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Cuyo

versión On-line ISSN 1853-3175

Cuyo-anu. filos. argent. am. vol.40 no.1 Mendoza jun. 2023  Epub 05-Sep-2023

 

Dossier

Algo nuevo cerca del Sol. Nicolás Maquiavelo y el republicanismo plebeyo de los confines

Something new near the Sun: Nicolás Machiavelli and the plebeian republicanism of the frontier

1Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad de Buenos Aires / CONICET. Argentina. eugeniamattei@gmail.com.

Resumen

Durante los últimos años, varios teóricos y teóricas de América Latina y el Caribe han comenzado a explorar y definir el concepto de republicanismo plebeyo, popular o democrático A pesar de los diferentes enfoques y perspectivas, que abarcan desde la filosofía y la teoría políticas hasta la historia, estos trabajos tienen en común la presencia de Nicolás Maquiavelo. De hecho, el corpus del autor italiano es como el Sol en torno al cual gravitan todas estas discusiones: algunos textos, como el planeta Mercurio, se encuentran más cerca del Sol; otros, como Neptuno, más lejos. El objetivo de este artículo es volver a lo solar de Maquiavelo desde Discursos sobre la primera década de Tito Livio, pero en especial desde Historia de Florencia para poder cartografiar dos áreas de su superficie visitadas por las lecturas que se revistan: I) la configuración de la noción de república desde la presencia de los humores; II) la revuelta de los Ciompi, para poder ver cómo se da el vínculo con los líderes y dilucidar la presencia de América que se encuentra de un modo encriptado.

Palabras clave: antropofagia; América; humores; líderes

Abstract

In recent years, a number of theorists from Latin America and the Caribbean have undertaken the exploration and conceptualization of plebeian, popular, or democratic republicanism. Despite the diverse range of approaches and perspectives, which encompass disciplines such as philosophy, political theory, and history, these scholarly endeavors share a common denominator: the presence of Nicolás Machiavelli. In fact, the corpus of the Italian author is like the Sun around which all these discussions gravitate: some texts, like the planet Mercury, are closer to the Sun, while others, like Neptune, are farther away. The aim of this article is to revisit Machiavelli's solar aspect, particularly in his Discourses on the First Decade of Titus Livius, and History of Florence, in order to map two areas of his surface that have been explored by previous readings. These areas are: I) the configuration of the notion of republic based on the presence of humors, and II) the Ciompi revolt, to examine the link with leaders and elucidate the encrypted presence of America.

Keywords: anthropophagy; America; humors; leadership

Durante los últimos años, varios teóricos y teóricas de América Latina y el Caribe han comenzado a explorar y definir el concepto de republicanismo plebeyo, popular o democrático (Rinesi, 2021; Rinesi y Muruca 2010; Torres 2013; Rodríguez Rial, 2013; Cadahia y Coronel, 2018; Quintana, 2020; Fernández Peychaux, 2018; Velasco Gómez, 2021) lo que les ha permitido alejarse de la interpretación propuesta principalmente por Phillip Pettit (1999, 2005). En términos generales, autores y autoras buscan disputar el significado y la apropiación del llamado neo-republicanismo del equipo de Skinner (1993), Pettit (1999), Pocock (1975) y Viroli (1998,1999) en relación con las nociones de república, libertad e instituciones, así como su relación con los liderazgos. A pesar de los diferentes enfoques y perspectivas, que abarcan desde la filosofía y la teoría políticas hasta la historia, estos trabajos tienen en común la presencia de Nicolás Maquiavelo. De hecho, el corpus del autor italiano es como el Sol en torno al cual gravitan todas estas discusiones: algunos textos, como el planeta Mercurio, se encuentran más cerca del Sol; otros, como Neptuno, más lejos. Por ello, nos gustaría destacar algunos trabajos que toman el significante Maquiavelo para pensar la noción de república y republicanismo para buscar, en el decir de Macarena Marey (2021), hacer teoría desde las propias prácticas.

Para Sebastián Torres (2013), la noción de república de Maquiavelo da cuenta de una “democracia” maquiaveliana que “designa la posibilidad de que la comunidad se exponga a su fractura en la singularidad de todo acontecimiento político, que posee una trama histórico-temporal específica (de allí su singularidad)” (p. 193). Gabriela Rodríguez Rial (2013) sostiene que, a través del liderazgo de Castruccio Castracani, se puede observar una forma de republicanismo maquiaveliano asociado al gobierno popular, que se diferencia de la concepción moderna de gobierno representativo. Según su análisis, esta forma de republicanismo se presenta de manera particular en la gestión del poder por parte de Castracani y no puede ser fácilmente asimilada a las formas de gobierno representativo que predominan en la actualidad (p. 216).

Además, en la línea de investigación abierta por Eduardo Rinesi desde hace varios años, se explora la relación entre el republicanismo y los liderazgos. En su destacado trabajo en coautoría con Matías Muraca, se enfatiza que la lectura de Nicolás Maquiavelo sobre la República romana permite entender que la libertad es el resultado del antagonismo entre la plebe y el senado, más que de la moderación. Es gracias a Maquiavelo que se puede recuperar la idea de que los conflictos y las luchas no deben ser reprimidos, sino que pueden ser el origen de las mejores leyes. Según esta línea de argumentación, el pensamiento maquiaveliano puede resultar una fuente de inspiración para analizar los populismos latinoamericanos, ya que “no hay política si no existe el lugar de división del cuerpo social y el consiguiente intento por definir las identidades y posiciones contrapuestas” (Rinesi y Muraca, 2010, p. 70). En su obra más reciente, titulada ¡Qué cosa, la cosa pública! Apuntes shakesperianos para una república popular, Rinesi analiza obras como Julio César, Coriolano y el poema La violación de Lucrecia de Shakespeare a través del prisma maquiaveliano. Con ello, busca ampliar la perspectiva y pluralizar los distintos tipos de republicanismo que existen:

(…) el famoso antipersonalismo que se nos quiere hacer creer que es un principio fundamental de todo republicanismo (…), no es en realidad lo propio de todo republicanismo (…) sino de un tipo muy específico de republicanismo, de uno de los dos tipos de republicanismo que podemos identificar a lo largo de la historia de las ideas sobre la cuestión: el republicanismo aristocrático, minoritarista y antipopular, que en efecto detesta a los lideres del pueblo tanto como (…) detesta al pueblo, pero no del otro republicanismo democrático mayoritarista popular que por el contrario se las ha arreglado a lo largo de la historia para ser más de una vez personalista sin dejar de ser republicano , para ser ten tanto cesarista y republicano (Rinesi, 2021, pp. 223-224).

Luciana Cadahia y Valeria Coronel (2018, 2021) presentan una advertencia en relación sobre este tema. En primer lugar, reconocen el valor que tiene la figura de Maquiavelo como elemento para reflexionar sobre el republicanismo en la región porque se aleja de la interpretación liberal de la república. No obstante, identifican un problema en la limitación de la discusión únicamente a la tradición atlántica del republicanismo y su relación con el republicanismo continental de Antonio Negri y de Karl Marx. Por una parte, este enfoque podría conllevar a ignorar la relevancia de América Latina en la creación del imaginario republicano, lo que reforzaría la idea equivocada de que las teorías y la historia republicanas son exclusivas de Europa y Estados Unidos. Por otra parte, esta perspectiva podría reforzar una relación abstracta con el pasado de la región, dejando de lado la complejidad y riqueza de las experiencias republicanas en América Latina. En palabras de las autoras:

No se busca desestimar el hecho de que estas teorizaciones sean el resultado de un dialogo con la historia continental y la historia atlántica del Norte Global, sino mostrar que deben ser enriquecidas en dialogo con la historia de las revoluciones atlánticas de la región con objetivo de hacer más explícito en el campo de pensamiento político actual, el rol que han tenido América Lantina y el Caribe en la construcción de los registros socio-simbólicos del republicanismo. O dicho de otra manera: hacernos más conscientes de los aportes tanto teóricos como prácticos de América Lantina a la compresión contemporánea de la teoría republicana (Cadahia y Coronel, 2021, p. 93)

Siguiendo esta línea, Laura Quintana (2020) observa que el republicanismo de matriz maquiaveliana, a través de la lectura de Rinesi y Claudia Hilb, acepta la división “como parte de lo común dado”, es decir, como un conflicto que puede ser resuelto a través de las instituciones estatales existentes o mediante la creación de otras instituciones estatales (pp. 353-354). De esta manera, Quintana destaca en la lectura, principalmente de Rinesi, la importancia del Estado como instancia que permite el desarrollo de la libertad y la igualdad. Esta afirmación conduce a afirmar que el republicanismo plebeyo es estadocentrico y que, en definitiva, no colabora para pensar la tensión entre “instituciones estatales ─por más igualitarias que pretenden ser- y prácticas de emancipación” (p. 133)

Por último, nos gustaría destacar los trabajos de Ambrosio Velasco Gómez (2021) y de Diego Fernández Peychaux (2018) por su esfuerzo en vincular a Maquiavelo con América. Según Velasco Gómez (2021), Maquiavelo es un republicano que, al mismo tiempo, contribuyó a formular una teoría imperial “que subyace en las posturas justificacionistas de la conquista de América, como la de Ginés de Sepúlveda” (p. 10). Velasco Gómez distingue dos momentos en la obra de Maquiavelo: el monárquico y fundacional, caracterizado por la concentración del poder en un contexto de amenaza externa y conflicto interno, y el momento republicano, que garantiza la paz y la tranquilidad. El segundo se da cronológicamente después del segundo. En la investigación de Fernández Peychaux se articula un abordaje teórico político original: Maquiavelo y Simón Bolívar utilizarían la misma estrategia teórica en los modos en que dan cuenta sobre el vínculo entre el conflicto y la producción de la libertad en la república. De Roma a Simón Bolívar pasando por Maquiavelo para llegar a América nuevamente; es decir, una alquimia en el arte de traducción de los ecos maquiavelianos en el suelo americano.

Es importante reconocer que los textos de Maquiavelo que se analizan en este contexto son anteriores al período abordado en el Dossier y las reutilizaciones que se están discutiendo son de naturaleza posterior. Lo que sería sincrónico sería el modo en el que Maquiavelo en Historia de Florencia subraya el conflicto colonial. A través de la hipótesis que Maquiavelo toma las figuras de la desnudez y de la antropofagia de las crónicas americanas, y las sitúa en medio del conflicto que agita y revitaliza a la república, se logra entrever el lugar que ocupa la igualdad. Por medio del discurso del ciompo anónimo, se destaca la falacia inherente que subyace en las descripciones naturalistas presentadas por los humanistas. Estos últimos encuentran en las diferencias históricas, políticas y económicas una justificación suficiente para ejercer su dominio. Dicha dominación, sin embargo, se desvanece en el momento en que un individuo semidesnudo irrumpe en el palacio de la señoría, dejando patente la igualdad investida en el pueblo. Así, aunque Maquiavelo no pueda ser considerado parte de la corriente crítica de la conquista, su republicanismo también anticipa las figuras que emergen con la irrupción de América y que sitúan la cuestión de la igualdad en el epicentro del debate político.

Hecha esta restitución somera de un estado de discusión por demás vasto e interesante, y marcado las advertencias y precauciones, nos gustaría delinear el objetivo de este artículo: volver a lo solar de Maquiavelo desde Discursos sobre la primera década de Tito Livio, pero en especial desde Historia de Florencia para poder cartografiar dos áreas de su superficie visitadas por las lecturas precedentes: I) la configuración de la noción de república desde la presencia de los humores; II) la revuelta de los Ciompi, para poder ver cómo se da el vínculo con los líderes y dilucidar la presencia de América que se encuentra de un modo encriptado.

