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Revista latinoamericana de filosofía

versión On-line ISSN 1852-7353

Rev. latinoam. filos. vol.39 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires mayo 2013

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

Principios de causalidad y metafísica modal

 

José Tomás Alvarado Marambio
Pontificia Universidad Católica de Chile


RESUMEN: Este trabajo discute varias formulaciones diferentes del principio de causalidad considerando la función que tales principios pueden cumplir en argumentos cosmológicos. Se argumenta que el principio se comprende mejor como requiriendo una causa para todos los estados de cosas contingentes, en vez de requiriendo una explicación para todas las proposiciones verdaderas contingentes. Se argumenta, también, que el requerimiento de una causa para un estado de cosas no debe ser visto como el requerimiento de algo que hace necesaria la ocurrencia del efecto. Varias dificultades bien conocidas pueden ser evitadas con causas que no hacen necesarias sus producciones. Se argumenta, luego, que en las teorías combinatorias de la modalidad, donde todo puede existir con o sin cualquier otro existente diferente, las formulaciones fuertes del principio de causalidad parecen falsas, pero las formulaciones débiles, donde sólo se postula una causa posible para todo estado de cosas, parecen verdaderas. Por otro lado, tanto las formulaciones fuertes como las débiles parecen verdaderas en las concepciones causales de la modalidad. Sin embargo, en las teorías causales de la modalidad la fase II del argumento cosmológico resulta mucho más difícil, esto es, parece mucho más complicado justificar que el objeto concreto necesario al que se hace referencia es omnisciente, omnipotente y moralmente perfecto.

PALABRAS CLAVE: Principio de causalidad; Argumento cosmológico; Causalidad, modalidad; Modalidad combinatoria; Modalidad causal.

ABSTRACT: This work discusses several different formulations of the principle of causality considering the function that those principles might play in cosmological arguments. It is argued that the principle is best understood as requiring a cause for all contingent states of affairs, instead of as requiring an explanation for all contingent true propositions. It is also argued that the requirement of a cause for a state of affairs should not be seen as the requirement for something that necessitates the effect. Several well-known difficulties haunting the principle can be avoided with non-necessitating causes. It is then argued that in combinatorial theories of modality, where everything can exist with or without any other different existent, the strong formulations of the principle of causality seem false, but the weak formulations, where only a possible cause for every contingent state of affairs is postulated, seem true. On the other hand, both strong and weak formulations of the principle seem true on the causal conceptions of modality. Nevertheless, in causal theories of modality phase II of the cosmological argument turns out to be much more difficult, i. e., it seems much harder to justify that the necessary concrete object referred to is omniscient, omnipotent and morally perfect.

KEYWORDS: Principle of causality; Cosmological argument; Causality; Modality; Combinatorial modality; Causal modality.


 

1. Introducción

Este trabajo tiene por objeto discutir qué formulaciones del llamado "principio de causalidad" son más apropiadas para un argumento cosmológico para justificar la existencia de un objeto concreto necesario. El interés en argumentaciones de este tipo se ha visto renovado recientemente.1 Por una parte se han explorado con más detenimiento los presupuestos para un argumento de este tipo y, por otro, se ha considerado qué impacto tendría el debilitamiento de algunas de sus premisas características. Ninguna otra premisa ha recibido tanta atención por estos motivos como el llamado "principio de causalidad". Aquí se pretende argumentar: (i) que el principio debería ser entendido, en efecto, como un principio acerca de la 'causalidad' de 'estados de cosas' (y no acerca de la 'explicación' de 'proposiciones verdaderas', contra lo sostenido por Gale y Pruss, 1999); (ii) que, si el principio va a funcionar de manera efectiva en un argumento cosmológico, debería tomarse la noción de 'causa' de manera que no haga necesaria o más probable la ocurrencia del efecto. Esto obliga a alejarse de las concepciones reductivistas de la causalidad prevalentes; y (iii) que el tipo de metafísica modal subyacente para la evaluación del principio produce enormes diferencias para la viabilidad de la argumentación. Ninguno de estos tres puntos ha sido considerado hasta ahora en la literatura.2 En especial, no se ha hecho el cruce del principio de causalidad con cuestiones más generales acerca de metafísica de la causalidad y metafísica modal. Uno podría estar inclinado a pensar que bastaría una comprensión 'intuitiva' de las nociones causales y modales para evaluar el principio de causalidad y el argumento cosmológico. Sucede, sin embargo, que -tal como se mostrará- la adopción de diferentes alternativas sistemáticas aquí produce variaciones dramáticas. Por supuesto, sería preferible en abstracto que el argumento fuese neutral respecto de materias metafísicas complejas y controvertidas. Pero no sucede tal cosa. Un paso fundamental para comprender mejor las cuestiones envueltas y para, eventualmente, llegar a adjudicar el debate es entender qué presupuestos tiene un argumento cosmológico 'exitoso'. Aquí se pretende, justamente, avanzar en esta clarificación.
El principio de causalidad admite variadas formulaciones. Una especialmente característica es ésta:

(C) Todo estado de cosas contingente tiene una causa.3

Este principio, o algo cercano a él, parece crucial para el desarrollo del argumento cosmológico para justificar la existencia de un ente concreto necesario. Sea un objeto, c, la fusión de todos y sólo los objetos contingentes. Esto es, todo objeto contingente es parte (impropia) de c, y si algo es parte (impropia) de c, entonces ese algo es contingente.4 Un objeto es contingente si es que existe en algunos mundos posibles y no existe en otros. La existencia de un objeto contingente es un estado de cosas contingente. Como todo estado de cosas contingente tiene una causa, entonces, la existencia de c tiene una causa. Se puede añadir un principio que deben obedecer las conexiones causales:

(Disj) Si el estado de cosas φ causa el estado de cosas ψ, entonces φ es disjunto de ψ.

Las variables 'φ' y 'ψ' tendrán como rango estados de cosas. Un estado de cosas es la instanciación de una propiedad (o relación) en un objeto (u objetos) en un instante de tiempo no necesariamente puntual. Las condiciones de identidad de un estado de cosas estarán dadas, por lo tanto, por tales propiedad, objeto e instante de tiempo.5 Se tomarán los estados de cosas como relata de la relación causal, pues, tal como se habrá advertido, las condiciones de identidad estipuladas para ellos son las mismas que las asignadas usualmente a los eventos (cf. Kim, 1976). Dos objetos están 'disjuntos' si y sólo si no poseen ninguna parte (impropia) en común. Cuando se trata de estados de cosas, dos estados de cosas son disjuntos si y sólo si los objetos que integran esos estados de cosas son disjuntos entre sí o si los instantes de tiempo que integran esos estados de cosas son disjuntos entre sí. Se asumirá en lo que sigue que las propiedades son universales por lo que no será necesario imponer el requerimiento de que dos estados de cosas disjuntos entre sí posean diferentes propiedades. Como la causa debe ser disjunta del efecto, se sigue que el estado de cosas que causa la existencia de c debe ser disjunto de c. Luego, este estado de cosas debe estar integrado por algún objeto -al menos uno- que no sea contingente. En efecto, si fuese contingente, entonces sería parte de c, por la definición de c. Si fuese parte de c, entonces el estado de cosas que causa la existencia de c no sería disjunto del estado de cosas de existir c, contra lo indicado por (Disj). Luego si existe al menos un objeto contingente, dado (C) y (Disj), se sigue que hay un ente concreto necesario.
Por supuesto, la formulación anterior no es el único tipo de argumento cosmológico que ha sido propuesto. Una alternativa muy conocida utiliza un principio semejante a (C), pero en vez de partir de la postulación de la suma o fusión mereológica de todos los objetos contingentes, se postula la existencia de algún objeto o estado de cosas contingente y se argumenta luego que la cadena de causas de tal estado de cosas u objeto contingente debe tener un primer miembro.6 Se han presentado también variadas objeciones contra esta línea de argumentación (cf. por ejemplo, Hume, 1779). Aquí, tal como se ha indicado más arriba, se va a concentrar la atención en el principio de causalidad que ha sido, por lo demás, uno de los puntos en que el argumento cosmológico ha sido más atacado.7 En buena parte de esta literatura se ha buscado alguna forma de argumento cosmológico que dependa de un principio de causalidad más débil que (C). Así, esta premisa sería aceptable para quienes el principio con toda su fuerza parezca sospechoso.
Koons (1997, 196-199), por ejemplo, postula un principio de causalidad defectible, en donde generalmente todo estado de cosas contingente tiene una causa. Esto es, en principio debe asumirse que si un estado de cosas es contingente, entonces tiene una causa, a menos que exista evidencia en contrario. Se trata de un principio de causalidad debilitado en un sentido epistémico. Lo interesante de esta maniobra de debilitamiento es que invierte la carga de la argumentación. No es el proponente del argumento cosmológico quien debe justificar que todo estado de cosas contingente tiene una causa, sino que su contradictor debe ofrecer evidencia para pensar que la totalidad de estados de cosas contingentes son una excepción al principio. Faltando tal evidencia en contra, debe uno estarse al principio y esto parece suficiente para que el argumento funcione.8
Otros han buscado un debilitamiento modal del principio de causalidad, siguiendo una tradición que se remonta a Juan Duns Scoto.9 En estas estrategias argumentativas no se postula que todo estado de cosas contingente tiene actualmente una causa, sino que para todo estado de cosas contingente es posible (de re) que tenga una causa.10 Tal como se explicará, cuando se produce este debilitamiento del principio, en algunas formulaciones la argumentación funciona porque el principio débil de causalidad implica el principio fuerte (cf. Gale y Pruss, 1999), por lo que no se trata realmente de un debilitamiento del principio. No se trataría, realmente, de un argumento diferente del tradicional. Otras versiones, sin embargo, consiguen un debilitamiento efectivo y han constituido una contribución importante para el debate (cf. en especial, Rasmussen, 2010).11 Esto hace urgente el examen de las diferentes alternativas del principio de causalidad.
En lo que sigue, por lo tanto, se seguirá el siguiente orden de tratamiento de las cuestiones: (i) en primer lugar se va a considerar si el principio de causalidad debe ser formulado como un principio acerca de 'causas' de 'estados de cosas' o como un principio acerca de 'explicaciones' de 'proposiciones verdaderas'; (ii) en segundo lugar, se va a considerar cómo debería entenderse la 'causalidad' en un principio de causalidad útil para un argumento cosmológico; y (iii) en tercer lugar, se va a considerar qué impacto tienen concepciones modales combinatorias o causales para principios de causalidad que puedan cumplir las funciones requeridas.

