Hace años que observamos como la profesión médica entra en crisis. Desde hace décadas, y más claramente desde el inicio de este siglo, se notó un deterioro que se manifestó de diferentes formas.
Tal vez la más evidente es la disminución en la cantidad de aquellos que eligen carreras relacionadas con la salud. Recientemente el Foro Económico Mundial (Davos) se expidió sobre la falta de personal de salud que enfrenta el mundo, en particular los países de bajos y medianos ingresos.1
Este problema, que lleva años desarrollándose, quedó oculto durante algún tiempo por la pandemia COVID-19. Esa crisis impactante revalorizó como nunca el rol del personal de salud. Todos recordamos los multitudinarios aplausos nocturnos a los médicos durante esa emergencia.
Sin embargo, no bien superada la pandemia, el problema volvió con fuerza inusitada.
En Argentina es un hecho que cada día es más difícil cubrir los cargos vacantes, incluso los de acceso al sistema de residencias médicas. En 2022 notamos con sorpresa como un prestigioso programa de residencia de nuestra especialidad no cubría casi ninguno de sus cargos.2
Por otro lado, los reclamos por mayores ingresos y mejores condiciones de trabajo se suceden en muchos países. Probablemente el ejemplo del renombrado NHS británico sea el más relevante, abarcando enfermeros, médicos generalistas y médicos de reciente graduación, en un escenario que no parece tener una fácil solución.3,4
¿Qué origina el problema? ¿Es sólo una cuestión de dinero? ¿Se trata de optar por una mejor calidad de vida?
¿Por qué antes la gente quería ser médico y ahora no? ¿Por qué antes los médicos soportaban muchas cosas y ahora no?
Provengo de una familia de médicos (abuelo, padre, tío favorito, hermano, prima, esposa, hija) por lo que puedo aportar la mirada de quien ha asistido, en forma casi directa, a cambios en nuestra profesión durante el último siglo (casualmente, mi abuelo se graduó en 1923).
En este punto, es importante tratar de entender cuáles fueron las motivaciones que llevaron a la gente a unirse a la profesión médica. Es muy probable que altruismo, prestigio social y recompensa económica sean las más evidentes (no necesariamente en ese orden).5 En mi caso personal habría que agregar el factor del “asunto de familia”, una realidad bastante frecuente en todo el mundo (una proporción elevada de los ingresantes a la carrera de medicina son familiares directos de médicos).6,7
Con respecto al altruismo, no me animo a abrir juicio; no estoy muy seguro que las nuevas generaciones sean menos altruistas o más egoístas. Todos los días se observa a los jóvenes abrazar las más diversas causas con el mismo entusiasmo y desprendimiento que en siglos anteriores.
Sí estoy convencido que la profesión médica no goza del mismo respeto que hace tan sólo 30 años. Es posible que el acceso a la información con que cuenta hoy el público general sea uno de los responsables. Seguramente también influyó la erosión de la relación médico-paciente producto de la proletarización de la medicina. Pero tampoco debemos olvidar todas las iniciativas que buscan limitar y aun desmerecer el rol central del médico, en rechazo a una particular interpretación del “modelo médico hegemónico”.8
La evidente pérdida de prestigio social se manifiesta de varias formas, pero tal vez ninguna tan evidente como la elevada violencia que sufren los médicos hoy en día, que mi padre y abuelo no hubieran siquiera imaginado. En los últimos 25 años se han incrementado los reportes de agresiones a los médicos en su lugar de trabajo.9 De ser una profesión que aún los contendientes en una guerra respetaban, ha pasado a ser un blanco habitual del descontento social, incluso entre quienes buscan su ayuda.
Hasta mediados del siglo pasado la profesión médica, como pocas, era una clara muestra de ascenso social. Sin embargo, la sociedad ha ido cambiando en sus valores y el prestigio parecería más ligado al mero éxito económico, al ejercicio del poder y a la “popularidad”.
En la película Jerry Maguire (TriStar Pictures,1996), Cuba Gooding Jr. efectuó su memorable interpretación de Rod Tidwell, lo que le valió el Oscar al mejor actor de reparto. El personaje repetía continuamente “¡muéstrame el dinero!” como forma de responder una propuesta laboral que recibía. Y la realidad es que los médicos cada vez ven menos el dinero. Seguramente esta realidad varía mucho entre países, pero lo mencionado sobre el Reino Unido, la triste realidad de la Argentina actual y hasta la aberrante situación de los médicos cubanos enviados en misiones que han sido consideradas como una “forma de esclavitud moderna”,10 son una muestra cabal de este fenómeno.
Es cierto que el desarrollo humano alcanzado ha generado condiciones de salud que trascienden el accionar médico. La mejora en las condiciones de vida, las vacunas y los estilos de vida más saludables han contribuido a que la población, cada día más, dé por sentada la salud. Ello ha llevado a que los médicos sean menos reconocidos en su rol, traduciéndose en peores pagas, empleos más precarios y jornadas laborales extensas.
Esta realidad es particularmente llamativa en la pediatría, escenario donde como nunca los pacientes (sus padres) desafían el mejor criterio médico, sus profesionales se enfrentan diariamente a la violencia, sus horarios son menos respetados y sus honorarios se encuentran en la base de la pirámide.11
Por último, y no menos importante, es la desmedida responsabilidad que afrontamos los médicos en relación a muchos otros integrantes de la sociedad. En el caso de los niños, los pediatras respondemos con nuestro patrimonio e incluso nuestra libertad frente a posibles errores que puedan causar daño a nuestros pacientes. Sin embargo, existen jueces que pueden condenar a un niño al entregarlo a manos asesinas, o políticos que pueden sumir en la pobreza o el destierro a miles de niños con sus decisiones, habitualmente sin más condena que la de la sociedad. En ambos casos cabe, al menos, sospechar impericia, imprudencia o negligencia.
No me imagino cómo terminará esta situación, sólo espero que, si mi nieto llega a ser médico y editor de una revista científica, pueda publicar un editorial sobre el tema que muestre al menos un escenario más optimista.