Las dos caras de Jano: república romana y florentina

El concepto de república de Maquiavelo ha sido objeto de recuperaciones en la teoría política contemporánea de diferentes latitudes en torno a la representación que realiza de la República romana y su vínculo con el gobierno popular. Por ejemplo, los trabajos de John McCormick (2001, 2003, 2011) en el cual se resalta una lectura populista de Maquiavelo atacando la lectura neo-republicana por tener una mirada oligárquica y aristocrática. En este mismo sentido, cabe señalar la entrevista que Pedullà (2021) realiza a McCormick en L'Espresso el 7 de marzo de 2021. Las aseveraciones allí debatidas han generado un gran debate en el campo de estudios específicos sobre Maquiavelo. Si para muestra, es representativo del debate el artículo “Multitud, pueblo y populismo en Maquiavelo” de Sandro Landi (2021), en el que se critica la posición de McCormick señalando que su Maquiavelo democrático se sustenta premisas ideológicas.

Ahora bien, imitando las recomendaciones del mismo Maquiavelo en El arte de la guerra, un paso ineludible antes de decidir una intervención estriba en hacerse de un buen mapa del terreno en disputa. El propósito del artículo consiste, precisamente, en ese doble movimiento de aproximación y localización de los términos de una intervención que exponga el modo encriptado, solapado, en el que Maquiavelo se vincula con la experiencia republicana americana. Para ello me propongo un retorno a los textos para abrirlos, dejar explicitadas las mediaciones a través de los cuales la teoría política los recupera y, finalmente, poder contribuir en el “trabajo de la obra” que desde hace siglos la ubica en un centro polémico (Lefort, 2008). Mas, cuando el anacronismo entre los siglos XVI y el presente, son los que animan el dossier que aquí se publica y con el que este texto se pone en diálogo.

Un eje ineludible de la mirada maquiaveliana sobre la república romana es que esta mantiene una relación con los humores, lo cual da cuenta de la fractura y división del campo social. Su grandeza se debió a la tensión de dos tipos de humores distintos y contrapuestos: el del pueblo que no desea dominar y el de los grandes que desean dominar. En Discursos sobre la primera década de Tito Livio, I. 2, luego de reconstruir la figura de Solón, Maquiavelo se dirige a Roma y, más precisamente, a la figura de la plebe:

Pero volvamos a Roma, la cual, aunque no tuvo un Licurgo que la organizase en sus orígenes, de manera que pudiera vivir libre mucho tiempo, fueron tantos los accidentes [accidenti] que la sacudieron, por la desunión [disunione] existente entre la plebe y el senado [Plebe e il Senato], que lo que no había hecho un legislador lo hizo el acaecer (Maquiavelo, 2000, p. 38).

La particularidad de la ciudad romana se encontraba en la desunión que prevalecía en su seno entre la plebe y el Senado. Una tensión que, en definitiva, ayudó para que prevaleciera la libertad. Más adelante, Maquiavelo relata cómo fue el proceso -signado por turbulencias sociales y políticas- de creación de los tribunos de la plebe. La nobleza romana se había vuelto “insolente” por motivos que el autor no explica en ese capítulo, pero que promete aclarar luego. Esa actitud de los nobles desencadenó la sublevación del pueblo y la creación de un nuevo cargo, los tribunos de la plebe, aunque el Senado y los cónsules conservaron la suficiente autoridad como para mantener su posición en la república. Cuando parecía que la conformación de los tribunos permitió la estabilidad del orden y que participaran las tres formas de gobierno, Maquiavelo retoma la cuestión de la desunión:

Aunque pasó de la monarquía a la aristocracia al poder popular, en la forma y por las causas ya descritas más arriba, no por eso se arrebató toda la autoridad a la corona para darla a los nobles, ni se anularon enteramente la autoridad de los nobles para darle al pueblo, sino que, permaneciendo mixtas [ma rimanendo mista], compusieron una república perfecta, llegando a esa perfección gracias a la desunión entre la plebe y el senado [disunione della Plebe e del Senato] como se demostrará ampliamente en los capítulos siguientes (Maquiavelo, 2000, p. 39).

Como marca muy bien Fabio Raimondi (2005), Maquiavelo no utiliza la expresión “constitución mixta”. Más bien utiliza los dos términos, pero de modo separado y con sentidos distintos. En este particular caso, “ma rimanendo mista” hace referencia, siguiendo a Raimondi, a que la República Romana se estaba compuesta por tres partes distintas: los cónsules, el senado y el pueblo. A pesar de que cada parte tenía sus propias funciones y responsabilidades, todas ellas gobernaban simultáneamente y en igualdad de condiciones. Cabe destacar que, cuando se habla del “pueblo” en este contexto, se refiere específicamente a la plebe y no a todos los ciudadanos romanos, que incluían tanto a los nobles como a la plebe. Asimismo, en la República Romana, el mecanismo de gobierno no se basaba en la representación moderna, donde los gobernantes son elegidos por los gobernados para representarlos. Más bien, los ciudadanos romanos desempeñaban un papel activo y constante de control y evaluación del trabajo de sus gobernantes, ya que éstos recibían su cargo directamente del pueblo.

Los humores son una especie de fuerza y energía que habitan en una ciudad que se remonta desde la cosmología pitagórica a la medicina de Galeno. Maquiavelo forma parte de ese linaje, aunque aporta su singularidad. Como señala Raimondi, los humores maquiavelianos implican un criterio político que refleja un estatus económico y social, pero también van más allá de ello. Estos humores suponían una apertura, una contingencia, que no cabe considerar como si fuese una esencia. En cada ciudad, existen diferentes humores que la componen, por lo que se considera una mezcla, ya que tiene al menos dos humores. La república siempre tiene que ver con estas partes que coexisten y son una fuente constante de energía que nunca debe ser debilitada. De hecho, cuando estas fuerzas chocan, se puede encontrar un punto de equilibrio, que siempre es provisional porque el conflicto no puede ser eliminado por completo.

