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Anuario de investigaciones
versão On-line ISSN 1851-1686
Anu. investig. v.16 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jan./dez. 2009
PSICOANÁLISIS
Algunas elaboraciones psicoanalíticas en torno del uso del concepto de locura como distinto del concepto de psicosis
Some psychoanalytic elaborations about the use of the madness concept like different from the psychosis concept
Muñoz, Pablo D.1
1 Muñoz, Pablo D.: Lic. en Psicología (UBA); Magíster de la Universidad de Buenos Aires en Psicoanálisis; Doctorando en el Doctorado en Psicología (UBA); JTP regular del área Psicología Clínica y Psicopatología. Director del proyecto UBACyT P601 (2008-2010): "Variaciones del concepto de locura en la obra de J. Lacan. Su incidencia en el diagnóstico diferencial neurosis-psicosis". E-mail: pmunoz@psi.uba.ar
Resumen
La distinción conceptual locura-psicosis no ha sido objeto
de elaboración sistemática en el campo del psicoanálisis.
Hasta Jacques Lacan, quien la ha examinado con
diversos recursos conceptuales, los psicoanalistas los
han tomado habitualmente como equivalentes. Sin embargo,
algunos pocos autores han avanzado en ese
sentido.
En este artículo se propone el análisis de algunos de
ellos con un objetivo doble: primero, reconocer esos antecedentes
psicoanalíticos para constatar su coincidencia
o no con las elaboraciones de Lacan y, en consecuencia,
poder ponderar con mayor justeza la novedad
conceptual introducida por él; y, segundo, y fundamentalmente,
dar respuesta al problema clínico introducido muy
tempranamente por Freud, cuando afirma que hay psicosis
de defensa que pueden interrumpir episódicamente la
trayectoria de una neurosis. Problema al que los teóricos
del psicoanálisis han respondido con conceptos como el
de caso borderline o estados límites que desde la perspectiva
de la teoría lacaniana no resultan suficientes.
Palabras clave: Locura; Psicosis; Borderline; Estados límites
Abstract
The conceptual distinction madness-psychosis has not
been object of systematic elaboration in psychoanalysis
field. Until Jacques Lacan, who has examined it with diverse
conceptual resources, the psychoanalysts have
been taken them as synonyms. However, some few authors
have advanced in the way of a distinction.
This article aims analyze some of them with a double
goal: first one, to identify and refine this psychoanalytic
background to verify coincidence or not with the Lacan
working and, consequently, be able to appreciate with
greater precision the conceptual originality introduced by
him; and, secondly, and essentially, answer the clinical
problem introduced by the "early" Freud, when affirms
that can be found defense psychoses whose can episodically
interrupt a neurosis trajectory. Problem that try
to be solved by some psychoanalysis theoreticians with
concepts as "case borderline" or states limits, that from
the lacanian theory point of view they are not enough.
Key words: Madness; Psychosis; Borderline; States limits
Introducción
La distinción conceptual locura-psicosis no ha sido objeto
de elaboración sistemática en el campo del psicoanálisis.
De modo general, y hasta la llegada de Jacques
Lacan, los psicoanalistas no han distinguido con claridad
dichos términos, lo cual implica no reconocer allí
una diferencia conceptual ni clínica. En efecto, es a partir
de su obra que se produce su distinción, designando
conceptos diferentes que, incluso, pueden superponerse.
Vale decir que la originalidad de su abordaje permite
afirmar que puede haber locura (folie) en la psicosis
(psychoses), tanto como puede no haberla, pues, en
efecto, ambos términos corresponden en su enseñanza
a planos conceptuales diversos.1
Sin embargo, el estudio del estado del arte indica que
existen algunas elaboraciones psicoanalíticas sobre el
concepto de locura que merecen ser reconocidas. Tanto
autores de otras escuelas de psicoanálisis como aquellos
que siguen las enseñanzas de Lacan han avanzado
en ese sentido. Respecto de estos últimos, algunos retoman
sin modificaciones los postulados del maestro
francés pero otros adoptan posiciones que, en nuestra
opinión, se alejan de los mismos. En este artículo incursionaremos
en el estudio de algunos autores de habla
francesa, inglesa e hispana que hemos seleccionado
para dar un panorama de esa variedad. Ellos son: M.
Khan, J. D. Nasio, J.C. Maleval y E. Fernández.
Nuestra investigación se propone el análisis de esas
referencias con un objetivo doble: primero, reconocer
esos antecedentes psicoanalíticos para constatar su
coincidencia o no con las elaboraciones de Lacan y, en
consecuencia, poder ponderar con mayor justeza la
novedad conceptual introducida por él; y, segundo, y
fundamentalmente, dar respuesta al agudo problema
clínico introducido muy tempranamente por Freud,
cuando observa que "no es raro que una psicosis de
defensa interrumpa episódicamente la trayectoria de
una neurosis histérica o mixta" (Freud 1894, 61). Si siguiendo
las enseñanzas de Lacan concebimos que las
por él llamadas "estructuras freudianas" no intersectan,
no podemos responder al problema señalado por Freud
con la idea del desencadenamiento de una psicosis en
el curso de una neurosis, o situando núcleos, o fragmentos,
o partes de una psicosis en una neurosis o viceversa,
como han hecho otras escuelas de psicoanálisis.
