Introducción
¿Qué1 lugar les corresponde en la actualidad a los estudios sobre la población y la familia en el marco de la historia rural europea de la época moderna? ¿Siguen siendo dos campos científicos interconectados? ¿Se trata de un tipo de conocimiento meramente acumulativo y continuista de unas líneas de investigación ya trazadas? ¿Las preguntas ya están hechas y las respuestas dadas? ¿Sólo se puede, en su caso, clarificar o matizar cuestiones que fueron abordadas hace tiempo? ¿No hay margen para la innovación? Estos son algunos de los interrogantes que nos planteamos en este artículo y que trataremos de resolver a partir del análisis de la producción historiográfica más reciente.
Dado el extraordinario desarrollo que tuvo la demografía histórica en paralelo al dinamismo que caracterizó a la historiografía ruralista europea antes de finales de los años 80, parece como si las muy abundantes monografías de antaño, repetidas persistentemente, hubiesen agotado la investigación de un mundo como el rural en el que, sin embargo, vivía la mayor parte de la población. Porque Europa, como España, era ruralidad en la época moderna (Eiras Roel, 2004). Nuestro objetivo con este artículo es hacer un balance de lo realizado sobre la historia de la familia y la demografía histórica en la producción científica que podemos incluir dentro de la historia rural en la Europa moderna durante estas dos últimas décadas2. Se trata de un recorrido de la historia de las estructuras a la historia social de la población que, con un marcado carácter relacional y diferencial, está abriendo el camino hacia una renovación historiográfica que puede considerarse profunda e innovadora en algunos aspectos, al contrario de la imagen trasnochada y caduca que con frecuencia se ofrece de este ámbito de investigación (García González, 2014).
Para alcanzar nuestras pretensiones seguiremos dos procedimientos. Uno más general y otro más concreto. Primero nos centraremos en el análisis de las principales temáticas abordadas por los artículos publicados y registrados en un servicio en línea de información científica tan reconocido internacionalmente como Web of Science (WoS), referidos a los dominios de esta investigación. Será un análisis preocupado por observar no sólo el peso e importancia de los temas sino también sus conexiones y agrupaciones. En segundo lugar, examinamos los contenidos de las principales revistas europeas especializadas en historia rural y de estudios de la población o afines y analizaremos los trabajos que publicaron sobre demografía histórica e historia de la familia de la Edad Moderna en el período de estudio.
Con respecto al primer objetivo, se han descargado los metadatos de los artículos publicados entre 2000 y 2019 en Web of Science. A partir de ese universo se han aplicado diferentes criterios de búsqueda en la categoría “tema” de la herramienta de la WoS por medio de la web de la Fundación Española de Ciencia y Tecnología (FECYT). Se trata de una herramienta que permite realizar búsquedas de los temas objeto de investigación mediante los términos indicados en el título, en las palabras clave y en el resumen de los trabajos publicados. En este caso hemos realizado tres tipos de análisis: primero se buscaron los artículos que incluyeran el término “historical demography”; después aquellos en los que, además, junto a este término figurara el concepto “family”; y, por último, se hizo otra búsqueda con “rural history”, “agrarian history” o “agricultural history”.
Para el segundo objetivo se han analizado de forma detallada e individualizada los artículos en cuya cronología figuraran -en todo o en parte- los siglos XVI, XVII y XVIII, y que hubieran sido publicados entre el año 2000 y 2014 en revistas europeas especializadas, fundamentalmente, en historia rural y demografía histórica. Para ello se han seleccionado, en el primer caso, cinco publicaciones periódicas: Histoire et Societés Rurales; Études Rurales; Historia Agraria; Estudis d´Historia Agraria; y Rural History. Society, Economy and Culture. Y en segundo lugar tres: Annales de Demographie Historique, Revista de Demografía Histórica y Popolazione e Storia. Junto a ellas se han utilizado otras nueve revistas de historia, pero más generalistas, editadas en dos países, Francia y España, con larga tradición en investigación sobre historia rural. Entre las revistas galas se seleccionaron cuatro: Revue d´Histoire Moderne et Contemporaine; Histoire et Mesure; Revue Historique; e Histoire, Economie et Societé. Y entre las españolas cinco: Obradoiro de Historia Moderna; Studia Historica. Historia Moderna; Hispania; Historia Social; y Revista de Historia Económica. El criterio seguido para la selección de este tipo de publicaciones más generalistas fue que se tratara de revistas que aceptasen trabajos de historia social, económica o relacionada con la población y que, además, ocuparan posiciones importantes en bases de datos de prestigio como SCOPUS. En conjunto, se han consultado y vaciado 17 revistas con un total de 4033 artículos, de los que 383 se refieren al mundo rural; y de ellos, 132 al objeto de nuestra investigación (Cuadro 1 del Anexo).
1. El marco general. Un análisis bibliográfico previo
El análisis de redes bibliométricas nos permitirá representar y observar la estructura conceptual de nuestros campos de estudio y ver si están interconectados. En este sentido, se han utilizado dos técnicas: la visualización de similitudes y el mapeo. La combinación de estos dos procedimientos posibilita obtener una representación más precisa y completa, global y progresiva del dominio temático3.
Como comentamos, a partir de la base de datos del Core Collection de Web of Science hemos realizado la búsqueda de trabajos académicos entre 2000 y 2019 en los que apareciera el término “historical demography”, en el título, en el resumen o en las palabras clave. Los resultados obtenidos (860 artículos) ponen de manifiesto el predominio de temáticas ligadas a la biología o la paleontología, en gran medida relacionadas con la estructura genética o la biogeografía. Mientras, los aspectos sociales o vinculados a la población eran muy secundarios y desvirtuaban el análisis que pretendíamos realizar. Ante esta circunstancia, acotamos todavía más nuestra búsqueda. Junto al término “historical demography” añadimos el de “family”, objeto de nuestro estudio. Los resultados encontrados se redujeron notablemente: sólo 92 artículos de los 860 mencionados. Sin embargo, consideramos que, a modo de indicadores, son un buen exponente de los intereses actuales que atraen la atención de los investigadores dentro del dominio que vincula demografía histórica y familia. Como se comprueba en el Gráfico 1, en el que se recogen los 20 términos más frecuentes utilizados en las publicaciones, sin lugar a dudas los campos que más sobresalen son los que versan sobre mortalidad (agregando la general con la infantil), la suma del matrimonio y la fertilidad, y todo lo relativo a la población, su evolución y crecimiento. A continuación, figurarían la emigración y otras variables que pueden aglutinarse en torno a los intentos de modelizar patrones de comportamiento y sus factores determinantes. Finalmente, si bien su presencia es menor, es significativo el interés por cuestiones como la edad o los hogares y su composición. Asimismo, es llamativo que, con respecto al espacio, se mencione a Europa y, desde el punto de vista temporal, el siglo XIX.
Grosso modo, la red de co-ocurrencias de las palabras clave utilizadas por los autores nos confirma la imagen obtenida. La Figura 1 del Anexo nos muestra esta red en cuatro clústeres. El primero (color rojo) agrupa fundamentalmente las temáticas demográficas más relacionadas con la mortalidad, la salud, la edad y la longevidad. El segundo (color verde) interrelaciona sobre todo las variables más ligadas a la familia, el matrimonio, la fertilidad o el parentesco. El tercer clúster (azul), por su parte, con menos componentes, incide en el hogar en diferentes territorios y épocas. Mientras, el cuarto clúster (amarillo) concentra el concepto fuerza de demografía histórica, sus métodos y modelos, así como su derivación más biológica, genética y biogeográfica.
Siguiendo con esta misma metodología, tratamos de ver cuál era la imagen que nos ofrece la historia rural como campo de investigación. Para ello establecimos como criterios de búsqueda en la base de datos del Core Collection de Web of Science los artículos que tuvieran las palabras “rural history”, “agricultural history” o “agrarian history”. El resultado fueron 631 documentos entre 2000 y 2019. Como se puede comprobar en el Gráfico 2, en realidad, por encima de todo, este ámbito científico se identifica de forma abrumadora con la historia de la agricultura o, en su caso, con la historia agraria, y no tanto con el concepto “rural”. Priman, en consecuencia, las perspectivas de tipo económico. Junto a la agricultura, se destacan los trabajos sobre la tierra y su uso, seguidos de los aspectos ecológicos y medioambientales. No encontramos en las 20 primeras palabras utilizadas como descriptores términos de búsqueda que nos relacionen la historia rural o agraria con la historia de la familia (matrimonio, herencia, parentesco, explotaciones familiares, etc.) o con cuestiones demográficas y de población. Es una conexión que tampoco percibimos cuando la exploración la hacemos desde el otro lado, desde el ámbito de la demografía histórica o de la historia de la familia, como hemos visto antes. Con lo cual, si para afrontar los retos de futuro la demografía histórica no debe aislarse de otras ramas de la investigación histórica (Saito, 1997, p. 169), en el caso de la historia rural existe una dificultad manifiesta.
Para comprobar la forma en que estaban interrelacionadas estas palabras claves procedimos a crear otra red de co-ocurrencias. En la Figura 2 del Anexo podemos ver las agrupaciones obtenidas. La primera gira en torno al nodo “agricultural history” (color verde). En este clúster se conectan temáticas de tipo económico (agricultura, tierra, economía, crecimiento, gestión, sistemas de producción) o socioeconómico (“farmers”, mujeres, desigualdad). Ligado a este clúster y a las temáticas más sociales hay otro más secundario (color azul), en torno a las palabras “rural history” y “agrarian history”, en el que resalta el término “historiografía”, lo que denota el interés teórico y metodológico que suscitan estos campos, en especial en España, que brilla con luz propia. Porque sería injusto considerar que la historia agraria no ha evolucionado y se ha quedado completamente estancada. Sobre todo, en relación con la perspectiva sostenible, tanto desde el punto de vista ambiental como social, así como en los análisis institucionales (González de Molina, 2012; Iriarte Goñi, 2013).
No es extraño, pues, que el segundo de los grandes clústeres configure una red mucho más tupida en torno a cuestiones con un componente claramente ecológico, como los términos utilizados demuestran: “vegetación”, “diversidad”, “conservación”, “paisaje”, “bosques”, etc. Este clúster se imbrica a su vez con otra agrupación muy secundaria (color amarillo), que refuerza el perfil anterior al ligar temas parecidos, como cambios en el uso de la tierra. Y aquí aparece sólo –y de manera periférica– un término como “migración”, que podemos enlazar con el ámbito demográfico. Con lo cual, una vez más comprobamos la escasa conexión de la historia rural con la demografía histórica o la historia de la familia.
2. La demografía histórica y la historia de la familia en el mundo rural de la Europa moderna
El dinamismo de la investigación tanto en historia rural como en demografía histórica e historia de la familia se refleja con nitidez en las actividades desarrolladas por las asociaciones nacionales de dichas especialidades. Pero, además, la intensidad del movimiento asociativo se ha traducido, en el caso de Europa, en el surgimiento de la European Rural History Organisation (EURHO) y de la European Society of Historical Demography (ESHD). Conseguir una mayor colaboración entre los investigadores y su vertebración a nivel internacional es un logro sin precedentes que demuestra la gran trascendencia de estas dos décadas iniciales del siglo XXI para el impulso de estas disciplinas científicas. Sin embargo, es curioso que las confluencias existentes con anterioridad entre dichas disciplinas ahora se hayan diluido. El distanciamiento es manifiesto, a tenor del contenido de sus congresos.4
Centrándonos en el caso concreto del período moderno, comprobamos cómo la economía en general y la historia rural en particular son en la actualidad temáticas poco frecuentadas por los historiadores; nada que ver con lo que ocurría antes de los años 90, cuando ambas eran privilegiadas por la investigación. Sin embargo, en otras especialidades esto no sucede y estos temas cuentan con un enorme desarrollo. El ejemplo de España y de Portugal es paradigmático. En la Sociedad Española de Historia Agraria (SEHA) o en la Rede de História Rural em Portuguès (Rural RePort) que forma parte de la Sociedade Portuguesa de Estudos Rurais (SPER), los historiadores académicamente adscriptos al área de conocimiento de historia moderna son muy minoritarios en comparación con los de la época contemporánea, los historiadores económicos, los sociólogos o los pertenecientes a otras ciencias sociales5. Y lo mismo ocurre en la Asociación de Demografía Histórica (ADEH), que aglutina a especialistas hispanos y portugueses. La importante representación del modernismo historiográfico entre los socios se ha reducido drásticamente, así como las publicaciones al respecto (Dubert, 2015a). Todas ellas son ejemplos de asociaciones constituidas con profesionales procedentes de distintas disciplinas e instituciones, cuyo objetivo es impulsar los estudios sobre la población y el mundo rural en el pasado y en el presente. Es un esfuerzo compartido del que, curiosamente, se han ido separando los historiadores modernistas. Quizá la mejor evidencia es su escasa participación en los sucesivos congresos que vienen organizando estas asociaciones. Mientras que el número de congresistas y de sesiones paralelas propuestas no deja de crecer, su presencia no deja de descender. Y más cuando nos referimos a las temáticas relacionadas con la demografía histórica6.
Es evidente que quedan muy lejos los tiempos en los que la historia rural y la demografía histórica iban de la mano en el proceso de renovación historiográfica impulsado por autores como Eiras Roel en España o Pierre Goubert en Francia. En este país, y a partir de sus conocidas tesis ruralistas, se fue configurando desde los años 60 un modelo agrodemográfico de investigación que daría como resultado la proliferación de investigaciones con una fuerte base regional o comarcal. Eran monografías que vinculaban el estudio de la población y el poblamiento con sus bases económicas como punto de partida para analizar la organización social.
Paulatinamente, frente a los registros parroquiales y al método de reconstrucción de familias sobre el que se sustentaban aquellas monografías, se fueron imponiendo las propuestas del Grupo de Cambridge a partir de la explotación de los padrones de población y el tamaño, la estructura y la composición de los hogares. En este tránsito salió perdiendo la atención a la población rural, como ocurrió en el caso de España en opinión de Rey Castelao (2016). Se trata de un ejemplo paradigmático, por cuanto la consolidación de la historia de la familia como línea de investigación desde mediados de los años 80 coincidió con el progresivo declive del tipo de monografías ruralistas “a la francesa” (García González, 2007, 2015).
2.1. Radiografía de un dominio científico. La demografía histórica en el campo
De acuerdo con las revistas analizadas (Cuadro 1 del Anexo), se constata que las investigaciones sobre el mundo rural en la Edad Moderna son escasas: ni siquiera llegan a la décima parte del conjunto de los artículos publicados (9,5 %). Como es lógico, entre las revistas especializadas en historia rural las proporciones son muy diferentes. Sobresalen Histoire et Societés Rurales y Estudis d´Historia Agraria al multiplicar por cuatro el promedio general, con el 38,1 y el 36,6 por ciento de sus artículos, respectivamente. Entre una quinta y una sexta parte de los textos los encontramos en Rural History Journal (21,1 %) y en Historia Agraria (15,9 %). Con un carácter contemporáneo muy claro figuraría Études Rurales (2,4 %). Del lado de las revistas dedicadas al estudio de la población en el pasado, los resultados no son tampoco muy halagüeños: 16,9 % en la Revista de Demografía Histórica, 13,9 en Popolazione e Storia y 13,6 en Annales de Demographie Historique. Del resto de revistas históricas analizadas sobresale Obradoiro de Historia Moderna (16,7 %) porque en Studia Historica. Historia Moderna (7,2 %) y en Historie et Mesure (5,9 %) la presencia del mundo rural de la época moderna es aún menor. Y en el resto de las revistas analizadas es anecdótica pues ni siquiera llega al 3 o 4 % de los artículos publicados. El dinamismo de la investigación que reflejan las actividades desarrolladas por las asociaciones nacionales e internacionales de historia rural o de demografía histórica no se corresponde para la Edad Moderna con la producción publicada en estos campos. Y no parece que la tendencia vaya a cambiar, a tenor de la evolución anual que observamos en las revistas en estos primeros años del siglo XXI.
El interés de la investigación en historia rural tiene un perfil eminentemente contemporáneo. El peso que tienen los economistas y los sociólogos es evidente, pero también se observa una apuesta por parte de los propios historiadores para adentrarse de lleno en la segunda mitad del siglo XX (Iriarte Goñi, 2013, p. 9). En nuestro caso, acotando como universo de análisis sólo los artículos referidos a la historia de la familia o la demografía histórica en la Edad Moderna, constatamos (Gráficos 3 y 4) una clara tendencia a que los estudios abarquen toda la centuria ilustrada o parte de ella, encabalgada con el siglo XIX, es decir, que se interesen por el período de transición hacia la época contemporánea. Es un dato que contrasta con el número muy bajo de los artículos que se adentran en el periodo de transición de la Edad Media a la Edad Moderna. Mucho menor, incluso, que los planteados en lo que hemos denominado larga duración, es decir, los trabajos que engloban varios siglos más allá de la época moderna, bien por iniciarse a finales del medievo o bien por llegar hasta el siglo XX.
Fuente: Anexo Cuadro 1 Nota: “Transición contemporánea” se refiere a los trabajos situados a caballo entre los siglos XVIII y XIX; “Transición medieval” a los situados entre los siglos XV y XVI; “Larga duración”, a los engloban varios siglos más allá de la Edad Moderna, bien por iniciarse a finales de la Edad Media o bien por llegar hasta el siglo XX.
Dado el carácter de la muestra, como es obvio sobresalen los artículos que analizan exclusivamente algún período incluido dentro del arco temporal de la época moderna, pero no todos los siglos han recibido la misma atención de los investigadores. De una manera aplastante sobresale el siglo XVIII, con casi el 42 % de las referencias.
Por lo que respecta al análisis temático (Gráfico 5), se confirma de forma nítida que predominan los temas vinculados a la historia agraria y con un claro perfil económico. Son temas como los cultivos y la producción; la tierra, su propiedad, distribución y tenencia; la ganadería y la pesca; los aspectos técnicos y de innovación; el paisaje y cuestiones del medio ambiente; el mercado, el consumo y los niveles de vida. En segundo lugar, constatamos que los temas que podemos incluir dentro de la historia de la familia y de la demografía histórica supondrían alrededor de una tercera parte del total (34,5 %). A continuación, están las publicaciones que abordan aspectos relacionados con las instituciones y la fiscalidad (Estado, Iglesia, comunidad, señoríos, legislación, normas, costumbres y propuestas de reforma). En contraste con el peso que tienen las variables con un sesgo económico figura la atención prestada a los grupos sociales y a la conflictividad, muestra palpable de la necesidad de hacer más hincapié en una perspectiva más social en el futuro. Se trata de una carencia que debe ir acompañada, estamos convencidos, de una mayor reflexión teórica y metodológica; un campo que, sin ser abandonado, no está entre las prioridades de los investigadores, como corrobora el gráfico7.
Fuente: Anexo cuadro 1 Nota: “Historia Agraria” incluye cultivos-producción; tierra-propiedad y tenencia; ganadería-pesca; técnicas e innovación; paisaje-medio ambiente; mercado-consumo y nivel de vida. A su vez, “Instituciones-fiscalidad” incluye también comunidad y reformismo
Fijándonos sólo en los artículos sobre el mundo rural en la época moderna, la presencia de la historia de la familia y de la demografía histórica no es igual en todas las revistas. Al margen de la Revista de Demografía Histórica, Annales de Demographie Historique o Popolazione e Storia, cuyo perfil especializado justifica estas temáticas, de nuevo comprobamos que en las revistas específicas de historia rural su proporción es baja. En Estudis d´Historia Agraria un 20 % y en Histoire et Societés Rurales, 16,4.Desde luego, ello no se corresponde con el peso de la edad moderna en el conjunto de los artículos de contenido rural publicados en estas revistas (36,6 y 38,1 %, respectivamente). Y menor presencia tienen aún dichos artículos en Rural History Journal (15,8 %) o en Historia Agraria (11,6 %). Por el contrario, más de la mitad de los textos sobre el mundo rural de Obradoiro de Historia Moderna se refieren a estas temáticas, muestra del interés que aún continúa en Santiago de Compostela por las investigaciones que ligan la población y el mundo rural. La escasa representatividad de lo rural en el resto de las revistas impide obtener conclusiones significativas salvo que, prácticamente en todas ellas, se trata de temas vinculados a la historia de la familia y no a la demografía histórica. Se confirma una vez más, también, que el interés por la historia rural de la época moderna está muy alejado de los tradicionales aspectos que configuraron el modelo agrodemográfico de investigación que durante décadas primó entre los investigadores.
En efecto, hay una clara desigualdad entre la atención prestada a los temas relacionados con la historia de la familia y a los más propios de la demografía histórica. La proporción, según nuestros cálculos, sería de 7 a 3; es decir, de cada diez trabajos sobre cuestiones de población y sociedad del mundo rural en la edad moderna, siete se encuadrarían dentro de la historia de la familia. Aquellos estudios, por ejemplo, que analizaban la evolución de la población y la producción agraria o los precios están del todo abandonados. Sí encontramos todavía algunos trabajos sobre las variables demográficas como la nupcialidad y la fecundidad o la estructura e intensidad de la mortalidad. Utilizando las metodologías e indicadores propios del microanálisis demográfico (Ardit, 1999; Breschi, Derosas y Viazzo, 2003), hay estudios que profundizan en los comportamientos reproductivos de las poblaciones rurales del Antiguo Régimen o en la larga duración, para comprender la transición demográfica8. Términos como “debilidad”, “recesión”, “resurgimiento”, “recuperación”, “euforia”, “crecimiento” o “dinamismo demográfico” son el eje de varios artículos recogidos en la base de datos sobre la que fundamentamos esta investigación (Pérez García, 2009; Zeller, 2007; Dubert, 2002; Llopis Agelán et al., 2012; Paping, y Collenteur, 2004). Algunos otros nos hablan de concepciones prenupciales, matrimonios adolescentes o matrimonios tardíos (Buon, 2008; Palm y Schott, 2001), modelos socioeconómicos y de ocupación del espacio (Pérez Álvarez, 2005; Birgy, 2014; Castellani, 2010; Fornasin y Zannini, 2002), las coyunturas de crisis y la vulnerabilidad de las poblaciones (Alfani, 2010; Rao, 2009; Mikelarena y Erdozáin, 2002); o revisan y matizan las cronologías demográficas y agrarias establecidas hasta el momento (Ferrer i Alós, 2007; Vicedo, 2007).
Pero, entre los estudios demográficos, se destaca un tema por encima de los demás: las migraciones y la movilidad de la población (Rey Castelao, 2016; Minvielle, 2016). En nuestra base de datos, es significativo que más de una cuarta parte de los artículos se ocupe de él . Las nuevas generaciones de investigadores se han sumado con fuerza al largo debate (Dupâquier, 2002) que cuestionaba el estereotipo de unas comunidades totalmente sedentarias, endogámicas, viviendo casi de forma autárquica y cerradas al exterior. Y los planteamientos actuales son muy diferentes: las poblaciones rurales eran móviles (Rosental, 1999) -aunque es cierto que hay zonas y regiones más propensas a la movilidad que otras-, sus desplazamientos no se producían únicamente del campo a la ciudad y en absoluto los campesinos estaban atados a la tierra (Croix, 1999; Boudjaaba, 2008). De todos modos, junto a las migraciones mejor conocidas, como las del campo a la ciudad o la movilidad del servicio doméstico, se han hecho esfuerzos por profundizar en los movimientos laborales y estacionales, especialmente en zonas con tradiciones migratorias consolidadas como las regiones montañosas (Fontaine, 2005; Blanco Carrasco, 2012a), o como los casos de los desplazamientos de gallegos y portugueses, entre otros, a Andalucía (Florencia y López Martínez, 2000; Infante, 2011), o de franceses hacia Cataluña y España en general (Salas, 1999; Capdevila, 2004). Incluso, las perspectivas se han invertido para fijarse en extranjeros que llegaban también a territorios de neta emigración, como Galicia (Salas, 2004). Aunque, cuando nos referimos a los extranjeros, más que en los campesinos en la historiografía suele primar la atención sobre comerciantes y agentes de negocios y de la administración (Villar y Pezzi, 2003).
