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Anuario de investigaciones
versão On-line ISSN 1851-1686
Anu. investig. v.16 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jan./dez. 2009
PSICOANÁLISIS
Observaciones sobre el factor electivo y su agente en psicoanálisis
Observations on the elective factor and its agent in psychoanalysis
Frydman, Arturo1; Thompson, Santiago2
1 Frydman, Arturo; Co-Director de la Investigación P039 UBACyT 2008-2010. Profesor Adjunto Regular de la Cátedra Clínica de Adultos
I, Facultad de Psicología, UBA. E-mail: afrydman@psi.uba.ar
2 Thompson, Santiago: Doctorando de la Facultad de Psicología, U.B.A. Becario de Doctorado de la Investigación P039 UBACyT 2008-2010. Docente de la Cátedra Clínica de Adultos I, Facultad de Psicología, UBA. E-mail: sthompson@psi.uba.ar
Resumen
Partiendo de la pregunta "¿Qué instancia psíquica es la
responsable de las elecciones que suponemos en la producción
de la neurosis como manifestación patológica, e
incluso en la elección de la neurosis o la psicosis como
tipo clínico?" el trabajo se propone pesquisar en las referencias
bibliográficas clásicas de Freud y Lacan en relación
al factor electivo en psicoanálisis, aquellos indicadores
que permitan dar cuenta del agente de las elecciones,
o bien de la ambigüedad respecto de tal lugar.
Palabras clave: Elecciones; Sujeto; Parlêtre Ich
Abstract
The work takes as the starting point the question: What
psychic instance is the responsible for the elections that
we suppose in the neurosis production as a pathological
manifestation, and even in the election of the neurosis or
the psychosis as a clinical type?
This works sets out to investigate in the classical bibliographical
references of Freud and Lacan, in relation to
the elective factor in psychoanalysis, those indicators
that would allow us to look for the agent of the elections,
or of the ambiguity with regard to that place.
Key words: Elections; Subject; Parlêtre Ich
1 - Introducción
Una consecuencia del llamado retorno de Freud realizado
por Lacan de la mano de cierta lectura estructural
consistió en la profundización de la impronta determinista
de la teoría del psicoanálisis.
Las recurrentes manifestaciones de Freud respecto de
la sobredeterminación del síntoma se extienden a las
formaciones del inconciente en general, abarcando incluso
cualquier producción, sea acto sintomático o bien
producto sublimado, no escapando estos a una trama
determinista en la que hallan su urdimbre, su lógica y su
causa.
La misma regla fundamental se sostiene en la hipótesis
de que ese modo de hablar, signado por la determinación
inconciente, lleva al sujeto a decir no solo lo que sabe
sino también lo que no sabe.
Cuando se aplicó la razón estructural al saber freudiano,
quedó reforzado el eje determinista por la acción de una
combinatoria que producía un sujeto siempre apresado
en sus redes, y solo deducible de ellas. La llamada clínica
diferencial, que obtuvo su carta de ciudadanía a partir de
una característica tomada de la lingüística de Saussure,
hizo de la suerte que corre la inscripción de un significante
puntual el fiel que separa neurosis y psicosis.
Pero no ha sido este el único eje doctrinal que ha orientado
a aquellos que ubicamos como nuestras fuentes,
Sigmund Freud y Jacques Lacan.
Sostenemos en nuestro proyecto de investigación que "el psicoanálisis evidencia que la etiología de la neurosis
no es meramente accidental, mecánica, orgánica,
fisiológica, ni tampoco mero "mecanismo lingüístico"; su
causa acaece en un ser capaz de elección, y es en tanto
sujeto de una elección que alguien resulta afectado
de una neurosis" (Lombardi 2007, 4).
Asumimos que Lacan consideró a la libertad de elección
como constitutiva del ser hablante, y que "incluso lo que
le ocurre por accidente lo afecta como sujeto de una
elección (por ejemplo podía desear o no ese acontecimiento
fortuito), y su respuesta a esa causa accidental
aun si es una respuesta defensiva puede entenderse
como una toma de posición" (Lombardi 2007, 4).
Entonces el psicoanálisis se apuntala, por una parte, en
una vía determinista, que se deduce de la noción de
repetición a partir de la inscripción de una marca que se
repite e insiste, la cual conduce la producción y los destinos
del síntoma y del sujeto; es aquella que se entiende
como sobredeterminación estructural.
Más allá, nuestro objeto de investigación se aboca a la
otra posición, por la cual además de la determinación de
la estructura, hay una elección que implica la participación
del sujeto en la producción y mantenimiento de su
síntoma.
Nuestra perspectiva nos abre sin embargo un interrogante: ¿Cómo caracterizamos al agente de tales elecciones?
Dicho de otro modo: ¿Quién elige? En términos freudianos: ¿Qué instancia psíquica es la responsable de las
elecciones que suponemos en la producción de la neurosis
como manifestación patológica e incluso en la elección
de la neurosis o la psicosis como tipo clínico?
