SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.18 número1Viaje al Conpeçamiento de todas las ystorias: itinerario a Tierra Santa e imaginario bíblico en La fazienda de Ultramar índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Estudios de historia de España

versión On-line ISSN 2469-0961

Estud. hist. Esp. vol.18 no.1 CABA jul. 2016

 

ARTÍCULOS

Mamar el destino: las figuraciones de la infancia en el Libro de Alexandre*

 

Nursing fate: configurations of childhood in the Libro de Alexandre

Mamar o destino: as configurações da infância no Libro de Alexandre 

 

Jezabel Koch**

IIBICRIT (SECRIT) - CONICET

*Fecha de recepción del artículo: 17/04/2015.  Fecha de aceptación: 17/05/2015
** Becaria doctoral CONICET - IIBICRIT (SECRIT). Dirección postal: Marcelo T. de Alvear 1694 - 1090 C.A.B.A., (Palacio Sarmiento - Ministerio de Educación), e-mail: jeza_koch@hotmail.com

 


Resumen
El presente trabajo intenta atender al doble desafío que supone considerar el concepto de infancia, al aprehenderlo teóricamente a partir de su propia historicidad, es decir, contemplando un período y un espacio particular.
Así pues, teniendo en cuenta el siglo XIII español como coordenada histórico-espacial, y la noción de infancia -tan íntimamente ligada a la carencia- que se desprende de los textos con ambiciones enciclopédicas de la época, circunscribiremos nuestro análisis, a modo de un primer acercamiento, a las escenas iniciales del Libro de Alexandre -texto concebido por la crítica como aquel que inaugura la clerecía castellana, y por ello mismo, sumamente significativo en cuanto a la heroicidad que sustenta en sus estrofas-, en las cuales se despliega de manera resumida la primera infancia del héroe macedonio.

Palabras clave: Infancia; Alexandre; literatura española; S. XIII; lactancia

Abstract
The present work deals with the double challenge of considering childhood as a concept when apprehending it from a theoretical point of view and with its own historicity as a starting point, that is, taking into account a particular space and period of time.
That being said, with Spanish 13th century as historical/space setting, and the notion of childhood -intimately linked to scarcity- that emerges from encyclopedia-like texts from that time, we will focus our analysis in the initial scenes of the Libro de Alexandre -as per the critics, the book which gave birth to the Castilian clerical poetry, and for that reason extremely meaningful in relation to the heroism in its verses- which briefly unfolds the first childhood of the Macedonian hero.

Key words: Childhood; Alexandre; Spanish literature; 13th century; breastfeeding

Resumo
O seguinte trabalho se propõe analisar o duplo desafio de considerar o conceito de infância, ao compreendê-lo teóricamente a partir de sua própria historicidade, ou seja, contemplando um período e um espaço particulares.
Então, levando em conta o século XIII espanhol como eixo histórico/espacial, e a noção de infancia - tão intimamente ligado à carência - que se desprende dos textos enciclopédicos da época, limitaremos nosso análise, como uma primeira aproximação, as cenas iniciais do Libro de Alexandre - texto considerado pela crítica como a origem da clerezia castelhana, e por essa razão, muito significativo en relação à historicidade em suas estrofes -, nas quais se desenvolve brevemente a primeira infância do herói macedônio.

Palavras chave: Infância; Alexandre; literatura espanhola; século XIII; lactancia


 

-I-

Resulta sugestivo, a la hora de esbozar un trabajo interesado en la historia de la infancia, retrotraerse no sólo a la emergencia de la representación de los niños en el espacio de las letras, sino también al periodo histórico preciso en que las producciones verbales en lengua castellana pensadas en su carácter discursivo y más específicamente manuscrito comenzaron a tener lugar. 1 De esta manera, nos encontraríamos situados ante la coyuntura habilitada por una doble genealogía: aquella de la cual se desprenden los primeros pasos de la escritura de textos en lengua romance, y con ellos, las primeras y breves viñetas en que los niños pasan a ocupar un lugar, si bien no protagónico, al menos nítido y singular.

Así pues, el presente trabajo intenta atender a un doble desafío, no sólo el que supone considerar un concepto -el de la infancia-, sino también el de poder aprehenderlo teóricamente a partir de su propia historicidad, es decir, contemplando un período y un espacio particular.

