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Cuyo

versión On-line ISSN 1853-3175

Cuyo-anu. filos. argent. am. vol.40 no.1 Mendoza jun. 2023  Epub 18-Sep-2023

 

Artículos

Ángel Cappelletti (1927-1995), biografía de un filósofo anarquista

Angel Cappelletti (1927-1995), biography of an anarchist philosopher

1Centro de Estudios del Pensamiento Iberoamericano, Universidad de Valparaíso (CEPIB-UV). carlosfilosofiauv@gmail.com

Resumen

La obra del filósofo anarquista argentino Ángel José Cappelletti (1927-1995) ha sido abordada solo por estudios parciales. Abundan además en imprecisiones biográficas y no profundizan la identificación con el anarquismo de Cappelletti. Por una parte, el medio académico relacionado con la filosofía antigua o medieval lo conoce por ese tipo de producciones, por otro, los estudiosos del anarquismo por los cientos de artículos que dedicó al tema. La obra de Cappelletti comienza a ser redescubierta y leída con mayor seriedad, aunque está en una etapa germinal de divulgación. La novedad y el mérito de la obra de Ángel Cappelletti es haber hecho una interpretación filosófica con bases libertarias, en un continente y región atravesado por turbulentos procesos sociales. En este sentido, su obra no solo es filosófica, sino que abarca la historia, el ensayismo, la traducción, la poesía y lo testimonial, que espera ser profundizada para determinar su lugar en el pensamiento latinoamericano.

Palabras clave: anarquismo; filosofía argentina; exilio; Venezuela

Abstract

The work of the Argentine anarchist philosopher Angel José Cappelletti (1927-1995) has been approached only by partial studies. They also abound in biographical inaccuracies, and do not deepen the identification with Cappelletti's anarchism. On the one hand, the academic milieu related to ancient or medieval philosophy knows him for this type of productions, on the other hand, the scholars of anarchism for the hundreds of articles he has dedicated to the subject. Cappelletti's work is beginning to be rediscovered and read more seriously, although it is in a germinal stage of dissemination. The novelty and merit of Angel Cappelletti's work is to have made a philosophical interpretation with libertarian bases, in a continent and region crossed by turbulent social processes. In this sense, his work is not only philosophical, but encompasses history, essayism, translation, poetry and testimonial, which awaits to be deepened to determine its place in Latin American thought.

Keywords: anarchism; argentine philosophy; exile; Venezuela

1. Introducción

La vida y obra del filósofo anarquista argentino Ángel José Cappelletti (1927-1995) sigue siendo en parte desconocida por el medio filosófico latinoamericano. Constatando esta situación, hemos reconstruido el itinerario vital e intelectual de Cappelletti por medio de una primera etapa argentina caracterizada por su formación académica realizada bajo figuras filosóficas de renombre. Junto a esto, ahondamos sus posibles vinculaciones con las distintas organizaciones libertarias sobrevivientes a la crisis del anarquismo argentino, determinando algunas publicaciones anarquistas y centros sociales donde participó. En esta primera etapa sobresale una promisoria carrera académica llevada a cabo en Mendoza y luego en Rosario, ciudad donde realizó sus mayores contribuciones. El quiebre biográfico está dado en una primera instancia por su posición crítica al peronismo y luego en el contexto político de las convulsionadas décadas de los cincuenta y sesenta en la Argentina, caracterizado por la persecución ideológica, la perdida de la libertad académica y la irrupción de las dictaduras cívico-militares. Estas circunstancias constituyeron un campo minado para que la investigación y la docencia se dieran en un clima de libertad, diálogo y crítica, así como estas condiciones básicas fueron vulneradas marcando a toda una generación de intelectuales, en que Cappelletti no fue la excepción en este proceso. En este sentido, abordamos los motivos de su exilio tras el golpe de Estado de Juan Carlos Onganía, itinerario que comienza en Uruguay (periodo relativamente breve) para luego arribar a Venezuela, segunda etapa en el país caribeño, que funcionó como isla frente a las diversas dictaduras que asolaban el continente, donde Cappelletti continuó su desarrollo intelectual e influencia en las distintas casas de estudios de América Latina. Por ello su producción y actividad intelectual se amplía, pero resulta fragmentada en la larga noche del exilio.

Dos son las manifestaciones más claras de la obra de Cappelletti: por un lado, sus investigaciones sobre filosofía, con mayor ahínco en la filosofía antigua y en específico sobre el pensamiento presocrático; y, por otro lado, sus investigaciones sobre los principales pensadores anarquistas. Una obra monumental, desperdigada en un centenar de libros, muchos de los cuales solo alcanzaron una sola edición, artículos en revistas de corto tiraje, entrevistas de difícil acceso, entre otras cuestiones formales, lo cual ha impedido el rescate de una obra relevante no solo para los estudiosos de la filosofía en América Latina, sino también para los estudios del anarquismo latinoamericano.

Cappelletti no fue un intelectual ajeno a los avances filosóficos que sus pares latinoamericanos desarrollaron en el siglo XX. Así, como sus contemporáneos, su formación intelectual osciló entre el eurocentrismo, la llamada profesionalización de la actividad filosófica, la búsqueda de lo latinoamericano y el exilio, desde su particular perspectiva crítica y libertaria.

En el pensamiento latinoamericano hay escasas investigaciones que aborden, desde una visión filosófica, el anarquismo en América Latina, por medio de un análisis riguroso de sus principales figuras, o el modo filosófico mediante el cual se expresaron sus ideas. De acuerdo con lo anterior, Cappelletti no es incluido en ninguna historia de las ideas, estudios sobre filosofía latinoamericana, argentina o, sin ir más lejos, en los estudios sobre el anarquismo en América Latina1.

2. La Argentina en que nació Cappelletti y la situación del anarquismo local

Ángel José Cappelletti nació el 15 de marzo de 1927 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Hijo de Antonio Cappelletti y Elbina Quilici (Tarcus, 2021), quienes llegaron a esa segunda patria que era, por entonces, la Argentina para los inmigrantes italianos. Es, por lo tanto, descendiente del aluvión migratorio que sufrió el Río de la Plata desde finales del siglo XIX y comienzos del XX, aquella migración europea que cambiaría el entramado social de lo que era el latifundismo argentino y el ideal de la Nación.

La Argentina que recibió a Cappelletti estuvo marcada por varios procesos histórico-culturales de alta relevancia social, que se venían gestando desde principios del siglo XX. Como plantea Ricardo Falcón (2005), se generaron tres debates de importancia que guiaron la cuestión social, las ideologías y la intelectualidad. El primero de estos debates sobre la “Nación”, fue la respuesta antipositivista que amplió una gama de ideologías nuevas, entre las cuales destacó el pensamiento irigoyenista, influenciado por el krausismo; irrumpió, además, el nacionalismo “telúrico” (común en los países latinoamericanos desde los comienzos del siglo XX) que, para Falcón, intentó dar respuestas a las primeras crisis de la visión país de la generación del ochenta, buscando la asimilación de la masa ingente de inmigrantes que llegó al país desde las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX. El segundo debate de importancia fue la reacción sobre la Revolución rusa, cuestión que se profundizó en la década de los veinte. El tercero, que para Falcón no fue explícito, fue la cuestión de la legitimidad del régimen democrático.

De la situación del anarquismo en la Argentina, al momento del nacimiento de Cappelletti, nos cuenta Juan Suriano (2005) que las nuevas formas de represión, como la intervención de civiles en las mismas, sorprendieron a los libertarios. Estos grupos nacionalistas de civiles fueron avalados gubernamentalmente, lo que efectivizó y agravó las prácticas represivas. La quema de bibliotecas, locales obreros, oficinas de redacción, la persecución de barrios judíos, se aunaron a otros factores que marcaron el declive del anarquismo. Sin embargo, Suriano recalca cómo el imaginario anarquista pervivió de manera potente tras la década de los treinta:

No obstante, los anarquistas lograron pervivir en el imaginario social al conservar una porción del prestigio adquirido al despuntar el siglo XX, debido a la constancia y persistencia puestas en sus banderas tradicionales. Mantuvieron latentes la llama del reclamo de la libertad de prensa y de reunión, la exigencia de derogación de leyes las leyes represivas (residencia, Defensa social), la liberación de los presos sociales y sus detenidos emblemáticos como Simón Radowitzky, encarcelado en Tierra del fuego durante veintiún años (Suriano, 2005, p. 55).

Desde 1930, instaurada la dictadura del general Uriburu, los derroteros del movimiento libertario serán la persecución y la represión. La llamada “Década infame” irrumpe en un país que atravesaba un cambio de matriz productiva, expresada en el fin de los oficios, con el fin de arribar a un modelo industrial. Así, las formas organizativas del anarquismo tendrán que adaptarse a las nuevas condiciones sociales. Sin embargo, la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) se mantuvo firme en la organización federativa, frente a las nuevas organizaciones por industria, que será la forma dominante de las décadas posteriores. Pese a este complejo panorama, la voluntad del movimiento anarquista se mantuvo en pie, con la creación de la Federación Anarco-Comunista Argentina (FACA) en 1935. Se trató de la primera organización específicamente surgida del anarquismo en la Argentina, y que continuó la línea del Comité Regional de Relaciones Anarquistas (CRRA), una asamblea anarquista llevada a cabo desde 1932 que fue su origen.

Pese a lo anterior, para Suriano, la pérdida de influencia del anarquismo en la Argentina será constante por cuestiones más profundas, propias de las lógicas anárquicas:

Estas causas profundas se relacionan con las propias formas de percibir y analizar los diversos niveles de la realidad argentina por parte del anarquismo y deben relacionarse también con factores coyunturales que fueron modificando, en algunos casos imperceptiblemente, las normas de sociabilidad política, social y cultural a las que el anarquismo no pudo, no supo o no quiso adaptarse (Suriano, 2005, p. 60).

Podemos visualizar que estos procesos mermaron el anarquismo argentino; junto con la represión y la crisis del anarcosindicalismo se sumó un evento internacional que definiría los rumbos del anarquismo a nivel mundial: la derrota de los anarquistas en la Guerra Civil española (1936-1939), que influyó de manera decisiva en los libertarios argentinos y del mundo. Se sumaba, a todos estos factores, la mayor hegemonía de otras corrientes ideológicas de izquierda, que contaban con mejores medios para desplegar sus ideas, entre otras cuestiones no menos importantes.