Sin embargo, Florencia fue distinta a Roma. Su origen remite a una mezcla, pero no en sentido de separación de partes como en el de la república romana, sino más bien de mestizaje producto de su fundación colonial. Dice Maquiavelo en Discursos, I. 1:

En el segundo caso, cuando las ciudades son edificadas por forasteros, o bien nacen de hombres libres o que dependen de otros, como son las colonias, fundadas por una república o por un príncipe para descargar sus tierras de habitantes o para defender algún país recién conquistado en el que quiere mantenerse (…). Y como estas ciudades no son libres por sus orígenes, raras veces hacen grandes progresos y se pueden enumerar entre las principales del reino a que pertenecen. Semejante a esta fue la fundación de Florencia, pues, ya fue edificada por los soldados de Sila, ya por los habitantes de las montañas de Fiésole, que confiados por la larga paz que nación en el mundo bajo el mandato de Octaviano se decidieron establecerse en la llanura sobre el Arno, lo cierto es que se fundó bajo el imperio romano, y, en sus principios, no podía hacer otros progresos que los que la cortesía del príncipe quería concederle (Maquiavelo, 2000, pp. 30-31)

Florencia es de origen sierva. Florencia es producto de un mestizaje. Florencia es una mezcla de autóctonos (i fiesolani) y de inmigrantes (los colonos romanos) que tenían la virtud. Partiendo de este punto de Florencia de origen colonial, vayamos a la revuelta de los Ciompi.

Los arquetipos de liderazgo y la revuelta de los Ciompi

La noción de “arquetipo” puede resultar ser una herramienta heurística para el trabajo teórico. Aunque los arquetipos no se limitan a una ubicación geográfica y temporal específica, cada arquetipo implica una apropiación material y encarnadura que vislumbra la singularidad de cada mundo. En este sentido, utilizar la noción de arquetipo implica moverse en dos planos simultáneos: por un lado, los arquetipos pueden servir para descubrir similitudes entre diferentes geografías y épocas, y, por otro lado, para conectar experiencias y recuerdos que forman parte de nuestro inconsciente colectivo más profundo (Mattei, 2022, pp. 117-123). Por ejemplo, Eduardo Rinesi (2021) analiza el contrapunto entre los discursos de Bruto y Marco Antonio para confrontar el modo en el que los republicanismos oligárquicos y populares se ocupan de “dar razones públicas” (pp. 64-76). Al filósofo argentino no le interesa resolver la polémica sobre las causas del asesinato de Julio César, sino moldear dos arquetipos que sirvan para analizar las razones públicas que el republicanismo vernáculo enarbola para atacar o fundamentar los liderazgos populares.

Dicho esto, a continuación, delinearé el arquetipo de liderazgo de Michele di Lando, un líder de la revuelta popular de los Ciompi de 1378 en Florencia. Una Florencia que era una república que pendulaba entre la oligarquía y la organización popular. A diferencia de los escritores florentinos del siglo XVI, como Bartolomeo Cerretani (1512-1514/1994) y Francesco Guicciardini (1857/2010), Maquiavelo nunca utiliza el término Ciompi sino que recurre a popolo minuto, infima plebe, uomini plebei, moltitudine o simplemente plebe. Es interesante remarcar que la denominación en italiano de popolo minuto refiere a un pueblo que se siente vulnerable y la noción infima plebe puede ser traducida como la parte más baja del pueblo. En este sentido, el “minuto” que acompaña al popolo parece ser el efecto de ciertas pasiones -odio, temor, rencor, ira, dolor, amor, esperanza- que sienten los hombres por el poder y por quién lo ejerce.

A grandes rasgos, la revuelta de los trabajadores de la lana (Ciompi) contra los gobernantes de la oligarquía implicó un intento de mejorar sus condiciones de vida y trabajo. El 22 de junio de 1378 se produce la primera revuelta realizada por los Ciompi, que terminó en el incendio de palacios, conventos y casas de los representantes de la oligarquía para manifestar el descontento por sus condiciones de trabajo. Frente a esa situación, en el palacio comunal, las autoridades se preocuparon por salvar al régimen de la desintegración y no castigar a quienes habían participado en el desorden. Para ello, el gobierno creó una balìa -que era una especie de asamblea constituyente de ochenta miembros que poseían poderes extraordinarios- hasta el 30 de junio para reformar el régimen y poder así encontrar una salida a la situación conflictiva que se vivía. Pero ya para comienzos de julio, Florencia estaba al borde de una guerra civil.

Luego, en julio se produce otra revuelta y la petición realizada por las Artes menores y avalada por la multitud en armas1. Las crónicas de Alamanno Acciaiuoli resaltan el arresto de un líder de los Ciompi llamado Simoncino, acusado de conjurador como el antecedente y catalizador de la revuelta. Al enterarse el pueblo de la tortura que había sufrido el detenido, el movimiento adquirió mayor intensidad; el 20 de julio miles de hombres rodearon la Signoria para reclamar por su liberación. Luego de este episodio, la coalición formada por los Ciompi y las Artes menores impulsó un programa que fue presentado bajo la forma de petición. Los objetivos eran la creación de un Arte para que el popolo minuto gozase de los mismos derechos que las otras Artes y la respuesta a las siguientes demandas: rehabilitación de las víctimas de las proscripciones güelfas, amnistía para los protagonistas de los acontecimientos de junio, reforma del sistema de castigo y suspensión de los arrestos por deudas. En este sentido, la sublevación de julio fue considerada, según John Najemy (1994), una “revolución de la alianza” porque los Ciompi enmarcaban sus demandas dentro del discurso corporativista.

En este momento de la revuelta, cuando el pueblo, que se encontraba en el Palazzo Vecchio, entró tras Michele di Lando -el líder de los cardadores de lana- mostrándose victorioso, se apropió del espacio público y afirmó su soberanía popular que, a su vez, permitía la promoción de los popolani a categorías sociales que hasta entonces eran inaccesibles. En suma, como señala Niccolò Rodolico (1945), los Ciompi lograron establecer un nuevo gobierno en el Palazzo Vechio, cuyo máximo y nuevo jefe era el cardador de lana, Michele di Lando. Sin embargo, la revuelta de los Ciompi no duró mucho tiempo. Los líderes de la oligarquía lograron recuperar el control de la ciudad a finales de agosto de 1378 y aplastaron la rebelión con violencia. Como resultado, muchos de los líderes de los Ciompi fueron ejecutados y la oligarquía volvió a tomar el poder.

