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El taco en la brea

versión On-line ISSN 2362-4191

Taco brea  no.17 Santa Fe jun. 2023

http://dx.doi.org/https://doi.org/10.14409/eltaco.9.17.e0107 

Apuntes

Sobre: De Auschwitz a Argentina. Representaciones del nazismo en literatura y cine 2000-2020, de Sabine Schlickers. Editorial Biblos. Artes y Medios. Buenos Aires, 2021.

1Universitat de Barcelona

Schlickers, Sabine. Editorial Biblos. 2021. Buenos Aires:

Debería empezarse a leer el estudio de Sabine Schlickers De Auschwitz a Argentina desde las Conclusiones y, en particular, de aquella sentencia con la que la autora cierra el esfuerzo de sistematización que ha sostenido a lo largo de más de trecientas páginas y cincuenta obras: «la mala calidad estética de la mayoría de los textos literarios del corpus revela que muchos autores se subieron al trenecito de la “moda del nazismo”: esta temática se vende bien, tal vez porque persiste en teorías de conspiración y sujetos malvados y abyectos que ejercen cierta fascinación» (337). ¿Por qué entonces un libro sobre este corpus cuya debilidad el lector intuye ya en las primeras páginas del estudio? La respuesta se encuentra, como decíamos, en las conclusiones y es a la vez precisa y evidente: para fijar un subgénero narrativo —que la autora propone llamar «nazinovela»— cuyo rasgo definitorio sería el de apropiarse del nazismo y cuya aparición, en Argentina, se situaría en el cambio de milenio.

Se comprende así que la operación clasificatoria —que lleva Schlickers a resumir la trama de cuarenta dos novelas y algún film— es, entre otras cosas, una exigencia de aquel trabajo crítico que permite la definición de un nuevo género y que no puede prescindir de un a veces olvidado instrumento del comparatista: el catálogo. Aun a riesgo de que el elenco prevalga sobre la argumentación crítica.

Oponiéndose a los estudios que consideran que el boom de la nazinovela se produce con la publicación, en 1996, de La literatura nazi en América de Roberto Bolaño, la autora sugiere situar el comienzo de la que finalmente, como se ha dicho, definirá como «moda» más bien en el debate abierto por la publicación de Hitler's Willing Executioners (Nueva York, Knopf, 1966) de Daniel Goldhagen, un texto que, junto a las severas críticas recibidas por eminentes académicos (entre otros, Dominick LaCapra,), fue traducido y editado a la Argentina, en 1999, por Federico Finchelstein (Los alemanes, el Holocausto y la culpa colectiva. El debate Goldhagen, Buenos Aires, Eudeba). Dicha publicación —y el debate de la que el volumen argentino se hace cargo— estaría, de manera explícita o tácita, vinculada a la creación de las más de cuarenta nazinovelas estudiadas por Schlickers (327).

La definición de un género, como es sabido, requiere concreción. Así la autora propone, ante todo, distinguir entre un modo de representación «convencional» y otro «provocativo», siendo este último —en particular en su versión cómica y grotesca— más desafiante para la crítica a causa de su efecto «perturbador» (30). Y hay que entender aquí el término tal como lo ha propuesto la misma estudiosa en un trabajo previo (La narración perturbadora, un nuevo concepto narratológico transmedial, Schlickers con la colaboración de Vera Toro, Iberoamericana Vervuert, 2017), o sea como una forma en la cual las operaciones narrativas desorientan el lector por vía del engaño, la paradoja o el enigma. Además, dentro de estos dos tipos de representaciones (convencionales y provocadoras), la autora distingue entre representaciones ficcionales y otras que, por su referenciabilidad, define como «factuales» (34).

El análisis de los textos literarios y fílmicos seleccionados está, después, estructurado por criterio temático: «la representación factual y ficcional de nazis reales (Josef Mengele, Adolf Eichmann, Adolf Hitler, etc., caps. 2, 1 y 2, 2); la representación de nazis ficticios, teorías de conspiración y esoterismo (cap. 3, 1); temas (des)tabuizados como colaboración, complicidad y relaciones prohibidas (cap. 3, 2); la demonización de personajes nazis (cap. 3, 3) y la representación de los hijos de nazis (3, 5)» (48), a los que hay que añadir una cuestión transversal: la de la «fascinación erótica» (49).

Esta singular concreción del estudio permite a la autora llegar a unas conclusiones en las que la operación clasificatoria —que ha construido casi una antología de la nazinovela— abre un espacio para la crítica y la interpretación de los textos, ahora razonados en una perspectiva más amplia, que no omite el confronto con el canon (desde Primo Levi a Jonathan Littell, por mencionar solo dos).

Recordemos aquí —y sin pretensión de exhaustividad— tan solo algunas de las conclusiones a las que llega Schlickers a través del estudio de la nazinovela: «La representación ficcional de nazis reales en Argentina es algo tardía»; «los nazis ficticios son muchas veces demonizados, mientras que los nazis reales no son representados como monstruos»; los tipos de nazis ficticios son diversos: «está el nazi ficticio‒sádico culto (...), el nazi no culto de carácter fascista (...), el nazi sexualizado (...), el nazi oportunista (...), el nazi viejo y enclenque», a los que la autora añade la detección de un nuevo tipo: «el del pobre nazi romantizado que se enamora de una judía argentina de la oligarquía» (328‒329). Además, observa la estudiosa, en este subgénero es recurrente el mito del IV Reich y su vinculación con la supuesta organización clandestina Odessa y con las teorías de la conspiración debido a que las fringe theories (329) permiten fabulaciones sobre la historia sin posibilidad de refutación (330). Sin embargo, y pese a que en un buen número de novelas estudiadas «se resalten paralelos entre la última dictadura argentina y el nazismo» (332), en general, las obras que componen en corpus recogido en De Auschwitz a Argentina no «provocan una reflexión crítica de los lectores sobre su posición frente al nazismo» y «carecen de reflexiones metaficcionales o metahistoriográficas» (333). Si bien no faltan algunos textos con «estrategias narrativas más sofisticadas» (334), una cierta decepción se impone incluso en el caso del modo grotesco‒cómico (opuesto al grotesco no cómico) que, pese a su variedad (hay representaciones cómico‒benévolas, irónico‒hiperbólicas, grotesco‒violentas y antisemitas) tampoco persigue «la intención de iniciar un proceso de reflexión» (334‒335). Descubrimos así, tras leer estas conclusiones, que detrás de la metódica recopilación de tramas y datos, la estudiosa frenaba su anhelo crítico por un gesto original. Es cierto que dicho gesto no abunda, pero sería injusto decir que está totalmente ausente, como la misma autora reseña (334) y como el lector descubrirá acompañando a Sabine Schlickers en su recorrido de «Auschwitz» a «Argentina».

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