Sin embargo, Suriano (2002) nos da luces sobre cómo la cultura anarquista modificó la sociabilidad nacional. Para este autor, la “definición de clase” y la misma “lucha de clases” no eran centrales en el pensamiento libertario, no se las niega o desconoce, pero el anarquismo tuvo la virtud de insertarse en una lucha de clases sin ser clasista. Así la noción de heterogeneidad de clases permitió en la práctica, incluir múltiples expresiones sociales que abarcaron desde obreros, intelectuales, artistas, autodidactas, modificando el campo popular bajo la noción de oprimido, mucho más amplia e inclusiva, que otras corrientes de izquierda. En este sentido, resultó finalmente la multifacética estructura que poseía el anarquismo desde sus orígenes, que ayuda a explicar de manera más clara, que se hubiera dado en la Argentina una figura como la de Ángel Cappelletti, esto es; filósofo, filólogo, profesor universitario, poeta y anarquista.

3. La formación intelectual de Cappelletti

La educación inicial que recibió Cappelletti, tanto en la escuela primaria como en el colegio secundario, podemos afirmar que fue una formación típica de los años treinta y cuarenta de la Argentina. El cursado de su secundaria lo efectuó en un seminario católico de La Plata. La impronta moral de la educación católica, ligada a los valores conservadores y patriarcales, no evitó una revisión crítica del joven Cappelletti sobre dicha formación (Cappelletti, 2020).

Ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en 1947, para ser profesor de Enseñanza Secundaria, Normal y Especial en Filosofía, egresando en el año 1951 de esta casa de estudios, perteneciendo a una generación sobresaliente de estudiosos de la filosofía en Argentina. En su formación filosófica en dicha institución universitaria se destacaron los profesores Ángel Vasallo, Luis Juan Guerrero, Miguel Ángel Virasoro y Carlos Astrada, junto a los filósofos Francisco Romero y Rodolfo Mondolfo, aunque estos dos últimos, en sentido estricto, no fueron sus profesores directos, pero los considera sus maestros “en un amplio y generoso sentido” (Cappelletti, 1995, p. 5). Consideró, además, como parte de sus influencias, a sus amigos los filósofos Vicente Fatone y Risieri Frondizi, pertenecientes a una generación previa a la de él. Confluyeron así, en la formación filosófica del joven Cappelletti, la filosofía analítica, el marxismo, el anarquismo, el orientalismo, la filosofía antigua, la fenomenología, la estética, que jugaron un rol fundamental. Si bien es cierto que los maestros filosóficos que tuvo Cappelletti fueron los que definieron la filosofía argentina durante gran parte del siglo XX, es importante señalar que la orientación de la carrera de filosofía en la UBA, por aquel entonces, era principalmente neotomista y estaba bajo el dominio de la ideología derivada del peronismo2.

En este sentido, si queremos considerar el impacto de la formación universitaria de Cappelletti, señalamos como una cuestión importante la renuncia de Francisco Romero a sus cátedras cuando llega Perón al poder, en el periplo que va desde 1946 a 1955. Luego, Romero se reincorporó a la universidad en el contexto de la Revolución libertadora que efectuó la posterior purga de la Universidad de Buenos Aires, en que Carlos Astrada y Luis Juan Guerrero (profesores de Cappelletti) serán cesanteados. Esta escisión de la filosofía argentina, ya generada desde el Congreso Nacional de Filosofía celebrado en Mendoza durante el año 1949 (donde Guerrero y Astrada participaron activamente), resulta relevante para la vida filosófica argentina y latinoamericana. Dicho congreso es el que está a la base de muchos de los desarrollos de la filosofía argentina posterior:

De modo paradójico, el congreso de 1949 venía a consolidar la “normalidad filosófica” que Romero había postulado como meta del progreso de estos estudios en nuestro país, ya que, precisamente uno de los objetivos que se cumplieron fue poner en comunicación a nuestra producción filosófica con los desarrollos más destacados que se estaban realizando a nivel mundial (Ramaglia, 2022, p. 252).

Las críticas de Cappelletti a las orientaciones que prevalecían en la academia filosófica argentina con la irrupción del peronismo no se las guardó. Su contextualización de la formación de los años treinta y cuarenta de la Argentina describía a esas tendencias críticamente y su testimonio resulta además un registro de primer orden de los años en que estudió en la Universidad de Buenos Aires:

Ese país vivía entonces, a fines de los años treinta, una renovación cultural y filosófica, no exenta de profundas tensiones y contradicciones. El antipositivismo, cuyos inicios suelen hacerse coincidir con la visita de Ortega y Gasset a Buenos Aires en los años del centenario de la independencia, estaba lejos de constituir un movimiento homogéneo y univoco. Por un lado, el neokantismo, la filosofía de la vida, la fenomenología, se vinculaban en lo político con nuevas formas de liberalismo, abiertas a las más diversas sugerencias sociales y aun socialistas. Por otro, la resurrección de la Escolástica se conectaba estrechamente, en casi todos sus representantes, con un nacionalismo de neto corte falangista y nacional-socialista. Hasta el año 1943, la primera corriente, cuyos representantes más ilustres fueron Alejandro Korn y Francisco Romero, predominó en la cátedra universitaria y en todas las manifestaciones de la alta cultura nacional. El golpe de Estado fascistoide de 1943 (del cual había de surgir poco después el peronismo) instaló por decreto a los representantes de la neoescolástica en las universidades (Cappelletti, 1995, p. 119).

4. El trabajo académico de Ángel Cappelletti y sus áreas de estudios

Ángel Cappelletti, enseñó diversas materias manifestado en un amplio abanico de intereses en donde encontramos: la historia de la filosofía, lógica, cursos de introducción a la filosofía, cursos de lengua y literatura griega y latina. Además se preocupó por divulgar y analizar el pensamiento filosófico en sus diversas etapas y escuelas, con mayor ahínco en la filosofía presocrática, los atomistas griegos, la ciencia jónica y pitagórica, la filosofía clásica griega (sus principales exponentes), la filosofía de la Alta Edad Media, las filosofías orientales, las utopías antiguas y modernas, el pensamiento socialista, el socialismo utópico, la ideología anarquista, las distintas concepciones de la libertad, el positivismo, el Estado, el pensamiento latinoamericano, entre sus ocupaciones principales. Dedicó trabajos a los siguientes pensadores: Heráclito de Éfeso, Anaxágoras, Protágoras, Platón, Aristóteles, Diógenes de Apolonia, Séneca, Marco Aurelio, Lucrecio, Abelardo, Étienne la Boëtie, Maquiavelo, Lutero, Hobbes, Rousseau, Condillac, Proudhon, Bakunin, Karl Marx, Piotr Kropotkin, Errico Malatesta, Pierre Clastres, Cornelius Castoriadis, Michel Foucault y muchos otros.

Tradujo de las lenguas originales (griego clásico, latín, inglés, francés e italiano) textos de Heráclito, Anaxágoras, Platón, Aristóteles, Séneca, Cicerón, Diógenes, Abelardo, San Anselmo, Santo Tomás de Aquino, Meister Eckhart, Giordano Bruno, David Hume, Julien Lamettrie y Denis Diderot.

Sobre la obra escrita de Cappelletti, el propio autor nos cuenta que se tratan de varios volúmenes:

Mi último libro ya va a ser presentado en breve y trata sobre la “filosofía argentina”, este libro será aproximadamente el número cien que publico. Junto a más de 1.500 artículos publicados en revistas filosóficas y políticas. Tengo ocho o nueve libros en prensa como Conocimiento sensorial en Aristóteles; una traducción sobre Platón y el problema de la metafísica de un historiador alemán; en Gredos están por salir textos de los estoicos antiguos, que nunca fueron traducidos en castellano ni en ninguna otra lengua (Zenón, Cleantes); otro libro que ya sale es Utopías y antiutopías después de Marx, las utopías que surgen con el marxismo ya implantado, contra las predicciones del mismo marxismo que decía que las utopías no tenían sentido una vez ya instaurado el marxismo científico, antiutopías como la de Orwell, la de Wells(…). En Mérida tengo cuatro o cinco libros por salir sobre la filosofía helenística, etc. (Cappelletti, 1996, “Entrevista” párrafo 6).

Diego Pró, al comentar sobre la producción filosófica de Cappelletti, hace referencia a la calidad de sus estudios acerca de la antigüedad clásica: “Todo lo que lleva escrito Cappelletti en materia de filosofía antigua se caracteriza por la solidez de sus publicaciones, realizadas con amplio y hondo conocimiento de las fuentes, aportes personales y claridad y precisión expositiva (Pró, 1988, p. 263). Otro juicio, desde la admiración sobre el trabajo histórico-filosófico y filológico de Cappelletti, lo encontramos en las apreciaciones del filósofo venezolano-mexicano Josu Landa quien se refiere a su trabajo por medio de cuatro ejes metodológicos:

-Reconstruir las referencias culturales e históricas que permitieran comprensión en el presente de textos fundamentales de la antigüedad clásica, la edad media y el renacimiento. -Traducirlos de manera tal que las versiones castellanas armonizaran con una fidelidad total a los contenidos con la mayor claridad expositiva. Ajena a toda grandilocuencia o barroquismo, la escritura de Cappelletti se distingue por una discreta elegancia puesta al servicio de la corrección en el uso del lenguaje y del rigor hermenéutico. -Interpretarlos en términos de una reconstrucción de su sentido. Para ello, recurría a una imponente labor filológica que desembocaba en una relación minuciosa de sus antecedentes, así como en la consideración de las lecturas más influyentes y de su pertinencia en la actualidad. -Descubrir, inventariar, ordenar y ofrecer toda la información accesible sobre el texto del caso. Los aparatos críticos que armó Cappelletti, a propósito de sus versiones, son una lección de erudición y agudeza interpretativa y un acto caritativo en favor de los lectores que vivimos poco familiarizados con las raíces clásicas del orden cultural (Landa, 1996a, pp. 303-304).

Fernando Báez, en su estudio inédito titulado “Estudios helénicos en Venezuela”, nos pone al día sobre el contexto histórico en el cual se han desarrollado los estudios clásicos en el país caribeño. Realizó un análisis sobre los trabajos filológicos de Cappelletti (en donde lo incluye dentro de la tradición filológica del país) y nos aporta un valioso testimonio sobre la actividad vital de traducción de Cappelletti, que para nuestra investigación es fundamental:

Políglota, me confesó en alguna ocasión que el griego era para él, más que una lengua, “una concepción filosófica”. Traducir esa concepción le tomaba meses enteros: literal, exhaustivo, revisaba distintas ediciones críticas del texto original y, minuciosamente, tras la lectura de decenas de interpretaciones sobre el autor, se disponía a pasar en limpio la versión. Línea por línea, Cappelletti tradujo sin riesgos. No buscaba, sospecho, persuadir sino establecer premisas de lectura. Honesto, no se proponía otra cosa que dar buenas excusas para introducir el pensamiento de un filósofo y reconstruir, a partir de ciertos fundamentos hermenéuticos, una estructura (Báez, 2002, pp.1-70).

