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Revista de historia americana y argentina

versión impresa ISSN 2314-1549versión On-line ISSN 2314-1549

Rev. hist. am. argent. vol.58 no.1 Mendoza jun. 2023  Epub 15-Ago-2023

http://dx.doi.org/10.48162/rev.44.040 

Artículos libres de Historia Americana y Argentina

El Partido Socialista argentino y el inter-nacionalismo. Las relaciones con la socialdemocracia mundial hacia la década de 1920

The Argentine Socialist Party and Inter-Nationalism. The Relations with International Social Democracy towards the 1920s

1Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Universidad Nacional de Río Negro. Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos del Cambio. Bariloche, Argentina. jd.benclowicz@gmail.com

2Vrije Universiteit Amsterdam. International Institute of Social History. Amsterdam, Países Bajos. l.m.poy.lopez@vu.nl

Resumen

En las últimas dos décadas ha tenido lugar una notoria revitalización en los estudios del socialismo en Argentina. A nivel mundial, vienen cobrando fuerza los trabajos que colocan el internacionalismo socialista como tema de estudio específico. Ubicándose en este cruce de inquietudes, en este artículo reconstruimos los posicionamientos del Partido Socialista argentino sobre el tema de las Internacionales en general y analizamos su relación con la Internacional Obrera y Socialista hacia la década de 1920, considerando las formas en que se vincularon ambas organizaciones y la evolución y límites de esa relación. A partir del análisis de las publicaciones partidarias y de la documentación de archivo de la IOS, el trabajo indaga sobre un aspecto que, a pesar de su relevancia para los propios actores, ha permanecido prácticamente inexplorado hasta el momento. Al hacerlo, enriquece el conocimiento sobre el desarrollo del PS en la Argentina y sobre la práctica del internacionalismo socialista.

Palabras clave: Partido Socialista argentino; Internacional Obrera y Socialista; década de 1920; relaciones internacionales

Abstract

In the last two decades, there has been a remarkable revitalization in the studies of socialism in Argentina. Internationally, research that places socialist internationalism as a specific study topic is gaining strength. Drawing on these trends, this article reconstructs the stances of the Argentine Socialist Party regarding the Internationals in general and analyzes its relationship with the Labour and Socialist International towards the 1920s, considering how both organizations were linked and the evolution and limits of that relationship. Based on the analysis of party publications and LSI sources, the article investigates an aspect that, despite its relevance for the actors themselves, has remained practically unexplored until now. In doing so, it enriches the knowledge about the development of the PS in Argentina and the practice of socialist internationalism.

Keywords: Argentinian Socialist Party; Labour and Socialist International; 1920 decade; international relationships

Introducción

El “siglo XX corto” suele asociarse al avance arrollador de un nacionalismo que habría sepultado las identificaciones internacionalistas, vigorosas hasta entonces entre las filas de la familia socialista y presentes también dentro del campo liberal. Para el caso del movimiento obrero, el derrumbe de la Segunda Internacional en 1914 y el apoyo de los partidos socialistas a sus respectivos estados ante la guerra dio sobrados argumentos a esa perspectiva. Tal vez por ese motivo, y por la fuerte impronta reformista de sus promotores, tan criticados por los bolcheviques, el desarrollo de la Internacional Obrera y Socialista (IOS) en el período de entreguerras no concitó el interés que había despertado su antecesora. Por su parte, las relaciones de esta Internacional con el Partido Socialista (PS) argentino han permanecido prácticamente inexploradas. Así, aun cuando durante las últimas dos décadas se ha registrado una notoria revitalización en los estudios del socialismo en la Argentina, con investigaciones que abordaron muy diversos aspectos de su derrotero en clave política, cultural, intelectual y social1, la vinculación del PS con las Internacionales obreras sigue siendo un tema de vacancia2. Para la etapa posterior a 1914, apenas contamos con un trabajo pionero de Portantiero (2005), que presenta un panorama rápido de las recepciones en el PS de los posicionamientos de la socialdemocracia europea con respecto a la crisis del ‘30.

Por otra parte, a nivel mundial, y en particular en Francia, vienen cobrando fuerza en los últimos años trabajos que colocan el internacionalismo socialista como tema de estudio específico, rescatando el valor que le daban los propios actores, más allá de las contradicciones que puedan encontrarse entre sus prácticas y discursos3. Ubicándose en este cruce de inquietudes y tendencias historiográficas, el presente artículo analiza el lugar que ocuparon las relaciones internacionales en la política del PS, examinando en particular el vínculo que entabló con la IOS hacia la década de 1920.

Aun cuando es indudable que los partidos socialistas de los diferentes países fueron reforzando su tendencia a actuar en marcos nacionales e incluso a integrarse a los regímenes políticos de sus respectivos estados, el vínculo con partidos de otras latitudes y con organizaciones transnacionales continuó ocupando un lugar importante en su actividad política. Al tomar esto en cuenta, resulta pertinente entender la práctica del internacionalismo en el sentido que le daban sus protagonistas (Imlay, 2017), para lo cual es preciso ir más allá de la visión que los rivales políticos y tal vez los propios socialdemócratas desarrollaron más adelante sobre la cuestión. En esta línea, debe considerarse que, ya desde principios del siglo XX, nacionalismo e internacionalismo no eran necesariamente pensados por la social-democracia internacional como términos opuestos sino complementarios. Es en este sentido que se ha hablado de un inter-nacionalismo (Callahan, 2019). Como se verá, el socialismo argentino no dejaba de tener una mirada similar.

Para llevar adelante este trabajo fue preciso combinar el estudio de fuentes locales con las de las organizaciones internacionales, ya que la propia práctica del internacionalismo es justamente el resultado de la interacción entre ambos niveles. Las distintas “secciones” de la IOS promovían sus posiciones políticas en los foros transnacionales, a fin de lograr la aceptación de las demás y legitimarse a nivel global. Asimismo, las direcciones partidarias procuraban fortalecerse a partir de su participación en los congresos mundiales de cara a los debates internos y locales, todo lo cual nos habla del papel que jugaban las relaciones internacionales para los partidos socialistas en general y para el PS en particular. Fuera de su reunión fundacional de 1923, la IOS realizó otros tres congresos en 1925, 1928 y 19314. El PS participó de distintas maneras en ellos, ostentó un puesto como miembro pleno en la organización y no dejó de reivindicar esa membresía. Sin embargo, la relevancia que le otorgó la dirección partidaria a la intervención en esos foros fue variando según las circunstancias. De ahí que la indagación en torno a estas relaciones enriquezca nuestros conocimientos sobre el desarrollo del PS en la Argentina y también sobre el propio internacionalismo socialista, ya que hablamos del mayor partido socialista de Latinoamérica.

En función de lo dicho hasta aquí, a partir de un examen de fuentes partidarias locales exploramos en primer lugar los posicionamientos del PS sobre el tema de las Internacionales en general, atendiendo a sus tempranos vínculos con la socialdemocracia mundial y a los distintos debates internos que se desarrollaron al calor de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución Rusa. En base a esto, e incorporando al análisis documentación de archivo de la IOS, indagamos sobre el momento y las caracterizaciones que llevaron al Partido a afiliarse a esa Internacional y las formas en que se vincularon las dos organizaciones, examinando en particular el debut del PS en los congresos de la IOS en 1925 y su participación en el congreso de 1928 bajo la fuerte crisis desatada a nivel local por la ruptura de los socialistas independientes. En el último apartado consideramos en clave de balance el papel de la IOS como fuente de legitimidad para el socialismo argentino y la evolución del inter-nacionalismo que derivó en el debilitamiento de la IOS hacia principios de los años treinta.

El PS argentino y la Segunda Internacional, antes y después de la guerra

En noviembre de 1910, poco después de desembarcar de un vapor que lo traía de regreso de Europa, Juan B. Justo escribió un informe al comité ejecutivo de su partido en el cual no ocultaba la impresión positiva que le había causado el avance de la organización socialista en el Viejo Continente. “La magnitud rápidamente creciente de las organizaciones políticas socialistas y obreras en el mundo entero civilizado”, escribió, se había puesto de relieve en el Congreso de la Segunda Internacional realizado en Copenhague: una reunión “digna de la poderosa organización del proletariado universal, cuyas altas aspiraciones han tenido en ella una grande y hermosa expresión” (Justo, 1933, pp. 3-4). Nueve años más tarde, al regresar de otro viaje político por Europa, Justo escribía un informe con una mirada sin embargo sombría.

La conferencia de Berna”, describía ahora el dirigente argentino, “difería profundamente del congreso de Copenhague (…). Bajo los rigores del invierno y de la escasez de alimentos y de abrigo, y al través de mil mallas policiales opuestas al cambio de lugar de las personas, los socialistas llegaban a Berna movidos por una fe grave y dolorosa o dominados por preocupaciones prácticas, que no los predisponían a los himnos expansivos.

Los delegados, decía Justo, “llegaban bajo la fresca impresión de la larga y terrible guerra que no habían podido evitar, y en medio de revoluciones que desgarraban y confundían a los partidos socialistas” (Justo,1933, pp. 15-16).

Entre un informe y otro se habían producido transformaciones muy significativas en el movimiento socialista internacional y también se había alterado la valoración que hacía el dirigente argentino de las organizaciones europeas. La presencia de Justo en las reuniones de Copenhague, en 1910, y de Berna, en 1919, revela también una continuidad: la permanente vinculación del movimiento socialista argentino con los organismos internacionales de la socialdemocracia y con partidos y dirigentes socialistas europeos. Aun cuando tempranamente quedó claro que el partido dirigido por Justo buscaba mostrar autonomía y anclarse en la historia y la vida política argentinas, el constante esfuerzo de difusión y publicación de materiales propagandísticos elaborados en Europa, así como la correspondencia con dirigentes y organizaciones de dicho continente, ponían de relieve que el socialismo de la Argentina -que surgía en Buenos Aires y poco a poco se extendía al resto del país- se veía a sí mismo como expresión local de un movimiento internacional y fundamentalmente europeo.

En efecto: los distintos grupos socialistas de Buenos Aires, primero, y luego de 1896 el Partido Socialista como tal, siguieron con atención la actividad de la Segunda Internacional y formaron parte activa de ella, mandatando a diferentes dirigentes de partidos europeos -y, más tarde, a argentinos que vivían en Europa, como Manuel Ugarte- para que los representaran en los congresos y en el Buró Socialista Internacional. El PS argentino era uno de los pocos grupos no europeos que participaban activamente en la Internacional y esta pertenencia, que incluía el envío de un aporte económico, era un motivo de orgullo y autoafirmación en el plano político e ideológico. Hacia la década de 1900, el PS comenzó a tener incluso alguna influencia en los temas debatidos por la Internacional: el congreso de Ámsterdam de 1904 incluyó en su orden del día una propuesta enviada por los argentinos para discutir un posicionamiento respecto a la cuestión de las migraciones; la discusión se postergó para el siguiente congreso, en Stuttgart en 1907, cuando promovió un amplio debate (Geli, 2005; Poy, 2021). En el Congreso de 1910, realizado en Copenhague, el protagonismo argentino fue todavía mayor: por primera vez, el Partido envió a un delegado desde la Argentina -el propio Juan B. Justo- y la reunión aprobó además una declaración específica sobre el país, condenando la represión del gobierno tras la huelga del Centenario de la Revolución de Mayo.

El estallido de la guerra mundial a mediados de 1914 implicó el colapso de una Internacional que se había dedicado a proclamar su repudio al conflicto bélico pero que no pudo evitar que los principales partidos que la componían se terminaran alineando con sus respectivos gobiernos una vez comenzadas las hostilidades. A pesar de la desaparición de esta relación orgánica -que por otra parte no fue completa, porque hubo diferentes reuniones durante la guerra y el propio Nicolás Repetto viajó para participar en una conferencia en La Haya en 1916-, durante estos años la cuestión internacional ocupó un lugar central para el socialismo argentino, incluso más que en la etapa anterior. Justo y el equipo dirigente del PS perfilaron una caracterización del conflicto que lo entendía no como un producto de las contradicciones del capitalismo sino antes bien como un resultado de la persistencia de estructuras políticas arcaicas y, sobre todo, de tensiones económicas debidas al proteccionismo (Poy, 2012). En este marco, la dirección partidaria se inclinó cada vez más hacia una simpatía por el bando aliado, lo cual provocó una seria crisis interna a comienzos de 1917, cuando un sector izquierdista y partidario de mantener la neutralidad derrotó el liderazgo del partido en un congreso extraordinario (Camarero, 2017).

Si bien la dirección consiguió revertir esta derrota y terminó expulsando a los críticos -que se constituyeron como Partido Socialista Internacional, luego Partido Comunista-, la afiliación internacional del socialismo argentino había entrado en una nueva y turbulenta etapa, que terminó de cerrarse en 1924, con la incorporación oficial a la nueva Internacional Obrera y Socialista, fundada en Hamburgo un año antes. Un capítulo significativo de esta historia tuvo lugar a comienzos de 1919, cuando se realizó en Berna un congreso socialista internacional que contó con la participación de partidos provenientes de países de ambos campos beligerantes. La reunión, en la que hubo delegaciones de 26 países, se producía apenas unos meses después de finalizada la guerra5.

Un inevitable ajuste de cuentas sobre el pasado, en torno a la cuestión de las responsabilidades de la guerra, fue uno de los temas que generaron debate al comienzo de la reunión, aunque finalmente la cuestión fue saldada con una resolución general y postergada para un congreso posterior. Los temas principales que ocuparon a los delegados eran en realidad de una actualidad más inmediata. La conferencia de Berna se realizaba en simultáneo con una reunión de los gobiernos aliados en París, donde se jugaba el destino del escenario postbélico, y además bajo el impacto fundamental de la revolución rusa: pocas semanas más tarde, en Moscú, se fundaría la Comintern. En ese marco, el eje de todas las demás discusiones de la conferencia de Berna fueron la Sociedad de las Naciones y la Revolución Rusa.

El Partido Socialista argentino le asignó una gran importancia a la actividad, como se revela en el hecho de que envió dos delegados de la primera línea de dirección del partido: Juan B. Justo y Antonio de Tomaso6. Justo, que fue elegido como uno de los dos vicepresidentes de la conferencia, intervino sobre todo en las discusiones sobre la Sociedad de las Naciones. Sus planteos fueron un reflejo de los posicionamientos que había madurado durante la guerra y que se concentraban en la cuestión del librecambio. Para el dirigente argentino, era preciso caracterizar las causas económicas de la pasada guerra, en lugar de perderse en recriminaciones “estériles”. La guerra, según Justo, era “la explosión de energías humanas latentes y potenciales, acumuladas bajo la presión de instituciones bárbaras todavía no caducas”. La clave para evitar esos estallidos residía en la promoción activa del librecambio, “punto de vista burgués, si se quiere, de la burguesía más progresista y esclarecida, sobre el cual hay que insistir ahora en los medios obreros” (Justo, 1933, p. 19). En un informe posterior, Justo recordaba que la proposición argentina había antepuesto “las consideraciones de orden económico a todas las otras” (1933, p. 23).

De Tomaso, en tanto, jugó un papel activo en las discusiones sobre “dictadura y democracia” -es decir sobre la Revolución Bolchevique- y se alineó con las posturas más antisoviéticas, que aun siendo mayoría en Berna encontraban críticos en distintos grupos, como el partido austriaco y un sector de los franceses. En las discusiones sobre el tema, la conferencia se dividió entre dos mociones: una del sueco Hjalmar Branting, mayoritaria, y otra de Friedrich Adler y Jean Longuet, que representaba la postura menos crítica al bolchevismo. La propuesta de Branting, que fue abiertamente apoyada por De Tomaso en el debate, era una enfática denuncia de la “dictadura” y, por ende, de toda la política bolchevique. Tanto esta discusión específica como el viaje a Europa en general tuvieron un impacto significativo en la formación política de De Tomaso, que se convirtió en un promotor muy activo de los posicionamientos más antisoviéticos de la socialdemocracia internacional de la época7.

En cualquier caso, el planteo antisoviético de la conferencia de Berna terminó poniendo serios límites al intento de reconstituir la Segunda Internacional, en el marco de un ascenso revolucionario global y una corriente de simpatía por los bolcheviques en numerosos países. Las tensiones que se habían hecho evidentes en las discusiones sobre la Revolución Rusa, sumadas al impacto causado por la formación de la Comintern y su apelación a los socialistas de todo el mundo a romper con la Segunda Internacional, hicieron prácticamente imposible la continuidad del espacio reunido en Berna. El período 1919-1921, marcado por un ascenso de masas a nivel global, era testigo de una extrema fluidez en los partidos socialistas de todo el mundo. Una expresión de ello fue la creación, en un congreso realizado en Viena en febrero de 1921, de un nuevo agrupamiento de partidos -conocido luego como “Internacional de Viena” o “Internacional 2 y media”- que buscaba un lugar intermedio entre la Segunda Internacional y la Comintern: allí se agrupaban muchos de los sectores que se habían alineado con la moción de Adler y Longuet en la conferencia de Berna (Donneur, 1967).

La ruptura de los “terceristas” (1920-1921)

El PS argentino no fue ajeno a este proceso de tensiones y luchas internas ante la alternativa de unirse a la Comintern o en todo caso acerca del modo de posicionarse frente a la experiencia rusa. La postura de quienes serían conocidos como “terceristas” combinaba una reivindicación de la Revolución Rusa con una dura crítica a la Segunda Internacional. En su revista Claridad, que comenzó a aparecer a comienzos de 1920, este sector caracterizaba a la Segunda Internacional como “un enclenque organismo en estado agónico” al tiempo que confiaba en que “un nuevo espíritu de renovación ha de sanear las filas del partido” para llevarlo a la afiliación a la Tercera Internacional8. Obviamente, el debate no era sólo institucional en cuanto a una afiliación, sino que estaba en juego un balance de la guerra, de la Internacional y sobre todo un posicionamiento respecto a la Revolución Rusa y el régimen soviético.

La situación había cambiado respecto a comienzos de 1919, cuando Justo y De Tomaso viajaban a Berna esperando restablecer el vínculo con la Segunda Internacional. Una muestra de la nueva situación se observó en julio de 1920 en las páginas de La Vanguardia, con una polémica entre el propio De Tomaso y Nicolás Repetto, en ese momento a cargo de la redacción del periódico partidario. Repetto publicó un artículo tomando distancia de ambas Internacionales y sugiriendo el envío de un delegado propio del PS argentino a Rusia y Europa para conocer la situación de primera mano, algo que De Tomaso criticó duramente por considerar que se trataba de una postura de simpatía con los bolcheviques9. El clima era tenso y las fuerzas de los “terceristas” al interior del partido no eran despreciables. El 26 de agosto, cuando se realizó un mitin en el Teatro Marconi de Buenos Aires “por la revolución rusa y la paz mundial”, De Tomaso declinó tomar la palabra a pesar de que había sido anunciado como uno de los oradores. Poco más tarde, indicó que no había intervenido porque “había grupos dispuestos a impedir que yo hablara”10.

En este nuevo contexto, mientras De Tomaso y otros dirigentes como Mario Bravo se posicionaban como los más firmes críticos del bolchevismo11, Justo actuó con mayor cautela. Salir a defender abiertamente a la Segunda Internacional y su continuación en Berna y atacar frontalmente a la Comintern y la Revolución Rusa podía convertirse en un callejón sin salida, exponiéndolo a perder la votación en un congreso. A partir de mediados de 1920, ante la crítica interna de los “terceristas”, la argumentación de Justo se centró, en cambio, en criticar abiertamente a la Segunda Internacional, marcar los límites e incapacidades de los partidos europeos y sostener que el socialismo argentino podía tener una voz independiente en el contexto de fluidez de los alineamientos internacionales. El corolario de este razonamiento era plantear que no había urgencia por vincularse a una organización internacional.

No sólo eso, en una conferencia dictada a comienzos de agosto de 1920, Justo argumentaba que el socialismo era “originariamente y ante todo un movimiento nacional” (Justo, 1933, pp. 171-172). En este punto, conviene detenerse brevemente en la concepción de Justo del internacionalismo. Para el dirigente argentino, al igual que para buena parte de la socialdemocracia mundial, no existía una oposición entre nación e internacionalismo, sino que ambos se presentaban como complementarios. Es más, la nación era pensada como un vehículo de superación de particularidades que serviría como base para edificar una comunidad internacional. Así, al comentar con admiración la simbología del ya mencionado congreso de Copenhague, Justo señalaba que “la bandera roja acogía allí a las banderas nacionales, que, como símbolos de los diferentes países, pueden subsistir sin peligro en nuestras solemnidades, como los escudos y estandartes medioevales (sic) de provincias y ciudades persisten todavía en las ceremonias oficiales” (Justo, 1933, p. 4). No se trataba, ya se dijo, de una visión particular de Justo. En realidad, como señala Hobsbawm, la propia ideología liberal-burguesa desde la Ilustración planteaba la evolución de la sociedad humana de la pequeña a la gran escala. De la localidad a la región, de allí al estado-nación, y luego, eventualmente, para el socialismo -incluyendo al marxismo- y parte del pensamiento liberal, a la sociedad global (Hobsbawm, 1988). El socialismo en general y el argentino en particular estaban fuertemente imbuidos por esta perspectiva positivista que permite pensar en un inter-nacionalismo, es decir, en una articulación de nacionalismos socialistas que buscaban diferenciarse, justamente a través de su participación junto a sus homónimos en la esfera internacional, de un nacionalismo burgués que consideraban nocivo (Callahan, 2019).

Pero si la actitud de los partidos socialdemócratas ante el estallido de la Gran Guerra había puesto en crisis la idea de esa evolución, la influencia de la Revolución Rusa, que todavía no evidenciaba su propia tendencia nacionalista, operaba como polo de atracción de un alineamiento alternativo para los socialistas argentinos y del resto del mundo. En ese contexto, en 1920 Justo se centró en mostrar los límites de las Internacionales previas y subrayó su mala impresión de las reuniones de Berna y Ámsterdam, diciendo que habían malgastado el tiempo sin discutir las cuestiones realmente importantes. Su conclusión era que el PS no debía preocuparse por la falta de una organización internacional:

La obra política efectiva de solidaridad socialista internacional no depende de que en Bruselas o en Moscú exista una oficina llamada socialista internacional. Depende de la inteligencia y la voluntad de las masas productoras organizadas en los partidos obreros socialistas (Justo, 1933, p. 180).

Cuando la crisis con los “terceristas” avanzaba hacia su definición, la dirección del partido y el grupo parlamentario se alinearon en torno a un “Programa para la acción socialista internacional”, escrito por Justo a fines de 1920. Allí se trataba de sentar una posición original, rupturista con la vieja Segunda Internacional pero que rechazaba integrarse a la Comintern. Lo más significativo del texto era la autonomía y la distancia con la que Justo quería intervenir en el debate: partiendo de un diagnóstico crítico de lo hecho por los socialistas europeos, sugería que la Argentina podía tener una voz propia e incluso dirigente sin alinearse con nadie. Como era habitual, Justo argumentaba que el problema de la Segunda Internacional era haber prestado poca atención a las cuestiones económicas internacionales: profundizaba así las ideas que había expuesto en Berna, aunque con un tono más crítico. El texto concluía planteando que el PS argentino se encontraba en una “situación singularmente favorable para elaborar ese plan de acción socialista internacional y proponerlo a las entidades afines” y hacía una cerrada defensa del librecambio, denunciando la “ceguera socialista” sobre el tema (Justo, 1933, p. 59).

La discusión llegó a un desenlace en un congreso extraordinario realizado en Bahía Blanca, a comienzos de 1920. En un clima tenso, se decidió dividir las votaciones en diferentes aspectos. En primer lugar, se aprobó por “inmensa mayoría” la ruptura con la Segunda Internacional, una moción apoyada por los terceristas y por buena parte de quienes seguían a la dirección partidaria. Luego se puso en consideración el “programa de acción”, que fue aprobado, pero por una mayoría exigua. Otro texto de la dirección sobre condiciones y proyecto de estatuto de una nueva Internacional fue en cambio rechazado. Por último, y cuando la dirigencia del partido ya había podido mensurar la correlación de fuerzas, se puso a votación la afiliación a la Comintern, defendida por los terceristas, que fue rechazada con números relativamente estrechos.

Hacia comienzos de 1921, en suma, el PS argentino había quedado en una posición híbrida, aunque eso tampoco era extraño en el contexto de reposicionamientos que atravesaban casi todos los partidos socialistas a nivel internacional12. Había roto oficialmente con la Segunda Internacional y también se había manifestado abiertamente en contra de la Comintern. Tampoco, por lo demás, tenía ningún vínculo con la Internacional de Viena. Tendrían que pasar dos años, de mayor clarificación y delimitación política con los comunistas, para que el PS finalmente se reintegrase a una organización socialista internacional.

La cautelosa incorporación a la Internacional Obrera Socialista (1923-1924)

La reunificación del Partido Socialista alemán, a mediados de 1922, hirió de muerte a la Internacional de Viena, que perdía así a uno de sus principales animadores (Imlay, 2017). En este contexto, se procesó una tendencia a la unificación de todo el tronco socialdemócrata, que cristalizó en un congreso realizado en Hamburgo en 1923 y dio lugar a la formación de la Internacional Obrera y Socialista.

El PS argentino se movió con cautela en este nuevo escenario. Aunque decidió no designar delegados al congreso de Hamburgo, publicó un folleto en cuatro idiomas (español, francés, inglés y alemán) que fue enviado formalmente a Friedrich Adler y Tom Shaw, los secretarios de la Internacional. Incluía información sobre el Partido, en el estilo y formato que era habitual en estas comunicaciones -con énfasis en los resultados electorales y en la representación parlamentaria-, así como el programa mínimo, la declaración de principios y las “Bases de la declaración de principios y estatutos para la reconstitución de la Internacional Socialista”, a pesar de que ese texto había sido rechazado en el Congreso de Bahía Blanca. Además, adjuntaron el “Programa de acción socialista internacional”, que sí había sido aprobado en dicho Congreso.

El espíritu general que advertimos es el de un partido que quería marcar su presencia en el universo de la izquierda adversaria de Moscú, pero al mismo tiempo no comprometerse del mismo modo que lo había hecho en 1919. En una nota dirigida a Shaw y Adler, firmada por el secretario general Jacinto Oddone, se decía que:

(…) habríamos deseado participar en esa asamblea para aportar a la tarea que se intenta llevar a cabo nuestros puntos de vista, pero la distancia es tan grande que no nos animamos a hacer el sacrificio necesario (…) Tenemos hasta Hamburgo más de veinte días de navegación, y los gastos son elevados.

Primaba una actitud de cautela y cierto recelo: el informe enviado plateaba que

(…) si las conclusiones a que arribara el Congreso estuvieran de acuerdo con nuestro punto de vista y contemplaran la situación internacional y la lucha contra la clase capitalista en la forma como nosotros creemos que debe realizarse y que exponemos en este informe, tendremos el mayor placer en adherir nuestro Partido a la Internacional que de allí surja.

El PS argentino, por intermedio de Oddone, recordaba que el Congreso de Bahía Blanca había votado por gran mayoría la separación de la Segunda y también rechazado la moción de unirse a la Tercera. Señalaba, no obstante, que habían “mirado con simpatía todas las tentativas que se han intentado para restablecer la unidad socialista”13.

La incorporación efectiva del PS a la IOS llevó más de un año, en el cual se sucedió un intercambio epistolar algo accidentado. El 5 de junio de 1923 el secretariado de la IOS envió una breve carta al PS argentino, informando sobre la creación del nuevo organismo y reproduciendo las bases fundamentales de la fusión. La misiva concluía pidiendo que el partido argentino informase si estaba dispuesto a afiliarse. El PS respondió con una carta fechada el 13 de septiembre, donde indicaba que el congreso a realizarse en octubre en Mar del Plata tendría la tarea de tomar una resolución. El comité ejecutivo observaba que no podía dar “absoluta seguridad de que nuestro partido ingresará en la IOS”, pero estaba en condiciones de anticipar que la resolución del congreso sería “favorable, por contar esa Internacional, en las filas del partido, con una fuerte corriente de simpatía que permite vaticinar el resultado”. Luego del congreso de Mar del Plata, el PS envió una nueva misiva en la cual informaba que el cónclave había resuelto “la adhesión del Partido a la nueva Internacional, con la reserva de que aceptamos la obligatoriedad que informa, previa determinación de los propósitos que se persigue en materia de política internacional”. Sobre esta base, Mario Bravo -nuevo secretario general- pedía al secretariado “aceptar la adhesión bajo condición de nuestro partido”14.

A pesar de que la carta de Bravo estaba escrita tanto en español como en inglés, en los archivos de la IOS aparece una traducción adicional, lo cual sugiere que el secretariado no terminaba de entender la versión traducida en la Argentina. La respuesta a Buenos Aires estaba fechada el 21 de diciembre y reflejaba esta incomprensión: “Le agradecemos su carta anunciando la afiliación. En cuanto a la reserva que hace su partido en el congreso, no terminamos de entender qué significa”. El secretariado londinense le hacía saber a los argentinos que los objetivos de la Internacional estaban claros en las resoluciones aprobadas en Hamburgo, y concluía: “Le agradecemos si nos explica qué quiere decir con su reserva”15.

El PS respondió en febrero, sin hacer referencia a este malentendido y señalando sorpresa por ver que el partido no estaba incluido en la nómina de organizaciones adheridas que había sido enviada como adjunto. La IOS, a su turno, contestó el 15 de marzo con una carta firmada por Adler que indicaba que seguían sin recibir una clarificación sobre las “reservas” que hacía el PS para adherir. Sin embargo, informaban que el comité ejecutivo de la IOS, en una reunión realizada en Luxemburgo los días 16 y 17 de febrero, había decidido “admitir al partido de Argentina siempre que éste acepte los Estatutos y las decisiones de Hamburgo”. Adler volvía a solicitar a los argentinos que confirmasen que “aceptan sin reservas los estatutos de la Internacional y las resoluciones del congreso de Hamburgo” para proceder a incorporar al PS de manera oficial y definitiva16.

La situación terminó de resolverse a comienzos de mayo de 1924, cuando el PS envió una nueva carta en la que señalaba que el comité ejecutivo había podido finalmente tomar nota de los estatutos y resoluciones de la Internacional y confirmaba la adhesión a la IOS en los siguientes términos:

Nos alegramos de que el libre comercio y la libertad de migración se hayan convertido en partes obligatorias del programa político de los partidos admitidos en la nueva Internacional. Al igual que ustedes, también queremos una legislación social, la paz y el arbitraje internacional, y apoyamos la lucha de clases aquí en el campo político. Por ello, queremos ser admitidos como Partido Socialista de la República Argentina en su federación17.

Aunque en ese sentido las expectativas del PS terminarían defraudadas, veremos que en otros aspectos su relación con la IOS resultó más relevante de lo que se ha supuesto hasta ahora.

En torno al Congreso de Marsella (1925)

Teniendo en cuenta los afiliados y la fuerza total de la clase obrera organizada en la Argentina, el ejecutivo de la IOS le adjudicó inicialmente al PS una representación de tres delegados/votos en los congresos (Labour and Socialist International, en adelante LSI, 1925, p. 60). Se trataba de un número reducido si lo comparamos con los 30 que tenían los partidos de Gran Bretaña y Alemania, pero similar al que le tocaba al Partido Socialista Obrero Español o al socialismo noruego. Por otra parte, los tres votos fueron ampliados a cuatro a partir de 1925, tras considerar la fuerza del movimiento sindical argentino y los vínculos del PS con éste. Con esa nueva distribución, el PS cuadriplicaba la representación de países como Grecia o Portugal. Para financiar la celebración de los congresos, los estatutos de la IOS establecían un pago por cada delegado con tres tarifas diferenciadas según la condición económica de cada país: el PS estaba agrupado en la categoría más alta, junto a los partidos socialistas de Gran Bretaña, Dinamarca, Holanda, Suecia y Estados Unidos, entre otros (LSI, 1925, p. 76).

El cálculo de delegados a los congresos fue materia de diversas polémicas, no sólo porque estaba en relación con el tamaño y prestigio de cada organización sino porque, a diferencia de lo que ocurría con la Federación Sindical Internacional, se suponía que las resoluciones que adoptaba la IOS debían ser obligatorias para sus miembros (LSI, 1925, p. 4; Price, 1947). Esto había sido objeto de debate debido a las diferencias que tenían al respecto los partidos provenientes de la Segunda Internacional y aquellos que formaban parte de la “Internacional de Viena”. En este punto, el carácter que había asumido formalmente la nueva Internacional parecía acercarse al modelo que propugnaba el PS, en particular su principal dirigente. En efecto, Justo consideraba que, así como en la escala nacional se trataba de organizar un partido socialista centralizado que asumiera la representación política de los trabajadores de su país, en el contexto del crecimiento de la influencia del socialismo mundial después de la guerra, había que promover un nuevo papel para la Internacional. Más que un foro, como habían funcionado la Primera y la Segunda, ésta debía configurarse como una estructura capaz de formular orientaciones precisas y obligatorias para sus miembros. (Justo, 1933, p. 32-33). En la práctica, sin embargo, la IOS funcionó de una manera bien diferente, caracterizándose por otorgar una considerable libertad de acción a partidos miembros en interpretar y aplicar las orientaciones que se aprobaban en los foros mundiales. Sus resoluciones eran supuestamente vinculantes, aunque deliberadamente amplias para evitar posiciones claras o definitivas sobre temas controversiales (Imlay, 2016; Price, 1947). Por ejemplo, con respecto a esa conocida obsesión de Justo que era el librecambio, la IOS adoptó una línea esquiva: si bien en las resoluciones del congreso de 1925 se consideraba que el proteccionismo amenazaba la paz y la prosperidad, la alternativa defendida no fue el restablecimiento del libre comercio sino “un sistema de intercambios organizado” (LSI, 1925, p. 290).

El comité ejecutivo, por su parte, estaba conformado por delegados de todos los partidos asociados en función de su tamaño, y a su vez designaba a un bureau de nueve miembros para tratar asuntos urgentes. El PS designó como representante en el ejecutivo de la Internacional a un personaje poco conocido: Eugenio Etchegoin, un médico propietario de una casa de importaciones en la Argentina que tenía la virtud de residir en París. En el Congreso de 1925, el primero en el que participó como miembro pleno, el PS no envió ningún delegado desde la Argentina, sino que optó por asignar la representación a Etchegoin.

Por ese entonces, había quedado atrás la fuerte radicalización política que se había producido en Argentina después de la Revolución Rusa. Varios “terceristas” habían regresado al redil socialista y el PS triunfaba en las elecciones legislativas de la Capital Federal, colocando 13 diputados en el Congreso Nacional sobre los 19 que estaban en juego en ese distrito, y consagrando senadores a Juan B. Justo y a Mario Bravo quienes conformaban el bloque socialista de la Cámara Alta. Estos éxitos fueron exhibidos, como es lógico, en el informe enviado al congreso de la IOS. El PS podía jactarse de ser el único partido importante de América Latina en la Internacional, y reivindicar unas relaciones supuestamente “íntimas” con sus hermanos menores de Brasil, Chile y Uruguay, entre otros, postulándose de ese modo como referente del subcontinente en su conjunto. Al mismo tiempo, la IOS se valía de esa incorporación para no aparecer como una organización exclusivamente europea -a fines de 1924 los únicos partidos afiliados de países no europeos eran Argentina y Estados Unidos- y hacer un llamamiento a los partidos obreros del resto del mundo a sumarse (LSI, 1925, pp. 114, 158).

A nivel local, la dirección de PS no dejaba de reflejar su participación en el Congreso, cuyo desarrollo general era informado inmediatamente a través de un “servicio cablegráfico exclusivo” de La Vanguardia, gestionado por un “corresponsal especial”18. El primer cable se refería a la reunión como “el congreso de los obreros del mundo afiliados a la Internacional Socialista, conocida como la Segunda Internacional”; la denominación que se permite el corresponsal, más allá de su validez, marca la diferencia con el período previo en el que el PS se esforzaba por diferenciarse de la vieja Internacional19. El propio título de la nota, “La misión histórica de la Internacional es el grito de esperanza de todas las libertades” resultaba sumamente vago con respecto a los temas planteados en la agenda de discusión del congreso, pero expresaba sintomáticamente el avance de un sector del Partido reunido en torno de la figura de De Tomaso, que llegó a dirigir brevemente el periódico partidario hacia finales de 1923 y que pugnaba hacia 1925 por controlar el partido (Walter, 1977). La defensa de las libertades se convertiría precisamente en una de las reivindicaciones centrales del Partido Socialista Independiente (en adelante PSI) fundado por este sector tras su expulsión dos años después. En cualquier caso, este tipo de planteamientos cabían cómodamente en el amplio repertorio de la IOS, que se proponía potenciar la acción de los partidos en “la lucha de los trabajadores por la libertad” (LSI, 1925, p. 5).

En ocasión del Congreso de Marsella, en suma, puede decirse que la dirección del PS no dejaba de reflejar su vínculo internacional en función del prestigio que podía otorgarle, aunque el carácter laxo y ambiguo que asumió la Internacional probablemente sembró dudas en torno a la relevancia de intervenir efectivamente en ese foro, al menos para el sector que, reunido en torno a la figura del fundador del partido, procuraba reestablecer una unidad y centralización partidarias cada vez más difíciles. La evaluación cambió notoriamente poco después, cuando la escisión pasó a ser un hecho y ambos partidos socialistas pasaron a disputarse el reconocimiento de la IOS.

La IOS como clave de legitimidad en Argentina

En 1928, cuando la IOS celebró su tercer congreso en Bruselas, el PS debía enfrentar el desafío del PSI -que competía con el viejo partido por la adhesión de los militantes y simpatizantes socialistas-, sin la dirección de su fundador, que había muerto a principios de ese mismo año. El impacto de la escisión fue enorme: pocos meses antes del Congreso de Bruselas, el socialismo dividido había sido derrotado en las elecciones legislativas en la Capital a manos del radicalismo yrigoyenista, que se alzaba también con la presidencia de la nación; el PSI obtuvo la primera minoría, dejando al PS sin nuevos diputados. Si se consideran los mandatos que vencían, el PS perdía nada menos que 15 bancas en la Cámara, reteniendo sólo 4. Para peor, la muerte de Juan B. Justo, que como se mencionó ocupaba una banca en el Senado, habilitó una nueva elección para reemplazarlo, en las que triunfaron los yrigoyenistas, dejando así al PS con un sólo miembro en la Cámara Alta. En ese contexto, el Congreso internacional se convirtió, para ambas organizaciones, en un escenario central a los efectos de posicionarse y legitimarse a nivel local. Para el viejo PS, en particular, la nueva situación llevó a revalorizar el papel de la Internacional.

En el informe que envió el PS a la IOS se pretendía que la ruptura no había implicado una disminución de sus adherentes. Si en 1925 se declaraban un total de 9.692 afiliados, en 1928 se informaba que ese número había aumentado a la redonda cifra de 10.00020. Por otra parte, el texto enfatizaba los éxitos obtenidos en distintas elecciones municipales, especialmente en Mar del Plata, donde el PS gobernaba desde hacía diez años. El párrafo referido a las elecciones legislativas a nivel nacional recalcaba la participación del PS en casi todas las provincias y el aumento de votos obtenido en dos de ellas -Buenos Aires y Tucumán- y asociaba la obtención por parte de los independientes de la primera minoría en la Capital -y, por consiguiente, la derrota del PS- al supuesto apoyo de fuerzas burguesas y conservadoras, reivindicando para sí el triunfo en los distritos “genuinamente obreros”. A su vez, en el informe se aseguraba que, tras la exclusión de los miembros que habían “travestido su doctrina y sus métodos”, el Partido estaba entrando “en uno de los mejores períodos de su vida interna”, con sus miembros abocados con “entusiasmo inigualable y tenacidad a la noble misión de educar al pueblo”. Esta parte del informe afirmaba explícitamente que el PS tenía más miembros que antes de la expulsión de los independientes21. Como vemos, el texto estaba ostensiblemente construido para minimizar el daño causado por la ruptura ante los ojos de la Internacional, planteando incluso que había sido saludable para el Partido.

Luego del informe, se aclaraba que el texto había sido recibido en español en junio de 1928 y que, ante la proximidad del Congreso, había sido traducido por el propio secretariado de la Internacional. Esto nos habla de las limitadas capacidades del PS para desarrollar sus relaciones internacionales. Sin embargo, como se verá enseguida, las simpatías del secretario de la IOS, Adler, y presumiblemente de la mayor parte del buró, estaban inclinadas en favor del viejo y conocido partido22. A continuación del informe del PS traducido, el documento depositado en el archivo de la IOS se extiende en una suerte de anexo de tres páginas, la misma cantidad que ocupa el propio texto narrativo del PS. Las notas agregadas ilustran extensamente el sistema electoral argentino, explicando que sólo la primera y segunda fuerza obtenían cargos en las elecciones legislativas, y que en la Capital lo que se había registrado era un virtual empate entre ambos socialismos. El anexo enfatiza, a su vez, que “los dos partidos socialistas juntos” (subrayado en el original) habían registrado un pequeño avance con respecto a la elección pasada23. De este modo, se anticipaba la orientación que asumiría el buró de la Internacional con respecto a la división y al conflicto en el socialismo argentino: procurar la reunificación de ambos partidos y, de no ser posible, respaldar al PS al menos por un plazo. Por una nota publicada tiempo después en La Vanguardia, sabemos que quien realizó esos agregados al texto enviado por el PS fue nada menos que Adler, porque le parecía que “los informes remitidos por ambos partidos no daban una impresión justa”24. De ahí también que la propia traducción se encuentre llena de enmiendas a mano alzada y tachaduras sobre el texto tipeado con máquina de escribir.

El PSI no se quedó atrás y envió una carta al ejecutivo de la IOS dando su versión sobre las causas que habían provocado la división del socialismo argentino y solicitando su admisión a la Internacional. Resulta evidente que en ese particular momento el apoyo de la IOS se podía traducir en un fuerte espaldarazo de cara a la militancia socialista argentina, y es por eso que ambos partidos se abocaron con un interés extraordinario a procurar estrechar sus vínculos con la Internacional. Pero dado que uno de los objetivos centrales de la IOS era “unificar las actividades de los partidos afiliados, coordinar la acción común y procurar la unificación completa del movimiento obrero socialista internacional” (LSI, 1925, p. 6), sólo era admitido más de un partido por país en el caso de que existieran distintas nacionalidades o marcadas diferencias en cuestiones de táctica sobre las que las que la Internacional no se hubiera expedido. Así las cosas, la cuestión de cuál era el partido más influyente y, eventualmente, la de la observación de los “principios socialistas” se convirtieron en centrales a la hora de determinar cuál de los dos partidos debía representar a la IOS en Argentina. La apuesta del PSI era fuerte: si tenía éxito, no sólo habría superado electoralmente al PS en el distrito más importante y en el que los socialistas siempre registraron el mejor desempeño, sino que dejaría completamente huérfano de referencias internacionales al viejo partido, algo que podría tener graves consecuencias en lo que hace a la relación de fuerzas entre ambas organizaciones argentinas.

Los fundamentos de la solicitud de los socialistas independientes para ingresar a la IOS eran varios. En primer lugar, se consideraba la derrota del PS a manos del PSI en las elecciones legislativas de la ciudad de Buenos Aires de 1928, argumentando que ya en la primera ocasión que se presentó el pueblo se manifestó en favor del PSI antes que del PS, “un hecho muy importante que la Internacional Obrera y Socialista tomará en consideración”. En este sentido, la idea esbozada era que el PSI tenía igual o más derecho que el PS de integrar la IOS, y por lo tanto de obtener el reconocimiento de la organización. Adicionalmente, la misiva destacaba el carácter de los diputados electos del PSI: dirigentes con muchos años de militancia socialista, diputados y exdiputados y además, en el caso del firmante, “ex secretario del Partido Socialista, anteriormente delegado a los congresos internacionales de Berna y Ámsterdam en 1919”25. Además de resaltar la trayectoria de los dirigentes que integraban el nuevo partido, De Tomaso intentaba defender aquí su compromiso con esa fuente de legitimidad que era el socialismo internacional, y que estaría expresado en la representación ejercida oportunamente junto a Juan B. Justo en 1919.

En segundo lugar, se planteaba que la declaración de principios del PSI no sólo se basaba en principios socialistas, sino que “ningún partido socialista en el mundo tiene un mejor programa” que el de los independientes, inspirado, según se afirmaba, en los de los partidos socialistas de Alemania y de Austria. Con esto, se procuraba aventar las acusaciones del PS en torno a que los independientes habían abandonado los principios socialistas. El texto planteaba que era al revés, recurriendo a los debates suscitados en torno a la cuestión petrolera: se reivindicaba el voto del PSI en la Cámara de Diputados a favor de la nacionalización del recurso, su explotación por parte del estado y la administración de éste por un órgano con representación de los trabajadores y consumidores, planteando que el voto negativo del PS a este proyecto favorecía a trusts como la norteamericana Standard Oil, mientras que la posición del PSI respondía a la defensa “de los verdaderos principios socialistas”26. Finalmente, el texto hacía referencia a la presencia del dirigente socialista austríaco Max Winter, que se encontraba visitando la Argentina, en el congreso fundacional del PSI de enero de 1928, considerándolo un importante testigo al que se invitaba a consultar para constatar el carácter socialista del PSI27.

Desde antes de las elecciones, el PS venía acusando a los “libertinos” de haber pactado con un sector del yrigoyenismo supuestamente dispuesto a cederle al PSI una parte de los votos “sobrantes” antes de la elección de la capital. En este sentido, La Vanguardia denunciaba por ejemplo una rebuscada maniobra que se habría concretado a través de la impresión de una circular atribuida falsamente al mencionado sector e impresa con sigilo a instancias de Eugenio Etchegoin. El ex delegado del PS en el ejecutivo de la IOS, enrolado ahora en las filas del PSI, era denunciado en durísimos términos como un “contrabandista… [que] se hace pasar por médico… que hoy tira la plata que nadie sabe de dónde sale” para solventar la campaña de los socialistas independientes, considerados “gente sin escrúpulos… aventureros que llevan en el alma la traición”28. Etchegoin había sido relevado de su delegación por la dirección del PS poco antes de la ruptura de los independientes; la documentación del secretariado de la IOS previa al congreso indicaba que ese cargo sería cubierto “próximamente”29. Tras estar vacante cerca de un año, el cargo fue asumido fugazmente por un dirigente de primerísima línea: Mario Bravo, quien viajó con la misión de intervenir en el congreso y bloquear la admisión de los independientes. Esto no ocurrió antes ni volvería a ocurrir en las relaciones entre el PS y la IOS. Acompañó a Bravo, “como corresponsal de La Vanguardia30, -al PS le tocaba un sólo lugar en el órgano directivo de la Internacional-, un militante socialista de larga data que residía por entonces en Europa, Bernardo Delom, quien ocuparía el puesto en el ejecutivo de la IOS tras el Congreso. Asimismo, que la importancia otorgada en ese momento a la Internacional tenía un carácter de excepción se manifiesta en el hecho de que a Delom no se lo recuerda por esa delegación, que se extendió hasta 1934 -es decir que incluyó el resto de las reuniones internacionales celebradas por la IOS, hasta la conferencia que se realizó en 1933-, sino como dirigente cooperativista31.

La discusión sobre la cuestión argentina no tuvo lugar durante el congreso sino poco antes, en una reunión preparatoria del ejecutivo de la IOS: allí se empezó a tratar la solicitud del PSI, que había enviado a su propio delegado, Augusto Bunge, para participar en el encuentro. El tema era sumamente controversial y se designó una comisión especial para dirimirlo. Los interesantes intercambios que se suscitaron fueron comunicados al PS por Bravo y Delom, y publicados algún tiempo después en La Vanguardia. El informe comenzaba dando cuenta del planteo de Morris Hillquit, delegado norteamericano, quien señaló que, dado que no parecían haber cuestiones de principios ni de táctica que separaran a ambas agrupaciones, había que reconocer a una de las dos. Consideró que, dado había superado electoralmente al viejo partido, el PSI representaba mejor al socialismo en Argentina. Fuera de eso, llamaba a hacer lo posible para lograr la reunificación de las dos organizaciones. En este último punto coincidían todos los delegados -el propio Bravo, ante la unanimidad del resto, terminó cediendo en esta cuestión-; Pierre Renaudel, uno de los delegados por Francia, consideró que el ejecutivo debía procurar la reunificación por todos los medios y que, si no se lograba, ambos partidos debían ser desconocidos y convocar desde la IOS a la conformación de uno nuevo. Aunque minoritaria, la perspectiva de Renaudel muestra que la idea de una Internacional con una capacidad mucho mayor de decisión sobre sus “secciones” no era exclusiva de Justo. Por otra parte, la de Hillquit revelaba que el apoyo al PS no era unánime en el ejecutivo de la IOS. Bravo respondió con los argumentos ya mencionados, además de exaltar la obra política del PS y sus relaciones con el movimiento obrero y adjudicar la victoria del PSI a su abstención a presentar un candidato presidencial propio, lo que habría favorecido el cambio de votos entre los partidos burgueses y los independientes y a “haber recurrido a la exhibición de la bandera argentina”32.

Finalmente, la comisión resolvió no innovar y pedirle a Émile Vandervelde, que tenía previsto viajar a Argentina, un informe de la situación a los efectos de hacer todo lo posible para logar la reunificación socialista. El despacho de la comisión, aprobado por el ejecutivo de la IOS, planteaba que “el objetivo mismo de la unidad impide a la Internacional afiliar a un segundo partido frente al que constituye actualmente su sección argentina”33. Bunge, por otra parte, fue admitido en el congreso como delegado fraternal, sin voz ni voto. Al regreso de su viaje, Vandervelde recomendó aplazar el pedido de admisión del PSI hasta el siguiente congreso, apostando a lograr la reconciliación en ese lapso, y eso mismo es lo que resolvió el ejecutivo de la IOS. Pero para obtener esa resolución el PS debió esforzarse, ya que buena parte de sus planteos fueron desechados por el enviado de la IOS, que coincidió en la idea de que era imposible distinguir divergencias doctrinales profundas entre ambas organizaciones. Otras cuestiones, como la de la bandera argentina, que implicaba según el viejo PS un compromiso de sus adversarios con el nacionalismo, también fue desechada, sacando a relucir un argumento de los independientes con el que el propio Juan B. Justo podría haber coincidido. El internacionalismo no excluía el sentimiento nacional; si se pretendía condenar al PSI por el hecho de llevar el emblema argentino junto a la bandera roja, se debería condenar también a la socialdemocracia alemana -el principal partido de la Internacional- que también enarbolaba la bandera nacional junto a la roja en distintas circunstancias34.

Si bien el PS siempre mantuvo una comunicación permanente con la IOS, el archivo de la correspondencia muestra un crecimiento significativo de los diálogos sostenidos entre 1928 y 1930, período durante el que se prolongó la disputa por el reconocimiento de la organización mundial. Y no se trataba sólo de intercambios referidos al tema en cuestión, que obviamente abundaban, ni de los relativos al fallecimiento de Juan B. Justo, también esperables. En mayo de 1928, por ejemplo, una carta dirigida “A todos los partidos socialistas adheridos a la Internacional Obrera Socialista”, que acompañaba un paquete que tiene que haber sido voluminoso, invitaba a los destinatarios a iniciar un intercambio permanente de memorias de congresos, estatutos partidarios, volantes y carteles de propaganda, entre otros materiales. En diciembre de ese año, se informaba la decisión del ejecutivo del PS de aportar 1000 francos de las arcas del partido para colaborar con la compra de la sede del partido socialista francés (en adelante SFIO), y se adjuntaba el cheque, con el pedido de hacérselo llegar a los franceses “como una modesta contribución de la solidaridad internacional de los socialistas argentinos”. Un mes antes, el PS también había enviado al secretariado de la IOS 451,57 francos para el Partido Socialdemócrata Obrero de Bulgaria, el cual, acaso algo sorprendido, destacó la actitud y la agradeció especialmente ya que otros partidos “se disculparon por encontrarse en una situación financiera precaria y no poder ayudarnos”35.

Sin descartar el hecho de una acción solidaria genuina del PS, no deja de llamar la atención el giro de dinero para partidos europeos, algo que no ocurrió antes ni volvería a suceder después. Debe considerarse que en particular la SFIO no era un partido pobre ni chico: contaba con 25 votos en los congresos de la IOS, la representación más numerosa después de Alemania y Gran Bretaña. En este sentido, estos envíos pueden pensarse también como una inversión para el capital político partidario. Por otra parte, al contrario de lo que se ha afirmado para los partidos extraeuropeos en general, el PS nunca dejó de pagar las cuotas de afiliación a la IOS (Price, 1947, pp. 84-85), y lo hizo en este período con especial puntualidad. Cabe mencionar, por último, que cuando en las elecciones municipales de la Capital Federal del 23 de diciembre de 1928 el PS logró revertir el resultado electoral adverso de principios de año y superar esta vez a los independientes, el ejecutivo partidario se apresuró en despachar un telegrama a la IOS, compartiendo los guarismos36.

Palabras finales. Deriva del inter-nacionalismo y decadencia de la IOS

Las acciones descriptas arriba, sumadas a un creciente desinterés del PSI por la IOS, rindieron sus frutos: el viejo partido logró sostener el reconocimiento internacional, y eso lo ayudó a capear el temporal. En este sentido, para el PS resultaba mucho más valiosa la membresía en sí misma que la posibilidad en participar en los debates de la IOS, para los cuales no tenía demasiadas propuestas. De hecho, para el Congreso de Bruselas el PS le había encomendado a Bravo volver a proponer para la discusión el viejo “Programa para la acción socialista internacional” de Justo de 1920, cosa que no se concretó; Bravo no intervino en las discusiones (LSI, 1928), pero llevó adelante exitosamente su misión principal.

El interés del PS, en suma, estaba vinculado a poder reivindicar su membresía a la IOS en función de la legitimidad que eso le aportaba, y eso mismo era lo que procuró infructuosamente el PSI en un primer momento. Este rasgo se mantuvo durante los años subsiguientes, y el periódico partidario no dejó de prestarle atención al siguiente congreso de la IOS celebrado en Viena en 193137, uno de cuyos ejes, la defensa de la democracia, coincidía con los problemas domésticos que apremiaban a la dirección partidaria bajo la dictadura de José Félix Uriburu. Por supuesto, para el PS argentino pertenecer a una organización internacional socialista cuyo centro estaba en Europa siempre había representado un modo de acumular capital y legitimidad política. Hacia afuera, en relación con la comunidad transnacional socialdemócrata, postulándose como referente de Sudamérica en su conjunto; hacia adentro del país, en relación con otros grupos políticos e intelectuales. Pero era en los momentos de crisis interna cuando esta búsqueda de legitimidad externa se aceleraba y al mismo tiempo se hacía más concreta, en tanto se trataba de usar los vínculos internacionales como ventaja y herramienta contra adversarios locales. Justamente, hacia 1931, cuando los ecos de la ruptura de los independientes empezaban a apagarse, otra crisis empezaba a gestarse en torno a un sector que impugnaría por izquierda a la dirección partidaria, planteando la necesidad de dejar atrás la tradicional táctica legalista del PS.

En cualquier caso, la apelación del PS a la comunidad internacional socialista en 1928-1931 era el último capítulo de una historia que ya llevaba varias décadas, y no por el desinterés de los socialistas argentinos sino por la propia dinámica que terminó asumiendo el inter-nacionalismo socialdemócrata en general. El hecho de que el Congreso de 1931 haya sido el último que logró realizar la IOS marca un desapego más general con respecto a la elaboración de una política conjunta entre unas “secciones nacionales” que tendían a recostarse cada vez más en ese segundo término. En este sentido, como señala Imlay (2017), que la transformación de los partidos socialistas, de una base clasista a bases populares más amplias, operó fortaleciendo sus intereses por las políticas nacionales y debilitando la perspectiva transnacional, provocando así la decadencia de la IOS. Si observamos el periplo del PS desde su participación en la Segunda Internacional hasta principios de los años 30, vemos que, con las particularidades que hemos abordado aquí, no deja de ajustarse a ese patrón general que caracterizó a la socialdemocracia mundial.

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1 Contamos, especialmente para los últimos años del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, con trabajos sobre su historia intelectual (Tarcus, 2007a; Graciano 2010; Martínez Mazzola, 2011a), su vínculo con el movimiento obrero (Camarero, 2005; Martínez Mazzola, 2011b; Ceruso, 2017, 2019; Belkin, 2018), su desarrollo en diversos puntos del país (Bisso, 2007; Barandiarán, 2010; Ferreyra y Martina, 2017; Ferreyra y Martocci, 2019); su vida cultural (Buonuome, 2015, 2016; Buonuome y Reyes, 2018), sus posturas acerca de la cuestión nacional (Becerra, 2005; Reyes, 2018), su relación con la Unión Cívica Radical (Martínez Mazzola, 2008) y su rol en la organización de las mujeres trabajadoras (Barrancos, 2005; Becerra, 2006, 2009; Valobra, 2008; Rey, 2011; Poy, 2020a). Para un análisis más global, remitimos a Camarero y Herrera (2005) y Poy (2020b).

2En particular sobre la cuestión del papel del PS en el debate sobre las migraciones en la época de la Segunda Internacional puede verse Geli (2005) y Poy (2021).

4Para un panorama de la historia de la IOS, ver entre otros Price (1947), Braunthal (1967), Dreyfus (1980), Rapone (1999), Imlay (2017) y Dogliani (2020).

5Formalmente, era una continuidad de la conferencia de socialistas de los países aliados que se había realizado en marzo de 1918. La novedad principal era la presencia de los socialistas alemanes -tanto el Partido Socialdemócrata mayoritario (MSPD) como el Partido Socialdemócrata Independiente (USPD)-, algo que de hecho provocó que la Federación Estadounidense del Trabajo (AFL, American Federation of Labor) y los socialistas belgas, entre otros, rechazaran participar.

6Ambos se quedaron más de tres meses en Europa, residiendo sobre todo en París, lo cual les permitió participar no solo de la conferencia de Berna sino de la primera reunión de un comité surgido de ella, realizada en Ámsterdam en el mes de abril. Ver Het Volk,19 de abril de 1919 y L’Humanité, 29 de mayo de 1919.

7El dirigente argentino quedó incluido en una comisión de socialistas que iba a viajar a Rusia y que finalmente fue cancelada porque diversos delegados no conseguían autorización de sus países. Durante su estancia en Europa, De Tomaso se entrevistó además con Alexander Kerensky y con Eduard Bernstein, como para no dejar dudas sobre su posicionamiento político: tanto las crónicas de sus entrevistas como sus informes de la conferencia fueron luego publicados en un libro titulado La Internacional y la revolución (De Tomaso, 1919)

8Claridad, n. 3, marzo de 1920, p. 12.

9La Vanguardia, 15, 17 y 24 de julio de 1920.

10La Vanguardia, 20 de septiembre de 1920.

11Ver, por ejemplo, el artículo “La Revolución y la Tercera Internacional”, de Mario Bravo, publicado en Democracia Socialista, n. 4, 5 de diciembre de 1920.

12Para un análisis de tensiones y rupturas similares en los casos de Italia, Noruega, Suiza, Grecia, Hungría, entre otros, ver Cole (1958, pp. 320-321).

13Instituto Internacional de Historia Social, Ámsterdam. Labour and Socialist International Archives, https://hdl.handle.net/10622/ARCH01368.8. En adelante LSI Archives/IISH

15LSI Archives/IISH: https://hdl.handle.net/10622/ARCH01368.1212. Todas las traducciones del inglés, alemán o francés en este artículo son de los autores.

18Fuera de eso, varias contratapas de las ediciones de La Vanguardia de esos días, donde se publicaban las noticias internacionales a partir de informaciones cablegráficas, aparecen dominadas por los títulos de las notas del corresponsal al congreso de la IOS. Véanse las ediciones de La Vanguardia de los días 23, 24 y 26 de agosto de 1925.

19La Vanguardia, 23 de agosto de 1925. En la misma línea, al informar sobre una resolución que reclamaba la incorporación plena de Alemania y la Unión Soviética a la Liga de Naciones, no se deja de aclarar que el texto aprobado opone “la voluntad constructiva del socialismo al sueño maximalista ‘de destrucción ciega’”. Véase La Vanguardia, 28 de agosto de 1925.

22Acaso el austríaco tenía presente el carácter conservador de las posiciones que había asumido De Tomaso en aquel congreso de Berna de 1919, en el que, como se apuntó al principio de este trabajo, se alineó en su contra. O, ante la virulencia del enfrentamiento, no quería propiciar la enajenación de la única incorporación de la IOS fuera de Europa y los Estados Unidos en pos de una organización sin trayectoria que tenía, según el PS, una orientación oportunista y derechista.

24La Vanguardia, 30 de septiembre de 1928.

27Todo indica que existían vínculos de amistad entre De Tomaso o alguno de los dirigentes independientes con esta poco conocida figura, por entonces senador por el Partido Obrero Socialdemócrata de Austria y presidente de la Internacional Socialista de la Educación.

28La Vanguardia, 31 de marzo de 1928.

30La Vanguardia, 29 de septiembre de 1928.

31Por ejemplo, en Tarcus (2007b, p. 181) se menciona su representación en nombre del Hogar Obrero a partir de 1934 en la Alianza Cooperativa Internacional, omitiéndose el rol de delegado que tuvo hasta ese año en la IOS.

32La Vanguardia, 29 de septiembre y 1° de octubre de 1928.

33La Vanguardia, 1° de octubre de 1928.

37La Vanguardia, “Inició sus sesiones el IV Congreso de la IOS”, 29 de julio de 1931; IV Congreso de la Internacional O. Socialista, 23 de agosto de 1931 y 24 de agosto de 1931.

Recibido: 13 de Mayo de 2022; Aprobado: 29 de Agosto de 2022

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