Maquiavelo dedica un tratamiento especial a la figura de Michele di Lando, describiendo una escena que puede ser tanto real como imaginaria pero que tiene una gran importancia teórica. En ella, Lando, semidesnudo y descalzo, comanda a la multitud y les pregunta qué hacer con la ciudad, ahora que está en sus manos:

Cuando la plebe [plebe] entró en el palacio, llevaba en sus manos la enseña del gonfaloniero de justicia, un tal Miguel de Lando, cardador de lana. Éste, descalzo y semidesnudo [scalzo e con poco indosso], subió a la sala llevando tras sí a toda la multitud [moltitudine] y, cuando llego a la sala de audiencias de los Señores, se detuvo y, volviéndose hacia la multitud [moltitudine], dijo “Ya lo veis: el palacio es vuestro y la ciudad está en vuestras manos. ¿Qué os parece que hagamos ahora?” Y todos le respondieron que querían que fuera gonfaloniero y señor y que los gobernase a ellos y a la ciudad como mejor le pareciera. Aceptó Miguel la Señoría pero como era hombre sagaz y prudente [uomo sagace e prudente] y que debía más a la naturaleza que a la fortuna, decidió pacificar la ciudad y acabar con los tumultos. Y, para tener ocupado al pueblo [il popolo] y darse tiempo a sí para poder ordenar las cosas, mandó que se buscara a un tal señor Nuto […] Para comenzar con justicia el gobierno que se le había confiado hizo ordenar públicamente que nadie incendiara o saqueara cosa alguna, y para espantar a cada uno [per spaventare ciascuno], plantó horcas en la plaza. (Maquiavelo, 2009, p. 167).

En esta descripción hay diferentes configuraciones del pueblo y a su relación con el líder. Primero, se encuentra la moltitudine, que, en un acto de aclamación popular, pidió a Michele di Lando que fuera gonfaloniero, señor y que los gobernase a ellos y a la ciudad. Esa actitud del pueblo permite vislumbrar el amor que sentía por su líder. Es interesante destacar que la referencia a la multitud remite a la connotación de una masa agitada pero que, en este particular caso, no se encuentra irritada. El segundo aspecto está vinculado a la relación no estática entre el líder y el pueblo. Maquiavelo asevera que Michele di Lando era “un hombre sagaz y prudente” y como tal decidió pacificar la ciudad. Una vez establecido el gobierno de los Ciompi, en agosto de 1378, las primeras órdenes que tomó Lando para comenzar a implementar un nuevo sistema de justicia de la ciudad fueron prohibir los incendios y distribuir horcas en toda la ciudad para generar temor en el pueblo y en los grandes [“per spaventare ciascuno”]. Asimismo, destituyó a los síndicos de las Artes y nombró nuevos y despojó de la magistratura a los Señores. Por otro lado, hizo desalojar a los Ocho de la Guerra2 del palacio para demostrar a todos que no necesitaba su consejo. Este desarrollo de los hechos muestra la relación dinámica entre Lando y el pueblo: el líder fue capaz de generar amor y afecto en el pueblo y, asimismo, generar temor.

Conviene avanzar ahora con el capítulo III. 17, porque marca un punto relevante de la historia de esta revuelta y porque allí hallaremos varias descripciones del pueblo según la narración de Maquiavelo:

Estimó la plebe [plebe] que Miguel, al reformar el gobierno, se había mostrado excesivamente favorable a los más principales del pueblo [maggiori popolani troppo partigiano] y que a ella no le había cabido en dicho gobierno todo lo que necesitaba para mantenerse en el mismo y poder defenderse, de modo que, impulsados por su acostumbrada audacia, tomaron las armas [ripresono l’armi] y, en forma tumultuosa, se presentaron en la plaza enarbolando sus enseñas y pidiendo que los Señores, bajaran a la escalinata para discutir con ellos nuevos asuntos relativos a su seguridad y a su bienestar. Miguel, viendo la arrogancia [arroganza] de los mismos y para no irritarlos más, pero sin escuchar sus pretensiones, censuró su modo de pedir las cosas y los exhortó a deponer las armas, pues solo así se les concedería lo que la fuerza no se les podía conceder sin menoscabo de la autoridad de la Señoría. Por todo ello, la multitud [la moltitudine] indignada [sdegnata] contra los del palacio, se retiró a Santa María la Nueva y nombraron por su cuenta ocho jefes con sus subalternos y con otras atribuciones, que les conferían autoridad y respeto, de manera que la ciudad tenía ahora dos gobiernos y se veía regida por dos príncipes distintos (Maquiavelo, 2009, p. 168).

Los hombres de la plebe estimaban que las medidas llevadas a cabo por Michele di Lando habían favorecido al sector pudiente del pueblo [popolo grasso] -y no al popolo minuto- y, por ello, se presentaron en la plaza armada y pidieron que los Señores “bajaran la escalinata para discutir con ellos nuevos asuntos relativos a su seguridad y a su bienestar” (Maquiavelo, 2009, p. 445).

Observamos, entonces, el modo en que el pueblo puede ejercer el temor y la violencia radicalizada cuando observa que sus esperanzas -en este caso, la que su líder plebeyo sea el portavoz de sus propios intereses- resultan quebrantadas. Pero también con este episodio Maquiavelo muestra -y de esta manera se visibiliza una conexión con el primer capítulo del libro III- que el pueblo florentino deseaba dominar. Frente a eso, Michele di Lando, como garante del orden, buscó contener ese deseo. Las otras referencias al pueblo en el capítulo también se encuentran en torno a la figura de Michele di Lando. Recordemos: este censuró la manera que tenía el pueblo en discutir las cosas y le ordenó que depusiera las armas. Frente a esta a situación, el pueblo se retiró a Santa María la Nueva y dividió la ciudad en dos tipos de gobiernos. El desarrollo de los sucesos parece insistir que el pueblo también puede habitar el deseo de dominar.

