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Anuario de investigaciones
versão On-line ISSN 1851-1686
Anu. investig. v.15 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jan./dez. 2008
PSICOANÁLISIS
Variables del diagnóstico psicoanalítico de neurosis en la histeria y la obsesion
Variables Of The Psychoanalytical Diagnosis Of Neurosis In The Hysteria And The Obsesion
Thompson, Santiago1; Frydman, Arturo2; Lombardi, Gabriel3
1 Becario de Maestría de la Investigación P043 UBACyT 2004-7. Doctorando de la Facultad de Psicología, UBA. Docente de la Cátedra
Clínica de Adultos I, Facultad de Psicología, UBA.
2 Co-Director de la Investigación P043 UBACyT 2004-7. Profesor Adjunto Regular de la Cátedra Clínica de Adultos I, Facultad de Psicología,
UBA.
3 Director de la Investigación PO43 UBACyT 2004-7. Profesor Regular de la Cátedra Clínica de Adultos I, Facultad de Psicología,
UBA.
RESUMEN
Suponemos que el diagnóstico en psicoanálisis se funda
en la delimitación del síntoma que responde del tipo
clínico. Sin embargo un relevo clínico da cuenta de una
variedad de justificaciones que se apartan del "diagnóstico
por el síntoma". El trabajo interroga las fuentes bibliográficas
de esta variedad y coexistencia de los argumentos
que dan sustento a los denominados "diagnósticos
presuntivos" a partir de los textos de Lacan, centrándose
en la oposición neurosis histérica - neurosis obsesiva.
En dicho recorrido se relevan: - La estructura de pregunta
de las neurosis. - La distinción a partir del estatuto del
deseo. - Las respuestas a la falta en el Otro. - Las formulaciones
lacanianas del fantasma neurótico. - La histeria
en cuanto discurso.
Finalmente se recorta en el recorrido realizado una articulación
posible con el síntoma, en la que se pone cuestión
tal noción.
Palabras clave: Lacan; Diagnóstico; Neurosis histerica; Neurosis obsesiva
ABSTRACT
We assumptive that the diagnosis in psychoanalysis is based on the delimitation of the symptom that matches with the clinical type. Nevertheless a clinical survey releases a variety of justifications that are set apart of the "diagnostic by the symptom". The work interrogates the bibliographical sources of this variety and the coexistence of the arguments that give living to the "presumptive diagnostic" from the texts of Lacan, focusing on the opposition hysterical neurosis -obsessive neurosis. In that trajectory we distinguee: - The structure of question of the neurosis. - The distinction from the statute of the desire. - The answers to the lack in the Other. - The lacanian formulations of the neurotic fantasy. -The hysteria as a discourse. Finally a possible articulation with the symptom is considered, putting the notion of symptom under review.
Key words: Lacan; Diagnosis; Obsessive neurosis; Hysteria
INTRODUCCIÓN
a. ACERCA DE LA INVESTIGACIÓN EN LA QUE SE ENMARCA EL PRESENTE TRABAJO
Nos propusimos como objetivo general de nuestra investigación
"indagar la factibilidad, las características y los
efectos del proceso diagnóstico psicoanalítico" (Lombardi
2003, 3). Para ello hemos tomado como base la actividad
clínica del equipo del Programa de asistencia clínica
de adultos de la Facultad de Psicología.
La metodología del trabajo de campo consistió en relevar
los datos pertinentes a nuestra investigación a través
de instrumentos aplicados no sólo a la población
que se atiende, sino también al conjunto de profesionales
que los recibe. Lo diferencial de nuestro recorte es
que el objeto de estudio es la práctica analítica, y no
sólo las vicisitudes de la población atendida.
En tal sentido, los instrumentos de recolección más relevantes
fueron los testimonios, tanto escritos (historias
clínicas, viñetas clínicas, escritos elaborados para alocuciones
públicas) como orales (en supervisiones y reuniones
clínicas semanales) de cada analista respecto
de la población atendida.
Nuestro punto de partida ha sido que la delimitación del
síntoma, entendido como "expresión de un saber inconciente
que concierne y divide al sujeto que lo padece"
(Lombardi 2003, 4) debería ser el elemento central a la
hora de concluir un diagnostico en psicoanálisis.
b. RESULTADOS PARCIALES DE LA INVESTIGACIÓN
En el curso de dicha investigación hemos constatado
que en un primer tiempo del tratamiento el analista puede
arribar a un diagnóstico presuntivo, el cual se enuncia
en términos aproximativos: parece una neurosis,
parece una histeria, parece una perversión. Esta aproximación
queda marcada por una rémora y el llamado
proceso diagnostico1 (cuyas características y definición,
resumida en aquí una nota al pie, ha sido detallada en el
volumen XIV de esta publicación) posibilita el salto de la
dificultad que localizamos en el pasaje de este diagnóstico
primario a dar cuenta de lo decisivo del caso para el
diagnóstico psicoanalítico: la delimitación del síntoma.
Tal delimitación no es sencilla, ya sea por los disfraces
que este conlleva - propios del trabajo defensivo frente
al mismo síntoma- o bien porque el síntoma no asume
alguna de las formas típicas, o bien porque no se ha
producido aún la ruptura entre el síntoma y el reconocimiento
narcisístico necesaria para que el síntoma sea
abordable analíticamente2.
Es decir que cuando el síntoma no se presenta con la
nitidez con la que puede llegar a encontrarse, como en
algunos casos de psicosis por ejemplo, el diagnóstico
debe ser construido en ocasiones a partir de una práctica
argumentativa que recurre a una diversidad de pruebas
y variables.
Si seguimos las premisas de nuestra investigación, esperaríamos
que el diagnóstico de histeria estuviera sustentado
en la delimitación de un síntoma inscripto en el
cuerpo, mientras que en las neurosis obsesivas la expectativa
sería hallar circunscrito un síntoma caracterizado
por la erotización del pensamiento.
Sin embargo, ante la requisitoria respecto de la fundamentación
de tales juicios diagnósticos nuestro trabajo
de campo dio cuenta de una multiplicidad de argumentaciones
que intentaban zanjar la dificultad para delimitar
el síntoma, al menos con los límites de tiempo en el
que se desarrollan las curas en el Servicio mencionado.
Tal "multiplicidad de argumentaciones" incluye: la respuesta
al tratamiento, las manifestaciones transferenciales,
la posición frente al gran Otro, la posición ante el
padre, la pregunta por la otra mujer, la modalidad del
deseo, los cambios de posición subjetiva, la posibilidad
de dialectizar determinadas afirmaciones, la formulación
de alguna pregunta respecto a su padecimiento, la
referencia de la neurosis infantil, entre otras3.
c. OBJETIVOS DEL PRESENTE TRABAJO
La constatación descripta nos conduce a interrogar las
fuentes de esta variedad, y de su coexistencia, en el
marco de uno de los objetivos específicos de la reformulación
de nuestro proyecto para el período 2006-2007, a
saber: "Describir (especificar) las variables que definen
al diagnóstico psicoanalítico" 4 (Lombardi 2005, 1).
Sabemos, por la formación de los analistas integrantes
del equipo en cuestión, que tales juicios están fundados
en la lectura de Freud y Lacan. Nos proponemos entonces
como objetivo de este trabajo localizar y describir
las referencias teóricas en la enseñanza de Jacques
Lacan correspondientes a las argumentaciones diagnósticas5
relevadas centrándonos en las neurosis obsesiva
e histérica.
Pasamos a reseñar los hallazgos de nuestra búsqueda,
ordenados a los fines de su exposición en cuatro grandes
temas bajo los cuales pueden encuadrarse las elucubraciones
sobre histeria y obsesión: la neurosis como
una pregunta, como estatuto del deseo, los fantasmas
de la histeria y la obsesión y la neurosis como una posición
ante el Otro. Finalizamos con una referencia al
discurso histérico y su incidencia en la cuestión diagnóstica.
Y en cada uno de estos temas, buscamos su
correlato con el síntoma.
LA NEUROSIS COMO PREGUNTA
Desde los inicios de su enseñanza, Lacan dio cuenta de
neurosis en cuanto solidaria de la estructura de una
pregunta. Tales desarrollos de Lacan tienen su culminación
en la construcción del así llamado "grafo del deseo",
donde la estructura de la pregunta sirve incluso a
su construcción.
En el seminario dedicado a las psicosis contrapone a
las mismas, presentadas como una respuesta que se
presentifica antes que la pregunta pueda formularse, a
la neurosis entendida como una pregunta
Afirma allí que "el neurótico hace su pregunta neurótica,
su pregunta secreta y amordazada, con su yo. (...) una
o un histérico, cómo un obsesivo, usa de su yo para
hacer la pregunta, es decir, precisamente para no hacerla."
(Lacan, 1956, 249).
Tal pregunta tiene aquí como agente al yo, entendido
como homólogo al fantasma (Lacan da cuenta previamente
de "la relación fantasmática siempre correlativa
del yo"), correlato que en la construcción del grafo "cierra
la vía imaginaria" (Lacan, 1966b, 796). Entonces tenemos
una temprana articulación entre la pregunta que
estructura la neurosis y el fantasma.Lacan hace coincidir, por esta vía, la estructura de la
neurosis con la estructura de una pregunta, sosteniendo
que "La estructura de una neurosis es esencialmente
una pregunta, y por eso mismo fue para nosotros duran-
te largo tiempo una pura y simple pregunta." (Lacan,
1956, 249).Si seguimos los desarrollos lacanianos que en la clase
en cuestión remiten al caso freudiano de Dora, concluimos
que el síntoma se pone en juego precisamente
cuando la pregunta neurótica pierde su sostén fantasmático.
Si la afonía de Dora se produce en la ausencias
del Sr. K, razona Lacan, es porque ella pierde "ese punto
externo de identificación imaginaria" (Lacan, 1956,
250) que este encarna, siendo dejada "directamente en
presencia de la Sra. K" (Lacan, 1956, 250). La declinación
del fantasma a favor del síntoma es situada luego
en el grafo del deseo por el camino que lleva de
hacia s(A).
En una primera lectura entonces, se nos imponen relaciones
ineludibles entre la neurosis entendida como una
pregunta, el fantasma y el síntoma. Toda una serie de
parámetros que relevaremos aquí hacen a la distinción
entre histeria y obsesión (demanda, deseo, fantasma,
posición ante la falta, relación al Otro) confluyen en el
grafo del deseo, que es a nuestros fines la prueba más
evidente de su articulación en la enseñanza de Lacan.
¿Cual es la argumentación de Lacan para afirmar que la neurosis es una pregunta? Partamos de la siguiente cita: "La histeria es una pregunta centrada en torno a un significante que permanece enigmático en cuanto a su significación. La pregunta sobre la muerte, la del nacimiento, son en efecto las dos preguntas últimas que carecen justamente de solución en el significante. Esto da a los neuróticos su valor existencial." (Lacan, 1956, 271)
Aquí nos entrega la primera pista: se trata de la respuesta del sujeto frente a significantes enigmáticos, es decir, ante dimensión inescrutable de ciertos significantes como el de la mujer o el significante de la muerte que al decir de Freud no tienen inscripción inconciente. Y más adelante amplia su desarrollo:
"lo que caracteriza la posición histérica es una pregunta que se relaciona justamente con los dos polos significantes de lo masculino y lo femenino. El histérico la formula con todo su ser: ¿cómo se puede ser varón o ser hembra? Esto implica, efectivamente, que el histérico tiene de todos modos la referencia. La pregunta es aquello en lo cual se introduce y se conserva toda la estructura del histérico, con su identificación fundamental al individuo del sexo opuesto al suyo, a través de la cual interroga a su propio sexo. A la manera histérica de preguntar o... o... se opone la respuesta del obsesivo, la denegación, ni... ni... ni varón ni hembra. Esta denegación se hace sobre el fondo de la experiencia mortal y el escamoteo de su ser a la pregunta, que es un modo de quedar suspendido de ella. El obsesivo precisamente no es ni uno ni otro; puede también decirse que es uno y otro a la vez." (Lacan, 1956, 358).
