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versión impresa ISSN 1666-485Xversión On-line ISSN 1668-723X

Tópicos  no.42 Santa Fe jun. 2021

 

Dossier

Una aproximación a la recepción reciente de la filosofía de Hegel en la Argentina. Entrevista con Daniel Brauer.

An approach to the recent reception of Hegel's philosophy in Argentina. Interview with Daniel Brauer.

Daniel Brauer2 

2(CONICET/UBA)

Daniel Brauer es una figura central en la recepción argentina de la filosofía de Hegel durante las últimas décadas. Como investigador, el profesor Brauer exploró diversos aspectos de la filosofía hegeliana, entre los cuales pueden destacarse la contradicción, la negación, la filosofía de la historia, la filosofía del derecho, el reconocimiento, la antropología y la locura. Entre sus preocupaciones teóricas también han tenido lugar temas como la memoria, la narración histórica, la globalización y la filosofía de Ludwig Feuerbach. Desde 1983, el Dr. Brauer es miembro de la carrera del investigador científico del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET), donde actualmente reviste la categoría de Investigador Principal Ad-Honorem. Ha dirigido diversos proyectos de investigación (PICT, UBACyT, PIP y diversos proyectos de cooperación internacional), ha dedicado una amplia labor a la formación de recursos humanos para la investigación especializada en temas relativos a la filosofía y las ciencias sociales, a la vez que ha dirigido numerosas tesis de grado y posgrado, estudios de posdoctorado y de ingreso en la carrera de la investigación científica en CONICET. El profesor Brauer ha desarrollado, además, una extensa tarea docente en la Universidad de Buenos Aires, donde ha dictado clases de Metafísica y Filosofía de la Historia durante más de tres décadas, como también numerosos seminarios de grado y posgrado, tanto en la Universidad de Buenos Aires como en otras universidades argentinas y del exterior.

Tanto por su labor en la investigación como por su desempeño docente, Daniel Brauer ha contribuido a la vigencia y a la difusión de la filosofía hegeliana en la Argentina en las últimas décadas. Su experiencia en esas actividades representa un acercamiento de primera mano a la recepción reciente del pensamiento de Hegel en nuestro país. La presente entrevista con Daniel Brauer, realizada por escrito durante los últimos días de marzo de 2021, pretende indagar en la historia reciente de la recepción argentina del pensamiento de Hegel.

— Comencemos por el principio. ¿Cómo fue su acercamiento a la filosofía y particularmente al pensamiento de Hegel? ¿Cuán disponible estaba la filosofía de Hegel en su etapa de formación?

— Resulta difícil saber por qué uno se decide a cursar una carrera como Filosofía, luego de haber afirmado durante años en la adolescencia la convicción de estudiar biología o veterinaria, que es lo que en esa época entendía por la primera. Creo que la filosofía fascina por sí misma a algunas personas y eso tiene que ver con una serie de lecturas y preguntas abiertas acerca del mundo y de nosotros mismos que comprendemos tan poco. La vida misma es por sí un milagro y no necesitamos otros, que entendemos menos todavía. En mi caso, siempre estuvo presente también el interés por la política y la vida social, a pesar de no haber militado políticamente en ningún partido o movimiento. De ahí que, mal aconsejado, comencé por la carrera de Sociología para pasarme al poco tiempo a Filosofía y terminar las dos. Esto implicaba, más en esa época que casi no había becas o subsidios, superar una serie de prejuicios y obstáculos, que no tenían tanto que ver con la temática sino con la necesidad de “ganarse la vida”, y la carrera era una apuesta a pura pérdida.

Por algún motivo que ahora desconozco me llegaron, estando aún en el último año de la Secundaria, los apuntes del curso de “Introducción a la Filosofía” de Carpio que me abrieron un mundo. Años después llegaría a ser su Adjunto.

Un año antes de iniciar la vida universitaria trabajé en una sucursal de la librería Fausto, que estaba en Corrientes casi Esmeralda, en el horario nocturno –hasta la 1 de la madrugada. Se trataba también de un lugar de encuentro, ya que para ese lado de Corrientes no venía mucha gente. Allí conocí a muchos intelectuales, a Borges, Mujica Lainez, Jauretche, etc. entre muchos otros –muy fugazmente–, pero también a artistas y cantantes –incluso a coristas del Teatro Maipo que estaba a la vuelta. Con Carlos Astrada y su hijo Rainer íbamos a conversar a una pizzería cercana. Allí, con la pasión que lo caracterizaba, me hablaba del “hijo de p…” de Descartes y de otros filósofos que eran subidos o bajados rápidamente del panteón de las ideas.