En lo que respecta al anclaje histórico-espacial, el siglo XIII español deviene la coordenada por excelencia, en tanto y en cuanto, es en esta época precisa en que irrumpe la escritura de textos en lengua romance, bajo la forma de poesía narrativa clerical. El ejercicio juglaresco con el recurso de la oralidad, que había primado en la segunda mitad del siglo anterior, perderá en el siglo XIII su hegemonía cultural en favor de un nuevo programa literario que entroniza ahora la cultura letrada: el llamado mester de clerecía.2 Así, los primeros testimonios de producción verbal escrita en lengua romance, o como afirma Francisco Rico, "la mayor novedad de las letras castellanas en la primera mitad del siglo XIII",3 es gestada en el ámbito del verso y de la mano del clérigo letrado, de formación universitaria.

Ahora bien, si en lo que refiere a la coordenada espacio-temporal nuestro punto de partida encuentra su manifestación privilegiada en la poesía narrativa clerical castellana del siglo XIII, la categoría de infancia aparece ante nuestros ojos inconveniente en tanto y en cuanto los estudios sobre la niñez se inauguran con la convicción por parte de Phillipe Ariès de que

"[h]asta aproximadamente el siglo XVII, el arte medieval no conocía la infancia o no trataba de representársela; [...] Cabe pensar más bien que en esa sociedad no había espacio para la infancia".4

Resulta ajeno a nuestros propósitos ampliar un ya nutrido debate sobre los postulados del historiador francés con miras a reivindicar una conciencia real y un espacio tangible y material para el infante en la Edad Media; y en medida alguna resulta necesario volver a evidenciar que la comprensión cultural de la infancia, tal como enuncia Zohar Shavit ha ido cambiando con el paso del tiempo.5 Más bien, se trata de ahondar en la definición que se tenía de niño en la Plena Edad Media, para circunscribir nuestra atención de forma fidedigna a las reducidas apariciones de este sujeto y, en cierta medida, comprender el porqué de su escasa representación.

Un texto que puede echar luz sobre lo que se entendía por infancia en la época, es un escrito de carácter jurídico y doctrinal: el Setenario de Alfonso X. Allí, el rey Sabio establece, recuperando la creencia de las siete edades del hombre que "ninnez, que es la primera, dura mientre el ninno non ssabe nin puede comer e mama".6 Así, la identidad del niño vendría dada en principio por la carencia. Niño es aquel que no sabe y que no puede comer -por sí mismo-. Niño es aquel que necesita de un otro para poder alimentarse y sobrevivir.

En consonancia con esta primera definición se encuentra la que años más tarde dará Don Juan Manuel en su Libro de los Estados, en la cual se subraya que los niños "non saben fablar nin andar".7 En este caso, el sobrino del rey Sabio despliega ese no saber inmanente al niño, anclándolo con más precisión, ya no en la imposibilidad de alimentarse por sí mismo, sino en la carencia de habla y autonomía.8 De modo que, hablar con seguridad de infancia, supone abordar la figuración de un futuro sujeto que, en el momento de su representación carece por entero de autonomía. Sin saber hacer, sin saber hablar o andar, el infante -y con él, su infancia- deviene así una categoría difícil de representar, en tanto y en cuanto el protagonismo, tal como afirma Juan Diego Vila, "se aquilata por la acción y, muy precisamente, gracias a la palabra".9

Pero, si bien el niño carece de discurso y acción -valores fundamentales al momento de volverse un protagonista idóneo en la narración-, hay algo que sí es posible predicar de él, y es que el niño, tal como señala el rey Alfonso el Sabio, mama. De modo que, lo que se pretenderá abordar en el presente trabajo, no serán los primeros y tiernos años de la infancia, en donde ya es posible contemplar al pequeño valido de cierta autonomía verbal y motora, ni la etapa en que -habiendo atravesado los primeros siete años de su vida- el pequeño se vuelve un sujeto factible de ser educado, sino más bien, la configuración literaria de los bebés recién nacidos en las producciones verbales escritas en lengua romance de la época. Un periodo de la vida en el cual, indefectiblemente, hablar de niños supone hablar también de ese otro que está a su lado amamantándolo y ofreciéndole la posibilidad de (sobre) vivir.

Cierto es que las producciones culturales de la época no se han centrado de forma acabada en este período de la vida de los hombres, justamente por estar la carencia de autonomía reñida por entero con la noción de relevancia. Así, son escasos los momentos en que los recién nacidos ocupan un lugar en los folios manuscritos que quedan conservados de estas obras. En cierta medida, puede decirse que la escala del número de escenas de bebés y recién nacidos que han podido tener lugar en el siglo XIII en España se mimetiza y confunde con el tamaño del protagonista representado: son pocas y breves. Y, sin embargo, sus apariciones resultan significativas en la medida en que uno se vale y logra recuperar los detalles consignados en ellas.

Así pues, teniendo en cuenta la coordenada histórico-espacial tomada como punto de partida, y la noción de infancia -tan íntimamente ligada a la carencia- que se desprende de los textos con ambiciones enciclopédicas de la época, circunscribiremos nuestro análisis, a modo de un primer acercamiento, a las escenas iniciales del Libro de Alexandre -texto concebido por la crítica como aquel que inaugura la clerecía castellana, y por ello mismo, sumamente significativo en cuanto a la heroicidad que sustenta en sus estrofas-, en las cuales se despliega de manera resumida la primera infancia del héroe macedonio.

-II-

El Libro de Alexandre, obra sobre la cual centraremos nuestra atención, es un texto cuya composición la crítica ha datado -aunque sin una seguridad absoluta- en el primer cuarto del siglo XIII. Signo por excelencia del afianzamiento de una cultura manuscrita en lengua romance, y parte integrante del conjunto de poemas narrativos que constituyen el "mester de clerecía", es considerada por la crítica como "la obra de mayor envergadura, la más extensa, y la de mayor erudición".10

En ella, el autor anónimo centra su atención en la vida y las hazañas del conquistador macedonio homónimo, haciendo de la vida de Alejandro Magno la materia fundante de su obra. Una vida abordada con pretensiones enciclopédicas, en tanto y en cuanto el autor ha recurrido a diversas fuentes para darle cuerpo a las 2.675 estrofas que constituyen su texto.

En efecto, tres son las fuentes principales que funcionan como los cimientos de la obra,11 de las cuales, el Alexandreis de Gautier de Châtillon es considerada por la crítica como el eje rector y estructural del relato.12 Sin embargo, resulta sugestivo para los alcances de nuestro trabajo el que el autor anónimo, avanzando por sobre su fuente primera, delinee la infancia de Alejandro, instancia vital del héroe que Gautier recuerda brevemente en el último libro de su poema. Así, en su deseo de narrar la vida de Alejandro en su totalidad, el poeta recurrirá al Roman d'Alexandre, texto mucho más preciso en el episodio que nos interesa.

Guiado, entonces, por un afán de totalidad biográfica, el poeta anónimo da comienzo a su obra con el nacimiento del héroe, habilitando tal vez sin apercibirse, que un sujeto escasamente figurado -como lo es un recién nacido- acceda tímidamente al imaginario del lector. El gran Alejandro Magno alguna vez ha sido niño, y eso debe quedar registrado en la obra. Y este hecho cobra un valor inusitado cuando se constata que, la mención a los niños en las producciones manuscritas de la época se realiza usualmente con miras a ofrecer al lector una idea de multitud plural -conformada generalmente por actores minoritarios, como lo son mujeres y ancianos- que enriquezca el decorado y abone la importancia del suceso narrado. Así, por ejemplo, en el momento en que Alejandro narra a sus hombres la historia de Troya, puede leerse:

Fazién de todas partes            los niños e los viejos
candelas e limosnas,              oraçiones e priegos,
los troyanos por éctor,            por Achiles los griegos;
veyén que los caídos              serién por jamás çiegos. (705)
13

O, de manera similar, al representar el autor los homenajes que los distintos pueblos hacen al rey una vez que las conquistas han comenzado a tener lugar:

Cubrieron las carreras               de rosas e de flores,
que pareçién fermosas,             davan buenas olores;
todos llevavan ramos                -los moçuelos, menores-,
querrién a Alexandre                 darle grandes onores. (1141)

Pero el episodio inicial de nuestra obra es diferente. Aquí, y durante el espacio de pocas estrofas, el recién nacido será el protagonista, pues, antes de que todo acontezca, preciso es que tenga lugar el nacimiento de Alejandro. Nacimiento que es construido como un suceso extraordinario en la medida en que se encuentra anunciado por una serie de prodigios naturales: 

Grandes signos contieron      quand' est'infant naçió:
el aire fue cambiado,             el sol escureçió,
tod'el mar fue irado,               la tierra tremeçió,
por poco que el mundo          todo non pereçió. (8)

El nacimiento de Alejandro se encuentra marcado por una serie de augurios, signo de la concepción armónica que se tenía del universo en la Edad Media: se produce un cambio en el aire, los rayos del sol se ven oscurecidos, el mar se encrespa, y la tierra tiembla. Como explica Jesús Cañas en las notas a su edición, Dios, el mundo y el hombre suponen un todo completo y semejante, que por hallarse en íntima relación de semejanza se ven afectados por cualquier anormalidad que se produzca en alguno de los tres planos. Así, "[s]i en el plano del hombre se produce un suceso extraordinario, en el plano del mundo se desencadenan una serie de prodigios que reflejan ese acontecimiento".14 Macrocosmos y microcosmos ligados entre sí como los eslabones de una misma cadena.

A su vez, esta concepción armónica del universo posibilita comprender el porqué del desarrollo de una ciencia y una técnica que es tomada de la cultura árabe: la astrología. En el siglo XIII español, la astrología era pensada como una ciencia de pleno derecho cuya sanción era sinónimo de veracidad. Los astros indican una dirección en la historia, influyen y afectan a "las cosas inferiores".15 El mensaje divino se inscribe en el cielo por medio de signos visibles, permitiendo que puedan ser percibidos por el ojo humano.

Pero estos prodigios de la naturaleza no son los únicos que dan cuenta de la excepcionalidad de lo que está sucediendo en el preciso momento en que Alejandro nace, sino que hay más:

Otros signos contieron           que son más generales:
cayeron de las nuves             unas piedras puñales;
aún veyeron otros                  mayores o atales:
lidiaron un dia todo                dos aguilas cabdales. (9)

En tierras de Egipto,              -en letras fue trobado-,
fabló un corderuelo                que era rezient nado,
parió una gallina                    un culebro irado;
era por Alexandre                  tod'esto demostrado. (10)
Aún vino al                            en el su naçimiento:
fijos de altos condes              nacieron más de ciento,
fueron pora servirle                todos de buen taliento,
-en escripto yaz' esto,           sepades, non vos miento-. (11)

El variado y diverso número de augurios en el cual el autor anónimo se concentra a lo largo de cuatro estrofas marca un punto de inflexión en la historia humana. Algo extraordinario está sucediendo, un origen absoluto, un verdadero inicio: un nacimiento.16

Si la ciencia del estrellero ha sancionado la excepcionalidad del evento, Alejandro, en tanto niño pequeño, confirmará la dirección que los astros habían dejado sentada para él en la historia. Por ello, en las cuatro estrofas siguientes, el poeta nos hablará de la infancia temprana del pequeño Alejandro, durante la cual se vuelve evidente su futuro de conquistador.

En mañas de grant preçio       fue luego entendiendo,
esfuerço e franqueza              fue luego decogiendo,
ívale con la edat                     el coraçón creçiendo;
aün abes fablava,                    ya lo iban temiendo. (12)

Los unos con los otros           fablavan entre dientes:
"Est niño conquerrá                las indïanas gentes."
Phelipo e Olimpias,                que eran sus parientes,
avían grant alegría,                 metién en todo mientes. (13)

El infant, maguer niño,            avié grant coraçón,
yazié en cuerpo chico             braveza de león;
más destajar vos quiero          de la su crïazón,
ca convien que passemos       a la mejor razón. (14)

A cab de pocos años             el infant fue crïado
nunca omne non vio               niño tan arrabado;
ya cobdiçiaba armas              e conquerir regnado,
semejava a Hércules,             ¡tant' era esforçado! (15)

Si nos detenemos en este reducido número de estrofas, es posible reparar en una variedad elocuente de detalles. En primer lugar, y algo que deviene de fundamental importancia en lo que refiere a la infancia de un niño, el poeta menciona la presencia de sus padres, Filipo II de Macedonia y Olimpias, quienes felices por el nacimiento de su hijo, y más aún por las voces que comienzan a correr sobre su futuro de conquistador, ponen en el niño gran atención y cuidado (metién en todo mientes). En segundo lugar, aquello que da fundamento para los murmullos que reverberan sobre la excepcionalidad del niño que lo llevará a conquistar los reinos de India y Persia. El contrapunto metafórico es elocuente al respecto: a pesar de su tamaño reducido, el pequeño no sólo posee un gran corazón, sino a su vez, la braveza de un león. Al punto tal, que nunca antes se ha visto un niño tan varonil (arrabado), inclinado desde su más tierna infancia al manejo de las armas y a la conquista de reinos. Pero hay un detalle que no puede pasar desapercibido a nuestros ojos, y es que todo esto que se predica de Alejandro, se está diciendo de un niño que apenas sabía hablar (aün abes fablava). Alejandro, nos dice el autor, apenas balbuceante, ya muestra su grandeza. Y esta imagen, nos devuelve a la figuración de un niño pequeño, cuyo lenguaje apenas es inteligible: la representación de un niño que "non sabe fablar nin andar", como expresa Don Juan Manuel. Es decir que el autor nos sitúa al comienzo de su ambiciosa obra ante un pequeño en su más temprana infancia. No aquella en la que el niño, ya autónomo, corretea por los dominios paternos, en compañía de un tutor, instruyéndose día a día en el dominio de las artes liberales -aquellas que no tienden al lucro y que son así nombradas por ser dignas del hombre libre-,17 sino aquel periodo en el que el niño aún no puede ni sabe hacer mucho más que reír, llorar y comenzar a experimentar con su aparato articulatorio, pronunciando sus primeras voces.18 Y no es un detalle menor detenerse en los versos mencionados, debido a que hasta el mismo poeta reconoce que no resultaría oportuno detenerse sobremanera en estos momentos de la vida de Alejandro ("más destajar vos quiero / de la su crïazón"), puesto que conviene pasar a lo que verdaderamente importa ("convien que passemos / a la mejor razón"). Y sin embargo, aquí estamos, ante un pequeño Alejandro balbuceante.

Si al comienzo de nuestro trabajo partimos de las limitaciones que se desprenden de hablar de protagonismos infantiles, en tanto y en cuanto la noción de infancia se encuentra reñida con la idea de discurso y acción, cabe preguntarse ahora por qué el poeta, aún a sabiendas de que su interés por la infancia resulta inusual, se aboca en  el primer momento de su obra a delinear una etapa en la vida de todo hombre de la cual pareciera imposible poder predicar algo que resulte de interés para el desarrollo de sus hazañas. Y es que, como se desprende de las estrofas abordadas, el poeta encuentra lícito dar cuenta de la primera infancia de Alejandro en la medida en que ello supone demostrar interés por el futuro devenir adulto del pequeño. En otras palabras, la infancia que se representa en estas estrofas sólo vale en tanto signo de la grandeza inalienable de Alejandro, en tanto germen encarnado de lo que esta criatura devendrá, en tanto pura potencia que no deja de engendrar indicios de superioridad.

-III-

De no estar errados, la figuración de la infancia en el Libro de Alexandre, se mostraría entonces tensionada por una dualidad de perspectivas. Si por un lado, en términos representacionales, un infante no se encuentra habilitado para merecer un trato protagónico, en tanto y en cuanto non sabe fablar ni andar; por el otro, el poeta anónimo parecería dar con la respuesta que justificase la puesta en escena de este momento inicial en la vida de Alejandro: ya de bebé resulta evidente que nuestro héroe se encuentra predestinado a la grandeza, dados los augurios que la naturaleza ha impreso en su destino la fecha de su nacimiento, y dadas sus inclinaciones tempranas a la dominación -cuando paradójicamente, aún no ha conquistado el uso de la palabra-. De manera tal, que una materia insignificante y carente del todo de interés en la vida de los sujetos, pasa a convertirse en materia narrable en el momento en que se ofrece como un espacio más para demostrar y confirmar las características excepcionales de Alejandro.

Sin embargo, resulta sugerente postular una tercera perspectiva en lo que atañe a la figuración de la infancia, que en cierta manera trasciende la habilidad discursiva de nuestro poeta anónimo. Pues, en cuanto nos detenemos en la estrofa que inicia la narración, luego de los versos introductorios prescriptos por la retórica que encontramos en todo poema narrativo clerical, parece posible constatar que aquellos primeros momentos de vida del infante, lejos de ser únicamente un espacio idóneo para resaltar la grandeza del protagonista, resultan ser ellos mismos también, los habilitadores de su prometedor o desgraciado sino.

El infant Alexandre                luego en su niñez
enpeçó a mostrar                  que serié de grant prez:
nunca quiso mamar               lech de muger rafez,
si non fues de linage              o de grant gentilez. (7)

Tal como expresara Alfonso El Sabio en su Setenario, Alejandro recién nacido non sabe nin puede comer, pero más fundamental aun, mama. Como el de todo bebé recién nacido, su primer alimento es la leche. Leche que en este caso, pertenece a una nodriza, por ser costumbre entre los grupos acomodados de la sociedad el dejar la crianza del niño a cargo de sus cuidados.

Ahora bien, en cuanto nos detenemos en la mención que hace el poeta de aquello que Alejandro mama, destacan por su cariz llamativo dos hechos. El primero, reside en la conciencia electiva del bebé. Como un signo más de su excepcionalidad, aun siendo un recién nacido, el infante Alejandro se negará a tomar la leche proveniente de los senos de una mujer rafez, es decir, una mujer villana -de baja condición-, o peor aún, vil.  Es más, pareciera ser que el niño sólo estaría dispuesto a mamar la buena leche de una mujer de gran linaje y gentileza. Cabe preguntarse, entonces, sobre el condicionante que habilitaría realizar esta distinción entre una buena y una mala leche. Cuestión que nos introduce en el segundo hecho llamativo.

Resulta consabido, como expresa la historiadora Silvia Arroñada, que en la época

"[l]a creencia popular señalaba que, a través de la lactancia la mujer transmitía rasgos esenciales de personalidad, y por ello se tenía muy en cuenta para la elección del ama sus cualidades físicas y morales y su religión".19

De ser así, el distingo operado por el bebé quedaría respaldado, en tanto la leche pareciera concebirse en tanto vehículo de características que impactarían en la instancia formativa del sujeto. Ser amamantado por una mujer rafez, supondría poner en peligro los caracteres del niño que junto con el alimento, ingeriría también las cualidades de su ama.

A poco que consultamos en las producciones de la época, es posible observar que la preocupación por quien diese sustento al niño en sus primeros años de vida no resultaba un dato menor. Así, por ejemplo, Alfonso X, en Las siete Partidas -otra de sus monumentales obras-, decreta la configuración de la nodriza por excelencia: "que aya leche assaz, e sea bien acostumbrada e sana e fermosa e de buen linaje e de buenas costumbres" (Segunda Partida, ley III, título VII).20

Pero, el que termina de asombrar por su precisión, es una vez más, Don Juan Manuel en su Libro de los Estados, cuando afirma que a los niños pequeños:

[...] deuenles catar buenas amas, que sean de la mejor sangre et mas alta et mas linda que pudieran aver. Ca çierto es que del padre o de la madre en afuera que non ay ninguna cosa de que los omnes tanto tomen nin a quanto salgan nin a quanto semejen en sus voluntades et en sus obras commo a las amas cuya leche mamaran.21           

El distingo realizado por Alejandro siendo niño, deviene fundamental para salvaguardar su futuro de un determinismo maldito. Pues pareciera ser que la dirección de la historia no solo viene impresa por los astros, sino también escrita en la leche que lo ha alimentado al comienzo de su vida. Alejandro no sólo se encuentra destinado a la grandeza, sino que, para salvaguardar su destino de conquistador, mama la leche sólo de aquella mujer que por su "buena sangre" alentará el futuro para el cual ha nacido. Y es que, tal como ha sabido comprender Vila, "[n]o es ésta, por cierto, una polémica láctea sino sanguínea".22

Mamar deviene así, un acto en el que se pone en juego la identidad del bebé, en la medida en que, la sangre en la España medieval es prueba de lo que se es, y si la leche es otra forma de la sangre femenina, el futuro devenir adulto del niño se verá indefectiblemente ligado a ésta.

-IV-

Tan sólo nueve estrofas ha dedicado el anónimo autor para figurar la primera infancia de aquel que ha elegido por protagonista de su obra. Las nueve estrofas iniciales de un total de dos mil seiscientos setenta y cinco. Y a pesar del reducido espacio que se ha permitido dedicarle, puede comprobarse que ha sentido que debía justificarse utilizando cada verso escrito en ellas como signo que evidencie la grandeza de su héroe, ya perceptible en la etapa inmediata a su nacimiento.

Y sin embargo, a pesar de este intuible resquemor, puede apreciarse en el decurso de las viñetas infantiles seleccionadas, el entramado ideológico que el periodo sustenta en relación al futuro de la criatura. La identidad del pequeño parecería jugarse en la determinación del contexto. Así, el día en que se nace -marcado por el movimiento de los astros-; el vientre que lo engendra -como sinécdoque de la madre y el padre, o en última instancia, de la sangre (el linaje) que lo trae al mundo-, y la leche que lo alimenta -alimento nutricio y primero, que no sólo informa el cuerpo del crío, sino también su dimensión espiritual-, inscriben en las hojas invisibles de la vida el futuro de la criatura recién nacida.

Notas

1. Sobre el concepto de literatura y su inadecuación en relación a las prácticas discursivas del período medieval resulta de sumo interés la consulta de "Lección inaugural: Objeto y práctica del hispano-medievalismo" de Leonardo Funes, donde puede leerse: "Por todo lo dicho, entonces, hay que concluir que no hubo literatura en la Edad Media. Lo que propongo en mis clases es hablar de producción verbal, una denominación que pone el acento en la productividad de una práctica cultural y en su carácter lingüístico o discursivo, a la vez que permite abarcar la oralidad, la auralidad y la manuscritura" (en L. FUNES, Investigación literaria de textos medievales: objeto y práctica, Buenos Aires, Miño y Dávila, p. 23).         [ Links ]

2. Para un desarrollo más acabado de las contiendas de prácticas discursivas en la Edad Media española ver L. FUNES, "La evolución literaria como contienda de prácticas discursivas" en L. FUNES, Investigación literaria de textos medievales: objeto y práctica, Buenos Aires, Miño y Dávila, pp. 109-125, 2009.         [ Links ]

3. F. RICO, "La clerecía del mester", Hispanic Review, 53 (1985), p. 4.         [ Links ]

4. P. ARIÈS, El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, Madrid, Taurus, 1987, p. 57.         [ Links ]

5. Ver Z. SHAVIT, "La noción de niñez y los textos para niños", Criterios 29 (1991), pp. 134-161.         [ Links ] A su vez, de interesar este punto de partida, centrando la polémica en lo que se ha dado en llamar literatura española medieval, puede resultar ilustrativa la consulta de los trabajos de S. ARROÑADA, ("La visión de la niñez en las Cantigas de Santa María", Iacobus 15 (2003), Valladolid, pp. 187-201;         [ Links ] "Madres, padres e hijos pequeños en las Cantigas de Santa María. Modelos e interrelaciones", Iacobus. Revista de estudios jacobeos y medievales, 19-20 (2006), Sahagún, Centro de Estudios del Camino de Santiago, pp. 109-126),         [ Links ] y de una propuesta más temprana mía (J. KOCH, "Corporeidad, herencia y educación: la representación de la infancia en tres poemas castellanos del siglo XIII", Estudios de Historia de España, 16 (2014), pp. 115-133, 2014).         [ Links ]

6. ALFONSO X EL SABIO, Setenario, Edición e introducción de Kenneth H. Vanderford, Buenos Aires, Instituto de Filología, 1945, p. 28.         [ Links ]  

7. DON JUAN MANUEL, Libro de los Estados, Edición de Ian R. Macpherson y Robert Brian Tate, Madrid, Castalia, 1991, p. 196.         [ Links ]

8. Siglos más tarde, en los umbrales del siglo XVII, esta definición se acrisolaría en el primer diccionario de la lengua española, el Tesoro de Covarrubias, en el cual puede leerse bajo la entrada Infante: "El niño pequeño que aún no tiene edad para hablar". Ver S. de COVARRUBIAS, Tesoro de la Lengua Castellana o Española, ed. De Felipe C.R. Maldonado, revisado por Manuel Camarero, Madrid, Castalia, 1995. S.v. Infante.         [ Links ]

9. J.D. VILA, "'El ama que me dio leche/ jamás tuvo dicha en nada': El debate por la lactancia materna en la fragua de protagonismos infantiles", (en prensa).         [ Links ]

10. I. URÍA MAQUA, "La forma de difusión y el público de los poemas del 'Mester de Clerecía' del siglo XIII", Glosa 1, 1990, p. 110.         [ Links ]

11. Para un abordaje más minucioso de las fuentes a partir de las cuales se compuso el Libro de Alexandre consultar el trabajo de A. ARIZALETA, "La jerarquía de las fuentes del Libro de Alexandre", en Actas del VI Congreso Internacional de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval. Ed. José Manuel Lucía Megías. Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 1, pp. 183-189, 1997.         [ Links ]

12. En el ya clásico artículo de Francisco Rico, "La Clerecía del mester", puede leerse: "Pero no olvidemos el abecé: el Alexandre es un libre romanceamiento de la Alexandreis (hacia 1182) de Gautier de Châtillon" (op. cit., p. 9).

13. Libro de Alexandre, edición de Jesús Cañas, Madrid, Cátedra, 2003.         [ Links ] Todas las citas del Libro de Alexandre se realizan por esta edición, indicándose al final de las mismas y entre paréntesis el número de estrofa correspondiente.

14. Ibídem,  p. 136.

15. Cuatro siglos más tarde, Cobarruvias dejaría sentado en su Tesoro: "Astrología: ciencia que trata del movimiento de los astros y los efectos que dellos proceden, cerca de las cosas inferiores y sus impresiones, que por otro nombre se dice astronomía". COVARRUBIAS, op. cit., S.v. Astrología.

16. En "El enigma de la infancia. O lo que va de lo imposible a lo verdadero" en J. LARROSA, Pedagogía Profana. Estudios sobre lenguaje, subjetividad, formación, Caracas, Ediciones Novedades Educativas, 2000, p. 169, Jorge Larrosa recuerda al lector de su trabajo que cada nacimiento de un niño conlleva consigo la emergencia de una alteridad radical: "un niño es algo absolutamente nuevo que disuelve la solidez de nuestro mundo el instante de la absoluta discontinuidad, de la posibilidad enigmática de que algo que no sabemos y que no nos pertenece inaugure un nuevo inicio. Por eso el nacimiento no es un momento que se pueda situar en una cronología, sino lo que irrumpe toda cronología".         [ Links ]

17. E.R. CURTIUS, "Literatura y enseñanza", en E.R. CURTIUS, Literatura europea y Edad Media latina, México, Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 63.         [ Links ]

18. Si bien excede al eje de análisis propuesto en estas líneas, resulta de valor confirmar que la figuración del período de la infancia en que un niño se vuelve educable, es decir, a partir de los siete años, encuentra un espacio más nítido en las letras castellanas del siglo XIII, en tanto y en cuanto, la educación del príncipe resultaba imprescindible a la hora de garantizar la estabilidad del reino. Por esta razón, resulta más sencillo encontrar viñetas que, al modo de un espejo de príncipes nos acerquen a la educación recibida por los pequeños. A modo de breve muestra, aquí acerco las siguientes estrofas. Mínimo preludio a la relación de afecto y admiración que luego el autor desarrollará entre el pequeño Alejandro y su maestro, Aristóteles.

         El padre, de siet' años,                     metiólo a leer,
         diól maestros honrados,                    de sen e de saber,
         los mejores que pudo                        en Greçia escoger,
         quel en las siete artes                       sopiesen enponer. (16)

         Aprendié de las artes                       cada dia liçión,
         de todas cada día                            fazié disputaçión;
         tant' aviá buen engeño                      e sotil coraçón
         que vençió los amestros                   e poca de sazón. (17)

         Nada non olvidava                            de cuanto que oyé,
         non le cayé de mano                       de quanto que veÿé;
         si más le enseñassen,                     él más aprenderié
         sabet que en las pajas                     el cuer non tenïé. (18)

19. S. ARROÑADA, "La baja Edad Media: Una visión a través de la infancia", Fundación, 4 (2001-2002), p. 353.         [ Links ]

20. ALFONSO X EL SABIO, Las siete partidas, edición de José Sánchez-Arcilla Bernal, Madrid, Reus, 2004.         [ Links ]

21.  DON JUAN MANUEL, op. cit., pp. 196-197.

22.  VILA, op. cit.

Aún a riesgo de pecar de anacrónicos, consultar lo que al respecto deja sentado Covarrubias en su Tesoro, puede resultar iluminador: la leche es entendida como el "jugo de la sangre cocida que naturaleza envía a las tetas de la hembra" (op. cit.).

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons