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Revista iberoamericana de ciencia tecnología y sociedad

versão On-line ISSN 1850-0013

Rev. iberoam. cienc. tecnol. soc. vol.10  supl.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dez. 2015

 

EJE 5. CULTURA Y DIVULGACIÓN DE LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA

Hablemos de cultura tecnológica en la escuela *

* El artículo fue publicado originalmente el 8 de noviembre de 2010. Una versión actualizada se encuentra publicada actualmente en nuestro sitio web. Esperamos su comentario en: http://www.revistacts.net/elforo/366-hablemos-de-cultura-tecnologica-en-la-escuela.

Carlos Osorio **

** Biólogo y doctor en filosofía por la Universidad de Oviedo, España. Se desempeña como director de la Escuela de Ingeniería Industrial de la Universidad del Valle, Colombia, y es miembro del equipo de expertos iberoamericanos de la OEI para las Metas 2021. Correo electrónico: carlos.osorio@correounivalle.edu.co.

Cuando mencionamos el término de cultura científica, nos referimos a la inserción de la ciencia en la cultura, y de forma implícita a la tecnología en la cultura. Como si ciencia y tecnología fueran equivalentes, o al menos se rigieran por los mismos patrones y con las mismas características desde el punto de vista cultural.

Tomemos la definición que nos propone José Antonio López Cerezo respecto de la cultura científica, para aclarar el alcance de este significado y proponer, como espacio de trabajo de este foro, algunos elementos de reflexión que nos permita identificar el espacio de una cultura propiamente tecnológica, y en particular dentro del ámbito educativo. López Cerezo nos habla de dos sentidos de la “cultura científica” (Módulo 1, Curso de Educación para la Cultura Científica, CAEU, 2010, p. 19). Puede haber una concepción amplia, como también puede haber una concepción restringida del concepto “cultura científica”. En una concepción amplia, la cultura científica hace referencia al grado de implantación de la ciencia en la cultura; el sujeto estaría así constituido por las instituciones y organizaciones, los grupos y colectivos sociales, y mediante la cultura científica estaríamos hablando de sus procedimientos, pautas de interacción y capacidades. Por ejemplo, el uso de las TIC, la presencia de las ciencias en el sistema educativo y los medios, la relevancia del asesoramiento especializado en la toma de decisiones, el peso de los bienes y servicios intensivos en conocimiento en el PIB o la tasa de empleo son manifestaciones del “nivel de cientifización” de una sociedad y, por tanto, proporcionan una comprensión de “cultura científica” como atributo agregado en ese sentido amplio.

Por otro lado, en una concepción restringida, más habitual en la literatura, la cultura científica estaría haciendo referencia en principio a la alfabetización científico-técnica de los ciudadanos, en tanto que componente de ese sentido más amplio. Entender cultura científica como alfabetización científico-técnica es una forma de entender la cultura científica como una propiedad de individuos, y, en el planteamiento estándar respecto a la transferencia de conocimiento, esa comprensión se centra en los cambios cognitivos que sufre el polo receptor de un proceso de transferencia de conocimiento.

Como vemos, el concepto amplio de cultura científica engloba los productos de la tecnología, así como el concepto mismo de apropiación del conocimiento. De igual manera el concepto restringido, al centrarse en la alfabetización científica y tecnológica, también incluye a la tecnología. Pero quizá esta definición no agota la cultura tecnológica propiamente dicha, si consideramos que la definición de “tecnología” constituye un concepto polisémico, lo que puede hacer más complejo el tema cultural. Es decir, la riqueza misma del concepto de tecnología nos lleva a que podamos considerar algunas especificidades y con ellas reclamar un espacio propio en términos de cultura tecnológica. Podríamos construir un recorrido histórico para plantear los diferentes cambios de significado que ha tenido el término “tecnología”, pero preferimos partir de una definición comprehensiva, amplia y polisémica de la misma, como la que nos propone Carl Mitcham en su libro Thinking through technology (1994). Mitcham nos define a la tecnología como objeto, como conocimiento, como acción y volición. La tecnología como objeto puede ser distinguida de acuerdo a los tipos de objetos (instrumentos, herramientas, máquinas). La tecnología como conocimiento se define en función de los tipos de conocimiento (máximas técnicas, reglas tecnológicas, teorías tecnológicas). La tecnología como actividad podemos distinguirla de acuerdo a los tipos de actividad, bien sea teórica o práctica, es decir, ya sea desde un saber-qué o desde un saber-cómo. La tecnología como acción puede verse desde un listado de formas básicas de actividad, como producir, inventar, diseñar, manipular, operar y mantener; todas ellas pueden resumirse en dos tipos elementales: producción y uso, según respondan a una acción o a un proceso. Y finalmente, la tecnología como volición, se refiere a los tipos de volición referidos a la voluntad activa y receptiva del individuo, pero también al impulso, la motivación, la aspiración, la intención o elección; por ejemplo, la voluntad de sobrevivir o de satisfacer alguna necesidad biológica básica; la voluntad de control o poder; la voluntad de libertad; la búsqueda o voluntad por la eficiencia.

Pero esta definición de la tecnología, pese a su riqueza, no nos dice nada del tema cultural. Consideramos que el aspecto cultural de la tecnología involucra el tema valorativo, ya que en la tecnología se conjugan distintos tipos de valores, y unos valores pueden coexistir con otros, como, por ejemplo, el goce estético no excluye la noción de utilidad y eficiencia; otros valores como la idea de hacer bien las cosas, o la pasión por las grandes obras, están igualmente presentes en la cultura tecnológica.

Además de las cuestiones valorativas, lo cultural también involucra la definición de los objetivos tecnológicos que una sociedad define respecto de la vida que merece ser vivida. Los códigos éticos igualmente harían parte de la cultura tecnológica, así como la creencia en el progreso social como producto del desarrollo tecnológico.

Otras cuestiones relacionadas con una idea más amplia de cultura tecnológica tendrían que ver con las propias representaciones humanas sobre la tecnología, las formas de organización social que estructuran comportamientos específicos y frente a los cuales decimos que se trata de comportamientos tecnológicos. También la cultura tecnológica involucra a la actividad creadora y, por consiguiente, al propio patrimonio técnico que permite considerar el grado de desarrollo de una sociedad.

Todos estos elementos pueden expresarse de formas específicas dependiendo de algunos sistemas tecnológicos, como en el caso de las nuevas tecnologías de información y comunicación en donde el concepto de cibercultura ha empezado a ser parte del acervo interpretativo para definir cierto comportamiento de las personas respecto de las nuevas tecnologías.

Frente a toda esta variedad de formas de comprender la cultura tecnológica, cabe una pregunta central para este foro. ¿Cómo construimos la cultura tecnológica en la escuela? ¿Bajo qué condiciones? ¿Qué experiencias exitosas y no exitosas tenemos para compartir sobre este tema? ¿Cómo abordamos todas estas formas de la tecnología, señaladas antes en la definición que nos propone Mitcham, para construir la cultura tecnológica escolar?  

 

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