Mi acercamiento al pensamiento de Hegel se produjo a partir de las clases de Ansgar Klein ya en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires. Klein era un docente brillante, con un fuerte carisma. Sus clases, principalmente las dedicadas a la Fenomenología del espíritu, marcaron la apropiación del pensamiento de Hegel de una generación. Sus lecciones llenaban el aula y no estábamos dispuestos a perdernos ninguna. Si bien su interpretación estaba fuertemente influenciada por Kojève, tanto por su modo de dar clase como por la reactualización de los textos, era un pensador original no ortodoxo y es una lástima que la Facultad no lo reivindique. Publicó muy poco y en forma dispersa, pero sus clases fueron grabadas y algunos deben disponer de ellas. Fue gracias a él que me puse en contacto con el mundo académico alemán y obtuve mi primera beca. Me enteré de su prematura muerte estando en Alemania.[1]

La lectura de Hegel de la época estaba signada por el marxismo y la filosofía de la existencia. Lo obra de Kojève mismo es una inclasificable simbiosis de ambos. Hegel en ese contexto era un autor ambiguo. Por un lado, formaba parte de la serie de pensadores santificada por el marxismo oficial a la vez que era “superado” por la crítica de Marx que, como es sabido, habría puesto la dialéctica nuevamente sobre los pies, luego de que Hegel pretendiese hacerlo de cabeza (o “desde” la cabeza, lo cual no estaría mal). Por otro lado, Hegel era una alternativa a Marx y esto en una doble versión: la exégesis de su pensamiento estaba ligada para algunos a la búsqueda de un marxismo diferente, cercano al Marx de los llamados Manuscritos económico-filosóficos, a la apropiación de Lukács y a la Escuela de Frankfurt. Pero también como una opción diferente de pensamiento que no pretendía “superar” la filosofía sino en todo caso transformarla. Más aún, el pensamiento de Hegel era un punto de partida para una visión crítica del marxismo, sobre todo en la Alemania de la posguerra tardía -aunque este último punto de vista tuvo poca influencia en nuestro país-.

Se debe tener en cuenta la coyuntura política de esos años, una juventud radicalizada en busca de un mundo mejor y también de protagonismo. En ese contexto el pensamiento de Hegel y, en particular, su “dialéctica” resultaba un desafío al pensamiento tradicional a la vez que implicaba arduas dificultades de comprensión.

Mis estudios de posgrado y doctorado en Erlangen fueron decisivos para mi formación. Le debo mucho en ese sentido a Manfred Riedel.

Retornar a Argentina en la última etapa de la Dictadura Militar no fue fácil. Hegel –y quienes se dedicaban a él– era visto como un filósofo sospechoso. La Facultad estaba dominada por el tomismo y los heideggerianos, aunque estos últimos tampoco eran considerados del todo correctos por su (si bien algo ambiguo) ateísmo. Estuve un año sin trabajo, haciendo todo tipo de changas informales, ya teniendo un hijo pequeño a quién alimentar y educar, y una niña en camino. Pero también es cierto, que la solidaridad está siempre presente a pesar de todo y aún hoy en un país tan complicado como la Argentina.

— Los principales tópicos de su labor filosófica han sido hasta el momento el tiempo, la memoria, la contradicción y la globalización. ¿Cómo se ha articulado la filosofía hegeliana con esos temas?

— El pensamiento de Hegel ha estado presente de modo desigual en cada uno de esos temas: he escrito un libro sobre el concepto de tiempo en Hegel. Allí pretendo mostrar la originalidad de su pensamiento frente a autores como Heidegger, que consideran a la visión del tiempo en Hegel como una mera paráfrasis del tratado aristotélico acerca del mismo. Pero ese trabajo me sirvió también como un hilo conductor para ocuparme del problema o, en los términos borgianos de Ricoeur, del “enigma” del tiempo desde Aristóteles, pasando por Agustín, Kant, Husserl, Bergson y Heidegger en las clases de la cátedra de “Metafísica” de la que he sido Titular durante muchos años. Escribir una historia de la teoría filosófica del tiempo está en la lista de unas cuantas asignaturas pendientes.

Está claro que el concepto de “contradicción” estaba vinculado al pensamiento de Hegel y de Marx. Hay una amplia bibliografía sobre el tema que sigue siendo polémica y que resulta clave para entender el sentido de la noción de dialéctica en Hegel. He intentado aclarar una serie de malentendidos que vienen ya desde la crítica casi contemporánea a Hegel de Trendelenburg. Ese debate está hoy bastante olvidado, su trasfondo es la caída de la doctrina oficial del marxismo dogmático para el que las contradicciones “reales” estaban presentes por todos lados menos en sí mismo.

En lo que se refiere a la globalización, mi acercamiento al tema fue desde una perspectiva diferente a la hegeliana. Si se tiene en cuenta que la filosofía de la historia contemporánea desde los años de posguerra estuvo dominada por cuestiones puramente epistemológicas y toda pregunta acerca del curso de la historia era considerada mala metafísica, también se debe reconocer que la llamada “globalización” parece reivindicar, aunque en forma modificada, la noción de “Espíritu del mundo” (Weltgeist) en un triple sentido: por una parte, el mundo nunca ha estado más interdependiente y más interrelacionado -tanto para el bien como para el mal- que ahora (algo que la pandemia del coronavirus muestra claramente) y esto es un proceso irreversible. Por otra parte, se ha constituido un horizonte de pensamiento mundial que resulta difícil de anclar a una institución particular –si bien los medios de comunicación desempeñan en eso un papel muy importante (léase prensa, redes, internet en general), pero que hace, por ejemplo, que la violación de derechos humanos en un recóndito lugar del planeta despierte nuestra indignación. Y, por último, es en fenómenos de este tipo que se muestra claramente que la filosofía y, particularmente, la filosofía de la historia, no puede desentenderse de lo que pasa en el mundo y dedicarse solamente a la teoría del saber epistémicamente fundado.

Si bien he escrito también acerca de la concepción del recuerdo y la memoria en Hegel, el tema me interesa más allá del autor y lo he tratado también en el pensamiento de Freud y de Ricoeur. Uno no puede interesarse sólo en Hegel, más aún para comprender su pensamiento -como sucede con todos los autores–. Es necesario no solamente conocer a otros autores. Pensar con él es también poder pensar en muchos aspectos contra de él – aunque, claro, mediante su concepto de “negación” caemos en la trampa dialéctica y no podemos salir del todo airosos-. Con todo, más interesante que los textos de Hegel son los temas de que se ocupa y que le dan sentido a su pensamiento.

— Últimamente usted ha explorado aspectos poco frecuentados de la filosofía hegeliana como la locura, la recepción del magnetismo animal y la hipnosis. Esas cuestiones parecen alejadas de la imagen de Hegel como el último baluarte sistemático del racionalismo. ¿Considera vigente y coherente esa imagen?

— Hay una fuerte tendencia entre los estudiosos de pensadores como Kant, Hegel o Heidegger a identificarse con su pensamiento y moverse en su horizonte conceptual. Hay una fuerte tendencia en nuestro país a una exégesis bíblica de los textos y con esto me refiero a que se los considera como algo sagrado que sólo podemos comentar, pero no analizar o poner en duda. Creo que esto es, en términos de Bachelard, un “obstáculo epistemológico” que tiene consecuencias negativas para el desarrollo de la filosofía en nuestro medio.

A mí me ha interesado ocuparme de las experiencias básicas que condujeron a la construcción de un sistema o doctrina. El racionalismo hegeliano es muy diferente y contrario al cartesiano, que tiene como modelo al pensamiento matemático. Hegel se proponía ampliar la razón y de ahí su desafío por encontrar la “lógica” de lo que a primera vista no tiene explicación. A diferencia de los filósofos de la Ilustración enciclopédica que dejaban de lado la superstición, pero con ella también la religión, los sueños, la locura, etc., la idea de Hegel era encontrar la razón de la aparente sinrazón y en esto, aunque muchas de sus explicaciones no convenzan hoy del todo, sigue un camino que no se opone a la ciencia sino al contrario. Los sueños, los chistes, los “actos fallidos” tampoco antes de Freud parecía que podían tomarse en serio (claro que hay antecedentes de esto anteriores a Freud, pero él fue quien oficializó el tema). En esos trabajos me interesaba mostrar también una dialéctica en proceso y no terminada, a diferencia del consagrado sistema enciclopédico.

Por último, los límites de lo que llamamos “racionalidad” son muy difusos y en ningún lugar se ve esto más claramente que en la ciencia misma, que suele oponerse a una mala metafísica de los filósofos que especulaban sobre la naturaleza. Esto es cierto y lo comparto, pero también es cierto que lo que hoy se considera científico –y esto se ha dicho muchas veces, aunque no deja de ser cierto– es muy posible que mañana sea considerado un error o una superstición.

— La recepción argentina de la filosofía de Hegel parece estar marcada por dos vectores: el interés por el marxismo y la inclinación por la filosofía kantiana. A la vez, en las universidades prepondera la idea de que Hegel “se estudia poco”. ¿Está de acuerdo con esa idea? ¿Cómo evalúa la recepción argentina de la filosofía de Hegel? ¿Observa en ella alguna particularidad en relación con el resto de Latinoamérica y con otras regiones?

— La interpretación del pensamiento de Hegel en Argentina y en Latinoamérica, en general, no puede separarse de la hermenéutica de su pensamiento en el mundo contemporáneo. La filosofía no es un fenómeno local. Si uno tiene en cuenta los temas centrales que son tratados en los congresos internacionales y los títulos de los artículos de los últimos años aparecidos en revistas filosóficas prestigiosas acerca del pensamiento de Hegel, yo diría que hay actualmente tres perspectivas de la apropiación del pensamiento hegeliano: la primera, histórico-filosófica, en ella se trata de aclarar puntos oscuros –y por cierto que los hay- de su pensamiento y su posible vigencia actual. La mayoría de las tesis de licenciatura o doctorado adoptan ese punto de vista.

Esto no puede separarse de los paradigmas dominantes en la filosofía contemporánea. Así como en la segunda mitad del siglo XX dominaba en la exégesis de los textos de Hegel el horizonte de pensamiento en torno a Marx y el marxismo, o al existencialismo, del mismo modo que sus críticas, hoy está en el centro del debate el redescubrimiento de Hegel. Esta sería la segunda perspectiva, la cual es llevada a cabo por parte de la filosofía analítica postquineana o neopragmatista (Robert Pippin, John McDowell, Terry Pinkard, Robert Brandom). La tercera, es la reconstrucción de una teoría de la política contemporánea inspirada en Hegel. Me refiero a una línea de pensamiento que viene de Habermas y su apropiación crítica, hasta llegar principalmente a Axel Honneth y su concepción normativa del “reconocimiento”; aunque cabe mencionar a otros como Ludwig Siep, que han encontrado en el autor múltiples vetas a explorar todavía (como así también Frederick Neuhouser, Domenico Losurdo y muchos otros).

Pero también es cierto que hay una perspectiva original, aunque polémica, propiamente latinoamericana: me refiero a las llamadas “Teoría de la dependencia” y “Filosofía de la liberación”, que han encontrado en Hegel una fuente de inspiración, entre otros autores. Y no quisiera dejar de mencionar los estudios de género entre los que, luego de una recepción muy crítica, también han sabido reivindicar aspectos de la teoría hegeliana (la figura más conocida es la de Judith Butler, pero hay muchas otras que han ofrecido nuevas perspectivas de abordaje al pensamiento hegeliano).

— ¿Cómo evalúa el desarrollo actual de los estudios hegelianos y qué proyecciones advierte en ese campo de la investigación filosófica?

— La pregunta ha sido en parte respondida en el apartado anterior. El pensamiento de Hegel forma parte del canon de la teoría filosófica de Occidente y difícilmente siga los avatares de las usuales filosofías a la moda que, tarde o temprano, pasaran al museo de las ideas o a ser sólo objeto de alguna oscura disertación para acceder al doctorado acerca de, por ejemplo, la concepción de Hegel de los minerales al escribir la Ciencia de la Lógica.

Después de todo, Hegel, análogamente a lo que sucede con todos los grandes filósofos, nunca se dedicó a estudiar el pensamiento de Hegel. Lo importante de su legado es no tanto lo que nos enseña, que en gran medida está vinculado al saber de su tiempo, sino la pasión por entender mejor y más allá de lo que veníamos pensando –así entiendo su racionalismo-, esto es, como un nunca definitivo “trabajo del concepto”.

— Muchas gracias, Dr. Daniel Brauer.

— A Ustedes.

Notas

[1]Ansgar Klein se formó en Alemania. Fue profesor de la cátedra “Historia de la Filosofía contemporánea” en la Universidad de Buenos Aires hasta 1977. Entre sus escritos pueden destacarse: “Hegel y la razón dialéctica”, Cuadernos de Filosofía, 10 (1968), pp. 269-287 (en el mismo número publicó una reseña de Die kopernikanische Wende de Hans Blumenberg, pp. 137-142); “Vico y la arqueología de la condición humana”, Cuadernos de Filosofía, 11 (1969), pp. 47-64; “Die Neue Welt in Hegels Geschichtsphilosophie und die Dialektik der Ungleichzeitigkeit”, en Wilhelm Beyer (ed.), Hegel–Jahrbuch 1974, Köln, Pahl – Rugenstein, 1974, pp. 71-80 (producto de su participación en el X Congreso Internacional de Hegel realizado en Moscú, publicado póstumamente en español con el título “El nuevo mundo en la filosofía de la historia de Hegel y la dialéctica de la no-simultaneidad”, Cuadernos de Filosofía, 28-29 (1978), pp. 93-104); El legado hegeliano, Buenos Aires, COH, S/F. Cabe agregar que Ansgar Klein también tuvo una importante actividad como traductor en la sección Biblioteca Filosófica de la Editorial Losada que dirigió Francisco Romero.

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