2. ¿Explicaciones de proposiciones o causas de estados de cosas?

La idea general de un principio de causalidad admite una pluralidad de diferentes formulaciones, no equivalentes entre sí o, por lo menos, no obviamente equivalentes entre sí. En (C) arriba los cuantificadores tienen como rango estados de cosas, especificados como la instanciación de una propiedad universal en uno o varios objetos en un instante de tiempo. Lo que se está buscando es una 'causa' para estados de cosas entendidos de este modo. Algunos, sin embargo, han preferido formulaciones en donde aquello de que se trata son proposiciones contingentes, esto es, proposiciones que son verdaderas en algunos mundos posibles y no en otros. En vez de establecer el principio que debe haber una causa, se asigna una 'explicación' para la verdad de tales proposiciones (cf. Gale y Pruss, 1999; Pruss, 2006, 64-71). El contraste es, entonces, entre:

(C1) "φ ((φ es contingente) → $ψ (ψ causa φ)).

(C2) "p ((p es contingente) → $q (q explica que p)).

Por supuesto, en (C2) las variables 'p' y 'q' tienen como rango proposiciones. Podría parecer que las diferencias entre (C1) y (C2) son, más que nada, estéticas, pero no es así. Utilizar una u otra genera consecuencias importantes, en especial, si se introducen operadores modales y estos principios se pretenden debilitar, tal como se ha intentado en los últimos años.
En primer lugar, las nociones de 'proposición' y de 'estado de cosas' han sido comprendidas de diferentes modos. Algunos han entendido por un 'estado de cosas' algo indiscernible de una proposición (cf. Plantinga, 1974, 44-46; Chisholm, 1976, 114-126). Aquí se va a mantener, sin embargo, la caracterización de un estado de cosas ya indicada más arriba, que es, por lo demás, bastante estándar (cf. por ejemplo, Armstrong, 1997, 113-138). Qué estados de cosas existan será dependiente de qué propiedades existan. No puede asumirse aquí que habrá propiedades correlativas a cada predicado de nuestros lenguajes o correlativas a cada uno de nuestros conceptos. Las propiedades son aquellas entidades que determinan de una manera objetiva las semejanzas y desemejanzas entre los objetos, son relevantes para fijar las relaciones causales en las que pueda verse envuelto un objeto, o bien para los poderes causales que pueden serle atribuidos y han de aparecer en las leyes naturales. La determinación de qué propiedades existan es una cuestión que corresponde, en general, a la ciencia natural mediante investigación empírica y no a la reflexión a priori que pueda hacerse acerca del contenido del pensamiento y del lenguaje (cf. para una concepción de este tipo, Armstrong, 1978a, 1978b).12 No hay propiedades negativas o disyuntivas, aunque -por supuesto- no hay ningún inconveniente con la existencia de predicados o conceptos negativos o disyuntivos. Si no hay propiedades negativas, tampoco hay estados de cosas 'negativos'. Si no es el caso que el objeto a es F en el tiempo t, esto no implica que hay un estado de cosas [¬Pat] correlativo. Es obvio, sin embargo, que hay proposiciones negativas, sea como sea que estas proposiciones sean entendidas.13 Si no es el caso que el objeto a tiene la propiedad F en t, entonces la proposición a no es F en t es verdadera. Los estados de cosas son entidades 'positivas' y determinadas. Las proposiciones reflejan o expresan los estados de cosas existentes, pero también lo que no es efectivo. Hay más proposiciones que estados de cosas, por lo tanto.
También hay un contraste marcado entre 'explicar' y 'causar'. 'Explicación' designa una relación de carácter epistémico. 'Causar' designa una relación de carácter ontológico. No es este el momento para una presentación siquiera somera de la amplísima discusión en torno a la naturaleza de la explicación. Se explica algo usualmente cuando se aduce algún antecedente causal que permite aquietar de manera razonable la pregunta acerca de por qué acaece ese algo. Que un antecedente causal tenga esta virtud depende no sólo de que exista una conexión causal auténtica, sino también de otros factores de un carácter más bien contextual y pragmático. Para diferentes auditorios diferentes aspectos de los antecedentes causales de un evento pueden resultar más o menos familiares. Si queremos explicar la ocurrencia de un incendio, por ejemplo, se da por descontado que hay oxígeno en la atmósfera. Para una comunidad alienígena, sin embargo, este podría ser un factor nada familiar. Cuando se trata de las 'causas' de un evento, en cambio, estos factores contextuales y pragmáticos resultan irrelevantes. Estos rasgos de una 'explicación' hacen poco recomendable utilizar esta noción para formular el principio de causalidad. Como explicar x implica la existencia de una causa de x que resulta informativa para algún sujeto racional (con creencias e intenciones), decir que toda proposición contingente tiene una explicación es postular que siempre hay un sujeto racional u otro para quien aducir alguna u otra causa de x resultará informativo. Si se expande (C2) resulta:

(C3) "p ((p es contingente) → $q$S (q explica a S que p)).

Aquí la variable 'S' tiene como rango sujetos racionales. El problema es que (C3) parece falso, al menos en principio. No puede suponerse de entrada que toda proposición podrá siempre ser explicada para alguien aduciendo antecedentes causales que le resulten a esa persona informativos. ¿Qué sucede en mundos posibles donde no hay sujetos racionales? Por supuesto, si existe una entidad necesaria y omnisciente, no hay tales mundos posibles, pero no es esto algo que pueda suponerse de entrada. No está claro, por lo demás, si es que para un sujeto racional omnisciente pueda hacerse el contraste entre antecedentes causales más o menos informativos que parece requerir una explicación. ¿Qué sucede, por otra parte, en mundos posibles con sujetos perfectamente racionales, pero desinteresados en adquirir información? Tal vez uno podría decir que para estos sujetos, aun cuando no tengan interés en adquirir información, habrá ciertas proposiciones cuya verdad les resulte objetivamente informativa. No es necesario entrar aquí en estas cuestiones, pero el punto es que no es obvio que un antecedente causal pueda ser una 'explicación' para sujetos intelectualmente perezosos.14
Un aspecto que ha sido puesto de relieve, además, acerca de (C2) es que su debilitamiento modal es equivalente al principio con toda su fuerza. Tal como se ha indicado, se han intentado desarrollar argumentos cosmológicos con premisas que postulan solamente la existencia de explicaciones o causas posibles de una proposición o estado de cosas contingente. Sea:

(C4) "p ((p es contingente) → ◊$q (q explica que p)).

Ha sido puesto de relieve, sin embargo, que (C4) implica (C2) (cf. Pruss, 2006, 234-239). En efecto, supóngase la proposición contingente (r Ù ¬$s (s explica r)). En principio, como (C4) está estipulando sólo que es posible que las proposiciones tengan explicaciones, (r Ù ¬$s (s explica r)) no parece incompatible con el principio. Sin embargo, resulta que:

(1) (((r Ù ¬$s (s explica r)) es contingente) → ◊$q (q explica que (r Ù ¬$s (s explica r)))).

Pero (r Ù ¬$s (s explica r)) es contingente, por lo que, por modus ponens:

(2) ◊$q (q explica que (r Ù ¬$s (s explica r))).

Como, en general, (α explica (β Ù γ)) → ((α explica β) Ù (α explica β)), resulta que, en el mundo posible en que (r Ù ¬$s (s explica r)) sea verdadero y en que, por lo tanto, (¬$s (s explica r)) es verdadero, es también verdadero que:

(3) $q (q explica r).

Pero esto es contradictorio. No puede suceder que en el mismo mundo posible la proposición contingente r tenga y no tenga una explicación. Así, es incompatible con (C4) la existencia de proposiciones contingentes inexplicadas. Luego, es necesario que toda proposición contingente tenga una explicación, si es que (C4) es verdadero. Esto quizás no es tan malo, si es que uno quiere defender directamente un principio como (C2). En este caso, podría uno pensar que el hecho de que (C4) implique (C2) puede verse como un argumento a favor de (C2). Si el objetivo, sin embargo, es utilizar un principio más aceptable para los contradictores del argumento cosmológico, esta situación no parece tan buena.
Desde esta perspectiva, hay una ventaja aquí para (C1), pues la introducción de un operador modal de posibilidad genera efectivamente una tesis más débil. Sea:

(C5) "φ ((φ es contingente) → ◊$ψ (ψ causa φ)).

Si uno intenta desarrollar un razonamiento análogo al anterior uno se encuentra de inmediato con las diferencias sustantivas que ofrecen los estados de cosas respecto de las proposiciones. Sea un estado de cosas complejo [χ + [¬$ψ (ψ causa χ]].15 Si este estado de cosas complejo cae bajo (C5) entonces debería poder inferirse que es posible que exista una causa para χ y que no exista una causa para χ. El problema es que no existe el estado de cosas de 'no haber causa para χ'. Por supuesto, si es que no hay causa para χ, entonces será verdadera la proposición no hay una causa para χ, pero esta proposición no está correlacionada con el estado de cosas respectivo. No hay estados de cosas negativos. Al no existir un estado de cosas negativo de 'no tener una causa' no hay que buscar una causa de tal estado de cosas en virtud del principio (C).
El principio de causalidad debe mantenerse, por lo tanto, como un principio acerca de 'causas' de 'estados de cosas' y no de 'explicaciones' de 'proposiciones verdaderas'.

3. Causalidad

Diferentes concepciones de la causalidad van a incidir de manera sustantiva en el contenido y la plausibilidad de los principios de razón suficiente. Tiene especial relevancia considerar si la noción de 'causalidad' a la que se haga apelación requerirá la necesidad del efecto, dada la causa, o al menos, la mayor probabilidad del efecto, dada la causa. Como la mayoría de las concepciones usualmente defendidas de la causalidad asumen alguna de estos dos supuestos, resulta -tal como se mostrará- que un principio de causalidad operativo en un argumento cosmológico exitoso parece imponer restricciones no-triviales acerca de la naturaleza de la relación causal. Para algunos esto será un motivo, por supuesto, para rechazar todo argumento cosmológico. Para otros, sin embargo, puede ser un motivo para atender con más cuidado los costos de las teorías de la causalidad. En primer lugar, si la existencia de una relación causal entre los estados de cosas φ y ψ hace necesario que si φ existe, entonces ψ existe, un argumento cosmológico tendría consecuencias desastrosas. Tan desastrosas son estas consecuencias que -en este caso- lo más razonable sería desechar del todo tales argumentos. En segundo lugar, la concepción de la causalidad que se adopte no debe hacer imposible que la totalidad de las entidades contingentes haya sido producida por la acción libre de un agente necesario, cuya libertad es incompatible con el determinismo.
En cuanto a lo primero, hay un conocido argumento por el que la introducción de un principio de causalidad tendría el resultado de eliminar toda contingencia.16 Es crucial para esta argumentación, tal como se señaló, que la causalidad entre los estados de cosas φ y ψ implique que es necesario que, si φ es efectivo, entonces ψ es efectivo. Sea la fusión de todos y sólo los estados de cosas contingentes, c*. Por el principio de causalidad debe haber un estado de cosas que causa c*. Sea la causa de c* el estado de cosas n*. Resulta que ((n* existe) → (c* existe)), pues ex hypothesi la existencia de una relación causal implica una conexión necesaria. O bien la existencia de n* es un estado de cosas necesario o bien es un estado de cosas contingente. Si n* fuese un estado de cosas contingente, entonces no podría ser causa de c*, pues como c* es la fusión de todos y sólo los estados de cosas contingentes, resultaría que c* > n*, lo que va contra (Disj). Causa y efecto deben ser estados de cosas disjuntos. Entonces, n* debe ser un estado de cosas necesario. Pero si es así, resulta que c* también sería un estado de cosas necesario, después de todo. En efecto, ((n* existe) → (c* existe)) y (n* existe) implica que (c* existe). Esto es, si la causa hace necesaria la ocurrencia del efecto, la suposición de que todos los estados de cosas contingentes dependen causalmente de la existencia de un objeto concreto necesario, trae consigo que todo es necesario. Se trata de una consecuencia que -tal vez- aceptaría pacíficamente un hegeliano, pero no alguien con algún nivel de compromiso con las tradiciones judía, islámica o cristiana.
La cuestión aquí es que hay una larga tradición de teorías reductivistas de la causalidad en donde los hechos causales son supervenientes (u ontológicamente dependientes, en términos generales) de otros hechos que resultan más básicos. Aquí se va a concentrar la atención en las teorías de la regularidad y las teorías contrafácticas de la causalidad.17 Una forma tradicional de reducción de los hechos causales es, en efecto, sostener que la relación causal entre, por ejemplo, un F y un G consiste en el hecho de que regularmente toda instanciación de un F es seguida por la instanciación de un G.18 Si se comprende la relación causal de este modo, un principio como (C1) es muy poco verosímil. Este principio quedaría de este modo:

(C6) "φ (((φ es contingente) Ù (φ es la instanciación de F)) → $ψ ((ψ es la instanciación de G) → (toda instanciación de G es seguida por la instanciación de F))).

Sostener que todo estado de cosas contingente tiene una causa es sostener que todo estado de cosas debe ser la instanciación de alguna regularidad. Cuando se interpreta la causalidad como regularidad constante de este modo se sigue exactamente el resultado de colapso de la contingencia indicado arriba, pues, en todos los mundos posibles en que exista una relación causal entre un F y un G, debe suceder que toda instanciación de un F sea seguida por la instanciación de un G. Es esa sucesión aquello en que precisamente consiste la relación causal.
Este resultado desastroso puede evitarse si es que se sustituye la regularidad constante por una mayor probabilidad del efecto. Esto es, podría sustituirse (C6) por:

(C7) "φ (((φ es contingente) Ù (φ es la instanciación de F)) → $ψ ((ψ es la instanciación de G) → (la instanciación de G es seguida por la probabilidad de instanciación de F))).

La 'probabilidad de instanciación de F' debe entenderse, por lo menos, como que la probabilidad de instanciación de F es mayor que 0,5. Por supuesto, podría imponerse una cota más alta. Sucede, aquí, sin embargo, que el debilitamiento de la regularidad del modo indicado no impide el segundo problema indicado arriba. En el contexto de un argumento cosmológico para justificar la existencia de un objeto concreto necesario no debería hacerse ininteligible que la totalidad de las entidades contingentes dependen causalmente de la acción libre de tal objeto concreto necesario, suponiendo que esa libertad es incompatible con el determinismo. En una concepción incompatibilista de la libertad, sin embargo, no puede esperarse que siempre la ocurrencia de los antecedentes causales de una acción hagan la ocurrencia de tal acción más probable. En particular, si se quiere justificar la existencia de un ente concreto necesario que libremente causa la existencia de todo ente concreto contingente, no puede esperarse que este ente necesario haga más probable la existencia de estados de cosas contingentes. El principio (C7) es, además, muy poco verosímil de manera independiente. No parece razonable sostener que todo estado de cosas contingente ha de ser la instanciación de una propiedad que sigue con cierta frecuencia a la instanciación de otra propiedad.
Otra teoría reductivista de la causalidad ha sido el análisis contrafáctico (cf. Lewis, 1973b; Lewis, 2004; una presentación general en Collins, Hall y Paul, 2004, 1-57). En esta familia de teorías una relación causal entre dos eventos consiste en la dependencia contrafáctica existente entre la ocurrencia del evento causa y la ocurrencia del evento efecto.19 Esto es, los hechos causales en un mundo posible son hechos acerca de qué condicionales contrafácticos son ahí verdaderos. Sea (p q) el condicional según el cual si p fuese el caso, entonces q sería el caso. La relación causal entre los estados de cosas φ y ψ es el hecho de que: (i) resulte verdadero el condicional contrafáctico ((φ existe) → (ψ existe)); y (ii) resulte verdadero el condicional contrafáctico, ((φ no existe) → (ψ no existe)). Esto es, hay causalidad entre φ y ψ cuando la ocurrencia de ψ es 'sensible' a la ocurrencia de φ, porque si φ ocurriera, entonces ψ ocurriría, y si φ no ocurriera, tampoco ocurriría ψ.20 En la semántica estándar para condicionales contrafácticos (cf. Lewis, 1973a, 1-43; Bennett, 2003, 152-193), un condicional contrafáctico (p q) es verdadero en un mundo posible wi si y sólo si, en todos los mundos posibles más cercanos (o semejantes) a wi, en que p es verdadero, también q es verdadero.21
La existencia de una relación causal entre los estados de cosas φ y ψ en un mundo posible wi es una función no sólo de lo que ocurre 'localmente' en wi, sino también en todo su 'vecindario' modal. Una relación causal es un hecho acerca de la semejanza y desemejanza entre mundos posibles. Es el hecho de que ningún mundo posible en que φ exista y ψ no exista es más cercano a wi que los mundos en que φ y ψ existen. El principio de causalidad que resulta aquí es:

(C8) "φ ((φ es contingente) → $ψ (((ψ existe) → (φ existe)) Ù ((ψ no existe) → (φ no existe)))).

Así, el principio de causalidad estaría aquí indicando que todo estado de cosas contingente tiene dependencia contrafáctica respecto de otro estado de cosas. Una primera consecuencia de esta formulación contrafáctica es que no se sigue el resultado desastroso por el que desaparece toda contingencia. El problema surge porque la existencia de la suma de todos y sólo los estados de cosas contingentes, el estado de cosas c*, es causado por la existencia de un ente necesario, sea el estado de cosas n*. Si ((n* existe) → (c* existe)) y (n* existe), entonces (c* existe). Aquí, sin embargo, la conexión causal entre los estados de cosas n* y c* no implica que ((n* existe) → (c* existe)), sólo se exige una conexión 'necesaria' entre el estado de cosas causa y el estado de cosas efecto para los mundos cercanos al mundo posible en donde se está atribuyendo la conexión causal. Tampoco parece haber en esta concepción dificultades para tratar procesos causales estocásticos. Resulta aquí, sin embargo, que nuevamente no se puede suponer que una acción libre -con libertad incompatible con el determinismo- tenga la requerida 'sensitividad' contrafáctica con el efecto. Existe, además, un problema adicional bastante más grave.22 Como aquello que aquí hace de causa es la existencia de un objeto necesario, esto es, se trata de un estado de cosas necesario, la cláusula ((ψ no existe) → (φ no existe))) será trivialmente verdadera, porque el antecedente será imposible. En la semántica estándar, este condicional contrafáctico es siempre verdadero, no importa lo que esté en el consecuente. La cláusula ((ψ existe) → (φ existe)), por otro lado, resulta ya verdadera -debido al fenómeno conocido como 'centramiento débil' (weak centering)- dado que actualmente ψ y φ existen. La relación causal entre la existencia del objeto concreto necesario y la totalidad de estados de cosas contingentes resulta, entonces trivial. Evitar esto obligaría a introducir una semántica no-estándar para 'contraposibles' lo que hace dudoso entender aquí 'causa' tal como lo supone usualmente el análisis contrafáctico de la causalidad.
¿Es, por otra parte, verosímil (C8)? Esto depende de otras opciones en metafísica modal de las que se tratará luego. Tal como se explicará, en una teoría modal combinatoria no lo es. Y en una teoría modal basada en poderes causales primitivos, de entrada la causalidad no puede entenderse de acuerdo con el análisis contrafáctico. Resulta así, por lo tanto, que no parece que un principio de causalidad -en el contexto de un argumento cosmológico- pueda ser formulado apelando a una teoría contrafáctica de la causalidad.
Existen también concepciones no reductivistas de la causalidad en donde los hechos causales no son dependientes ontológicamente de otros hechos de un carácter más básico. Estas son las que parecen más amigables para el principio de causalidad. Las relaciones causales no deben ser vistas en esta perspectiva como conectadas a regularidades ni como haciendo necesario o más probable el efecto. No son tampoco un producto de las semejanzas y desemejanzas entre mundos posibles. Por supuesto, la existencia de relaciones causales objetivas puede determinar que ciertos condicionales contrafácticos resulten verdaderos, pero esas relaciones no son un producto de tales condicionales. La dependencia, si existe, es la inversa. La formulación del principio de causalidad es, bajo esta familia de teorías causales, simplemente (C1) y su debilitamiento modal es simplemente (C5). Por estos motivos, no hay riesgo de que el principio así entendido implique la eliminación de toda contingencia. El que un estado de cosas necesario sea causa de un estado de cosas contingente no hace necesario el estado de cosas efecto. Por lo mismo, no hay tampoco problemas en sostener que la acción libre -libertaria- de un ente concreto necesario es lo que produce la existencia de todos los entes concretos contingentes.

4. El impacto de teorías modales alternativas

Así como es indispensable cruzar las diferentes formulaciones del principio de causalidad con diferentes teorías de la causalidad, también es indispensable cruzarlas con diferentes teorías de la modalidad metafísica. Hay varios motivos sistemáticos para realizar este ejercicio. En primer lugar, una estrategia prominente en las formas contemporáneas del argumento cosmológico ha sido debilitar el principio de causalidad, tal como sucede en (C5). En vez de postular que todo estado de cosas contingente requiere una causa, se postula que para todo estado de cosas contingente es posible que exista para él una causa. Existiendo concepciones tan diferentes de la modalidad metafísica, no resulta extraño que también esa diversidad infecte la posibilidad de que aquí se trata. En segundo lugar, sin embargo, la modalidad metafísica tiene una relevancia más básica para el principio de causalidad. Cualquiera sea la formulación del principio ha de suponerse que se propone como una verdad necesaria. Si actualmente todos los estados de cosas contingentes poseen una causa ello no es simplemente una feliz casualidad cósmica. Si realmente no es necesario que todo estado de cosas contingente posea una causa, entonces, lo más razonable es creer que no todos los estados de cosas actuales poseen una causa, pues eso es lo más probable. Así, la motivación para aceptar un principio como (C1) es su carácter necesario. (C1), entonces, debería formularse como:

(C9) "φ ((φ es contingente) → $ψ (ψ causa φ)).

De un modo semejante, el debilitamiento modal de (C1) ha de consistir también en un hecho necesario, si es que es verdadero. (C5) debería formularse, por lo tanto, como:

(C10) "φ ((φ es contingente) → ◊$ψ (ψ causa φ)).

La diferencia entre (C9) y (C10) consiste en que el primero exige que todo estado de cosas contingente en todo mundo posible en que exista tenga una causa, mientras el segundo exige sólo que todo estado de cosas contingente tenga una causa en algún u otro mundo posible. En particular, (C10) permite que estados de cosas contingentes no tengan una causa en algunos mundos posibles, siempre que los mundos posibles en los que sí la tenga sean accesibles a aquellos.
Como es bien conocido, desde los años 70 han proliferado teorías sobre la naturaleza de los hechos modales, en especial desde que se comenzó a tomar en serio la idea de que hay una modalidad metafísica diferente del carácter a priori o a posteriori de ciertas proposiciones. En lo que concierne al examen que se pretende hacer aquí, sin embargo, tiene importancia, en particular, la distinción entre teorías combinatorias y teorías causales de la modalidad metafísica. La diferencia entre estas familias de teorías radica en la 'extensión' que se asigne al espacio ontológico modal. En las teorías combinatorias el espacio de las posibilidades metafísicas viene dado por las recombinaciones de ciertos elementos dados, tales como propiedades y objetos, independientes entre sí. En las teorías causales, el espacio de las posibilidades metafísicas viene dado, en cambio, por poderes causales primitivos. La extensión de esos poderes causales genera lo que puede o no puede acaecer. El primer tipo de teoría podría ser denominado 'humeano', mientras el segundo podría ser denominado 'aristotélico'.

4.1. Teorías modales combinatorias

Varias teorías modales especifican lo metafísicamente posible por las recombinaciones coherentes de un repertorio dado de entidades. La naturaleza de las entidades en cuestión varía de teoría en teoría, pero la idea básica es la misma. Los hechos modales son hechos conformados por la independencia mutua de las entidades de ese repertorio. La noción de 'independencia' es, por supuesto, una noción modal. El ítem a es independiente del ítem b si y sólo si, a puede darse sin el ítem b. En las concepciones combinatorias cada uno de los ítems puede darse en conjunto con cualquiera de los otros, así como cada uno de los ítems que se dan de hecho juntos, pueden darse separados. Lewis, en particular, sostiene que la plenitud de todos los mundos metafísicamente posibles viene dada por un principio de 'recombinación' de inspiración humeana:23

Para expresar la plenitud de los mundos posibles, requiero un principio de plenitud de acuerdo con el cual juntar partes de diferentes mundos posibles entrega otro mundo posible. Hablando de manera general, el principio es que cualquier cosa puede co-existir con cualquier otra, al menos si es que ocupan distintas posiciones espacio-temporales. Del mismo modo, cualquier cosa puede no co-existir con cualquier otra. Así, si puede haber un dragón y puede haber un unicornio, pero no puede haber un dragón con un unicornio al lado, eso sería un vacío inaceptable en el espacio lógico, una falla de plenitud. Y si puede haber una cabeza parlante contigua al resto de un cuerpo humano viviente, pero si no pudiese haber una cabeza parlante separada del resto de un cuerpo humano, esto también sería una falla de plenitud. (Lewis, 1986a, 87-88).

Por supuesto, esta idea va unida en Lewis a la concepción de los mundos posibles como sumas mereológicas máximas de entidades todas las cuales se encuentran conectadas espacio-temporalmente entre sí. En esta concepción ningún objeto existe en más de un único mundo posible. Cuando se habla, por lo tanto, de que las partes de diferentes mundos posibles se pueden dar juntas en otro, no se trata de que literalmente las mismas partes pueden existir en diferentes mundos. Se trata de que réplicas de tales partes pueden darse en un mundo posible juntas. Una réplica de a es un objeto que instancia exactamente las mismas propiedades intrínsecas que a instancia.24 Estos objetos pueden estar instanciando diferentes relaciones externas.25 La recombinación de que se trata tiene que ver, por lo tanto, con la distribución de propiedades intrínsecas y relaciones externas en un mundo posible. Lewis impone restricciones en las recombinaciones por el tamaño del espacio-tiempo en el que puedan darse tales distribuciones, asumiendo que no puede haber objetos co-localizados (cf. Lewis, 1986, 89-91). Es discutible si esta restricción es coherente con la tesis fundamental acerca de la extensión de la modalidad metafísica, pero esto es algo que no interesa considerar ahora.
Otras posiciones desarrollan básicamente la misma idea fundamental, aunque con un repertorio ontológico diferente.26 Por ejemplo, Armstrong sostiene que el espacio ontológico modal de todas las posibilidades está constituido por la combinatoria de objetos y propiedades universales independientes entre sí (cf. Armstrong, 1989, especialmente 37-53; 1997, 148-174). Objetos y propiedades constituyen estados de cosas. Un estado de cosas posible puede ser representado por una n-tupla de objetos y propiedades. Los mundos posibles son conjuntos de n-tuplas que representan una configuración completa y consistente de estados de cosas posibles. Lo que genera estas totalidades completas y consistentes es la independencia mutua de objetos y propiedades, el hecho de que cada uno de los objetos puede o no instanciar cada una de las propiedades, el hecho de que cada una de las propiedades puede o no estar instanciada en cada uno de los objetos y el hecho de que cada uno de los estados de cosas puede o no darse junto con cualquier otro estado de cosas. Otros filósofos querrán introducir restricciones que tienen que ver con propiedades esenciales para los objetos,27 lo que vedará algunas combinaciones. La regla general, sin embargo, es la libre combinación de entidades diferentes.

4.2. Teorías causales de la modalidad

La gran alternativa a las teorías modales combinatorias son las teorías causales en donde el espacio de lo metafísicamente posible viene dado por poderes causales. Este tipo de teorías tiene antecedentes que se remontan muy lejos y su inspiración podría ser denominada, de manera general, como 'aristotélica'.28 Tal como en el caso anterior, hay una variedad importante de posiciones diferentes que siguen este lineamiento general. Un punto importante es que no puede utilizarse una teoría reductivista de la causalidad para especificar el espacio modal, si es que uno pretende que son poderes causales los que determinan qué es o no posible. En las teorías reductivistas los hechos causales vienen dados por hechos de un carácter ontológicamente más básico, como las semejanzas y desemejanzas entre mundos posibles o como las regularidades de eventos. En estas teorías los hechos causales sólo pueden surgir si es que los hechos modales están dados ya previamente. No podría pretenderse, por lo tanto, que los hechos causales sirvieran para determinar el espacio de lo metafísicamente posible. Es el espacio de lo metafísicamente posible ya constituido el que determina los hechos causales. La causalidad, por lo tanto, debe tomarse como una relación de dependencia ontológica primitiva, si es que uno supone que los hechos modales vienen fijados por hechos acerca de poderes causales.
En los últimos diez años se han presentado de manera independiente varias propuestas que pueden ser caracterizadas como teorías causales de la modalidad.29 Una motivación importante para estas teorías ha sido el desarrollo de ontologías realistas de los poderes causales y de las disposiciones. Tradicionalmente se ha tratado de analizar las disposiciones como condicionales contrafácticos o se ha tratado de reducir las disposiciones a propiedades categóricas junto con leyes naturales. El rechazo de estos programas ha llevado a teorías anti-humeanas en donde deben postularse poderes, potencias, capacidades y disposiciones no reductibles a otras entidades. No hay, sin embargo, una única forma en que puede generarse el espacio de las posibilidades metafísicas con la introducción de poderes causales.
Un punto crucial para especificar diferentes formas de configurar el espacio ontológico modal tiene que ver con la forma en que sean entendidos los poderes, potencias o capacidades. Una forma muy común de entenderlas es como disposiciones que necesariamente se manifiestan de cierto modo ante la presencia de algún estímulo. Los poderes causales hacen necesaria la ocurrencia de ciertos efectos en las circunstancias apropiadas. Es obvio que se requiere introducir aquí algún principio adicional que permita 'generar' posibilidades. Si lo único de lo que depende el espacio de las modalidades metafísicas son poderes que actúan de manera necesaria, no se conseguirá más que un único mundo metafísicamente posible. En efecto, supóngase que hay dos mundos metafísicamente posibles w1 y w2 diferentes entre sí. Un estado de cosas es posible si y sólo si podría ser causado por la operación de un poder causal. La diferencia entre w1 y w2 debe consistir en que, por lo menos existe un estado de cosas parte de w1 que no es parte de w2 o viceversa. ¿Por qué uno de esos mundos posibles tiene como parte tal estado de cosas y el otro no? Si las posibilidades dependen de poderes causales, y estos poderes causales hacen necesarios sus efectos dadas ciertas condiciones, la diferencia sólo puede ser debida a que en un caso se han producido las condiciones que 'disparan' la operación de la potencia, mientras que en el otro no. ¿Por qué, sin embargo, se han dado tales condiciones en un caso y no en otro? No sirve apelar nuevamente a poderes causales que se han 'disparado' en un caso y no en otro, pues eso requiere, nuevamente, explicar por qué se han dado en un caso las condiciones que gatillan la operación de la potencia. En algún punto se hace necesario introducir un principio adicional por el que sean dadas posibilidades metafísicas. Ha sido natural ver aquí ese complemento en un principio combinatorio (cf. por ejemplo, Mumford, 2004, 175-180). La introducción de un principio de recombinación produce un efecto drástico, sin embargo, pues las potencias causales vienen a constituir restricciones adicionales a un modelo en donde lo posible viene dado básicamente por las combinaciones permisibles de entidades que son, por lo general, independientes entre sí. Si se adopta esta idea, por lo tanto, no se ha introducido una concepción modal realmente diferente de las tradicionales concepciones combinatorias indicadas arriba.
La apelación a poderes causales, sin embargo, puede dar lugar a una alternativa que implica diferencias importantes con las teorías combinatorias. Es crucial aquí que lo metafísicamente posible esté ligado a poderes causales. En vez de sostener que los poderes causales hacen necesaria la ocurrencia de sus efectos, se postula simplemente que los poderes causales hacen posible la ocurrencia de sus efectos. En una teoría de este tipo, un estado de cosas φ es metafísicamente posible si y sólo si algún estado de cosas actual (pasado, presente o futuro) podría causar que φ (cf. Pruss, 2006, 316; Alvarado, 2009; Borghini y Williams, 2008, no tan claramente). Los estados de cosas están constituidos por propiedades que son, también, las que confieren los poderes causales a los objetos que las instancian. El espacio de lo metafísicamente posible estará constituido por la 'extensión' de tales poderes. Por dualidad, un estado de cosas φ es necesario si y sólo si φ no podría ser prevenido por estados de cosas actuales (pasados, presentes o futuros). Por supuesto, no se pretende en estas concepciones hacer una reducción de los hechos modales a hechos de un carácter no modal más básico. Lo metafísicamente posible queda determinado por lo que podría o no ser causado por estados de cosas actuales. Asumiendo que las relaciones causales tienen una dirección definida del pasado al futuro, los mundos posibles irán difiriendo entre sí hacia el futuro. Hacia el pasado irán convergiendo en un 'tronco común' y hacia el futuro se 'ramifican' de acuerdo con los poderes causales de los estados de cosas que podrían ser efectivos en tales ramas.
Cuando se conciben los hechos modales de esta forma resulta que las relaciones de accesibilidad entre mundos posibles son reflexivas, simétricas y transitivas. Esto hace que resulte válida una lógica modal del tipo S5 para los enunciados acerca de las modalidades metafísicas. En términos generales, un mundo posible w1 es accesible desde el mundo posible w2 si y sólo si hay algún estado de cosas de w2 que podría causar los estados de cosas que conforman w1. Es trivial que las relaciones de accesibilidad serán reflexivas, porque todo mundo posible tendrá algún estado de cosas que podría causar todos los estados de cosas de ese mismo mundo. Las relaciones de accesibilidad también deben ser simétricas, pues dos mundos posibles deben tener al menos un estado de cosas en común hacia el pasado y todos los estados de cosas posteriores podrían ser causados por éste. Por razones semejantes, las relaciones de accesibilidad resultarán transitivas.

4.3. Consecuencias para el principio de causalidad

Corresponde ahora considerar qué consecuencias tiene adoptar uno u otro de estos tipos de teoría modal para el principio de causalidad.

4.3.1. La metafísica modal combinatoria y el principio de causalidad

Supóngase, en primer lugar, que se adopta una teoría combinatoria de la modalidad. En este caso, todas las formulaciones del principio no debilitadas modalmente resultan muy poco verosímiles, sin importar el tipo de concepción de la causalidad que sea adoptada. Según la formulación (C9) es necesario que todo estado de cosas contingente tenga una causa, esto es:

(C9) "φ ((φ es contingente) → $ψ (ψ causa φ)).

El punto es que ya sea que la causalidad sea aquí una relación de dependencia ontológica primitiva, o una regularidad de tipos de eventos, o una relación de dependencia contrafáctica, los principios combinatorios parecen garantizar que, así como un estado de cosas puede darse junto con una causa para su ocurrencia, podría también darse sin ella. Como toda entidad puede darse acompañada o no por cualquier otra, nada parece impedir que, así como está acompañada por una causa, pueda no estarlo. El que la causalidad sea una relación ontológicamente primitiva no hace variar esta situación. Un estado de cosas puede tener la relación causal con otro, pero también no tenerlo. La causalidad es una relación como cualquier otra y puede o no estar instanciada en tales o cuales estados de cosas. Algo semejante sucede con las regularidades de tipos de eventos, si es que se toma la causalidad como tal cosa.
Para el caso de las dependencias contrafácticas el punto puede requerir un poco más de reflexión. Sostener que todo estado de cosas contingente tiene una causa es sostener:

(C11) "φ ((φ es contingente) → $ψ (((ψ existe) → (φ existe)) Ù ((ψ no existe) → (φ no existe)))).

Esto es, se sostiene que todo estado de cosas contingente en todo mundo posible en que exista debe ser contrafácticamente dependiente de algún otro estado de cosas. Tal como se ha indicado más arriba, esto implica que en todo mundo posible w1 en que exista un estado de cosas φ, hay un estado de cosas ψ tal que, en todos los mundos posibles más cercanos a w1 en que ψ no exista, φ tampoco existe, y en que ψ exista, φ también existe. En una metafísica modal combinatoria, (C11) parece simplemente falsa. Para empezar, nada impide que en algunos mundos posibles φ exista en el primer instante de tiempo de esos mundos. Si se mantiene ese respecto fijo para determinar qué mundos posibles son o no cercanos, es obvio, que φ no será dependiente contrafácticamente de ningún otro estado de cosas. En efecto, para establecer las dependencias contrafácticas en un mundo posible w1 se atiende a mundos posibles indiscernibles respecto de w1 hasta el instante de tiempo inmediatamente previo a la ocurrencia del efecto con la sola excepción de que no ocurre el evento causa -junto con todos los restantes cambios necesarios para mantener consistentemente la no ocurrencia del evento causa. Habrá una relación causal si en todos estos mundos tampoco ocurre el evento efecto. Pues bien, si hay un estado de cosas ψ en el instante t1 y un estado de cosas φ en el instante t2, posterior a t1, la dependencia contrafáctica entre ψ y φ supone considerar mundos posibles en que, por lo menos, existe el instante t1 y existe el instante t2. Desde la perspectiva combinatoria, sin embargo, nada impide que la existencia del instante t2 no sea acompañada por el instante t1 previo y que t2 sea el primer instante de tiempo de ese mundo. Por supuesto, habrá mundos posibles en que sí podrá establecerse la dependencia contrafáctica del estado de cosas φ en otro estado de cosas previo, pero eso no tiene aquí relevancia. El principio (C11) está estableciendo que en todos los mundos metafísicamente posibles todo estado de cosas debe ser dependiente contrafácticamente de otro estado de cosas. La metafísica modal combinatoria, fundada en la independencia mutua de existentes diferentes es extraña a requerimientos como éste. (C11) es aquí falso, por lo tanto.30 Todos estos motivos que obligan a rechazar (C9) en las teorías modales combinatorias, sin embargo, hacen aceptable (C10). Según esta formulación:

(C10) "φ  ((φ es contingente) → ◊$ψ (ψ causa φ)).

