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Cuadernos del Centro de Estudios en Diseño y Comunicación. Ensayos

versión On-line ISSN 1853-3523

Cuad. Cent. Estud. Diseñ. Comun., Ensayos  no.85 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ago. 2020

http://dx.doi.org/10.18682/cdc.vi85.3749 

Artículos

Encrucijadas de la edición universitaria

Carlos Zelarayán* 

* Licenciado en Filosofía, Director Editorial de la Universidad Nacional de Avellaneda. Co-Director del Proyecto La política como tragedia, la verdad como farsa. Cultura, política, comunicación y neohigienismo en la Argentina actual (Código: 2016PRIICA17315509). Profesor Regular de la UNDAV, en las carreras de Periodismo y Gestión Cultural. carloszetaprensa@gmail.com

Resumen

Aportar e intervenir en la escena pública contemporánea, es una convicción que anima a la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) y a sus espacios académicos e institucionales. Ser parte de las discusiones que se desarrollan en el espacio democrático de las grandes discusiones colectivas es una responsabilidad central de la universidad argentina. Su proyecto editorial se desarrolla con ese propósito y el de dar a conocer los contenidos de su labor de investigación, enseñanza, extensión y producción, en suma, de conocimiento y de pensamiento crítico. Surgida en un momento cultural singular, imbricó sus objetivos junto con un Programa de Profesionalización de las Editoriales Universitarias Argentinas, cuyo desarrollo y continuidad están en cuestión. Dar cuenta de los claroscuros de esa singular experiencia es el objetivo de este trabajo.

Palabras clave: Edición Universitaria; Cultura; Universidad; Políticas Públicas; Profesionalización.

Abstract

To contribute and intervene in the contemporary public scene is a conviction that encourages the Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) and its academic and institutional spaces. Being part of the arguments that are developed in the democratic space of the great collective discussions is a major responsibility of the Argentinean University. Its editorial project is developed with that purpose and to make known the contents of its research work, teaching, extension and production; in sum, of knowledge and critical thinking. Emerged in a singular cultural moment, it imbricated its objectives together with a Programme of Professionalization of the Argentinean University Publishers, whose development and continuity are in question (issue). Accounting for the chiaroscuros of that singular experience is the objective of this work.

Keywords: University Edition; Culture; University; Government Policies; Professionalization.

Resumo

Contribuir e intervir no debate público contemporâneo são convicções que motivam a Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), bem como seus espaços acadêmicos e institucionais. Ser parte das discussões que se desenvolvem na arena democrática dos grandes debates coletivos é uma responsabilidade central da universidade argentina. Seu projeto editorial se desenvolve com esse propósito e o de divulgar os conteúdos de seus trabalhos de pesquisa, ensino, extensão e produção, em suma, de conhecimento e pensamento crítico. Surgida em um momento cultural singular, tal projeto contemplou seus objetivos no Programa de Profesionalización de las Editoriales Universitarias Argentinas, cujo desenvolvimento e continuidade estão em questão. Dar conta das complexidades des-ta experiência singular é o objetivo deste trabalho.

Palavras chave: Edição Universitária; Cultura; Universidade; Políticas Públicas; Profissionalizaçâo.

En ocasión del primer Foro Mundial de la Edición Universitaria que tuvo lugar en la Feria de Frankfurt 2013, y que se concretó por iniciativa de la Red de Editoriales de Universidades Nacionales (REUN) argentina, Gustavo Sorá planteó que:

La situación de la edición universitaria en la actualidad, se encuentra afectada por cuatro procesos sociales, económicos, políticos y culturales: la concentración financiera; la digitalización de contenidos -esto es las transformaciones tecnológicas en la forma de producción y usos de materiales impresos-, la aceleración de la internacionalización de las prácticas; y una demanda creciente [y la exigencia impostergable] de profesionalizar a las editoriales universitarias (Sorá, 2013).

Tener en cuenta estos factores es imprescindible para la reflexión que nos proponemos. No tanto y no solo porque no se pretende aquí ofrecer una visión global, ni mucho menos un modelo de lo que debería ser la edición universitaria (EU), sino porque quizá resulte interesante pensar el escenario de los años que abarcaron el periodo 2010-2015, que consideramos -no sin buenas razones- de una extraordinaria oportunidad, y el cada vez más preocupante panorama actual.

La situación de la EU es de una complejidad y de una diversidad que nos resulta particularmente complicado aprehender en esa, su heterogénea trama, puesto que no existe aún una sólida investigación -de carácter internacional- que nos brinde un panorama global, cuyos datos sean confiables, lo que no significa desconocer, ni mucho menos, los esfuerzos que se siguen haciendo en pos de concretar ese objetivo.

Sí podemos afirmar, en cambio, con poco o ningún temor de estar equivocados, que la concentración de la edición en lengua castellana en manos de poderosos holdings, provocó, entre otras muchas consecuencias, una fuerte tendencia conservadora que restringió, para el gran público, el acceso a obras académicas y/o literarias como expresión de otro tipo de producción y, de manera inseparable, de otras búsquedas.

En efecto, el escenario ha mostrado grandes transformaciones en las últimas décadas. Recientes cifras de la Cámara Argentina del Libro indican que el mayor porcentaje de libros impresos en el sector comercial durante 2015 pertenecen a dos grandes grupos editoriales: Penguin Random House Mondadori y Planeta. Esta mega concentración incluye al sector librero. De hecho, son cada vez más las pequeñas librerías que deben cerrar sus puertas, mientras las sucursales de las grandes cadenas continúan expandiéndose. Aunque incluso éstas, por la retracción del consumo, se ven afectadas. Esta concentración en la producción y distribución tiene consecuencias directas sobre lo que se lee y cómo se lee. A pesar de ese contexto (dramático), casi un 8% de las novedades que se producen en Argentina corresponden a la EU.

La EU argentina, además de constituirse como un actor específico, es parte del compromiso que asume la universidad pública argentina en resguardo de las mejores tradiciones culturales, científicas y de producción social del conocimiento. Así, investigadores, artistas, escritores, ensayistas disponen de espacios en los que sus elaboraciones encuentran el eco necesario. Un empeño colectivo que rescata, con la cuidada construcción de sus catálogos, las mejores expresiones de la ciencia y del arte, de la literatura y de la fotografía, de la historia y de los avances tecnológicos y de innovación productiva; en fin, la forma diversa, compleja, inagotable de la producción cultural que nuestro sistema universitario, distribuido a lo largo y a lo ancho del país, puede atender, estimular y desarrollar. Y que no encuentra -ni podría encontrar- lugar en la lógica voraz de una concentración editorial cuyos fines difieren sustancialmente de los nuestros.

Huellas de una tradición cultural indispensable

En Argentina, a fines de la década de los años ´50, irrumpió una editorial que habría de protagonizar una verdadera revolución cultural. El impacto no solo alcanzó al mercado editorial argentino, sino que influyó en toda América latina: la Editorial de la Universidad de Buenos Aires (EUDEBA). Fundada por iniciativa del rector Risieri Frondizi, su primer directorio estuvo conformado por José Babini (presidente), Guillermo Ahumada (vicepresidente), Humberto Ciancaglini (secretario), José Luis Romero, Alfredo Lanari, Telma Reca de Acosta e Ignacio Winizky (vocales) y Enrique Silberstein (síndico). Su primer editor fue Boris Spivacow. A partir de 1959 inició una extensa labor editorial. En 1965, la editorial contaba con: 830 distribuidoras y librerías que ofrecían el material de EUDEBA; 103 puestos de diarios y revistas; 40 stands instalados en facultades de todo el país; 41 kioscos callejeros; 7 kioscos en hospitales; 65 concesionarios en todo el país; 40 vendedores a crédito; 35 comisionistas; 2 librerías propias. Una sucursal en Chile y distribuidoras y librerías que cubrían América latina, España, Estados Unidos, Francia, Alemania, Japón e Israel, completaban el panorama. Hacia 1966, la editorial ya contaba con 200 empleados de planta estable y 300 colaboradores free lance. Todo eso vino a ser destruido por el golpe de Estado de 1966. El 3 de agosto de 1966, Spivacow y el resto del Directorio presentaban su renuncia, junto con casi la totalidad de los 200 empleados que conformaban la editorial. En mayo de 1966, EUDEBA había alcanzado a publicar su ejemplar número diez millones. La carta de renuncia de Spivacow, presentada el 3 de agosto de 1966, constituye un testimonio intelectual contra el golpe de Estado de Onganía, y una referencia preciosa para nuestra reflexión:

Durante ocho años un grupo de hombres y mujeres argentinos realizó en un país convulsionado por cambios políticos y crisis económicas, la hazaña de permanecer unido y trabajar para que la cultura llegara a todas las capas sociales de la población. Durante ocho años millones y millones de libros fueron apareciendo para ayudar a estudiantes y estudiosos, para hacer conocer a jóvenes y no tan jóvenes la obra de otros argentinos, de otros hombres de América latina, de otros hombres del mundo. Durante ocho años un libro costó menos que un kilo de pan, menos que un atado de cigarrillos, menos que una botella de vino común. Durante ocho años miles de ojos vieron por primera vez pinturas y dibujos que los maravillaron. Durante ocho años el pueblo argentino se sintió orgulloso de sus escritores, de sus artistas, de sus pensadores, del prestigio de una empresa que con un capital pequeño en relación con su obra, sin subsidios, sin grandes alharacas representaba como ninguna en el exterior a su propia Patria1.

Es evidente que una fuente de inspiración para EUDEBA fue la editorial universitaria estadounidense. Sin embargo, es necesario destacar que también hay elementos de una fuerte originalidad en ese “editor de tres siglos” (Álvarez, Archain, Díaz, 2015) que fue Orfila Reynal, y en el aporte decisivo de Boris Spivacow. En cualquier caso, estas reflexiones quieren inscribirse en la estela de esa tradición cultural. No rescatamos esta experiencia aquí con una cadencia más nostálgica que proyectiva, sino en la serena convicción de que afrontamos un reto de esa envergadura en los años precedentes: producir un nuevo punto de inflexión que además de afirmar la dinámica de la EU, se propusiera marcar un nuevo inicio. Ese intento virtuoso fue brutalmente interrumpido en el último trienio.

Primera Convención Internacional de la Edición Universitaria - Frankfurt 2013

En el periodo 2010-2015 (para señalar un momento en el que hemos participado más o menos directamente desde el interior mismo de gestación de un proyecto editorial universitario) es posible identificar una visibilidad creciente de este campo editorial. Los factores que han concurrido para que ello sea posible no solo habremos de encontrarlos en aspectos propios de las instituciones universitarias y en la definición de políticas de edición, sino también externos, es decir aquellos propios del mercado editorial. Y, sobre todo, en fuertes decisiones políticas.

Ya mencionamos la importancia del Foro Mundial de la Edición Universitaria que tuvo lugar en la Feria de Frankfurt 2013. Surgido por iniciativa de la REUN y acogido con gran eficacia y generosidad por la Feria de Frankfurt, este Foro es una expresión elocuente de la visibilidad y dinámica crecientes de la EU en aquel periodo. La calidad de los debates realizados, la agenda surgida de esa labor común y los resultados de diversas misiones que desarrolló el Programa de Promoción de la Universidad Argentina y la REUN son aspectos no menos significativos.

Nuestras editoriales desarrollan su labor en el marco de una institución milenaria que -no es menos cierto- ha experimentado, en todo ese tiempo, poderosas transformaciones que tenemos presentes y de las que seguimos aprendiendo. Sin embargo, nunca dejó de ser una institución cuyo principal objetivo era consagrarse a formar, entre aquellos que podían aspirar acceder a ella, a las élites profesionales. De cada país. Y de todos juntos.

Esa, que parecía ser una lógica de hierro, encontró en nuestro país -por primera vez en su historia- una situación que parecía venir a interrumpirla.

Argentina: jirones de una “interrupción”

La universidad argentina o, para ser más precisos, la universidad en la Argentina, existe como tal hace poco más de 400 años: la Universidad Nacional de Córdoba, fundada por los jesuitas en el 1613, cumplió hace un lustro cuatro siglos de vida. Durante casi 360 años el sistema universitario argentino estuvo integrado por solo nueve universidades nacionales: Córdoba, Buenos Aires, La Plata, Tucumán, Litoral, Cuyo, Tecnológica Nacional, Nordeste y Sur. En otras palabras: durante el 90% del tiempo de vida a lo que, algo pomposamente, podemos llamar el sistema universitario argentino, solo lo nutrían menos de una decena de universidades.

Tal como con toda precisión nos lo recuerda Eduardo Rinesi (2013, p. 2), a partir de 1960 se sucedieron tres grandes oleadas de creación de nuevas universidades nacionales.

La primera de ellas, en la década de los años 60, tendió a la ampliación de la cobertura geográfica del sistema de universidades públicas hacia el interior del país. En un contexto social, político e ideológico marcado por los ecos del Mayo francés, el ascenso de las luchas sociales y políticas, el Cordobazo, la crisis de la Revolución Argentina y la inminencia de la vuelta del peronismo y de Perón al gobierno nacional se crearon, ex novo o absorbiendo distintos tipos de instituciones preexistentes, las Universidades Nacionales de Rosario, Comahue, Río Cuarto, Catamarca, Lomas de Zamora, Luján, Salta, Entre Ríos, Jujuy, La Pampa, Misiones, San Juan, San Luis, Santiago del Estero, Centro de la Provincia de Buenos Aires, Mar del Plata y la Patagonia.

En la segunda oleada, que impactó sobre todo en el crecimiento de la red de universidades nacionales del Conurbano Bonaerense, se crearon las Universidades Nacionales de General Sarmiento, Quilmes, La Matanza, San Martín, Tres de Febrero y Lanús. Se establecieron las de Formosa, Patagonia Austral y Villa María, y fue nacionalizada la de La Rioja.

La tercera oleada combina ambos impulsos, no dejando ya casi ningún rincón de la mayor región metropolitana del país y ninguna de sus veintitrés provincias sin una universidad pública en su territorio. Veintidós nuevas Universidades Nacionales: de la Defensa Nacional, Chilecito, Hurlingham, de las Artes, de los Comechingones, Rafaela, San Antonio de Areco, Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, Villa Mercedes, Alto Uruguay, Pedagógica, Chaco Austral, Noroeste de la Provincia de Buenos Aires, del Oeste, Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, Avellaneda, Moreno, José C. Paz, Río Negro, Guillermo Brown. Lo que tenemos, entonces, es una poderosa transformación del sistema universitario nacional. Con todo tipo de consecuencias. En especial, o tal vez sobre todo, una transformación en el modo en que nos hemos representado, históricamente, a la universidad. En una siempre compleja trama de tensiones y contradicciones, hemos pasado de aquella representación de la universidad como una institución -casi necesariamente minoritaria- consagrada a formar a las élites profesionales, a una representación de la universidad como una institución encargada de garantizar un derecho ciudadano universal.

Por otro lado, la sanción de la Ley de Educación Nacional (2006) que fija la obligatoriedad de la educación media, se suma al marco todavía más ambicioso y desafiante que establece la Declaración final de la Conferencia Regional de Educación Superior (CRES, 2008, p. 1): Desafíos locales y globales, una agenda estratégica para la Educación Superior en América Latina y el Caribe, que se realizara en Cartagena de Indias, y que dice en uno de sus apartados fundamentales:

La Educación Superior es un bien público social, un derecho humano y universal y un deber del Estado. Ésta es la convicción y la base para el papel estratégico que debe jugar en los procesos de desarrollo sustentable de los países de la región.

El escenario se modificaba sustancialmente. Y se abría una oportunidad histórica de transformación, en un momento en que tendíamos a valorar los derechos como factores fundamentales de la ciudadanía y a representarnos la expansión, ampliación y universalización de esos derechos como un signo de democratización de la vida colectiva. Este cambio en nuestra representación de la universidad, se inscribe en el marco de esta valorización de los derechos, o de nuestro modo de representarnos la idea de democracia, que ahora tendíamos a considerar como un proceso de ampliación y profundización de derechos. Entre ellos, el derecho a la educación universitaria.

Esta oportunidad, estuvo signada -y es crucial dejarlo dicho inmediatamente-, por la puesta en marcha de políticas públicas activas que hacían posible que aquella “exigencia” legal (indispensable) pudiera hacerse efectiva, puesto que los padres y las madres de nuestros jóvenes veían satisfechos presupuestos materiales mínimos para cumplir con la ley y, casi siempre, con sus deseos. La segunda razón por la que ese derecho a la universidad dejaba de ser una mera “formalidad constitucional”, para volverse la posibilidad cierta de su ejercicio pleno fue esta gran fase expansiva del sistema universitario nacional, a la que ya hemos aludido. Cualquier estudiante que termina la escuela secundaria tiene una universidad pública y gratuita a una distancia sensata de su casa.

Los desplazamientos. El desplazamiento

Estos aspectos, apenas esbozados, son insuficientes, sin embargo, para visualizar que se abría la oportunidad de afrontar una redefinición integral de las misiones sustanciales de la universidad. Aquellas características que la constituyeron durante siglos comenzaban a ser cuestionadas por una serie de transformaciones que requerían de una mirada otra respecto del papel que era necesario que desempeñaran en ese tiempo. En efecto, la enseñanza, la investigación, la extensión universitaria, la transferencia y la gestión, debían ser repensadas. Las aulas de las universidades nacionales argentinas, por ejemplo, se poblaban de un pueblo que nunca antes tuvo a la educación superior como un horizonte posible. La universidad era, así, interpelada en otras lenguas y eso, necesariamente, conlleva una resignificación del lugar del conocimiento.

Las así denominadas Universidades del Bicentenario surgieron como resultado de un debate sobre planificación universitaria, y en virtud de los antecedentes históricos que remiten a la riqueza cultural y educativa de las ciudades en las que se insertan. Aquí, los objetivos de formación de personas de alta calidad ética, política y profesional como así también la generación y adecuación de conocimientos, la conservación y reinterpretación de la cultura y la participación activa para liderar procesos de cambio, tienen como eje fundamental contribuir a una mejor calidad de vida de la comunidad, puesto que se trata de una propuesta que vincula la realidad local desde un ámbito académico de orden nacional y se propone dar respuestas a las demandas de una sociedad mejor. La relación entre universidad y territorio adquiere, así, otro sentido, los lazos se estrechan, y es a partir de ese vínculo renovado que debemos construir la agenda de la investigación. Eso modifica aspectos clave de planificación, de desarrollo, de enseñanza, de transferencia, de gestión. De producción de conocimiento. Y, claro, de los modos en que ese conocimiento, ese patrimonio cultural habrá de ser dado a conocer.

Acerca del “viejo” concepto de Extensión Universitaria, por ejemplo, y sobre la autonomía, preferimos decirlo con Rinesi (2013):

Si hoy las universidades públicas “abren sus puertas” -para usar esta imagen remanida- a la comunidad, no lo hacen sólo “hacia afuera”, para salir de sí a asistir a esa comunidad con sus saberes, sino también “hacia adentro”, para dejar que sean los problemas, las necesidades y los conflictos de esa comunidad los que la penetren y enriquezcan. La multiplicación de la experiencia de creación de “consejos sociales” en nuestras universidades es un síntoma auspicioso de este cambio de mirada2.

Todas las lenguas, la lengua

En aquellos años -al mismo tiempo, próximos y lejanos- nuestras preguntas eran algo menos dramáticas que las que nos hacemos ahora. Nos preguntábamos, por ejemplo: ¿qué lenguas están llamados a hablar los libros de nuestras universidades nacionales? ¿Podrían permanecer al margen, esos libros, de esta oportunidad histórica de transformación del sistema universitario?