El elemento determinista en la teoría psicoanalítica ha
tenido como efecto la sucesiva caída de toda instancia
que se presentaba como agente de una elección: primero
Freud cuestionando la hegemonía de la conciencia
como agente, luego Lacan enfatizando el aspecto ilusorio
de la función del yo, e incluso señalando a lo inconciente
como un saber sin sujeto. Tal sucesión de recortes
del lugar agente fue delimitando un vacío que suele
ser rellenado con una variedad de ambigüedades. El
lector, en un somero recorrido de nuestra introducción,
habrá advertido que saldamos la cuestión hablando de
las "elecciones del ser hablante", haciendo mención
también a las opciones del sujeto. Hay que destacar sin
embargo el valor relativo que hay que darle allí a los
términos "sujeto" y "ser hablante" ya que, hasta aquí, son
solo una manera genérica de nombrar a dicho agente.
Es el objetivo del presente trabajo pesquisar, en las referencias bibliográficas que dan sustento a la línea electiva, aquellos indicadores que nos permitan dar cuenta del agente de las elecciones o bien de la ambigüedad respecto de tal lugar.
2- La pesquisa del agente freudiano
2.1. La neurosis como resultado de un conflicto
La noción de conflicto es central en la construcción freudiana
a la hora de dar cuenta de la producción de la
neurosis. Se trata, plantea Freud, de una invariable necesaria
para aprehender la lógica de las neurosis:
"hallamos por regla general los indicios de una lucha entre mociones de deseo o, como solemos decir, de un conflicto psíquico. Un fragmento de la personalidad sustenta ciertos deseos, otro se revuelve y se defiende contra ellos. Sin un conflicto de esa clase no hay neurosis." (Freud 1917a, 318) (el subrayado es nuestro)
Tal conflicto tiene como condición una Versagung (un "decir que no") por parte de una instancia psíquica:
"tienen que cumplirse condiciones particulares para que uno de esos conflictos se vuelva patógeno. (...) El conflicto es engendrado por la frustración; ella hace que la libido pierda su satisfacción y se vea obligada a buscar otros objetos y caminos. Aquel tiene por condición que estos otros caminos y objetos despierten enojo en una parte de la personalidad, de modo que se produzca un veto que en principio imposibilite la nueva modalidad de satisfacción." (Freud 1917a, 318) (el subrayado es nuestro)
Aquí pesquisamos entonces el primer elemento electivo en la causación de la neurosis: el veto de una parte de la personalidad. Tal parte de la personalidad sería el agente de la elección que se encuentra en el origen de la producción de la neurosis. El carácter de "punto de partida", de detonante de toda una serie de mecanismos, es señalado en forma explícita por Freud:
"Desde aquí parte el camino hacia la formación de síntoma (...).las aspiraciones libidinosas rechazadas logran imponerse dando ciertos rodeos (...). Los rodeos son los caminos de la formación de síntoma; los síntomas son la satisfacción nueva o sustitutiva que se hizo necesaria por la frustración."
Previo a toda la combinatoria mecánica, en la que consisten
los caminos de la formación de síntoma (y que es
descripta en detalle en la 23ª Conferencia de Introducción
al psicoanálisis) se corporiza el veto de una parte
de la personalidad.
A continuación Freud explicita la pregunta por el agente:
"Ahora bien, ¿cuáles son los poderes de que parte el veto a la aspiración libidinosa? O sea, ¿cuál es la otra parte en el conflicto patógeno?" (Freud 1917a, 319)
Afirmando a esta altura:
"Dicho en términos totalmente generales, son las fuerzas pulsionales no sexuales. Las reunimos bajo la designación de «pulsiones yoicas». (...) El conflicto patógeno se libra (...) entre las pulsiones yoicas y las pulsiones sexuales. En toda una serie de casos se presenta como si pudiera ser también un conflicto entre diversas aspiraciones puramente sexuales; pero en el fondo es lo mismo, pues de las dos aspiraciones sexuales que se encuentran en conflicto una es siempre, por así decir, acorde con el yo {Ichgerecht}, mientras que la otra convoca al yo a defenderse. Sigue siendo, por tanto, un conflicto entre el yo y la sexualidad (Freud 1917a, 319) (el subrayado es nuestro).
Más adelante afirma: (....) las neurosis (....) deben su
origen al conflicto entre el yo y la sexualidad. (Freud
1917a, 319).
Entonces se trata para Freud de un conflicto el yo y las
pulsiones sexuales en donde el primero se erige como
el agente que presta su acuerdo o expresa su veto respecto
de una nueva modalidad de satisfacción pulsional,
mientras que la pulsión se ubica como la causa del
conflicto. Lo que le permite definir a los síntomas neuróticos
como "el resultado de un conflicto que se libra en
torno de una nueva modalidad de la satisfacción pulsional."