La labor realizada por Cappelletti en el campo de la filosofía antigua no pasó desapercibida por el medio especializado. El hispanista francés Alain Guy, conocido en nuestro medio por divulgar la producción filosófica iberoamericana en los países europeos, sobre todo en Francia, se refiere así los estudios de Cappelletti, citado por Báez:

Alain Guy, después de conocer la labor de Cappelletti, en Presencia del pensamiento antiguo en América Latina (Bulletin de la Societé Toulousaine d’Etoudes Classiques, Nro. 196-197, 1990), señaló que además de ser un “escrutador paciente y entusiasta”, era uno de los investigadores helénicos latinoamericanos más importantes del siglo (Báez, 2002, pp.1-70)

5. La docencia en Argentina de Cappelletti

Se desempeñó como profesor de filosofía en su Buenos Aires natal, actividad no exenta de contratiempos, debido al que el joven profesor se negó afiliarse al partido justicialista, quedando excluido de la docencia, ello lo obligó a ganarse la vida en una humilde editorial (cf. Cappelletti, 1995). Es en el año 1954, con una tesis sobre Heráclito de Éfeso, que se doctoró en filosofía, siendo en este proceso que recibe la influencia intelectual decisiva del filósofo ítalo-argentino Rodolfo Mondolfo3, de quien “fuera discípulo brillante”, según afirma Carlos Solero (2007a, p. 7).

La docencia universitaria de Cappelletti comenzó a mediados de la década de los cincuenta cuando emigra hacia el interior del país para enseñar en la Universidad Nacional de Cuyo entre 1956 y 1957, que constituyó la primera cátedra universitaria ejercida por él, hasta donde hemos podido rastrear, desarrollada en la ciudad de Mendoza. Al respecto, Diego Pró nos dice:

Residió el Dr. Cappelletti (1927) en Mendoza durante 1956 y 1957, en cuya Facultad de Filosofía y Letras se desempeñó como profesor de Literatura y Cultura Griega. Había egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, en que obtuvo el doctorado en esas disciplinas (Pró, 1988, p. 263).

De Mendoza, prosigue a la Universidad del Litoral de la ciudad de Rosario. En este tiempo, realizó una prolífica labor académica como investigativa, llevando a cabo trabajos sobre filosofía antigua en revistas de la especialidad de la Universidad Nacional de La Plata, en la revista Humanitas de la Universidad Nacional de Tucumán, en Philosophia de la Universidad Nacional de Cuyo de Mendoza, además de traducciones enfocadas a la filosofía antigua, editadas por las Universidades del Litoral, y también existen publicaciones hechas por la Universidad Católica de Asunción del Paraguay. Se le encomendó, además, traducciones y estudios preliminares para el Centro Editor de América Latina. Fundó la revista de Filosofía de la Universidad del Litoral, llamada Cuadernos filosóficos del instituto de filosofía, que alcanzó a publicar cuatro números desde 1960 a 1964, siendo su primer director. Fueron casi diez años que el joven profesor Cappelletti ocupó la cátedra de Historia de la Filosofía antigua en la Universidad del Litoral, brindando varios cursos monográficos y seminarios.

6. Ángel Cappelletti el poeta

A la producción intelectual de Cappelletti realizada en este tiempo, sumamos una actividad poco advertida: su faceta de poeta. Por lo que sabemos publicó tres libros de poemas. El primero de ellos publicado en 1959, titulado Versos de la razón oscura, y después le seguirán dos libros más: Las bestias del tiempo (1960) y Natura naturata (1966). Se trata de una poesía compleja, con fundamentos filosóficos, donde el tema recurrente es la existencia humana, los sentimientos morales, la fatalidad, el Yo y su relación con el universo, los sueños, la finitud humana, la totalidad y la naturaleza. Una poesía que respeta la métrica y nos muestra otra imagen del filósofo:

Las moradas del sueño Las moradas del sueño ya están llenas De ctónicos fantasmas advenidos Que ahora celebran misteriosas cenas Con las malas palabras y las buenas Que dijeron en tiempos fenecidos. Mientras suena la flauta del pasado Con dulzura implacable y sin remedio, Por mis genios domésticos rodeado, Desmenuzo la túnica del tedio Y desciendo hacia mí, recuperado. La invertida esperanza, la memoria, Vierte el licor añejo en odres nuevos: Nimios moscones arduos y longevos, Satélites de sangre y de concordia, El roc que venga los perdidos huevos, La muralla infinita, las fragatas De incansable blancura peregrina, Ronda de cenobitas y piratas, La lucha de las ranas y las ratas, La semilla que canta y que camina, El gran roble del mundo, los camellos Paseando su fealdad y su paciencia, Alicia acaricia sus cabellos, Pachamama, Astarté, Kali, la Ciencia, El inasible peplo de la ausencia. Cuando el vino del odre al fin se vierte Antes del alba en un naufragio pleno, Se extinguen los fantasmas de mi suerte. Por la raíz de amianto de la muerte Asciendo a un limbo aséptico y sereno. (Cappelletti, 1959, pp. 18-19).

7. Ángel Cappelletti y su identificación con el anarquismo: el rol de un intelectual anarquista vinculado a la universidad

Con respecto a la identificación del autor estudiado con el anarquismo, según su amigo el orientalista venezolano Elías Capriles4 (1998), fue el propio Cappelletti quien, en su juventud, descubrió su propio e innato anarquismo, favorecido por el ambiente en que creció, puesto que es en Argentina, más precisamente en las ciudades de Buenos Aires, Rosario y Uruguay, donde el anarquismo arrojó sus raíces más sólidas. Domínguez Rubio (2018) enuncia, frente a alguna posible militancia orgánica anarquista de Cappelletti, que “estaba vinculado a la FLA, donde dictó algunas conferencias” (p. 116). Andrés Cappelletti, hijo del filósofo, acerca de la identificación de su padre con el anarquismo, nos cuenta:

La filosofía de mi padre tiene una marca muy clara que atraviesa la totalidad de sus escritos, ya sea de modo explícito o no. Se trata del anarquismo, concebido como una filosofía política que para él constituía la única forma política capaz de contribuir a la construcción de una sociedad libre e igualitaria. Sin embargo, el anarquismo no se reduce, en su obra y en su vida, a ser una forma política más entre otras opciones posibles; el anarquismo era para mi padre una forma a la que intentaba adaptar su vida y también una manera de construir sus vínculos con los otros seres. También el anarquismo suponía una profunda e irrenunciable esperanza en un camino que habría de conducirnos, tanto individual como colectivamente, hacia una vida más feliz, si cabe la expresión (Cappelletti, 2020, Sección III: Filosofía e ideas, párrafo 1).

Por otro lado, resaltamos la cuantiosa producción de estudios sobre el anarquismo que dejó Cappelletti, que aún hoy es difícil de dimensionar. Muchas de sus investigaciones quedaron publicadas en revistas anarquistas que, por su tiraje y escaso número, son de difícil acceso. Varios de estos artículos, para suerte nuestra, fueron conformando tiempo después libros dedicados al tema que nos permite reconstruir su pensamiento libertario.

Los enfoques de Cappelletti sobre el anarquismo son variados. En algunos casos son de tipo histórico, en otros de tipo filosófico, a veces son reflexiones frente a su contexto vital y, en muchas ocasiones, una mezcla de los tres. Por lo que sabemos, realizó varias monografías sobre los anarquistas más representativos, como también cercanos al pensamiento anarquista o proto-anarquistas, dentro de los que encontramos a: William Godwin, Max Stirner, Pierre Joseph Proudhon, Mijail Bakunin, Pietr Kropotkin, Errico Malatesta, Gustav Landauer, Domela Nieuwenhuis, Rudolf Rocker. En cuanto a los de habla hispana, encontramos a Rafael Barret, Ricardo Flores Magón, Manuel González Prada, Francisco Ferrer i Guardia, Diego Abad de Santillán, Juan Lazarte.

Pero la contribución mayor que realizó Cappelletti sobre el anarquismo es sobre su presencia en América Latina. En este sentido, su obra El Anarquismo en América Latina (1990), proyecto que se desarrolló durante décadas, es el resultado de un largo trabajo de recopilación de material, que llevó adelante junto con el historiador y sociólogo uruguayo Carlos Manuel Rama5, quien falleció durante 1982 en Italia en plena elaboración del libro y que, si bien es cierto, en una primera instancia su preparación había sido encomendada al uruguayo por la editorial Ayacucho, su muerte llevó a que el grueso del libro fuera obra de Cappelletti.

La obra se divide en dos partes. La primera es un extenso prólogo, realizado en su totalidad por Ángel Cappelletti, que consta de 218 páginas que representan, a juicio de muchos, el intento más acabado por realizar una historia de la presencia del anarquismo en América Latina. En términos cronológicos, abarca desde el año 1861 hasta 1940. Años que, por lo demás, representan la influencia más importante de esta ideología en el continente. La segunda parte, de 454 páginas, es una antología de diversos escritos, propaganda, rarezas, manifiestos, que conforman una porción significativa de la literatura anarquista del continente. Esta obra fue editada por la editorial Biblioteca Ayacucho de Venezuela, conocida en nuestro continente por aportar estudios profundos sobre la realidad latinoamericana. La editorial, que es una entidad estatal, tenía programado publicar el libro en 1990. Sin embargo, asuntos burocráticos retrasaron la aparición del libro que se dio, finalmente, en el año 1993. La escasa difusión y un tiraje limitado de 3.000 ejemplares evitaron, en parte, el conocimiento a nivel masivo de esta obra, que en el último tiempo fue enmendado por la divulgación virtual del libro, lo que facilitó a los investigadores e interesados en el tema acceder a este valioso material.

Importante es señalar, que Cappelletti conoció a varios de los anarquistas latinoamericanos más importantes de su tiempo, escribiendo varios ensayos sobre ellos. Por lo que su vivencia del anarquismo fue más allá del interés intelectual sobre sus obras y biografías, sino que también compartió vitalmente sus experiencias de vida. De la relación con los intelectuales anarquistas argentinos contemporáneos a Cappelletti, podemos señalar que hubo una relación directa con los ya nombrados Juan Lazarte6 y Diego Abad de Santillán7; de este último se conserva la relación epistolar con Cappelletti que abarca los años 1963-1966, 1971, 1973, 1976, resguardadas en el Internationaal Instituut voor Sociale Geschiedenis (IISG), con sede en Ámsterdam8.

Cappelletti colaboró con varias editoriales ácratas y centros de estudios sociales ligados al anarquismo. Entre las publicaciones anarquistas contemporáneas a Cappelletti resaltamos Reconstruir, revista libertaria, fundada bajo el alero de la Federación Libertaria Argentina (FLA) que, desde 1959, se convirtió en uno de los medios más prestigiosos por el cual se expresaron las ideas y reflexiones de los intelectuales anarquistas más importantes de ese tiempo, de la Argentina y el mundo, en la cual Cappelletti colaboró hasta su cierre, debido al Golpe Cívico Militar de 1976, ya desde el exilio.

Centro neurálgico del anarquismo argentino, es la existencia de la biblioteca social Alberto Ghiraldo en la ciudad de Rosario. La biblioteca nace en el año 1946, junto con la conformación de la Unión Socialista Libertaria de Rosario (USL), agrupación en cuyas filas confluían socialistas y anarquistas. La biblioteca padeció desde sus orígenes la persecución del peronismo por medio de la llamada comisión Visca9. Desde el año 1955 la biblioteca funcionó en el subterráneo de la calle Mitre 737, conocido en la época como “el sótano de los anarquistas” al respecto Carlos Solero nos cuenta:

Allí se comienzan a reunir además de la USL, una agrupación llamada Defensa Activa de la Democracia (DAD) que era una confluencia de fuerzas políticas que estaban en contra de Perón (radicales, socialistas, demócratas progresistas, liberales y algunos anarquistas). También estaba el Comité de recuperación sindical, que promovía la recuperación de los gremios que estaban en manos de la burocracia sindical peronista (Solero, 2007b, “Biblioteca Alberto Ghiraldo” párrafo 7).

Su ideal apuntó no solo al carácter gremial originario del mundo universitario, sino que también el valor público, no necesariamente estatal, de dicha institución, considerando el rol de la autogestión como una forma organizativa que debe estar a la base de las lógicas universitarias para evitar intromisiones espurias a ella. Así, la libertad de conocimiento debe ser protegida por la autonomía, que pone freno al poder estatal, político y económico. En su visión de la universidad autogestionaria el acceso debe ser abierto y gratuito para todos, en donde profesores y estudiantes deben regirse a sí mismos como una comunidad autónoma. Como consecuencia todo ello desemboca en la siguiente afirmación:

(…) la universidad autogestionaria suprime exámenes, calificaciones, premios y castigos académicos, etc., reflejo y fruto de la competencia capitalista y de la lucha a muerte por el dinero, y promueve entre los estudiantes el sentido de la aventura, la fascinación del descubrimiento, la sed del saber por el saber mismo y el gozo de la creación. Los exámenes son sustituidos por la evaluación que el grupo hace de sí mismo y por la mutua evaluación de sus componentes (Cappelletti, 1985, p.3).

A lo anterior sumamos las apreciaciones de su hijo Andrés sobre la vinculación entre educación y anarquismo que tuvo Cappelletti:

Tal vez más que el poder lo que le interesaba a mi padre era la posibilidad de mostrar cómo una vida social era perfectamente posible sin la presencia del Estado, la institución que para él constituía la garantía de la dominación de una clase por sobre otra y con ello la persistencia de la sociedad dividida. Creo que trató de indagar respecto de las formas históricas que habían asumido diferentes pensamientos -filosóficos, políticos y científicos- en la búsqueda de la libertad y de la autogestión como forma predominante en la regulación de los procesos sociales. En cuanto a la necesidad de construir a través de la educación un pensamiento crítico y hasta revolucionario, mi padre compartía la convicción propia de los anarquistas: la educación popular y crítica de las instituciones del capitalismo es condición indispensable para cualquier transformación social revolucionaria. En sus últimos años, sin embargo, después de mucho transcurrir en los medios académicos de varios países, creo que ese entusiasmo había menguado, tal vez por haber alcanzado a percibir el incremento de la efectividad de los procedimientos para la gestación de subjetividades a-críticas y normalizadas por parte de los procesos educativos formales y no formales (Cappelletti, A. 2020, Sección IV Educación y crítica, Párrafo 1).

Ángel Cappelletti, como intelectual anarquista, corresponde a un cambio de época y generación que definirá también las prácticas anarquistas de la mitad del siglo XX en adelante en Argentina. Nadia Ledesma (2012), profundiza una serie de clasificaciones que nos resultan prácticas para entender el rol de la intelectualidad anarquista. La primera hace referencia a los llamados intelectuales “doctrinarios puros”, donde quedan abarcados propagandistas, educadores, ideólogos, dependientes de su capital cultural y relación con espacios intelectuales, en especial la universidad. Un segundo grupo de “intelectuales medios” conformado por obreros y autodidactas, cuyo conocimiento del anarquismo se dio por medio de su experiencia como trabajadores. Por último, existiría también un grupo llamado “autónomo heterodoxo” caracterizado por su difícil delimitación, pero que su acción no solo se vinculó con espacios anarquistas, en muchos casos fueron pensadores inclinados al individualismo anarquista, que tensionaron tanto las apreciaciones de los intelectuales doctrinarios, vinculados al trabajo sindical y a los intelectuales medios caracterizados por su identificación militante adquirida por medio de la lucha social.

Cappelletti, correspondería bajo las apreciaciones de Ledesma, a un intelectual doctrinario, pero que, en plena crisis del anarquismo no logró una vinculación significativa con un movimiento que desde la década de los treinta luchaba por no desaparecer y había perdido su influencia como movimiento social.

Así, hay que entender el trabajo de Cappelletti, bajo su propia definición que dio de su proyecto filosófico-social en la cual se fundamenta su obra, principios que deja entrever en una entrevista realizada en 1993, citada por Fernando Báez:

Sepa que desde el punto de vista filosófico-político estoy y he estado a favor de un socialismo libertario, de un socialismo federalista, fundamentado en la autogestión, concepto éste que es la idea contraria del socialismo por todos conocido. Yo considero como el mayor mal de nuestro siglo al Estado, creador de hechos funestos como el nacionalismo, el racismo, etc. Desde el punto de vista estrictamente filosófico yo diría que me adhiero a un monismo espiritualista. Sostengo que el ser es uno solo y que los entes son manifestaciones de este único ser. Mi monismo es, además, dinámico (Báez, 2002, pp. 1-70).

Alejandra Ríos, concluye frente al proyecto filosófico de Cappelletti en relación con el anarquismo:

Si bien sus mayores méritos como investigador parten del estudio histórico, también es cierto que el profesor Cappelletti, sin pretender fundar un sistema filosófico, logra establecer claramente un derrotero libertario en toda su interpretación de la historia de la filosofía y de la filosofía misma (Ríos, 2011, p. 171).

8. Cappelletti y el peronismo

El movimiento anarquista argentino no solo enfrentó la represión, sino también a fenómenos ideológicos nuevos, aún más complejos por su matriz ambigua y prácticas organizativas inclusivas, como lo fue el caso del peronismo. En ese contexto, las diversas apuestas del anarquismo frente al peronismo, no solo debemos contemplarlas a partir de las organizaciones que lograron sobrevivir, sino en las diversas prácticas que utilizaron los anarquistas para seguir expresando sus ideas, en este sentido sobresale la batalla cultural.

Dos hechos fundamentales con respecto al peronismo marcaron al joven Cappelletti, la primera fue la intervención peronista de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y la segunda, quedar proscrito de la docencia por negarse afiliar al partido justicialista.

Dedicó a este tema los ensayos “Los tres movimientos populares de la Argentina del siglo XX” (1984)10, “La ideología del peronismo” (1984)11 y “Precedentes de la ideología peronista en Brasil” (1990)12, en donde acomete una crítica sin concesiones hacia la ideología del General Perón, que caracterizó como el “tercer movimiento popular” de la Argentina, refiriéndose al peronismo como una ideología de difícil comprensión para el afuerino que intente dar con sus principios troncales:

El fenómeno del peronismo desconcierta al observador europeo y latinoamericano. El movimiento aparece como algo contradictorio y confuso, tanto en su desarrollo histórico como en su composición social. Cuando se trata de definir su ideología, la contradictoriedad y la confusión suelen alcanzar niveles apocalípticos, al menos en el periodismo y en el hombre de la calle. Se ha llegado a sostener que ideológicamente el peronismo no es nada, puesto que lo es todo o casi todo. Esta tesis, que no deja de vincularse en algunos casos con la pseudo-sociológica teoría del fin de las ideologías (Cappelletti, 1994, p. 171).

Para Cappelletti, el peronismo debe ser entendido a partir de varios factores que lo potenciaron como un movimiento de masas, en donde encontramos su poli-clasismo y mimetismo. La clave se encontraría en su proyecto original, que responde de alguna manera a las contradicciones político-sociales que no fueron capaces de responder la social democracia o el sindicalismo revolucionario. Cappelletti sitúa el origen del peronismo en la oligarquía terrateniente y el ejército, alianza que buscó su apoyo en el lumpen de las periferias bonaerenses, para pasar luego, en un complejo proceso de cooptación, a arrastrar a parte de la clase obrera y pronto a la campesina. En este sentido, sostiene que la finalidad estratégica del peronismo era evitar la lucha de clases y frenar cualquier tentativa revolucionaria de las masas populares hacia un proyecto socialista. Se planteaba así la disyuntiva frente a esta amenaza de cómo mantener las instituciones reaccionarias de la sociedad, encarnadas por la propiedad privada, la familia patriarcal, la tradición católica y conservar el poder de los estancieros y las fuerzas armadas. De este modo, se construye una visión del Estado supremo, que será la garantía contra el igualitarismo real. Así, Perón se reposiciona desde dentro, lugar que por lo demás no le era propio al provenir de la formación militar y la clase terrateniente, por ello:

Perón comprendió, ante todo, que no se podían conservar los privilegios (del ejército y la Iglesia) y la estructura de clase -fundada en el obvio predominio de una burguesía terrateniente con resabios feudales- sin hacer concesiones a los trabajadores de la ciudad y del campo. Más aún se dio cuenta de que sólo el apoyo masivo de los trabajadores a su proyecto podía asegurar el éxito del mismo. En lugar de organizar fasci di combatimento, creó “unidades básicas”; en vez de asaltar sindicatos, se apoderó de ellos. Pocas veces tuvo que encarcelar, torturar o matar. Su arma preferida era la corrupción y el manoseo sonriente. Sustituyó el aceite de ricino por la botella de sidra y la cachiporra por el pan dulce (Cappelletti, 1990, p. 14).

Para Cappelletti, a las leyes sociales, que con intervención directa regulaban los salarios, se sumaron reformas sensacionalistas de poca profundidad que lograron la aprobación de gran parte de la clase trabajadora del país. Se convierte progresivamente el peronismo en un movimiento de masas, que, por medio de un número mayor de adherentes, gana en cantidad lo que pierde en cualidad. Por ello se refiere a lo “camuflatorio” del peronismo y su carácter monolítico a partir del líder carismático que funciona como base de la cohesión social. Al mismo tiempo, construye una sui generis ideología que logra combinar los elementos más contradictorios en una sola doctrina acudiendo las más disimiles posiciones ideológicas: el radicalismo, conservadores, socialistas, comunistas, trotskistas, demócratas cristianos, nacionalistas, e incluso algunos anarquistas y anarcosindicalistas. En este sentido Perón los uso a todos, pero impregnándolos de su visión corporativista totalitaria, puesto que para Cappelletti el peronismo, mantiene esencialmente su carácter fascista.

Con esperanza Cappelletti ve en los vaivenes de la vida social y política argentina la posibilidad de la vuelta de la influencia del anarquismo en las luchas sociales del país. Tras el triunfo de radicalismo sobre el peronismo en las urnas en 1983 luego de los ominosos años dictatoriales, con utópica esperanza, el filósofo espera el retorno de sus mejores días de aquella ideología que antaño la mayoría de los trabajadores argentinos abrazaron como propia, aunque ya no bajo sus mismas organizaciones clásicas.

9. El exilio de Argentina, su paso por el Uruguay y su labor en Venezuela

En el contexto del golpe de Estado de Onganía, producido en 1966, frente al clima hostil y ante la cada vez más aplastante falta de libertades, entre ellas el intervencionismo en las universidades, se margina de la actividad académica en la Universidad Nacional del Litoral. Como nos recuerda Horacio Tarcus: “Era director del Departamento de Filosofía de la Facultad de Humanidades y Artes de dicha Universidad cuando renunció a sus cargos tras el golpe militar encabezado por el General Juan Carlos Onganía en 1966” (Tarcus, 2021, “Diccionario” párrafo 1). Muchas de las referencias biográficas, confunden la salida de Cappelletti con la dictadura de Videla o la hacen coincidir. Esto es un error, puesto que su exilio (interno) comienza en el onganiato. La más ominosa dictadura argentina, comenzada a partir de 1976, lo sorprenderá ya en tierras venezolanas. Sin embargo, una de las penas que lo acompañaron en los años dictatoriales, será el secuestro y desaparición de su amigo personal el escritor Haroldo Conti (1925-1976), quien fuera compañero suyo de filosofía en la Universidad de Buenos Aires (cf. Landa, 1996a, p. 301) y a quien le dedicó una bella reseña de su novela auroral Sudeste de 1962.

Cabe señalar que la mitad de la planta de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional del Litoral renunció como protesta a la intervención militar universitaria en el onganiato con motivo de un brutal allanamiento (Raffo, 2007). Se trata del proceso histórico conocido como “fuga de cerebros”, en donde la “noche de los bastones largos”, inauguró el proceso de persecución, censura, destitución y desmembramiento de equipos de investigación, la perdida de la autonomía universitaria (lograda desde la Reforma Universitaria) entre otros dramáticos procesos que tuvieron que transitar las universidades nacionales. Esto en la práctica fue el comienzo del itinerario de su exilio que comenzó en el Uruguay, para finalizar en Venezuela. En estos países realizó investigaciones ligado a las principales universidades, pero sin duda en el último país su contribución fue mayor.

Las razones del exilio de Cappelletti las explicó en una entrevista hecha pocas semanas antes de fallecer:

Ahora en Rosario estoy dando un seminario sobre los presocráticos con la intención de crear un postgrado en filosofía, pero los medios son muy escasos; también me gustaría crear una revista de filosofía, que no hay ahora, pero si la hubo en los 60, dirigida por mí hasta el golpe militar fascista de Onganía, me fui a Uruguay por no quedarme en una Universidad dirigida por un capitán. Ahora tengo ofrecimientos para volver a enseñar en México, Colombia, Perú, Venezuela. Mi proyecto principal en Rosario es trabajar con las generaciones jóvenes, aquí hay mucha gente con muchos intereses e inquietudes y sin posibilidad de hacer nada, sin libros, sin posibilidad de viajar, dando clase en edificios ruinosos. Trato de hacer lo que puedo, aunque no es mucho (Cappelletti, 1996, “Entrevista” párrafo 7).

En su estadía en el Uruguay, fue profesor de la Universidad de la República en Montevideo, reanudando su trabajo académico en la Escuela Universitaria de Servicio Social entre 1966 y 1968. Uno de los filósofos insignes del país oriental, Arturo Ardao, amigo personal de Cappelletti, nos pone en noticia e impresiones sobre su llegada:

Nacido en Buenos Aires en 1927, Cappelletti enseñaba filosofía en Rosario cuando el golpe de Onganía contra las universidades argentinas lo arrojó a nuestras playas. Actuó en nuestra universidad de 1966 a 1968. Todos pudimos apreciar entonces su excepcional valía intelectual y humana. Cuando llegó, amplia ya era su producción. Aquí siguió publicando libros, como luego en Caracas, donde actúa desde 1969. Siendo su especialidad la filosofía antigua y medieval, su bibliografía no deja de incluir algunos de los más vivientes temas contemporáneos. Cumplido erudito, sabe serlo como hombre de su tiempo (Ardao, 2009, p. 162).

La conexión con el mundo académico venezolano ocurre cuando en 1969, por recomendación de Ángel Rosenblat13 ,organizador del Departamento de Estudios Generales de la naciente Universidad Simón Bolívar de Venezuela, se decidió la incorporación de Cappelletti. Así, participó en la creación del Departamento de Filosofía en 1970, del cual fue su primer director y de la Maestría en Filosofía ese mismo año. Rodolfo Montes de Oca nos cuenta referente a las primeras impresiones de la llegada de Cappelletti a Venezuela, mediante los recuerdos del dibujante José Planas:

Entre los amigos que Germinal me presentó recuerdo especialmente a José Xena, activo militante confederal, y Ángel J. Cappelletti, escritor sociólogo como él, y profesor de Filosofía y Letras de la Universidad Simón Bolívar de Caracas, y de otras dos Universidades, quien cada domingo compartía el almuerzo de esta noble familia y me fue presentado en una de esas ocasiones (…). Era un hombre corpulento y macizo como el de un picapedrero, de rostro oscuro, ojos entreabiertos, mirada incisiva e inteligente, orlado por una cabeza robusta que oculta un cerebro poderoso de intelectual; en suma, una cabeza digna de cincel de Rodin. Su rostro o faz parecía más bien la de un mártir que la de un apóstol (Montes de Oca, 2015 p. 214).

La etapa más prolífica de la producción intelectual hecha por Cappelletti, en el país nuevo que lo acogía, se dio en el contexto de las ganancias del petróleo venezolano y la confluencia de gobiernos social-demócratas que impulsaron un desarrollo sin precedentes en las universidades venezolanas. Respecto a la política migratoria de Venezuela, y su relación con las distintas dictaduras del cono sur, quedó reflejada en un proceso de al menos dos décadas, en donde la política frente al exilio sudamericano va variando hasta su apertura plena, con la presidencia de Rafael Caldera14 entre 1969 y 1974.

En consecuencia, hubo todo tipo de proyectos culturales que beneficiaron la producción cultural del país y América Latina. Solo por nombrar un caso, en las humanidades, se destaca la fundación de la Biblioteca Ayacucho en el año 1974, verdadero crisol de la cultura latinoamericana que contó en su equipo extranjero de trabajo con figuras tales como: Ángel Rama, Leopoldo Zea, Arturo Roig, Arturo Ardao, Darcy Ribeiro, Sergio Buarque, entre otros (Rama, 2008).

Señalamos, como un dato importante, dos viajes que realizó Cappelletti a países que no era tan fácil arribar: la ex Unión Soviética y la República Popular China. De su experiencia soviética, poco sabemos, salvo algunos pocos fragmentos durante su estancia en 1974, en que sus impresiones no fueron positivas al resaltar el problema de la ebriedad en las calles de Moscú, o de mendigos y niños que “(…) asediaban pidiendo goma de mascar” (Cappelletti, 1994, p. 211).

De su viaje a China, escribió sus apreciaciones en “Notas de un viaje a China” (1977)15. En tono crítico, el texto resulta ser un testimonio interesante sobre la vida de los chinos en la época de Mao. El viaje de Cappelletti se concretó en 1976, en donde tuvo la ocasión de visitar tres regiones: Shangai, Nankín y Cantón. En las impresiones que ofreció de su viaje, resaltó la superación del estrago del opio, tuvo una buena impresión sobre la vestimenta de los chinos, no viendo mendigos en las calles, e hizo un análisis pormenorizado sobre las comunas agrarias que pudo visitar, valorando la protección de la familia tanto en el ámbito alimentario, la salud, el alojamiento e incluso la recreación. Pudo observar el funcionamiento de algunas fábricas textiles, donde se percató que el fuerte de los trabajadores son mujeres. Remarcó, además, la simplicidad e incluso falta de individualidad de un hogar “tipo” chino. Cappelletti señala que la revolución cultural china, no logró cambiar la milenaria tradición jerárquica encarnada en un jefe, que precede a la dirección de Mao. Como buen anarquista nos recuerda que las ideas socialistas a China llegaron mediante los textos de Kropotkin deliberadamente olvidado.

Por otra parte, fue también en Venezuela, en donde la muerte sorprenderá al mayor de sus hijos, Ariel Cappelletti, siendo un adolescente:

Difícilmente podría recordar algún episodio en el que se haya alterado su habitual tranquilidad de ánimo. Sólo en pocas ocasiones, en especial cuando recordaba a mi hermano, muerto en un accidente de tránsito a los once años, sus ojos se humedecían un poco y parecía triste y apesadumbrado (Cappelletti, 2020, Sección I. Semblanza, párrafo 1).

Fueron muchas las instituciones de educación superior que se beneficiaron de la presencia de Cappelletti en el país caribeño. En tal sentido, señalamos a la Universidad Central de Venezuela, el Instituto Pedagógico de Caracas, la Universidad Católica Andrés Bello, la Universidad de Carabobo, la Universidad del Zulia y la Universidad de Los Andes. En esta última se une al cuerpo de postgrado, que poseía un gran legado en los estudios clásicos, con la presencia histórica del filólogo yugoslavo, Miroslav Marcovich16. Una vez obtenida su jubilación de la Universidad Simón Bolívar, ejerció como profesor entre 1989 y 1995 en la Maestría de Filosofía y fundó la revista de Filosofía de esa misma casa de estudios. Además, coordinada por él, ejerció la redacción de la Revista Venezolana de Filosofía, hasta obtener la jubilación. La producción de Cappelletti en Venezuela fue amplísima, sus contribuciones a las cátedras universitarias del país representaron aportes significativos, junto con la formación de discípulos:

Muchos de los más importantes estudiosos y creadores en el campo de la filosofía surgidos durante las últimas décadas en Venezuela fueron formados en mayor o menor medida por el ilustre pensador, quien fue también el inspirador de una buena parte de los jóvenes anarquistas de esta tierra (Capriles, 1998, p. 8).

Además, no deja de ser significativo que recibe la Orden al Mérito, de dicho país, por sus aportes a la cultura, del entonces presidente Rafael Caldera (suponemos que en el segundo periodo de su presidencia de Venezuela).