Maquiavelo continúa con la descripción de los sucesos y ubica al pueblo en relación con el vínculo que mantenía con Lando. Una relación que se agravó cuando los jefes que comandaban el gobierno del popolo minuto mencionado más arriba resolvieron que en el palacio hubiera ocho miembros elegidos por las corporaciones de sus propias Artes y que las decisiones tomadas por la Signoria debían ser confirmadas por ellos. Asimismo, le quitaron a Salvestro dei Medici, un líder portavoz de los intereses del pueblo en los primeros momentos de la revuelta3, y a Michele di Lando el apoyo que le habían otorgado. Para darle validez a las decisiones tomadas, el pueblo envío a dos de los suyos a la Signoria a que pronunciaran un discurso. Esta situación irritó a Lando que “considerando más el cargo que su propia ínfima condición, decidió poner freno con medios extraordinarios a aquella extraordinaria insolencia; y, sacando la espada que llevaba ceñida, los hirió gravemente y luego los hizo atar y encerrar” (Maquiavelo, 2009, p. 168). Entonces, de esta descripción de los hechos, se observa que el pueblo puede ser insolente y, en esa insolencia, parece ser capaz de cuestionar la autoridad que ejerce su líder.

Maquiavelo relata al final del capítulo que gracias a la acción de Lando se calmaron los disturbios, ya que superó a todos los demás ciudadanos en “(…) valor, prudencia y en bondad, y merece ser citado entre los pocos benefactores de la patria, pues, si hubiera habido en él intención torcida o ambiciosa, la república habría perdido enteramente su libertad y habría caído en una tiranía mayor que la del duque de Atenas (Maquiavelo, 2009, p. 2009).

De estos últimos dos párrafos que giran en torno a la figura de Michele di Lando, se desprende un singular tratamiento del pueblo: primero, el pueblo pudo sentir amor por su líder; pero, no hay una idea homogénea de pueblo sino una tensión entre diferentes partes como eran el pueblo minuto y el pueblo graso. El segundo aspecto que se vislumbra es que el vínculo entre líderes-pueblos muestra que no solo primaron los deseos y pasiones de odio, ira, venganza y temor en el pueblo. Con ellos se puede entrever cómo aparece el sentimiento de amor que siente el pueblo por determinados líderes. En la narración que hace Maquiavelo del suceso, el amor habita también en el pueblo, aunque no es de las pasiones más presentes. Pero siempre, en algún resquicio, aparece para argumentar el modo que se establece el lazo entre los líderes. Antes que Lando cambiara de actitud y dejara de favorecer al popolo minuto, fue aclamado, descalzo y semidesnudo, por la muchedumbre para que fuera el señor de la ciudad (III. 16). En un similar sentido, Salvestro obtuvo la aprobación luego de proponer una normativa que permitía una mayor democratización en la distribución de cargos de las Artes.

En este sentido, en las relaciones que el pueblo establece con Michele se anuncian dos diferentes tipos de amor. Por un lado, el lazo entre Michele y el pueblo parece sustentarse, en un primer momento, a través de un amor narcisista. En el sentido del mito de Narciso que se enamora de la imagen que el otro refleja de sí mismo y por no lograr ninguna mediación, se ahoga en su propia imagen. Al igual que Narciso, Michele se presentaba descalzo y semidesnudo, y le muestra al pueblo imagen de sí mismo, sin ningún tipo de mediación. Pero luego, en un segundo momento, una vez que Michele asume el cargo de máximo referente del gobierno de los Ciompi, logra poner una distancia al limitar el deseo de dominar del pueblo florentino (Maquiavelo, 2009, III. 1; I. 17), procura no alienarse a favor del pueblo y pone a raya, de manera simultánea, el deseo de los notables del pueblo, de los grandes de las Artes mayores y del popolo minuto. De esta manera, Michele parece ponerse por fuera del conflicto para convertirse en el intermediario de las divisiones que se dan en la ciudad, de los conflictos de deseos y pasiones. Michele se dio cuenta que la manera de lograr el orden en la ciudad era poner a raya las pasiones desmedidas del pueblo y la ambición de los nobles.

Un punto adicional que merece atención es el discurso emitido por un ciompo desconocido. Cabe señalar esta referencia en virtud de su potencial utilidad para una comprensión más cabal del contexto que rodea el tema objeto de estudio.

Si nos quedáramos todos completamente desnudos, veríais que somos iguales a ellos: que nos vistan a nosotros con sus trajes y a ellos con los nuestros y, sin duda alguna, nosotros pareceremos los nobles y ellos los plebeyos; porque son solo la pobreza y la riqueza las que nos hacen desiguales (Maquiavelo, 2009, III. 13; p.161).

La referencia del discurso del líder plebeyo en Historia de Florencia de Maquiavelo ofrece una perspectiva interesante sobre la puesta en escena de las palabras en el espacio público4. Maquiavelo utiliza su elocuencia para hacer hablar al líder de una manera que no se correspondía con el modo de ser y actuar que se esperaba de los hombres del pueblo. Este enfoque, conocido como el principio de decoro según Aristóteles, establece una relación inestable entre lo real y lo ficcional. En consecuencia, no importa si es el discurso del líder o Maquiavelo el que rompe con las convenciones que sostienen la jerarquía del logos, ya que lo que realmente importa es el efecto político que esta relación inestable tiene sobre las posibles revueltas futuras.

Apuntes finales

Como menciona Losada (2020) en su interesante libro sobre la recepción de Maquiavelo en el siglo XIX y XX argentinos, a diferencia de lo que ocurrió en Estados Unidos, donde “el momento maquiaveliano” se encuentra muy trabajado en la fundación de su república, en el Río de la Plata, el italiano no fue valorado ni por Juan Bautista Alberdi ni por Domingo Sarmiento. En términos generales, Maquiavelo era visto como el maestro del mal, el gestor del maquiavelismo en el sentido popular que había adquirido en Europa al poco tiempo que se publicaron sus libros. Para los “padres fundadores argentinos”, Maquiavelo era el símbolo de la arbitrariedad política y remitía a un mundo viejo en decadencia. Para el caso de Sarmiento, como lo deja en claro el Facundo, Maquiavelo estaba asociado al despotismo político y tenía un claro discípulo en Juan Manuel de Rosas. Para Alberdi, Maquiavelo incentivaba los despotismos de los pueblos. En suma, la representación de la obra de la obra de Maquiavelo en la generación del 37 parece mostrar una desconfianza en liderazgos.