(Freud 1917b, 326)
Ahora bien, que la mecánica de la neurosis tenga como
punto de partida una elección implica que otro camino
es posible. Y es aquí donde Freud sitúa la satisfacción
perversa:
"el camino de la perversión se separa tajantemente del de la neurosis. Si [las] regresiones no despiertan la contradicción del yo, tampoco sobrevendrá la neurosis, y la libido alcanzará alguna satisfacción real, aunque no una satisfacción normal." (Freud 1917b, 327) (el subrayado es nuestro)
Freud plantea aún otra vía relacionada con la sublimación, lo que da cuenta de que el conflicto no conlleva automáticamente la enfermedad, sino solo su tramitación vía la represión. La pieza decisiva para la formación de síntoma esta asociada a que el yo preste o no acuerdo al devenir pulsional:
"el conflicto queda planteado si el yo, que no sólo dispone de la conciencia, sino de los accesos a la inervación motriz y, por tanto, a la realización de las aspiraciones anímicas, no presta su acuerdo a estas regresiones. La libido es como atajada y tiene que intentar escapar a algún lado: adonde halle un drenaje para su investidura energética, según lo exige el principio de placer. Tiene que sustraerse del yo. Le permiten tal escapatoria las fijaciones dejadas en la vía de su desarrollo, que ahora ella recorre en sentido regresivo, y de las cuales el yo, en su momento, se había protegido por medio de represiones {suplantaciones}." (Freud 1917b, 327) (el subrayado es nuestro)
La no-aquiescencia del yo da lugar a toda la serie de mecanismos que dan por resultado la formación de síntoma. Freud nos presenta entonces al yo como el agente de una elección respecto de una nueva modalidad de satisfacción pulsional, elección que da como resultado la formación de síntoma y la producción de la neurosis.
2.2. El complejo de castración y la posición del sujeto
Vamos a tomar un párrafo extraído del historial del Hombre
de los Lobos, que por su particular estilo expositivo
revela que el complejo de castración, su circunstancia y
secuelas, son explicados como la consecuencia de una
toma posición del sujeto:
"Nos ha devenido notoria la inicial toma de posición de nuestro paciente frente al problema de la castración. La desestimó y se atuvo al punto de vista del comercio por el ano. Cuando dije que la desestimó, el significado más inmediato de esta expresión es que no quiso saber nada de ella siguiendo el sentido de la represión {esfuerzo de desalojo}. Con ello, en verdad, no se había pronunciado ningún juicio sobre su existencia, pero era como si ella no existiera". (Freud 1918, 78)
Represión, renegación y desestimación son consecuencias
de posiciones electivas. No es claro que el ser hablante
pueda elegir entre una u otra, pero si es claro que
cada una de ellas implica una decisión. Desestimar, es
claro el texto, quiere decir no querer saber nada. Frase
que al incluir el verbo querer implica la dimensión de
una voluntad, en esta caso opuesta a algo que parece
imponerse.
Continuemos con el texto freudiano:
"Ahora bien, esta actitud no puede ser la definitiva, ni siquiera podía seguir siéndolo en los años de su neurosis infantil. Después se encuentran buenas pruebas de que él había reconocido la castración como un hecho. Se había comportado también en este punto como era característico de su naturaleza, lo cual por otra parte nos dificulta muchísimo tanto la exposición como la empatía. Primero se había revuelto y luego cedió, pero una reacción no había cancelado a la otra" (Freud 1918, 78)
El no querer saber nada que implica la desestimación,
se constata en una actitud o comportamiento que puede
ser oponerse o capitular. Pero el operador solo es indicado
por un pronombre: el. Un "él había reconocido" que redobla la referencia que se da al comienzo de esta
cita: el paciente
Concluye Freud:
"Al final subsistieron en él, lado a lado, dos corrientes opuestas, una de las cuales abominaba de la castración, mientras que la otra estaba pronta a aceptarla y consolarse con la feminidad como sustituto. La tercera corriente, más antigua y profunda, que simplemente había desestimado la castración, con lo cual no estaba todavía en cuestión el juicio acerca de su realidad objetiva, seguía siendo sin duda activable" (Freud 1918, 78)
La singularidad de este caso lo lleva a postular que las
posiciones del sujeto ante la castración pueden ser varias,
no únicas. Pero entonces ¿Es el mismo agente el
que corresponde a cada una de ellas o son diversos? ¿Por qué quien inventó un aparato psíquico cuyo funcionamiento
era escindido desde los comienzos de su
elucubración, se ampara en la vaguedad de la fórmula: "nuestro paciente"?
Según lo expresado hasta aquí, forma parte de la concepción
freudiana del síntoma la intervención de una
instancia que tiene el poder de perturbarse, convulsionarse
y por ello defenderse vetando según su desacuerdo. A
partir de su segunda tópica, esta instancia, al ser delimitada
con mayor precisión, mostrará su aparente poderío
por un lado y sus extremas limitaciones por el otro.
2.3. El yo de la segunda tópica
El yo que Freud continúa construyendo a partir de su
segunda tópica resulta al menos un amo extraño. A pesar
de tener un alcance mayor, su origen en el ello difumina
sus límites y recorta sus poderes.
El yo es en su esencia una superficie, derivado en última
instancia de sensaciones corporales, principalmente
las que parten de la superficie del cuerpo. Pero ostenta
la función de gobernar los accesos a la motilidad, y es
en relación a su función que se localiza su insólita particularidad.
Freud describe sus modos de operar mediante
la siguiente alegoría:
"Así, con relación al ello, se parece al jinete que debe enfrenar la fuerza superior del caballo, con la diferencia de que el jinete lo intenta con sus propias fuerzas, mientras que el yo lo hace con fuerzas prestadas. Este símil se extiende un poco más. Así como al jinete, si quiere permanecer sobre el caballo, a menudo no le queda otro remedio que conducirlo adonde este quiere ir, también el yo suele trasponer en acción la voluntad del ello como si fuera la suya propia" (Freud 1923, 27)
Amo que gobierna con fuerzas prestadas y que debe
enfilar hacia donde el conducido pretende. Idea que
adelanta la noción del vasallaje del yo e introduce la
sospecha que el verdadero amo, el agente de la voluntad
en cuestión es el ello o bien sus contenidos1.
Al escribir Análisis terminable e interminable, deja constancia
de otra paradoja del yo. Su papel es crucial en la
etiología de todas las perturbaciones neuróticas en función
de dos modalidades del fracaso: el no poder domeñar
algunas pulsiones y el efecto producido sobre el yo
de unos traumas tempranos, que producen en él una
alteración perjudicial, secuela de la lucha defensiva. El
amo se torna desquiciado y limitado, lo que configura un
factor desfavorable para el efecto del análisis. Este yo
limitado y trastornado debería ser el supuesto partenaire
del analista que posibilite alcanzar la meta de sustituir
la decisión deficiente que viene de la edad temprana
para alcanzar su correcta tramitación. Pero Freud, aun
necesitando de un yo que acompañe la labor analítica,
está claramente advertido de que este sólo puede ser
una ficción ideal.
Lo que resulta más sorprendente, a partir del así denominado "giro de los ´20", es la irrupción inusitada de
nuevas resistencias al tratamiento, que se suman a las
previamente aisladas. A partir de ellas Freud se ve forzado
a proponer un sentimiento inconciente de culpa,
noción cargada de nuevos enigmas que tiene un papel
decisivo en las neurosis pero que levanta los más poderosos
obstáculos en el camino de la curación. Su manifestación
límite es nombrada como reacción terapéutica
negativa. Se trata de un comportamiento, algo que se
manifiesta, de carácter paradojal, una reacción trastornada
frente a los progresos de la cura: algunos en vez
de mejorar, empeoran.
En el esclarecedor análisis que hace Freud de este obstáculo,
se destaca que algo se opone a la curación, algo
que implicó una elección entre la voluntad de curación
por un lado y una enigmática necesidad de estar enfermo
por el otro ¿Es legitimo hacer derivar de tales fórmulas
supuestos agentes que sostengan esta pugna? Es
decir, ¿podemos perfilar la lucha entre un agente que
soporta la voluntad de curación y otro que se aferre a
esa necesidad de estar enfermo, disyuntiva de la que
sale triunfante la última? Todo el texto freudiano nos
orienta en esa vía.
¿Cómo entender entonces esta oposición a la curación?
Los obstáculos ya conocidos brindan respuestas que se
orientan según tres ejes posibles: la inaccesibilidad narcisista,
la actitud negativa frente al médico y el aferramiento
a la ganancia de la enfermedad. Cada uno de
ellos supone a un agente, ya sea el yo infatuado del narcisista, que no da cabida a ningún otro, o bien un yo
preso de la rivalidad imaginaria con el otro, y por ultimo
un "yo" (llamémoslo así por falta de otro nombre mas
adecuado) regido por una lógica capitalista que elige
según la ecuación costo-beneficio. A pesar de que ninguna
de estas respuestas convencen a Freud, si lo llevan a
afirmar que lo que esta en juego según sus términos es
un "factor por así decir «moral»" (Freud 1923, 50)
¿Qué se entiende por factor moral? En el corpus freudiano
lo que se comprende como conciencia moral, según
el propio alemán lo atestigua, pertenece a aquello
que se sabe con la máxima certeza {am gewissesten
weissen}, certeza que pone a este factor moral junto a la
angustia:
"Conciencia moral es la percepción interior de que desestimamos determinadas mociones de deseo existentes en nosotros; ahora bien, el acento recae sobre el hecho de que esa desestimación no necesita invocar ninguna otra cosa, pues está cierta {gewiss} de sí misma. Esto se vuelve todavía más nítido en el caso de la conciencia de culpa, la percepción del juicio adverso {Verurteilung} interior sobre aquellos actos mediante los cuales hemos consumado determinadas mociones de deseo" (Freud 1913, 73)
Hablar de conciencia moral implica que hay una toma
de posición frente a los deseos (sería más correcto decir:
de oposición frente a los deseos) que se exterioriza
mediante la formulación de un juicio adverso. Y en la
situación aislada como reacción terapéutica negativa se
agrega un elemento más. No es una mera oposición a
un deseo, aun cuando este fuera el de la curación, sino
que es oposición y certeza articulada a una ganancia de
satisfacción. El sentimiento de culpa halla su satisfacción
en la enfermedad y no quiere renunciar al castigo
del padecer.
Ahora este nuevo elemento, llamado sentimiento inconciente
de culpa, no es una situación aislada sino que se
extiende a todos los casos, siendo incluso el único elemento
que permite dar cuenta de la diversidad en la
gravedad de las neurosis.
Es precisamente a raíz de este sentimiento inconciente
de culpa que Freud terminantemente formula que el análisis "no está destinado a imposibilitar las reacciones patológicas,
sino a procurar al yo del enfermo la libertad de
decidir en un sentido o en otro" (Freud 1923, 51) (nota al
pie)
Forman parte de la urdimbre teórica que da fundamento a su nueva tópica las huellas constituyentes que se producen en el atravesamiento del Complejo de Edipo, como la referencia filogenética en la que no dejó de apoyarse. Traemos esta puntuación solo a los fines de citar las preguntas a las que Freud se ve conducido y que son las que orientan nuestra búsqueda:
"¿Quién adquirió en su época religión y eticidad en el complejo paterno: el yo del primitivo o su ello? Si fue el yo, ¿por qué no hablamos simplemente de una herencia en el yo? Si el ello, ¿cómo armoniza esto con el carácter del ello? ¿O no es lícito hacer remontar a épocas tan tempranas la diferenciación en yo, superyó y ello? ¿No debe uno confesar honradamente que toda la concepción de los procesos yoicos no sirve de nada para entender la filogénesis, y le es inaplicable?" (Freud 1923, 39) (el subrayado es nuestro)
La pregunta por el agente de la elección es queda indicada
por el quien y aplicada a la reacción terapéutica
negativa, llevaría a preguntarse por quien se opone a la
curación, quien necesita el castigo. Preguntas que conducen
a la conclusión que el yo no puede ser el agente
de las elecciones cruciales de los individuos. El yo aparece
potente y endeble a la vez. Pobre cosa sometida a
tres servidumbres, quiere mediar entre el mundo y el
ello, hacer que el ello obedezca al mundo, y hacer lugar
a los deseos del ello. Siendo patrocinador del ello, también
es su esclavo, que se ampara en sus racionalizaciones
para encubrir los mandatos del ello. O bien simulando
obediencia a la realidad, contrabandea satisfacciones
pulsionales. Freud lo califica duramente de adulador,
oportunista y mentiroso, como un estadista que quiere
seguir con el favor de la opinión pública.2
Entonces el yo vasallo de tres amos, nombres freudianos
de los agentes de la elección.
3- La pesquisa del agente lacaniano
3.1. La causalidad psiquica y el ser del hombre
El tema de la libertad, que es la condición de posibilidad
de una elección, es el marco de un debate de Jacques
Lacan con Henry Ey quien afirma que "Las enfermedades
son insultos y trabas a la libertad, no están causadas
por la actividad libre, es decir, puramente psicogenéticas",
mientras que la posición de Lacan es que la
locura "Lejos de ser "un insulto" para la libertad, es su
más fiel compañera; sigue como una sombra su movimiento"
(Lacan 1943, 166).
En el planteo, sobre una cuestión análoga a nuestro
punto de partida, nos encontramos con el debate entre
el hombre entendido como un mecanismo y la suposición
de una causalidad subjetiva, mas allá de la imprecisión
de esta noción. Estos debates han acentuado
una posición o la otra, o bien intentan una articulación,
que siempre falla, tal como aquella que concibe la formula
del "el hombrecito que hay en el hombre", velando
para que la máquina responda.
Para salir de esa imprecisión y en la vía de afinar una
noción de causalidad psíquica, orientándose por el fenómeno
de la creencia delirante, la línea argumental se
sostiene en dos ejes. El primero supone que tras el desconocimiento
del loco se oculta una forma de reconocimiento,
y el segundo que una identificación sin mediación
conduce a la infatuación del loco.
En principio es preciso advertir que la estofa de la creencia
delirante es el desconocimiento. Esta demarcación
no implica sólo una indicación negativa, es decir una
falta de saber, sino que este término contiene en si mismo
una antinomia, porque desconocer supone un reconocimiento.
Por más errónea que sea la idea implicada
en la creencia delirante, hay en ella la indicación respecto
de algo que no engaña, y es que respecto de que
lo que es negado, eso ha sido de reconocido de algún
modo. Entonces si bien fenomenologicamente se trata
de algo que falta, hay que leerlo sobre el fondo de algo
inscripto que implica un reconocimiento anterior. Lo que
se deduce del hecho de que si bien el sujeto no reconoce
sus producciones como propias, no deja de reconocerse
en ellas por el hecho de que le incumben personalmente.
Signo de que hay algo que reconoce de él en
esos mismos engendros:
"Son fenómenos que le incumben personalmente: lo desdoblan, le responden, le hacen eco, leen en él, así como éI los identifica, los interroga, los provoca y los descifra. Y cuando llega a no tener medio alguno de expresarlos, su perplejidad nos manifiesta asimismo en éI una hiancia interrogativa: es decir que la locura es vivida íntegra en el registro del sentido". (Lacan 1943, 156).
Pero por otro lado, mas allá que esos fenómenos le conciernen,
ese desconocimiento que los enmarca se revela
en las situaciones en las que "el loco quiere imponer la
ley de su corazón a lo que se le presenta como el desorden
del mundo, empresa "insensata", pero no en el sentido
de que es una falta de adaptación a la vida -fórmula
que oímos corrientemente en nuestros medios, aun cuando
la mínima reflexión sobre nuestra experiencia debe
demostrarnos su deshonrosa inanidad- empresa insensata,
digo, más bien por el hecho de que el sujeto no reconoce
en el desorden del mundo la manifestación misma
de su ser actual" (Lacan 1943, 162).
La segunda vía argumental se apoya en los diversos
modos de la identificación y sus efectos sobre el ser
hablante. Es por identificación que este llega a creerse.
Si un hombre cualquiera que se cree rey está loco, no lo
está menos un rey que se cree rey. La diferencia entre
ser rey y "créesela", es el desenlace de una identificación,
si bien estas pueden ser mediadas o sin mediación.
Y cuando está en juego esta última culmina en una
posición infatuada del sujeto:
"esa identificación, cuyo carácter sin mediación e "infatuado" he deseado ahora mismo hacer sentir, se demuestra como la relación del ser con lo mejor que éste tiene, ya que el ideal representa en él su libertad" (Lacan 1943, 163)
Entonces la causalidad lacaniana en relación al síntoma
cuyo punto de partida es el desconocimiento implica
todo lo contrario de lo que este término induce. Ese
desconocimiento es el índice de lo que el sujeto conoce
de él sin reconocerse allí, aun cuando quiera imponer
su ley al desarreglo en que se le presenta el mundo, ya
que ese mismo desorden es manifestación de su ser, y
aun cuando la salida a su embrollo la encuentre por vía
de la infatuación. Es decir, creérsela.
Al afirmar que "al ser del hombre no solo no se lo puede
comprender sin la locura, sino que ni aun sería el ser del
hombre si no llevara en si la locura como límite de su
libertad" (Lacan 1943, 166), Lacan opera un "desplazamiento
de la causalidad de la locura hacia esa insondable
decisión del ser en la que éste comprende o desconoce
su liberación, hacia esa trampa del destino que lo
engaña respecto de una libertad que no ha conquistado,
no formulo nada mas que la ley de nuestro devenir, tal
cual la expresa la fórmula antigua: "Llega a ser tal como
eres" (Lacan 1943, 168).
Al quedar claro ese desplazamiento de la causalidad,
resta reiterar nuestra cuestión. ¿Quien es el agente de
esa insondable decisión? ¿quien comprende su liberación
o cae en la trampa del destino? Responderíamos
con la palabra de Lacan: el ser del hombre. Sintagma
que nos deja en las sombras.
3.2. La elección de la psicosis
Abordaremos a continuación la "Cuestión preliminar a
todo tratamiento posible de las psicosis". Lo notable es
que este texto en el que se termina de escribir la metáfora
paterna, mecanismo inexorable que define el destino
estructural de un ser viviente, culmina con una referencia
poética que introduce un claro sesgo electivo a la
cuestión de la causalidad de la psicosis. Sigamos su
argumento.
Con no poca ironía Lacan introduce la cuestión acerca
de cómo un padre, que fue un ardoroso militante educativo,
no ha alcanzado a inscribir ese significante privilegiado,
significante de la ley, en su hijo:
"Pues si nos remitimos a la obra de Daníel Gottlob Moritz Schreber, fundador de un instituto de ortopedia en la Universidad de Leipzig, educador, o mejor, para articularlo en inglés, "educacionalista", reformador social "con una vocación de apóstol para llevar a las masas la salud, la dicha y la felicidad" (sic, Ida Macalpine, loc. cit., p. I) por medio de la cultura física, iniciador de esos cachitos de verdor destinados a alimentar en el empleado un idealismo hortelano, que conservan todavía en Alemania el nombre de Schrebergärten, para no hablar de las cuarenta ediciones de la Gimnasia médica casera, cuyos monigotes "pergeñados a tontas y a locas" que la ilustran son como quien dice evocados por Schreber (S. 166-XII)" (Lacan 1958a, 562)
Esa ilimitada vocación de lograr que la gente viva bien y
saludable, ese afán por enderezar a la sociedad ¿Por
qué fracasa con su propio hijo?
La respuesta de Lacan da es que el niño "puede mandar
a paseo" ese significante.
"que no nos asombra que el niño, a la manera del grumete de la pesca célebre de Prévert, mande a paseo (verwerfe) a la ballena de la impostura, después de haber traspasado, según la ocurrencia de este trozo inmortal, su trama de padre a parte". (Lacan 1958a, 562-563)
En el poema titulado "La pesca de la ballena", el hijo se
rehúsa a ir con el padre a pescar ballenas. No es un conflicto vocacional el que se juega sino entre el hambre y la
repuesta impropia que da el niño: por qué habría de ir yo
a pescar un animal que no me ha hecho nada?. Cuando
el padre al volver con la presa de su faena, pide que la
despedacen para comer, la situación vuelve a repetirse.