10. Los testimonios sobre la docencia de Ángel Cappelletti

La reconstrucción biográfica de Cappelletti está permeada por testimonios de tipo hagiográficos. Hemos procurado facilitar los testimonios de lo que al parecer fue un extraordinario y desinteresado compromiso académico en el país caribeño (allí las fuentes son abundantes) y no hemos encontrado visiones negativas ni críticas. Al respecto David de los Reyes, nos cuenta:

Al Prof. Cappelletti lo conocimos por los años setenta. Trabajaba en la escuela de Filosofía de la UCV, además de sus clases en el postgrado de filosofía de la USB. Nuestros primeros encuentros, como alumno, fueron en sus seminarios sobre Aristóteles, autor que declamaba de memoria, enmendando las traducciones utilizadas en clase a partir del texto en griego. Posteriormente volvimos a coincidir en los seminarios sobre la Utopía y el Pensamiento Anarquista, que dio, por mucho tiempo, los sábados en la mañana en esa misma escuela. La última vez que tuvimos una relación académica con él fue en la elaboración de trabajos dirigidos dentro del postgrado de filosofía de la USB y como jurado de nuestra tesis de maestría. Pero aparte de esto estuvo luego la amistad, amistad que fue creciendo al pasar de los años con el intercambio de ideas, la cita precisa, la referencia a un texto necesario, el comentario esclarecedor sobre multiplicidad de temas, o el simple hecho de compartir soledades (De los Reyes, 1996, p. 259).

El testimonio es valioso porque nos aporta una mirada más íntima del quehacer pedagógico de Ángel Cappelletti y sobre todo el carácter enciclopédico, metódico, e incluso gozoso de su actividad intelectual, como también la amplitud de sus diversos intereses en el mundo de la cultura:

Tenía la paciencia de los orientales. Trabajaba en forma constante, como espantando las sombras de la ignorancia de todo lugar en donde se encontraba y por donde pasaba. Sus facultades de políglota le daban la libertad de abordar continentes filosóficos en forma confiada, con la libertad de un niño que juega con las ideas imperecederas en el museo de los hombres pensantes y, como él, universales. Era, en el completo sentido del término, una biblioteca andante; hasta el volumen de su cuerpo denunciaba el ansia de acumular saberes, ideas y, por qué no decirlo, de degustar buenas comidas, pero siempre con la intención de compartirlo todo. Construía ensayos metódicos, lúcidos y de autores que parecían salidos de los lugares más extraños y recónditos a los ojos de los legos; el catálogo de sus obras aún está por hacer y seguramente que sobrepasan el centenar de libros y ensayos publicados. Con él nos introducimos en Aristóteles, Chuang-tse, Lao-tse, Séneca, Marco Aurelio, Etienne de La Boetie, Montaigne, Condillac, Godwin, Stirner, Proudhon, Kropotkin, Bakunin, por citar los autores por los cuales mostró siempre una afinidad constante, alimentada por su compromiso de hombre e intelectual libertario (De los reyes, 1996, pp. 259-260).

La particular preocupación de Cappelletti sobre el papel de la educación en la emancipación de los seres humanos es también resaltada por varios de los alumnos que acudieron a sus lecciones. Creemos que la educación constituye por excelencia el vínculo más natural de Cappelletti para entregar sus ideas ácratas y concepción de la cultura, al respecto Margarita Belandria nos dice que:

(…) desde su posición de pensador de la libertad social, Cappelletti es un firme defensor de la libertad, contra el poder político, económico y militar, y defensor de la educación como único medio de alcanzar la emancipación humana. Por ello considera que la educación ha de ser lo más neutra posible, ni materialista ni espiritualista, ni atea ni teísta, cuya misión esencial ha de ser la de formar personas con autonomía y espíritu crítico, capaces de discernir y decidir por sí mismas acerca de los problemas teóricos y prácticos que deban enfrentar en sus vidas (Belandria, 2016, p. 170).

Tenemos también noticias de su nómade magisterio en México. Estos viajes ocurrieron por frecuentes cursos de posgrado que brindo en América Latina. Sobre su estancia en tierras aztecas Josu Landa nos cuenta:

Aunque fue un gran viajero, Cappelletti sólo estuvo en México, durante lapsos muy breves, en tres ocasiones. La primera tuvo lugar en los ya remotos tiempos en que Joaquín Sánchez Mac Grégor ejercía la docencia en la Universidad de Puebla y tuvo a bien invitarlo a dar un curso en esa institución. Ese viaje propició sus nexos con los filósofos mexicanos. En concreto, hizo posible que entablara con Fernando Salmerón una prolongada amistad, cimentada en la mutua afición por el trabajo filosófico serio. En 1988, tuvo lugar un segundo viaje. Fue cuando entró en contacto con Juliana González y con los jóvenes filósofos mexicanos más interesados en la filosofía griega. Fue también cuando estableció sólidos nexos con un grupo de investigadores del Instituto de Investigaciones Filológicas, entre los que destacan Mauricio Beuchot y Roberto Heredia. La tercera visita del gran exégeta y maestro de filosofía que fue Cappelletti se concretó en 1995, con motivo del ya citado curso sobre filosofía medieval (Landa, 1996b, p. 185)

Luis Fallas, desde Costa Rica, nos aporta otro testimonio valioso que viene a corroborar todas las apreciaciones anteriores:

Yo le conocí como un anarquista sabedor de miles de cosas, desinteresado de la familia -por ello, decía, podía escribir tanto-, como un argentino que sin añorar su patria amaba profundamente Latinoamérica (tanto como para recorrerla y hacer amigos en toda ella), un desapegado de los bienes materiales al punto de no saber qué hacer con su "excesivo salario" de profesor universitario en la Venezuela de los años sesenta, setentas e inicios de los ochentas, un desterrado de su patria que no vio problema en seguir indagando sus propias materias y razones en una cuna nueva, un nuevo albergue que respetó su libertad, su profundo individualismo (Fallas, 1998, p. 396).

11. Cappelletti y el “Caracazo”

Los últimos años de Cappelletti en Venezuela (importante es señalar que son casi 25 años que vivió en el país caribeño) están marcados por la crisis social a partir de la caída de la llamada “Venezuela saudí”. En este contexto de descomposición política irrumpe el estallido social llamado “Caracazo”17, que sería uno de los últimos acontecimientos políticos que vivió Cappelletti en ese país y que será un punto de inflexión en la historia política de Venezuela.

La presencia de Cappelletti en Caracas como testigo del estallido social nos permite ver su interpretación del fenómeno. El escrito “La epifanía de los cerros o la sinceración democrática (1989) 18 se transformó en un texto testimonial escrito en el fragor del levantamiento popular, un sentido “yo acuso”, que muestra como el filósofo se da cuenta con antelación los derroteros que seguiría la sociedad venezolana. Con aguda percepción se percató que los protagonistas fueron la multitud de marginados, los obreros y una buena parte de la clase media proletarizada, que convergen en una explosión incontenible:

¿Cuál fue el significado de este acontecimiento insólito, subitáneo, imprevisible para los políticos y los bien pensantes? Es evidente -y así lo dijeron después muchos- que el 27 de febrero cortó en dos la historia de la democracia venezolana. Y, sin embargo, las interpretaciones que de él se dieron fueron muchas y contradictorias. No faltaron quienes, decepcionados de todos los ideales revolucionarios y alérgicos a cualquier cambio radical, se negaron a conceder trascendencia a los hechos y trataron de trivializar el asunto, reduciéndolo casi a un episodio de la crónica policial. Tras los escépticos, vinieron los oportunistas. Éstos vieron allí una protesta contra el gobierno y el partido gobernante, intentando llevar las aguas a sus propios decrépitos molinos, como si Copei o cualquier otro partido de oposición, hubiera podido evitar el estallido. Pero los más equivocados de todos fueron los políticos ilustres y los agudos ensayistas que entendieron los hechos como una conspiración contra la democracia, promovida tal vez desde el exterior (Cappelletti, 1994, pp. 163-164).

Para Cappelletti los acontecimientos del 27 de febrero vienen a confirmar la vieja tesis anarquista, de que la forma espontánea de lucha social habla en claves de la democracia directa. Aquel crisol social demócrata que había sido Venezuela, ilusión construida bajo el amparo del desarrollo petrolero, no había logrado ocultar la profunda fractura de la sociedad venezolana. Frente a las reformas neoliberales y políticas de ajustes, el clamor popular no se hizo esperar:

El pueblo (…) salió a la calle demostrando su fe en los principios democráticos, movido por la convicción de que, siendo todos los hombres iguales, todos tienen derecho a todos los bienes que la sociedad ofrece. (…) La democracia directa se enfrentó así a la democracia de los partidos y de los cogollos, a la democracia de las componendas y las transacciones, de los eufemismos y las ficciones jurídicas, en un incontenible afán de sinceridad y autenticidad. Hubo, sin duda, mucha destrucción, pero, como decía Bakunin, la destrucción es muchas veces un acto creativo. Lo que se destruyó no fue solo el abasto y el supermercado, la mueblería y la fábrica de pastas, sino también, por unas horas, el viejo orden capitalista y burgués, la retórica institucional de la democracia, erigida por los políticos de la clase media en beneficio de la clase alta de los banqueros, de los comerciantes importadores, de los terratenientes (Cappelletti, 1994, p. 164).

Si bien la cantidad de desmanes y destrucción alcanzó al comercio medio, Cappelletti interpretó de manera lúcida la cuestión de la violencia, clásico elemento remarcado para menospreciar los levantamientos populares. La violencia acumulada de lo que peyorativamente se llama turba, echó mano a lo que simbolizaba aquel poder, por más que no pudiera alcanzarlo. En medio de esa imposibilidad, la espontaneidad popular atacó los símbolos cercanos de ese poder, en este caso el mediano y pequeño comercio. Para Cappelletti, el 27 de febrero, se torna un ejercicio de democracia directa efímero, pero que tiene como base la no delegación de la propia libertad y soberanía. Es este sentido, el pueblo que bajo de los cerros precarizados de Caracas se tomó las calles, porque “(…) aspiraba, inconscientemente, a sincerar la democracia, siempre exaltada, jamás realizada. Sabía que democracia quiere decir gobierno del pueblo, o sea, autogobierno (Cappelletti, 1994, p. 165).

La esperanza de Cappelletti en el pueblo movilizado se ampara en el autoaprendizaje de su propia experiencia revolucionaria, que debe evitar el monopolio de la vanguardia y el elitismo que intente cooptar la fuerza lograda, “fuerza” que se encuentra informe, dramática, destructiva, pero llena de espíritu creador. Esto como se ha advertido sigue siendo el problema de todos los levantamientos populares, que cuajan luego de la efervescencia social, en una nueva estructura que quiere mantener el poder, en efecto:

Es preciso que lo aprendan, no de las “vanguardias” revolucionarias o de las “élites” intelectuales, sino de su propia experiencia, de su propia praxis, de su propia reflexión. Así lo hizo el pueblo de Paris cuando instituyó la Comuna, el pueblo español cuando en 1936 creó las colectividades agrarias e industriales, el pueblo ruso cuando constituyó los Consejos (soviets) de obreros y campesinos. Y es preciso además que aprendan a vigilar para que no salgan después de sus ataúdes los muertos vivientes, tal como lo hicieron en la Rusia de Stalin, para construir una nueva y opresiva clase política de técnicos y burócratas (Cappelletti, 1994, pp. 168-169).

12. El retorno a la Argentina y el fallecimiento de Cappelletti

Desde 1984, Cappelletti comienza su acercamiento con la Argentina, como nos cuenta Carlos Solero, fue un proceso graduado:

Tomamos contacto por primera vez con Ángel Cappelletti, en 1984, cuando comenzaba su des-exilio (…). Cada escala de Cappelletti en estas tierras significaba un despliegue fabuloso de encuentros e intercambios, de conferencias y debates. Estas actividades abarcaban diversos ámbitos los círculos anarquistas de estudios y militancia, tanto como las facultades de la Universidad pública donde alternaba disertaciones sobre la filosofía clásica, así como también cuestiones de la candente coyuntura social y política latinoamericana e internacional (Solero, 1 de julio de 2013).

El retorno definitivo de Ángel Cappelletti a la Argentina fue en el año 1994 y estuvo marcado por la constatación de los años de destrucción dictatorial y la implementación de políticas neoliberales. Cappelletti no dejó de criticar la dictadura argentina y sus daños, escribiendo varios ensayos al respecto, todos marcados por un hondo sentido trágico frente a los años del terror, su “yo acuso” a la junta militar los dejó plasmados en el ensayo “Militarismo y fascismo en la Argentina contemporánea”19, así termina su reflexión:

El gran problema es que los fascistas argentinos no tuvieron su Nüremberg. Después de oprimir, empobrecer y asesinar “valientemente” a su propio pueblo, los militares argentinos emprendieron una guerra absurda (cortina de humo, autojustificación, pero también consecuencia forzosa de la ideología fascista, que tiende necesariamente al conflicto bélico). Vencieron a los montoneros, pero no pudieron vencer a los ingleses. Demostraron no solo que eran absolutamente ineptos como gobernantes, sino también enteramente incapaces como militares. Lo menos que se podría pedir -frente a esta demostrada y palmaria inutilidad- es la abolición de tales fuerzas armadas o por lo menos su reducción a una limitadísima oficina técnica. Pero seguramente no sucederá. El gobierno radical puede ser muy democrático, pero ciertamente de “radical” no tienen nada (Cappelletti, 1994, pp. 68-69).

La otrora Argentina que había dejado con sus contradicciones y quiebres institucionales, daba paso a un país devastado por las reformas neoliberales, que terminarán confluyendo en el levantamiento popular del año 2001. Cappelletti se percata del miedo por la posibilidad de la vuelta de otra dictadura, miedo compartido en todo el Cono Sur, aprovechado para la implementación obscena del neoliberalismo, esta vez en democracia. Su diagnóstico de la Argentina a su retorno es lapidario:

El miedo a volver a formas de totalitarismo brutal. El éxito del gobierno argentino se basa en el temor a la inflación inculcado a la gente y difícil de sacar. Argentina ahora no produce, no exporta, la industria ha caído, la agricultura también, los pequeños y medianos empresarios no pueden seguir adelante, la desocupación es masiva (alrededor del 24% sin seguro de desempleo, la mayoría de los que trabajan lo hacen ilegalmente), la recesión es total, la gente muere de hambre (100 niños al día) en un país rico donde debería haber abundancia. Los valores culturales están enterrados. Argentina hace treinta años era otro país. La Universidad de Rosario está en vida vegetativa. Todo es obra de este gobierno que introdujo este sistema neoliberal. Además, está la entrega completa de Argentina a las empresas transnacionales (Cappelletti, 1996, “Entrevista”, párrafo 26).

Sin embargo, el poco tiempo que le quedó a Cappelletti en la Rosario que lo viera partir veinticinco años antes, fueron prolíficos pero infructuosos. La universidad había sido fragmentada a partir de la escisión de la Universidad Nacional del Litoral; además los años de censura y la desaparición de equipos de investigación, junto con la falta de recursos, marcaba la crisis que tendría que enfrentar el sistema universitario argentino en los años noventa, que pese a todo no perdió su carácter público. Muchos afirman, que cierta miseria académica evitó que el profesor Cappelletti tomara las cátedras que le correspondían, junto con ello, una enfermedad le venía maltratando el cuerpo hace unos años. Pese a las dificultades, intentó crear un posgrado en filosofía y refundar la revista de filosofía que había tenido el instituto de filosofía décadas antes. Alcanzó, además, a dar algunas conferencias sobre la contingencia mundial bajo sus acuciosas herramientas de análisis. Carlos Solero describe así esas jornadas:

Recordamos sus extraordinarias conferencias sobre la situación política de América Latina o acerca de la guerra del Golfo o de la implosión de la Ex URSS y la Europa del Este. Las disertaciones de Cappelletti ponían de manifiesto una erudición fantástica y un talento pedagógico incomparable. Sus exposiciones sobre tópicos tan diversos y complejos como: La Revolución Mexicana, la Revolución Española (1936-1939) o la evolución del pensamiento positivista, tenían tan excelente nivel y claridad, que su auditorio, fuera de doctos o profanos, quedaba satisfecho y lleno de inquietudes (Solero, 2007a, p. 7).

Con tan sólo 67 años, Ángel José Cappelletti fallece el 25 de noviembre de1995 en Rosario, Argentina, tratando de mejorar las condiciones en que estudiaban los futuros profesores de filosofía, dejando una obra y huella invaluable en los que lo conocieron y en las generaciones futuras. Hoy la biblioteca de la escuela de filosofía de la Universidad Nacional de Rosario lleva su nombre, como también unas jornadas de estudios clásicos de la misma universidad realizadas en su honor. Carlos Solero, reflexiona así sobre la vida del filósofo anarquista:

(…) estamos seguros de que nunca persiguió la gloria. Lo que sí lo hacía feliz era el ejercicio de la reflexión sobre una multiplicidad de cuestiones esenciales: la libertad de los seres humanos, la construcción del conocimiento científico, la vigencia de la justicia social, la eliminación indispensable de los prejuicios y dogmas que esclavizan a la especie humana (Solero, 2007a, p.7).

Consideraciones finales

Si tuviéramos que señalar el lugar de Ángel Cappelletti en la historia intelectual de América Latina, no sería uno solo. La complejidad de su obra se debe a la amplitud de las temáticas que abordó, diversas en apariencia, pero con una brújula clara: el anarquismo. Su quehacer filosófico no se agota y limita en un área específica del conocimiento, sino que se complementa y proyecta en una interpretación mayor. Así queda de manifiesto que las áreas en las cuales se expresó su obra no solo abarcaron estudios filosóficos, sino que también se ampliaron al campo de los estudios históricos, el ensayismo, la traducción, la edición, la poesía, por nombrar las más importantes, todas ellas son parte de un corpus, que espera ser revisado para poder determinar su lugar en el pensamiento latinoamericano.

La identificación de Cappelletti con el anarquismo no es menor para entender su posición en el contexto político latinoamericano de su tiempo, donde estaba en plena crisis y decadencia, pero no por ello muerto. Sus contrincantes inmediatos son el marxismo y el peronismo, a los que sumamos la Revolución cubana, que cambió las fuerzas de izquierda, haciendo caer el discurso revolucionario anárquico en la marginalidad. La originalidad del proyecto de Cappelletti es haber hecho una interpretación filosófica, histórica y cultural con categorías libertarias, en un país y continente atravesado por profundos conflictos sociales.

Por otro lado, en el plano estrictamente filosófico, Cappelletti es un filósofo que defiende la llamada tradición filosófica occidental y su historia. En ese sentido, una disrupción hacia una interpretación latinoamericana, como es el contexto de algunos movimientos filosóficos contemporáneos a él de la filosofía (sobre todo en la Argentina), parece poco probable y son criticados duramente20.

Así la cuota de originalidad de la filosofía latinoamericana para Cappelletti pasaría por su recepción que no es mecánica del pensar europeo y que implicó un repensar dichas ideas en circunstancias propias del contexto latinoamericano: “No se trata nunca, para decirlo en términos aristotélicos, de iluminar una génesis sino sólo de estudiar una serie de alteraciones (aunque sin olvidar que la suma de alteraciones puede producir en el futuro una nueva génesis)” (Cappelletti, 1995, p. 12).

Este proceso desembocará para Cappelletti en una historia de la filosofía que se transformará en una filosofía de la historia. Y en este sentido, a falta de una filosofía “de”, tendremos una filosofía “sobre” América Latina, así:

(…) esta filosofía de la historia, esta reflexión sobre América Latina que, si bien por realizarse a través de categorías elaboradas por el pensar europeo, no será aún una filosofía de América Latina, constituirá sin embargo una filosofía para América Latina, en el sentido en que la postula Alberdi. Exigir, más allá de esto, una filosofía enteramente original, una verdadera filosofía de América Latina, como han hecho con más entusiasmo que penetración algunos autores contemporáneos, es algo que carece de sentido. No tiene filosofía propia el que quiere sino el que puede (Cappelletti, 1995, p. 13).

Quizás sean las aseveraciones anteriores las razones porque en la mayoría de las historias de la filosofía y pensamiento latinoamericano Cappelletti no es contemplado en alguna línea filosófica ni ideológica, salvo como referencia bibliográfica para algunos estudios sobre el anarquismo en América Latina (obras de uso casi obligatorio), pero no como un filósofo más. Nos encontramos frente a un vacío en la historia de las ideas locales, tanto en las historias de la filosofía argentina como de la filosofía latinoamericana. Por otro lado, la misma situación se repite en las cronologías y estudios sobre el anarquismo latinoamericano, en las cuales no se ha realizado, aún, una revisión de la obra de Cappelletti de manera exhaustiva.

Finalizamos, señalando que la obra de Ángel José Cappelletti merece mayor atención y valoración en la Argentina, en donde hasta hace muy poco no encontrábamos estudios que se dedicaran a su obra, salvo testimonios de los militantes anarquistas que lo conocieron, sobre todo a partir de su retorno de Venezuela. Creemos que es un filósofo de un potencial enorme para las discusiones actuales del anarquismo, pero también para la filosofía latinoamericana, el pensamiento crítico latinoamericano y la filosofía en general.

