SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.41 número2Cuarenta años de la RLFEn busca del pasado perdido: Temporalidad, historia y memoria índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Revista latinoamericana de filosofía

versión On-line ISSN 1852-7353

Rev. latinoam. filos. vol.41 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires nov. 2015

 

COMENTARIOS BIBLIOGRÁFICOS

Miguel Morey, Escritos sobre Foucault, Madrid, Sexto Piso, 2014, 381 pp.

 

A principios de 2014, fueron publicados por la Editorial Sexto Piso dos libros de Miguel Morey sobre Michel Foucault. Se trata de la segunda edición de Lectura de Foucault, agotado poco después de su primera aparición en 1983 (Madrid: Taurus) y de Escritos sobre Foucault, un conjunto de trabajos seleccionados por el profesor español que da cuenta de su prolongada labor acerca del pensamiento del filósofo francés. Cabe agregar que además de sus estudios sobre Foucault, el autor ha realizado traducciones de las obras de Gilles Deleuze y de Giorgio Colli, una biografía de Nietzsche y varios libros de ensayo, así como contribuciones en los periódicos El País y La Vanguardia; amplitud de inquietudes que sin duda gravita en el libro que aquí se reseña.
Escritos sobre Foucault reúne veinte textos de Morey, de los cuales diecisiete ya se encontraban publicados –como partes de libros, artículos en revistas como Archipiélago o Materiali Foucaultiani y prólogos a traducciones, compilaciones y entrevistas de Foucault–, y tres eran inéditos hasta la presente publicación. Esta selección de trabajos puede ser compaginada con el recorrido horizontal efectuado en Lectura de Foucault como una serie de cortes verticales que se proponen “aislar la dimensión sagital de un pensamiento tajante”. Dispuestos en seis apartados que se inauguran con palabras tanto de Foucault como de Char, Nietzsche y Bataille, el agrupamiento de los escritos propuesto por Morey resalta matices y afinidades que no excluyen, sin embargo, al “lector indisciplinado”, ya que se trata en todos los casos de composiciones que admiten ser abordadas con autonomía de la colección completa.
La primera parte, “Los moralistas franceses”, presenta cinco textos. “La Ilustración parisina: del estructuralismo a las ontologías del presente” abre este capítulo de interrogaciones que se tensan en lo que una mirada por venir podrá percibir de esa tarea a la que el pensamiento francés, desde el estructuralismo, se encontró abocado: pensar el presente. Desde la “repetición del gesto clásico copernicano” hasta la lección para las ciencias humanas que representó ese movimiento de adscripción saussuriana al que es difícil encerrar en una definición, Morey plantea la pregunta sobre qué retendrán los lectores del futuro. Y especifica la incertidumbre respecto de la relación del trabajo de Foucault con esta corriente: qué atención se dirigirá a esa “problematización de algunos de nuestros objetos morales eminentes” que se ocupó de ellos “estableciendo su carácter de invento reciente y la plausibilidad de su próximo fin”. Aunque el autor logra fusionar el hilo de esta inquietud con la expresión del gesto intempestivo del filósofo francés –signo de su recepción de Nietzsche–, es el segundo texto, escrito para esta edición, el que enfrenta de lleno la cuestión. Así, en “¿Fue Foucault realmente estructuralista?” se indican las ambigüedades que en distintas entrevistas concedidas en el extranjero –“lejos de la presión de la intelligentsia parisina”, insiste Morey– pueden entreverse al respecto. La comparación, explicitada en un cuadro, entre algunos pasajes de Nacimiento de la clínica tal como fue publicado en 1963 y su reedición en 1972 en lo que respecta al vocabulario estructuralista, completa el panorama de forma sugerente aunque no definitiva.
“Foucault responde”, el segundo de los textos inéditos, da cuenta de otras dos polémicas que han tenido especial repercusión: el enfrentamiento con Sartre y el desacuerdo con Derrida. Más allá de registrarse las ideas y argumentos contrapuestos, se trasluce la claridad teórica de Morey para apuntar lo que está en cuestión, lejos de toda anécdota: una poderosa obstinación, una llamativa reacción y entre ellas, la suerte del trabajo filosófico.
