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Revista latinoamericana de filosofía

versión On-line ISSN 1852-7353

Rev. latinoam. filos. vol.46 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2020

http://dx.doi.org/10.36446/rlf2020246 

COMENTARIOS BIBLIOGRÁFICOS

Federico Raffo Quintana, Continuo e infinito en el pensamiento leibniziano de juventud, Granada, Comares, 2019, 194 pp.

MARIO A. NARVÁEZ1 

1UNLPAM

En Continuo e infinito en el pensamiento leibniziano de juventud, trabajo que constituye una versión abreviada y corregida de su tesis doctoral, Federico Raffo Quintana nos ofrece una exposición muy clara y amena de un tema que pone a prueba nuestra imaginación y nuestro intelecto, a saber la naturaleza del continuo y del infinito en la obra temprana de Leibniz. La tarea principal consiste básicamente en reconstruir las ideas del filósofo de Leipzig sobre este tema atendiendo especialmente a su proceso evolutivo. Sin embargo, es claro que la presente investigación rebasa los límites del tema mencionado. Ciertamente, tal como podrá apreciar el lector a medida que avance en la lectura, el problema del continuo ocupa un lugar privilegiado en la filosofía de Leibniz, ya que en él se anudan diversos ámbitos del conocimiento como la física, la metafísica y las matemáticas, entre otros. De este modo, dicho problema constituye un excelente punto de mira para contemplar y comprender el proceso de gestación del complejo sistema filosófico leibnizia-no, las nos menos complejas relaciones conceptuales que se establecen en su interior, así como también las discusiones con filósofos y científicos de la época.

En Teoría del movimiento abstracto (1671), se encuentra su primera aproximación sistemática al problema del movimiento en general, la cual incluye un primer tratamiento del problema del continuo como una de las cuestiones centrales vinculadas al tema del movimiento. Allí Leibniz polemiza con Thomas White y con Descartes. Las denominadas “tesis del infinito actual” que constituyen el núcleo de la polémica son las siguientes: frente a White, quien afirma que las partes divisibles del continuo son potenciales, Leibniz afirma que dichas partes son actuales. Frente a Descartes, para quien las partes del continuo son infinitas, pero solo potencialmente, Leibniz afirma que son infinitas en acto. Raffo Quintana reconstruye a partir de aquí los argumentos que habrían llevado a Leibniz a rechazar la visión cartesiana de que las partes en la materia son indeterminadas.

Seguidamente, nuestro autor afronta los temas capitales de la concepción leibniziana del continuo. Entre ellos cabe destacar el análisis de la relación de las partes del continuo, la cual es pensada por Leibniz en analogía con la ley de una serie infinita y la espinosa cuestión de si nuestro filósofo admitió o no la existencia de “indivisibles”. A partir de aquí se abre un amplio espectro conceptual que es preciso clarificar: el concepto de indivisible, las relaciones entre las partes del continuo, la cuestión de las magnitudes infinitamente pequeñas, la naturaleza de los mínimos, etc. El autor se ocupa de ello en lo que resta del capítulo. Como puntos destacados de dicha discusión cabe mencionar el análisis de los argumentos por los cuales Leibniz rechaza la concepción galileana del infinito y su noción de indivisible, así como también la explicación de la cohesión -esto es, de la unidad de los cuerpos- en términos continuidad.

En el segundo capítulo, Raffo Quintana examina el pensamiento de Leibniz en los últimos años del período de París, en los cuales el filósofo de Leipzig entabla una relación con Tschirn-haus y a través de él con el pensamiento de Spinoza. Dichas relaciones dejaron su huella en el desarrollo intelectual en esta etapa, tal como atestigua el conjunto de escritos denominado De summa rerum. Leibniz distingue en esta época tres grados de infinito: el ínfimo, lo máximo en su género y la totalidad de las cosas, esto es, Dios. El primer aspecto de esta clasificación del infinito, esto es, el grado ínfimo, es presentado a través de una explicación de la frase utilizada por Leibniz, según la cual el infinito es como “la asíntota de una hipérbola”. El punto clave de esta exposición es la aclaración y discusión de los conceptos de “línea infinita sin término” y “línea infinita con término”. El modo en que Leibniz entiende aquí el infinito se traslada al problema del continuo, en relación al cual, pretende mostrar que no hay indivisibles. Aquí es clave la diferencia entre lo indivisible y lo infinitamente pequeño, en cuanto que esto último siempre admite algo menor o, dicho de otro modo, nunca se alcanza una porción que no pueda ser subdividida. Ra-ffo Quintana nos remite al diálogo del Pacidius Philalethi en el que Leibniz introduce la famosa metáfora del pliegue para ilustrar su concepción del continuo. En su recorrido muestra que la división del continuo no es arbitraria, sino que sigue la ley de una seria infinita, y ello en última instancia se debe a que Leib-niz se apoya en el principio de razón suficiente. Dicho muy sintéticamente, si no hubiera una proporcionalidad entre lo grande y lo pequeño, habría saltos inexplicables (esto es, falta de simetría o incongruencia).

Por último, la discusión de lo infinitamente pequeño conduce a la cuestión de si se puede interpretar que tal concepto pertenece o no al reino de la ficción. En su exposición -que incluye un cuidadoso tratamiento del método infinitesimal aplicado en los intentos de cuadratura del círculo- Raffo Quintana polemiza con la interpretación según la cual los infinitesimales deben entenderse en términos sincategoremáticos y concluye, luego de un profundo análisis, que para Leibniz habría dos sentidos, o dos formas, de considerar lo infinitamente pequeño, esto es, como propiedad (en un sentido categoremático) y como relación (en un sentido sincate-goremático).

Al finalizar el capítulo, Raffo Quintana se ocupa de lo infinito entendido como “lo máximo en su género”. En el pensamiento leibniziano, “lo máximo” es un concepto que tiene un papel muy importante. Si bien “lo máximo” en sí es autocontradictorio, existe para Leibniz “lo máximo en su género”. La profundización de este tercer grado de infinito conduce al tratamiento de otros tres atributos divinos admitidos por Leibniz, a saber: la omnisciencia, la omnipotencia y la eternidad. Se trata de la naturaleza de lo mental, la naturaleza del movimiento y del tiempo respectivamente. La discusión de estos tópicos desemboca finalmente en la cuestión capital de cómo entendió Leibniz el atributo -o, dicho en otros términos, las “formas simples”-, el modo en que lo conocemos y su relación con Dios. Raffo Quintana concluye con una crítica a la interpretación monista de Laerke, que ve a Dios como único sujeto de los atributos. Para nuestro autor, al contrario, la afirmación de Leibniz que señala a Dios como sujeto de “todos los atributos afirmativos compatibles” no impide considerar que existan también otros sujetos, siempre y cuando no sean sujetos de todos los atributos sino de una cierta combinación.

A continuación, en el capítulo tercero, Raffo Quintana explora la teoría leibniziana de la materia en sus aspectos físicos y metafíisicos -lo referente a las condiciones que determinan la unidad y la existencia de los cuerpos- así como también sus derivaciones gnoseológicas. Aquí, Leibniz, a partir de sus reflexiones sobre la concepción cartesiana del cuerpo, reelabora su tesis de que existir es ser sentido sin más. El hecho de que un cuerpo exista requiere para nuestro filósofo que las sensaciones sean verdaderas, esto es, que sean congruentes entre sí y además que esta congruencia pueda ser explicada a través de algo diferente de ellas, una causa de la coherencia. Raffo Quintana defiende que a partir de este requisito puede colegirse, en contra de una interpretación vigente, que la teoría leibniziana del cuerpo no es un puro fenomenalismo, pues la coherencia requeriría de algo extramental.

El análisis continúa con el problema de la mole o masa, el cual está estrechamente vinculado a la pregunta por el origen de la multiplicidad de las cosas. En este punto, se muestra la importancia que tuvo el intercambio de Leibniz con Ts-chirnhaus y la reflexión sobre las tesis de Spinoza. Nuestro autor toma posición en el debate historiográfico y defiende consistentemente la tesis según la cual, la materia puede concebirse como un principio de limitación (Kulstad) y no como un principio de movimiento (Laerke). Por último, aborda los cambios que introdujo Leibniz en su explicación de la cohesión de los cuerpos en los últimos días de su estancia en París. Una de las claves de esta última es la diferencia entre los conceptos de “totalidad” y “agregado”. Este último concepto, como muestra Raffo Quintana, adquiere una importancia muy grande en la filosofía posterior de Leibniz y forma parte de sus explicaciones de la percepción (que requiere de “un agregado de infinitos”), del cuerpo, del espacio (“un agregado de múltiples lugares”) y del movimiento (“un agregado de existencia en dos puntos”).

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