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Revista latinoamericana de filosofía

versión On-line ISSN 1852-7353

Rev. latinoam. filos. vol.42 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires nov. 2016

 

CRÓNICAS

Osvaldo Guariglia
(1938-2016)

 

Quiero recordar dos perfiles de Osvaldo, uno de los grandes académicos de mi generación y un maestro en el difícil arte de crear y transmitir el pensamiento filosófico.
Osvaldo recorrió el terreno de la ética y la filosofía política y nos legó una obra abundante, pletórica de hallazgos. No la recordaré en este momento de la despedida; ya lo haremos más adelante. Diré escuetamente que Osvaldo plantó la pica en Flandes en el pensamiento argentino con una filosofía propia y una síntesis riquísima entre la tradición clásica —Osvaldo fue de entrada filólogo— y la tradición moderna: “dos formas distintas —decía— de mirar la misma realidad”; de un lado el liberalismo universalista con su sistema institucionalizado de derechos y deberes “mediado por la razón normativa”; de otro, “la perspectiva del ciudadano activo que concibe la continuidad y el mejoramiento de la democracia [...] como un bien general”, mediado a su vez por “la prudencia”.
Osvaldo encarnó estos enunciados como él era, con vehemencia, con la envoltura apasionada de una razón en acto, en permanente acto, con la fisonomía generosa y polémica de un hombre que siempre buscó la verdad en un país de mentiras. Esta es la fisonomía de un constructor de instituciones —en el CIF, en la UBA, en las revistas que dirigió, en el CONICET, en La Plata—, instituciones que no tenían más objeto que recrear el rigor académico y la disciplina espontánea del saber. En un país faccioso, con poco rigor en el trabajo intelectual y escaso universalismo crítico, esta actitud ante la vida lo llevó a enfrentar la intolerancia y el enmascaramiento ideológico. Lo hizo como siempre, dando cara a esas muestras de violencia, jugándose en la búsqueda de la verdad filosófica. Lo atacaron y resistió bien plantado.
Osvaldo único y diverso. Decía Borges que un hombre es muchos hombres. Por eso, ahora voy a lo que para mí es más difícil. A recordar y despedir al amigo, al entrañable amigo. Hace siete años, Osvaldo me pidió que presentara en la Facultad de Filosofía y Letras su libro Moralidad, ética universalista y sujeto moral. Allí dije, entre otras cosas, que Osvaldo era la razón kantiana en un cuerpo bañado por el temperamento italiano y, por tanto, por la luz del Mediterráneo. Osvaldo fue un amigo de muchos soles, aun en los peores momentos de tinieblas. El sol de la alegría familiar, de los inolvidables veranos entre Hurlingham y Bella Vista con Maricarmen y Mónica, nuestros hijos y los pequeños Constanza y Fabricio; el sol de las interminables conversaciones sobre nuestra circunstancia; el sol que nos incitaba, entre éxitos y fracasos, a penetrar en la bruma que nos rodeaba; el sol, en fin, de la generosidad de Osvaldo con esa palabra que derramaba a manos llenas en sus colegas y discípulos.
No dejaré de extrañarte, viejo amigo, y lo haré para reanudar siempre, con la ayuda de tus libros, ese diálogo de afecto y razón. Adiós, Osvaldo, descansa en paz.

NATALIO BOTANA

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