Advirtamos que dicho estatuto de pregunta se estructura sobre tres ejes, por un lado el recién mencionado, los significantes que no se pliegan a la significación, por otro lado, la oposición diferencial que caracteriza al significante: varón-mujer, vida-muerte. Finalmente un eje electivo, que sólo mas adelante será explicitado por Lacan cuando desarrolle la producción del sujeto a partir de la alienación-separación, por el cual el ser hablante se encuentra confrontado a la elección forzada implicando su neurosis una toma de posición frente a ella. Sobre esta trama Lacan organiza lo que denomina la estructura de la histeria y la obsesión.
El síntoma como pregunta
Entendemos entonces que la afirmación de que la neurosis
es una pregunta no carece de articulación con el
síntoma. Al respecto, sostiene en su cuarto seminario:
"Si la neurosis es pues una especie de pregunta cerrada
para el propio sujeto, pero organizada, estructurada
como pregunta, los síntomas se pueden entender
como los elementos vivos de esta pregunta
articulada sin que el sujeto sepa lo que articula. Por
así decirlo, la pregunta esta viva y el sujeto no sabe
que él está en esa pregunta. El mismo es a menudo
uno de sus elementos, que puede situarse a diversos
niveles -a un nivel elemental, casi alfabético, o a un
nivel más elevado, sintáctico, en el cual nos permitimos
hablar de función metafórica y de función metonímica
(...) las dos grandes vertientes de la articulación
del lenguaje. (...)
Al ser en efecto lo propio de la pregunta del neurótico
su carácter absolutamente cerrado, no hay razón alguna
para que se confíe a quien se conforma con tomar
nota de ella -no sería más que un texto indescifrable,
enigmático, jeroglífico. Por este motivo pudieron
llevarse a cabo observaciones de neurosis durante
décadas antes de Freud, sin llegar a sospechar siquiera
la existencia de esa lengua. Porque la neurosis es
una lengua." (Lacan, 1957, 394)
La neurosis, afirma Lacan, es una pregunta. El síntoma
encarna esa pregunta y puede incluso encarnar al sujeto.
Ahora bien, la pregunta como tal, no deja de estar
codificada según las leyes del lenguaje: metáfora y metonimia.
Lo que le permite a Lacan terminar afirmando
que la neurosis es una lengua. Y el síntoma, entonces,
el elemento vivo de esa lengua.
La concepción del síntoma como un texto indescifrable,
enigmático, jeroglífico, se articula necesariamente con la
idea que "el síntoma no puede ser interpretado directamente,
se necesita de la transferencia, o sea, la introducción
del Otro" (Lacan, 1963, 139). Destacar este aspecto
del síntoma es crucial, ya que su dimensión de pregunta
implica al Otro al que esta pregunta va dirigida. De esta
manera el síntoma incluye al analista y esto es lo que
marca la diferencia entre un objeto posible de investigar
desde el exterior y un sujeto en cuyo campo transferencial
es necesario introducirse para poder, desde allí,
concluir un juicio diagnostico. Lacan es claro al poner de
manifiesto que "no forma parte esencial de de la naturaleza
del síntoma que deba ser interpretado." (...) "el
síntoma no es llamada al Otro, no es lo que se muestra
al Otro. El síntoma, en su naturaleza, es goce" (Lacan,
1963, 139). Por lo que la introducción del Otro en el
síntoma es un efecto del dispositivo analítico, un artificio
del que ya daba cuenta Freud al situar una "neurosis
artificial" en la cual "todos los síntomas del enfermo han
abandonado su significado originario y se han incorporado
a un sentido nuevo, que consiste en un vínculo con
la transferencia." (Freud 1917, 404)
La articulación del síntoma al Otro no va entonces de
suyo, es un efecto de la transferencia, un efecto del
análisis. Desde esta perspectiva, el sujeto supuesto al
saber no consiste en otra cosa que en la suposición de
esta pregunta dirigida al lugar del Otro en las manifestaciones
sintomáticas del padecer.
La pregunta histérica
Dentro del campo de las neurosis la histeria en cuanto
pregunta encuentra entonces su rasgo por referirse en
forma privilegiada a la sexuación del ser hablante.
La pregunta por la femineidad fue reanimada por diversas
formulaciones: la ya transcripta: ¿cómo se puede ser
varón o ser hembra? ¿Qué es ser una mujer?" (Lacan,
1956, 240). O bien, más adelante, "¿Qué supone tener
el sexo que tengo? ¿Qué quiere decir tener sexo? ¿Qué
significa que pueda incluso preguntármelo?" (Lacan,
1957, 393).
Lo que el término pregunta vela es que el ser hablante,
al encarnar la pregunta no lo hace sin articular una respuesta.
En efecto: "por el hecho de la introducción de la
dimensión simbólica, el hombre no es simplemente macho
o hembra, sino que esta obligado a situarse con
respecto a algo simbolizado que se llama macho y hembra"
(Lacan, 1957, 393).
La obsesión como pregunta
La neurosis obsesiva, por su parte, se centra en la relación
con el propio hecho de existir. Lacan sostiene que,
por oposición a la modalidad histérica "la pregunta sobre
la muerte es otro modo de la creación neurótica de
la pregunta, su modo obsesivo" (Lacan, 1956, 257).