Los artículos restantes, según indica, presentan otras “dos respuestas extremas, en cierto modo exteriores a toda polémica”. De esta manera, en “Para leer el Anti‑Edipo” se señala la recepción de planteos de Deleuze por parte de Foucault. Considerando el papel que Morey confiere a las observaciones del primero en Lectura de Foucault, es claro que para el autor se trata de una complicidad que, aun mediada por el desencuentro entre los filósofos, dio lugar a que las palabras del uno para el otro sean de las más esclarecedoras con que se cuenta para comprender el pensamiento de cada uno. A la presentación que Foucault hace del Anti-Edipo como “primer libro de ética que se ha escrito en Francia desde hace mucho tiempo”, se suma una invitación a su lectura en ocho tesis que reconstruyen con apreciable sencillez la médula de esa obra tan atrayente como difícil. Del otro extremo, “Recordando a Baudrillard: un animal desquiciado” monta la escena –recurriendo a la pieza de Peter Weiss que Baudrillard traduce– en la que muchas voces se solapan al silencio de Foucault, siendo la figura de Bataille la que teje ahora las complicidades. Resuenan en las palabras de Morey que cierran el texto, las líneas de René Char que inauguran este primer apartado de exploraciones e interrogantes –“Toda respiración propone un reino: la tarea de perseguir, la decisión de mantener, el entusiasmo por liberar…”– dirigidas hacia el lector futuro, inquietando al lector presente: “hay preguntas que solamente porque nos ponen cara a cara con la ignorancia misma, la nuestra propia, lo que nunca alcanzaremos a saber, se ofrecen entonces como preguntas de conocimiento, dan lugar a una experiencia específica de la que es posible aprender algo”.
El segundo apartado, “Todas las cosas que duran largo tiempo…” aúna dos textos: “Sobre la locura (I): Una noche de la que nada sabemos…” y “Sobre la locura (II): En otras palabras…”. En ambos casos se recorren motivos presentados en la primera parte de Lectura de Foucault, con detalles que asumen otro volumen por una nueva intención de Morey: comprender “la política de pérdida de libertades” actual y cuestionar las razones de la obediencia. En tal sentido, es central el énfasis que en el primer escrito se pone en la relación entre locura y literatura, vector del proyecto arqueológico que puede restablecer incesantemente su apuesta contra el discurso autorreferencial de la razón contemporánea y a favor de la labor del historiador definida por Nietzsche: contradecir. En el segundo texto, el último de los inéditos que componen el libro, se vuelve unos pasos hacia el Foucault de Enfermedad mental y personalidad. En sucesivos cuadros, el autor expone las diferencias entre esta primera versión y su reedición en 1962, ante la que el filósofo francés tampoco llegó a mostrarse satisfecho. Resulta interesante la composición de la experiencia de transición de Foucault entre su dimensión biográfica y la expresión que adquiriría en su obra: “abandonar el modelo abstracto que le impone la dialéctica al discurso […] y echar a andar en la dirección de un pensamiento de la diferencia”.
En tercer lugar, “Hablar es hablar” cuenta con seis escritos que van iluminando diferentes aspectos de la obra foucaultiana, haciéndola sospechosa de infinitas caras o, al menos, atravesada por cuestiones que admiten tentativas plurales. Así, en “Michel Foucault: Una política de la experiencia”, el autor propone que tal política también está en juego en las sucesivas problematizaciones del itinerario del filósofo y que puede, por tanto, resultar una vía de acceso para diversificar su comprensión. Cabe recordar que Morey ha sido uno de los primeros en reparar en la importancia de la noción de experiencia –no solo como atinente a los objetos de estudio, sino a los procedimientos de escritura, a la relación con el lector, a la transformación desubjetivante que se reclaman en una y otra actividad– en el pensamiento foucaultiano y en articularla con puntos neurálgicos de su recorrido.
“Sobre el lugar de la teoría en Michel Foucault: Materiales para una reflexión” desanda cronológicamente las entrevistas en que Foucault expone una concepción de la teoría o de lo teórico. Al mostrar el modo en que ello se va relacionando con los enfoques del saber, el poder y la subjetividad, no solo se pone a prueba la decisión de admitir al pensador francés como “filósofo”, sino la constatación –eco de lo propuesto en el artículo anterior– de la filosofía como ejercicio de experimentación.
El tercer texto, “El lugar de todos los lugares: Consideraciones sobre el archivo” explora la potencia de la práctica de Foucault “mediante la que se empuja para ayudar a caer a lo que está cayendo”, en este caso, una colaboración activa en el fin de la biblioteca. Presentándola como radicalización de una premisa de Blanchot y rememoración de un ademán de Bataille, la estocada que la instalación del archivo supone para la biblioteca (su disolución y dispersión) no es solo la misma efectuada contra el etnocentrismo o la racionalidad retrospectiva, sino fundamentalmente contra el movimiento de reconocimiento en su hegemonía: se lee para producir algo distinto que el autorreconocimiento, para hacer proliferar las complejas relaciones entre el hablo y el veo ocultadas tras el pienso, para poner en jaque la empresa de normalización. Con despierta inquietud, Morey reflexiona en la apostilla final sobre el desafío que se sigue como efecto de este estallido. “Sobre discurso y poder: esto no es un discurso” puede leerse en continuidad con ese propósito de interpelación abierta al lector, a partir de preguntas que apuntan el problema de la necesidad contingente de nuestra experiencia posible; una cuyos “trascendentales” después de Kant, y al sobrevenir la sospecha, han mutado en unos “semitrascendentales” que no pueden escapar, desde la constitución de las ciencias humanas, a la complicidad recurrente entre extracción de saber y optimización política.
“Ficción y verdad en Michel Foucault: Notas para un itinerario” sigue las sucesivas formulaciones de esa relación fundamentalmente en tres textos de la etapa arqueológica, dejando indicada su transformación en el paso a la genealogía, para completarla en la diagonal que ofrecen las entrevistas. De allí, el autor extrae la radicalidad con que Foucault se apropia de esa indiferencia que constituye el principio ético de la escritura contemporánea: “¿qué importa quién habla?”.
El último escrito “Un murmullo infinito… Ontología de la literatura y arqueología del saber”, retoma esta relación que Morey ha subrayado desde Lectura de Foucault como formando “el haz y el envés de una misma deriva reflexiva”. A partir de las dos conferencias dictadas por el filósofo francés en la Universidad Saint-Louis de Bruselas en 1964 –reunidas en De lenguaje y Literatura (Barcelona: Paidós)– se recoge lo que en los tres libros de la etapa arqueológica puede incorporarse como indicio de tal maridaje, cuya percepción redunda en la constatación del modo en que Foucault “alcanza a articular discursivamente experiencias cognoscitivas cuyo origen no es discursivo”.
El cuarto apartado, “Ver es ver”, presenta dos textos. En “El filósofo ante el lienzo”, Morey penetra en la intimidad de dos encuentros: Foucault con Magritte y Deleuze con Bacon. Aproximando ambas miradas, no en tanto críticas del arte sino como críticas a la representación, el autor recrea sus gestos de lectura espejados en los lienzos; con una escritura que llega, especialmente en el párrafo de cierre, a ser pictórica.
“Ver no es hablar: Cinco apuntes para una reflexión, con una posdata” ilustra desde sus dos citas iniciales el telón de esos apuntes; en palabras del autor: “El tópico que reza ‘hablar no es ver’ es uno de estos tópicos nuestros, lo queramos o no. Y, lo queramos o no, afecta profundamente a la idea que hoy podemos hacernos de eso que es la verdad”. Entre la formulación que parte de Blanchot, la reversibilidad que introduce Foucault –“ver no es hablar”– y la apuesta que extiende Deleuze, Morey hace que la literatura, la fotografía y el cine desfilen a través de ese tópico. Otro tanto añade a la distancia entre el hablar y el ver el admitir que por momentos, como sugiere la posdata, queda por completo tan fuera del decir como fuera de foco.