Tampoco podemos retomar el concepto de caso borderline al que Lacan no le ahorra críticas. Sin embargo,
el problema está planteado y nos parece que el
concepto de "locura" puede ser muy útil a ese fin.
1- Mohammed Masud Raza Khan
En su trabajo Locura y soledad (1982) el psicoanalista
inglés, discípulo de D. Winnicott y miembro de la Sociedad
Psicoanalítica Británica, ensaya una notable conceptualización
de la locura que merece atención, no
tanto por su distinción de la psicosis (en este aspecto,
en nuestra opinión, el texto se queda a medio camino)
como por las referencias teóricas en las que abreva y el
intento de delimitar su abordaje clínico peculiar.
Su concepción de la locura parte de un análisis de la
civilización, especialmente del modernismo en las culturas
europeas, entendido como un proceso histórico
cuya identidad tardó más de tres siglos en cristalizarse,
hacia fines del s. XIX. Lo cual lo lleva a concluir que
correlativo de ese proceso es el cambio radical que se
produce en la epistemología de la experiencia del self
del hombre europeo, que define del siguiente modo: "Desde los comienzos de las culturas humanas (...) el
hombre siempre ha experimentado, conocido y sentido
su propio ser a través del otro. Este otro fue siempre no
humano: un fetiche; un ídolo; presencias suprahumanas
antropomórficas o Dios (...). En algún momento del siglo
dieciséis, todo esto comenzó a cambiar. La característica
más revolucionaria del modernismo es la decisión
del hombre europeo de ser su propio y único testigo y
de excluir cada vez más a Dios de su relación privada
consigo mismo y de su relación personal con otros" (Khan 1982, 10). Esta tesis resulta cercana a aquella
aseveración de J. Lacan respecto del declive social de
la función paterna asociado al apogeo del discurso de la
Ciencia que puede entenderse como declinación de los
ideales del Otro. Su formulación posterior, según la cual "No hay Otro del Otro" (lo que no es idéntico de lo que
se afirma en términos de "No hay Otro"), establece que
no hay metalenguaje y, por tanto, ausencia de garantía
de la verdad y de la identidad. Podríamos decir que se
trata del sujeto avasallado por la irrupción de lo real sin
el ordenamiento que proveían en otra época las identificaciones estables, al Otro, al Padre, a la ley. Podemos
interpretar de ese modo la soledad que acompaña a la locura para Masud Khan.
Ahora bien, Khan asienta esta concepción en lo que
denomina un "triángulo epistemológico" (ibídem, 18)
constituido por tres vértices: Michel de Montaigne, René Descartes y Jean-Jacques Rousseau. El primero afirma
su derecho de ser propio y único testigo tanto en la intimidad
consigo mismo como en su relación con otros,
con lo cual desplaza el énfasis puesto en el saber hacia
la toma de conciencia, haciendo una intensa descripción
de su experiencia del self en la vida. El segundo,
quien con su método garantiza un yo cognoscente y
dominante, hallando su identidad a partir de su pensamiento.
Y el tercero, que "utiliza las Confesiones como
instrumento para convertirse en él mismo, su verdadero self" (ibídem, 19). En conclusión, un trípode constituido
por tres máximas: el "Que sais-je?" (¿Qué sé?) de Montaigne, el "Je pense, donc je suis!" (Pienso, luego existo!)
de Descartes y el "Moi seul. Je sens mon coeur et je
connais les hommes" (Sólo yo. Siento mi corazón y conozco
a los hombres) de Rousseau.
Esta conjunción conforma, en la concepción del autor,
un tiempo fértil para la proliferación de configuraciones
clínicas que no se ordenan en las clasificaciones habituales.
A ello se refiere con el uso del término "locura".
A decir verdad, si bien postula de modo interesante el
contexto epocal en el que surge, le resulta dificultoso
definirla conceptualmente y distinguirla clínicamente de
la psicosis. En efecto, Khan afirma: "¿cómo evaluamos
la locura y cómo logramos clínicamente que una persona
sea capaz de contenerla, de vivir a partir de ella y
con ella? Y al decir locura, no me refiero a las psicosis o
a los estados psicóticos [...] Me encuentro aquí con una
dificultad conceptual. A pesar de que se ha escrito mucho
acerca de la locura en las últimas dos décadas, no
resulta sencillo encontrar una definición de la locura que
señale claramente su diferencia con otros estados psíquicos
y psiquiátricos, como las neurosis, las perversiones
y las psicosis" (ibídem, 86). Y aclara luego: "uso
deliberadamente la palabra 'loco', diferenciándola del
concepto de 'psicótico'" (ibídem, 188). Como se observa,
Khan reconoce la distinción entre locura y psicosis e
intenta otorgarle a la primera el estatuto de categoría
clínica y nosológica en el psicoanálisis. Pero su dificultad
en definirla no termina de ser superada. Lo intenta
en pocos pasajes:
• "La necesidad del loco consiste no tanto en saber sino
en ser y hablar" (ibídem, 86);
• "lo que constituye la esencia de la experiencia del self de la persona loca es precisamente la necesidad de'hablar de sí misma' tal como intenté mostrarlo en el'caso clínico' de Judy" (al que enseguida nos referiremos)
(ibídem, 88);
• lo acerca al pensamiento salvaje de Lévi-Strauss en tanto estados indomados, por oposición al pensamiento
cultivado o domesticado con el fin de renunciar
a un entorno;
• pero la locura también aparece luego referida a la soledad: "cada adulto está loco de una manera muy íntima
y también solo" (ibídem, 188); precisando "cómo experimentamos
y actualizamos esta locura y esta soledad
en la vida adulta. Lo hacemos de tres maneras: por
medio del arte y la literatura; compartiendo una reciprocidad
no excitada con otro, y a través de estados místicos,
al igual que los sufis persas o los sacerdotes Zen" (ibídem).
