, el experimento napoleónico continental, su declive y el Congreso de Viena, en la versión del Abad De Pradt, convertido en fuente de consulta de los letrados y lideres hispanoamericanos como Bolívar.

Pero tal vez la inclusión de libros relativos al fatal desempeño de la monarquía francesa, como El proceso a Luis XVI de Pierre Turbat (Hamburgo, 1798) y una historia de María Antonieta, son los que permite precisar la agenda de preocupaciones sanmartinianas sobre el desenlace no deseado del cambio político, y en particular de los “excesos” de la participación y politización popular que habían pesado en el fracaso republicano francés, la salida directorial, el ascenso de Napoleón y las campañas militares continentales del Mandón de Europa. En su mayoría se trata de un conjunto de títulos de consumo no necesariamente culto, y algunos de ellos ilustrados, destinados al gran público alfabetizado. Así lo ejemplifica la obra del clérigo Claude Fauchet, Tablaux historiques de la revolution francaise (París, 1802), quien compuso un relato mediante 48 grabados que representan los principales acontecimientos desde la transformación de los Estados Generales a la Asamblea, para retratar luego el periodo del Terror, el Directorio, el Consulado y el Imperio. Cabe consignar, que el interés por la Revolución francesa sobrevivió en los años del ostracismo voluntario en tanto la segunda librería, albergó la obra de Jacques A. Dulaure: Esquisses historiques des principaux événements de la révolution Françoise depuis la convocation des Etats-Généraux jusque’an rétablissement de la maison de Bourbon (París, 1823), y la de Pierre Tissot, autor de una historia abreviada de la revolución y profesor de poesía latina del Collegue de France, cuyo relato estaba dedicado a las nuevas generaciones para evitar el olvido de los guerreros de los principios de “la república y la libertad”. Un tópico de la tradición moderada de la revolución que contrastaba con la furiosa posición reaccionaria de la revolución argumentada por el jesuita ultramontano A. Barruel en su también difundido y multitraducido texto Mémoires pour servir á l’histoire du jacobinisne (Ausburgo, 1799), incluido en la primera librería de San Martín.

Como no podía ser de otro modo, el interés por la Revolución francesa resultó correlativo a la preocupación sobre el derrotero de las guerras de revolución en España (que había vivido en carne propia entre 1808 y 1811), y exponentes de historia de América escritos por europeos o americanos que nutrían los círculos de lectura de letrados patriotas: en particular, las Memorias sobre la revolución de España del Abad De Pradt (Paris, 1816); las de Juan Llorente (Paris, 1814); la de Rocca, Memoires sur la guerre des Francais in Espagne (París, 1814); las Memorias históricas sobre la ultima guerra de Gran Bretaña de José Covarrubias (Madrid, 1793), y dos textos relativos a la historia de América de los siglos XVII y XVIII: la Monarquía indiana de fray Juan de Torquemada (posiblemente en la edición de 1713), y la Historia de América, que Barcia atribuye al historiador W. Robertson, la figura central de la Ilustración escocesa y fundador de la historiografía moderna a quien el general había prestado atención mediante la compra de un ejemplar del libro William Robertson de Johann Carl Wezel (Paris, 1792)18.

Pero ese doble registro narrativo, es decir, el europeo-napoleónico y el español-americano, sería acompañado de textos indicativos producidos por cronistas, viajeros o letrados americanos y publicados en la península o en suelo sudamericano y rioplatense: la lista de libros (y su correspondencia) destacan haber prestado atención a la Historia General del Perú, de Garcilazo; la colección completa del periódico El Mercurio Peruano; un ejemplar del magnífico libro ilustrado Voyages du Perú de Manuel Sobreviela (París, 1809) y la edición francesa del famoso Voyage historique de la Amerique Meridionale: fait par ordre du Roi d’Espagne de Jorge Juan y Antonio de Ulloa. Esas piezas que pudo haber adquirido en su periplo atlántico, se completa con relatos y escritos impresos en Buenos Aires, como por ejemplo, el Bosquejo Histórico escrito por el Dean Funes (impreso por el chileno Gandarillas en 1816), en el que al historiar los orígenes de la revolución había descalificado la gestión de su padre, Juan de San Martín, con los guaraníes de las Misiones; la Manifestación histórica y política de la Revolución de la América del peruano Riva Agüero (1818): el impreso que estimuló la propaganda revolucionaria en vísperas de la expedición al Perú mediante una extendida red de espías encargados de distribuir proclamas y manifiestos y la difusión encarada por el sagaz almirante Thomas Cochrane en sus incursiones marítimas. A la vez, San Martín albergó documentos relativos a Venezuela en edición bilingüe publicada Londres en 1812 (posiblemente la constitución de 1812).