Si en el siglo XIX, el nombre de Maquiavelo generaba desconfianza, en el siglo XXI corrió otra fortuna. Después de haber explorado la textualidad maquiaveliana en relación con las repúblicas y la revuelta de los Ciompi, surge la pregunta de cuál sería nuestro aporte en torno al debate de los republicanismos reseñados en la introducción del presente artículo. Este se centra en recuperar la fundación colonial de Florencia, restituir los arquetipos de liderazgo que Maquiavelo elabora en torno a los Ciompi y, en consecuencia, interrogar las configuraciones de los republicanismos americanos.

A diferencia de su contemporáneo y amigo, Francesco Guicciardini (2010), quien, en Storia d’Italia, ha reconstruido los testimonios y los archivos sobre la revuelta, Maquiavelo despliega su narración sin apoyarse de manera explícita en ninguna documentación. Por ello, en la reconstrucción de la revuelta popular de los Ciompi hay un sentido propiamente maquiaveliano que quisimos iluminar. A tal fin, se describió brevemente en qué consistió la revuelta: quienes fueron los Ciompi y cuáles fueron los actores más relevantes de la revuelta. Luego del análisis de la fuente, se buscó identificar el modo en que Maquiavelo ubica a las pasiones en las acciones del pueblo ─que se desplazan desde el odio y el temor hasta el amor─. Así se destacó: a) el deseo de dominar que posee el pueblo en el conflicto por la representación de las Artes, cómo se genera y de qué tipo es, b) el vínculo que mantiene con los líderes y c) la manera en que se visibiliza al pueblo a través de un discurso anónimo.

Estos tres elementos se conjuntan en Historia de Florencia y le permiten a Maquiavelo desplegar un gran potencial teórico-político para plantear cuestiones acerca de la fragilidad de la política y proponer una noción de república que permita la inclusión del conflicto no solo económico-político, sino también racial, y que no le tenga miedo a los liderazgos. En especial, Maquiavelo proporciona coordenadas para desestabilizar las lógicas binarias, como el pueblo versus las élites o la institución versus la agencia, que pueden llevar a proyecciones negativas desde diferentes perspectivas. Así, en lugar de ubicar a la producción de la libertad en una posición fija del movimiento pendular, por ejemplo, entre instituciones y manifestaciones populares, como advierte Laura Quintana (2020), en Historia de Florencia se describen los diferentes movimientos en los que las distinciones analíticas pueblo-elite o agencia-institución no se corresponden mecánicamente, sino que se interseccionan en desplazamientos de repúblicas oligárquicas a populares y de populares a oligárquicas. En esas intersecciones, la constante maquiaveliana estriba en indagar el anclaje republicano en las correlaciones de fuerzas entre las partes en disputa.

En efecto, en la interpretación maquiaveliana del suceso en cuestión, prevalecen tres cuestiones generales de manera constante. Primero, la centralidad que tienen los liderazgos en las narraciones a través de un inestable circuito pasional que se construye entre estos y el pueblo, pero también de los grandes. Dicho circuito se va configurando a través de la coyuntura política: Michele di Lando se desplazó desde un líder popular que aparecía desnudo hasta un líder palaciego que toma autonomía de las demandas populares. Los vínculos pasionales, inherentemente inestables, establecen una conexión entre el líder y el pueblo, pero también atraviesan a las instituciones. De hecho, en la noción de república maquiaveliana tiene precedencia político-causal el análisis de esas configuraciones pasionales por sobre la descripción de las múltiples formas institucionales que las expresan en la historia de las repúblicas. Por ello, cabe afirmar que los liderazgos arquetípicos que se recortan de la Historia de Florencia no son un elemento extraño que obtura los circuitos pasionales, sino, por el contrario, una configuración contingente en su conducción y potenciación.

La segunda cuestión general se expresa en el gesto democrático de los Ciompi que no se corresponde a las normas y procedimientos que garantizan que los individuos de una comunidad sean libres e iguales ante la ley. Su necesaria función consiste en remitir el poder al consentimiento de quienes no tienen título para ejercerlo. También es cierto que ese poder es constantemente restablecido en manos de las élites que hacen valer las desigualdades privadas en la esfera pública. En todo caso, y en tercer lugar, Maquiavelo también parece detectar en el pueblo un deseo de dominio ocasionado por el odio que siente por los grandes. Si ese deseo no es contenido ya sea por un líder, ya sea por una institución, el orden de la ciudad puede ser soliviantado. En definitiva, el pueblo maquiaveliano no es un sujeto prefijado con características esenciales: aparece en un conflicto entre deseos (de dominar o de no ser dominado) y pasiones que se define, siempre, en un “aquí y ahora”.

Por último, conviene volver al famoso discurso anónimo del ciompo que exhorta a sus compañeros a no detener la insurrección. Para convencer a su público, el orador anónimo recurre en dos casos a argumentos asociados a imágenes que circulan en el Nuevo Mundo: desnudez, falta de bienes. El binomio desnudez-igualdad, claramente descrito por Américo Vespucci en sus crónicas, es interpretado en un sentido político por el ciompo cuando señala la arbitrariedad de la diferencia económico-política. Pero también, en ese mismo discurso, se puede encontrar una referencia implícita a América cuando, en la descripción desoladora de las tensiones entre ambiciones de unos y fragilidad de otros, se añade la práctica antropofágica a las figuras desnudas de ropas y bienes. Dice Maquiavelo (2009): “De aquí nace el que los hombres se comen unos a otros (mangiarsi l'un l'altro) y que el más débil se lleve siempre la peor parte” (p. 162).

Esta imagen de la antropofagia sobre la representación de los habitantes del “Nuevo Mundo” se resignifica en los textos de Maquiavelo. Podemos llegar a suponer, como dice Sandro Landi (2022), que las noticias que llegaban sobre América han contribuido a una nueva lectura del mundo, haciendo posible repensar el fenómeno tribal del canibalismo como metáfora de las relaciones políticas y sociales. La imagen del caníbal que era tradicionalmente vista como un “otro” salvaje es introyectada al mundo europeo y, en ambos casos, en relación con una guerra civil. Pero también, podemos suponer que Maquiavelo prefigura, como lo harán los críticos de la conquista, que la tiranía económica y la desigualdad política adquieren la faz antropofágica. En otras palabras, en ese mundo dislocado, como la Florencia revuelta por los Ciompi, la libertad perece cuando unos comen a consta de los otros, ya sea a costa de su trabajo, como de su carne. De manera encriptada, Maquiavelo conecta sus historias y discursos con el espacio Atlántico para dar lugar a (o dejar entrar) una crítica a los humanismos que ven en la frontera civilización/barbarie un velo eficaz con el que ocultar la antropofagia del sistema mundo en ciernes. Quitarles el velo, desnudarles, como propone el ciompo, supondría dejar al descubierto la igualdad que corroe cada pretendida cristalización de las relaciones de fuerzas.

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1 Las Artes mayores y Artes menores [Arti maggiori, arti minori] eran una especie de gremios en los cuales se organizaban los diferentes oficios de la comunidad como, por ejemplo, los calceros, carpinteros, herreros, carniceros y cardadores de lana. La constitución de 1293 hizo de la membresía del gremio una condición para la ciudadanía florentina. De esta manera, la república se convirtió en una especie de confederación de gremios que intermediaba políticamente entre los individuos y el Estado. La diferencia entre las Artes mayores y menores correspondía a la separación entre aquellos oficios que agrupaban a la mayor cantidad de trabajadores y representaban a un sector económico importante de la comunidad y aquellos oficios que tenían una menor cantidad de trabajadores y, por lo tanto, menor capacidad de negociación. Los principales gremios representaban los intereses de los grandes, de la nobleza —que se había transformado con éxito de una casta guerrera a una casta banquera, financiera y comerciante de tela— y de los notarios. Los gremios menores estaban compuestos por trabajadores, campesinos y artesanos que incluían a los carniceros, zapateros, sastres, vendedores de vino, trabajadores del cuero, y los panaderos. Sin embargo, de las veintiún Artes existentes solo una fracción de la población de Florencia tenía acceso a la membresía. Para la mayoría de los trabajadores —sobre todo aquellos provenientes del sector textil— no podían ser miembros de las Artes. De las aproximadamente 14.000 personas que trabajaban en la fabricación de lana en 1378, solo alrededor de 200 fueron calificadas para ser miembro. El resto, incluidos los pequeños artesanos, los trabajadores calificados y los trabajadores no calificados, fueron llamados sottoposti y no podían ser miembros ni tenían permitido crear su propia asociación

2Los Ocho de la Guerra era una magistratura que se encargaba de todo lo relativo a cuestiones de milicia. Fue creada unos años antes del conflicto de los Ciompi.

3Salvestro dei Medici es otro líder interesante de la revuelta que no nos hemos ocupado por una cuestión de espacio. Aunque provenía de una de las familias más notables de Florencia, Salvestro se mostraba como portavoz de los sectores populares más desfavorecidos conocidos como los Ciompi y la mayoría de las crónicas del período le asignan la responsabilidad a Salvestro dei Medici por agitar al pueblo. Su objetivo era poner en vigencia aquellas medidas favorables al pueblo que los cónsules de las Artes mayores habían abolido. Durante el mes de mayo de 1378, y en pleno debate sobre la reforma de las controversiales medidas, los miembros de la oligarquía se quejaron a la Signoria por aceptar lo que llamaban peticiones ilegales del pueblo. Los representantes más extremos de esta facción no iban a aceptar que sus oponentes tomaran el control de la política comunal. Seis semanas más tarde, el 14 de junio, la acusación de los capitanes del partido güelfo a un tintorero y a un curtidor por ser “gibelinistas” produjo la indignación del pueblo. Esta situación generó la primera gran agitación popular y Salvestro se vio obligado a presentar una proposición en la Signoria para dar vigencia a la Ordenanza de Justicia de 1293 que tenía como objetivo primordial proteger a los sectores más desfavorecidos del pueblo de la opresión. Como la ordenanza fue combatida, en su mayor medida por una coalición que aglutinaba la parte güelfa y otros sectores de la ciudad, Salvestro agitó a la masa que se encontraba en la plaza a los gritos de “viva la libertad”.

4Desde un abordaje diferente, recomendamos el trabajo de Sebastián Barros (2022) sobre Maquiavelo y el maquiavelismo que combina una lefortiana con la rancieriana.

Recibido: 08 de Marzo de 2023; Aprobado: 28 de Abril de 2023

Eugenia Mattei. Investigadora asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina), docente de la materia Fundamentos de Ciencia Política I de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y en el posgrado de la misma facultad. Magíster en Ciencia Política por la Universidad Nacional de San Martín y Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Ha sido visiting scholar en L’ Università degli Studi Carlo Bo (Italia), en la Universidad de Sevilla (España) y en la Universidad Ku Leuven (Bélgica). Dirige proyectos de investigación financiados por el Ministerio de Ciencia y Técnica de Argentina. Sus actuales líneas de investigación giran en torno a dos aspectos: el estudio de la noción de instituciones en la obra de Nicolás Maquiavelo y su vínculo con el pensamiento republicano y la presencia de las pasiones en la construcción del vínculo político en la teoría política de la temprana modernidad. Ha publicado artículos en revistas científicas internacionales y capítulos de libros sobre la temática en España, Italia, Argentina, Colombia y Chile. Actualmente se encuentra editando un libro sobre la relación de Maquiavelo y el populismo en el cual participan destacadas/os académicas/os del campo.

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