Esto es, es necesario que todo estado de cosas contingente tenga alguna causa en algún mundo posible u otro. Rechazar este principio en una metafísica modal combinatoria sería extremadamente costoso desde un punto de vista teórico. La negación de (C10) consiste en:

(4) ◊$φ◊ ((φ es contingente) Ù ¬◊$ψ (ψ causa φ)).

Esto es, negar (C10) es sostener que sería metafísicamente posible que un estado de cosas contingente sea de tal naturaleza que excluya toda causa. Se trataría de un estado de cosas contingente esencialmente incausado. En una metafísica modal combinatoria, en que cualquier entidad puede darse junta o separada de cualquier otra entidad diferente, parece obvio que un estado de cosas podría darse con una causa antecedente, ya sea entendida ésta como una relación de dependencia ontológica primitiva, como una regularidad de tipos de eventos o como una dependencia contrafáctica.31

4.3.2. Las teorías modales causales y el principio de causalidad

En las teorías causales de la modalidad que tienen más interés sistemático un estado de cosas es metafísicamente posible si y sólo si podría ser causado por estados de cosas actuales (pasados, presentes o futuros). Resulta aquí verdadero el principio (C9). En efecto, todo estado de cosas contingente ha de ser efectivo en al menos un mundo metafísicamente posible, por lo que debería poder ser causado por algún estado de cosas actual (pasado, presente o futuro). Luego, en los mundos posibles en los que ese estado de cosas exista, tendrá una causa: por lo menos, el estado de cosas actual del que dependa. Supóngase, por otra parte, que (C9) fuese falso. En este caso:

(5) ◊$φ◊ ((φ es contingente) Ù ¬$ψ (ψ causa φ)).

Esto es, sería metafísicamente posible que un estado de cosas contingente fuese incausado. Pero, si ha de ser metafísicamente posible debe poder ser causado por estados de cosas actuales. Luego, en los mundos posibles en que exista debe tener una causa. No hay, por lo tanto, estados de cosas posibles no causados. A fortiori resulta también verdadero el principio de razón suficiente debilitado (C10), pues si todo estado de cosas contingente posee una causa, entonces, trivialmente, todo estado de cosas contingente posee posiblemente una causa.
Este podría parecer, entonces, el tipo de teoría apropiada para el despliegue del argumento cosmológico. Como también se trata de un tipo de teoría en donde es claro que las relaciones de accesibilidad son reflexivas, simétricas y transitivas, parece prestarse favorablemente para otras líneas de argumentación que hacen uso de, por ejemplo, el principio modal -característico de S5- según el cual si un estado de cosas es posiblemente necesario, entonces es necesario.32 Es un hecho irónico, sin embargo, que un principio de causalidad en el marco de una teoría causal de la modalidad resulta inútil para los propósitos de un argumento cosmológico. Recuérdese que en un argumento de este estilo se sostiene que la existencia de la fusión mereológica de todos los objetos contingentes -que es también un estado de cosas contingente- requiere una causa (por (C9)) disjunta del efecto (por (Disj)). La causa de tal estado de cosas debe ser la existencia necesaria de un objeto concreto necesario. Si fuese un objeto contingente sería parte de la fusión de todos los objetos contingentes y su existencia no podría ser disjunta del estado de cosas efecto. Se concluye, por lo tanto, que hay un objeto concreto necesario y el objetivo del argumento cosmológico parece cumplido.
El problema aquí es que debe argumentarse luego que el ente concreto necesario cuya existencia ha sido justificada es el ente que, por lo menos, ha sido denominado 'Dios' por las tradiciones religiosas cristiana, judía y musulmana. No tiene mucho sentido pretender una justificación filosófica de que el ente concreto necesario en cuestión es quien hizo las promesas a los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob y sacó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, pero sí debería intentarse la justificación de que este ente es omnipotente, omnisciente y perfectamente bueno. Esto ha sido denominado la 'fase II' del argumento cosmológico (cf. Rowe, 1998, 222-248). La cuestión que surge aquí es que un principio de causalidad fundado en una teoría causal de la modalidad deja en muy mal pie la fase II del argumento cosmológico. Esto es, una teoría causal parece facilitar la justificación de un ente concreto necesario pero compensa esta facilidad con dificultades adicionales en la justificación de que se trata de un ente con los restantes atributos asignados a Dios en el teísmo tradicional.
En la teoría causal de la modalidad, los mundos metafísicamente posibles adoptan una configuración ramificada del pasado hacia el futuro. Como las relaciones causales tienen un sentido determinado hacia el futuro, cada estado de cosas efectivo abre un espacio de posibles desarrollos, de acuerdo con las potencias causales que posea en virtud de las propiedades que estén ahí instanciadas. Los mundos metafísicamente posibles van convergiendo hacia el pasado. Si hay un primer instante de tiempo en el mundo actual -recuérdese que son las potencias causales actuales las que determinan el espacio modal-, entonces, el estado de cosas existente en tal instante de tiempo será común a todos los mundos metafísicamente posibles. Si las potencias causales existentes como integrantes de tal estado de cosas fuesen, por hipótesis, deterministas, entonces no habría más que un único mundo metafísicamente posible. Resulta también un hecho metafísicamente necesario la existencia de las entidades que constituyen tal estado de cosas inicial, sin importar su naturaleza. Las teorías causales de la modalidad son, por sí mismas, neutrales entre concepciones naturalistas o no naturalistas de la realidad. Es perfectamente coherente una teoría causal de la modalidad naturalista, en donde todas las entidades metafísicamente posibles son entidades físicas y en donde, por lo demás, el espacio de lo metafísicamente posible coincide con lo que denominaríamos, en general, lo 'físicamente' posible (dado, por supuesto, un estado de cosas inicial). Siendo las cosas así, un naturalista podría sin ningún prurito aceptar que hay al menos un ente concreto necesario. Aceptar tal cosa no implica ningún paso hacia la aceptación de un ente omnisciente, omnipotente y perfectamente bueno.
Hay un contraste marcado con lo que resulta en una teoría combinatoria de la modalidad. En este tipo de teoría, la postulación de un ente concreto necesario es ontológicamente muy seria. Es aquí donde parecen tener más plausibilidad las estrategias normales para desarrollar la fase II del argumento cosmológico. Para argumentar que el ente concreto necesario es omnipotente y tiene potencias causales infinitas, por ejemplo, se ha sostenido que debería aceptarse un principio modal como el que sigue (cf. en general para estas argumentaciones, Rasmussen, 2009; Gellman, 2000):

Para cualquier atributo finito mensurable A, donde A consiste en poseer un determinable D en el grado μ, y para cualquier objeto x que posea A, hay un grado tal que es posible para x poseer D en el grado μ - e o μ + e. (Rasmussen, 2009, 5).

Este principio parece obvio desde una perspectiva combinatoria, pero no lo es en una perspectiva causal de la modalidad.33 Si tengo la capacidad de levantar exactamente 10 kilogramos de peso, parece obvio que podría tener la capacidad de levantar exactamente 10,0001 kilogramos de peso o exactamente 9,9999 kilogramos de peso. Un objeto concreto necesario cuya existencia es causa de toda entidad contingente debe poder causar la existencia de todos estos atributos, lo que requiere un poder infinito. Pero esto no puede valer para el objeto o los objetos que integran el primer estado de cosas actual en una teoría causal. Esos objetos no podrían tener poderes causales mayores que los que de hecho poseen y no parece necesario postular en ellos poderes causales infinitos.

5. Conclusiones

Se ha destacado en este trabajo, en primer término, que hay motivos sistemáticos para preferir formulaciones en donde los cuantificadores del principio de causalidad tienen como rango estados de cosas en vez de proposiciones, y en donde lo que se busca es una 'causa' para 'estados de cosas' contingentes, en vez de una 'explicación' para 'proposiciones' contingentes. Esto permite formular luego principios de causalidad debilitados modalmente y elimina la dependencia que tienen las explicaciones de factores epistémicos.
En segundo lugar, se ha sostenido que postular causas para un estado de cosas contingente no debe verse como requiriendo un estado de cosas que haga necesaria la ocurrencia del estado de cosas efecto, a menos que uno adopte una teoría reductivista de la causalidad. Hay varias dificultades que pueden ser evitadas si es que las causas postuladas por el principio de causalidad no son 'suficientes': se bloquea un conocido argumento que haría necesarios todos los estados de cosas y se deja espacio también para que el objeto concreto necesario cuya existencia es causa de la totalidad de las entidades contingentes actúe de manera libre -incompatible con el determinismo.
Se considera luego, en tercer lugar, qué relevancia tienen dos grandes tipos de teoría modal respecto de dos principios de causalidad. Uno fuerte, que postula simplemente una causa para todo estado de cosas contingente (C9), y otro débil que postula una causa posible para todo estado de cosas contingente (C10). En una metafísica modal combinatoria en donde los hechos modales son constituidos por la independencia mutua de las entidades entre sí, esto es, por el hecho de que cada una de ellas pueda darse junta o separada de cualquiera de las otras, el principio más fuerte de causalidad (C9) parece falso, sea como sea entendida la causalidad. El principio más débil (C10) parece, sin embargo, verdadero. Nada parece obstar para que todo estado de cosas contingente tenga una causa en algún mundo posible u otro.
En las teorías causales de la modalidad, en donde lo metafísicamente posible viene 'fijado' por lo poderes causales primitivos de entidades actuales, el principio más fuerte de causalidad (C9) parece verdadero y, con ello, a fortiori, también parece verdadero el principio más débil (C10). Uno estaría inclinado a pensar, entonces, que una teoría causal de la modalidad debería ser el marco preferido para desplegar un argumento cosmológico. Sucede, sin embargo, que en este tipo de teoría modal, aunque resulta fácil justificar la existencia de un ente concreto necesario, resulta muchísimo más difícil justificar luego que esta entidad necesaria posee los atributos generalmente asignados a Dios, como omnipotencia, omnisciencia y perfección moral. Así, aunque la fase I del argumento cosmológico se hace más accesible, la fase II -por compensación- se torna menos sencilla.34

NOTAS

1. Cf. Rowe, 1998; Koons, 1997; Gale y Pruss, 1999; Pruss, 2006; O'Connor, 2008; y Rasmussen, 2010.
2. La única excepción son las acotaciones de Pruss (cf. Pruss, 2006, 316-320) al final de su trabajo en donde considera el "principio de razón suficiente" en relación a concepciones metafísicas de la modalidad que denomina 'lewisiana', 'platónica' y 'aristotélica'. Pruss advierte correctamente que el principio es mucho más verosímil en una metafísica modal 'aristotélica' -tal como se explicará más adelante- pero no advierte las dificultades ulteriores que tiene una concepción de este estilo para la fase II del argumento cosmológico.
3. Un principio como éste también se ha denominado "principio de razón suficiente". Una formulación clásica es la de Leibniz (1714), Monadología § 32 "ningún hecho puede ser verdadero o existente, ninguna enunciación puede ser verdadera, sin que haya una razón suficiente para que sea así y no de otro modo." Se ha preferido la denominación de 'principio causal', pues no parece implicar que para todo estado de cosas debe existir una causa o explicación que sean 'suficientes' para producirlo o explicarlo.
4. Sean '<' y '≤' los operadores diádicos 'ser parte impropia de' y 'ser parte propia de', respectivamente. La diferencia fundamental entre ellos es que, trivialmente, todo objeto es parte impropia de sí mismo, pero ningún objeto es parte propia de sí mismo. Dos objetos x e y se dicen 'sobrelapados' si y sólo si existe al menos un objeto z que es parte (impropia) de x e y. En mereología extensional estándar la fusión de los Fs se define como: el único objeto x tal que, para todo y, x está sobrelapado con y si y sólo si hay un z tal que: Fz y z está sobrelapado con y. Formalmente: ιx"y [(x О y) ↔ $z (Fz Ù (z О y))] (cf. Simons, 1987, 9-45).
5. Sea [Pat] el estado de cosas consistente en la instanciación de la propiedad P en el objeto a en el instante de tiempo t. Las variables 'X' e 'Y' tendrán como rango propiedades, 'x1', ..., 'xn', 'y1', ..., 'yn' objetos, y las variables 'ξ' y 'ζ' instantes de tiempo. Entonces:

(EC1) "X"x1..."xn"ξ ((X está instanciada en x1 ... xn en ξ) → ([Xx1... xnξ] existe))

(EC2) "X"Y"x1 ..."xny1 ..."yn"ξ"ζ (([Xx1...xnξ] = [Yy1...ynζ]) ↔ ((X = Y) Ù (x1 = y1) Ù ... Ù (xn = yn) Ù (ξ = ζ))).

6. Un ejemplo característico es Tomás de Aquino (1268), Summa Theologiae, I-II, q. 2, a. 3, c. Típicamente se argumenta aquí que no puede darse una cadena infinita de causas. Una argumentación alternativa es sostener que, aun cuando exista una cadena infinita de causas, debe haber un primer elemento en esa cadena. El axioma de elección de teoría de conjuntos permite precisamente eso para conjuntos infinitos.
7. Cf. entre otros, Rowe, 1998; Koons, 1997; Gale y Pruss, 1999; Pruss, 2006; y Rasmussen, 2010.
8. En vez de utilizar el principio (C) indicado arriba, debe postularse que: En general: todo estado de cosas contingente tiene una causa. Esto es, si algo es un estado de cosas contingente, entonces debe suponerse -defectiblemente- que tiene una causa, a menos que aparezca evidencia positiva en contrario. Hay una fusión mereológica, c, de todos y sólo los objetos contingentes. Por el principio defectible de causalidad, debe suponerse que la existencia de c tiene una causa. Por (Disj) la causa de la existencia de c debe ser disjunta del efecto y debe, por tanto, incluir por lo menos la existencia de un objeto concreto necesario. Para disputar esta conclusión deben ofrecerse razones positivas para rechazar que la existencia de c tenga una causa. Así, no se requiere aquí postular el principio de causalidad en toda su fuerza -se puede dejar espacio para excepciones- pero alegar tales excepciones a la operación del principio es tarea del agnóstico.
9. Cf. Leftow, 1988, con prevenciones; O'Connor, 1993; Gale y Pruss, 1999; y Rasmussen, 2010.
10. En el caso de Koons se trata de introducir un operador epistémico 'En general:...' que tiene alcance amplio. Aquí, en cambio, se introduce un operador de posibilidad de alcance restringido. Si (C) es: "φ ((φ es contingente) → (φ tiene una causa)), entonces el principio de Koons es: En general: "φ ((φ es contingente) → (φ tiene una causa)). Mientras que el debilitamiento modal es: "φ ((φ es contingente) → ◊(φ tiene una causa)). No sirve, en cambio: ◊"φ ((φ es contingente) → (φ tiene una causa)), pues lo que interesa es que cualquier estado de cosas tenga posiblemente una causa y no que sea posible que todos los estados de cosas existentes en un mundo posible u otro tengan una causa.
11. Se sustituye aquí (C) por: Necesariamente todo estado de cosas contingente tiene posiblemente una causa. Esto es, para cada estado de cosas contingente hay una causa en un mundo posible u otro. No basta aquí, tal como en el argumento tradicional, con suponer que hay una fusión mereológica de todos y sólo los objetos contingentes actuales. En otro mundo posible, la fusión de tales objetos puede no ser la fusión de todos los objetos contingentes de tal mundo. La existencia de c puede tener en esos mundos una causa contingente. Lo que se requiere aquí es postular un estado de cosas contingente que sea, en algún sentido, "máximo". Esto es, debe tratarse de un estado de cosas contingente tan 'grande' que no sea composible con ningún otro estado de cosas contingente. Esto es lo que Rasmussen denomina un "estado contingente de existencia máximo" (cf. Rasmussen, 2010, 191): es el estado de cosas contingente μ de existir ciertos objetos contingentes, los xs, tales que la existencia de los xs es modalmente incompatible con la existencia de cualquier otro objeto contingente (o, lo que es equivalente: es el estado de cosas contingente μ de existir ciertos objetos contingentes, los xs, tales que la existencia de todo objeto contingente composible con la existencia de los xs está incluida en μ). Sea que es posible que un estado de cosas semejante μ exista. Entonces, por el principio débil de causalidad, en algún mundo posible u otro tiene una causa. Por (Disj) la causa debe ser disjunta de μ en ese mundo posible y, entonces, debe incluir la existencia de un objeto concreto necesario. Pero, por S5, si es posible que exista un objeto necesario, entonces hay un objeto necesario.
12. Hay otras concepciones en donde las propiedades son identificadas con el valor semántico de un predicado o son identificadas con clases de objetos posibles (cf. para la distinción entre propiedades 'abundantes' y 'escasas', Lewis, 1983a, 10-19). Si la especificación de los estados de cosas se hace con propiedades entendidas de este modo, no habrá contraste relevante entre estados de cosas y proposiciones. Esta alternativa será, por esto, desatendida.
13. Toda una corriente ha identificado las proposiciones con clases de mundos posibles. Una corriente alternativa ha sostenido que las proposiciones deben ser entendidas como formas de estructuración de propiedades (abundantes) y, eventualmente, objetos -si es que se trata de proposiciones singulares. La segunda concepción consigue condiciones de identidad más 'finas' que la primera. No interesará aquí cuál teoría sea más aceptable.
14. Un evaluador sugiere en este punto 'rigidificar' al sujeto S para el que la proposición de que se trate resulte explicativa del explanandum. Así, en vez de exigir que toda proposición verdadera en un mundo posible w1 tenga una explicación para algún sujeto en w1, se exige que para toda proposición verdadera en cualquier mundo posible, ésta tenga una explicación para un sujeto preciso, en un mundo posible preciso, sea w2. Así, aunque hay mundos en donde no hay sujetos racionales o todos los sujetos racionales son intelectualmente perezosos, hay una explicación posible pues hay una explicación para un sujeto racional posible, sea o no que este sujeto exista en tal mundo. El problema que tiene este procedimiento es que resulta arbitrario especificar qué sujeto racional posible habrá de ser el canon de la 'explicatividad'. ¿Un sujeto actual, por ejemplo? Los sujetos actuales tienen limitaciones en sus capacidades conceptuales de comprensión -aparte de vicios morales, por ejemplo: son intelectualmente perezosos. Poseen capacidades cognitivas finitas para procesar información. No hay ninguna garantía de que cualquier proposición posiblemente verdadera sea siquiera comprensible para cualquiera de ellos. ¿Se va a hacer apelación a algún sujeto meramente posible? Si es así, ¿a cuál de ellos? Cualquier sujeto racional no omnisciente ni con capacidades cognitivas infinitas probablemente no podrá siquiera comprender algunas proposiciones que son explanandum. No importa lo grandes que sean sus capacidades de procesamiento de información. Apelar, por otro lado, a un sujeto racional omnisciente y con capacidades cognitivas infinitas sería en este contexto una petición de principio.
15. [φ + ψ] es la suma mereológica de los estados de cosas φ y ψ. La introducción de operadores mereológicos complicaría la derivación de una contradicción análoga a la indicada para (C4). Como esta eventual derivación, sin embargo, puede bloquearse de entrada, no es este un problema. La cuestión es que siendo [χ + [¬$ψ (ψ causa χ)]] un estado de cosas contingente, por (C5), instanciación universal y modus ponens se sigue que:

◊$φ (φ causa [χ + [¬$ψ (ψ causa χ)]]).