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1 Hasta la fecha, la publicación más completa que se ha dedicado a la obra de Cappelletti es el homenaje póstumo realizado por la Universidad de los Andes de la ciudad de Mérida (Venezuela), publicado en: Filosofía. Revista del postgrado de Filosofía, años 1997-1998, números 9-10, con los siguientes textos: “Bibliografía de Cappelletti”, de Fernando Báez y Jorge Chancín (pp. 109-114); “Inseparabilidad de obra y vida en Ángel J. Cappelletti”, de Elías Capriles (pp. 115-128); “La poesía de Cappelletti”, de Mayda Hocevar (pp. 129-132); “Cappelletti y el Mundo Antiguo”, de Mariano Nava (pp. 133-136); “Cappelletti y su experiencia del ser”, de Mauricio Navia (pp.137-142); “El monismo dinámico en Cappelletti”, de Plinio Negrete (pp.143-146).

2Referente a los años del peronismo en la UBA, Guido Riccono y Judith Naidorf (2017) muestran que los datos producen resultados ambiguos. Si bien existió intervención, no toda puede ser atribuida al proceso peronista. Se puede convenir que el proceso de destituciones fue mixto, tanto con el Golpe de 1943 como en la ascensión de Perón. La historiografía sobre el tema se refiere mayoritariamente a la salida de intelectuales de renombre y la intervención universitaria, dos ejes que permean los análisis sobre la cuestión. Pero, ciertamente, el proceso estará marcado por “(…) el encuentro y desencuentro entre intelectuales y peronismo característico de los años 1943-1955” (Riccono y Naidorf, 2017, p. 772).

3Sobre Mondolfo, Cappelletti se refiere así: “Para Rodolfo Mondolfo, mi maestro, la agresividad y el deseo de propiedad y posesión podía considerarse como una tendencia humana innata, pero que no necesariamente eso tenía que realizarse sobre la realidad material, entonces el problema consistía en hacer que la gente no luchara por tener más dinero sino por saber más. Esta idea yo la he sostenido siempre. Claro que va a haber luchas siempre. En una sociedad ideal tiene que haber competencia, pero una competencia en el plano intelectual, en el plano moral de ver quién se porta mejor, quien sabe más, no en lo otro” (Cappelletti, 1996). En otro de sus estudios, se refiere así a la llegada del filósofo italiano: “Su labor (…) pese a las dificultades que el medio le oponía a toda seria labor docente e investigativa, fue ejemplar: nunca hasta entonces en las universidades argentinas habían contado con un maestro de la historia de la filosofía que uniera, como él, la seguridad del método y la serena ponderación crítica con la más auténtica y vasta erudición” (Cappelletti, 1995, p. 120).

4Elías Manuel Capriles Arias (1948) es un autor venezolano en filosofía, psicología, budismo y otras disciplinas. En 1993, por iniciativa de Ángel Cappelletti, se fundó la Cátedra de Estudios Orientales en la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de los Andes de la ciudad de Mérida; el profesor Capriles ganó el concurso de oposición y pasó a encargarse de la misma.

5Carlos M. Rama (Montevideo 1921 - Milán 1982), fue un historiador y sociólogo uruguayo, discípulo de varios exiliados republicanos españoles. Fue profesor de la Universidad de la República, del instituto Artigas, visitante de la Universidad de Chile y del Instituto Latinoamericano de Estudios Sociales (entre mayo de 1972 y octubre de 1973). De la familia Rama, también podemos resaltar los aportes valiosos a la cultura latinoamericana, por parte de uno de sus hermanos el crítico literario Ángel Rama artífice de la Biblioteca Ayacucho, reconocida editorial de temas latinoamericanos, y crisol de gran parte de la intelectualidad del exilio que se afincó en Venezuela en los años dictatoriales. Carlos Rama, identificado con el anarquismo, formado en Francia, y autor prolífico de numerosas obras entre las que encontramos: El fascismo: orígenes y supervivencia (1962); Revolución social y fascismo en el siglo XX. Uruguay en crisis (1969); La ideología fascista (1977); Fascismo y anarquismo en la España contemporánea (1979); El anarquismo en América Latina (1990). También escribió su “yo acuso” de la experiencia chilena con el libro: Chile: mil días entre la Revolución y el fascismo (1974) En su exilio español fue profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona y fundó en dicha institución el Instituto de estudios latinoamericanos.

6Juan Lazarte (Rosario, 1891 - San Genaro, 1962) fue médico, sociólogo y activo militante gremial. Se formó en las universidades de La Plata, Columbia, Nueva York culminando en la Universidad Nacional de Córdoba, donde se graduó como médico. En esa ciudad participó del Movimiento de la Reforma Universitaria de 1918, que pretendía democratizar el gobierno universitario y quitar el carácter dogmático a la enseñanza para dotarla de rasgos científicos de la época. Ángel Cappelletti define así a Lazarte: “El doctor Juan Lazarte gustaba definirse a sí mismo como un humanista. Tal autodefinición, exenta obviamente de toda vanidad necesita ser explicada (…). Sin embargo, si queremos comprender y valorar adecuadamente el humanismo de Lazarte, tampoco podemos pasar por alto otras influencias que se dejan sentir en él desde su primera juventud. Los pensadores de todos los matices y muy especialmente los libertarios, de Bakunin a Malatesta, de Proudhon a Reclus, con sus análisis críticos de la realidad socioeconómica, con sus demoledoras polémicas contra el capitalismo y el estatismo, con sus proyectos de reconstrucción social (…). Dentro del ámbito universitario su actuación se remonta a los años estudiantiles de Córdoba. Allí, como todos sabemos, figuró entre los promotores de la Reforma. Pero a diferencia de muchos de sus compañeros de entonces nunca vio en ella un movimiento político o meramente académico. La vio como parte de un vasto impulso social con el cual debía marchar íntimamente unido el movimiento proletario y el sindicalismo obrero” (Cappelletti, 1990, pp. 130-131).

7Sobre Diego Abad de Santillán, Cappelletti se refiere así: “Desde los ochenta años largos de Diego Abad de Santillán no resulta difícil avizorar el proyecto de su vida. Claro, rectilíneo y pleno, pese a los rudos golpes y los incontables fracasos, se va embozando ya desde los días remotos de la niñez santafesina y de la adolescencia leonesa y madrileña; se abre paso, todavía hoy hacia un futuro que no sabríamos ubicar, y se resume en la lucha, junto a las clases laboriosas, por el logro de una sociedad libre y justa, sin clases y sin Estado (…). Pero lo que más nos ha llamado la atención, lo más peculiar y encomiable en la personalidad de Santillán, es su casi total carencia de vanidad intelectual. La falta de apego a la riqueza y el desprecio por el poder fueron, al fin y al cabo, rasgos comunes en muchos militantes anarquistas que hemos conocido” (Cappelletti, 1990, pp. 121-122).

8Fuente: https://search.iisg.amsterdam/Record/ARCH00004 [Fecha de consulta: 05/02/2022]

9Creada en 1949 con el objeto de investigar las denuncias de torturas aplicadas a los opositores del gobierno, pero que terminó por dedicarse, casi como una cruel ironía, a investigar, censurar y clausurar los medios de prensa no alineados al régimen, entre cuyas acciones encontramos allanamientos a distintos lugares, el control del papel de diario y el cierre de publicaciones de prensa críticas, junto con la persecución de medios independientes.

13Nacido en Polonia en 1902, emigro a los 6 años a Buenos Aires, en donde estudio filología hispánica en la Universidad de Buenos Aires, luego realizó estudios de posgrado en Berlín y Madrid en la década de los años treinta. Desde 1946 se radicó en Venezuela, donde estudió las variantes del castellano en el país. Dirigió el Instituto Andrés Bello de la Universidad Central de Caracas. Muere en 1984.

14Rafael Antonio Caldera Rodríguez (San Felipe, 1916 - Caracas, 2009) fue presidente por diez años de Venezuela en dos periodos (marzo de 1969 - marzo de 1974 y febrero de 1994 - febrero de 1999). Se lo reconoce como jurista, educador, académico, estadista y político. Líder e ideólogo de la Democracia Cristiana venezolana e impulsor y firmante del Pacto de Puntofijo, que inició la experiencia democrática de 1958. Profesor honorario y doctor Honoris Causa de más de cuarenta universidades en el mundo; de sus libros se destacan: Andrés Bello (1935), Derecho del Trabajo (1939), Moldes para la Fragua (1962), Especificidad de la Democracia Cristiana (1972), Reflexiones de La Rábida (1976) y Los causahabientes, de Carabobo a Puntofijo (1999).

16Miroslav Marcovich (1919-2001) fue un filólogo clásico nacido en Belgrado, donde estudió en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Belgrado. Después de servir a las órdenes de Tito en la segunda guerra mundial, viajó a la India en 1953, donde fue profesor de la Universidad de Visva-bharati. En el año 1955 se trasladó a los Andes venezolanos, donde fue profesor en la Universidad de Los Andes de filosofía y griego antiguo hasta el año 1962. Es en Venezuela donde editó una de sus mayores obras sobre los fragmentos de Heráclito de Éfeso; trabajo de referencia obligatoria en los estudios presocráticos: Heráclito (editio maior: Mérida, 1967; editio minor: Mérida, 1968). Además, es conocido por su estudio sobre el Bhagavad-Gita (1959), entre otras numerosas obras.

17El llamado Caracazo del 27 de febrero de 1989 en Venezuela fue un estallido social en contra del gobierno de Carlos Andrés Pérez, como respuesta popular contra un modelo económico y social. La protesta tuvo un saldo de al menos 400 muertos en 2 días, hasta el día de hoy no se puede estimar con exactitud, junto con 2.000 desaparecidos.

20Sobre las apreciaciones de Cappelletti sobre la filosofía en América Latina y la filosofía latinoamericana, las encontramos con mayor desarrollo en las siguientes obras: la ya citada Filosofía argentina del siglo XX (1995), donde encontramos serias críticas a la Filosofía de la liberación, su artículo “Pierre Clastres: La sociedad contra el Estado” (1992), Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, XXX (72), 145-151, donde nuevamente arremete contra la filosofía de la liberación, la reseña que realizó sobre la obra de Arturo Andrés Roig: “Esquemas para una historia de la filosofía ecuatoriana (1977). Arturo Andrés Roig”, en Revista venezolana de filosofía, (11), 159-164, en que realiza algunas críticas al filósofo mendocino, y agregamos su libro Positivismo y evolucionismo en Venezuela (1992); trabajos que merecen un análisis mayor que excede las pretensiones de este escrito.

Recibido: 31 de Octubre de 2022; Aprobado: 15 de Marzo de 2023

Carlos Olmos. Profesor de Filosofía, Universidad de Valparaíso, Chile. Magister en Estudios Latinoamericanos, Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. Ex becario Roberto Carri para estudios de posgrado por el Consejo de Decanos de Facultades de Ciencias Sociales y Humanas y el Ministerio de Educación de la República Argentina. Actualmente es becario de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo en el Doctorado en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad de la Universidad de Valparaíso, Chile. Es miembro del Centro de Estudios del Pensamiento Iberoamericano de la Universidad de Valparaíso (CEPIB-UV).

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