Entonces las preguntas ligadas al existir, al ser y a la
muerte se sitúan en forma privilegiada en el campo del
obsesivo:
"Si la neurosis esta relacionada con el plano de la
existencia, lo está todavía de forma más dramática en
la neurosis obsesiva, en la que se trata no sólo de la
relación del sujeto con su sexo, sino de su relación con
el propio hecho de existir. Así, las siguientes preguntas
se sitúan como obsesivas - ¿Qué es existir? ¿Cómo
soy con respecto a lo que soy sin serlo, ya que de alguna
forma puedo dispensarme de ello, distanciarme lo
bastante como para concebirme como muerto?" (Lacan,
1957, 393).
La neurosis obsesiva sin dejar de lado entonces la pregunta
por la sexuación, se centra de modo privilegiado
en la cuestión sobre el ser.
LA NEUROSIS COMO ESTATUTO DEL DESEO
La relectura que Lacan realiza de la clínica en función
del ternario necesidad, demanda y deseo culmina con
las conocidas fórmulas del deseo de ambas neurosis:
"la histeria y la obsesión se pueden definir a partir de
los dos estatutos del deseo que llamé para ustedes el
deseo insatisfecho y el deseo imposible, instituido en
su imposibilidad" (Lacan, 1961, 407).
Lacan eleva aquí ambos estatutos del deseo, el deseo
insatisfecho y el deseo imposible, a la altura de lo que
define a ambas estructuras.
El deseo histérico
Lacan nos indica que "para el histérico se trata de hacer
subsistir el objeto del deseo como distinto e independiente
de toda necesidad" (Lacan, 1958, 475). Para ello
recurre a crearse un deseo insatisfecho. ¿Cuál es la
función de ese deseo insatisfecho?
"en el caso específico del histérico, el deseo como más
allá de toda demanda, es decir, en tanto que ha de
ocupar su función en calidad de deseo rehusado, desempeña
un papel de absoluta primacía. Nunca comprenderán
ustedes nada de una o un histérico si no
parten de este primer elemento estructural" (Lacan,
1958, 374).
A partir de dicho ternario la distribución se presenta de
la siguiente manera a partir del análisis de la así denominada
"Bella Carnicera": ¿Qué demanda ella? El amor.
Como todo el mundo, demanda amor. ¿Qué desea?
Desea caviar. ¿Y qué quiere? Quiere que no se le dé
caviar.
La cuestión es saber porqué es necesario para una histérica
que mantiene un comercio amoroso que la satisface,
primeramente que desee otra cosa, y en segundo
lugar para que esta otra cosa llene bien la función que
tiene la misión de llenar, no le sea dada:
"La histérica es precisamente, como sabemos, el sujeto
para el cual la constitución del otro en tanto que
gran Otro, en tanto que portador del signo hablado, es
ese con el que le es difícil establecer la relación que le
permita, a ella, histérica (y está allí la definición misma
que podemos dar) guardar su lugar de sujeto. La histérica,
para decirlo todo, está tan abierta a la sugestión
de la palabra, que debe de haber algo en eso"
(Lacan, 1958, 372).
La necesidad para el sujeto de crearse un deseo insatisfecho
tiene por objeto que se constituya para el sujeto
un Otro real, que no sea enteramente inmanente a la
satisfacción recíproca de la demanda, es decir, a la captura
entera del deseo del sujeto por la palabra del Otro.
Ahora bien, es necesario un complemento más que se
deduce del caso Dora:
"Como es una histérica, ella no sabe lo que demanda,
simplemente tiene necesidad en alguna parte haya
deseo más allá. Pero para que, este deseo, ella pueda
apoyarse en él, consumarse en él, encontrar en el su
identificación, su ideal, es preciso al menos que aquí,
en un más allá de la demanda, hay un encuentro que le
permita descansar, situarse en ésta línea y es ahí donde
interviene el Sr. K., en quien, como es evidente en
toda la observación, encuentra su otro en el sentido del
a minúscula, aquél en quien se reconoce. (...) No lo
ama, pero le es indispensable, y le es mucho más indispensable
que él desee a la Sra. K." (Lacan, 1958,
377).
Tal complemento es la identificación que implica una
apropiación, un punto de vista, un lugar ideal marcado
en el campo exterior del sujeto, desde el cual ella se sitúa
para poder sostener su deseo enigmático:
"En cuanto a nuestra histérica, hemos visto que para
sostener su deseo enigmático, emplea a minúscula
como artificio. Podemos representarlo mediante dos
tensiones paralelas, una en el plano de la formación
idealizante, , otra en el de la identificación a con
otro con minúscula, i(a). Piensen ustedes en el sentimiento
de Dora para con el Sr. K. Por otra parte, cada
histérica tiene, en una de las fases de su historia, un
soporte semejante, que viene a desempeñar aquí el
mismo papel que a. (Lacan, 1958, 478).
Sin embargo, la vía del deseo introduce el lazo social,
una condición histérica generalizable en términos de
histeria latente:
"¿Qué es el deseo de mi histérica? Es lo que le abre,
yo no diría el universo pero sí todo un mundo que ya
es bastante vasto, debido a lo que podemos llamar la
dimensión de la histeria latente en cualquier ser humano
del mundo. Todo lo que puede presentarse
como pregunta sobre su deseo, lo que hemos llamado
la x, el indecible del deseo, he ahí porque la histérica
se encuentra de entrada en comunicación, en el mismo
nivel, con todo lo que pueda ocurrir de esa clase
con sus hermanos y hermanas histéricas, y ahí está,
como Freud nos lo articula, la base de la identificación
histérica."
Toda histérica se hace eco de todo lo relacionado con la
pregunta sobre el deseo tal como se plantea en forma
efectiva en algunos otros, sobre todo en otra histérica,
pero también en alguien que puede no ser histérico sino
ocasionalmente, incluso en forma latente, en la medida
en que en el se ponga de manifiesto una modalidad
histérica de plantear la pregunta." (Lacan, 1958, 475) (el
subrayado es nuestro).