Se requiere, luego, un principio de distribución mereológica de la causalidad, por el que:

"φ"μ"ν ((φ causa [μ + ν]) → ((φ causa μ) Ù (φ causa ν))).

Esto es, si un estado de cosas φ es causa de una suma mereológica de estados de cosas [μ + ν], entonces φ es causa de μ y φ es causa de ν. Este principio podría ser controvertido. Si una mesa se toma como una suma mereológica, y sus partes son cuatro patas y una cubierta, entonces la causa de la mesa ha de ser causa de las cuatro patas y de la cubierta. Si yo fabrico la mesa, sin embargo, al ensamblar esas partes, no es necesario que también haya fabricado las patas y la cubierta. Otra persona podría haberlas fabricado. Quizás en este caso lo más sensato sea decir que la mesa no es una suma mereológica, pues lo que constituye a la mesa como tal son las relaciones existentes entre las partes y no meramente estas partes. Sea como sea, aceptando el principio de distribución mereológica de la causalidad, se seguiría que: ◊$φ ((φ causa χ) Ù (φ causa [¬$ψ (ψ causa χ)])). En este mismo mundo posible existe [χ + [¬$ψ (ψ causa χ)]], por lo que existe [¬$ψ (ψ causa χ)]. Resulta, entonces, que χ tiene y no tiene una causa.
16. Cf. van Inwagen, 1983, 202-204, que está formulado en términos de explicación; cf. también, Pruss, 2006, 97-125.
17. Cf. para una visión general, Beebee, Hitchcock y Menzies, 2009.
18. Esta formulación, naturalmente, simplifica muchísimos aspectos de las teorías de la regularidad. Por lo pronto, lo usual ha sido analizar la causalidad como (i) regularidad de tipos de eventos que, además, (ii) son espacio- temporalmente contiguos, y (iii) se suceden temporalmente de manera que la causa es anterior al efecto (cf. Psillos, 2009). Estos detalles serán aquí dejados a un lado porque no son relevantes para las consideraciones que siguen. Hay también teorías de la 'regularidad' que no se acomodan exactamente a este esquema, como la teoría INUS de Mackie (cf, Mackie, 1974) en donde c es una causa de e si y sólo si c es una condición necesaria -pero insuficiente- para la operación de un conjunto de condiciones todas ellas conjuntamente suficientes -pero no necesarias. Aquello en que consiste el hecho de que un conjunto de condiciones sea 'suficiente' para la producción del efecto, sin embargo, es que regularmente siempre que se dan condiciones de tal tipo, se siguen eventos del tipo del efecto. Las relaciones causales están fundadas en regularidades.
19. Por supuesto, aquí también se están simplificando muchas dificultades y muchas variaciones en el análisis contrafáctico. Estas complicaciones no serán relevantes para lo que sigue (cf. Collins, Hall y Paul, 2004, 1-57; Paul, 2009).
20. Por supuesto, uno podría estar inclinado a pensar que hay dependencia contrafáctica entre φ y ψ porque, de manera independiente, φ causa ψ. El orden de dependencia, sin embargo, en esta forma de teoría reductiva es exactamente el inverso. Es porque son verdaderos los condicionales contrafácticos ((φ existe) → (ψ existe)) y ((φ no existe) → (ψ no existe)) que hay una relación causal entre φ y ψ.

21. Lo que se sostiene es que la implicación material (p q) es verdadera en todos los mundos posibles más cercanos a wi. Esto puede suceder porque: (i) en ningún mundo posible más cercano a wi es verdadero p; o (ii) si es que p es verdadero en al menos un mundo posible más cercano a wi, porque exactamente en esos mundos en que p es verdadero, q también es verdadero. Para el caso (i) se dice que el condicional contrafáctico es 'vacuamente' verdadero. Como puede apreciarse, también, esta semántica requiere estipular una métrica de semejanza y desemejanza entre mundos posibles. Esta métrica será contextual y dependerá de factores pragmáticos en los que los condicionales sean evaluados. Usualmente para la evaluación de dependencias contrafácticas que dan lugar a conexiones causales, la 'cercanía' entre mundos posibles consiste en mantener todo -o casi todo- lo que ocurre en un mundo exactamente igual hasta el instante de tiempo inmediatamente anterior a la ocurrencia del evento efecto.
22. Debo la indicación de este problema a un evaluador anónimo de esta revista.
23. Señala Hume: "no aparece, en ningún lugar de la naturaleza, alguna instancia de la conexión que hemos concebido [conexión necesaria entre eventos diferentes]. Todos los eventos aparecen enteramente distintos y separados. Un evento sigue al otro, pero nunca podemos observar ningún vínculo entre ellos. Aparecen juntos (conjoined), pero nunca conectados (connected)." (Hume (1777), section VII, Part II, n. 58).
24. Lewis ha definido las propiedades intrínsecas como aquellas que nunca difieren entre réplicas, y luego ha definido dos réplicas como aquellos objetos que poseen las mismas propiedades 'perfectamente naturales' (cf. Lewis, 1983a, 26-27). Pero también las ha definido después como aquellas propiedades cuya instanciación por un objeto es indiferente al hecho de encontrarse tal objeto solo o acompañado. Un objeto a está acompañado en un mundo posible w si y sólo si existe a lo menos un objeto diferente de a en w. Un objeto está solo si y sólo si no está acompañado (cf. Lewis y Langton, 1998; hay cualificaciones en esta definición que no interesan aquí).
25. Una relación es interna si y sólo si es superveniente a la naturaleza intrínseca de sus relata. Una relación es externa si y sólo si no es interna (cf. Lewis, 1983a, 26-27; se distingue también entre relaciones no-internas externas y no-internas no-externas, pero esta distinción ulterior no interesa aquí).
26. Otras teorías actualistas especifican el espacio modal de todas las posibilidades metafísicas por la combinatoria de nombres y predicados para conformar oraciones de un lenguaje, o bien la combinatoria de proposiciones, o de propiedades estructurales (cf. para estas alternativas, Divers, 2002, 169-195).
27. David Lewis, como es bien conocido, ha estipulado una relación de 'ser contrapartida de' entre objetos de diferentes mundos posibles para asignar valores de verdad a enunciados modales de re sin tener que postular condiciones de identidad para objetos en diferentes mundos posibles (cf. Lewis, 1968). Este mismo tipo de solución también ha sido adoptado por actualistas (cf. Sider, 2001, 218-224).
28. Así son caracterizadas por Pruss (2006, 316-320) y esto es lo que parece en Aristóteles, Metafísica Δ, 12 y Θ.
29. Cf. Molnar, 2003, 200-223; Mumford, 2004, 160-181; Pruss, 2006, 299- 320; Borghini y Williams, 2008; Alvarado, 2009; y Jacobs, 2010.
30. Por supuesto, un estado de cosas nunca podría ser el primer estado de cosas de un mundo posible si es que sus condiciones de origen le fuesen esenciales y si es que en algún mundo posible tiene antecedentes causales. La necesidad de origen, sin embargo, es extraña a las concepciones combinatorias. No es incoherente con una comprensión combinatoria de los hechos modales, pero -ciertamente- no encuentra ningún apoyo en ella. La teoría combinatoria hace pensar, más bien, que es muy poco verosímil que las condiciones de origen sean necesarias.
31. También aquí la postulación de la necesidad de origen impondría una limitación. Si un estado de cosas no tiene causa en un mundo posible, entonces, no la tendrá en ninguno. La necesidad de origen es extraña a una metafísica modal combinatoria, sin embargo.
32. Este principio modal ha sido utilizado en algunas versiones del argumento ontológico y en versiones del argumento cosmológico que operan con formulaciones debilitadas como (C10), tal como se indicó arriba. En efecto, si es posible que exista un ente necesario, entonces la existencia de este ente es sencillamente necesaria.
33. En Rasmussen (2010), tal como se ha explicado más arriba, se postula la posibilidad de un estado de existencia contingente máximo, esto es, un estado de cosas posible de existir objetos contingentes y que es máximo por ser incompatible con la existencia de otros objetos contingentes. Se trata, en otras palabras, de un estado de cosas que, de algún modo, incluye todos los objetos contingentes compatibles entre sí. Dado el principio indicado arriba, si ha de haber una causa de tal estado de cosas, debe ser una causa capaz de generar todos los poderes causales finitos.
34. Este trabajo ha sido redactado en ejecución del proyecto de investigación Fondecyt 1090002 (Conicyt, Chile). Agradezco los útiles comentarios y sugerencias de un evaluador anónimo de esta revista.

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Recibido: 12-2011;
aceptado: 02-2013

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