El hijo nuevamente se rehúsa con el mismo argumento y
cuando suelta el cuchillo con el que debió cumplir su faena,
la ballena lo toma y atraviesa al padre3.
Entonces no es simplemente, mecánicamente, que ese
significante puede inscribirse o no. Además el niño puede "tragarlo"4 o no. Puede mandarlo a paseo. ¿Pero
cómo esto puede ser posible en el marco del determinismo
de la estructura? Notemos que Lacan introduce
dos variantes. Por un lado se modifica el estatuto de ese
significante, llevándolo al estatuto de una impostura, un
semblante. En definitiva el significante del Nombre del
Padre no es un significante especial per se, sino por su
función. Por otro lado la forclusión es operada por el
niño: "no nos asombra" -dice Lacan- "que el niño....
mande a paseo (verwerfe)" Es decir que ya no es un
significante que está en la estructura y que se inscribe o
no a partir de una transmisión, sea materna o paterna,
sino que el niño posee el albedrío de aceptarlo o no,
quedando de su lado su inscripción o la forclusión del
mismo.
¿Quién es en este caso el agente de la elección? El niño.
3.3 La anorexia como elección
Lacan da cuenta también de un momento electivo como
aquello que da lugar al cuadro conocido como anorexia.
Se trata, dice Lacan, de un modo de "negarse a satisfacer
la demanda de la madre" (Lacan 1958b, 608), un
modo de decirle "no" a quien "se ve arrastrado a ocupar
realmente el lugar del Otro" (Lacan 1960, 793).
"el niño no se duerme siempre así en el seno del ser, sobre todo si el Otro, que a su vez tiene sus ideas sobre sus necesidades, se entromete, y en lugar de lo que no tiene, le atiborra con la papilla asfixiante de lo que tiene, es decir confunde sus cuidados con el don de su amor." (Lacan 1958b, 608)
El "no "del niño busca impedir la conjunción de los dos niveles de la demanda en cuyo intervalo que abre el campo del deseo: la demanda como demanda de satisfacción de una necesidad y la demanda como demanda de amor:
"Es el niño al que alimentan con más amor el que rechaza el alimento y juega con su rechazo como un deseo (anorexia mental)." (Lacan 1958b, 608)
Entonces da cuenta de una elección se sostiene el campo
del deseo con el padecimiento subjetivo. De nuevo el
agente queda subsumido a... el niño.
Y continúa
"A fin de cuentas, el niño, al negarse a satisfacer la demanda de la madre, ¿no exige acaso que la madre tenga un deseo fuera de él, porque es éste el camino que le falta hacia el deseo?" (Lacan 1958b, 608)
Párrafo que incluimos a los fines de destacar el énfasis electivo que implica la idea de que la negativa del niño es un modo de exigir.
3.4. El sujeto como supuesto
El agente en psicoanálisis es subsumido muchas veces a
la noción de sujeto. El "sujeto" se hace equivaler en ocasiones
a la persona, y se suele hablar de las "elecciones
del sujeto" en el marco de la orientación lacaniana.
Es sin embargo evidente que si Lacan introduce un sujeto
del inconsciente, éste deberá distinguirse de la persona
o el individuo. Dicho en términos latos, el sujeto del inconciente
no es la persona que "posee" un inconciente.
Entendemos además que no puede referirse al sujeto
gramatical, es decir al sujeto del que se predica algo, el
agente o actor de la oración.
En la enseñanza de Lacan el uso del término es multívoco
y desfallece por momentos en la vía de su empleo
genérico.
Nos parece entonces capital tomar como base la aserción
que realiza Lacan en la "Proposición...", destacando
el aspecto de "supuesto" del sujeto del inconciente:
"Un sujeto no supone nada, es supuesto. Supuesto, enseñamos nosotros, por el significante que lo representa para otro significante." (Lacan 1967, 12)
Esta definición despeja toda confusión del sujeto con el
agente, señalando la impropiedad conceptual de tal
ambigüedad.
El sujeto en esta vertiente es el sujeto que es supuesto
al saber inconciente, el sujeto "supuesto a la asociación
libre" (Soler 2007, 68). Es la hipótesis que se hace en un
análisis respecto del saber inconciente: tal saber habla
del sujeto.
Si el sujeto no supone, es impensable pretender que
decida. En esta vertiente decir que el sujeto decide es
conceptualmente errado, y hasta carece de sentido, ya
que el sujeto, en términos estrictos, es un supuesto.
Supuesto a producirse en análisis respecto del saber
inconciente. El sujeto como significación de tal saber.
En tal sentido Soler afirma que "El sujeto es el supuesto
a lo que se articula especialmente en la asociación libre" (Soler 2007, 68), concluyendo que "Lacan utiliza esta
palabra "sujeto" para designar lo que se trata en un psicoanálisis".
(Soler 2007, 73).
Entonces el sujeto es el subject [asunto] de un psicoanálisis.
Si alguna aserción podemos hacer ya respecto
del agente de las elecciones en psicoanálisis es que no
se trata de ningún modo del sujeto.
Respecto del síntoma, la hipótesis del sujeto es lo que
hace de este un síntoma analizable, un síntoma analítico.
En cuanto a la cura es el supuesto que viene recubrir
el hecho de "que haya inconciente quiere decir que
hay saber sin sujeto (Lacan 1968, 48-49)
3.5. El parlêtre
El parlêtre es en primer lugar un neologismo introducido
por Lacan, condensación de las palabras francesas parle
[hablar] y être [ser] que traducimos aquí como "ser hablante".
Tiene en ocasiones en la enseñanza de Lacan un
uso genérico que, al igual que el término "sujeto", se subsume
a la idea del individuo, persona, etc.
Y es este el término que hemos puesto en el lugar del
agente en nuestro trabajo de investigación. Viene al lugar
de la ambigüedad que se produce en psicoanálisis
cuando se intenta definir al agente de las elecciones.
Entendemos en primer lugar que no debe pensarse al
parlêtre meramente como la noción que viene reemplazar
al sujeto en el último periodo de la enseñanza de
Lacan, sino como un término que puede ser pensado en
forma independiente al de sujeto.
A diferencia del sujeto del inconciente, no nos topamos
en la enseñanza de Lacan con definiciones como las
expuestas, que desmientan su lugar de agente de una
elección.
Lo primero que podemos decir respecto de la noción de parlêtre es que es inseparable del cuerpo. Es una noción
que acerca el agente a lo que tiene de animal: un
cuerpo: "ese parlêtre, es decir ese ser que es él mismo
una especie de animal" (Lacan, 1975), cuerpo significantizado, por lo que "el inconsciente (..) condiciona lo
Real de este ser (être) que yo designo como el parlêtre" (Lacan, 1975).
Puede ser definido sucintamente en términos de Lacan
como el viviente afectado por la lalengua. Lo que le da
un carácter de finitud que contrasta con cierta vertiente
inmortal del sujeto del significante (del que se podría
afirmar que preexiste y sobrevive al parlêtre)
Como afirma Soler "No es al sujeto al que el significante
afecta. Al sujeto el significante únicamente lo representa,
pero es al cuerpo al que afecta" (Soler 2002, 238). El
producto de esta afectación del cuerpo por el significante
recibe por Lacan la denominación de parlêtre. Y tenemos
en esta diferente relación con el significante una
vía inicial para trazar la distinción respecto del sujeto
lacaniano.
Es, por otra parte, una noción que no alcanza ni por
asomo el desarrollo conceptual que ha tenido el sujeto
en la enseñanza de Lacan. Tanto es así que Soler lo
define en un trabajo simplemente como la forma en que
Lacan rebautizo al ser humano5. Y de hecho Lacan hace
equivaler en ocasiones ambos términos.6
Será una cuestión a dilucidar si la ausencia de un desarrollo
conceptual de la noción (directamente relacionada
con la finitud del parlêtre Lacan) es solidaria de la ambigüedad
respecto del agente de las elecciones un psicoanálisis.
4- Conclusiones y vias de trabajo
El recorrido evidencia por una parte las dificultades de
Freud para sostener al yo como agente. Y respecto de
los textos relevados en Lacan, una fuerte ambigüedad
para situar el agente, que recae muchas veces en términos
genéricos El sujeto, que es el agente más "previsible" en un primer acercamiento a los trabajos de Lacan,
es radicalmente desmentido cuando lo define en términos
estrictos. Queda el parlêtre como noción asequible
para definir al agente, pero por el momento meramente
como un modo de saldar la cuestión.
Nos proponemos en consecuencia proseguir con nuestro
trabajo de investigación por las siguientes vías:
• Operar una articulación y distinción conceptual entre nociones tales como "sujeto barrado", "sujeto del goce",
Otro, yo, conciencia, parlêtre en función de su ligazón
con el factor electivo.
• Hacer un rastreo entre los autores que constituyen referentes dentro de la orientación lacaniana para pesquisar
como han saldado la cuestión de definir un
agente para los momentos electivos.
Notas
1 En tal sentido, en el seminario 11 Lacan habla de un sujeto acéfalo de la pulsión
3 En uno de los versos del poema se encuentra el juego de palabras que interesó a Lacan, el que se pierde en la traducción al español: "Mais la baleine s´en empare, et ce précipitant sur le père, Elle le transperce de père en part" traducido como "Pero la ballena coge el arma, se abalanza sobre el padre y lo atraviesa de lado a lado" Extraído de Referencias en la obra de Lacan. Nº 5 Fundación del Campo Freudiano en Argentina.
4 Evocamos la dimensión canibalística de la identificación primaria freudiana: que el niño quiere ser el padre, implica tragárselo.
5 Soler, C. (1983) El psicoanálisis y el cuerpo en la enseñanza de J. Lacan. En L´en-corps del sujeto. Barcelona: Publicaciones Digitales, 2002.
6 Así en 1976 respecto de la función del sinthome sostiene que este "el único reducto donde se sostiene lo que se llama la relación sexual en el parlêtre, el ser humano" (Lacan 1976, 99)
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Fecha de recepción: 14 de marzo de 2009
Fecha de aceptación: 9 de junio de 2009