Puesto que la movilidad era un proceso social, y que existían redes multipolares organizadas alrededor de diferentes puntos nodales, se están asumiendo unos planteamientos mucho más complejos que superan la tradicional mirada unidireccional campo-ciudad. Como hemos visto, se está insistiendo en los movimientos intra-rurales. Otros estudios imprimen una cierta mirada genealógica para seguir las huellas del movimiento (Brunet et al., 2008; Jordá, Vallas y Pujadas, 2013). Y sobre todo, cada vez más se insiste en el protagonismo de las mujeres (Rey Castelao, 2008), constreñidas hasta ahora en el clásico discurso del servicio doméstico hacia las ciudades. Incluso, se resalta su presencia hacia América porque, aunque eran mayoritarios, no sólo se fueron los hombres: también hubo mujeres (Poska, 2016).
Vamos conociendo cómo se fueron practicando migraciones en cadena a lo largo del tiempo sobre la base de las relaciones de parentesco y paisanaje. Pero un reto sobre el que hay que avanzar es el de la socialización e integración de los migrantes. ¿Hasta qué punto la distancia espacial suponía una ruptura familiar, social o, incluso, de identidad? Sabemos aún muy poco al respecto para el mundo rural, pero en algunas zonas como el País Vasco este tipo de cuestiones ha preocupado a sus historiadores. Por ejemplo, los trabajos de Alberto Angulo Morales (2015) indagan en cómo, en paralelo a los procesos migratorios de jóvenes provincianos norteños a ciudades como Madrid o a las colonias, iban surgiendo centros de ayuda al emigrante (hospitales, cofradías o congregaciones) por criterios de origen o naturaleza. Una especie de “comunidades emocionales”, como las denomina el propio autor, que se convirtieron en verdaderas agencias de colocación, en espacios de representación cultural y política y en intermediarios entre los emigrantes y las autoridades de sus lugares de origen. Y como Madrid o Cádiz, hacia Londres se desplazaban también irlandeses y escoceses (Clark, 2000). Eran, en muchos casos, vidas transatlánticas, generalmente protagonizadas por campesinos procedentes de zonas rurales pero que, sin embargo, han interesado mucho menos que los comerciantes, militares, eclesiásticos, personal político y de la administración, servidores de la Corona y otros componentes de las élites y los grupos de poder. Entre otras causas porque la documentación personal en forma de correspondencia, memorias o diarios con la que se aborda cada vez más este tipo de temas es mucho más difícil de encontrar para quienes procedían del campo. Lo que no quita que, en un mundo transatlántico, transpacífico e interconectado, los esfuerzos se estén multiplicando para rastrear la vida de los africanos y sus descendientes, el destino de los moriscos o de los asiáticos que llegaron a las colonias (Garofalo, 2017; Cook, 2016; Seijas, 2014).
Cuando hablamos de migraciones, los análisis se plantean casi siempre en función de los que emigraron y no de quienes se quedaron. Efectivamente, hay que la importancia del parentesco, la vecindad, la amistad, el paisanaje y otro tipo de redes de ayuda y solidaridad en el lugar de destino de quien parte. Pero se suele olvidar lo que ocurre con quienes se quedan y el papel que juegan esos mismos vínculos u otros no tan altruistas, como los de clientela y patronazgo que refuerzan la dependencia. Como veremos más adelante, por este u otros motivos, los hogares solitarios o encabezados por un solo miembro de la pareja tuvieron una significativa presencia en las sociedades rurales del pasado.
Por otro lado, poner el énfasis en las migraciones ha relegado a un segundo plano la atención a las micro-movilidades. Y cuando se ha hecho, el tema lo ha monopolizado casi por completo el tándem endogamia/exogamia matrimonial y sus mayores o menores niveles según las zonas y localidades (Hayhoe, 2011). Mientras, cuando hablamos de movilidades “invisibles”, no sólo nos referimos a las mujeres. Hubo otros grupos de edad distintos de los jóvenes y de los adultos que también se movían, como los ancianos. Eran movimientos ligados a la pobreza y la mendicidad, pero también a los cuidados, como por ejemplo la costumbre de rotar entre los hijos la asistencia familiar aunque los progenitores vivieran en poblaciones distintas.
Por desgracia, a pesar de los esfuerzos realizados, el mundo rural de la edad moderna queda aún lejos de las prioridades de la historiografía sobre la movilidad porque la atención sigue centrándose en la ciudad, sobre todo a partir del siglo XIX. Varias publicaciones recientes lo ponen de manifiesto (Dubert y Gourdon, 2017), así como los números monográficos dedicados al tema por revistas como Quaderni Storici (2001), Annales de Démographie Historique (2002) o la Revista de Demografía Histórica (2002).
2.2. La familia y la historia social de la población en el mundo rural
Como comentamos, durante estas dos últimas décadas los trabajos sobre historia de la familia se han multiplicado en comparación con los de demografía histórica estrictamente. Detrás de este conjunto de publicaciones se vislumbra un modelo de investigación que podemos aglutinar bajo el objetivo común de estudiar los procesos de reproducción y movilidad social. El modelo parte del matrimonio, contemplado más como fenómeno social que como acontecimiento demográfico, y de las estrategias diseñadas a partir de aquél, de tal modo que la alianza, el patrimonio y la herencia, como su vehículo de transmisión, constituyen los pilares fundamentales.
Por lo general, se trata de estudios de caso referidos a una familia, a comunidades locales o a pequeñas comarcas. Las ventajas para el historiador de este tipo de monografías de reducida escala y con metodologías próximas a la microhistoria son evidentes para la comprensión de los mecanismos de organización y reproducción social en el pasado. Al modo del antropólogo, en ellas
es más fácil la aprehensión de una estructura social y jerarquizada, y más accesible la comprensión de las relaciones de poder y de las prácticas y discursos que lo legitiman y lo reproducen. Asimismo en su seno es especialmente factible la reconstrucción de las estrategias que dan sentido al conjunto de las prácticas sociales de individuos y colectivos, y la verificación de los conflictos resultantes de la puesta en práctica de dichas estrategias, a menudo, antagónicas en sus objetivos finales (Moreno y Palenzuela, 2000).
Sin duda, las cuestiones planteadas desde la antropología han permitido complejizar más la investigación de los historiadores de la familia (Bourdelais y Gourdon, 2000; Viazzo, 2007).
Con mucha menor intensidad que en la década de los 90, los estudios sobre el hogar que aplican la metodología de Peter Laslett siguen realizándose, aunque no tanto con el objetivo de confirmar o no la geografía de los modelos familiares establecidos por aquél sino como unidades relacionales y organizativas, claves en la lucha por la supervivencia y la reproducción. Además, se está insistiendo en análisis de tipo diferencial. Y no tanto para la comparación de regiones como para la de grupos sociales, grupos de edad o sexo de los cabezas de familia y los componentes de esta. Sin embargo, si se han multiplicado los trabajos aplicando criterios diferenciales socialmente, suelen realizarse a partir de las categorías socio-profesionales mientras que aún sabemos muy poco de las contrastes en función de la propiedad y tenencia de la tierra u otros bienes y medios de producción (García González, 2011). Se trata de un tema sobre el que conviene profundizar en el futuro.
Junto al estudio de las unidades familiares se han ido desarrollando también las investigaciones sobre la casa. Pero de la casa como hecho social (Hernández López, 2013; Birriel, 2017), superada ya esa mirada etnográfica que tendía a reducir el interés del historiador a la mera descripción constructiva o a la relación de enseres, ajuares y utensilios en la línea de describir usos y costumbres. Su entronque con nuevas propuestas sobre la esfera doméstica (Eibach y Lanzinger, 2020), el consumo o los procesos de civilización (García Fernández, 2017), la convierten en una cuestión de un enorme potencial.
A partir de la muestra de artículos que sirven de base a nuestro análisis, contemplando la producción historiográfica sobre historia de la familia en estos veinte años comprobamos cómo matrimonio, patrimonio, estrategia, herencia, transmisión, movilidad o reproducción social son los términos que con más insistencia se repiten en las publicaciones. Es decir, se pone el acento sobre los lazos más allá del hogar y no tanto en tratar de comprobar en qué medida el caso investigado se ajustaba a las supuestas interacciones entre las estructuras de los agregados domésticos, los sistemas de alianza y las costumbres de herencia propios de los modelos familiares ya establecidos (García González, 2007, pp.120-121; Dubert, 2005). Sistemas familiares, además, en los que se ha enfatizado la división entre los países del norte y el sur de Europa occidental, mientras que Europa del este se ha dejado fuera (Viazzo, 2009).
La importancia de los aspectos normativos y jurídicos (Viret, 2008) es clara pero la flexibilidad de los comportamientos trasciende el derecho. Independientemente del sistema de herencia, se insiste en las estrategias de transmisión, perpetuación y movilidad social (Béaur, 2017; Ferrer i Alós, 2011; Chacón, 2009)9. En este punto, por un lado, se resalta la tensión entre normas y prácticas pero también entre los deseos familiares y la decisión de los actores sociales10; por otro, la tierra ya no es el único objetivo de los investigadores sino cualquier tipo de bien (material o inmaterial); y finalmente, en contra de la simplicidad interpretativa que predominaba a la hora de estudiar los sistemas de herencia –sobre todo el de la transmisión igualitaria-, se están poniendo de manifiesto mecanismos que evidencian una gran complejidad. Entre otros, se evidencia una revalorización del papel del mercado en la circulación de bienes y la conformación de las explotaciones: compraventas, cesiones, arrendamientos y otras fórmulas dentro de un mercado intervenido por las redes de parentesco (Boudjaaba, 2005).
En efecto, el parentesco y, en un sentido más extenso, la parentela (Tullio yy Lorenzini, 2014), es otro de los grandes temas de investigación que se están desarrollando con notable vitalidad. El estudio de la consanguinidad, no tanto en su vertiente biodemográfica11 como en la social, está volviendo a despertar con fuerza la atención de los investigadores12 después de poner de manifiesto su relevancia entre los historiadores, con autores como Raúl Merzario (1981). El estudio de los matrimonios consanguíneos y el reencadenamiento de alianzas está beneficiándose de las ventajas que proporciona la informática, pues permite acumular una masa muy considerable de datos de archivo y constituir un corpus genealógico de gran amplitud. En este sentido, otro de los grandes avances se está produciendo con respecto al parentesco espiritual y el padrinazgo (Alfani y Gourdon, 2012; Alfani et al., 2018; Quemener, 2018; Skorepová, 2018; García González y Gómez Carrasco, 2008), tras el impulso alcanzado a partir de la constitución de la red Patrinus liderada por Guido Alfani y Vincent Gourdon
En esa apuesta por profundizar en el complejo mundo de las relaciones sociales se están aplicando métodos de investigación más intensivos como el análisis de redes, genealogías y trayectorias, que nos permiten la observación directa de las relaciones interpersonales, las posibilidades de elección de los individuos y los procesos de movilidad social. Aunque, como veremos, se ha hecho más hincapié en las trayectorias de promoción que en las de descenso social, fundamentalmente estudiando la proyección de las familias hacia las instituciones civiles y eclesiásticas que les proporcionaban poder y estatus.
A través de la historia de la familia se está avanzado hacia el objetivo de elaborar una historia rural más social, no tanto en clave sólo de las estructuras como también en la de los actores para comprender y explicar los mecanismos de diferenciación y de desigualdad (García González, 2016; Boudjaaba, 2016), base, en definitiva, de las relaciones de dependencia, patronazgo y clientela. Esta línea de investigación se ha confirmado como una excelente vía para el estudio de las relaciones sociales en el campo, un proceso que es dinámico frente a los planteamientos tradicionales que suponen la cosificación de los grupos y categorías sociales como si fueran algo cerrado y estático (Congost, 2014). Si el objetivo es estudiar las dinámicas sociales y la reproducción diferenciada de la jerarquía y de la desigualdad, es imprescindible asumir una perspectiva de investigación también socialmente diferencial, algo que supone cuestionar la aplicación universal de conceptos como estrategia para, en cambio, apostar por investigar las estrategias de la diferencia (García González, 2000).
Sin embargo, para la época moderna todavía hay un gran déficit en la aplicación de este tipo de metodologías. En primer lugar, porque la mayor parte de las iniciativas tienen un sesgo más contemporáneo13; y, en segundo lugar, porque, cuando se ha hecho, los estudios se han centrado casi de forma exclusiva en las élites y grupos de poder o, en menor medida, entre comerciantes, clero o personal de la administración (Pérez García, 2004; Chacón, Roigé y Rodríguez, 2006). Aun en la actualidad, sin embargo, sabemos muy poco sobre los “sin tierra” (Lanzinger y Clemens, 2020; González Beltrán, 2017) o los pequeños propietarios y la gente corriente (Moriceau, 2017), sus estrategias de supervivencia y reproducción y sus posibilidades de movilidad social. Sí se ha hecho un esfuerzo en los últimos años por estudiar a los criados y sirvientes (Boudjaaba y García González, 2017; Whittle, 2017; Fauve-Chamoux, 2009; Sarti, 2007; Sarasúa, 2005), un tema casi monopolizado para el mundo urbano. Además, su interés no es sólo para confirmar o no la tesis del life-cycle servant de Peter Laslett, sino también para profundizar en las relaciones de desigualdad y dependencia social, y avanzar en otras alternativas distintas de la clásica explicación del triunfo del capitalismo en el que los sirvientes eran excluidos para poner todo el énfasis en el protagonismo de los terratenientes frente a los jornaleros.
Los déficits en el estudio de la reproducción demográfica y social diferencial implican integrar convenientemente el estudio de los comportamientos individuales y familiares y su relación con las dinámicas sociales. Para ello, desde el linkage nominativo hay que apostar de forma decidida por el análisis de datos transversales y longitudinales, de redes y genealogías colectivas, de trayectorias e itinerarios vitales, de lazos inter e intrageneracionales. Pensamos que aún no se ha explorado del todo la importancia de la edad y el curso de vida (García González e Irles Vicente, 2016) para la comprensión de los procesos de diferenciación social; por ejemplo, vinculando el ciclo vital y familiar con las estrategias de transmisión, distribución y concentración de la propiedad. Con harta frecuencia se sigue incidiendo exclusivamente en las primeras fases del ciclo familiar con el matrimonio y en el final, con la disolución de la pareja y la redistribución de los bienes a través del sistema de herencia. Igualmente, consideramos que, a la hora de estudiar la desigualdad, no se ha tenido en cuenta la duración. Además del conocimiento de la situación de una persona y de una familia en un momento dado, lo que importa es saber la duración de dicha situación y las posibilidades de cambio y movilidad a lo largo del tiempo.
Ligados al curso de vida están la movilidad social intergeneracional y el destino de los hijos (Irigoyen, 2019). Se trata de un destino en absoluto exento de tensiones, de tal modo que se está avanzando en matizar el discurso mecanicista que se ha solido imprimir al concepto de estrategia para poner de relieve también la importancia del disenso y la desobediencia (Blanco Carrasco, 2016, 2019; Alfaro, 2019). Los incipientes estudios sobre la juventud, alejados de la clásica formulación de la historia de las mentalidades, pueden encajar en esta dirección (Blanco Carrasco, García Fernández y Olival, 2019). Y en el otro extremo, también están apareciendo trabajos sobre la vejez con planteamientos muy distintos de los tradicionales (Botelho y Thane, 2001; García González, 2005; Dubert, Hernández y Andrade, 2007; Dubert, 2008). En este punto, si antes hemos comentado la importancia del parentesco –consanguíneo o espiritual o ficticio- en momentos como el bautismo, el matrimonio o la sucesión, también hay que insistir en cómo éstos o los lazos de amistad y vecindad se movilizaban en los períodos de crisis familiar (muerte, viudedad, enfermedad o tutela).
Los sistemas de ayuda y de solidaridad, u otro tipo de mecanismos informales de asistencia y cuidado, se están convirtiendo en otro tema que conviene desarrollar (Moring, 1997; Fernández Cortizo, 2015). Primero, con una mirada distinta de la que ha primado hasta ahora porque, o bien se consideraba que era un asunto que pertenecía a la familia sin más -con lo cual no era necesario explicitarlo ni investigarlo por obvio y sobreentendido-, o bien el interés se reducía a los medios establecidos por las instituciones.
Es cierto que en los estudios de historia de la familia se insiste mucho menos en su vertiente conflictiva y de ruptura (Vintilă-Ghiţulescu, 2009; García González, 2016b; Guzzi, 2014). Por el contrario, se insiste en una versión “familista”, sentimentalista y altruista, en los lazos de ayuda, pero no en los límites de la solidaridad ni tampoco, como contrapartida, en la dependencia y obligaciones que esconden. Los estudios de familia han avanzado de forma considerable en función de los dos polos que la enmarcaban e intervenían, el Estado y la Iglesia, entre las normas que generaban y su vulneración, especialmente en todo lo relacionado con el matrimonio. Pero convendría revisitar también el papel jugado por la comunidad (Pérez Álvarez y Rubio, 2014), muchas veces contemplada aún a la luz de aquellos estudios de la historia de las mentalidades, que insistía en la estrechez de los lazos vecinales, en una cierta idea de “comunitarismo” primitivo y en la fuerza del “disciplinamiento” colectivo que anulaba al individuo. Sin embargo, poco sabemos sobre el individualismo en las sociedades rurales, reservado como un fenómeno exclusivo del mundo urbano. Se trata de una temática, pues, en la que es imprescindible profundizar.
