SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.45 número1Juan Carlos Torchia Estrada (1927-2016)Miguel Escribano Cabeza, Complejidad y dinámica en Leibniz: un vitalismo ilustrado, Granada, Universidad de Granada, 2017, 286 pp. índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Revista latinoamericana de filosofía

versión On-line ISSN 1852-7353

Rev. latinoam. filos. vol.45 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2019

 

COMENTARIOS BIBLIOGRÁFICOS

Diego Lawler y Diana I. Pérez (comps.), La segunda persona y las emociones, Buenos Aires, SADAF, 2017, 298 pp.

 

En La segunda persona y las emociones Diego Lawler y Diana Inés Pérez compilan nueve trabajos sobre filosofía de la mente, específicamente sobre el campo que se conoce como atribución psicológica (i.e., la atribución de mente a otros) desde la llamada perspectiva de segunda persona. En estos trabajos se reconstruye esta perspectiva, así como sus alternativas y también las potencialidades que ofrece para estudiar una diversidad de fenómenos de la vida psicológica y social animal y humana. Frente a enfoques cognitivos, los autores y autoras ponen énfasis en las emociones y su relevancia para una diversidad de procesos psicológicos. Este libro, en el que participan reconocidos especialistas de Argentina, Estados Unidos, Chile, España y Perú, surge también como actas ampliadas del Workshop que llevara el mismo nombre y se realizara el año anterior en la Sociedad Argentina de Análisis

Filosófico (SADAF) de Buenos Aires.

En la “Introducción” (pp. 13-22) Lawler y Pérez reconstruyen las hipótesis principales de los demás capítulos y ofrecen una primera introducción a la perspectiva de segunda persona y su lugar en la discusión contemporánea en psicología cognitiva. Esta perspectiva se opone, desde un enfoque post-cognitivista, a enfoques tradicionales cognitivistas de corte cartesiano (representacionales, la mente “teatro”) y pone énfasis en las relaciones entre el cerebro, el cuerpo y el ambiente (o lo que se conoce como las 4E por sus iniciales en inglés: extendida, corporizada, situada, enactiva, y, agregan ellos la quinta E: emocional). Esta perspectiva hace foco en la interacción cuerpo a cuerpo entre individuos y su involucramiento recíproco como condiciones primarias ontogenéticas y filogéneticas para el desarrollo de las capacidades de cognición social. Reconocemos al otro como un semejante dotado de mente y sus respuestas se vuelven causas de estados mentales en nosotros en un constante ida y vuelta. En un contexto global de la investigación en que ninguna teoría post-cognitivista se ha establecido como dominante, este trabajo viene a mostrar la fertilidad y potencia de adoptar esta perspectiva, basada en trabajos de Da-vidson y Wittgenstein (entre otros) y de la cual son importantes cultores Pérez, Gomila, Scotto y Gallagher, quienes participan de este volumen. Esta explicación es continuada en el último capítulo del libro, “Lo que la segunda persona no es” (pp. 275-297), firmado por Pérez y Antoni Gomila. Con un título en clara evocación al artículo de 1972 de Ned Block, ofrecen un repaso ordenado y puntual respecto de qué es la perspectiva de segunda persona. Primero enumeran las características que comparten quienes suscriben a esta teoría y luego repasan una serie de adscripciones usualmente atribuidas a la segunda persona, pero que no se aplican cabalmente. Este capítulo es especialmente esclarecedor para ingresar en este enfoque teórico y puede ser la puerta de ingreso ideal para la lectora o el lector novato en estas cuestiones.

En “Intercorporeidad y reversibilidad: Merleau-Ponty, emoción, percepción e interacción”, Shaun Gallagher (pp. 23-44) toma esta perspectiva feno-menológica para defender la teoría de la interacción enactiva, poniendo foco en el entrelazamiento perceptivo a partir del cual consideramos al otro, por la captación de sus emociones, como un sujeto que (nos) percibe también. Desde aquí el autor pone énfasis en el aspecto regulativo de las emociones en la definición de nuestras respuestas. Gallagher, si bien no adscribe a la segunda persona sino a la teoría de la interacción, es uno de los filósofos vivos más reconocidos en estas cuestiones.

El segundo capítulo, “Si queremos saber cómo sopla el viento podemos mirar la arena: pensar el desarrollo psicológico observando el movimiento” (pp. 45-86), de Silvia Español, toma como referencias teóricas la somática, el embodiment, la perspectiva de segunda persona y la psicología cognitiva del desarrollo para analizar experiencias corporales de movimiento en la primera infancia. Sostiene que así, y tanto en soledad como en interacción con adultos, se puede analizar la relación del movimiento en bebés con el desarrollo sociocognitivo.

Carolina Scotto, en “Lo que el aprendizaje del lenguaje revela sobre el lenguaje (y sobre la cognición social)” (pp. 87-140), defiende la importancia de la perspectiva de segunda persona para dar cuenta del proceso de adquisición de lenguaje en las interacciones bebé-adulto y señala la relevancia de las habilidades de relación prelingüísticas realzadas por la perspectiva de segunda persona frente a los enfoques inferenciales.

