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Cuadernos del Centro de Estudios en Diseño y Comunicación. Ensayos

versión On-line ISSN 1853-3523

Cuad. Cent. Estud. Diseñ. Comun., Ensayos  no.100 Ciudad Autónoma de Buenos Aires  2021  Epub 05-Ene-2021

http://dx.doi.org/10.18682/cdc.vi100.3985 

Artículo

La simbología del traje sastre femenino y el discurso de emancipación femenina

Yamila L. Moreira Bravo* 

* Diseñadora Textil y de Indumentaria Universidad de Palermo. Maestría en Gestión del Diseño Universidad de Palermo. Profesora de la Universidad de Palermo en el Área de Moda y Tendencias de la Facultad de Diseño y Comunicación.

Resumen

El presente trabajo se inscribe en los estudios de historia de la moda y significaciones del vestir. Se realizará un relevamiento socio-histórico de la simbología del traje sastre femenino y su vínculo con el discurso de emancipación femenina. Por un lado, se explica brevemente el origen del traje sastre masculino y la adopción del mismo en siluetas femeninas. Por el otro, se indaga el estado de la simbología del traje sastre femenino en los actuales contextos de la moda, analizando la vestimenta que utilizaron ciertas mujeres celebridades en sus narrativas orales sobre la emancipación femenina. A partir de estos argumentos, es posible reflexionar sobre la carga simbólica del traje sastre desde sus inicios hasta en la actualidad, considerando la importancia del estudio y análisis de la indumentaria para sostener ideologías políticas, económicas y sociales. Asimismo reflexionar sobre las simbologías actuales de las prendas de indumentaria en los géneros masculinos y femeninos.

Palabras clave: traje sastre; indumentaria; emancipación femenina; femenino; masculino; moda; significaciones del vestir; discurso.

Abstract

This work is part of the studies of the history of fashion and the significances of clothing. A socio-historical survey of the symbology of the female tailor suit and its link with the female emancipation discourse will be made. On the one hand, the origin of the male tailor suit and its adoption in female silhouettes are briefly explained. On the other, the status of the symbolism of the female tailor suit is investigated in the current fashion contexts, analyzing the clothing that certain female celebrities used in their oral narratives about female emancipation. From these arguments, it is possible to reflect on the symbolic burden of the tailor suit from its beginnings to the present, considering the importance of the study and analysis of clothing to support political, economic and social ideologies. Also reflect on the current symbologies of clothing in the male and female gender.

Keywords: female tailor suit; clothing; female emancipation; female; male; fashion; significances of clothing; speech.

Resumo

Este trabalho faz parte dos estudos de história da moda e significados da roupa. Será feita uma pesquisa sócio-histórica da simbologia do traje feminino e sua ligação com o discurso da emancipação feminina. Por um lado, a origem do traje de alfaiate masculino e sua adoção em silhuetas femininas são brevemente explicadas. Por outro lado, o status do simbolismo da alfaiataria é investigado nos contextos atuais da moda, analisando o vestuário que certas celebridades femininas usavam em suas narrativas orais sobre a emancipação feminina. A partir desses argumentos, é possível refletir sobre a carga simbólica do alfaiate desde o início até o presente, considerando a importância do estudo e análise de roupas para apoiar ideologias políticas, econômicas e sociais. Reflita também sobre as simbologias atuais de itens de vestuário no gênero masculino e feminino.

Palavras chave: alfaiate; vestuario; emancipação feminina; feminino; masculino; moda; significados do vestuario; fala.

Introducción

A lo largo de la historia las personas emplearon la vestimenta para identificarse, teniendo en cuenta el contexto y la posición social que desempeñaban. Las prendas tienen la facultad de resaltar en las personas su estatus, nivel económico, creencias políticas, religiosas, entre otros. Saulquin (2014) menciona que las prendas traducen y representan una trilogía que muestra quién soy, quién quiero ser y cómo me ven los demás. Así, cada uno configura un discurso de su propia apariencia para expresar con su ropa su propio ideal. (p. 23). Por su parte, Gianfranco Morra en Squicciarino (1990) menciona que la forma de vestirse expresa un conjunto de comportamiento significativos que manifiestan los valores característicos de un época.

Las personas utilizan la vestimenta para crear sus propias historias visuales que cobran sentido en un entorno social. Sin la visualización del otro, el sentido de la vestimenta quedaría para la persona, y no cumpliría con su papel de comunicar. Por su parte Entwistle (2002) afirma que: “(...) nuestra indumentaria no sólo es la forma visible de nuestras intenciones, sino que en la vida cotidiana el vestir es la insignia por la cual somos interpretados e interpretamos a los demás” (p. 45).

Considerando estas nociones, la vestimenta es una insignia representativa de la imagen de la persona, operando como herramienta de comunicación visual en la interacción con los demás. Esto a su vez, es sostenido desde diferentes ópticas por autores como Barthes (2003), Squicciarino(1990), Lurie (1994), Saulquin (2014), Entwistle (2002), entre otros nombrados a lo largo de este escrito.

El concepto de la Moda está vinculado a los cambios de los aspectos culturales, colectivos y económicos dentro de la historia, siendo así un regente en los aspectos decisivos de las sociedades. Desde un marco histórico y sociológico, de acuerdo con Simmel (1988):

La moda es la imitación de un modelo dado, y satisface así la necesidad de apoyarse en la sociedad; conduce al individuo por la vía que todos llevan, y crea un módulo general que reduce la conducta de cada uno a mero ejemplo de una regla (en Lozano, 2015, p. 74).

De acuerdo con la definición anterior, la moda es la imitación de un patrón creado por las sociedades y adquirido por sus integrantes, es decir, las diferentes modas son creadas por las sociedades y sostenidas por ellas. En este sentido, la moda ha logrado que cada época se destaque de la otra, a través de un método selectivo de factores de alta demanda en cada período, teniendo como resultado que cada época sea recordada por los aspectos visuales que otorga estos factores.

La moda indaga en toda aquella información que les proporcione las sociedades sobre estos aspectos: comportamientos, culturas, etnias, ecología y la economía; eligiendo así, un elemento que antes no se haya visto para convertirlo en novedad y postularlo como moda. La moda es imitar lo que en principio se mostró inimitable, en palabras de Barthes (2003). Al hablar de moda, indiscutiblemente se refiere a lo que está rigiendo en los contextos históricos. Es así que al tratarse de la vestimenta, se dimensiona el hecho de que ésta representa discursivas sociales, y por lo tanto, el acto de vestir está condicionado, definitivamente, con la moda.

Desde el inicio de la vestimenta en la historia, se la ha separado por géneros: masculino y femenino, con la intención de remarcar las diferencias entre ellos desde lo visual. Incluso en culturas antiguas como la egipcia y la cretense se puede observar esta distinción.

La vestimenta no sólo cumple la función de utilidad para cubrirse y de protección, sino de representación. Todo elemento en función de vestimenta representa algo, es una comunicación no verbal, tal como lo menciona Lurie (1994), que el primer lenguaje utilizado por lo seres humanos para comunicarse ha sido el de la indumentaria, con un vocabulario que incluye prendas de vestir, accesorios, complementos, joyas, maquillaje, peinados y adornos (p. 22). Por su parte Entwistle (2002) refiere que el adornarse surge de la tendencia humana a comunicarse mediante símbolos, siendo la ropa y otros accesorios ser de protección pero también es un manera de expresarse, tanto que es significativa (p. 80).

En la historia de la indumentaria no existe exactamente una fecha o una época aproximada que remarque la diferencia entre hombre y mujer, pero se podría mencionar que se determina a partir de que éstos empezaron por cubrir ciertas partes de sus cuerpos para protegerse del ambiente ante actividades como la fuerza laborar; o por le contrario, con el fin de seducir al entonar ciertas partes de cuerpo utilizando la ornamentación.

Los altibajos que experimentó tal diferencia, fueron controlados y alterados por las instituciones de poder en los contextos políticos, económicos, religiosos y sociales durante la historia. Asignándoles tipologías o prendas exclusivas para cada uno, dando como resultado que en la historia de la moda se crearan un sinnúmero de vestimentas o estilos de vestimentas. En ciertas de ellas, ha mutado su simbología a nuevas interpretaciones, tal es el caso del traje sastre. Se considera que es uno de los conjuntos más funcionales dentro de la moda. En el caso de la mujer, ha estado presente en su guardarropa desde que se adoptó en la silueta femenina hasta el actual siglo XXI. Su popularidad se debe a su carácter formal, protocolar, cómodo y práctico que ha permitido que se destaque de cualquier otro tipo de vestimenta.

El traje sastre se enunció primeramente en las siluetas masculinas y después se adoptó en las siluetas femeninas, siendo esto de controversia social, ya que la adopción del traje en las mujeres sirvió para postular la igualdad de derechos entre ambos géneros, precedido por las mujeres en la llamada emancipación femenina.

En este trabajo se aborda desde una mirada socio-histórica para analizar el vínculo que se desarrolla entre el traje sastre femenino y los discursos de emancipación femenina. El propósito es analizar cómo la vestimenta es un elemento más que adoptan las personas para sostener discursos. En este caso el uso de un conjunto de prendas que un principio fue creado para los hombres, y posteriormente apropiado por las mujeres como un símbolo de igualdad a través de la simbología de poder que emitía el traje sastre. Para esto, el escrito contará de tres apartados, siendo el primero un breve relevamiento histórico de dónde y cómo surge el traje sastre; después se explica cómo el traje es adoptado por las mujeres en la historia, siendo de controversia para las sociedades; y por último se explica a modo de ejemplos, cómo en la actualidad aún se utiliza en traje sastre para sostener ideologías de emancipación femenina.

La simbología del traje sastre

El traje sastre fue creado para los hombres. Squicciarino (1998) lo nombra como el traje de la burguesía, que consistía en pantalones, americana, camisa y corbata. El autor relata que el traje nació al inicio del siglo XIX después de la Revolución Francesa y se consolidó en Europa sólo a partir de la revolución burguesa de 1848. (p. 174). Se lo consideraba sobrio, austero y oscuro, esto también se debía al carácter invariable de la forma, es decir, sin cambios en la moldería y al predominio de los colores gris y negro. También menciona que el traje pretendía manifestar confianza, responsabilidad y garantía. Esto, posiblemente se convirtió en una ventaja del empresario burgués para lograr distinguirse de otras clases sociales.

Ellos representaban una nueva clase económica de mercaderes liberales que movían el capital de los pueblos. Se los consideraban la clase acomodada, y gracias a su desarrollada capacidad de negociación, podrían vincularse tanto con la nobleza como con el campesinado. Hopkins (2011), menciona que los orígenes del traje sastre para hombres, se puede encontrar a mediados del siglo XVII con la introducción de la casaca masculina, postulado por el rey Carlos II de Inglaterra (p. 55). Es así que origen del traje sastre es un emblema de los ingleses. Ellos conformaron la democratización y uniformización de la indumentaria masculina.

Al respecto, Barthes (2003) afirma el traje no era diferenciado por las clases sociales. Se implementó un valor nuevo, la distinción. Esta contenía inspiración dandista que, a partir de combinaciones de prendas, accesorios y textiles, enseñaba al aristócrata a distinguirse del proletariado o del burgués por la manera de llevar un traje. La burguesía dominó en los sectores económicos y políticos, permitiendo que su estilo de vida sea imitado por obreros y campesinos, principalmente en la vestimenta. Esto se hizo más notorio después de la Revolución Industrial, que permitió la manufacturación en serie del traje sastre. Esta acción de adaptar estilos de vestimenta, se lo vincula con el pensamiento de Simmel, el cual considera a la moda como modas de clases, haciendo referencia a los grupos sociales y sus niveles económicos. El autor postula que las clases sociales de menor nivel económico tienden a adaptar modas establecidas en las clases sociales de mayor nivel (en Lozano, J. 2015, p. 74). Es así que el traje se convirtió en el conjunto por excelencia entre los hombres, con variantes de color, textiles y decoración.

Un sector que se destacó y se sigue destacando por los orígenes de la sastrería clásica, es Savile Row en Londres. Es considerado como el epicentro de la comercialización y la manufactura de la sastrería clásica inglesa, ya que aún mantiene la fabricación artesanal hecha a mano. Blackman (2009), menciona que en sus inicios este sector se convirtió en un club donde un hombre podía pasear en el día y ganar cierta reputación de elegancia y respeto. El traje sastre surgió entre sucesos políticos, económicos y sociales de aquellas épocas. Este conjunto se predestinó a elogiar la representación del hombre en estos sectores, en otras palabras, quién llevaba saco y pantalón era el que tenía el poder para liderar. Por lo tanto, el traje sastre representa la supremacía masculina. En cuanto al concepto de simbología, se menciona la triada Peirceana (1974), indicando que el signo es denotar un objeto perceptible, en este caso el traje sastre, siendo así el ícono lo indicial que conlleva a lo simbólico. La simbología es el sentido social que se le da al objeto y permite examinar la vestimenta en términos de contextos sociales. Es así, que el traje sastre contiene simbologías de poder, orgullo, elegancia, distinción y respeto, a través de detalles constructivos como grandes solapas, hombreras destacadas y bolsillos de reloj en donde se distinguían, los pintorescos relojes de oro, los coloridos pañuelos e insignias de honor.

Toussaint-Samat. (1994) menciona que la vestimenta puede determinar la igualdad sexual, social, jurídica y política. La vestimenta del hombre, desde su invención, permitía una mayor libertad de movimientos físicos, lo que significaba que podía trasladarse con mayor facilidad de un lugar a otro, entonces, era más libre que la mujer. A finales de 1700, se consolidó ciertas reglas en Francia que prohibía a las mujeres vestir como hombres, justamente para no proporcionar la igualdad.

Quienes promulgaron estas leyes fueron los reyes, los Padres de las Iglesias, y los revolucionarios de distintos sectores de la sociedad. El autor retoma las palabras de Alain Decaux para explicar el orden político y económico que conformaba la imagen de los hombres de aquella época:

El carácter burgués de la Revolución se confina por su antifeminismo militante. Los burgueses en el poder, se escandalizan ante la idea de que pueda imaginarse siquiera la igualdad política entre ellos y sus esposas, que han sido creadas y han venido al mundo para cuidar de la casa y criar a los hijos. La Revolución es una obra masculina. Así debe seguir (p. 163).

En cuanto a la vestimenta de la mujer burguesa, Entwistle (2002) argumenta, que se evidenciaba la incapacidad para trabajar. Las elaboradas cofias, pesadas faldas, delicados zapatos y restrictivos corsés, producirían que la mujer no pudiera movilizarse a grandes distancias, lo que promovía la inactividad y el consumo del ocio. La autora también menciona “El traje femenino estuvo muy relacionado con la moda y por consiguiente fue medio importante por el que la clase burguesa podía alardear de consumir y de ser elegante despilfarradoras” (p. 72).

Por consiguiente, hasta principios del siglo XIX, la vestimenta de los dos géneros se representaban de la siguiente manera. Por un lado, el contexto del hombre se basada en el poder y el liderazgo, querían en demasía aprender, invertir, producir, cruzar fronteras y conquistar. Después de las distintas Revoluciones, el hombre no encontraba impedimento para realizar lo que él deseaba. Es así que necesitaría de un tipo de vestimenta que se adapte a los cambios progresivos de su estilo de vida. El traje sastre fue su aliado, variando en su morfología con menos volumen de textiles, otorgando así más comodidad y libertad. Por el otro, las mujeres seguían con sus labores del hogar y su vida social, siendo relegadas ante el mundo que el hombre conquistaba, pero con el hecho de poder consumir cuanta cosa anhelaba.

El discurso del traje sastre femenino

La indumentaria es una plataforma para postular ideales sociales, siendo su uso de suma importancia en la conformación de un discurso.

Como se observó en el apartado anterior, la vestimenta en la historia funciona como un fuerte objeto para crear nuevas apariencias sostenidas por ideologías de poder. En efecto, la indumentaria siempre resulta ser el indicativo visual que muestra los cambios de paradigmas en las sociedades.

Con respecto al término de discurso, Verón (1993) menciona que “cualquiera que fuera el soporte material, lo que llamamos un discurso o un conjunto discursivo no es otra cosa que una configuración espacio- temporal de sentidos” (p. 127). En otras palabras, el discurso es un conjunto de operaciones de producción social de sentidos. La indumentaria como soporte material se carga de esta producción dependiendo del contexto en donde se desenvuelve. El sentido es construido por acuerdo o convención, basado en la creencia y por la verdad pública. Esto quiere decir, que el discurso no es posible analizarlo sin su contexto social, histórico y cultural. Como es dirigido a un público, el discurso debe que contar con ideas y representaciones que el oyente y observador conceptualice como reconocidas. Verón indica que “(...) un conjunto discursivo no puede jamás ser analizado en “sí mismo”” (p. 127), este depende de sus condiciones de cómo fue elaborado y en sus condiciones de identificación o reconocimiento.

Cuando las mujeres empezaron a adoptar el traje sastre a sus siluetas, simbolizaba para ellas la igualdad entre los géneros, la igualdad en derechos desde un marco desafiante ante las tradiciones ya establecidas. Era la comunicación visual que demandaba un nuevo rumbo en términos de equidad. El traje sastre masculino era símbolo de poder, respeto y libertad, del cual las mujeres también querían ser parte.

Amelia Bloomer, periodista y defensora estadounidense de los derechos de las mujeres y pionera de la defensa del sufragio femenino. En su llegada a Europa en 1851, promovió un nuevo estilo de vestimenta que permitía a la mujer tener más movilidad y comodidad. Se trataba de una versión similar al corpiño que utilizaban en la época, con una sobrefalda fruncida en la cintura otorgando volumen y amplitud en las piernas con un largo modular por debajo de la rodilla. Debajo de ésta sobresalen unos pantalones holgados fruncidos hasta el tobillo con decoraciones de encaje. El impacto que causó fue comentado rápidamente en la sociedad europea debido al cambio drástico de la silueta femenina por la inclusión de un pantalón, ya que se en aquel tiempo la vestimenta oficial de las mujeres se basaba en el uso la falda larga.

Esto a su vez, representaba lo que Amelia proclamaba: la emancipación de la mujer. Stevenson (2017), argumenta que este estilo, específicamente el pantalón fue llamado el Bloomer, en referencia a su creadora. Estos tuvieron un breve momento de popularidad, debido a que Amelia vestía con ellos en debates públicos con temáticas de los derechos de la mujer. Este estilo no sólo proporcionada a las mujeres comodidad y salud, ante los efectos nocivos de la corsetería, también representaba en las mujeres la libertad física hacia la libertad de los derechos. La autora también explica que después de un tiempo, la prensa británica -que al principio apoyaba este estilo- , poco a poco lo fue traduciendo a un hecho de burla. Toussaint- Samat (1994), menciona que hasta la reina Victoria se sentía ultrajada por este atuendo, manifestando: “Los pantalones de Mrs. Bloomer atentaban contra la santidad de los hogares británicos y podían provocar la emancipación de las mujeres y la degradación de los hombres” (p. 169).

Aunque la vigencia de este estilo fue limitado, siendo abandonado por la misma Amelia, cincuenta años después, fue la respuesta ante la problemática social de ese entonces. Laver (2012) comenta que existía una tendencia en realizar deportes al aire libre, sobretodo montar en bicicleta. Las mujeres no se quedaban atrás, ya que ellas eran el centro de la vida social y querían participar de estos eventos. En consecuencia, los bloomers o las faldas-pantalón, adquirieron fama entre ellas. Se podría establecer, que se empieza la conformación de lo que sería el traje sastre femenino, que consistía en una chaqueta, blusa y pantalón. Este traje, tenían características similares al traje sastre masculino al menos en la chaqueta. Pero únicamente eran utilizados en los momentos de deportes, mientras tanto el traje de las mujeres consistía en la chaqueta y faldas largas.

Otro caso, es el de Doctora Mary Walker. Fue la primera mujer cirujana en el ejército de los Estados Unidos, escritora, impulsora del sufragio femenino y conferencista en temáticas de los derechos de la mujer y la reforma de la vestimenta. Desde principios de los 1890 hasta su muerte, la doctora progresivamente iba adoptando indumentaria masculina en su guardarropa. Usando trajes de noches, abrigos, pantalones, camisas de cuello rígidos, corbata, alto sombrero de copa de seda y su medalla de honor ubicada en el lugar de las condecoraciones. (Gubar, 1981) (traducción propia).

La autora subraya que Walker postulaba la idea, sobre el cambio del estilo de vestimenta de las mujeres por un tema de salud. Explicando que, las largas faldas causan una mala higiene, el elástico cortaba la circulación de las piernas, el corsé reducía la respiración y la comprensión de los órganos vitales por el ajustamiento del cordón, y las grandes crinolinas eran de gran peligro ya que podrían ocasionar incendios, muy común en aquel entonces. Harris (2009) menciona que para la Doctora Mary, la reforma de la vestimenta fue el vínculo entre su amor por la medicina y su creencia en la igualdad de las mujeres (p. 18) (traducción propia). La autora comenta que en 1857 Mary se convertiría a pleno en ser activista por los derechos de las mujeres. Es así que la reforma de la vestimenta evolucionó durante varias décadas, siendo muchas mujeres que creían que el uso del traje sastre era una necesidad para realizar trabajos y para ser iguales a los hombres.

Antes del siglo XX, el traje sastre adoptado por las mujeres tuvo un largo período de lucha y aceptación por parte de las sociedades. Su simbología de poder y libertad era utilizado por mujeres que luchaban por la emancipación femenina en territorios dominados por hombres.

Se podría aseverar, que el traje sastre, en la mayoría de mujeres, otorgaba una identidad de igualdad entre los dos géneros. Aunque esta identidad se siga construyendo en tiempos actuales. En palabras de Saulquin (2014):

Sí se puede afirmar que ha existido a lo largo de la historia una relación inversamente proporcional entre las semejanzas y diferencias de las vestimentas femeninas y masculinas y la condición social de la mujer. Cuanto mayor sea la brecha entre ambas, menor será la posición de poder de la mujer en la sociedad, y por el contrario cuanto menor sea la separación (como en las últimas décadas) entre ambas formas de vestir, mayor será el acceso de las mujeres a posiciones influyentes (p. 112).

Durante la Primera Guerra Mundial, la posición de la mujer en la sociedad cambió en todos los aspectos tanto en su desenvolvimiento social como en la vestimenta. Se sabe que los jefes de hogar y jóvenes varones eran los que iban a la guerra mientras ellas se quedaban en el hogar, lo que ocasionó que tuvieran que ocupar los puestos de trabajos de sus esposos o de otros hombres. El panorama anímico de las mujeres eran de constante lucha, entre que tenían que velar por sus hijos, ir a trabajar y esperar a obtener noticias de algún familiar en la guerra, forjó un nuevo carácter en ellas.

La clase obrera era la que lideraba en los campos de trabajos, así la mujer aprendió a desenvolverse en trabajos de fábrica y ocupación en labores de tierra y granja, como también aprender a manejar grandes camiones de suministros. Asimismo adoptaron la ropa de trabajo de los antiguos trabajadores, justamente por el hecho de racionalizar los productos en tiempos de guerra. En ciertos casos, las mujeres acudieron a la utilización de cinturones, elásticos, pinzas y frunces para adaptar las prendas a sus siluetas. En consecuencia, el pantalón se consagró como el más común de los atuendos femeninos para el tiempo libre, tal como lo menciona Toussaint-Samat (1994).

En este aspecto, la simbología del traje sastre adoptado por las mujeres se debió a la necesidad de comodidad para trabajar y movilizarse, quedando a un lado los fundamentos establecidos en el vestir del hombre y la mujer. Con el tiempo, esta necesidad se fue convirtiendo en una nueva moda entre las mujeres, creciendo sigilosamente y estableciéndose posteriormente como un conjunto frecuente entre ellas.

En esa época, Coco Chanel, fue una de las diseñadoras más destacadas. Ella entendió que las mujeres durante y después de la guerra iban a cambiar de actitud. La mujer ya no veía un impedimento en movilizarse a grandes distancias, ni en privarse en relacionarse abierta socialmente. Beaton (1990) explica que Chanel creó una nueva mirada hacia las prendas de vestir femeninas, desde un modo de vestir personal, que disimulaban las curvas femeninas y reflejando un aspecto de joven masculino de aquella época. Chanel surgió como una diseñadora que destacaba la elegancia de la mujer teniendo en cuenta el contexto político y social de aquella época. La mujer dejó de ser un objeto más de su hogar para convertirse en un personaje sustancial de fuerza laboral y económica en la sociedad.

A mediados de los años 1930, el llamado travestismo o vestirse con ropa del sexo opuesto, fue postulado por la actriz alemana Marlene Dietrich como un movimiento hacia un nuevo estilo de vestimenta en el guardarropa femenino. En algunos casos fue llamado como un estilo andrógino y en otros como estilo masculino. La actriz impactó artísticamente en actuaciones utilizando traje sastre masculino de noche, como en la película Marruecos. De ahí en adelante incluyó a su vestuario cotidiano este conjunto masculino, adaptándolo a su silueta y a su estilo de vida. Al ser una de las estrellas del gran cine de la Edad de Oro de Hollywood, su imagen fue copiado por muchas mujeres, que “jugaban” entre apariencias femeninas y masculinas.

El diseñador Yves Saint Laurent introdujo a las pasarelas femeninas la sastrería masculina usando de inspiración prendas militares. En alguno de los casos los trajes fueron adaptados a las siluetas femeninas, en otros se mantenía la silueta rígida y cuadrada acentuando las hombreras. Le Smoking, nombre que le acuñó al traje en los años 60, fue una innovación que anticipó el movimiento feminista que adoptó formas de vestir y de actuar masculinas, naturalizando estos hechos las como parte de su identidad.

La musa de Saint Laurent y la famosa modelo, Betty Catroux exclamó a Suzy Menkes, entonces editora del International Herald Tribute, “The thing about a tuxedo is that it is virile and femenine at the same time”. “Lo que pasa con un esmoquin es que es viril y femenino al mismo tiempo” (Foreman, 2014). El diseñador dio una nueva silueta femenina llena de significados como el empoderamiento femenino, la igualdad, y la comodidad.

Ya en los años 80, el traje sastre femenino sobresalió acompañado de un contexto histórico que incluía nuevos sucesos políticos y económicos como la caída del Muro de Berlín; descubrimientos e invenciones, como el nacimiento de primer bebé probeta, las tecnología de los videojuegos como el Game Boy y el primer teléfono celular portátil por Motorola; películas como Flashdance y Dead Poets Society que inspiraban a la nueva generación a romper los esquemas tradicionales y perseguir sus sueños; además de la primera mujer en pasear por el espacio, la cosmonauta Svetlana Savitskaja. Lo que resulta una época de avances tecnológicos, excesos de consumismo y un ambiente más enfocado en el crecimiento personal y laboral.

La mujer en el campo del trabajo quería ocupar la misma posición que los hombres, por lo que mimetizan su estilo de vestimenta, traje, saco y corbata. La visión del mundo estaba enfocada en los grandes empresarios de América y su ajetreado, pero codiciado, estilo de vida de poder económico y laboral. Ejemplo de esto es la película Working Girl protagonizada por Melanie Griffith. La película narra cómo el personaje Tess (Melanie) es una secretaria con un gran deseo de trabajar en las grandes empresas y corporaciones de la gran manzana.

Es así que su vestuario consistía en trajes femeninos de la época, que se asemejaban a los masculinos. Aunque toda la película remarca el contexto social y roles de trabajo que desempeñaban las personas en los años 80, existe una escena que resalta el espíritu del éxito que desean vivir las mujeres de la época. Tess entra a la oficina vestida con un trench, se lo quita mostrando así una chaqueta sastre de grandes hombreras y anchas solapas, y una blusa con un lazo en el cuello, todo en tonalidades de grises; posterior, entra en escena la secretaría -vestida con una blusa sin mucho detalle- la lleva a su lugar de trabajo que es una oficina y no un cubículo. Tess, en ese momento no cree que tendrá su propia oficina -no era un hecho que las mujeres asciendan rápidamente-, pero al entrar en ella su rostro demuestra el impacto y la ilusión de haber conseguido lo que siempre quiso: el éxito.

Este tipo de traje sastre se lo denomina The Power Suit, o El Traje del Poder, siendo un conjunto de prendas que comprende una chaqueta combinada con una falda o pantalones, en la mayoría de los casos en ambas la misma materialidad de textil sastre.

Los hombros son exagerados, moda que venía desde finales de los años 70, siendo las hombreras el disfraz perfecto para transformar la silueta femenina ampliando su espalda y destacando una cintura más pequeña. La falda era recta y casi tubo, y los pantalones de doble pinza en la cintura de corte recto o bombé.

La primera vez que se observó el término The Power Suit, fue en el libro The Woman’s Dress for Success Book (1977) de John T. Molloy’s. El libro contenía cierto tipo de reglas y consejos para las mujeres de la clase media alta que se desenvuelven en situaciones profesionales dominadas por hombres, asignando al traje como un objeto que les permitirá vincularse con ellos, “You will connect with them in your power suit”, “Te conectarás con ellos en tu traje de poder” (Molloy, 1977, p. 112 en Craft, 2013).

Para Craft (2013), este atuendo buscó establecer un estilo de vestimenta respetuosa y neutra que permitiera a las mujeres en situación de negocios relacionarse visualmente con los hombres como seres humanos pensantes en lugar de objetos sexuales. También el autor menciona un dato de Faludi (1991), argumentando que durante 1980 y 1987, las ventas anuales del traje sastre femenino aumentaron en casi 6 millones de unidades, una ganancia de seiscientos millones de dólares para el sector de la industria de la moda.

Por consiguiente, las mujeres empezaron a posicionarse en el sector laboral utilizando su vestimenta como un objeto de comunicación visual que les permitiera estar en la misma situación laboral que los hombres.

Entwistle (2002) menciona que en el campo laboral, relacionan más a las mujeres con el cuerpo y a la indumentaria que a los hombres. Y que sigue siendo un asunto de mayor preocupación moral lo que llevan ellas, que lo que llevan ellos. Esto significa que las mujeres aún se sienten cuestionadas en su modo de vestir en los diferentes tipos de contextos. Desde la perspectiva de la industria de la moda, esto permite que sigan habiendo un sinnúmero de tendencias y de atuendos que deseen consumir las mujeres.

El hecho de que la mujer desee seguir adquiriendo prendas, representa una jerarquía para la moda aventajando a los involucrado en esta industria.

En la actualidad el traje sastre femenino ya está establecido en todos los sectores. Gracias a las diferentes tendencias en el mercado, se crean nuevos estilos de este atuendo a través de combinaciones de textiles y decoraciones. Es así que se sigue observando el traje sastre en el sector laboral con una simbología de poder y respeto, y en otros contextos más de elegancia y practicidad. En efecto, la simbología del traje sastre femenino, desde sus inicios como el traje sastre masculino, sigue en boga aproximadamente 170 años después. Exclamando: poder, libertad y respeto, agregando a esta lista la igualdad.

El traje sastre femenino en los actuales contextos

En la actualidad, el sistema de la moda ha pasado por un proceso de ascendencia impresionante, a partir de la sociedad de consumo que estableció nuevos órdenes en la postulación de tendencias y la adquisición de ellas. Conceptualmente se entendería, bajo el pensamiento de Bauman (2002), que los contextos actuales de la moda son de liquidez, fluidez y desborde, en otras palabras de disrupción continua. Esto quiere decir, que el sistema de la moda tiene cambios muy veloces en cortos plazos, muchos de estos cambios no finalizan y son interrumpidos por nuevos cambios. Asimismo, las significaciones de ciertas prendas de vestir o de estilos de vestir, van cambiando constantemente.

En este aspecto, se considera que la significación del traje sastre femenino desde su adopción hasta en la actualidad, se sigue manteniendo. Se sigue observando su uso en eventos formales y elegantes, pero también se observa que sigue acompañando al discurso de emancipación femenina. Para esto, se ha tomado ciertos ejemplos de narrativas orales de actrices y cantantes, voceras de los derechos humanos, específicamente los derechos femeninos e ideologías de igualdad, vistiendo un traje sastre femenino como parte de su discurso.

Stefani Joanne Angelina Germanotta conocida como Lady Gaga, en el evento anual Women in Hollywood de la revista ELLE, vistió un traje oversized Marc Jacobs Primavera 2019 en tonalidad beige perlado. En la conferencia habló del acoso que viven constantemente las mujeres en la industria del entretenimiento del cual ella fue víctima.

A su vez, explicó el uso de su vestimenta en vinculación con su discurso: “I decide today I wanted to take the power back. Today I wear the pants” y, “In this suit, I felt like me today. In this suit, I felt the truth of who I am well up in my gut”. “Decidí hoy que quiero recuperar el poder. Hoy me pongo los pantalones”. En este traje, hoy me siento como yo. En este traje, sentí la verdad de quien soy bien dentro de mí”. La intención narrativa de la actriz, tiene que ver con un mensaje a modo de metáfora, explicando que para ella el vestir un traje sastre es símbolo de poder, poder que tiene connotaciones masculinas (Ver Figura 1).

Figura 1 Lady Gaga en el evento anual Women in Hollywood de la revista ELLE. Fuente: Independent. (Fotograma extraído del video). 

Figura 2 Tracee Ellis Ross en la conferencia de TED2018 en Vancouver, Canadá. Fuente: TED.(Fotograma extraído del video). 

Otro caso, es la actriz Tracee Ellis Ross de la comedia Blackish. Se presentó en la conferencia de TED2018 en Vancouver, Canadá, llevando un conjunto sastre en color negro, chaqueta entallada destacándose la solapa al ser de un textil con más lustre que el resto de la prenda, camisa con cuello y botones a tono, y un pantalón recto con pretina ancha. Tracee es una vocera influyente en temas sobre la equidad, respeto, y empoderamiento del color de piel. En su discurso destaca la desvalorización de la mujer en todos los ámbitos sociales, pronunciando que en la actualidad sigue sucediendo y no tiene que ser así. “(...) we still have to tolerate harassment, assault, and even worse, lifetimes of our bodies being used as a property that can be hit and hurt, manipulated and moved, and like objects that are not deserving of respect; lifetime of not being able to express the anger of our bodies… It’s no wonder we feel this fury”. A modo de paráfrasis, su discurso destaca la aún tolerancia del acoso, la mujer como un objeto de manipulación que puede ser herido, golpeado y sin respeto. Es un mensaje de dominación ya que incluye a las mujeres de las historia que han sido víctimas como parte esta narrativa.

A su vez, connotando un mensaje descriptivo, explicando lo que ha significado el abuso para estas mujeres. Va dirigido a dos grupos: los hombres y las mujeres, anunciando un mensaje para cada uno de ellos:“Men I call you in as allies as we work together towards change. And women, I encourage you to acknowledge your fury, give it language”, a los hombres para que sean aliados del cambio y a las mujeres para buscar nuevas maneras de enunciar su furia a través de un nuevo lenguaje (Ver Figura 2).

Figura 3 Viola Davis en un artículo del 2018 para Net a Porter. Fuente: Net a Porter.(Fotograma extraído del video). 

Figura 4 Janelle Monáe en lo premios Grammys 2018. Fuente: Feedimo News. (Fotograma extraído del video). 

Viola Davis, la destacada actriz de la película The Help en un artículo del 2018 para Net a Porter que incluía producción fotográfica y un video, vestía un traje de la marca Racil en color negro. La chaqueta con solapa y de seis botones y tres bolsillo delanteros. Tanto en el video como en la nota argumenta sobre la lucha por los derechos de la mujer. Ella considera que en la actualidad eso lo es todo, se trata de ser vistas, de ser valoradas. Argumenta que las mujeres de color (se incluía) no son bien pagadas en la industria del cine, que no están recibiendo una cuarta parte de lo que les pagan a las mujeres blancas. Agrega, que si bien es verdad que estas actrices se merecen esa paga por sus excelentes actuaciones, ella también se merece una paga justa. La actriz constantemente realiza discursos con temáticas sobre la igualdad de pago en la industria del cine y la valorización de la mujer de color en todos los ámbitos (Ver Figura 3).

Por último, Janelle Monáe, actriz y cantante se presentó en lo premios Grammys 2018, luciendo un traje de Dolce & Gabbana Primavera 2018, en tonalidad negra con bordados florales en diversos colores. Lo acompañó de una corbata lazo y una camisa con frunces en el frente, y con un broche del movimiento Time´s Up. Este último fue creado en el 2018 por ciertas celebridades de Hollywood y su objetivo es luchar contra del acoso sexual en todos los contextos. La actriz, dio un discurso ante toda audiencia con este título, mencionado que se acabó el tiempo ante la paga injusta y la no igualdad, por la discriminación, por el acoso de cualquier tipo y por el abuso de poder dentro de la industria del entretenimiento. Asimismo hizo un llamado tanto para hombres como a mujeres en trabajar juntos en esta problemática (Ver Figura 4).

A través de estos breves ejemplos, se observa ciertos factores en común, primero todas son mujeres; segundo, la utilización un traje sastre femenino; y por último, el discurso enfatizando la igualdad y el respeto hacia las mujeres en todos los contextos actuales. Sus narrativas no fueron improvisadas, ya que observando los videos, los mensajes tienen una estructura previa. Ante esto, se puede interpretar que ellas, o sus asesores/estilistas, idearon su vestimenta para el aquel momento, eligiendo un atuendo que refleje sus convicciones sobre el tema de igualdad , siendo el traje sastre el seleccionado.

Conclusiones

A través del breve análisis socio-histórico del traje sastre y los discursos de emancipación femenina, se resaltó la relevancia y la perdurabilidad de la simbología del traje sastre, que enmarca poder, libertad y respeto en los contextuales actuales de la moda. Se dimensionó como en la historia, el traje sastre fue de a poco incorporándose en las siluetas femeninas, primero por las chaquetas y posterior el pantalón, del que se destaca su polémica adaptación por parte las sociedades. En virtud de esto, la simbología del traje sastre femenino tiene una importante vinculación con los discursos de emancipación femenina, agregándole a éste, el concepto de igualdad. Por lo tanto, este atuendo, posee una simbología de poder, libertad, respeto e igualdad. Esto último se pudo observar en los breves ejemplos de las actrices y cantantes, y de cómo aún es utilizado este atuendo en diferentes estilos de moda, como parte del discurso de emancipación. Reforzando la idea de que la vestimenta es un fuerte elemento discursivo en la conformación de ideologías personales o sociales.

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Recibido: 01 de Octubre de 2019; Aprobado: 01 de Diciembre de 2019; : 01 de Noviembre de 2021

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