Una línea de trabajo que abre nuevas posibilidades de investigación hacia el futuro es la soledad (Beauvalett, 2008; García González, 2020a). Las personas solas suponían una realidad que, con harta frecuencia, ha quedado oculta detrás de una determinada representación de la familia en el pasado. Pero vivir sin casarse no es una invención de nuestra modernidad (Sarti y Lanzinger, 2006; Lanzinger, 2016; Marco, 2017). Como comentamos, los hogares solitarios o encabezados por un solo miembro de la pareja tuvieron una significativa presencia en las sociedades rurales. Asumían, cuando los había, la gestión de sus casas y sus bienes sin dejar de afrontar la incertidumbre de su destino. En un contexto como el actual, donde la soledad se ha considerado la “enfermedad” de nuestras sociedades, es lógico que se esté intensificando la atención por las personas que viven en solitario. Castigadas por el desinterés de los científicos sociales, en estos momentos los estudios se están planteando desde ópticas más complejas que trascienden la mera consideración de sus particularidades demográficas.
En especial, hay que resaltar que el protagonismo social de las viudas y, en general, de las mujeres “solas” al frente de sus hogares no fue nada desdeñable (Froide, 2005; Moring y Wall, 2017; García González y Contente, 2017) e, incluso, en no pocas ocasiones, similar o superior al registrado en muchos núcleos urbanos o semiurbanos. Entre otras cuestiones, porque vivir en soledad no es necesariamente sinónimo de vejez, como tampoco de dependencia. Se han reproducido imágenes hasta la saciedad de la viuda pobre, desvalida y desamparada. Sin embargo, además de repensar el papel de las mujeres en los procesos de transmisión, se está revalorizando su importancia dentro de las economías familiares así como su múltiple y plural abanico de actividades (Rey Castelao, 2015, para el campo; y para la ciudad, Schmidt y Van der Heijden, 2016) o su capacidad no sólo para afrontar el reto de la supervivencia, sino también de emprendimiento al asumir la jefatura del hogar. Eso no quita que, entre los emigrantes, la incertidumbre de un regreso nunca asegurado conllevara que sus esposas no supieran si sus maridos seguían vivos o no; que a los recelos ligados a la distancia, con la posibilidad de amancebamientos, bigamia y otras formas de divorcio de facto, se sumaran las demandas de madres de familia abandonadas o de viudas que luchaban por el reconocimiento de sus derechos sobre los bienes propios o los pertenecientes a la sociedad conyugal; o que, junto a los incumplimientos de los esponsales, se diera la difusa situación de las “penélopes vírgenes” (Fajardo Spínola, 2020, p. 186) que seguían esperando a sus pretendientes. Dada la diversidad de situaciones objetivas que caracterizaba la existencia de quienes habían perdido su consorte, hay que descartar una visión homogénea. Frente al manto uniformador del estereotipo (García González, 2020b), para estudiar la soledad conviene aplicar una perspectiva de análisis diferencial que atienda a sus particularidades de estatus, actividad, riqueza y condiciones objetivas de existencia, además del sexo, el estado civil y el ciclo vital y familiar, según fuera en el mundo rural o en el mundo urbano. Lo que ocurre es que sabemos muy poco de los hombres solos. En parte debido a la vitalidad de la historia de “la familia en femenino” (Ramos Cabano, 2016) y en parte porque parece que los investigadores se han contagiado de esos tópicos que vinculan el matrimonio con el sedentarismo propio del mundo rural mientras que no interesa el solitario, el soltero, considerado una excepción y, además, algo exógeno, emblema del emigrante, del desarraigado y del vagabundo. Y ello a pesar de que obras como las de Rosental (1999) demuestran que, casados o no, el movimiento y no un mundo ruralsedentario era lo que predominaba en el pasado. Se observa, en consecuencia, un gran desequilibrio entre el interés demostrado por las mujeres frente al manifestado por los hombres solos y, entre ellas, por las viudas ante al resto de mujeres solas, así como entre las que vivían en la ciudad frente a las que vivían en el campo (García González, 2017).
Para finalizar, consideramos que todas las posibilidades que se abren con los nuevos planteamientos y temas expuestos se multiplicarían si dirigimos nuestros esfuerzos hacia una efectiva historia comparada a nivel internacional que supere los tradicionales límites nacionales con los que habitualmente han trabajado los investigadores14. El camino está trazado y el tejido asociativo preparado pero el reto está en ponerlo en práctica más allá de reunir estudios de un lado y otro de los Pirineos, de los Alpes o del Canal de la Mancha, de un lado y otro del Atlántico, etc.
Conclusión
A tenor de los resultados expuestos, hemos comprobado el alejamiento existente entre la historia rural y la demografía histórica y la historia de la familia. La excesiva especialización académica parece haberse traducido en un cierto aislacionismo, pero además la época moderna ha quedado reducida a un lugar muy subsidiario al primar un sesgo totalmente contemporáneo y económico.
Si es cierto que los estudios no dejaron de crecer hasta finales de los años 80, en paralelo a la reciprocidad historiográfica existente entre la demografía histórica y la historia rural que dio lugar a un potente modelo agrodemográfico de investigación, después se entró en una fase de rendimientos decrecientes y de escasa productividad por su excesiva reiteración. A partir de entonces, estos trabajos fueron estigmatizados y, para muchos, considerados como una antigualla historiográfica.
Sin embargo, como hemos puesto de manifiesto en este artículo, aun asumiendo que queda mucho por hacer, hay que reconocer que no sólo se está llevando a cabo una renovación profunda en algunos aspectos. También se están produciendo importantes avances con la aplicación de herramientas teóricas y metodológicas muy novedosas. El desarrollo durante estas dos últimas décadas de lo que podemos denominar la historia social de la población a partir de la consolidación de la historia de la familia como línea de investigación ha abierto un panorama lleno de nuevas posibilidades. Entre otras cuestiones, porque ha dado lugar a la revisión de rígidos planteamientos para dar respuesta a otro tipo de interrogantes acordes a los intereses e inquietudes actuales. Sin renegar de las enseñanzas de aquella historia rural agrodemográfica que estuvo a la vanguardia de la renovación de la historiografía europea, se ha ido avanzando hacia nuevas metodologías más integradoras e interdisciplinares que permitirán la articulación de un discurso muy diferente que no justifique el estudio del mundo rural del pasado como algo trasnochado e inútil para la comprensión de nuestro presente y para repensar nuestro futuro.