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CELEHIS (Mar del Plata)

versión On-line ISSN 2313-9463

CELEHIS  no.39 Mar del Plata jun. 2020

 

Dossier

Palabras preliminares: Dossier “De teorías, escrituras y prácticas críticas”.

Rosalía Baltar1 

1 Universidad Nacional de Mar del Plata, Ce.Le.His.

Observaba Proust, hace un siglo exacto, que

lo más bello en La educación sentimental no es una frase sino un espacio en blanco. Flaubert acaba de describir, de contar durantes extensas páginas las acciones más pequeñas de Federico Moreau. Federico ve a un policía avanzar con su espada en la mano sobre un insurrecto, quien cae cae muerto. “Y Federico, boquiabierto, reconoce a Senecal”. Aquí hay un espacio en blanco, y sin la sombra de una transición, súbitamente la medida del tiempo torna de un cuartos de hora y se convierte en años y décadas (retomo las últimas palabras que he citado para mostrar este extraordinario cambio de velocidad que llega sin ninguna preparación) (…). Sin duda en Balzac podemos encontrar con frecuencia referencias como: “En 1817, Los Sechárd eran, etc...”. Pero en Balzac esos cambios de tiempo tienen un carácter activo o documental. Flaubert, sin embargo, es el primero en librar esos cambios de tiempo del parasitismo de las anécdotas y de los restos de la historia.” (Proust 1994: 79. Mi traducción)

Los cambios súbitos en la narración de Flaubert -que, como señala Carlo Ginsburg habla mucho de la propia escritura proustiana-, sin transiciones ni derivas y la consecuente generación del espacio en blanco, se encuentra en la escritura de la crítica que leeremos hoy en este dossier: los anacronismos de la ficción crítica, liberados de todo parasitismo y labrando nuevas historias. Digo, además, que en el conjunto de los artículos, esto es, tomados como corpus, se da lugar a la posibilidad flaubertiana de expresar espacios en blanco, por los distintos ritmos abiertos a actualizar el tiempo y el espacio donde la literatura sucede. Y porque se proponen, no como pedagogía, no como recetario, sino como experiencia vital, diseñar el interrogante que atraviesa la docencia universitaria de esta frágil materia que es el lenguaje, la literatura, la crítica.

Adriana Bocchino, Adrián Cangi, Isabel Quintana, Marcelo Topuzian, María Celia Vázquez: sus nombres revelan distintas generaciones, formaciones y trayectorias, pero también un marco previo común, el de los debates suscitados a lo largo de los últimos 30 años en un encuentro destinado a pensar la teoría, la crítica y sus prácticas. Los textos hablan de nuestro tiempo, del lugar del crítico en esta segunda década del siglo XXI aunque pareciera no ser la cuestión central en cada uno de ellos; hablan y reflexionan también pensando en la enseñanza de la teoría, de la crítica y de la literatura en los espacios de formación en los que nos encontramos. Y describen un mapa de interrogaciones comunes que ponen sobre la mesa los intereses, preocupaciones, exigencias y límites de lo que leemos, de lo que hemos leído y de cómo lo hemos estado haciendo una y otra vez.

Podríamos decir que Adriana Bocchino, en el recorrido que realiza por su lectura personal y profesional de Raymond Williams, enmarca la mirada de una generación de críticos argentinos que se vieron interpelados por el multifacético escritor galés y que esto llega hasta las nuevas lecturas críticas. Cuando Marcelo Topuzián dice “el mejor homenaje para un intelectual es seguir discutiendo sus ideas” se refiere justamente al necesario hiato de la crítica y de la teoría que las acerca o las hace ser una ficción de lectura: de Williams a David Lloyd y Paul Thomas y a la adopción de una mirada en cuanto a las relaciones entre la cultura, el estado y la sociedad en los estudios culturales tal como se presentan “explícita o implícitamente” en “una parte de la historia de la teoría y la crítica literarias en Argentina”. Con seguridad, la crítica y la teoría provocan, juntas, cierta periodicidad que reconstruiríamos en función de los debates que se suceden o se superponen en una historia bifurcada de sentidos posibles y horizontes inciertos. Es decir: en este campo, las preguntas devienen preguntas.

Por otra parte, sale el espacio en blanco y su cambio de velocidad flaubertiana en pensar algo fascinante de toda lectura: cómo leer lo que se dijo, lo que se imaginó a medias, lo que no se quiso decir pero que provocó un encuentro, un reconocimiento. María Celia Vázquez, tal vez inscribiéndose en la tradición del “estrabismo” en la crítica argentina puntualiza los dos ojos de Sebreli sobre Victoria: uno que fijó un sentido cuya persistencia todavía se manifiesta en cierto estereotipo victoriano vernáculo, y el que posibilita otras significaciones, que exceden la fijación, aún más allá del propio Sebreli, esto es, el Sebreli que puede entrever María Celia, con los ojos de un crítico formado en los noventa y que da curso a otras Victorias.

Esos cruces me hacen pensar en la maquinaria de la actividad crítica en Argentina y en Latinoamérica. Cuando decimos, ligeramente, que leemos cosas importadas, para otros contextos, me pregunto si no es al revés, que esta crítica criolla se hace así, mestiza, dislocada y disruptiva y si no forma parte de la ficción teórica de América Latina. Es en este sentido que cada artículo vuelve a pensar los hilos de una tradición crítica, que acá, con estos saberes mostrencos (Nicolás Rosa dixit) se va descentrando y repensando como linaje local de disímiles aristas y que, al mismo tiempo, las subjetividades, las afecciones, las identidades de la literatura, de la teoría y de la crítica portan la evanescencia como materia de un espacio en blanco. Así, un historiador francés, cuyo éxito en su época lo convirtió en un rock star, la misma época que lo hizo padecer y caer desde ese cielo, viene a nosotros, nos lo trae Isabel Quintana quien examina conjuntamente un dispositivo de ficción crítica, el Michelet de RolandBarthes y algunos hitos en la cinematografía de Greenaway. Un leve erotismo y un desborde oceánico sucede en esta lectura, en la que exquisitez y escatología juegan formas de pensar y formas de sentir la crítica. Asimismo, la construcción del objeto en torno a Barthes y al cine, nos lleva a la productividad siempre renovada de cómo Latinoamérica se permite ser una composición múltiple y cómo de algo unívoco surge la diversidad y la energía cromática de lo que Adrián Cangi denomina, finalmente, “singularidad crítica”. Cito a Cangi:

El joven Flaubert anotó “Escribir es empadronarse en el mundo, en sus prejuicios, en sus virtudes, y presentarlo en un libro”. La literatura habita en la vecindad de los murmullos de la existencia en los que la filosofía, política, ciencia, moral se vuelven posibles en la trama de lo escrito. Recorrer la gracia y la desgracia de la literatura es la insistencia vital de quien no abandona la escritura aunque percibe sus lagunas e incluso sus desastres.

La gracia y la desgracia de la crítica, también. Con sus nombres que quedan y sus nombres que pasan, este dossier es un modo de la memoria de los críticos y de las críticas a quienes tenemos en mente, recordamos y volvemos. Y con ellos, la “vecindad” de la crítica, la teoría con el pensar y, naturalmente, la literatura.

Referencias bibliográficas

Ginszburg, Carlo(2018). “Lo que es posible derivar de un espacio en blanco. Una reflexión de método entre Flaubert y Marc Bloch” en Cinco reflexiones sobre Marc Bloch. Rosario: Prohistoria. Traducción de Carlos Antonio Aguirre Rojas. [ Links ]

Proust, Marcel(1994). “A propósito do “Estilo” de Flaubert” enNasTrilhas da Crítica. San Pablo: EduspImaginário. Traducción del original francés de Plinio Augusto Coelho. Primera edición en francés, 1920. [ Links ]

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