A propósito, se me ocurre un ejercicio: supongamos, por un momento, que somos un grupo de antropólogos del siglo XXVIII. Estamos justo por entrar en el verano de 2713 y se ha abierto la enésima convocatoria para presentar proyectos de investigación en nuestra universidad [sí, ya sé lo que están pensando: ¡todavía estaremos presentando proyectos de investigación!]. Y a alguien se le ocurre que sería interesante trabajar sobre cuáles eran los grandes debates políticos, sociales, culturales, filosóficos de las dos primeras décadas del tercer milenio en lo que entonces se conocía como América latina. El más aplicado metodólogo de entre ese grupo de investigadores propone que la labor se centre en los libros que producían, editaban y difundían las universidades nacionales de América latina en esos años. Supone, nuestro amigo del futuro, que es allí donde seguramente será posible encontrar eso que se proponen buscar: los grandes debates políticos, sociales, culturales, filosóficos de las dos primeras décadas del tercer milenio en América latina. ¿Encontrarán esos debates en nuestros libros?

No tengo la respuesta. Pero temo.

A la intemperie

Ya volveremos sobre estos problemas del siglo XXVIII. Ahora debemos ocuparnos de los cada vez más preocupantes que nos toca afrontar en este tiempo.

El periodo virtuoso del que ya hemos dicho algunas cosas, estuvo signado por la definición de una batería articulada de políticas públicas que contribuyeron de manera decisiva a la construcción de un clima cultural que devino un acicate fundamental para la estimulación de proyectos altamente significativos para el sector editorial. La concepción global de Nación Educativa que tuvo su epicentro en el Ministerio de Educación (y que no desarrollaremos acá, por escapar a los propósitos de este aporte) no fue un aspecto menor. La fuerte intervención del Estado que, por un lado, imprimió y distribuyó en las instituciones educativas 93 millones de ejemplares de libros de alta calidad, más una política de compras a editoriales que incluyó a sellos que no forman parte del holding de hiper concentración, y sumó, además, a la edición universitaria, más un Plan de Lectura Nacional, fueron factores que es indispensable tener en cuenta. Según un informe elaborado por el Centro Universitario de las Industrias Culturales Argentinas (2017):

El sector editorial argentino tuvo en 2015 su récord histórico de novedades, con más de 29 mil nuevos títulos. Sin dudas, esta cantidad muestra el dinamismo que ha tenido el sector durante los últimos años, llegando a triplicar la cantidad de ejemplares inscriptos (ISBN) entre 2002 y 2015. En la totalidad del periodo detallado se pasó de 9,6 mil a 29,2 mil. Este indicador tuvo también, aunque en menor medida, una retracción en 2016, año en que se produjo un 5% menos de novedades, esto es, un total de 27.693 nuevos títulos. Buena parte de este crecimiento (2002-2015) se vincula con la pujanza de la economía y el robustecimiento del mercado interno durante todo el periodo analizado. Sin embargo, también deben mencionarse las crecientes posibilidades que han traído las nuevas tecnologías en materia de producción de libros (CUICA, 2017, p. 7).

Allí es que, con audacia y visión estratégica, la REUN supo plantear, con base en propuestas concretas, demandas para desarrollar a la EU en nuestro país. Los ejes centrales (aunque no los únicos) sobre los cuales se elaboraron esas propuestas fueron la visibilización, la profesionalización y la internacionalización. La participación colectiva, esto como Red, aglutinando a la edición universitaria en un mismo stand en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, desde 2005, fue (y continúa siendo) un aspecto clave. También porque esa participación comenzó a poner en el centro no a una representación “institucional” genérica, sino al libro universitario. Este “giro”, por llamarlo de algún modo, también estimuló la integración de editores universitarios en las cámaras profesionales del sector. Dos hitos de esta serie de acciones, de compromisos, y de visión estratégica estimulados por un clima cultural y el desarrollo de políticas públicas fueron, sin lugar a dudas, el impulso para la creación de la Librería Universitaria Argentina (2013) que se inauguró en la esquina de Lavalle y Montevideo (CABA) y la elaboración -entre 2013 y 2014- junto con la Secretaría de Políticas Universitarias, de un programa trianual de apoyo al desarrollo de la edición universitaria argentina, alrededor de tres grandes ejes: Creación, Desarrollo y Consolidación, para atender a la diversidad de experiencias en curso y traccionar un crecimiento de la EU que contemplara ese escenario heterógeneo. El desarrollo de espacios de discusión y formación profesional, como la creación del Foro Mundial de la Edición Universitaria que ya lleva seis ediciones y, claro, la participación en ferias nacionales e internacionales, no hacen sino confirmar la sinergia que ese conjunto de acciones producían y, en cuya estela, la EU vivió una hora favorable que la ponía en situación de dar un salto. Sin embargo, los elementos que confluyeron para contribuir a construir esa posibilidad inédita, se vieron interrumpidos tout court desde 2016. Una serie de desajustes precedentes, hicieron que la puesta en marcha del programa trianual de apoyo al desarrollo de estas editoriales comenzara a ejecutarse en medio del cambio de gestión ministerial, lo cual resultó en una ejecución accidentada, con serias dificultades de corrección de aspectos que era necesario corregir, puesto que los interlocutores habían cambiado y avanzar era difícil no solo y no tanto por las consecuencias derivadas de ese cambio sino porque, con ello, las que habrían de modificarse sustancialmente serían las políticas públicas que generaron aquellas posibilidades. La interrupción de un proceso que se había diseñado por etapas echó por tierra la puesta en marcha de herramientas fundamentales. Entre ellas, el desarrollo de trayectos de formación para equipos editoriales y la creación de un Observatorio de la Edición Universitaria.