“Atención compartida, triangulación y la perspectiva de la segunda persona” (pp. 141-165) es el capítulo de Pablo Quintanilla. En él se aborda el fenómeno de la comprensión, que es tratado deficitariamente por teorías rivales que a su vez se muestran efectivas para procesos cognitivos de edad madura. El autor se orienta entonces a explicar la compatibilidad de un modelo que incorpore las tres perspectivas, mostrando que las divergencias no son contradictorias ni mucho menos impiden la articulación. Sostiene que la triangulación sería fructífera para dar cuenta de la comprensión intersubjetiva en su mayor complejidad.

José Luis Liñán y Miguel Angel Pérez Jiménez proponen, en “Segunda persona y reconocimiento: entre los afectos y la normatividad” (pp. 167196), un enfoque pragmatista sobre el reconocimiento de otro individuo como persona según el cual, amén de los aspectos normativos, se dé cuenta de qué hacemos cuando consideramos a alguien persona y parte de nuestra comunidad. Se sirven de la influencia de nuestra afectividad para configurar la intersubjetividad de un modo que antecede a la normatividad. En este sentido, desarrollan y problematizan cuestiones de reconocimiento, percepción, expresión y valoración afectivas, concluyendo que es la capacidad de interacción emocional (en consonancia con la perspectiva de segunda persona) lo que funda el reconocimiento y la posibilidad de pertenencia a una comunidad. En sus últimas páginas, los autores analizan consecuencias y potencialidades críticas que este enfoque ofrece respecto de nuestras definiciones de “comunidad”, sus límites y problemas.

En “‘Tú, ser abrazable’: la emoción como percepción para la acción” (pp. 197-225), Jenefer Robinson trabaja el vínculo entre percepción, emoción y acción: las emociones nos hacen percibir el ambiente como accionable. Defiende para ello su propia concepción de las emociones, su vínculo con las percepciones y que, en tanto percepciones, las emociones son oportunidades para la acción, en intensa discusión con los interlocutores que han propuesto cosas afines (Gibson, James, Frijda, Gol-die, etc.). Su novedad es considerar las emociones como respuestas reflejas de alarma ante estímulos que afectan nuestro bienestar, intereses, objetivos y deseos, todas situaciones en las que nuestro interés apasiona nuestra respuesta y de un modo intensificado cuando el vínculo es con un/una semejante.

Patricia Brunsteins, en “El carácter emotivo de la experiencia empática” (pp. 227-247), continúa en una senda similar al capítulo anterior. La autora propone una noción amplia de empatía que llama “integral” y un acercamiento a las emociones como percepciones para la acción. Su caracterización de empatia incorpora factores emotivos y cognitivos en diferentes intensidades; la considera como sentir una emoción a través de otra persona (o animal), congruente pero no idéntica a la de aquella y a la vez poniéndose en su lugar y diferenciándose. Finalmente, afirma que el estudio de la empatía debe atender a las emociones tanto como al acceso cognitivo al otro, trazando detalladamente las líneas que conectan las teorías propuestas.

Tomás Balmaceda, en “Apuntes acerca de la hipótesis de la percepción directa de los estados mentales” (pp. 249274), trabaja esta teoría que privilegia el acceso inmediato de los estados mentales del otro y niega la mediación inferencial de las otras teorías (teoría de la teoría y de la simulación, que consideran que los estados mentales no son observables). Aunque afirma que esta es la mejor hipótesis disponible, dedica gran parte del artículo no a su defensa directa, sino a analizar críticamente puntos frágiles. Así, recaba dificultades y desafíos que supone la percepción directa de los estados mentales, especialmente desde perspectivas que hacen foco en la interacción recíproca (como la de segunda persona o la de la interacción, defendidas en esta compilación). En principio señala los problemas conceptuales de acordar un significado único tanto para “percepción” como para “directa”, un posible solapamiento con el conductismo, la relación de esta propuesta con la empa-tía, y una serie de supuestos que, indica, deben ser debidamente problematizados para seguir avanzando.

La edición de este volumen es muy importante por diversos motivos. Es el primer libro específico sobre el tema realizado en español y se inserta en importantes discusiones sobre las investigaciones en torno a la mente en una variedad de campos que exceden la filosofía, ofreciendo un panorama interdisciplinario. Además, se trata de una perspectiva que ha sido intensamente desarrollada en nuestro país por Pérez, en conjunto con investigadores de Iberoamérica, que durante las últimas dos décadas han publicado trabajos originales sobre el tema. Podríamos leer en la dedicatoria (“A los amigos, indispensables segundas personas en la vida”) la clave comunitaria de este trabajo, en el cual un elenco internacional de autores se citan y referencian mutuamente y comparten un interés que excede la empatía humana para pensar comunidades más amplias. Celebro la aparición de La segunda persona y las emociones e invito a su lectura y estudio.

 

MARCOS TRAVAGLIA

UBA

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons