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Pampa (Santa Fe)

versión On-line ISSN 2314-0208

Pampa  no.5 Santa Fe  2009

 

Familias migrantes bolivianas en el cinturón hortícola santafesino

María Alicia Serafino
Lic. en Antropología Sociocultural Facultad de Humanidades y Ciencias Universidad Nacional del Litoral
E-mail:  mserafino@fhuc.unl.edu.ar

Fecha de recepción: 30 | 03 | 2009
Fecha de aceptación: 04 | 06 | 2009

RESUMEN

El trabajo presentado aquí se basa en una investigación en curso que aborda una problemática de debate en la actualidad de las ciencias sociales. De manera amplia nos abocamos al estudio de los procesos migratorios que tienen como finalidad la búsqueda de nuevas oportunidades laborales en diferentes regiones. En forma particular, reconocemos dichos procesos en la migración de familias bolivianas que llegan a la ciudad de Santa Fe a trabajar en las quintas de producción hortícola que se ubican al norte de dicha ciudad.
Partiendo de tales ideas, plantearemos en este artículo algunas inquietudes analíticas sobre el abordaje de la inserción laboral de migrantes bolivianos que, desde casi cuatro décadas, se asientan en un barrio de quintas santafesino. Destacaremos aquellos procesos que permiten pensar el despliegue de redes como estrategias que expresan la permanencia de los trabajadores bolivianos en la zona.

Palabras clave: Migración boliviana; Inserción laboral; Mediería; Estrategias; Redes sociales.

SUMMARY

The piece of work here presented is based on an investigation which is currently being carried out. This investigation deals with a problem wich is being debated in today’s social sciences. Broadly, we study the migration processes which have as main aim the search for new work opportunities in different regions. Particularly, we study such processes in the migration of Bolivian families who arrive at the city of Santa Fe in order to work in the horticultural production fields which are located in the North of the city.
In this article we raise the issue of work insertion of Bolivian immigrants who, for almost four decades, have been settling in an horticultural fields neighbourhood of Santa Fe. We will highlight those processes wich allow to analise the spread of nets as a strategy that expresses the permanence of Bolivian workers in the zone.

Key words: Migration bolivian; Work insertion; Mediería; Strategy; Redes socials.

1. Introducción

La propuesta de este trabajo es acercar al lector a una de las problemáticas que a nivel mundial y nacional tiene hoy protagonismo. Nos estamos refiriendo a la cada vez más notoria movilidad de poblaciones en busca de oportunidades laborales fuera de su lugar de origen.
El fenómeno de la migración no es nuevo, siempre estuvo presente en todos los tiempos y en todo lugar, e incluso, en nuestro país, constituyó un apropiado recurso para el Estado de finales del siglo XIX para la población de las “desérticas” tierras argentinas y la posibilidad de introducir y extender en las mismas la civilización “deseada” para el territorio nacional.
Desde esa mirada particular que la antropología aporta, centraremos nuestros planteos en este debate general. Nuestro análisis radica en reconocer aquellos procesos que implican la inserción laboral de familias migrantes bolivianas en sectores de quintas que forman parte del cinturón hortícola que se extiende al norte de la ciudad de Santa Fe.
Es importante aclarar que en estas páginas presentaremos las primeras indagaciones de la investigación que actualmente estamos realizando.1 Es por ello que las mismas se reconocerán en un proceso dialéctico donde el abordaje teórico se lleva a cabo en una continua relación con las actuales informaciones que se obtienen del Trabajo de Campo.2
A los fines expositivos, el trabajo se organizó, primeramente, con un desarrollo breve de los procesos migratorios a lo largo del tiempo en nuestro país, destacando sus transformaciones acorde a los cambios económicos, políticos, sociales a nivel nacional y/o regional.
Luego, nos introduciremos en la problemática a tratar, haciendo hincapié en aquellos indicios que conducen a relacionar la migración de las familias bolivianas con diferentes vínculos que permiten la inserción laboral en las quintas del cinturón hortícola de la ciudad de Santa Fe.
Finalmente, se reconocerán otros procesos que nos aproximan a aquellos aspectos que atraviesan las relaciones laborales de las familias bolivianas en dicho contexto que se extienden a diferentes ámbitos y que hacen a su cotidianeidad.3

2. La inmigración en nuestro país, breve reseña histórica

Nos interesa explorar brevemente en la historia de nuestro país la introducción de flujos de inmigrantes a lo largo de los siglos y los cambios de población que se produjeron en estas corrientes. La importancia de indagar en las transformaciones de estos procesos migratorios nos permite orientar de modo complementario en un marco más amplio nuestro abordaje particular de la problemática analizada.
Como es sabido, la Argentina es un país de inmigración, a diferencia de los países con inmigración. A mediados y finales del siglo XIX la inmigración formó parte del proyecto de construcción de la Nación de las élites locales, y se dio inicio a largos períodos caracterizados por intensos flujos migratorios, la mayoría de ellos proveniente de Europa.
Los recién llegados tendrían un papel fundamental ya que iban a ser parte del Estado Nacional Moderno (Grimson, 1999). Este protagonismo de los inmigrantes europeos implicaba la implementación en el país de un proyecto de progreso, construido sobre la base de una identidad nacional.
Al respecto es importante señalar, tal como lo analiza Devoto (2003) que a partir de este momento empiezan también a desplegarse diversas conceptualizaciones que intentan definir qué se entiende por inmigrante. Particularmente, en la Argentina nociones como “extranjeros”, “viajeros”, “pasajeros” fueron las más usadas para definir a aquellas personas que llegaban desde el exterior.
Principalmente en el período que comprende las últimas décadas del siglo XIX (momento de lo que se conoce como la inmigración de masas de europeos) hasta la Primera Guerra Mundial, inmigrantes eran:

“los europeos más o menos pobres, campesinos, varones, mayoritariamente analfabetos, que arribaban a nuestro país para ‘hacer la América’, en su propia perspectiva, y para poblar el desierto, en la perspectiva de las elites argentinas. Cuanto mayor fuese esa capacidad de trabajo, principal virtud que se les asignaba, mayor será también su valor”.

Dicha definición, desde el momento en que fue pensada (y su perdurabilidad en el pensamiento y obrar de las elites argentinas), presenta una importante connotación positiva basada principalmente en aquellos rasgos que denoten su origen europeo y agrario, sin embargo, como abordaremos más adelante, a medida que transcurrían acontecimientos políticos, económicos y sociales a nivel nacional e internacional fue transformándose y adquiriendo nuevos rasgos, lo que hizo cada más compleja su interpretación.
Continuando con este breve abordaje de la historia de los inmigrantes en
nuestro país, y volviendo a este proceso de formación de la Argentina moderna, se puede afirmar que en este período se concretaban todas las acciones desde el gobierno para consolidar de manera abierta la nueva política sobre inmigración y población del territorio; este último aspecto era considerado por el Estado una de las necesidades principales a cubrir, ya que justamente las desiertas regiones del país eran vistas como motivo de atraso e inestabilidad política.
El fomento de la agricultura, a través de los convenios y contratos de colonización llevados a cabo por el gobierno y particulares fue el principal accionar para cumplir con dicho objetivo.
A partir de ese momento, la idea de inmigrante adquirió una formulación más compleja y abarcadora que puede ser observada concretamente en la Constitución de 1853 y en la Ley de Inmigración de 1876. En el caso particular de dicha ley, claramente se puede reconocer una definición de inmigrante que se encontraba asociada a aquellos beneficios que el Estado nacional podía otorgar.
La historia de nuestro país en materia de inmigraciones nos demuestra cómo a través de diferentes procedimientos se establecía una clara política migratoria que facilitaba directamente el vínculo del inmigrante trasatlántico con el recurso prometido: la tierra.
Por otro lado, el aporte “civilizatorio” de estos hombres europeos permitiría reorganizar una nueva sociedad:

“La inmigración debía poblar el desierto y la colonización agrícola debía construir la sociabilidad argentina que la extensión y el despoblamiento hacía inexistente. En ella los inmigrantes eran los actores de un cambio, pero no principalmente en su condición de portadores de una cultura especial, en sentido amplio, sino en tanto ellos serían los brazos de una agricultura cuyo poder de transformaciones sería extraordinario, ya que eliminaría al desierto y sus  productos  sociales  y  políticos.  (Devoto,  2003)

Adentrado el siglo XX, y pasado el auge de las inmigraciones europeas, comienza a ser cada vez más notoria la presencia de inmigrantes provenientes de países vecinos. Sin embargo, es importante aclarar, tal como lo señala Benencia (2003), que los flujos de inmigrantes de Bolivia, Paraguay, Chile, Brasil, Uruguay hacia nuestro país fueron notorios con anterioridad al comienzo del siglo; la escasez de información oficial (censos nacionales, provinciales) sobre los mismos impide afirmar con certeza datos sobre su presencia.4
Además debemos indicar que hasta las décadas del 1940-1950 aproximadamente la migración limítrofe tiene un papel de complemento de la migración interna. Es a partir
de 1960 que la mayoría de los migrantes limítrofes comienza a concentrarse en regiones particulares de nuestro país fortaleciendo algunos sectores de mercados de trabajos.
Como característica principal, la migración de países lindantes hacia la Argentina responde a la escasez de mano de obra en el sector primario de las economías fronterizas.
La inserción laboral de la mayoría de los recién llegados radicaba en puestos relacionados con actividades agrícolas, y éstos eran generalmente temporales. Tal situación permitía a los migrantes retornar, luego de finalizado el trabajo, a su tierra o trasladarse a otros puntos del país en busca de otras alternativas económicas.
Es importante señalar que la atracción de los sectores informales del mercado laboral (fronterizo) argentino por sí sola no explica la dinámica de dicha migración; es necesario reconocer también aquellas causas que son generadoras de expulsión de su país de origen: la parcelación de la tierra, presión demográfica y crisis económicas y políticas.
Nuestro país es considerado por los migrantes limítrofes en determinados momentos como una de las tantas posibilidades que pueden presentarse dentro del circuito de estrategias para ganarse la vida que despliegan estas poblaciones, sea dentro de las regiones de su propio país como fuera de éstas:

“El costo de oportunidad de acceder a un trabajo es uno de los motores que movilizan a estas poblaciones. De la misma manera que se produce el ingreso, el migrante puede volver a salir, y eventualmente lo hace en su propio país o en otro. Y así puede recorrer este circuito las veces que lo crea conveniente, según las oportunidades que se le presenten”. (Benencia, 2003)

Entre 1930 y 1970 (período de sustitución de importaciones), la migración de países vecinos  influyó  considerablemente  en  la  expansión  de  las  economías  regionales y respondía a la demanda creciente de mano de obra en tareas relacionadas a la cosecha de determinados cultivos.
En esta época, la mayoría de la población migrante boliviana se estableció en las provincias de Salta y Jujuy, concentrándose laboralmente y de manera temporal en el cultivo de la caña de azúcar.
Con el paso del tiempo, la demanda de mano de obra de recolección de cultivos en diferentes regiones del país se hizo extensiva a todo el año, los diferentes flujos migratorios fronterizos comenzaron a cubrir los diversos ciclos agrícolas de modo permanente. Volviendo a citar al autor mencionado, este proceso implicaba un reemplazo de mano de obra nativa, lo que fue revertido a mediados de la década de los ’60. La demanda de trabajo migrante pasó a crecer muy lentamente con relación a períodos anteriores, principalmente en los sectores productivos. De esta manera, la inmigración permanente de mano de obra migrante en dichas regiones pasó a cumplir una función mucho más residual, ya que, por un lado, se la requería en menor proporción y, por otro, su inserción laboral dependía del comportamiento de la migración interna.

Es importante también señalar que otros factores, como, por ejemplo, la mecanización de la caña de azúcar y la caída de los precios en la producción de la misma atenuaron el auge de la contratación de una mano de obra boliviana en el norte del país, motivo que condujo a la mayoría de esta población limítrofe a encontrar oportunidades laborales en otros puntos del interio. Esta situación no fue sólo propia de los migrantes bolivianos; paraguayos, chilenos, uruguayos se desplazaron hacia otras provincias hasta concentrarse en los grandes centros urbanos de la Argentina.
Dichos movimientos se convirtieron en un aprendizaje para la emigración de larga duración y distancia; así la migración transfronteriza, dada su proximidad, era considerada como proceso de movilidad interna. Al trasladarse a zonas urbanizadas, se ampliaban a los migrantes limítrofes las opciones de trabajo en diferentes sectores del mercado laboral.
Centrándonos particularmente en el caso que nos interesa abordar, la mayoría de los migrantes bolivianos que se encuentran presente en Argentina proviene de aquellas regiones más cercanas a las fronteras argentinas o al radio de influencia de éstas.
Marshall y Orlasnsky (1980) analizan comparativamente aquellas condiciones que implicaron en el período 1970-1976 la expulsión de población, en Bolivia, Chile y Paraguay, que llevaron adelante procesos migratorios hacia nuestro país. Dichas autoras afirman que los procesos de emigración boliviana se caracterizaron por el predominio de relaciones sociales de naturaleza servil en el sector rural con sujeción de la fuerza de trabajo a la tierra. Este proceso, a diferencia de lo sucedido en los otros países estudiados, ha implicado cierto impedimento de movilidad de fuerza de trabajo hasta 1950.
A partir de mediados de la década del ’60, la mayor parte de los migrantes bolivianos proviene de las regiones de Potosí, Tarija, Cochabamba, La Paz y Santa Cruz, entre las principales zonas. Dichas poblaciones ocupan en el mercado laboral argentino los sectores de mayor precarización: trabajo a destajo, baja calificación y remuneración.
Esa situación estipula también ciertos movimientos de circularidad de mano de obra que se vinculan a lo que nosotros entendemos como redes sociales que se extienden no sólo en la zona elegida para trabajar sino también en aquellas regiones demandantes a nivel nacional.
La consolidación de las denominadas redes sociales dinamiza de alguna manera los flujos migratorios, ya que entran en juego informaciones, contactos, datos que circulan y amortiguan aquellos agregados que acompañan al proceso migratorio (desde cuestiones económicas, como gastos de traslados, vivienda, comida, hasta emocionales, como hospedarse en casas de familiares que migraron hace muchos años a la Argentina.
Por otro lado, para algunos autores, Benencia por ejemplo, la incorporación de mano de obra migrante en determinados sectores del mercado laboral de algunas colectividades, como la boliviana, indicaría cierta afinidad con trayectorias de migrantes pioneros que abrieron camino a posteriori para el trabajo en determinadas actividades
o especialización que en algunos casos se encuentran circunscriptas a regiones particulares o territorios geográficos.
En este sentido, Sassen (2007)5 reconoce que

“los lazos étnicos entre las comunidades de origen y las comunidades de inmigrantes de los países receptores, que suelen materializarse en la formación de familias transnacionales o de estructuras de parentesco ampliado, constituyen elementos fundamentales una vez que existe un flujo migratorio, pues garantizan su reproducción en  el  tiempo.  (…)  “Tanto  los  lazos  étnicos  como los constituidos por los mecanismos de contratación suelen operar dentro de los espacios transnacionales más amplios constituidos por los procesos neocoloniales y/o la internacionalización económica”.

Generalmente la inserción laboral de los trabajadores migrantes bolivianos se lleva a cabo en mercados que requieren de una mano de obra precarizada, con muy bajas remuneraciones que excepcionalmente ofrecen posibilidades de ascenso económico, encontrándose a expensas y abusos de sus empleadores sin reconocérseles en la mayoría de los casos las cargas sociales o aquellos beneficios que establecen las leyes vigentes para los trabajadores (Sassen, 2007).
En el apartado siguiente expondremos brevemente los modos de inserción laboral de las familias bolivianas que se encuentran trabajando en los sectores del cinturón hortícola santafesino.

3. El trabajo en las quintas de las familias bolivianas

Es importante detenernos en aquellas características que hacen al contexto de análisis, ya que nos permite relacionar este particular sector a aquellos otros en donde de manera general confluye una serie de factores que inciden en la problemáticas abordada.
Partimos de considerar a este sector hortícola como un cinturón rural-urbano. Dicho concepto nos permite pensar la región de estudio como un continuum compartimiento de socialización rural-urbana, y pese a la cercanía con la ciudad perduran en estos sectores las actividades hortícolas con asentamiento de poca densidad poblacional, con una especialización de servicios acorde a la misma, donde juegan un papel importante los factores étnicos-culturales (Attaderno 2004, Ringuelet, 1997).

La explotación de la tierra en medianas hectáreas (quintas) junto con la diversidad de los cultivos (verduras de hojas, crucíferas, hortalizas de estación), el uso de tecnología rudimentaria y el empleo de mano de obra para trabajo intensivo son otras particularidades que identifican a este sector hortícola santafesino.
Destacaremos el último de estos aspectos para el abordaje de nuestro análisis, ya que nos conduce específicamente a los modos de inserción laboral de los migrantes bolivianos a través de lo que se denomina mediería.
La mediería es un contrato de tipo asociativo entre dos partes: una de las partes aporta mano de obra (migrantes bolivianos) mientras que la otra proporciona la tierra y el capital necesario para llevar a adelante la producción (horticultor). Dicha relación establece también el hecho de compartir (en porcentaje) los gastos de explotación y mantenimiento de la tierra, de los riesgos que puedan ocasionarse (por ejemplo: pérdidas de la cosecha) como también las ganancias obtenidas de las ventas de las hortalizas.
Es importante aclarar que en esta contratación no se configura una relación de patronazgo, como en los sectores campesinos, sino que se trata más bien de relaciones personalizadas en las que el propietario de la quinta tiene más ventajas y autoridad en las decisiones que hacen a la producción y comercialización de las hortalizas. La mediería puede ser entonces definida no sólo como un sistema con participación de producto sino también como una forma de trabajo, en tanto el núcleo familiar del mediero tiene un papel importante en la reproducción laboral y social del sector hortícola.
Para el propietario de la quinta, la familia mediera es un recurso necesario para continuar con la explotación de la tierra, sobre todo en estás últimas décadas, cuando la situación económica actual del sector atraviesa una intensa crisis.
Numerosos trabajos (Ringuelet, 2000; Selis, 2000; Attaderno, 2004; Tenencia, 1994; 1997; 2006) afirman que a partir de los ’90 en la mayoría de los cinturones hortícolas del país comenzó a sucederse una serie de transformaciones (expansión de la producción, incorporación de tecnología, nuevos hábitos de consumo, nuevas formas de distribución) que generan nuevos procesos causantes de profundas diferenciaciones entre los propietarios de la tierra.
Particularmente, Benencia (1994), al analizar estos cambios en el cinturón hortícola bonaerense, destaca la presencia sobresaliente de dos tipos de productores hortícolas: 1) los horticultores familiares: grupo que se caracteriza por ser el que más ha padecido el proceso de descapitalización de la tierra. Con la intención, según el autor, de mantener su situación de inestabilidad apelan a “estrategia de resistencia”; 2) los horticultores empresarios: a diferencia del primer grupo, pero reconociendo su origen de horticultor familiar, este sector se caracteriza por el despliegue de “estrategias de expansión flexible” (incorporación de nuevas tecnologías, innovación en determinados tipos de cultivos).
Considerando esta distinción entre productores y volcando nuestra mirada al cin
turón rural-urbano santafesino, podemos destacar en proporción cuantitativa un grupo mayoritario de “horticultores familiares”.6
Algunos indicadores nos pueden orientar en la explicación de la gran notoriedad de este tipo de productores y en las características generales del sector en estudio:7

  • La mayoría de los quinteros trabajan en la actividad desde hace 50, 30 años, lo que demuestra una falta de recambio generacional y una ausencia de una línea sucesoria. Los más jóvenes de estas familias propietarias buscan otras oportunidades fuera de las quintas tanto laborales como profesionales.
  • Relativo trabajo de asociación o alianzas entre los propietario para la extensión de mayor explotación de las tierras.
  • Escasa incorporación de tecnología tanto para la producción como para la calidad de las hortalizas.
  • Ausencia de un sistema de comercialización eficiente y creciente.
  • Pérdida de la paridad cambiaria con relación al dólar y el consecuente encarecimiento de los principales insumos de producción,
  • Incremento en el nivel de endeudamiento de los productores
  • Indefinición en la situación legal de la mano de obra.
  • Incremento en el tamaño promedio de las explotaciones.
  • Aumento en la mecanización de las labores primarias
  • Inundación provocada por el desborde del río Salado que afectó a más del 90% de los cultivos.

El Cinturón Verde de la ciudad de Santa Fe se sitúa en el departamento La Capital, actualmente la extensión del sector abarca aproximadamente 3000 hectáreas que se distribuyen en las localidades de Santo Tomé, Chaco Chico, Ángel Gallardo, Monte Vera, Campo Crespo, Recreo y Candioti (ver Figura 1).

Figura 1
Ubicación geográfica del Cinturón Verde de Santa Fe destacado en gris oscuro.

Fuente: Favaro, Juan Carlos (2006): “Producción de hortalizas en la zona de Santa Fe”, publicación de la EEA Bella Vista, Serie Técnica Nº 18.

Como indicamos, la superficie en producción ha sufrido una importante disminución, si se consideran las 3500 hectáreas en producción existente hace 25 años (Sclaglia et al., 1985). En el año 2004 las tierras a trabajar fueron un 50% menor a dicha proporción, con una fuerte declinación principalmente durante los últimos cinco años agravada por la inundación del río Salado en 2003, y la misma afectó a más de 1700 has hortícolas, profundizando en muchos casos la delicada situación financiera de algunos productores.
En la actualidad, la zona en general posee 248 explotaciones hortícolas, con el 23% de los productores que trabaja menos de 5 has, lo que representa un 8% de la superficie hortícola en la región (Favaro, 2006).
Estos números indican la baja rentabilidad de las producciones hortícolas que se traslada a bajos precios en la venta final de las hortalizas en el mercado local. Otros factores entran en juego en estos tiempos y explicarían la disminución de las áreas sembradas, los mismos tienen que ver con la diversificación de cultivos extensivos como la soja. De los cultivos principales de la zona, como el tomate, apio, chaucha, sólo el primero
sigue siendo el de mayor productividad, aunque también sufrió por los factores arriba mencionados una baja considerada y en algunas quintas del sector fue reemplazado por hortalizas que permiten una mayor producción en superficie a un menor costo (brócoli, lechuga).
La notable declinación en el cultivo del tomate también se debió principalmente a la fuerte competencia con otros cinturones hortícolas, principalmente de Corrientes y Buenos Aires, desvalorizándose en la producción de la zona por no contar con tecnología que permita comercializar dicho cultivo en otros mercados en diferentes períodos del año.
En tales condiciones, el pequeño productor (u horticultor familiar) recurre a medios que permitan la permanencia en el sector. La mediería es, entonces, en esta zona ese acuerdo que cumple con dicha intención. El migrante boliviano, como mediero, compartirá los gastos y la minimización de los riesgos de la explotación de la tierra.
Coincidimos con Benencia (1994) cuando afirma:

“La mediería en horticultura es una forma laboral donde se asocia íntimamente trabajo precario y migración limítrofe, en la que la figura del mediero resulta sumamente funcional a los patrones quinteros en las circunstancias actuales de la horticultura”.

Por otro lado, es importante reconocer también en este abordaje la participación en el trabajo en las quintas de la mayoría de los integrantes de la familia del mediero boliviano. La importancia de la contratación de la familia mediera radica en la fuerza de trabajo que pueden ofrecer, necesaria para la producción de determinado cultivo en una unidad de tierra establecida por el dueño de la quinta. En virtud de esta afirmación, resulta pertinente explicitar el modo en que entenderemos la noción de familia.
Partimos de considerar para este trabajo a la familia mediera como una unidad domestica, ya que, tal como lo afirma Gutiérrez (2004), puede ser entendida como un tipo de organización social cuya base está socialmente definida como familiar, y son sus funciones específicas: la reproducción biológica, la preservación de la vida, el cumplimiento de todas aquellas prácticas económicas y no económicas indispensables para la optimización de sus condiciones materiales y no materiales de existencia (Torrado, 1982, en Gutiérrez, 2004:97).
Nos interesa destacar en la definición de Torrado, la última de las funciones que se le otorga a la familia, pensando en nuestro trabajo, intentaremos reconocer en la unidad doméstica migrante aquellas prácticas que acompañan y permiten el migrar de estas familias al barrio como así también la cotidianeidad de sus vidas en esta zona elegida como destino.
Por el momento plantearemos aquellos aspectos que hacen a su trabajo en las quintas. Si bien cada familia migrante se organiza en torno a las actividades desarrolladas en las mismas en épocas de mayor actividades (por ejemplo: cosechas,
siembra, embalajes de hortalizas) acorde a los tiempos y conveniencia establecidos para la venta de los productos ante la demanda comercial, la duración de la jornada laboral no se ajusta a límites precisos. Comienzan sus tareas muy temprano a la mañana continuando hasta altas horas de la tarde.
Los hombres son los que realizan el trabajo más intenso, destacándose aquellas tareas que hacen, por ejemplo, al manejo del tractor (si se posee ese medio), al desmalezamiento. Las mujeres y los hijos del grupo doméstico (niños y/o adolescentes) acompañan en estos trabajos, principalmente, como ya mencionamos, en aquellos períodos donde se necesita mayo mano de obra.
Dichos motivos explican de alguna manera como al momento de la contratación de una familia el propietario de la quinta tiene en cuenta la cantidad de personas que forman el grupo domestico y quien de ellos está en condiciones (principalmente acorde a la edad) de trabajar.
En el caso particular de los hijos, si los mismos están en edad de colaborar en las tareas hortícolas prácticamente trabajan a la par de los mayores, si son pequeños (edades 2, 3, 4 años, por ejemplo) acompañan a sus familiares a las quintas.
Como ya planteamos en páginas anteriores, el pago a la familia mediera boliviana se establece a porcentaje, según la distribución de los gastos y las ganancias obtenidas. Este último aspecto es de alguna manera determinante al momento del pago, ya que dada la fuerte competencia en los mercados santafesinos de productos provenientes de otros puntos de la zona o del país, la producción de las quintas se ajusta a la misma, tendiendo a ser vendidas a un precio que muchas veces no reditúa las ganancias esperadas.
Por otro lado, la comercialización de las hortalizas puede llevarse a cabo de dos maneras distintas: 1) la más habitual: se consigna la mercadería a un intermediario que la vende a un determinado mercado, cobrando una comisión sobre la venta; 2) el propietario de la quinta realiza la venta de las hortalizas directamente al mercado de abasto (de Santa Fe o de regiones cercanas) o en supermercados de la zona (venta directa).
La primera de estas opciones, además de ser la más recurrente, es la más conflictiva para la relación propietario-familia mediera. Al depender de un tercero la localización de las hortalizas en el mercado, el productor no puede realizar directamente el seguimiento de los precios de las hortalizas.
Podemos afirmar que esta situación es otra de las causas por las cuales la figura de los medieros bolivianos es funcional a este tipo de explotaciones hortícolas. El propietario familiar acarrea las pérdidas de la intermediación comercial al porcentaje que le brinda la mano de obra. Al reservarse para sí la gestión y el control de la venta de las hortalizas el dueño de la quinta puede llegar a producir algunos mecanismos de lo que es víctima: por ejemplo, ocultar el valor real de la venta, ya que el mediero tampoco puede identificar su propia mercancía o, como sucede en la mayoría de los casos, según el autor, no mostrar las boletas y pagar según “lo que dice que cobró”.

Los recursos básicos esenciales que se destacan en este medio como la tierra, el capital y la fuerza de trabajo, conformarán en las familias medieras bolivianas la reproducción y organización laboral de sus integrantes.
Es necesario también señalar la participación en la explotación hortícola de trabajadores temporales que llegan a las quintas de la zona principalmente en las etapas finales del ciclo hortícola. Brevemente podemos afirmar que el origen de la mayoría de ellos se encuentra en las provincias vecinas a la de Santa Fe (Santiago del Estero, Chaco) como también de Bolivia.
En el caso de los migrantes santiagueños, chaqueños, su presencia se debe al hecho de haber trabajado en temporadas anteriores, situación que le permite acceder con mayor facilidad a las tareas que la quinta requiere.
En tanto, los que llegan de Bolivia saben de la demanda de mano de obra debido a la circulación de información de parientes y/o amigos que trabajan en lugar.
Esta posibilidad de acceder a un trabajo de “ante mano” implica otras cuestiones que, a diferencia de los migrantes que provienen del interior del país, se encuentran garantizadas mientras dure su estadía en el barrio, por ejemplo: alojamiento, comida.
Particularmente estamos haciendo referencia a la continuidad de los vínculos de las familias bolivianas con sus parientes y/o amigos en su lugar de origen, lazos que consideramos no sólo tienen que ver con la persistencia afectiva sino que también serán principalmente una vía posible de inserción laboral en la región elegida por aquellos que llegaron por primera vez.
De esta manera, entendemos a los diferentes mecanismos sociales que acompañan al migrar de las familias bolivianas como redes sociales. Las mismas reproducen a su vez los ciclos migratorios a través de varias generaciones que “encadenan un conjunto de contactos y lazos entre los agentes sociales y entre el país de origen y el de destino”.
Es relevante indicar asimismo que será la familia mediera la encargada de realizar la contratación de esta mano de obra temporal. Por otra parte, esta prematura y temporaria incorporación al trabajo en las quintas le permitirá a los peones bolivianos, pasado un plazo considerado, iniciar su inserción laboral a través de la relación de mediería en propiedades hortícolas de la zona o en otros puntos del cinturón hortícola.
Los procesos presentados en este trabajo intentan expresar el vínculo contractual que se establece entre los productores y los migrantes bolivianos. El mismo se encuentra atravesado por múltiples factores que no sólo contemplan el comienzo y la finalización de la producción sino que también incumben ciertas formas de circulación de mano de obra, permanente o temporal.
Compartimos la idea que Gutiérrez toma de Lomnitz y Ramos (1978; 1979), quienes afirman que las estrategias de las unidades domésticas ubicadas en situaciones de precariedad se caracterizan por el desarrollo de participación en redes de bienes y servicios, que se presentan como recursos alternativos decisivos a la inseguridad y la precariedad de los otros recursos accesibles.

Estos tipos de redes no son más que relaciones informales establecidas entre parientes, amigos, vecinos cuya intención es la de intercambiar aquellos bienes o servicios que hacen a la organización diaria de las familias participantes.
El intercambio entre los miembros de las redes sociales abarca desde información para migrar, para buscar nuevas oportunidades laborales, de residencia, orientación-contención para el recién llegado que no conoce el nuevo lugar; asistencia laboral,préstamos, puede ser en este caso en dinero, comida, etc.; servicios, por ejemplo, alojamiento, ayuda en la construcción de la vivienda, cuidado de los niños, etcétera.
Con relación a nuestro trabajo estamos planteando que las familias medieras bolivianas despliegan lo que consideramos redes sociales que se vinculan a un escenario social constituido en un lugar de separación y también de asentamiento de diversos grupos de migrantes que en busca de mejores trabajos llegan a la zona.
Se trata entonces de unidades domésticas que al continuar los vínculos con sus regiones de origen ponen en juego una serie de relaciones que trasciende la dinámica interna de las mismas, generando interrelaciones extrafamiliares que no necesariamente se limitan al contexto local.
Es por ello que entendemos a la noción de estrategias tal como la define Bourdieu (1988): estrategias de reproducción social. Analizada por Gutiérrez, comprende el

“conjunto de prácticas fenomenalmente muy diferentes, por medio de las cuales los individuos y las familias tienden, de manera consciente o inconsciente, a conservar o a aumentar su patrimonio y correlativamente mantener o mejorar su posición en la estructura de las relaciones de clase”.

Desde esta perspectiva, compartimos con los autores la idea de que las estrategias de reproducción no se reducen al estudio de las prácticas que tienden a la mera repetición de las condiciones objetivas de vida, sino, por el contrario, con dicho término se amplía todo margen de autonomía y creatividad, siendo el agente social, ante las nuevas situaciones en las que se enfrenta el productor de sus prácticas (como inventor e improvisador).
La diversificación de estrategias de reproducción social puede ser abordada en diferentes contextos (familiar, redes sociales) que, junto a la incidencia de diversos factores ligados a distintas especies de capital (social, económico, simbólico, cultural), permitirán la implementación y el desarrollo de sus distintas prácticas.

4. La construcción de estrategias de inserción laboral

Dicho análisis nos lleva a relacionar la noción de inmigrante con la de trabajador.El proceso migratorio, independientemente del contexto que se estudie y la definición que se aplique, asegura Devoto remitirá siempre a trabajadores libres, engañados a veces, obligados por las circunstancias otras, pero que ejercitan un acto de voluntad. Los inmigrantes no deciden de un día para otro emigrar hacia otros países en busca de un mercado laboral, generalmente, dicha acción está relacionada a las experiencias de personas que se vinculan a ellos y que permiten hacerles camino en el nuevo destino.
También debemos reconocer que, si bien un inmigrante puede partir solitariamente, la mayoría de las veces, y luego de un tiempo prolongado (cuando él puede ya estar trabajando y asentado en un lugar “fijo”), acerca al nuevo contexto a su familia (o parte de ella).
La decisión de emigrar debe contemplarse independientemente de la concepción del homo economicus si se quiere entender aquellos aspectos que hacen a la toma de decisión en el marco de específicas formas de relaciones familiares:

“Las opciones que se le presentan a una familia –o al jefe de una familia– son múltiples y, según la que adopte, podrá verse orientado a valorizar distintas y alternativas condiciones existentes en los posibles lugares de destino de los que tiene información y potencial ayuda (suponiendo que sean más de uno). Esas decisiones, con todo, también están orientadas por la costumbre, aquello que llamamos a falta de expresión  mejor,  una  específica  cultura  migratoria, que no es más que la reproducción de relación social a través del  tiempo. También en muchos casos por la premura que genera una específica coyuntura económica en la que se produce la migración. (Devoto, 2003)

De esta manera, los inmigrantes (bolivianos) pasan a ocupar posiciones a partir de la inserción como mano de obra en espacios dónde las necesidades del mercado de trabajo son circunstanciales. El inmigrante suele ser reconocido como un “ser provisorio”, aunque este carácter de “provisoriedad” dure varias décadas y se perpetúe a través de generaciones.
En el nuevo espacio de inserción, los inmigrantes son considerados “extranjeros”, de allí que la idea de retorno esté siempre presente en la manutención de lazos familiares duraderos, con los vecinos y con la comunidad originaria.
Sayad (1998) afirma que en estas situaciones son los propios inmigrantes interesados en “convencerse” de que su condición es temporal. Así se le niega todo el derecho a reconocer su presencia como permanente. El inmigrante existe para ella más que en la modalidad de provisorio continuo, particularidad que puede extenderse a una presencia apenas tolerada (por más antigua que sea esta tolerancia).
Sabemos muy bien que el sentido de pertenencia a un territorio determinado y definido en relación con “otros” se consolida con la constitución del Estado moderno, el cual se encargará de clasificar, definir a aquellos ciudadanos que gozarán de los derechos que les son propios y distanciará de los beneficios de los mismos a los “extranjeros”.
La complejidad del tema exigirá un mayor análisis que en este trabajo consideramos
no pertinente desarrollar; sólo intentamos acercarnos con dichas afirmaciones a la asociación que existe en torno a pensar el “lugar” que el inmigrante considera que tiene en el proceso emigración-inmigración y el que la sociedad de inmigración le otorga.
Coincidimos con Archenti y Ringuelet (1997:108) cuando afirman:

“Las relaciones entre las minorías migrantes (internamente diferenciadas) y la mayoría autóctona (internamente diferenciadas a su vez), deben comprenderse formando parte de un campo dinámico de interacción, que refleje tanto el nivel de las prácticas derivadas de las “condiciones objetivas” como el de las representaciones con que dichas prácticas son construidas simbólicamente por los grupos sociales”.

Por último, entendemos, tal como sostiene Sayad, a la inmigración como “un hecho social total” que revelan los fundamentos antropológicos y políticos de las sociedades contemporáneas, estos procesos implican “estar ausente” de la localidad, de la familia, de los padres y de las redes de inserción laboral anteriores para inscribirse luego en la “otra ausencia”, aquella de la posición de liminaridad marcada por la nueva condición de “extranjero”.
El inmigrante solo existe en la sociedad que así lo denomina, a partir del momento en que atraviesa sus fronteras y pisa su territorio. El inmigrante “nace” en ese día en que la sociedad (de destino) lo recibe. Ésta se arroga el derecho de desconocer todo lo que antecede a ese momento, a ese nacimiento. Situación que no es más que otra versión del etnocentrismo: solo se conoce lo que interese conocer, se entiende lo que se precisa entender.
Pero también, se debe reconocer que el inmigrante es primero un emigrante. El autor entiende a estas dos dimensiones de este mismo fenómeno como proceso de: emigración-inmigración. Dicho proceso implicaría que un mismo conjunto de condiciones sociales puede crear en un momento de la historia del proceso (o de la historia de un grupo en particular) una forma singular de emigración, es decir, una clase particular de emigrantes que mantienen un modo particular de relacionarse con su país. Estos emigrantes resultan en un segundo momento una clase particular de inmigrantes, ya que dicha condición se traduce reconociendo la relación de éste con la sociedad de inmigración, estableciendo de esta manera una nueva categoría de emigrante y de inmigrante.
La inmigración es en primer lugar un desplazamiento de personas en el espacio físico pero también es un espacio caracterizado como social, económico, política y cultural. Los procesos de inmigración producen una “doble ausencia” y sólo son asibles en la doble especificidad del eje emigración-inmigración.
Desde esta visión que concordamos, el estudio de procesos migratorios deben ser considerados desde el análisis de las condiciones que llevan a la emigración hasta las formas de inserción de los inmigrantes en la zona dónde pasan a residir. Por eso constituyen la categoría de emigrantes (de allí) y se tornan inmigrantes (aquí)

5. A modo de cierre

Los inmigrantes bolivianos pasan a ocupar posiciones a partir de la inserción como fuerza de trabajo en espacios dónde las necesidades del mercado de trabajo son circunstanciales, de este modo el inmigrante suele ser considerado un “ser provisorio”, aunque este carácter de “provisoriedad” dure varias décadas y se perpetúe a través de generaciones. En el nuevo espacio de inserción, los inmigrantes son considerados “extranjeros”, de allí que la idea de retorno esté siempre presente en la manutención de lazos familiares duraderos, con los vecinos y con la comunidad originaria.
En el caso de nuestro referente de análisis, los contactos con los lugares de origen no sólo tienen como finalidad perpetuar lazos afectivos, sino que van constituyendo sistemas eficaces de circulación de información que permiten que otros familiares generen disposiciones a migrar a al zona para trabajar por espacios de tiempo determinados.
Al indagar sobre la construcción de redes sociales de las familias medieras bolivianas como estrategia de inserción laboral en la zona norte de la ciudad de Santa Fe estamos intentando también dar cuenta de una de las problemáticas más reinantes en la actualidad, atravesada por diversos factores que complejizan su abordaje y que acercan a la antropología para su indagación.
Al mismo tiempo, el estudio de estos procesos debe esforzarse por construir un análisis que no circunscriba el referente de estudio a un “mundo cerrado”, con sus propias lógicas y especificidades. En un sentido amplio, nuestra investigación también remite a las problemáticas vinculadas a la diversidad cultural que deben considerarse en el marco del proceso de globalización, y, si bien se encuentran insertas en el mismo, responden a procesos históricos particulares (culturales, sociales, económicos) tanto de Bolivia como de Argentina.
Intentamos entonces dar cuenta de nuestro acercamiento al tema mediante el análisis de aquellas investigaciones que en la actualidad se interesan por los procesos inmigratorios en Argentina, destacando particularmente aquellos estudios dedicados al análisis de la inserción laboral de comunidades de migrantes de países vecinos, delimitando su abordaje a la población boliviana.

Notas

1Investigación para tesis doctoral, actualmente realizándola en la Facultad de Humanidades y Arte, Universidad Nacional de Rosario.

2Entre las técnicas de investigación utilizadas se privilegian aquellas que en conjunto implican un abordaje cualitativo: observación participante, entrevistas en profundidad, estructuradas y abiertas. Es importante también aclarar que no se descarta el uso de métodos cuantitativos en la medida en que contribuyan a una triangulación metodológica en la recolección de datos.

3Las ideas presentadas para desarrollar estos apartados fueron trabajadas pro la autora en los capítulos de la tesina de grado: “Con las manos en la tierra: familias de inmigrantes bolivianos en las quintas de un barrio al norte de la ciudad de Santa Fe”, Lic. en Antropología con orientación socio-cultural, Escuela de Antropología, Facultad de Humanidades y Arte, Universidad Nacional de Rosario, 2004.

4Es apropiado destacar, tal como lo menciona Mariela Ceva (2006:17), que (pese a la dificultad de contar con fuentes precisas, documentos) la presencia de migrantes limítrofes puede registrarse notoriamente durante período 1865-1914 en las áreas de fronteras.

5Cito en Benencia, (2008). Migrantes bolivianos en la periferia de ciudades argentinas: procesos y mecanismos tendientes a la conformación de territorios productivos y mercados de trabajo, en Novik (2008).

6Según una encuesta llevada a cabo en el año 2002 el INTA Rafaela y la Facultad Regional de la UTN, en este cinturón hortícola, el 78% de las explotaciones de hortalizas pertenece al dueño de las tierras y a sus familiares, destacándose también que el 67% de los productores posee menos de la media de 17 haa. Fuente: El Cronista Regional, Ministerio de Agricultura y Comercio de la Provincia de la Santa Fe (2002:1).

7Dicha caracterización se confeccionó reconociendo las particularidades de estos productores señaladas por Benencia (1994), por Favaro (2006) y por encuesta INTA mencionada anteriormente.

Bibliografía

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3. Benencia, R. (2008): “Migrantes bolivianos en la periferia de ciudades argentinas: procesos y mecanismos tendientes a la conformación de territorios productivos y mercados de trabajo”, en Novik (comp.), Las migraciones en América Latina. Políticas, culturas y estrategias, Buenos Aires, CLACSO.

4. Benencia, R. (2006): “Bolivianización de la horticultura en la Argentina”, en Grimson; Jelin (comps.), Migraciones regionales hacia la Argentina. Diferencia, desigualdad y derechos, Buenos Aires,Prometeo.

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16. Sayad, A. (1998): Imigração ou os paradoxos da alteridade, São Paulo, Edusp.         [ Links ]

17. Serafino, M.A. (2004): “Con las manos en la tierra: familias de inmigrantes bolivianos en las quintas de un barrio al norte de la ciudad de Santa Fe”, tesina de grado para la Lic. en Antropología con orientación socio-cultural, Escuela de Antropología, Facultad de Humanidades y Arte, Universidad Nacional de Rosario, mimeo.

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