Esa mirada y obsesión por las revoluciones políticas forjada entre ambos mundos habría de ser percibida por la inglesa Mary Graham dos días después a la llegada del general a Valparaíso en 1822 cuando conoció al otrora Protector del Perú, en ocasión de haber sido invitada a una recoleta tertulia a la que San Martín asistió vestido de negro en compañía del gobernador Zenteno, su esposa y un apretado elenco de conspicuos y señoras, con quienes compartió impresiones de las revoluciones en América y Europa. La atractiva y locuaz dama que había frecuentado la flor y nata del patriciado chileno dejaría una estampa inmejorable del perfil sanmartiniano en aquella crítica coyuntura:

Los ojos de San Martín son oscuros, bellos e inquietos; nunca se fijan en un objeto más de un momento, pero en ese momento expresan mil cosas. Su rostro es verdaderamente hermoso, animado, inteligente; pero no abierto. Su modo de expresarse rápido suele adolecer de obscuridad; sazona a veces su lenguaje con dichos maliciosos y refranes. Tiene grande afluencia de palabras y (al) tratarse de un hombre público mostraba un contraste entre el deseo de gozar de reputación de libertador, y la voluntad de ser un tirano19.

Lady Graham también hizo hincapié en su “timidez intelectual”, destacó sus preferencias por la filosofía de la Ilustración en detrimento de la tradición católica, consignó que citaba a autores franceses como principal musa inspiradora de los reformadores sudamericanos, y que “se habló del siglo de Luis XIV como la causa directa y única de la revolución francesa y, por consiguiente, de las de Sudamérica”. ¿Hasta qué punto los libros acunados por San Martín permiten verificar dichas impresiones? ¿Es posible conectar el catálogo de libros con sus convicciones o preferencias políticas?

La reciente exhibición de los libros donados a la Biblioteca Nacional, junto a la lista de títulos y autores anotados en el cuaderno por él firmado en 1820, ofrecen pistas o huellas para conjeturar algunos nudos centrales de las preguntas formuladas. Sobre todo por la existencia de tres volúmenes del Barón del Montesquieu en los que expuso los principios del gobierno limitado, y dos textos de Gabriel-Honoré Riquetti Mirabeau: De la monarchie prussienne, sous Frédéric le Grand; avec un appendice contenant des recherches sur la situation actuelle des principales contrées de l’Allemagne (Londres: s.n., 1788) y Lettres originale de Mirabeau écrites du Denjon de Vincennes pendant les années 1777, 78, 79 et 80 (publicada en Paris, 1792)20. El primero porque la historia de Federico el Grande, rey de Prusia, constituía la más prístina expresión del despotismo ilustrado y había sido quien había escrito en sus memorias que la historia era la “escuela del soberano”. El segundo porque fundamentaba el principio de la moderación como piedra de toque del cambio político (o la revolución), y la conveniencia de crear una fórmula institucional que permitiera combinar tendencias conservadoras y democráticas fundada en el nuevo sujeto de la soberanía, la nación, que no será otra que la monarquía constitucional entendida como antídoto o freno al despotismo o su opuesto o contracara, la anarquía. A su vez, la atención depositada en la obra de Montesquieu avizora la firme convicción sanmartiniana, y de su ministro Bernardo Monteagudo (el editor del Pacificador del Perú, el periódico que difundió la conveniencia de la monarquía antes y después de la declaración de la independencia de Lima), de recoger la noción del “gradualismo de la libertad” en virtud de la idea o convencimiento que el “estado social de los pueblos” americanos no daba garantías para erigir repúblicas al estilo norteamericano en los territorios que habían formado parte de la América española. Una certeza que iba unida con el rechazo a la “federación” en beneficio de sistemas centralizados como artefacto primordial para frenar la “hidra” de la anarquía y afianzar el orden político de los gobiernos libres nacidos del derrumbe imperial.

Tales conceptos o nociones fueron más de una vez utilizadas por San Martín en proclamas, manifiestos y especialmente en las epístolas cursadas a sus camaradas (como O’Higgins y Tomás Guido), por lo que las ideas o argumentos vertidos en los libros y autores que integraron su primera librería atestigua con meridiana claridad la conexión entre el mapa de lecturas sanmartinianas y la experiencia política acumulada entre su periplo euroatlántico y el sudamericano que había sepultado el antiguo régimen europeo y el americano-español entre fines del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX21.

Referencias bibliográficas

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La autora

1 La biblioteca fue creada un mes después de la proclamación de la independencia: el 28 de agosto de 1821. Gaceta del Gobierno de Lima independiente, 29 de agosto 1821, N° 13. El reglamento de funcionamiento estuvo a cargo de Juan García del Rio, y la dirección de Monteagudo. Sobre la biblioteca véase: Guibovich Pérez, 2021-2022.

2Museo Mitre - Archivo San Martín, Cuaderno en que consta la razón que se hallan encajonados en Mendoza pertenecientes al señor D. José de San Martín. También figura en Documentos para la Historia del Libertador San Martín, Ministerio de Cultura y Educación / Instituto Nacional Sanmartiniano, Tomo XVII, 1997, pp. 186-196 (en adelante DHLSM). Sobre la narrativa de Mitre, véase entre otros: Devoto, 2002.

3Véase, entre otros: Wittmann, 2001.

4La restitución dio lugar a una exposición pública de 12 volúmenes de la Colección San Martín, Lima 21 de agosto 2021. La misma está formada por 72 títulos firmados por el entonces Protector del Perú. Recuperado de: https://www.bnp.gob.pe/201-anos-bnp-conoce-sobre-los-libros-del-libertador-don-jose-de-san-martin

5Sobre los orígenes de la biblioteca, véase: Roig, 1970.

6Véase: Satlari, (s/f).

7Beatriz Bragoni, El Español Constitucional y la independencia sudamericana en la lectura política del Libertador del Sur (1820-1821), Melanges. Casa de Velázquez, (en prensa).

8Correspondencia de Álvarez Jonte a San Martín, escrita en el buque O’Higgins, el 4 de enero de 1819. DHLSM, Tomo X, 1972, p. 54.

9Sobre el conflicto, véase: Bragoni, 2014.

10Sobre este tema, véase: Comadrán Ruiz, 1961; Seghesso de López, 2017.

11Este aspecto lo he tratado con más detalle en: Bragoni, 2021.

12Carta de San Martín, fechada el 29 de septiembre de 1820. DHLSM, XVII.

13El concepto biblioteca-museo remite a instituciones de memoria pública mixtas o no diferenciadas. Véase, entre otros: Nora, 1984.

14Para una restitución e interpretación de las ceremonias en Lima, véase: Ortemberg, 2014 y 2006.

15El ejemplar Théatre de Voltaire. Mèrope; La mort de César de Voltaire (París chez Antoine-Augustin Renouard, 1809), forma parte de la colección San Martín de la Biblioteca Nacional de Lima. Para el testimonio de Hudson véase: Recuerdos Históricos de la Provincia de Cuyo. (Tomo I). Mendoza: EDIUNC, 2008, p. 113 [1ª ed. 1898].

16El ejemplar del texto de Grocio “El derecho de la guerra” figura en la Biblioteca del Regimiento Granaderos a Caballo de Buenos Aires, después de haber sido donado al Museo Histórico Nacional. Para los argumentos del Derecho de Gentes véase, a titulo de ejemplo, la proclama a los habitantes del Perú y la nota dirigida al virrey Pezuela de 1818. A saber: Nota de San Martín al Virrey Pezuela, Santiago 10 de noviembre 1818 (DHLSM, Tomo IX, pp. 137-139); Proclama de San Martín a los limeños y habitantes del Perú, Santiago 13 de noviembre 1818 (Galván Moreno, 1947, pp. 154-157).

17Véase: Koselleck, 1993.

18Véase: Sebastiani, 2020.

19María Graham, Diario de su residencia en Chile (1822) y de su viaje a Brasil (1823). Madrid: Biblioteca Ayacucho / Editorial América, 1916, p. 349 [1° ed. Londres, 1824].

20El interés por Mirabeau justificó la compra de la Collection complete des travaux de M. Mirabeu l’aine. A l’assemblée nationale, de M. Étienne Méjan: A Paris, De l’Imprimerie de la veuve Lejay, 1791.

21Para un desarrollo de los usos, véase: Bragoni, 2019, especialmente capítulos 5 y 6.

Recibido: 01 de Noviembre de 2022; Aprobado: 05 de Diciembre de 2022

Beatriz Bragoni: Historiadora, se doctoró en historia en la Universidad de Buenos Aires y realizó estudios postdoctorales en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París. Es profesora de la Universidad Nacional de Cuyo e investigadora del CONICET. Ha publicado, entre otras obras, Los hijos de la revolución. Familia, negocios y poder en Mendoza en el siglo XIX. (Taurus, 1999), José Miguel Carreras. Un revolucionario chileno en el Río de la Plata (Edhasa, 2012) y San Martín. Una biografía política del héroe (Edhasa, 2019). Es directora del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA, CONICET, Mendoza), Vicepresidenta de la Academia Nacional de la Historia (2021-2023) y Presidenta de la Asociación argentina de investigadores en Historia (AASIH) 2023-2025.

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