Se evidencia que esta conceptualización no es muy
elaborada, que resulta un tanto ambigua y que no parece
deducirse de un trabajo sistematizado.
En el capítulo cuarto de Locura y soleda d ("Nadie puede
hablar de su locura"), Khan desarrolla extensamente el
caso Judy, una joven de 15 años, en la que reconoce
que "estaba loca, detrás de todas las actitudes de histeria con las que había aprendido a manipular a su entorno" (ibídem, 61) y concluye que detrás de su locura había
un dolor psíquico inasible, vale decir que ella no
podía experimentarlo como tal ni hablar de él, razón por
la cual infligía lesiones a su cuerpo, como ensayo para
manejarlo y localizarlo físicamente, a la vez que un recurso
para no sumergirse en estados de despersonalización
total. Independientemente de los detalles y toda
la singularidad del caso -desarrollo para el que no hay
aquí espacio suficiente-, tampoco alcanza a dar el tipo
clínico de lo que sería claramente un caso de locura
para el autor.
De todos modos, intenta dar algunas precisiones sobre
el abordaje terapéutico: "Cómo haremos para ofrecer a
los locos en potencia 'estructuras de sostén' para que
no adopten los lenguajes propios de las psicosis o de
las adicciones a las drogas: he ahí quizá la psicoterapéutica
más urgente que afrontamos en la actualidad" (ibídem, 88). El lenguaje de las psicosis al que se refiere
se resume en la presencia de dos fenómenos: alucinar
y delirar. Luego agrega: "Lo primero era hacer que la
muchacha reconociera y se diera cuenta de que su 'locura' su 'chifladura'" (ibídem, 129) eran estados de ánimo
que protegían algo de sí misma de lo cual ella misma
había perdido noción, algo imposible de recordar.
Pues lo central para él es que: "lo que pasa al olvido no
se pierde, aparecerá luego en estados locos íntimos" (ibídem, 187). El autor entiende de este modo el concepto
de Freud de represión primaria. Dejamos sentada
nuestra reserva al respecto para pensarlo en función de
otros mecanismos de rechazo que no son la represión,
que en la obra de Freud tienen su lugar junto a él, y que
serán retomados luego por otros autores que citaremos
más adelante, como el uso del término Verwerfung.
Khan aclara entonces que la dificultad para el analista
surge cuando el analizante lleva a la sesión "su estado loco y su necesidad de estar solo" y que "a menudo se
confunde a esta última con resistencia, y el analizando
oculta su verdadera necesidad, encubriéndola con culpa
y una aceptación complacientes" (ibídem, 188). "Pero
eso -prosigue- no es lo peor que hacemos como analistas.
También intentamos darle un sentido al no sentido
de la locura hablada del paciente en los términos de
nuestro vocabulario conceptual... Equivocados (...) intentamos
darle un sentido a este no sentido reconstruyendo
los hechos de la infancia (Winnicott) o sus fantasías
(Klein). Nada de esto ayuda; el potencial creativo
de la locura vuelve a caer en el olvido y el analizando ya
no está ni loco ni solo, ¡sino simplemente abandonado a
su soledad y perdido!" (ibídem). En resumen, los estados
de locura que presentan los sujetos no deben ser
considerados resistencias transferenciales al tratamiento,
tampoco debe intentarse proveerle de un sentido
que sólo sería engañoso; la dirección de la cura, para
Khan, consiste en hacerle reconocer su locura, su relación
con un imposible de recordar y ofrecerle estructuras de sostén para evitar el desarrollo franco de una
psicosis o adicción.
Así concebida, la locura es fundamentalmente un estado
de soledad e intimidad, una necesidad de estar solo,
entendidos como prescindencia del lazo al Otro, que
aísla al sujeto sumergiéndolo en estados de gran desorganización,
pero no por decisión o gusto sino por la imposibilidad
de hablar de un dolor inasible, imposible de
poner en palabras. Tal como lo muestra Judy: su enfermedad
fue causada porque "su ambiente no le pudo brindar el lenguaje para que pudiera hablar de sí misma.
Más tarde, a través de la ubicación en un nuevo medio
que no planteaba exigencias en contra de sus necesidades,
y gracias a sus esfuerzos personales, le fue posible
ver qué era lo que la hacía diferente de los demás. Y así pudo plantearse, socialmente y a través del aprendizaje,
la posibilidad de cultivar su propia manera de ser y
de vivir con otros y entre otros, con un objetivo, pero
también en forma privada y creativa" (ibídem, 89).
2- Jean-Claude Maleval
En el campo del psicoanálisis lacaniano, la elaboración
que el autor ha llevado a cabo en el campo de las locuras
es extensa y variable. En tres publicaciones (Maleval
1981, 1998 y 2002) desarrolla cuestiones diversas y
postula tesis no coincidentes.
En su trabajo sobre las locuras histéricas ubica el factor
desencadenante específico en el encuentro con un objeto
sexual y define sus mecanismos en términos de
falla represiva y proyección. Así, afirma: "El delirio onírico
tiene a veces la estructura de una pesadilla, se sabe
que esta resulta del relajamiento de la censura, cuando
ella se vuelve demasiado insuficiente" (Maleval 1981).
En consecuencia, el delirio histérico es considerado por
el autor en términos de castración imaginaria, donde el
significado delirante puede desnudarse ligado a significados latentes y donde se revela la preeminencia de
mecanismos propios del sueño. Sumado a ello, la ausencia
de neologismos y estribillos, la riqueza metafórica
y la omnipotencia de la significación fálica, indican
que no se trata de la consecuencia de la forclusión del
significante del Nombre-del-Padre.
Estas tesis, que hemos sintetizado extremadamente,
son revisadas por el autor años después, al distinguir el
delirio psicótico del delirio en las neurosis al que denomina delirium. Basándose en Freud, Breuer y Janet,
Maleval liga estructuralmente el delirium a la pesadilla,
de modo que ciertas ilusiones oníricas son para él resultado
del retorno de significantes reprimidos sin la suficiente elaboración de enmascaramiento por el trabajo
de la censura. Lo define como una vacilación de la estructura
del fantasma, en sus formas crónicas en una
construcción onírica invasora, una pesadilla en la vigilia
(Maleval 1998). Vale decir que se trata de una formación
que se revela en continuidad con los fantasmas y preocupaciones
precedentes del sujeto, que no se define
como una tentativa de curación o de restitución. Además,
en cuanto al goce se ordena por las coordenadas
del goce fálico y no se estructura por neologismos pétreos,
razones suficientes por las cuales el autor no lo
concibe como consecuencia de la forclusión del significante del Nombre-del-Padre. Y concluye entonces: "Es
legítimo encontrar la estructura de la pesadilla en el
delirium y en ciertas ilusiones oníricas: se trata del surgimiento
de significantes reprimidos, escasamente enmascarados
por el trabajo de la censura. Está centrado
en una evocación imaginaria del deseo del Otro que se
hace presente en el agujero de lo simbólico" (Maleval
2002, 81).
El delirium es entonces para el autor una vacilación fantasmática
producto del retorno de lo reprimido: "al contrario
del delirio, no es una elaboración significante emprendida
para remediar el abismo columbrado de la
causa" (ibídem). Por eso lo analoga a la pesadilla: "en el
sentido de que el goce ha franqueado una barrera: la
del fantasma que falta".
Y llega, por fin, a darle forma definitiva a su elaboración
proponiendo la tesis de una forclusión restringida: "el
mecanismo de rechazo aislado en el Hombre de los
Lobos quedó suficientemente diferenciado del que se
encuentra en la lectura de Schreber. Para el sujeto no
sólo en las psicosis sino en todos los casos, existe un
sin-nombre, un indecible" (Maleval 2002, 81-90). Forclusión
parcial que se comporta de modo diverso a la del
significante del Nombre-del-Padre. Sus efectos se distinguen
sutilmente: el significante forcluído crea el espacio
propicio para la aparición de alucinaciones y delirios
que se caracterizan por ser fenómenos engañosos,
dado que, generalmente, están correlacionados con
perturbaciones de lo especular, como despersonalización,
desrealización y fragmentación del yo, que encauzan
una rica imaginería delirante de posesión y misticismo,
mientras que en la forclusión del significante
primordial se trata del retorno desde lo real y no puede
ser sustituido. En las locuras la intervención de la palabra
del Otro en transferencia permite reconstituir el tejido
desgarrado.
En conclusión, siguiendo estas tesis de Maleval, las
histerias graves, que él llama locuras histéricas y que
nosotros podemos denominar "fenómenos de enloquecimiento
en histerias" o "emergencia de locuras en una
histeria", son producto de una forclusión parcial sobre
un significante que no acarrea la perturbación del conjunto
del lenguaje para un sujeto, lo cual da cuenta del
fundamento edípico que anuda la estructura. De este
modo, el autor construye una teoría que pretende dar
cuenta del problema clínico tan tempranamente destacado
por Freud, el de la interrupción del curso de una
neurosis por una psicosis.