Siguen en la quinta parte “Tres prólogos”. El primero corresponde a la compilación de entrevistas a Foucault, efectuada por Morey, titulada Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones, en su edición de 2001. Entre la descripción de la atmósfera reticente que envolvía el pensamiento de Foucault en el momento de su primera publicación (1978), el auxilio que significó la palabra justa de Deleuze sobre Vigilar y castigar y la mirada a tiempo distante de la intención de esa selección, el profesor español ofrece una imagen de la recepción que pudo darse en tal contexto del nuevo paso del filósofo francés.
“Prólogo a Tecnologías del yo: La cuestión del método” (1990) constituye, excediendo los textos que componen ese libro, una verdadera introducción abre viada a todo el recorrido de pensamiento de Foucault. Baste para reseñarlo destacar el modo en que Morey demuestra su observación, profusamente citada por estudiosos de Foucault, de que en la obra del filósofo “los procedimientos metódicos se engloban en círculos cada vez más amplios, pero no se sustituyen en absoluto”.
“Prólogo a ‘Il faut défendre la société’: ‘Le grand jeu de l´histoire…’” pertenece a la traducción catalana que en 2012 se realizó del curso homónimo de Foucault. Las lecciones son presentadas no solo por su inscripción en la nueva deriva genealógica, sino –a partir de los temas que allí se abordan y de una explicación que el propio Foucault compartió con Morey acerca de su perspectiva– en el umbral de la serie de cursos que las sucederían y donde puede apreciarse cómo el filósofo francés “va afinando sus instrumentos de análisis”. El cuadro que se ofrece consignando sus objetos y procedimientos aporta especial claridad al respecto.
El sexto apartado, “Treinta años después”, reúne los dos últimos escritos del libro: “Veinte años después” y “L´éclair des orages possibles…”. Luego de recorrer con dedicada atención la obra de Foucault, de exponer sus movimientos, de investigar líneas de acceso y fuga, es comprensible hasta qué punto, aun refiriéndose a su muerte, Morey no ensaye en estos textos algo como una reflexión sobre su legado. Antes bien, propondrá una lectura más: sobre ciertos sarcasmos que póstumamente le devolvería a Foucault esa cultura que tanto criticó, sobre lo que se llegaría a comprender si se reconsiderara su insistente deseo de anonimato, sobre su afinidad con René Char. Afinidad que también se encontrará expresada en el lazo entre las últimas líneas del prólogo, donde el profesor español anticipa su comprensión de Foucault –“entiendo que el suyo fue un pensamiento de y para la libertad, ante todo, y así he tratado de presentarlo”– y las palabras de Char con que saluda ese gesto en el texto final del libro: “En lo más fuerte de la tormenta, hay siempre un pájaro para tranquilizarnos. Es el pájaro desconocido. Canta antes de levantar el vuelo”.
Así como en Lectura de Foucault era en tanto “caja de herramientas” que se guiaba el desarrollo discursivo del pensamiento del filósofo francés, aquí, procurando manifestar los efectos de lo que hizo, es la idea de “libros bomba” la que impulsa subterráneamente los textos. En una escritura de factura compleja por los niveles de análisis que contiene y sugiere –aunque sin atentar contra la claridad tan distintiva de su prosa– Morey traduce una labor de relectura y reescritura cuyo gesto es generoso: abrir hacia el lector una dimensión de presente en el trabajo de Foucault que sortea el “todo está ya pensado”, el “está todo dicho”. E incluso más allá del estrépito, aún resonante, que causaron los moralistas franceses haciendo temblar los supuestos de nuestras formas de vida, invitar a una experiencia de pensamiento en la que cada cual debe atreverse alguna vez a arriesgarse a sí mismo. Tarea tan preciosa como quizás tan insuficientemente apreciada de un profesor de filosofía, que se pregunta “qué es lo que hoy puede ser pensado. Y cómo. Y hasta dónde”.

Julia Monge
Universidad Nacional de Córdoba

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons