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Estudios Socioterritoriales

versión On-line ISSN 1853-4392

Estudios Socioterritoriales vol.29  Tandil jun. 2021

http://dx.doi.org/10.37838/unicen/est.29-200 

Artículo científico

Los pepenadores y el tiradero de basura de la Sierra de Guadalupe (Tultitlán, México). Estudio de la Geografía de las Emociones centrado en el asco

The garbage pickers and the garbage dump of Sierra de Guadalupe (Tultitlán, México). Study of the

Alejandra Toscana Aparicio1 
http://orcid.org/0000-0003-1841-102X

Anna María Fernández Poncela2 
http://orcid.org/0000-0003-3080-212X

1 Doctora en Geografía. Profesora-investigadora del Departamento de Política y Cultura. Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco. Calz. del Hueso 1100, Coapa, Villa Quietud, Coyoacán, 04960 Ciudad de México, México, aletoscana@gmail.com

2 Doctora en Antropología Cultural. Profesora investigadora del Departamento de Política y Cultura. Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco. Calz. del Hueso 1100, Coapa, Villa Quietud, Coyoacán, 04960 Ciudad de México, México, fpam1721@correo.xoc.uam.mx

Resumen

Desde la perspectiva de la Geografía de las Emociones estudiamos el caso del tiradero de residuos sólidos de la Sierra de Guadalupe, en Tultitlán, México, nos centramos en el asco y su relación con la dinámica del basurero y la vida de los pepenadores. Se revisa la emoción de asco y algunas de las principales explicaciones que hay en torno a la misma. Presentamos brevemente la problemática de la basura, para seguir con las condiciones de vida de un grupo de personas que viven y/o trabajan en las inmediaciones del tiradero. Finalmente exploramos la relación entre la basura, el asco y el territorio. Encontramos que esta emoción incide en la configuración del territorio; y que la basura y el asco parecen ir unidos para unos, mientras que para otros, la basura es fuente de empleo y de vida.

Palabras clave: Emociones; Asco; Pepenadores; Basura; Territorio

Abstract

From the perspective of the Geography of Emotions, we study the case of the solid waste dump area of Sierra de Guadalupe, in Tultitlán, State of Mexico; in particular we focus on disgust and its relation to the garbage dump dynamics and the lives of garbage collectors. The emotion of disgust is reviewed as well as its main explanations from biology and culture. We briefly present the problem of garbage, to continue with the living conditions of a group of people who live and/or work in the vicinity of the dump. Finally, the relationship between garbage, disgust, and territory is explored. We find that this emotion affects the configuration of territory, and that garbage and disgust seem to go together for some, while for others, garbage is a source of employment and life.

Key words: Emotion; Disgust; Garbage collectors; Garbage; Territory

Introducción

De las fábricas parten a diario dos tipos de camiones: un tipo de camiones se dirige a los almacenes y grandes almacenes, el otro a los vertederos… En el segundo pensamos exclusivamente en ocasiones (por fortuna aún no diarias) en las que la avalancha de sobras desciende de las montañas de basura y atraviese las vallas destinadas a proteger nuestro propio patio trasero. No visitamos esas montañas, ni con el cuerpo ni con el pensamiento, del mismo modo que no paseamos por barrios conflictivos, malas calles, guetos urbanos, campos de refugiados y demás zonas prohibidas. En nuestras aventuras turísticas compulsivas las evitamos cuidadosamente (o nos mantenemos alejados de ellas). Desechamos lo sobrante del modo más radical y efectivo: lo hacemos invisible no mirándolo e impensable no pensando en ello. (Bauman, 2015, p. 42)

A veces las emociones no se consideran ni se comprenden, no se piensan hasta que se sienten. En ocasiones, las emociones llegan y nos envuelven, se arremolinan en nuestro pecho, o centellean en el estómago, agarrotan la garganta, nos encorvan la espalda. Nuestra interrelación con el medio es emocional, lo olvidamos, hasta que algo, una emoción, nos lo recuerda, a veces suavemente, otras abruptamente. Debido a ello, en cierta forma, es que ha surgido la propuesta del giro emocional en la geografía humana y en otras disciplinas sociales. Desde esta perspectiva estudiamos a los pepenadores y el basurero de la Sierra de Guadalupe.

El basurero Sierra de Guadalupe se ubica en el municipio de Tultitlán, Estado de México, México, junto al Parque Estatal Sierra de Guadalupe. Al final de una avenida llamada ‘Ecología’, resalta una montaña diferente a las que integran la sierra porque no está formada por roca ni cubierta de bosque, sino que está hecha de la acumulación de toneladas de basura. En la avenida Ecología se observan pequeñas viviendas precarias construidas en parte con objetos extraídos de la basura. Es un paisaje desolador y maloliente, que repele a la vista y al olfato. Niños descalzos juegan con juguetes rotos, entre charcos de lodo con agua verdosa, con las manos, el pelo y la ropa sucia, con moscas revoloteando cerca de ellos, perros flacos buscan algún alimento entre los desechos, personas comiendo de puestos ambulantes, todo eso en una atmósfera de olor putrefacto, que no parece perturbar a quienes viven y trabajan ahí. Esta narración, claro está, desde el punto de vista de quien investiga.

Es difícil caminar por la avenida Ecología y no sentir desagrado por el olor, por atestiguar la convivencia de personas y fauna nociva, por ver fluir los lixiviados de la basura calle abajo, y personas comiendo junto a los desperdicios entre la mezcla de olores de putrefacción, de desechos orgánicos y animales muertos. Y más difícil aún comprender que en ese contexto cientos de personas viven y trabajan.

En la actualidad se habla mucho de la relación entre investigados e investigadores (as) que las nuevas metodologías de investigación social visualizan y subrayan; sin embargo, es algo que ha estado desde siempre en algunos autores y textos en el campo de las ciencias sociales. En el caso aquí estudiado las sensaciones-emociones de asco son diferentes entre quien investiga y quien es investigado, quizás nos lleve también unos años recorrer el camino inverso, esto es, empatizar con la ausencia de asco. En todo caso, ante la experiencia notable de dicha emoción, también se espera alcanzar el equilibrio entre las similitudes y diferencias emocionales entre culturas o entre grupos humanos de una misma sociedad.

El objetivo de este texto es estudiar el caso del basurero de la Sierra de Guadalupe desde el giro emocional en las ciencias sociales, en particular en la Geografía Humana. Siguiendo la propuesta teórico-metodológica de la geografía anglosajona (the Affective Turn), indagamos en las emociones que despierta el basurero y la basura en los pepenadores y vecinos de la colonia, así como en las que despierta en las investigadoras; con ello buscamos aportar un caso más a los estudios sobre la “emocionalización de la vida pública y al esfuerzo por reconfigurar la producción del conocimiento encaminado a profundizar dicha emocionalización” (Lara y Enciso, 2013, p. 101). Dado que en México la basura es un problema, desde su recolección hasta su reciclaje, existen diversos estudios al respecto que abarcan las condiciones sociales y laborales de los pepenadores, la contaminación ambiental que genera, la capacidad institucional para resolver dicho problema, entre otros; sin embargo, la basura y los basureros no han sido estudiados con relación a las emociones que provocan, y menos aún, como estas inciden en la configuración territorial.

El texto inicia con la exposición de la perspectiva teórico-metodológica empleada en la investigación y sigue con el tema del asco como emoción. En los siguientes apartados se trata el caso del basurero de la Sierra de Guadalupe y algunas condiciones de la vida de los pepenadores. Finalmente, se presentan las conclusiones y reflexiones.

Perspectiva teórico metodológica

En los primeros años del siglo XXI en la geografía anglosajona surge el interés de estudiar las emociones en relación a procesos socioespaciales, por tres causas: había predominado un ambiente académico que negaba el papel de las emociones en los procesos sociales (Bondi, Davidson y Smith, 2016); por la necesidad de articular una perspectiva espacial que comprenda las emociones y su conformación, localización, materialización y reproducción en los espacios concretos; para explorar la relación entre las emociones y la construcción del espacio, y “cómo este se configura como una suerte de trabazón de emociones que permite explicar las particularidades de la ubicación de los sujetos y los grupos sociales en diferentes entornos y su integración con ellos” (Puente, 2012, p. 276). Sin olvidar lo ya mencionado sobre las propias emociones de quien investiga, en su vida y sobre todo durante su investigación, mismas que contribuyen a la comprensión, o por el contrario a su distorsión desde el perjuicio y la desubicación, consciente o inconsciente. Desde el situarse a la racionalidad posicionada y comprender las versiones del mundo (Haraway, 1995; Harding, 1998), hasta la conciencia de quien investiga, su persona y condiciones sociales (Guber, 2012).

Esto a partir de que nuestras emociones importan, pues pueden moldear el mundo y nuestra experiencia de estar en él; entendiendo las emociones como un tejido conectivo que vincula experiencias geográficas de la psique humana y de la física con espacios más amplios (Davidson y Milligan, 2004). Para Lindón, las emociones

son expresiones de la relación del sujeto con su entorno… lo que ocurre en nuestros cuerpos cuando hacemos conciencia del entorno que nos rodea -nuestro espacio de vida con su otredad- y como nos puede afectar, produce emociones que estructuran la experiencia espacial de ese fragmento de espacio tiempo. (2012, pp. 706-707)

En este mismo sentido, Ortiz (2012, p. 117) señala que a través del cuerpo “experimentamos nuestras emociones y nos conectamos con el mundo”. Entonces, para la geografía de las emociones, estas son experiencias del cuerpo en relación al ambiente tanto social como físico.

Desde la geografía de las emociones se ha estudiado cómo surgen y se reproducen las emociones en diferentes escalas y contextos socioespaciales, cómo estas pueden transformar los espacios, cómo se vinculan con los espacios específicos localizables; cómo se sienten las personas en los diferentes espacios; y la función del espacio como estimulador y receptáculo de emociones (Calvillo, 2016, Davidson, Bondi y Smith, 2016). El giro emocional parte de que el estudio de las emociones en los procesos socioespaciales contribuye a un entendimiento más amplio de dichos procesos. Se subraya en el espacio en función de las emociones que inspira, como apego, placer, miedo, repugnancia.

Las geografías emocionales enfatizan en las interacciones afectivas entre las sociedades y sus espacios, entre la espacialidad y la temporalidad de las emociones y más específicamente, la forma en que estas emociones se vinculan alrededor y dentro de los lugares. (Puente, 2012, p. 200)

En resumen, este campo disciplinario procura entender las emociones -como experiencias y como conceptos- en términos de su mediación y articulación socioespacial, más que como estados mentales subjetivos e interiorizados (Bondi et al., 2016).

Dado que el giro emocional en las ciencias sociales y en particular en la geografía es reciente, proponemos una investigación de corte exploratorio, en la que confrontaremos la propuesta teórica con datos empíricos obtenidos en las inmediaciones del basureo de la Sierra de Guadalupe. La mayor parte de los estudios realizados desde el giro emocional en la geografía humana se han centrado en enfermedades, discapacidades, abusos en los espacios domésticos, de enseñanza y laboral, en instituciones totales como prisiones y asilos (Dirsuweit, 1999; Davidson y Milligan, 2004); y en las emociones como miedo, preocupación y apego. Además, la mayor parte de los estudios de este tipo se han realizado en los países anglosajones. Este caso es diferente, pues se enfoca en el asco en un tiradero de basura a cielo abierto, como emoción, experiencia social y vivencia emocional, pero no solo eso, el estudio busca conocer cómo el asco media entre los actores y el espacio, y cómo a su vez, esto incide en la configuración territorial, tal como señalan Davidson et al. (2016).

Es importante señalar que la geografía como en otras ciencias sociales, tradicionalmente -aunque no exclusivamente-, se ha presentado como una disciplina sin lugar para las emociones, que aborda el mundo sin pasiones, regido por la lógica económica, política y técnica (Davidson et al., 2016), sin interés por el estudio del cuerpo, y más bien enfocada en los temas considerados del terreno público, en donde sentimientos, emociones y todo lo privado, no ha tenido cabida (Ortiz, 2012). Es por ello que resulta necesario e interesante explorar el giro emocional, ya que el estudio de las emociones y la afectividad contribuye a comprender las prácticas espaciales de los sujetos (Lindón, 2009).

Bajo esta perspectiva estudiamos el tiradero de residuos sólidos de la Sierra de Guadalupe, en particular nos centramos en el asco y su relación con la dinámica del basurero y la vida de los pepenadores. En un primer momento revisamos la emoción de asco, algunas de las principales explicaciones que hay en torno a la misma y algunos datos generales sobre la basura. En un segundo momento presentamos el caso del basurero de la Sierra de Guadalupe y la conformación del territorio para dar paso en una siguiente sección a las percepciones de un grupo de personas -habitantes cercanos al tiradero, algunos de ellos separan y aprovechan la basura-, sus condiciones de vida, y sus consideraciones en torno al tema de la basura y el asco, a través de entrevistas aplicadas in situ, realizadas en julio de 2013, en mayo de 2016 y noviembre de 2018, a pepenadores y a vecinos de las zonas aledañas (Cuadro 1). Mediante las entrevistas semiestructuradas pretendimos captar las emociones de algunos actores; no se trata de una muestra estadística exhaustiva, sino de recuperar algunos testimonios que den cuenta de las emociones que genera el basurero y la basura, con el criterio de muestreo intensivo y máxima variedad (Monje, 2011), para contrastar la propuesta teórica del giro emotivo con una realidad geográfica específica, la del basurero de la Sierra de Guadalupe. De acuerdo con Ortiz (2012), las entrevistas semiestructuradas es una de las técnicas más comunes para el estudio de las emociones.

Se entrevistó a mujeres y hombres mayores de edad que encontramos al hacer recorridos a pie por la zona y que mostraron interés en participar en la investigación. Las entrevistas tuvieron diferentes duraciones, desde diez minutos a quienes nunca han trabajado como pepenadores, hasta dos horas a quienes sí lo han hecho, en función de su disponibilidad de tiempo e interés. Las entrevistas a quienes no se han dedicado nunca a la pepena se enfocaron en la percepción del entorno de los alrededores del tiradero de basura, mientras que las realizadas a los pepenadores fueron más extensas y se centraron en sus formas de vida en relación a los desechos sólidos y su trabajo; sobre el asco preguntamos indirectamente para evitar introducir prejuicios. El hecho de que las entrevistas se realizaran en tres momentos se debió principalmente a las condiciones de inseguridad de las colonias y a su difícil acceso. Los testimonios se sistematizaron en torno a lo que implica el tiradero y su clausura, el trabajo en la pepena, quiénes son los pepenadores, cómo viven de la basura, cómo perciben el entorno y qué opinan respecto a la vida en el basurero.

Cuadro 1 Datos de las entrevistas abiertas realizadas a pepenadores y vecinos de la zona 

Entrevista Sexo Edad Ocupación Posición familiar Fecha
1 Mujer 22 Pepenadora Madre de familia Noviembre, 2018
2 Hombre 48 Pepenador Padre de familia
3 Mujer 42 Comerciante Madre de familia
4 Hombre 55 Chofer Padre de familia
5 Hombre 62 Pensionado Padre de familia
6 Hombre 59 Funcionario municipal Padre de familia
7 Hombre 31 Escultor Soltero
8 Hombre 45 Pepenador Soltero Junio, 2016
9 Hombre 30 Pepenador Padre de familia
10 Mujer 42 Ex pepenadora vendedora de alimentos madre de familia
11 Hombre 18 Pepenador Hijo de familia
12 Hombre 62 Desempleado Viudo Julio, 2013
13 Mujer 48 Ama de casa Madre de familia

Fuente: elaboración personal

El tema de la basura ha sido estudiado en México solo a partir de las últimas décadas, en cambio el asco ha sido una emoción poco afortunada en cuanto a su estudio y menos aún desde la perspectiva de la geografía de las emociones. De ahí el interés en el asco que se deriva de los territorios ocupados por la basura. Para un visitante u observador externo, una de las primeras y más fuertes emociones al estar en contacto con el basurero es el asco. Como ya se describió, la zona está en una atmósfera maloliente e infestada de especies de fauna nociva (a simple vista destacan los perros, gatos y ratas), con agua procedente del cerro de basura y combinada con los lixiviados; ahí, los pepenadores y habitantes de las calles aledañas hacen su vida cotidiana, hay niños jugando en el lodo con moscas en la cara, jóvenes platicando, personas en puestos ambulantes, pepenadores manipulando desechos sólidos sin guantes ni cubre bocas. Pero el asco no es una emoción que caracterice a estas personas: ellas han aprendido a sobrevivir de los residuos orgánicos e inorgánicos que se acumulan en el basurero.

El asco

La primera y básica acepción del asco es algo que repugna, incita o causa vómito, por lo tanto, rechazo, aversión, repulsión y abyección, conceptos afines que con sus diferencias coinciden en algo desagradable que repele y digno de desprecio; se define como “Impresión desagradable causada por algo que repugna” (RAE, 2020). La basura se relaciona con suciedad, desecho y desperdicio, también con un lugar donde se depositan los residuos y desperdicios. Puede ser el lugar físico en la casa, en la ciudad o en el territorio que llega a tirarse: los tiraderos a cielo abierto, tan populares en México.

El asco es una emoción, pero con unas particulares características, porque, si bien todas las emociones se sienten en el cuerpo, esta lo hace de forma notable, ineludible y además difícilmente disimulable.

Algunos autores consideran el asco como una sensación (Muñoz, 2009), mientras que la mayoría de los especialistas en el estudio de las emociones lo señalan como emoción básica, desde Darwin (1998) hasta Damasio (2006)1.

Sobre las emociones hay distintas teorías que subrayan algunos de sus componentes de manera particular. Las cuatro más destacadas son la evolucionista, fisiológica, cognitiva y culturalista (André y Lelord, 2012)2. El asco, como toda emoción presenta aspectos evolutivos, en el sentido de que es parte de la dotación biológica (genética) del organismo (cuerpo) encaminada a la supervivencia y la evolución a través de la adaptación al medio, por lo cual reacciona ante una situación que represente un peligro para el organismo. Sobre los aspectos fisiológicos, se refiere a las reacciones corporales, en este caso de clara y fácil detección: arcadas, vómito, activación del sistema nervioso parasimpático; además de la expresión facial o ‘cara de asco’ y la reacción de repulsión y escape. En cuanto a los aspectos cognitivos, se trata de una evaluación del estímulo que el organismo realiza a través del pensamiento y la mente, en el caso del asco, como supuesta o realmente peligroso, amenazante por lo menos, e incluso contaminante. El aspecto cultural tiene que ver con lo establecido en cada sociedad y con los roles sociales aprendidos, es por ello que hay cosas que en una cultura provocan asco y en otras no.

No hay que olvidar la cuestión de la personalidad, en este caso muy determinante pues se trata de una sensación percibida por los sentidos y reelaborada en el cuerpo, con base en la educación y en la experiencia previa, relacionada con el olfato que además es un sentido que llega directamente al sistema límbico del cerebro, la parte más arcaica del mismo. Miller (1998, p. 13) remarca que el asco se trata de la emoción “más encarnada y visceral de todas”.

Como toda emoción, desde un estudio psicológico, el asco posee una serie de funciones (Abascal-Fernández, García, Jiménez, Martín y Domínguez, 2014). Su función fundamental aparentemente es la adaptativa, ya que prepara al organismo para que rechace algo realmente dañino o riesgoso. Su función social es el alejamiento de una conducta inapropiada o peligrosa o moralmente sancionada; y su función motivacional se refiere al desarrollo de hábitos saludables, tanto en lo higiénico y biológico, como en lo social y ético.

Según Rozin, Haidt y McCaule (en Abascal-Fernández et al., 2014) hay siete dominios que originan el asco: ciertos alimentos, comida putrefacta y maloliente; secreciones corporales; ciertos animales como cucarachas y ratas; contacto con cuerpos muertos; trozos corporales, vísceras, sangre, deformidades; falta de higiene y contacto con objetos antihigiénicos; y conductas sexuales ‘inapropiadas’. Todos estos dominios son comunes para los pepenadores, aunque las conductas sexuales inapropiadas no necesariamente.

Bajo otros enfoques más antropológicos, el asco se relaciona con la impureza y el miedo. La suciedad produce asco, por lo menos a ciertas personas y grupos humanos. La suciedad tiene que ver con la higiene y también con las convenciones. La suciedad es desorden, ofende al orden, su eliminación es, entre otras cosas, una búsqueda de dicho orden “un esfuerzo positivo por organizar el territorio” (Douglas, 1973, p. 14). En fin, “la reflexión sobre la suciedad implica la reflexión sobre el nexo que existe entre el orden y el desorden, el ser y el no-ser, la forma y lo informe, la vida y la muerte” (Douglas, 1973, p. 19).

Para Kristeva (1988) lo abyecto es el no-yo, toda vez que según para esta autora, lo abyecto y la repugnancia son reconocidos como mis barreras y parte de la cultura en la cual se inscribe, por lo tanto, tiene que ver con la personalidad y con el contexto cultural. Por otra parte, para Nussbaum (2012), el asco es una reacción humana ante lo abyecto, considerado peligroso e incluso inmoral, llevando el asco de lo biológico e innato universal, a lo político y moral.

En este orden de ideas, la basura es considerada desecho y suciedad, se ubica en el territorio, su eliminación constituiría una suerte de ordenamiento del mismo, aunque poco se ha estudiado desde esta perspectiva. En lo que sigue presentamos algunos datos generales que ayudan a contextualizar la dimensión del problema de la basura.

De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2016), en México se recolectan a diario 86.343 toneladas de basura, esto es, 770 gramos por persona. El 87% de los tiraderos de basura son a cielo abierto y solo el 13% de la basura se deposita en el relleno sanitario. La mitad de la basura del país se genera en siete estados de la república: 19.7% en la Ciudad de México, 9.6% en el Estado de México, 7.6% en Jalisco, 5.2% en Veracruz, 4.3% en Guanajuato, 3.6% en Nuevo León, y el 46.3% restante en las otras entidades del país. La separación de la basura se realiza solo en 11% de la recolectada, y se considera que el 46% de los hogares en el país la separan.

La gestión de residuos sólidos en México es limitada, se reduce a su eliminación a través de tiraderos, rellenos sanitarios e incineradores que generan impactos negativos ambientales, paisajísticos y en la salud (Greenpeace México, 2016). En países de mediano desarrollo como México, la basura y los tiraderos comenzaron a estudiarse a finales de la década de 1970 y principios de la siguiente, pues antes, no eran considerados como problemas; su estudio se relaciona con el reconocimiento de la crisis ambiental nacional (Azuela, 2006; Alfie, Cueto, Rangel y Castañeda, 2011).

Entre los estudios más relevantes sobre la basura y los tiraderos en México destacan los siguientes: Restrepo y Phillips (1983, en Bernache, 2006), Restrepo, Bernache y Rathje (1991), Castillo (1983; 1984; 2016), Long (2000), Wamsler (2000), Florisbela y Wehenpohl (2001), Bernache (2006), Dall´Agnol y Fernandes (2007), Villanova (2012) y Gran y Bernache (2016), que tratan sobre la gestión de los desechos sólidos y las condiciones de vida de los pepenadores, en el contexto del trabajo informal, la marginación y la función que cumplen en el ciclo de la basura. Si bien estos estudios son sobre México, en países de América Latina el problema es bastante similar.

Para esta investigación, interesada en el asco, destaca el trabajo de Dall´Agnol y Fernandes (2007) sobre las prácticas de autocuidado de salud de las pepenadoras de un basurero de Porto Alegre, Brasil. La investigación mostró que para las pepenadoras, la basura como fuente de contagio de enfermedades no es una preocupación central. Asimismo, el estudio recupera este testimonio: “no es problema comer en la basura porque se come basura” (2007, p. 4). Lo mismo constatamos en el tiradero de la Sierra de Guadalupe.

De igual modo el estudio de Long (2000), tiene un punto de encuentro importante con este: en su investigación sobre el basurero Los Belenes en la zona metropolitana de Guadalajara, Jalisco, México, toca el tema del estigma y repugnancia que hay hacia los pepenadores:

Platicando con residentes de las colonias de clase media y media-alta, el estigma existe definitivamente. La vida de un pepenador es vista como una forma de pobreza extrema y cruel. Y para algunos, así es. Pero esta opinión viene de una repugnancia más que de una experiencia de primera mano. El hecho de que yo, un canadiense, eligiera acercarme a un basurero es asombroso (este asombro es el mismo en Canadá). Aún mis colegas que están trabajando en desechos ambientales y humanos en Guadalajara tienen una opinión prejuiciada sobre los pepenadores. Los ven como gente triste e ignorante en las manos despiadadas de los líderes voraces y políticos corruptos. De nuevo, en esto hay verdad mezclada con ignorancia. Los pepenadores son los intocables para la comunidad no-marginada. Pocos tienen una opinión balanceada o informada de los pepenadores o el trabajo que hacen porque están demasiado preocupados por no ensuciarse las manos al tener una conversación con ellos. Sin embargo, por su forma de vestir y su imagen fuera de Los Belenes, nadie podría reconocer a un pepenador si lo viese. (Long, 2000, p. 18)

Veremos cómo se ha formado el territorio de la basura, a partir en cierta forma, del asco y la repugnancia que generan estas emociones a quienes viven cerca del basurero y a quienes les corresponde gestionar el territorio municipal incluyendo los desechos que se generan y/o se vierten ahí.

El territorio de la basura: tiradero de la Sierra de Guadalupe

El tiradero de residuos sólidos Buenavista, coloquialmente conocido como basurero Sierra de Guadalupe, se ubica al noreste del municipio de Tultitlán, Estado de México, dentro de la zona metropolitana de la ciudad de México donde residen más de 19 millones de personas (INEGI, 2015). Por un lado está rodeado por el Parque Estatal Sierra de Guadalupe (pulmón del norte de la ciudad y clave en la recarga del manto freático de la misma), y por los demás, por asentamientos irregulares (Imagen 1).

Desde la década de 1970 Tultitlán se integró al área metropolitana de la ciudad de México, una de las conglomeraciones urbanas y demográficas más grandes del mundo y que genera inmensas cantidades de desechos sólidos diariamente. Tultitlán es asiento de una diversidad de industrias, algunas de las cuales utilizan sustancias peligrosas en su procesamiento. Estas condiciones llevaron al gobierno municipal a brindar servicio de recolección de basura, apoyado en trabajadores informales (H. Ayuntamiento de Tultitlán, 2006).

Fuente: elaboración personal con base en datos de Biblioteca Digital INEGI (2020)

Imagen 1 Basurero de la Sierra de Guadalupe 

En 1974, cuando el tiradero comenzó a funcionar estaba a seis kilómetros de la cabecera municipal, sobre un terreno de 7 hectáreas inclinado por su cercanía a la sierra, con vocación agrícola y reserva ecológica. Actualmente ocupa un área de 11,3 hectáreas. Debido a lo desagradable de la basura, tradicionalmente se ha depositado en lugares alejados de la vista, del olfato y del entorno (Castillo, 2016), aunque con el paso del tiempo acaben rodeados de viviendas precarias (Gran y Bernache, 2016). En los inicios del tiradero no se previó su potencial para transmitir enfermedades3 ni para contaminar suelos, aguas y aire4, por lo que en época de lluvias, los lixiviados escurren y recorren colonias y tierras aledañas (Wamsler, 2000).

En 2005 el basurero fue clausurado porque ya estaba saturado. El tiradero llegó a recibir diariamente 1.405,2 toneladas de residuos sólidos de origen doméstico (desde restos de alimentos hasta mascotas muertas, colchones, vidrio, latas, papel, entre otros), industrial (materiales de construcción, metales ferrosos y no ferrosos, desechos químicos, textiles, madera, etc.), comercial (vidrio, papel, cartón, trapo, y materias orgánicas) y hospitalario (medicamentos caducados, gasas, vendas y toallas usadas, sueros, sangre, fetos, y vísceras humanas, jeringas usadas, etc.), procedentes del resto del estado, Ciudad de México y Morelos (H. Ayuntamiento de Tultitlán, 2006). La basura se desbordó sobre las inmediaciones junto con su olor y la fauna que sobrevive de ella. Sin embargo se levantó la clausura al poco tiempo porque no había otro lugar a donde llevar los desechos (Teorema ambiental, 2005). En 2008 aumentaron las quejas por el descontrol de los lixiviados y porque la basura que llegaba al tiradero ya no cabía y se depositaba fuera de él. “Fue una época muy fea para nosotros los de las colonias de aquí, toda la basura estaba tirada por donde quiera, olía mal todo el tiempo, asqueroso” (Entrevista 12, mujer, 48 años, ama de casa).

En 2013 el basurero volvió a clausurarse, se privatizó y la empresa Tecnosilicatos de México asumió el proceso de saneamiento de la zona, para incorporar el área del tiradero al Parque Estatal y generar energía con la basura. La acumulación de desechos a lo largo de 30 años llegó a 66 metros de altura y a 5 millones de toneladas de residuos sólidos (Huerta, 2013). Ahora, los residuos que llegan al tiradero son trasladados al relleno sanitario del municipio mexiquense de Tepotzotlán y en la zona del basurero opera un centro de transferencia (Toscana y Canales, 2019). En México es cada vez más frecuente que las responsabilidades municipales (de los gobiernos locales) se privaticen, no obstante, esto no garantiza mejor calidad en el servicio.

El motivo de la clausura en 2013 por parte de la Procuraduría de Protección al Ambiente del Estado de México fue la misma: el tiradero estaba saturado y era fuente de contaminación y riesgo para la salud en la población vecina, pero no para la de los pepenadores, habiendo así una marcada diferenciación entre los sectores que están en riesgo, de acuerdo a la clase y posición social.

Inicialmente la empresa Tecnosilicatos de México anunció que contrataría a los 300 pepenadores que trabajaban en el basurero, pero solo contrató a algunos y parcialmente, por lo que la vida de los pepenadores se deterioró más de lo que ya estaba, pues fueron ‘desechados’, tratados como un estorbo para la nueva empresa encargada del basurero: “Nos trataron como desechables, como que les estorbábamos” (Entrevista 8, hombre, 45 años, pepenador).

Respecto a la dinámica socioespacial del basurero, hay que señalar que el territorio es una porción del espacio, construida a partir de procesos económicos, sociales, políticos y culturales. Los actores lo ocupan, lo utilizan, lo organizan, lo transforman y lo construyen en la búsqueda de su reproducción social. En el territorio se integran las condiciones naturales y materiales de la existencia con las condiciones sociales (Ramírez y López-Levi, 2015). Una forma de estudiar a los sujetos en su relación con el entorno es a través de las emociones (Lindón, 2012). Así, este territorio se ha construido en función de la basura, de los desechos desvalorizados por la sociedad y revalorizados por los pepenadores, que hicieron de ellos su forma de vida y subsistencia.

Los actores ejercen territorialidades que están en conflicto: por un lado la empresa se adueña del tiradero para sanearlo, bajo la lógica de la política ambiental nacional, ya que está junto a un parque estatal con funciones ambientales (es uno de los pocos bosques en el área metropolitana de la ciudad de México, necesario como pulmón y para la recarga del manto acuífero). En este punto, los vecinos de la zona inciden, pues al no ser pepenadores, se sienten agraviados y perjudicados por la ubicación y manejo del tiradero (fuera de los pepenadores, nadie quiere/necesita vivir cerca de la basura). “La colonia es muy bonita, hay mucho bosque de aquel lado, lo malo nada más es el tiradero y pues el olor tan fuerte y las ratas” (Entrevista 4, hombre, 55 años, chófer). “El único problema ahorita que estamos padeciendo es todo ese tiradero por ejemplo, que no lo han podido quitar… Todas las aguas residuales que salen del tiradero… todo eso nos afecta. La contaminación, las enfermedades” (Entrevista 5, hombre, 62 años, pensionado).

Estamos sentados sobre una bomba de tiempo, por los respiraderos que tiene (el basurero) son muy pequeños. Entonces imagínese que ese tiradero llegue a explotar, vamos a volar, más o menos tres kilómetros a la redonda. ¿Qué pasaría entonces con nosotros que estamos aquí? (Entrevista 6, hombre, 59 años, funcionario municipal).

Aunque también hay quien reconoce que ahora está mejor que antes gracias a que se instaló el relleno sanitario: “Afortunadamente ya una empresa ha estado controlando el tiradero, porque ya no huele como antes, ya está mejor toda esta zona de aquí, menos basura” (Entrevista 3, mujer, 42 años, comerciante); “a mí el basurero ya no me afecta en nada, antes de su saneamiento sí. Yo salgo al bosque a correr y me olvido de que hay un basurero” (Entrevista 7, hombre, 31 años, escultor).

Una vez clausurado y privatizado el basurero, los pepenadores vieron su espacio de trabajo reducido, pues solo algunos fueron contratados por la empresa, los demás, deben estar pendientes de los camiones de basura que se acercan para ser los primeros en revisarlos y obtener los desechos que puedan ser revalorizados. Cabe aclarar que aunque el tiradero de basura ya está clausurado, siguen llegando camiones cargados de desechos.

Inicialmente, los pepenadores se apropiaron de una porción del ejido de la colonia Sierra de Guadalupe que rodea al tiradero5, a través de un proceso de compra-venta irregular, no solo por la oportunidad de contar con un lugar para vivir, sino además para estar cerca de la fuente de trabajo, es decir, hubo una doble apropiación: pragmática o funcional y simbólica (Tuan, 2002), por las potencialidades económicas a través del cual pueden satisfacer sus necesidades, y para tener un referente espacial, propio. Por otra parte, en México desde principios del siglo XX ha habido una carencia significativa de vivienda para sectores sociales de clases bajas y marginadas, estas tampoco cuentan con apoyos gubernamentales (Coulomb, 2010), por lo que la opción para hacerse de una vivienda es la invasión de tierras o su compra ilegal a muy bajo costo (Moreno, 2013), como es este caso.

Una vez que se ha expuesto brevemente el contexto de la dinámica del territorio de la basura, veremos algunas de las condiciones de vida de los pepenadores quienes viven de la basura, a partir de la revalorización de los desechos del resto de la sociedad, los cuales reutilizan para comer, vestirse y vender. Para un visitante, el territorio de la basura es algo que hay que evitar, mantener lejos, pero para los pepenadores es fuente de sobrevivencia. De nuevo las diferentes miradas y ubicaciones han de tenerse claras (Haraway, 1995; Harding, 1998), así como la comprensión de la diversidad de percepciones (Guber, 2012), y por supuesto, emociones.

Los pepenadores de la Sierra de Guadalupe

A partir de los testimonios recabados en campo, reconstruimos esta sección que da cuenta de algunos aspectos de la vida de los pepenadores en relación al basurero. El tema emocional surgió de la investigación misma, en la relación, en el estar con el otro (Haber, 2011).

Con el aumento demográfico de la zona metropolitana de la Ciudad de México, el basurero se fue rodeando de asentamientos de origen irregular, a mediados de la década de 1990: “primero junto al tiradero no había casas, ya luego se fue llenando de paracaidistas hace como veinte años” (Entrevista 8, hombre, 45 años, pepenador). En estos asentamientos, casi todos son o han sido pepenadores, excepto quienes tienen puestos de venta de alimento o han conseguido empleo en otra parte. Pero prácticamente todos los vecinos viven de la basura: “de todas las personas que vivimos aquí, que somos como trecientas personas, casi por lo general nos dedicamos a lo que es la separación de la basura” (Entrevista 9, hombre, 30 años, pepenador).

Como ya se mencionó, aunque el tiradero esté clausurado, siguen llegando camiones municipales cargados de basura para ser llevada al nuevo recinto en Tepozotlán, otro de los municipios de la Zona Metropolitana, pero de reciente conurbación y más alejado del centro de la ciudad, a 40 kilómetros, y los pepenadores tienen oportunidad de reciclarla para vender el aluminio, el acero, el cartón, el papel, el vidrio a intermediarios o a centros de acopio; también reciclan comestibles para alimentarse. La basura que llega a este lugar es muy diversa:

comida, desperdicios de frutas y verduras, y de animales (sebo, plumas), aceites y grasas para cocinar y para coches, vidrio, empaques de papel y de plásticos, botellas, latas de aluminio, animales muertos, excremento, papel de baño, pañales, cosas rotas o descompuestas, medicinas, cartón, lámina. (Entrevista 9, hombre, 30 años, pepenador)

La separas y en un día de andar juntando pet, te puedes ganar $306 (Entrevista 10, mujer, 42 años, expepenadora). Los desechos orgánicos no tienen ningún valor comercial, pero algunos de ellos son fuente de alimento. El tiradero “nos da para comer, no nos falta comida porque entre los desperdicios, uno siempre encuentra algo pa´ comer y a veces hasta pa´ vestir” (Entrevista 2, hombre, 48, pepenador).

Los pepenadores son

gente que llegó y compró terreno (ejidal) -antes de 1992-, familias completas que se dedicaban a la pepena, desde los hijos, padres, ahorita ya son como dos o tres generaciones. Muchos son alcohólicos y drogadictos, muy baja escolaridad, solo trabajan para pagar su vicio. Llegaron por pobreza, por desempleo, por no poder trabajar en otra cosa, por hambre, al menos de la basura se come. También gente como yo que fui huérfano. (Entrevista 8, hombre, 45 años, pepenador)

Las familias están integradas por varios miembros, casi todas de más de cinco. Hay quienes han logrado dejar de ser pepenadores y conseguido otros empleos, pero en otros casos, toda la familia está inserta en el proceso de la pepena, incluso niños y ancianos.

Hay gente que ya no trae a sus hijos a trabajar en la basura porque quieren que ellos vayan a la escuela y salgan de aquí; otros sí los traen y los enseñan a trabajar. Fíjate y vas a ver que, cuando llegan los camiones, hay familias enteras, hasta los ancianos porque si no de qué viven. (Entrevista 1, mujer, 22 años, pepenadora)

Las casas de los pepenadores son precarias, de autoconstrucción a partir de materiales encontrados en el basurero, viven hacinados y en ellas se realiza parte del trabajo asociado a la recuperación de desechos (Imágenes 2 y 3). En las calles que rodean el tiradero, recientemente se instaló la electricidad, pero no hay drenaje ni agua entubada. El grado de marginación (según la medición de las instancias oficiales) es muy alto, a diferencia del promedio municipal que es muy bajo (CONAPO, 2010). Además, en la zona hay un ambiente intenso de mortalidad, violencia, y drogadicción: “aquí se siente mucha pobreza pero también muchos jóvenes se drogan y se meten en líos y hasta se acaban matando entre ellos, yo digo que por lo mismo de las drogas” (Entrevista 12, hombre, 62 años, desempleado).

Fuente: archivo propio

Imágenes 2 y 3 Avenida Ecología con el Parque Estatal de fondo. Se observan las viviendas precarias y escombros de basura 

Respecto a las impresiones, percepciones y sentires que tienen los pepenadores de la basura y su vida como pepenadores, algunos testimonios:

La basura “es todo lo que la gente ya no quierepero a nosotros sí nos sirve, para comer, para vestirnos, para nuestras casas, nuestros hijos o para ir juntando y vender” (Entrevista 8, hombre, 45 años, pepenador). La basura es fuente de vida. Les ayuda a satisfacer las necesidades básicas, aunque precariamente.

Empecé a trabajar de la basura y comí de la basura, de lo que tira la gente. Que avientan que un pedazo de pizza en su cajita, me lo como; que el medio pollo. A veces uno es desperdiciado cuando lo tiene, pero cuando no… de eso comía. Y no me da vergüenza… Vivo de la basura. (Entrevista 9, hombre, 30 años, pepenador)

Mientras escuchamos el testimonio no encontramos indicios de que esta persona sienta asco; al más pequeño de sus hijos, sentado a su lado sobre el suelo lodoso, se le paran las moscas en la cara, ninguno de los dos se esfuerza por evitarlo.

Lo que encontramos de comer, lo lavamos con agua nada más… que sale que el quesito, que el jamón, nada más lo lavo y se lo doy a mis niños… lo tienes que oler para saber si te lo puedes comer o ya no. (Entrevista 9, hombre, 30 años, pepenador)

Nuevamente, no hay asco por comer lo que alguien más, algún desconocido, desechó junto con otros residuos. A través del olfato, determinan lo que pueden comerse y lo que no.

Cuando llegaban los mentados King-Kong (camiones grandes), que llegaban con desperdicio del WalMart (tienda de autoservicio); bueno, para mí no era desperdicio porque era comible; llegaba atún, llegaban Jumex (jugo embotellado) de esas garrafas de cinco litros” (Entrevista 10, mujer, 42 años, ex pepenadora).

Estos testimonios contrastan con lo dicho por Douglas (1973) sobre el significado de la basura para quienes no vivimos de ella: en general, socialmente la basura es algo despectivo, lo que ya no sirve, carece de valor y de lo que hay que deshacerse rápidamente, es suciedad y fuente de insalubridad. Como se dijo, se trata en este caso de una fuente de empleo, subsistencia y vida.

Para algunos pepenadores el trabajo con la basura es visto como peligroso:

venían los camiones que por ejemplo traían todo el desecho de los hospitales, yo le digo porque yo contaba las bolsas de suero llenas de sangre, jeringas, ahí tenía uno que tener mucho cuidado porque, te imaginas, si se llega a picar uno... Pues en ese aspecto yo tenía cuidado... ya sabíamos que ahí aventaban todo eso lo que salía de los hospitales. (Entrevista 10, mujer, 42 años, ex pepenadora)

Si no hay asco, sí conciencia de objetos insalubres. Más adelante, en esta entrevista, se relata la muerte “misteriosa y veloz” de varios pepenadores, sucedidas probablemente por el alguna enfermedad.

Además de las condiciones de riesgo que implica vivir junto al tiradero y trabajar en él, los pepenadores, sin ninguna protección, están expuestos a cortarse con algo y picarse, a tener contacto con sustancias peligrosas como los ácidos, a las mordeduras de rata, al agua de lluvia que arrastra basura hacia sus casas, a incendios; no obstante, su perspectiva parece otra.

No estamos organizados (los pepenadores), cada quien es por su cuenta… las condiciones de trabajo son difíciles, si te enfermas y no puedes ir a trabajar ese día no sacas nada y pues no comes” (Entrevista 11, hombre, 18 años, pepenador). El trabajo así, de todos modos es visto como ventajoso por algunos que valoran la ‘libertad’, en cuanto a que no hay un horario formal ni reglas que seguir ni jefe a quien obedecer: “lo que tiene de bueno es que nadie te manda ni hay horarios fijos” (Entrevista 11, hombre, 18 años, pepenador). Otros miembros de la colonia también valoran este tipo de libertad, aunque han dejado de ser pepenadores, pero sus empleos actuales son informales: “está bien que uno solo sea su propio jefe, así no le batallas tanto” (Entrevista 10, mujer, 42 años, ex pepenadora).

Para otros pepenadores, el mayor riesgo no está en el contacto con la basura sino en el ambiente social de la zona:

Ahora sí que hay que cuidarse de todos, ya no vive uno tranquilo… si trabajas en la noche y llegas en la madrugada hay que cuidarse porque vienen y roban, dejan carros (autos), dejan difuntos casi por donde quiera… casi ya es lo cotidiano por donde quiera, uno va para el cerro y carros quemados, o gente ahí. (Entrevista 9, hombre, 30 años, pepenador)

El peligro aquí está más que en la suciedad, en el desorden, esa frontera entre el ser y el no ser, entre la vida y la muerte, como señala Douglas (1973). Lo abyecto y repugnante tiene que ver con las barreras personales y la sociedad en la cual socializamos y vivimos (Kristeva, 1988).

Fíjate que yo toda la vida he trabajado en la basura… Toda mi vida he trabajado y hasta ahorita sigo todavía, ahora sí que de eso sigo viviendo, y pues ahora sí que he ido sacando a mi familia adelante, toda la vida hemos estado viviendo así. (Entrevista 9, hombre, 30 años, pepenador)

Este pepenador enfatizó en tener más miedo de la violencia del entorno que del contacto con la basura, en el sentido ya mencionado (Douglas, 1973). Tultitlán, municipio donde se ubica este tiradero, tiene un entorno violento. Los delitos, incluido el homicidio, han aumentado en los últimos años (Escalante, 2011; Perfil Urbano, 18-10-2016), y el basurero ha sido uno de los sitios para arrojar los cuerpos sin vida de algunas víctimas.

Aunque algunos lo niegan, como cuando una joven pepenadora afirma que “a nosotros nunca nos ha pasado nada aquí en la basura” (Entrevista 1, mujer, 22 años, pepenadora), las condiciones insalubres que se generan en los basureros inciden en la mortalidad (Castillo, 1983; Long, 2000). Como ejemplo de esto en el tiradero en estudio se tiene el testimonio de una mujer de 42 años, ex pepenadora (Entrevista 10), quien relata diversos casos de pepenadores hombres y mujeres, jóvenes y mayores, que de pronto han enfermado y muerto, entre ellos el caso de un joven pepenador de menos de 30 años: “una vez se cortó con algo que creo venía de un hospital y de ahí se empezó a poner mal y se veía cada vez más flaco y rápido se murió, y no creas que es el único”. Respetando y comprendiendo las diferentes voces y miradas, hay hechos precisos que reconocer.

Ante la pregunta de cómo es la vida en el basurero, destacamos los siguientes testimonios, en los que más que hablar del asco o aspectos negativos, los pepenadores manifiestan optimismo y gratitud: “Hay muchos lugares peor que este, que yo y que los que estamos aquí. Como le digo, yo pienso que ahorita estamos en la gloria, porque aunque sea de la basura comemos, hay gente que ni eso” (Entrevista 9, hombre, 30 años, pepenador).

Toda vez que también exponen no sentir asco, incluso apuntan como algo bonito ver a sus hijos emocionados entre la basura:

Lo mejor que me ha pasado aquí es el aprender a comer de la basura, luego me daba risa porque iba con una muchachilla que era drogadicta y ella fue la que me enseñó a trabajar y me decía: “no se preocupe doñita, ahorita que lleguen los camiones que vienen de los tianguis bajan botellas de agua, porque los dejan a la mitad los turistas”, y dije: yo nunca la he tomado así, pero bueno. Y el aprender a comer… los yogurts que llegaban, todos… pues para mí es bonito, pues nunca fui asquerosa, yo creo que fue más mi necesidad que nunca fui asquerosa para comerme eso. Y lo bonito es eso, que dice uno “pues aquí estoy después de todo”… También eso fue bonito, la novedad de que a veces también llevé a mis hijos a pepenar, ellos entre basura se veían emocionados. (Entrevista 10, mujer, 42 años, ex pepenadora)

Y es que la educación y la costumbre van conformando a las nuevas generaciones en las actividades y actitudes de los mayores:

Aquí todos ya nos acostumbramos a la basura, no nos molesta. Yo digo que hasta nos gusta porque de esto vivimos… yo creo que si te da asco o miedo no podrías trabajar pepenando, mejor ni andar pensando en eso… como los niños que ya trabajan y se van acostumbrando. (Entrevista 2, hombre, 48 años, pepenador)

Por último, los pepenadores se saben objeto de rechazo: “La gente cree que los que trabajamos aquí somos sucios y cochinos, pero es un trabajo honrado” (Entrevista 11, hombre, 18 años, pepenador); “más sucios son los políticos que le roban al pueblo de México, eso sí da asco” (Entrevista 2, hombre, 48 años, pepenador).

Conclusiones y reflexiones finales

Las ubicaciones y las posteriores clausuras de los tiraderos de desechos sólidos en parte se fundamentan en el asco, la repulsión y el miedo a las condiciones insalubres que siente la mayoría de las personas; como señala Bauman (2015) por ello deben estar lo más alejados posibles -aunque crezcan asentamientos irregulares y marginados en sus cercanías por necesidad-. Esto tiene sentido si se piensa en relación a las funciones del asco: fundamental, social y motivacional (Abascal-Fernández et al., 2014). Lo anterior es un ejemplo de cómo las emociones, en este caso el asco, inciden en el ordenamiento territorial, para el tema de la basura no es solo cuestión de higiene y salud: la clausura del basurero, es decir su eliminación, es la búsqueda del orden (Douglas, 1973). Por lo anterior, es interesante seguir explorando el giro emocional en la creación del territorio, en los procesos socioespaciales y en las ciencias sociales en general.

Los pepenadores son vistos como amenazas a la salud pública y suelen ser sujetos de exclusión, pero como señalan Long (2000) y Wamsler (2000), contribuyen al mejoramiento ambiental, separando la basura de lo reutilizable y disminuyendo la cantidad de desechos inservibles que generamos los demás; por ello hace sentido cuando Bauman (2015) dice que los pepenadores son héroes olvidados de la modernidad.

El trabajo de los pepenadores implica transformar la basura en mercancía y gracias a ello pueden obtener recursos; sus ingresos varían pero les permiten apenas sobrevivir tras largas jornadas de trabajo. Sin embargo, es un trabajo de alto riesgo cuando se realiza sin las medidas de precaución necesarias, tal como lo han realizado los pepenadores y pepenadoras que brindaron sus testimonios para este estudio. Y es que en el actual sistema hay residuos materiales, como la basura, lo mismo que residuos humanos, también equiparables a la misma.

La basura y el asco parecen ir unidos para unos, siendo fuente de vida para otros. La basura es la misma, su percepción es diferente, las emociones que levanta también. Emociones que, como el asco, son biológicas y adaptativas, lo mismo que culturales y conductuales, como parte de sus funciones, y que en este estudio se han visto claramente.

A partir de los testimonios podemos observar que las personas dedicadas a la pepena valoran su trabajo, porque les ha permitido ‘sobrevivir’ y lamentan la clausura del tiradero porque eso les disminuyó posibilidades de trabajo; el asco no ha sido un obstáculo relevante para el trabajo en la pepena, sin diferencias de género ni de edad. El miedo, en cambio, sí se asoma en algunos testimonios, sobre todo de mujeres, así como el anhelo de que los hijos se dediquen a otras actividades.

Los habitantes de las colonias aledañas no dedicados a la pepena, sí se refieren al tiradero con asco y miedo, sobre todo hablan de estas emociones en las épocas de mayor descontrol del tiradero cuando los desechos excedían los límites del mismo, y por supuesto se alegran de que se haya clausurado; aquí tampoco se observan diferencias de género ni edad.

Esta investigación se centró en el asco, emoción poco estudiada desde el reciente enfoque teórico del giro emocional, por lo que es un aporte a los estudios geográficos que giran hacia lo emocional, ya que indaga en la relación entre las emociones, la configuración territorial, las ubicaciones de los actores, grupos sociales y las actividades económicas. La ubicación del basurero de la Sierra de Gudalupe, su clausura y la condición de vida de los pepenadores, guardan relación con el hecho de que la basura y el basurero inspiran asco, repugnancia y miedo, mismos que se traducen en las instituciones públicas como riesgo ambiental y sanitario, pero a la vez, para los pepenadores, la basura y el basurero no inspiran asco, ni repugnancia, porque es fuente de trabajo, de alimentación, de vestido, en fin, es fuente de sobrevivencia.

Agradecimientos

A quienes colaboraron en esta investigación con sus testimonios, a Pedro de Jesús Canales, Flor Ba y María Hesles.

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1Siguiendo a Darwin (1998) y la perspectiva evolucionista, el asco es parte de nuestra dotación de reacciones primitivas adaptativas y de supervivencia, desencadenando una reacción rápida y rotunda de rechazo ante un peligro que puede dañarnos.

2“…podemos decir que la emoción es una reacción repentina de nuestro organismo, con componentes fisiológicos (el cuerpo), cognitivos (el espíritu) y conductistas (las acciones)” (André y Lelord, 2012, p. 19). A lo que añadimos la importancia del contexto cultural determinado por la ubicación espacio-temporal, entre otras cosas.

3Las enfermedades que se transmiten por los basureros se dan por contacto directo con los residuos, e indirecto, por los transmisores más comunes: moscas, mosquitos, cucarachas, ratas, perros y gatos callejeros que comen de la basura. La acumulación de los residuos urbanos puede causar más de 40 enfermedades, desde una simple colitis hasta infecciones mortales (Bonfanti, 2004).

4La basura contamina porque contiene materiales putrescibles que se descomponen por la acción de las bacterias, se generan gases tóxicos y se contamina el aire. Algunos integrantes de la basura se resecan y se pulverizan, y son transportados por el viento. Cuando las temperaturas son elevadas pueden generase incendios, como ya ocurrió en este tiradero. Los suelos y cuerpos de agua se contaminan cuando el agua de la lluvia escurre entre la basura, acarreando lixiviados, sustancias tóxicas y gérmenes patógenos (Deffis, 1994).

5Tras la Revolución Mexicana de 1910, la Constitución de 1917 en el Artículo 27, creó la figura del ejido como una forma de propiedad colectiva de la tierra para los campesinos desposeídos. Los ejidos tuvieron las características de ser inalienables, inembargables e imprescriptibles, lo que los mantuvo excluidos del mercado inmobiliario legal hasta 1992, cuando se modificó el artículo para que pudieran ser incorporados al mercado formal de tierras (Orozco, 2010).

6Al tipo de cambio del momento equivalía a $1.5 dólares estadounidenses.

Recibido: 04 de Mayo de 2020; Aprobado: 28 de Agosto de 2020

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