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Pampa (Santa Fe)

versión On-line ISSN 2314-0208

Pampa  no.7 supl.1 Santa Fe dic. 2011

 

SEMBLANZA

Semblanza de Aldo López Van Oyen (1946–2011)

 

La libertad es, siempre, esa interrogación que desarma la ortodoxia de los que afirman poseer conocimientos infalibles. “Aforismo” Nº 157, Ars Heurística,
Horacio Wainhaus. Vox, Buenos Aires, 2009.

El arquitecto Aldo López Van Oyen falleció luego de dar desigual pelea a una enfermedad de largos años. Sus fuertes convicciones sociales, en lo político y en lo profesional, lo llevaron a ser uno de los referentes locales en materia del hábitat popular y sus implicancias disciplinares. Particularmente solidario y afectuoso, siempre supo que la historia familiar le marcaría tanto un ideario de valores como su propia subjetividad. Por ello no sorprende que las motivaciones, intereses y proyectos que escalonaron su vida hayan estado orientados a cumplir dicho mandato. Coincidente con ello, nunca impuso sus pareceres ni levantó la voz para hacerse oír; sin embargo, sus opiniones y pensamiento fueron siempre escuchados en la docencia, en la actividad profesional y en la vida de relación.
Su infancia y juventud como gran parte de su existencia transcurrieron en el mismo barrio cercano al Puente Negro y la avenida Aristóbulo del Valle de Santa Fe. Desde ese lugar, concurrió a la escuela primaria Dr. Escalante y luego a la Escuela Industrial Superior, la escuela de sus afectos. Recibido de técnico electromecánico cursa los primeros años de ingeniería en la Universidad Tecnológica de Santa Fe, pero como su vocación era estudiar arquitectura, inicia dicha carrera en la UNR a principios de los años 70, con la firme convicción de cumplir el sueño de ser arquitecto.
En Rosario trabaja y estudia con compañeros y amigos entrañables, sorteando decididamente las dificultades que significaba estudiar en la Universidad en uno de los peores momentos de la historia argentina reciente. Y sobre todo en Rosario, ciudad en donde los conflictos fueron particularmente intensos y dramáticos para quienes desde la militancia estudiantil resistieron al orden impuesto por el gobierno militar, y además se habían comprometido con el campo popular y los derechos humanos.
Su pasaje por la Facultad de Arquitectura y Planeamiento fue fecundo: le permitió acercarse a través de la disciplina a los problemas de la vivienda de interés social. De ese modo pudo perfilar una orientación profesional al tiempo que definía la arquitectura que le interesaba realizar y asumiendo tempranamente los compromisos que exigía dicha elección. Recibido en el año 1978 y radicado nuevamente en Santa Fe hacia 1980, se propone enfocar el trabajo profesional con la premisa de resolver el hábitat de los sectores excluidos. Para ello ingresa al CONICET como becario investigador en el área de la “Vivienda de Interés Social” y desarrolla una larga labor en el CEVE de Córdoba integrando los equipos técnicos junto a los arquitectos Berretta y Massuh. Paralelamente, inicia su carrera docente en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de Santa Fe y en la Escuela de Diseño y Artes Visuales dependiente del Liceo Municipal “Antonio Fuentes del Arco”.
Su relación con el CONICET como con el CEVE de Córdoba le abrió un panorama posiblemente único para su formación en Argentina, puesto que tanto los profesionales a cargo como las experiencias encaradas por el centro cordobés han sido y son hasta hoy unas de las más relevantes en resultados como en la formación de RR. HH. A esta etapa corresponden sus proyectos de arquitecturas singularmente creativas, en lo espacial y en lo tecnológico, propuestas que imaginaba debían servir para una población marginal pero que “devolvía urbanidad y ciudad (otra) a quienes estaban fuera del sistema de la vivienda formal”. Inventaba por entonces fachadas y espacios públicos continuos, con la idea de “hacer ciudad a partir de una vivienda con vocación urbana”. Proyecto que reelaboraría muchos años después para el borde oeste de la ciudad de Santa Fe con el propósito de plasmar una marca sustentable y propia en orden a la vivienda popular. En dicha concepción, la vivienda de interés social debía asumirse como una forma propia y auténtica de heterotopía, como una formalización y una espacialización particularmente original y autónoma del constructo teórico vivienda. Ello significaba que planes, proyectos y diseños no necesariamente debían conculcar la ontología y significatividad de la vivienda burguesa o de la vivienda tradicional. Construir la vivienda popular significaba para López Van Oyen incluir necesariamente la promoción social, construir un hábitat integrado, con equipamientos, escuela, hospital, espacios para el esparcimiento, la socialización y el crecimiento humanos. En dichas ideas aparecía seguramente un cierto guiño utópico, pero que se justificaba para impulsar la resignificación de una problemática trillada por los prejuicios, los encasillamientos y los nominalismos que acecharon desde siempre a la arquitectura orientada al campo popular.
Pero eso no es todo en López Van Oyen. También lo vemos participando activamente en la creación de la FAU–UNL y en la lucha por la sanción de la ley de colegiación de los arquitectos, lucha que lo tendrá como primer presidente del Colegio del distrito local. No fueron estas acciones gestos de individualismo sino militancia y compromiso, de un auténtico sentido de la libertad y de la responsabilidad que le fijaba su conciencia. Por ello, su llegada a las instituciones y a los cargos que ocupó fue producto de reflexiones y de consensos. Se trate de la actividad docente de grado y posgrado, de tareas de investigación o evaluación, de la dirección del Instituto de la Vivienda Social de la FADU, como de las propias relaciones establecidas con otros organismos públicos y privados vinculados al hábitat social, abrieron en él un panorama ampliado de la problemática social que le significaron buscar entre otras cosas una actualización académica. Cursó la maestría en “Planificación y Gestión en Políticas Sociales” en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, para graduarse como especialista en el año 1995.
No quedan dudas de que nuestra enumeración es incompleta, puesto que nunca una narrativa llega a colmar el perfil de un ser humano, inasible por naturaleza. Quedan en el tintero los trabajos realizados en Paraná con el equipo del arquitecto Walter Grand, su participación en el IAPV de Entre Ríos, la docencia en maestrías, el dictado de cátedras en la UNNE de Resistencia, la dirección de investigaciones y becarios, los diseños paisajísticos del CERIDE y el Túnel Subfluvial”, todos emprendimientos que exigirían una mayor profundización y detalle.
Recordemos las ideas de Yung, quien decía que una gran mayoría de los humanos elige y se forma en diferentes modelos, modelos que varían y se adaptan libremente; mientras que otros únicamente admiten modelos que no contradicen las leyes de su pensamiento, sólo se permiten (casi obstinadamente) aquello que racional o subjetivamente fluye desde la conciencia.
A este grupo perteneció seguramente Aldo López Van Oyen. Estuvo donde tuvo que estar e hizo lo que su tesonera conciencia le marcó. Y eso no es poco. Por ello vaya in memoriam nuestro reconocimiento.

Arq. Carlos Reinante

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