El sistema universitario y de investigación y el sector del libro se encuentran en un contexto crítico. Ajustes presupuestarios en todos los niveles del sistema, retraso en los pagos, demora o suspensión de obras de infraestructura, reducción drástica del ingreso a la carrera del investigador científico y tecnológico, contracción de programas de internacionalización, discriminación lisa y llana de las universidades de reciente creación, son apenas un puñado de esos elementos y/o consideraciones generales. La retracción del consumo de libros, la disminución de las ventas, la casi nula política de compras estatales, la indiscriminada apertura a las importaciones que arrojan una balanza comercial muy desfavorable sin que ello signifique un aporte significativo a la bibliodiversidad, más la desactivación de programas de lectura, confluyen para generar un panorama desolador. La edición en la Argentina está a la intemperie.

El informe que hacia finales del mes de octubre de 2018 dio a conocer la Cámara Argentina del Libro (CAL, 2018) contiene cifras alarmantes. Desde 2015, la caída acumulada en las ventas de libros es del 35%. La cifra es aún más escalofriante (supera el 50%) si se tiene en cuenta que en 2014 se registró uno de los picos más importantes en la producción y comercialización editorial de la historia argentina (más de 128,9 millones de ejemplares)3. De enero a octubre de 2018, siempre según la CAL, la caída es la mayor del periodo, y alcanza un 12%. Los profesionales del libro estiman que llegará al 15%. Esto impacta sensiblemente en otro aspecto central de la cadena del libro: ya se han cerrado casi cuarenta librerías, otras tantas sucursales corrieron idéntica suerte y el aumento exponencial de los costos ponen en riesgo a las que todavía sobreviven.

El Sector Editorial Comercial es otra referencia que nos permite sopesar la magnitud de la situación. Las editoriales comerciales producirán más de ocho millones menos de ejemplares en relación con 2016. El golpe a los puestos de trabajo es alarmante. El empleo directo (personal con relación de dependencia) se redujo un 20%. Y el indirecto supera el 15%. La cifra más estremecedora, sin embargo, es la que surge de la Federación Argentina de la Industria Gráfica y Afines. Entre 2016 y 2018 se perdieron más de cinco mil puestos de trabajo. Las Ferias empiezan a dar muestras de este panorama. Editoriales independientes que no están, o lo hacen resignando parte de su catálogo, pues deben compartir espacios con otros para costear su presencia. Y aunque la cantidad de novedades registradas hasta ahora se mantiene (dato que proporciona la Agencia Argentina de ISBN) muchos de esos libros fueron publicados por los propios autores en la modalidad de la autoedición, o a través de quienes prestan esos servicios. Además de que estas novedades -en muchísimos casos- no superan los 300 ejemplares de tirada (lo que contribuye a explicarnos la reducción drástica en cantidad de ejemplares impresos) ese tipo de edición afecta sensiblemente la calidad. Editar es (entre otras cosas) construir con cuidado y profesionalismo un texto confiable. Pues bien, en este escenario, con esto que estamos describiendo, eso está en serio riesgo.

La Fundación El Libro, por su parte, publicó un comunicado en el que expresa su preocupación en idéntico sentido:

La abrumadora mayoría de las editoriales -especialmente las pymes y las editoriales universitarias (estas están prácticamente paralizadas)- han recortado o suspendido sus planes editoriales. También han realizado reducción de personal. A estos despidos directos en la planta editorial, administrativa y comercial debe sumarse la merma de trabajo para contratados: correctores, diseñadores, traductores, ilustradores4.

Según la Fundación, la caída es aún más marcada: señalan que mientras en el primer semestre de 2016 se publicaban más de 10.6 millones de libros, en 2018 la cifra apenas supera los 6 millones de ejemplares. Esto significa una caída de más del 40% de la producción en tres años. Dato que se agrava debido a la creciente concentración editorial.

¿Conclusiones?

Las exigencias formales de quienes asumen la cuidadosa y exigente tarea de organizar estos textos suelen requerir, para cada Capítulo, una suerte de cierre o conclusión. Me apresuro a prevenirlos: no tengo casi nada para compartir respecto de este punto. Sí, en cambio, dejar señalados algunos asuntos que me preocupan y, por eso mismo, me atrevo a proponerles que nos ocupemos de ellos.

Creo que la EU está llamada a formularse alguno de los interrogantes aquí planteados. Y, de manera inseparable, inscribir su labor en esta encrucijada dramática que enfrenta el sistema universitario. Para ello, sería deseable que se propusiera afrontar un trabajo sistemático de investigación acerca del estado actual de la EU a nivel nacional e internacional. En este sentido, el Observatorio sobre la Edición Universitaria que se propuso en su momento (una idea brillante, desdichadamente discontinuada por la actual gestión gubernamental) en Buenos Aires era expresión elocuente de la profundidad con que las instancias de decisión institucional del gobierno argentino pensaron esto y, al mismo tiempo, de la dinámica de la REUN. Junto con ello, y precisamente por eso mismo, es necesario retomar un plan sostenido de mejoramiento y profesionalización de la EU, con base en los fundamentos que dieron origen al que se elaboró entre 2014-2015. Un Proyecto de Apoyo al Desarrollo de las Editoriales Universitarias Argentinas que retome el propósito de abordar las necesidades y el potencial de las EU. Junto con la expansión del sistema universitario, se produjo un interesante salto cuanticualitativo en el ecosistema del libro universitario, cuyos datos ya fueron ofrecidos. Esta iniciativa se fundamenta en la doble relevancia de las editoriales universitarias. Por un lado, constituyen un ámbito privilegiado de producción y circulación del conocimiento estratégico de nuestra nación, en tanto representan el punto de confluencia entre el complejo saber universitario y el vasto ecosistema del libro. Por otro lado, la EU tiene su razón de ser en estrecha relación con las funciones tradicionales de la universidad: docencia, investigación y extensión. En lo que respecta a la docencia e investigación, ofrece la posibilidad de difundir y expandir el conocimiento que se produce en el mundo académico, enriqueciéndolo con un trabajo editorial consistente y profesional, capaz de crear las mediaciones adecuadas para comunicar de manera precisa y solvente los saberes expertos a lectores diversos en las distintas etapas de su formación. Y en relación con las funciones de extensión y transferencia a la comunidad, brinda la posibilidad de intervenir en un ecosistema del libro que ha sufrido en los últimos años una profunda transformación, fruto de una dramática transnacionalización y concentración de la producción editorial. Esta transformación opera directamente sobre la construcción de públicos lectores a partir de una racionalidad en la oferta editorial tendiente a privilegiar la rentabilidad por sobre la acumulación de capital simbólico. En ese sentido, la EU tiene frente a sí la posibilidad de ocupar un lugar estratégico de relevancia cultural, enriqueciendo la bibliodiversidad.

Es clave tener en cuenta que en nuestro país, las editoriales de las universidades no cumplen sólo la función de abastecer un mercado interno de estudiantes, docentes e investigadores, sino también la de amplificar los públicos lectores, tanto a través de la recolección y difusión de la cultura de la propia región como incorporando a sus catálogos materiales que se producen extramuros para brindar a sus lectores el acceso a la cultura universal. El crecimiento de las editoriales universitarias no siempre es identificado y aprovechado por las universidades nacionales, por dos razones fundamentales. Por un lado, las editoriales suelen ser consideradas la consecuencia evidente de los quehaceres de docencia, investigación y extensión propios de la Universidad, perdiendo visibilidad y relevancia en su especificidad. Por otro, al mismo tiempo que las editoriales universitarias están ancladas en estructuras organizacionales muy particulares, deben desenvolverse como empresas de cultura dentro de un mercado altamente competitivo, dinámico y en constante transformación, lo cual no siempre es comprendido en las universidades.

En este sentido, el cierre de LUA en su enclave original ha sido un golpe durísimo. Por todas las consideraciones aquí planteadas, por las tristísimas argumentaciones con las que se echó por tierra lo que venía a marcar un punto de inflexión histórico para la EU y porque, junto con ello, se abortó un plan estratégico de desarrollo que los equipos técnico-profesionales de las editoriales elaboraron y pusieron a consideración de las instancias pertinentes, con fundamentos que no pudieron ser rebatidos puesto que permitían identificar la importancia central de la actividad, la exigencia de su desarrollo y mejoramiento continuo, la necesidad de apoyo institucional, y el desarrollo de políticas públicas que valoraran el carácter estratégico de esta actividad.

Nuestra tarea es siempre, será siempre, proponernos crear (y recrearnos como) nuevos editores. Contribuir a crear nuevos autores. Y construir una nueva comunidad de lectores. También para ayudar con nuestro legado, a los abnegados antropólogos del siglo XXVII. No es difícil advertir que no se trata de una tarea fácil. Pero no me digan que no es apasionante.

Referencias Bibliográficas

Álvarez, G.; Archain, A. y Díaz, C. (2015). Un editor de tres siglos. La vida y los libros de Armando Orfila Reynal. Buenos Aires: EUDEBA. [ Links ]

Cámara Argentina Del Libro (2018). Situación del sector del libro argentino, Buenos Aires. [ Links ]

Cuica (2017): Situación de las industrias culturales argentinas en el período 2014/17. Audiovisual, Artes escénicas, Diseño, Editorial, Música, Centro Universitario de las Industrias Culturales Argentinas, Avellaneda. [ Links ]

Maunás, D. (1995). Memoria de un sueño argentino. Entrevistas de Delia Maunás. Buenos Aires: Colihue, [ Links ]

Rinesi, E. (2013). “Presente y desafíos de la universidad pública argentina”, Página/12, Suplemento La universidad interviene en los debates nacionales, Número 1, 22 de agosto. [ Links ]

OEI (2008). Declaración Final de la Conferencia Regional de Educación Superior en América Latina y el Caribe Conferencia Regional de Educación Superior, en línea. Última consulta 20/12/2018. Disponible en https://www.oei.es/historico/salactsi/cres.htmLinks ]

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1 La carta no tiene desperdicio. Nos permitimos extender la cita: “¿Cómo pudo surgir y desarrollarse lo que para todo el país y para todo el mundo fue un fenómeno cultural sin precedentes? Pudo surgir y pudo desarrollarse porque fue el producto de una Universidad nueva, de una Universidad sin cuello duro, de una Universidad abierta a todos los vientos y puesta al servicio de todo el país. Una Universidad que entregaba al pueblo que la sostenía una de las más antiguas y poderosas herramientas: el libro. Hoy, esta Universidad no existe. Sus profesores han sido golpeados y humillados, sus estudiantes apaleados, cerrados sus aulas y laboratorios. Sin autoridades surgidas de su propio seno, sin cuerpos colegiados que discutan sus propios problemas, ¿qué Universidad se pretende crear? ¿La Editorial de qué Universidad será Eudeba? ¿Es este el clima para pensar, para producir, para publicar? Creemos que no. Creemos que hasta tanto no existan las mismas condiciones que hicieron posible su florecimiento, EUDEBA no será la misma. Por eso nos vamos. Los abajo firmantes, equipo directivo de EUDEBA, y quienes colaboraron con ese equipo que logró que EUDEBA publicase un libro por día y once millones de libros en 2920 días reafirman su decisión y su convicción de volver cuando la Universidad de Buenos Aires, orgullo de la Argentina y de toda América, vuelva a quienes legítimamente deben dirigirla. Conmovidos, agradecen a todos y cada uno de los que siempre los ayudaron, los acompañaron, los animaron. A todos los que, en grandes ciudades o perdidos pueblos, han sentido que EUDEBA era de ellos, un pedazo de su esfuerzo, la realización de una esperanza” (Maunás, 1995, p. 62).

2Conviene, a efectos de lo que pretendemos decir acá, extender la cita: “Cambio al que parece conveniente sumar también, en esta rápida enumeración de transformaciones ocurridas en los últimos años en nuestro sistema de universidades públicas, el que concierne a los modos de pensar la vieja cuestión de la autonomía universitaria, bandera durante demasiado tiempo levantada en los términos de un antiestatalismo que, si no carecía ni carece de evidente justificación histórica, corre el riesgo de volverse inadecuado (cuando no incluso encubridor de los verdaderos factores de heteronomización del pensamiento y la vida en nuestras universidades) en un contexto en el que, manifiestamente, el Estado se va volviendo -como por lo demás lo quiso siempre la gran tradición republicana- mucho menos un peligro que una garantía, mucho menos una amenaza que una condición, para el ejercicio de la libertad y de los derechos. Ése es el caso hoy, y que lo sea obliga a nuestras universidades públicas a replantearse (como sin duda están haciendo) los mejores modos de interacción y de trabajo con un Estado que ya no podemos pensar monolíticamente, y casi por principio, como estando del lado de las cosas malas de la vida y de la historia. Pero me gustaría decir que, más todavía que con el Estado, con lo que las universidades públicas tienen (en cuanto que preocupadas por la cosa pública y por el bien común) un compromiso insoslayable y primordial es con el mejoramiento de la calidad de los debates que se desarrollan en el espacio democrático de las grandes discusiones colectivas” (Rinesi, 2013, p. 4).

3«Existen algunos malentendidos sobre este número récord. Por ejemplo, en el informe realizado en el 2015 por la Oficina Económica y Comercial de la Embajada de España en Buenos Aires para la agencia de Exportaciones e Inversiones Española sobre el Mercado Argentino, se dice que esta cifra “se corresponde con una adaptación de las editoriales a una circunstancia coyuntural de restricción a las importaciones impuesta por el gobierno argentino a partir de 2012. Frente a las dificultades para importar, algunos de los títulos más demandados internacionalmente, con tiradas promedio muy elevadas, se han editado con ISBN argentino vía licencia de derechos/coediciones y se han impreso localmente”. Según la Cámara Argentina del Libro y editores locales, estos no serían los motivos del récord, sino la compra de más de 40 millones de ejemplares por parte del Ministerio de Educación de la Nación» (Cuica, 2017, p. 6).

4Nota publicada en Diario El País Digital “Números del 2018: la industria editorial en estado de alerta”, octubre 26 de 2018. Disponible en https://www.elpaisdigital.com.ar/ contenido/nmeros-del-2018-la-industria-editorial-en-estado-de-alerta/19645

Recibido: 01 de Noviembre de 2018; Aprobado: 01 de Marzo de 2019; : 01 de Julio de 2019

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