La última reflexión es una temprana aproximación a lo
que luego formalizará como discurso histérico. Y nos
conduce a suponer que, si la modalidad de lazo social
histérica en cuanto pregunta trasciende el tipo clínico, el
rasgo distintivo del diagnóstico de la histeria respecto
del sujeto obsesivo debe ser otro. Se nos impone dirigir
nuestra atención a algunas de las formas en que la neurosis
se articula, no meramente co mo pregunta, sino
como respuesta ante la falta: las ya mencionadas identificaciones
y el fantasma.
El significante fálico y el deseo histérico
Lacan da un paso más. No sólo el deseo va a quedar
definido como un más allá de la demanda, sino que tiene
un significante que lo articula, cualquiera sea este.
"[el] lugar que se le debe dar al deseo (...) no esta
señalado en el campo exterior del sujeto, no se trata
de un deseo en tanto que el sujeto se lo niega más
allá de la demanda y solo lo asume en el sueño como
el deseo del Otro, aquí, su amiga. Se trata de un deseo
en tanto se sostiene en su significante, por hipótesis
el significante falo." (Lacan, 1958, 386).
La distinción que va a sostener Lacan es que no se trata
del deseo histérico como deseo del objeto fálico sino de
los modos de articular ese falo como significante. La
novedad radica en la consideración del falo, no ya como
imagen ni como fantasma, sino como significante. Significante del deseo en cuanto permite al sujeto histérico
sostener el campo del deseo.
Sólo tomado en tanto significante el falo entra en la dialéctica
del deseo, por las vía identificatorias de serlo o
tenerlo, modos de solución al embrollo edípico. Mientras
que si se lo degrada al campo de los objetos los
síntomas histéricos sostienen un "no" a todo lo que aparezca
en términos fálicos.
Como correlato de este punto nos topamos con lo que
Lacan denomina una conducta fundamental de la histérica:
la provocación.
"La provocación de la histérica va dirigida a constituir
el deseo, pero más allá de lo que llaman la defensa.
Es decir que ella indica el lugar -más allá de la apariencia,
de la máscara - de algo que se le presenta al
deseo sin, por supuesto, permitirle el acceso, porque
es algo que se presenta detrás de un velo, pero, por
otra parte, es imposible encontrarlo ahí. No vale la
pena que abra mi blusa, porque no encontraría usted
el falo, pero si me llevo la mano a la blusa es para que
usted designe, detrás de mi blusa, el falo, es decir, el
significante del deseo" (Lacan, 1958, 388).
La identificación al falo y su oferta al partenaire requieren
entonces de una combinación estratégica en las
que seducción, provocación y mascara constituyen los
ejes principales.
El significante fálico y la defensa del obsesivo
Freud señala respecto del caso del Hombre de las Ratas
el hecho de que sus aventuras infantiles dejaron un
resto ineliminable, el cual se presentaba un como imperioso
deseo de ver mujeres desnudas que rápidamente
se articulaba al complejo ominoso defensivo: la suposición
de que "algo malo va a pasar" y las medidas precautorias
consecuentes. Concluía entonces que los
tempranos juegos sexuales, el encuentro con la diferencia
sexual, con la castración en mujer, eran la causa de
la neurosis.
Lacan retoma esta argumentación posteriormente, destacando
que el obsesivo se enfrenta al misterio del significante y trata de convertirlo en manejable, pero su
salida es lo que llama "insulto a la presencia real": campo
en el que incluye, la fantasía sacrílega, la blasfemia,
la agresividad con su pareja, etc.:
"Golpear el falo en el Otro para curar la castración
simbólica, golpearlo en el plano imaginario, tal es la
vía elegida por el obsesivo... y restituir el deseo a su
primacía a costa de una degradación del Otro, lo cual
lo convierte esencialmente en función de elisión imaginaria
del falo" (Lacan, 1961, 282).
Esta lógica será después relacionada al Uno, a sus correlatos
de goce, y las defensas que se producen frente
a tal espolear de ese goce articulado al Uno. En tanto
tal, la defensa es la respuesta subjetiva frente al acontecimiento
que implicó el encuentro con un goce fálico
según es pensado por Lacan en el Seminario 16, es
decir en tanto "el falo es el significante fuera del sistema,
y, para decirlo todo, el significante convencional
para designar lo que del goce sexual está radicalmente
forcluído" (Lacan, 1969a, 292). La relación del ser hablante
con esto "fuera de sistema" es la causa de los
síntomas y genera la variedad de defensas que en su
particular combinatoria conforman los tipos clínicos.
La obsesión y el deseo
Es clásica la descripción de los tropiezos que sufre el
obsesivo con su deseo, para la cual Lacan hasta creó
una ley de acercamiento a los fines de dar cuenta del
profundo desinterés que caracteriza al sujeto cuando
algo por él anhelado llega a ser alcanzado. Todo movimiento
en el obsesivo hacia el deseo, se choca con algo
que es absolutamente tangible. ¿Por qué? La respuesta
de Lacan es que lo que caracteriza el movimiento del
deseo del obsesivo es la destrucción del Otro. Y como la
naturaleza del deseo es necesitar el soporte del Otro, el
obsesivo se confronta a esa brusca falta de sostén, que
se manifiesta en una caída de la tensión libidinal.
Esta particularidad, absolutamente observable, tiene
sus correlatos, que abordaremos a continuación, a nivel
de la fantasía y de la demanda.
EL FANTASMA EN LA HISTERIA Y LA OBSESIÓN
La neurosis como estatuto del deseo encuentra su sostén en el fantasma. La distinción entre ambas estructuras subjetivas a este nivel llega en la enseñanza de Lacan hasta la formalización de dos modalidades de articulación del fantasma en la histeria y la obsesión. Lacan especifica que "la formula del fantasma obsesivo (...) se opone a la de la histérica" (Lacan, 1961, 287).
Así, el a esta en la histeria del lado del sujeto, mientras
que en la obsesión queda del lado del objeto de deseo,
pluralizado.
El Otro de la histeria esta del lado del objeto, lo cual
implica que la fórmula pueda leerse como "Deseo de
(...) A" (Lacan, 1961, 287). Este A se propone como sin
barra, en posición de amo. El Otro en la neurosis obsesiva
permanece del lado del sujeto, barrado, ya que
esta busca "restituir el deseo a su primacía a costa de
una degradación del Otro" (Lacan, 1961, 282). Otro sobre
el que se proyecta la falta articulado a "un objeto
siempre metonímico, para el siempre intercambiable"
(Lacan, 1961, 282), objetos de deseo seriables.
El , negativizado en la histeria, afectado por la sustitución
y del lado del sujeto, es decir la castración imaginarizada
como propia, se encuentra positivizado en la lógica
del fantasma obsesivo, del lado del objeto, dando
cuenta de la "erotización de su mundo, y en especial de
su mundo intelectual" (Lacan, 1961, 289).
En la formula del fantasma histérico el a oculta a la castración
imaginaria, produciéndose como su metáfora en
relación con un Otro sin barrar, un amo sobre el que
pueda reinar.
El sujeto histérico se excluye como objeto, siendo su
posición más bien el interés por el quien encarna el objeto
de goce del Otro.
Mientras la acción del obsesivo toma las vías de la postergación
y cuando intenta pasar al acto se confronta
con la decepción y la impotencia. Lo que es subsumido
por Lacan bajo el término de aphánisis.
"cuando [el obsesivo] se adentra en el camino de (...) realizar su fantasma - ahí es donde conviene emplear
el término de aphánisis." (Lacan, 1961, 292).
Esta revela la mecánica de la relación del sujeto con el
deseo, que a medida que puede aproximarse a sus pretensiones
tropieza con el amortiguamiento, la desesperación
y hasta la extinción de sus deseos.
Ahora bien, lo que ambas fórmulas evidencian es el lugar
central del Otro en la fantasmática neurótica y obsesiva.
El fantasma no se traduce simplemente con la relación
del sujeto con su objeto sino es a través del
pasaje por el campo del Otro. Por lo que Lacan afirma
que "el fantasma, apoyo de mi deseo, está en su totalidad
del lado del Otro" (Lacan, 1963, 36).
LA NEUROSIS COMO UNA POSICIÓN ANTE EL OTRO
Las neurosis implican una respuesta fantasmática respecto
del deseo del Otro entendido como un elemento
constituyente de la estructura.
Mientras el obsesivo se posiciona tratando de suturar el
fading del sujeto la histérica se escabulle como objeto
de deseo. Entonces, dice Lacan, el deseo en cuanto
posición neurótica ante el Otro se constituye en el fantasma
escindiendo sus dos términos, sujeto y objeto.
"[el] deseo del Otro (...) difícil de comprender (...)
cuando no se tiene el hilo que permite establecer la
fantasía como deseo del Otro. Se encuentran entonces
sus dos términos como hendidos: uno en el obsesivo
en la medida en que niega el deseo del Otro al
formar su fantasma acentuando lo imposible del desvanecimiento
del sujeto, el otro en el histérico en la
medida en que el deseo sólo se mantiene por la insatisfacción
que aporta allí escabulléndose como objeto."
(Lacan, 1966b, 804).
La mencionada escisión se realiza según las reconocidas
modalidades, en la histeria, su típica sustracción y en la
obsesión la rigidez que imprime su respuesta yoica.
El síntoma histérico y lo traumático
del encuentro con la excitación en el Otro
Otro nivel que debemos señalar, claramente articulado
a la histeria, es la producción de síntomas como respuesta
directa a la captación del deseo propiamente
sexual o del miembro viril en términos de . Tal como
Lacan lo ha descrito en el Seminario La Transferencia,
lo destaca en la escena del abrazo del Sr. K a Dora y se
evidencia en el Caso Katherina de los Estudios sobre la
histeria:
"Hay discordancia entre lo que tiene de absoluto la
subjetividad del Otro que da o no da amor y el hecho
de que para acceder a él como objeto de deseo, es
necesario que se haga totalmente objeto. En esta desviación
vertiginosa, nauseabunda para llamarla por su
nombre, es donde se sitúa la dificultad del acceso al
abordar el deseo sexual" (Lacan, 1958, 393).
Queda destacado el instante en el que, en la escena
(amorosa o no) la histérica es requerida en posición de
objeto, así como su repuesta sintomática. Freud ya había
destacado esto en el historial de Dora:
"Yo llamaría «histérica», sin vacilar, a toda persona,
sea o no capaz de producir síntomas somáticos, en
quien una ocasión de excitación sexual provoca predominante
o exclusivamente sentimientos de displacer."
(Freud, 1905, 27).
Parecería entonces que lo característico de la histeria
no se distingue por la inscripción del síntoma en el cuerpo,
sino por la posición subjetiva ante el goce. Lacan
sitúa sin embargo las coordenadas de tal displacer en
relación al Otro:
"Si el sujeto experimenta algo que se parece a un curioso
vértigo, es porque el Otro como objeto de deseo
es percibido como falo y, en cuanto tal, es percibido
como falta en el lugar de su propio falo." (Lacan, 1958,
393)
Lo que Lacan pone de relevancia respecto de la afirmación freudiana es que la excitación sexual en cuestión
es la excitación sexual del Otro. La identificación con la
falta en la histeria excluye identificarse con el objeto de
goce. Por lo que Lacan afirma que "la histérica se identifica
con la falta tomada como objeto, no con la causa
de la falta" (Lacan, 1975)
El desdoblamiento del obsesivo
Hay un par de figuras del Otro que son prevalentes en la
neurosis obsesiva, el padre muerto y la dama idealizada,
porque sus dos imágenes se sostienen con una
equivalencia notable, la primera marcada por la agresividad
fantasiosa y por la deuda eternizada e imposible
de saldar que la perpetúa, la segunda por la pasión mortificante
que la transforma en ídolo.
Pero el elemento que se revela como central lo encontramos
en este párrafo de Función y campo de la palabra
y el lenguaje...:
"El histérico cautiva ese objeto en una intriga refinada
y su ego está en el tercero por cuyo intermedio el sujeto
goza de ese objeto en el cual se encarna su pregunta.
El obsesivo arrastra en la jaula de su narcisismo
los objetos en que su pregunta se repercute en la
coartada multiplicada de figuras mortales y, domesticando
su alta voltereta, dirige su homenaje ambiguo
hacia el palco donde tiene eI mismo su lugar, el del
amo que no puede verse" (Lacan, 1966a, 292).
La localización del sujeto en la neurosis obsesiva, tan
resbaladiza, se revela en un desdoblamiento en el cual
su lugar es el mismo que el de ese Otro que escruta la
escena, a quien dedica sus desvelos y que es el tasador
de sus hazañas.
Por esto mismo será asimilado a un actor, pero a uno tal
que desempeña su papel como si estuviera muerto, lo
cual se constata en el esfuerzo por mostrarse invulnerable,
asumiendo una falsa dominación en sus contactos
con los demás. Este juego se desarrolla delante de un
Otro que asiste al espectáculo, que es él mismo, aun
desconociendo el lugar que ocupa. Aún así indica que el
juego está en otra parte, y por eso casi nada de lo que
ocurre tiene para él verdadera importancia. Esta posición
exterior y omnividente, que lo aleja de los otros y de
su propio deseo, se constituye en su principal defensa.
La cesión a la demanda del Otro en la obsesión
El obsesivo subsume su deseo a la demanda del Otro,
por lo que su posición típica respecto del lugar del Otro
es buscar allí la autorización respecto de su acto.
Pedir un permiso, es justamente tener como sujeto una
relación privilegiada con la demanda y entraña ponerse
en la mas extrema dependencia del Otro. ¿Para que?
Para restituirlo de la destrucción sufrida en su fantasía.
Por ello en la fantasía del obsesivo se sostiene un Otro
que siempre le dice no a su anhelo.
LA HISTERIA COMO DISCURSO
En el marco del recorrido realizado, no podemos omitir
hacer referencia al viraje teórico que hace de la histeria,
ya no un tipo clínico, sino un discurso en el marco de la
producción lacaniana de los cuatro discursos.
Mientras que el solipsismo del sujeto obsesivo lo aleja
del Otro, la conexión íntima del sujeto histérico con el
deseo del Otro eleva su posición subjetiva la categoría
de lazo social, el cual coincide con aquel al que es llevado
el analizante en la cura.
Al incluir a la histeria como uno de los cuatro discursos,
Lacan hace surgir ciertas características propias de la
misma. La pregunta de la histérica se reformula sobre la
base de la no relación sexual.
"El sujeto histérico es el que tiene el mérito de mantener
en la institución discursiva la pregunta por lo que
constituye la relación sexual, a saber cómo puede
sostenerla o, por el contrario, no puede sostenerla"
(Lacan, 1969b, 98)
La pregunta histérica, que había sido hallada y expuesta
como "¿qué soy? ¿hombre o mujer? y ¿cuales son
las relaciones entre ambos?, ahora se reformula en términos
de discurso.
La histeria se dirige al amo, tratando de sacar a luz cual
es la relación del S1 al goce cuando se trata de la relación
sexual.
El sujeto histérico busca obtener del amo una producción
de saber:
"El histérico (...) es el inconciente en ejercicio, que pone
al amo al pie del muro de producir un nuevo saber" (Lacan,
1973, 61).
Su partenaire electivo será quien pueda ocupar el lugar
del amo a los fines de hacerle producir un saber referido
precisamente a lo que no se puede saber de la relación
sexual, para que diga de qué goza. Mientras, ella preserva
un objeto a de su lado manteniéndolo como una
falta para el deseo del Otro:
"Pero si se trata de su discurso y este discurso es lo
que hace que haya un hombre animado del deseo de
saber, ¿qué es lo que se trata de saber? Qué valor
tiene esta misma persona que habla. Puesto que en
tanto objeto a ella es la caída, la caída del efecto de
discurso, siempre fracturado en algún sitio.
Lo que importa a la histérica; es que el otro, el otro
que se llama hombre, sepa en qué objeto precioso
deviene ella en este contexto de discurso." (Lacan,
1969b, 35).
Como señalamos anteriormente, el discurso histérico
trasciende el tipo clínico. Lo que le permite Lacan situarlo
como el discurso que es llevado a adoptar el analizante
en la cura:
"Lo que el analista instituye como experiencia analítica
(...) es la histerización del discurso. Dicho de otra manera,
es la introducción estructural, mediante condiciones
artificiales, del discurso de la histérica [l'hystériqué]"
(Lacan, 1969b, 46).
El artificio analítico consiste entonces en la aprehensión
por parte del analizante de la modalidad discursiva histérica,
teniendo como ordenador al síntoma, por lo que
Lacan afirma que "el discurso histérico se sitúa y ordena
alrededor del síntoma." (Lacan, 1969b, 46).
CONCLUSIONES
Hemos descripto entonces las siguientes variables que
definen el diagnóstico de neurosis histeria u obsesiva a
partir de los textos de Lacan:
- La neurosis como pregunta.
- La neurosis como estatuto del deseo.
- Las fórmulas del fantasma en la histeria y la obsesión.
- La neurosis como una posición ante el Otro.
El recorrido efectuado evidencia:
• Que las justificaciones diagnósticas (entendidas comolos elementos a partir de los cuales se arriba al diagnóstico)
que se apartan de la delimitación del síntoma
tienen su referencia en la enseñanza de Lacan, y se
validan desde dichas teorizaciones.
• Que en el análisis de tales justificaciones hemos podido localizar sin embargo sus modos de conexión con
el síntoma, a saber:
• El síntoma como lo que se pone en juego cuando la
pregunta neurótica pierde su sostén fantasmático. Declinación del fantasma a favor del síntoma que es
situada luego en el grafo del deseo por el camino
que lleva de hacia s(A).
• El síntoma como lo que encarna esa pregunta en la que
consiste la neurosis, encarnando incluso al sujeto.
• Los síntomas histéricos en cuanto sostienen un "no"
a todo lo que aparezca en términos fálicos cuando el
falo se degrada al campo de los objetos.
• El síntoma como respuesta directa a la captación del
deseo propiamente sexual o del miembro viril en
términos de . Como repuesta, entonces, en el marco
de una la escena, amorosa o no, cuando la histérica
es requerida en posición de objeto.
• Que el síntoma opera como ordenador del discursohistérico.
• Que, en tanto el dispositivo analítico introduce en elsíntoma la dimensión del Otro, toda noción del mismo
está determinada por alguno de los sesgos que implica
dicha relación al Otro.
Es posible entonces suponer que tales justificaciones
diagnósticas no carecen de relación con el síntoma,
pero es necesario definir qué concepción de síntoma
subtiende toda esta variedad, haciéndose evidente que
la noción de síntoma ha sido empleada con diversos
sentidos.
Lo que se presenta al comienzo de los tratamientos es
lo que conjuga el malestar, la desdicha y el dolor que
perturba el devenir homeostático del ser hablante. Este
punto que podemos nombrar como el padecimiento del
paciente, también puede ser síntoma, si entendemos
que "el sentido del síntoma es lo real, lo real en tanto se
pone en cruz para impedir que las cosas anden, que
anden en el sentido de dar cuenta de si mismas de manera
satisfactoria, satisfactoria al menos para el amo"
(Lacan, 1974, 84).
En este sentido, el síntoma al comienzo del tratamiento
es impedimento y puede declinarse de muchas maneras
según hemos apreciado en nuestro recorrido. Pero
no seria suficiente decir que el síntoma es lo que impide
que las cosas anden, ya que esta definición podría derivar
en múltiples justificaciones arrebatadas. Aquella
definición requiere un complemento para que el síntoma
nos sea abordable y tal complemento consiste en considerarlo
como "expresión de un saber inconciente que
concierne y divide al sujeto que lo padece" (Lombardi,
2003, 4) lo que indica que dicho impedimento le pertenece
y repercute de un modo particular que es provocando
su división o mejor dicho haciendo emerger las
condiciones para que ese malestar se torne manifestación
de un saber aun no sabido.
Cuando lo que impide que las cosas anden se conjuga
con un efecto sujeto y una correlativa dirección al Otro,
se configuran lo que llamaremos las precondiciones del
diagnóstico, base de un diagnóstico presuntivo en las
curas psicoanalíticas. Lo cual no implica ni abarca otras
concepciones que dan cuenta del síntoma.
1 Tal proceso diagnóstico consiste en el trabajo por el que el analista se ubica en el campo transferencial del paciente, para hacer posible desde allí una manifestación más nítida del síntoma en tanto expresión de un saber inconsciente que concierne y divide al sujeto que lo padece. El resultado del proceso no es solamente una etiqueta o código diagnóstico, sino una puesta en forma del síntoma en un vínculo transferencial, que supone al menos una experiencia del inconsciente. El síntoma no es algo ya dado al comienzo del proceso, sino que se completa en la transferencia, incluyendo al analista como uno de sus componentes: aquel a quien el síntoma en tanto mensaje inconsciente está dirigido. En el proceso diagnóstico intervienen ya los efectos del dispositivo y de la intervención psicoanalítica, en la medida en que esos efectos hacen posible una formulación más explícita del padecimiento subjetivo. (Thompson, S.; Frydman, A.; Salinas, L.; Mantegazza, R.; Lombardi, G. et al. (2007).
2 Hemos abordado en profundidad tal dificultad para delimitar el síntoma en el volumen XIII de esta publicación, bajo el título "Las dificultades para delimitar el síntoma neurótico".
3 Enunciamos aquí las justificaciones diagnósticas recortadas respecto a la pregunta "Como arriba al diagnóstico el analista" en base a una muestra de 90 casos. A continuación adjuntamos a cada una de las variables recortadas, así como la cantidad en casos en que fue verificada entre paréntesis: la respuesta al tratamiento (31), las manifestaciones transferenciales (6), la posición frente al gran Otro (31), la posición ante el padre (19), la pregunta por la otra mujer (22), la modalidad del deseo (19), los cambios de posición subjetiva (3), la posibilidad de dialectizar determinadas afirmaciones (6), la formulación de alguna pregunta respecto a su padecimiento (3), la referencia de la neurosis infantil (31). La metodología de recolección de datos es meramente esbozada en nuestra introducción, y puede ser verificada en detalle en el proyecto UBACyT P043 del año 2004 y el informe de avance correspondiente al año 2006. Información adicional al respecto estará disponible en el informe final del proyecto al momento de la publicación del presente trabajo.
4 Acerca de la diferenciación conceptual entre el diagnóstico y el proceso diagnostico ver Thompson, S.; Frydman, A.; Salinas, L.; Mantegazza, R.; Lombardi, G. et al. (2007). El proceso diagnóstico en Psicoanálisis. En XIV Anuario de Investigaciones (pp. 103-110). Buenos Aires: U.B.A.- Facultad de Psicología-Secretaría de Investigaciones.
5 Entendemos aquí por "argumentaciones diagnósticas" a las variables recortadas en función de la pregunta "Como arriba al diagnóstico el analista" en los resultados finales de la investigación P043, disponibles para el ámbito académico a partir de septiembre de 2008.
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Fecha de recepción: 25 de marzo de 2008
Fecha de aceptación: 21 de agosto de 2008