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Intersecciones en antropología

versão On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. vol.24 no.2 Olavarría dez. 2023

http://dx.doi.org/https://doi.org/10.37176/iea.24.2.2023.877 

Reseñas de libro

Trabajo y vida cotidiana de las cuadrillas loberas en Antártida a través de la arqueología histórica

Marcelo Mayorga Zúñiga1  marcelo.mayorga@umag.cl

1Marcelo Mayorga Zúñiga. Centro de Estudios de Historia y Arqueología, Instituto de la Patagonia, Universidad de Magallanes. Avenida Manuel Bulnes 01890. Punta Arenas

Zarankin, Andrés; Pearson, Michael; Salerno, Melisa. Archaeology in Antarctica. 2023. Routledge, Nueva York: 262p. ISBN: 978-0-367-19239-6.

En un territorio cuya historia confirmada de ocupación humana no sobrepasa los dos siglos y donde las narrativas historiográficas han estado ampliamente dominadas por el acontecer y los protagonistas de lo que conocemos como la “Época Heroica”, Archaeology in Antarctica se aleja de la narrativa tradicional master narrative, además de constituir un excelente ejemplo de maridaje entre arqueología e historia. La obra de Andrés Zarankin, Michael Pearson y Melisa Salerno rebasa la disciplina del conocimiento que aparece en el título del libro. Más que un trabajo dedicado únicamente a estudiar la investigación arqueológica desarrollada en los últimos 40 años al sur del paralelo 60º del hemisferio austral y en algunas islas subantárticas, se ocupa de analizar diversos tópicos que tradicionalmente ocupan la atención de la disciplina histórica y más recientemente, de los estudios patrimoniales.

En la introducción, sus autores sintetizan muy acertadamente el enfoque dado a la obra, junto con las problemáticas y tensiones teórico-conceptuales que se abordan en los cuatro capítulos que la conforman. El principal objetivo está dado por visibilizar las acciones de un indeterminado y multinacional grupo de anónimos personajes dedicados a la caza de lobos marinos –protagonistas de la primera actividad económica desarrollada en la Antártida–, a partir de su vinculación con la expansión del capitalismo global. Ir más allá de lo que las fuentes documentales primarias y secundarias han contado y cuentan respecto de la actividad lobera y sus protagonistas ha sido posible gracias al trabajo profesional e interdisciplinario de la arqueología histórica, donde los autores de este texto y otras/os que les antecedieron y siguen han ido reconstruyendo vestigio a vestigio.

En el capítulo I se entrega información del contexto histórico y geográfico relativo a la presencia humana y su interacción con el medio ambiente antártico, entrecruzada con el ya mencionado proceso de expansión –por intermedio de la actividad económica de la caza de pinnípedos para la obtención de pieles y aceite– del capitalismo industrial y de los intereses imperialistas, estos últimos presentes no solo a efectos de la explotación de la naturaleza, sino también a través de la financiación de expediciones científicas. La segunda sección de este capítulo aborda la necesaria interacción entre la evidencia material y textual para estudiar las actividades cotidianas llevadas a cabo por las cuadrillas loberas en el continente antártico, atendiendo a la escasa atención prestada a estos aspectos por parte de los trabajos académicos que previamente han abordado la presencia lobera en la Antártida. Seguidamente, en la tercera sección se ocupan de dar a conocer las dificultades y desafíos a los que se ha tenido que enfrentar y seguir encarando el trabajo de arqueología histórica. Por una parte, están aquellas dificultades impuestas por el medio ambiente, tales como los flujos mareales, la inestabilidad de aleros rocosos, las condiciones climáticas severas y la acción de la fauna. Paradójicamente, el positivo proceso de recuperación de las poblaciones de lobo fino en las islas Georgias del Sur –explotados aquí como en todos los lugares casi hasta la extinción– se constituye en un desafío para la labor arqueológica, ya que la erosión provocada en el suelo por los mamíferos atenta contra la conservación de los restos de aquellos que otrora se constituían en los hogares temporales y espacios de labor de anónimos trabajadores dedicados a procesar grasa y extraer pieles.

En el capítulo II se entrega una mirada crítica y diversas reflexiones que, con acertados ejemplos, ponen en tensión el concepto de patrimonio y de los criterios que hasta ahora han definido aquello que es digno de considerar objeto de conservación. Se describe y analiza la evolución histórica que han tenido los trabajos arqueológicos en las áreas subantárticas y antárticas –con exclusión de las islas Shetland del Sur, tratadas en el siguiente capítulo–, centrados mayoritariamente en puntos asociados a las expediciones científicas de fines del siglo XIX e inicios del XX. En paralelo a esta arqueología de la conservación, se empezaron a desarrollar trabajos arqueológicos profesionales –aunque con poca atención de las naciones, dada la escasa financiación aportada– centrados en la investigación de la interacción del ser humano con el ambiente, a través del estudio de los vestigios dejados por la industria peletera y del aceite que operó en diversos momentos en territorio antártico y subantártico. La tabla 2.1 resulta de particular utilidad, ya que concentra y sintetiza los trabajos arqueológicos que se han venido desarrollando desde el año 1957 al 2020. Rescatamos lo relativo al aporte de la arqueología histórica a la mejor comprensión de las actividades humanas, que no solamente han sido útiles para los estudios asociados a sitios de explotación de mamíferos marinos (los marinos finos, elefantes marinos y cetáceos) y aves (pingüinos), ya que también lo han sido para aquellos espacios ligados a la era de la exploración científica antártica, la época heroica. Se plantea en el texto que la mirada aportada por la arqueología histórica ha permitido ampliar la perspectiva centrada inicialmente en la conservación de los sitios, ya que se han podido revalorizar elementos antes considerados meramente “basura”, para ser vistos como “artefactos” factibles de ser utilizados como herramienta para interpretar, junto con la información escrita, las vivencias o el modo de resolver los desafíos planteados por el entorno. Esta situación se ejemplifica con el emplazamiento del refugio de la expedición australiana liderada por Douglas Mawson en 1912 –parte de las expediciones “heroicas”–, donde además del tradicional examen de los restos de la estructura, se han hallado otros, como una lámpara fabricada a partir de un viejo tarro de lata. Muy interesante es la idea de utilizar el concepto de paisajes culturales a la hora de analizar los vestigios de la presencia humana en Antártida e islas adyacentes.

Los capítulos III y IV bien pueden conformar una unidad temática, sin embargo, concordando con sus autoras/es, la arqueología de investigación se ha venido practicando de forma sistemática hace casi veinticinco años en torno a las islas Shetland del Sur –en contraposición con los trabajos generalmente esporádicos de la arqueología centrada en la gestión y conservación de los edificios– para analizar la industria lobera y particularmente a sus anónimos protagonistas. Junto con lo anterior, es en este archipiélago donde se ha identificado la mayor cantidad de yacimientos arqueológicos de toda la Antártida. Las antes ignoradas huellas de esta presencia humana en las Shetland del Sur han sido paulatinamente descubiertas, visibilizadas, estudiadas e interpretadas por el trabajo señero de diversos profesionales de la arqueología y de cuya continuidad es reflejo esta publicación y el trabajo desarrollado desde hace décadas por sus autores. Más allá de los aspectos económicos, logísticos, administrativos y técnicos que de algún modo ha recogido el relato historiográfico, la arqueología en estas islas antárticas ha permitido reconsiderar una actividad económica caracterizada como azarosa, competitiva y lucrativa –desde el punto de vista de los financistas de los cruceros cinegéticos– centrándose en otros aspectos, más cotidianos o prosaicos, reflejados en el modo de habitar y sentir el territorio por parte de un amplio e indeterminado número de obreros que estuvieron dedicados por largas jornadas y periodos al acopio y procesamiento de las pieles y del aceite de los mamíferos marinos, materias primas que alimentaban el proceso global de industrialización. En el capítulo III se recogen antecedentes relativos a la irrupción de la caza de lobos marinos en torno a la Antártida a contar de 1819, y se prosigue con una acabada revisión del trabajo arqueológico desarrollado en diversos emplazamientos loberos del archipiélago, analizando aspectos relativos a la localización, organización y uso de estos improvisados y modestos campamentos. El cuarto capítulo centra su mirada en las prácticas y experiencias cotidianas, tanto en lo atinente al desarrollo de las actividades propias de la labor cinegética (tipología de herramientas: garrotes, lanzas, cuchillos; estacas y raspadores para las pieles; restos y evidencias de calderos/ollas) como aquellas dirigidas al procuramiento de elementos de supervivencia (tipo de alimentación, calzado y vestuario) y otras que reflejan las formas de esparcimiento de estos trabajadores (restos de pipas de fumar y botellas; un improvisado tablero de juego y la práctica de actividades artesanales).

En las reflexiones finales, se puede constatar que, a pesar del trabajo arqueológico de cuatro décadas, junto con sus esfuerzos de difusión y divulgación, la fascinación que sigue provocando cualquier hallazgo relacionado con la época heroica de la exploración antártica –ejemplificado en el texto con el hallazgo, a inicios de 2022, del “Endurance”–, junto con las disposiciones del Sistema del Tratado Antártico –en lo relativo a aquello que se considera objeto de conservación patrimonial–, sumados a la aparente carencia de intrepidez o de carácter épico de la actividad lobera –atributos generalmente reservados para la caza de ballenas o la actividad científica–, son elementos con los que la arqueología e historia antárticas tendrán que seguir lidiando para contribuir a su superación. A las reflexiones finales le sigue una copiosa y completa lista de las referencias citadas en la obra, además de un muy pertinente e ilustrativo listado de los sitios loberos excavados en las islas Shetland del Sur desde el año 1995 hasta el 2018.

Finalmente, considero que Archaeology in Antarctica cumple con creces el objetivo principal planteado en la introducción, esto es, contrapesar la balanza de la narrativa historiográfica antártica con la incorporación de mayor número de páginas dedicadas a las vivencias de aquellos que, por ser considerados en el escalón inferior de la jerarquía marinera, no habían sido foco de atención: las cuadrillas de obreros loberos y su quehacer en el contexto de las faenas cinegéticas y de procesamiento de pieles y grasa.

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