3- Juan David Nasio
Otro autor del campo del lacanismo que postula la tesis
de una forclusión parcial es J.D. Nasio. En su trabajo Los ojos de Laura (1988), sostiene una relectura del
concepto lacaniano de Verwerfung (forclusión) haciendo
de él un mecanismo local determinante de "hechos
locales", psicóticos o no. Si bien emprende una interesante
discusión con aquellos que han leído las proposiciones
de Lacan en el sentido de hacer de la forclusión
el mecanismo específico de las psicosis, discusión a
nuestro entender zanjada ya hace muchos años,2 propone
la tesis de que esa forclusión podría ser parcial. Y
dando un paso más, para explicar los casos de aparición
de fenómenos psicóticos en estructuras neuróticas,
por ejemplo: alucinaciones y delirios, llega a formular la
idea que esa forclusión parcial no recae sobre el significante del Nombre-del-Padre.
Por nuestra parte, dejamos sentada nuestra reserva -la
que vale también para la propuesta de Maleval- pues si
bien es correcto afirmar que la forclusión no es exclusivamente
aplicable al significante del Nombre-de-Padre,
vale decir que hay otros significantes forcluídos de lo
simbólico, lo que es insostenible a partir de las elaboraciones
de Lacan sobre la Verwerfung es que ese mecanismo
pueda ser parcial. Como afirma Lacan: "En el origen
hay pues Bejahung, a saber, afirmación de lo que es,
o Verwerfung" (Lacan 1655-56, 120); disyunción fuerte
cuando se aplica a un significante, que debe entenderse
lógicamente en el sentido que un significante o es afirmado
o es rechazado. No hay por tanto en Lacan nada indicativo
de la posibilidad de una forclusión de un significante
que pueda ser parcial o que lo sean sus efectos.
Nasio fundamenta esa parcialidad considerando que en
un sujeto pueden coexistir diversas realidades, algunas
producidas por represión y otras por forclusión y que, en
ese sentido, debe dejarse de "situar el influjo de la forclusión
en un plano global que provocaría efectos no
menos globales" (Nasio 1988, 91). La forclusión parcial
sería así un accidente, una detención del movimiento,
algo no acontecido que debería haber llegado al lugar
del sucesor y no ha llegado. Y concluye luego: "por heterogénea
que sea, la realidad producida por forclusión
sigue siendo compatible con el resto de las otras realidades
[...] Así, calificando de local la forclusión procuramos
preservar este hecho: el mecanismo de la perturbación
se sitúa exclusivamente en el plano local de una
realidad muy determinada. Y esa realidad, constituída
por forclusión, se sucede o coexiste entonces con realidades
que no han sido así producidas..." (ibídem, 95).
Los fenómenos de enloquecimiento, que el autor gusta
denominar "episodios psicóticos" (puesto que son perturbaciones desencadenadas por un lapso limitado), se
harían presentes cuando contingentemente algo llama
a responder con el significante que falta, no tratándose
del significante del Nombre-del-Padre en cuanto tal,
sino que: "no habiendo pasado un significante cualquiera
a ocupar en el momento preciso el rango del sucesor,
la realidad local se organiza siguiendo una muy diversa
lógica" (ibídem, 100). Son entonces "episodios forclusivos" (ibídem). Entendiendo por forclusión no el rechazo
de un significante sino el rechazo del movimiento centrífugo
que pone de continuo un significante con otro. Vale
decir: si el significante representa al sujeto para otro
significante -definición lacaniana que se encuentra en
su Seminario 3- el término sobre el que recae la forclusión
no es el elemento significante uno u otro sino el"para" que los articula. Se trata entonces de un menoscabo
del lazo entre los elementos.
Por fin, cabe destacar que Nasio, además de explicar
de este modo la producción de delirios y alucinaciones
en neurosis, ubica otros fenómenos, como el estallido
de lesiones psicosomáticas en la piel y el pasaje al acto,
lo cual apunta a amplia el campo fenoménico de las locuras.
4- Élida Fernández
En su libro Algo es posible (2005) la autora argentina
señala la importancia de diferenciar las locuras producidas
en cualquier neurótico, de la estructura psicótica.
Vale decir que, así formulado, considera las locuras como
enloquecimientos en un sujeto de estructura neurótica
que puede confundirse en apariencia con una psicosis.
Comenta entonces: "cualquiera que haya transitado los
hospicios se encuentra con internados no psicóticos sino
'locos', que han sufrido ya los efectos de la manicomialización
y las marcas indelebles del asilo" (Fernández
2005, 28). Sin embargo, reconoce que "en mucho se parecen,
se intersectan; se nos hace necesario diferenciarlas
(...) en su primera presentación psicóticos y locos se
confunden, se fusionan, no podemos discriminarlos" (ibídem,
37). Respecto de esas semejanzas, enumera una
serie de fenómenos comunes: delirios, alucinaciones,
angustia desbordante y discurso errático y desanudado.
En cuanto a sus diferencias, señala que "el psicótico es
hablado y esas voces que le hablan le conciernen (...) el
psicótico es objeto de ese Otro (...) El hablar del psicótico
se disgrega en la cascada significante, no hay metáfora,
el sentido se coagula en el neologismo..." (ibídem). Mientras
que reconoce como propio de la locura el tema de la
posesión en los delirios: "hay otra locura: la de ser poseído
por los demonios. Este fenómeno (...) insiste en los
delirios de la locura. El sujeto poseído es obligado desde
adentro pero conserva su subjetividad, no es el objeto del
Otro, sino el yo que aloja a otro, bajo los ropajes del Otro"
(ibídem, 37-38). Su argumentación recorre trabajos que
van de la brujería (tratados de los años 1400), la historia
de la Villa de Salem (1692) hasta experiencias clínicas en un hospital bonaerense en 1992; y su conclusión es que
hay una diferencia sustancial con un delirio psicótico: "en
la psicosis, el delirio encarna lo más cruel del superyó
que siempre ordena el goce-muerte del psicótico. En la
locura, en cambio, los delirios parecen cuidar a su portador
o tranquilizar su conciencia moral". Y agrega: "En la
posesión demoníaca el delirio hace lugar a la aparición
del Ideal sin que el sujeto tenga que hacerse cargo de
esto. Hacer decir en el yo sin que el yo se haga responsable"
(ibídem, 40).
Más adelante conjetura sobre la distinción con la histeria.
Tomando el ejemplo de las brujas de Salem, afirma
que es posible que muchas fueran tan sólo histéricas
encantadas en la posibilidad de imitar y protagonizar la
escena pero sostiene que tuvo que haber una o dos que
encabezaran la serie, las que sí tuvieron visiones, escucharon
voces, "las que se lo creyeron" (ibídem, 42).
En cuanto al mecanismo, la autora sostiene que no alcanza
con la represión y retoma la máxima lacaniana: lo
forcluído de lo simbólico aparece en lo real pero precisa
que no se trata del significante del Nombre-del-Padre
(lo cual Lacan ha restringido como condición de la estructura
en las psicosis), pues: "sus discursos conservan
la lógica formal, sus cadenas asociativas son con
sentido transmisible, hay metáforas, hay significante de
la falta en el Otro y a ello apelan constantemente" (ibídem,
43). Así, la locura, en su opinión, puede aparecer
en las estructuras neuróticas a condición de que un significante
(no el significante primordial) esté forcluído:"La característica quizá sea 'la de ser poseído' en un
momento de su destino particular por la necesidad de
responder con ese significante que falta y en torno al
cual se teje el delirio a manera de sustituto posible" (ibídem,
44). Tesis que no deja de presentar dificultades:"¿Cómo se podría articular esta identificación al Ideal,
este 'creérselas', con la Verwerfung de un significante,
que no es el del Nombre del Padre? ¿Qué es lo que -no
inscripto- se teje en el 'delirio amistoso'? (ibídem). Su
hipótesis es que el delirio restituye la disyunción ser e
Ideal no inscripta: "desandar el delirio por vía de la construcción
verosímil de lo forcluído implica generalmente
retomar un fragmento de la historia del sujeto que no ha
podido ser articulada" (ibídem, 45). Y a partir de ello
sistematiza la oposición locura-psicosis: "El delirio en la
locura es un capítulo que le falta a la historia; en la psicosis,
en cambio, es la única historia de la que puede
valerse el sujeto, es la historia con la que cuenta y se
presenta. El loco tiene historia pero le falta ese tramo
que aparece delirando y/o alucinando" (ibídem).
Ahora bien, si en primer término la autora sitúa la locura
como enloquecimientos en estructuras neuróticas, al
avanzar su desarrollo teórico, la vincula con el desencadenamiento,
concluyendo en una generalización: "Situamos
la locura como un fenómeno de desencadenamiento
que puede afectar cualquier estructura" (ibídem,
52). Arriba allí aferrándose al trabajo que hace Lacan en El Seminario 21, donde afirma que el desanudamiento
del nudo borromeo vuelve loco. Si bien es cierto que ello
está explícitamente afirmado por Lacan, no debe tomarse
como una referencia aislada sino revisarla en función
del conjunto de menciones a la locura en el período de
su enseñanza en el que trabaja con elementos de la
teoría de nudos, pues hay afirmaciones que pueden
parecer opuestas e incluso se introducen matices que,
de este modo parcial, resultan desconocidos y, en consecuencia,
se extraen conclusiones apresuradas3. Esta
generalización que hace de la locura simple desencadenamiento,
además de peyorizar el concepto y sustraerle
su valor clínico, contradice explícitas referencias de Lacan;
por ejemplo: cuando propone la locura como identificación
apasionada al ideal desconociendo el lugar
tercero del Otro que dial&eacut e;cticamente hace del sujeto un
sujeto dividido.4
Ahora bien, si por un lado la autora reconoce que las
causas que operan para producir ese desencadenamiento
son distintas en cada estructura, por otro, no
deja de afirmar que el desencadenamiento -la locurapsicótico
o neurótico aparece ante los ojos del especialista
de manera muy similar: "Ambos, locos y psicóticos
deliran y alucinan. En ambos el Sujeto está quebrado,
rechazado del significante, imposibilitado de alojarse o
servirse de él. Sabemos que la locura transcurre dentro
de los fenómenos de sentido y la psicosis dentro de los
fenómenos de lenguaje y que los fenómenos de sentido
están soportados por el Nombre del Padre como eje de
la función simbólica, pero tenemos que transitar un trecho
con ellos para poder discriminarlos. Tenemos que
historizar para encontrar que en la locura el desencadenante
está en relación a los padecimientos y duelos que
el sujeto viene cursando mientras que en las psicosis
hay un corte que deja al sujeto perplejo y que el trabajo
de la psicosis, cuando es posible, rellena con un delirio" (ibídem, 55). Vale decir que, para ordenar su planteo,
podríamos resumir que la locura neurótica se trata de
una suspensión de la neurosis para dar paso a un desencadenamiento
que parece psicótico, aunque siga
después otro camino diverso que el de un brote psicótico,
y la locura psicótica sería el desencadenamiento
psicótico propiamente dicho.
Por último, concluye que el desencadenamiento de las
locuras se produce por el encuentro con un llamado
ante el cual falta un significante para responder, más
precisamente el significante del deseo del Otro, "lo cual
plantea una falla de la inscripción edípica que normativiza
el deseo con relación a la posición fálica" (ibídem, 74), significante cuya falta se vincula con una caída de
la potencia fálica del padre que hasta entonces no se
había revelado. Esta configuración, para la autora marca
un duelo que se superpone con alguna otra pérdida
y desencadena en una locura. Se trata entonces de "un
saber que se ha vuelto insoportable, imposible de decir
y que produce un desgarro en el decir y que es mostrado
por medio de todo tipo de actings o pasajes al acto,
junto con los efectos de la forclusión parcial: alucinaciones
y delirios" (ibídem). Para su tratamiento propone
algunas indicaciones clínicas: posibilitarle una trama a
ese decir desagarrado facilitará que el sujeto recupere
los lazos de su neurosis y retome la posibilidad de la
metáfora y la metonimia, para asociar y así reemplazar
su delirio por una construcción discursiva de lógica neurótica
y producir el cese de las alucinaciones.
Debemos entender que estas conclusiones se aplican a
la locura que se desencadena en una neurosis y no en
la psicosis pues sería una contradicción. En consecuencia,
la hipótesis de la locura como desencadenamiento
de una estructura, entendida como desanudamiento de
la cadena borromea, no ha tenido continuación en cuanto
a su desarrollo en esa publicación.
6- Conclusiones
Este recorrido por algunos autores da cuenta que el
problema clínico señalado en 1894 por Freud es mucho
más difícil de resolver de lo que parece: "estados locos
íntimos", "locuras histéricas", "episodios psicóticos",
"aparición de fenómenos psicóticos en estructuras neuróticas",
"suspensión de la neurosis que deja lugar a un
desencadenamiento que parece psicótico", sintagmas
que abundan en los autores reseñados en este escrito,
son algunos de los nombres que produjeron como intento
de respuesta a dicho problema.
La razón de esta selección se encuentra en el hecho de
que estos autores no emplean el diagnóstico de "estado
límite" ni de "caso borderline". Vale decir que intentan
teorizar y explicar la aparición de fenómenos clásicamente
calificables como psicóticos en neurosis, sin rescatar
de la psiquiatría y el psicoanálisis anglosajón el
término borderline -que luego en Francia tomó la forma
de estados límites-. Nos encontramos con sus dificultades,
en algunos más que en otros, para definirlos, para
no recaer en un diagnóstico descriptivo más propio de la
semiología psiquiátrica que de la clínica estructural psicoanalítica,
para hacerlos explicables según sus dogmas
metapsicológicos. Revelar esto ha sido entonces la
intención de dicha selección.
Dejamos para otra oportunidad el estudio de autores
que sí recurren a tales categorías y nuestra discusión al
respecto. Destaquemos solamente a uno de ellos por lo
original de su trabajo: J. J. Rassial,5 psicoanalista francés,
de formación lacaniana que, sorprendentemente,
rescata la categoría de estado límite considerándola la
figura que mejor describe al sujeto moderno, que escapa
de las clasificaciones clásicas de las etiología psicoanalítica
tradicional como de la clínica estructuralista
forjada por Lacan. Más bien considera que los últimos
trabajos de este, le otorgan al estado límite un valor
conceptual, especialmente a partir de su elaboración en
torno del sinthome. Y así intenta dar cuenta de una serie
de estados clínicos que no son ni neuróticos ni psicóticos.
En ello reside la sorpresa pues el psicoanálisis lacaniano
prescinde de esa categoría diagnóstica y entiende
que más bien se trata de pacientes neuróticos
desestabilizados y al borde de la desorganización en la
expresión de su malestar o bien psicóticos capaces de
sostenerse estables ante sucesos por los cuales otros
sucumbirían al hundimiento psicótico.
Retomando la selección de autores desarrollada en estas
páginas, a pesar de evidentes divergencias entre
algunos de ellos, encontramos algunas coincidencias
interesantes de subrayar en sus abordajes de este tipo
de fenómenos:
1. utilizan en general el término "locura" o "locuras" y lo
distinguen de "psicosis" (salvo Nasio que emplea "episodios psicóticos")
2. son estados (con lo cual se indica su carácter episódico)
3. se trata fundamentalmente de fenómenos de delirio y
alucinación que se presentan en neurosis (aunque
algunos autores agreguen también pasajes al acto,
actings, lesiones psicosomáticas)
4. están relacionados con un imposible de recordar o
con un imposible de decir, que no logra ser integrado
a la cadena significante
5. recurren al mecanismo de la represión primaria (Khan)
o a la forclusión parcial de un significante que no es el
Nombre-del-Padre (Maleval, Nasio, Fernández)
6. los autores de formación lacaniana destacan que no
debe confundirse la apariencia del fenómeno con la
estructura psicótica.
Esta caracterización nos permite concluir que el término "locura" se aviene muy bien a nombrar esta serie de fenómenos
que pueden presentarse en una neurosis y
que pueden confundirse con psicosis. No solamente por
el acuerdo -evidentemente tácito, nunca planteado- entre
tantos autores en cuanto a su empleo. Sino sobre
todo porque permite prescindir del uso del término "psicosis",
reservado en el lacanismo para la estructura, a la
vez que -por las relaciones históricas entre ambos términos
en el campo de la psiquiatría-6 alude a aquello
que se quiere indicar cuando se afirma descriptivamente
que se presentó un fenómeno psicótico en una neurosis.
Al mismo tiempo que permite eludir el recurso a
las categorías diagnósticas de borderline y estado límite, cuyo valor clínico y nosológico a muchos de nosotros
nos resulta poco convincente.
Nos parece, por tanto, que "locura" es un buen término
para referir a la descripción freudiana ya citada, que
podemos parafrasear entonces del siguiente modo: "no
es raro que una locura interrumpa episódicamente la
trayectoria de una neurosis histérica o mixta".
Dejamos así allanado el terreno para, a partir de la formalización
que Lacan lleva a cabo del término locura en
su enseñanza elevándolo a la categoría de concepto en
psicoanálisis, avanzar en nuestro proceso de investigación
con el objetivo de reconocer con precisión su valor
clínico, psicopatológico y nosológico.
Notas
1Cf. Muñoz, P. (2007): "El concepto de locura en la obra de Jacques Lacan". En Anuario de Investigaciones, Nº XV, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Psicología, Secretaría de Investigaciones, pp. 87-98.
2 Nuestras enseñanzas en la cátedra II de Psicopatología de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires y numerosas publicaciones testimonian que jamás hemos recaído en esa lectura de la obra de Lacan y que explícitamente consideramos incorrecta.
3 En nuestro trabajo de investigación hemos avanzado en ese sentido. Cf. Muñoz, P. (2007): "El concepto de locura en la obra de Jacques Lacan", op. cit. Y también Muñoz, P. (2008): "De locuras, encadenamientos y desencadenamientos". En Revista ANCLA. Psicoanálisis y Psicopatología (Revista de la Cátedra II de Psicopatología de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires), Nº 2, Buenos Aires, Ancla Ediciones, pp. 97-123.
5 Rassial, J.J. (1999): El sujeto en estado límite, Nueva Visión, Bs. As.
6 En la psiquiatría clásica de fines del siglo XIX el término psicosis comienza a ser utilizado como sinónimo de "enfermedad mental", de "afección psiquiátrica", sustituyendo como concepto técnico al viejo término de "locura".
Bibliografía
1- Fernandez, E. (2005): Algo es posible. Clínica psicoanalítica de locuras y psicosis, Bs. As., Letra Viva. [ Links ]
2- Freud, S. (1894): "Las neuropsicosis de defensa". En Obras completas, Bs. As.; Amorrortu Editores, 1975, pp. 41-61. [ Links ]
3- Kahn, M. (1982): Locura y soledad, Buenos Aires, Lugar, 1991. [ Links ]
4- Lacan, J. (1946): "Acerca de la causalidad psíquica". En Escritos 1, México, Siglo XXI, 1975 (1988), pp. 142-183. [ Links ]
5- Lacan, J. (1955-56): El Seminario. Libro 3: "Las psicosis", Buenos Aires, Paidós, 1995. [ Links ]
6- Maleval, J.C. (1998): La lógica del delirio, Ed. Del Seibal, Barcelona, España. [ Links ]
7- Maleval, J.C. (2002): La Forclusión del Nombre del Padre, Instituto Clínico de Bs. As., Ed. Paidós, Bs. As. [ Links ]
8- Maleval, J.C. (1981): Locuras histéricas y psicosis disociativas, Paidós, Argentina, 1991. [ Links ]
9- Muñoz, P. (2007): "El concepto de locura en la obra de Jacques Lacan". En Anuario de Investigaciones, Nº XV, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Psicología, Secretaría de Investigaciones, pp. 87-98. [ Links ]
10- Muñoz, P. (2008): "De locuras, encadenamientos y desencadenamientos". En Revista ANCLA. Psicoanálisis y Psicopatología (Revista de la Cátedra II de Psicopatología de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires), Nº 2, Buenos Aires, Ancla Ediciones, pp. 97-123. [ Links ]
11- Nasio, D. (1988): Los ojos de Laura, Buenos Aires, Amorrortu. [ Links ]
Fecha de recepción: 20 de marzo de 2009
Fecha de aceptación: 9 de junio de 2009