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Anuario de investigaciones
versão On-line ISSN 1851-1686
Anu. investig. v.16 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jan./dez. 2009
PSICOLOGÍA DEL DESARROLLO
Los inicios del juego en la primera infancia y su relación con la regulación afectiva diádica y la autorregulación de los infantes
The beginnings of play in infancy and its relation with dyadic affective regulation and the infant self-regulation
R. Schejtman, Clara1; Duhalde, Constanza2; Silver, Rosa3; Vernengo, María Pía4; Wainer, Mariana5; Huerin, Vanina6
1 R. Schejtman, Clara; Master en Psicología, orientación Terapéutica y Educacional (1984), Universidad de Bar Ilan (Ramat Gan, Israel).
Licenciada en Psicología, con orientación Clínica, Universidad de Buenos Aires (1984). Profesora Adjunta Regular desde 1999 en Cátedra
ll, "Psicología Evolutiva-Niñez"; Facultad de Psicología (UBA). Directora del Proyecto de Investigación UBACyT (P806) 2006-2009"Regulación afectiva madre-infante, su relación con la autoestima y el funcionamiento reflexivo de las madres como moderador del impacto
emocional de los sucesos de vida". E-mail: cshejtman@psi.uba.ar
2 Duhalde, Constanza; Doctora en Psicología UBA. Magister en Psicología Clínica y Psicoanalítica (Universidad de Paris V Francia).
Docente Jefa de trabajos Prácticos en Psicoanálisis: Psicología del Yo, Facultad de Psicología UBA. Codirectora UBACyT-IPA
3 Silver, Rosa; Lic. en Psicología UBA. Jefa de Trabajos prácticos de Psicología Evolutiva Niñez de la Facultad de Psicología (UBA). Investigadora
UBACyT-IPA .
4 Vernengo, María Pía; Licenciada en Psicología UB. Ayudante de Primera en la asignatura Clínica Psicológica y Psicoterapia I, Facultad
de Psicología UBA. Investigadora UBACyT-IPA
5 Wainer, Mariana; Doctorado en Psicología clínica en Rutgers University, New Jersey EEUU. Maestría en Psicología del Desarrollo Columbia
University, NY EEUU. Investigadora UBACyT-IPA
6 Huerin, Vanina: Lic. en Psicología UBA. Becaria de Doctorado en Psicología Clínica, Facultad de Psicología UBA. Ayudante de Primera
en la asignatura Psicoanálisis: Psicología del Yo, Facultad de Psicología UBA. Investigadora UBACyT (Directora del Proyecto: Adela
Leibovich de Duarte).
Resumen
Presentamos un programa de investigación longitudinal
sobre 48 díadas madre-niño a los 6 meses y un seguimiento
de 24 de las mismas a los 4/5 años que estudia
el pasaje de la regulación afectiva diádica a la autorregulación
en los niños (UBACyT P806). Se incluye una
revisión teórica sobre la función del juego en la estructuración
psíquica. El microanálisis de la interacción a los 6
meses mostró diferencias muy marcadas entre interacción
cara a cara y juego libre con juguetes en cuanto a
los recursos de autorregulación afectiva de los infantes.
Se encontró, también una relación entre las variables de
autoestima y funcionamiento reflexivo de las madres y
las conductas de exploración lúdica con juguetes observada
en los infantes. Estos resultados resaltan el lugar
del juego con objetos como mediatizador en el logro de
la transición de la regulación afectiva diádica a la autorregulación
afectiva.
Palabras clave: Regulación afectiva; Autorregulación afectiva; Juego; Maternaje
Abstract
The present program is a follow up research on 48 mother-infant dyads studied when the infants were 6 months
old and 24 of the same sample were studied at 4/5
years old about the transition between dyadic affective
regulation and infant affective self regulation (UBACyT
P806). A theoretical revision of the role of play in psychic
development is included. Microanalysis showed differences
between face to face interaction and free play
interaction at 6 months regarding infant's self-regulatory
resources. We also found a relationship between maternal
self esteem and reflective function in the mothers,
and the exploratory play behaviors observed in the infants.
These results underscore the role of play with toys
as mediating factor in the transition from dyadic affect
regulation to affective self-regulation.
Key words: Affective regulation; Self affective regulation; Play; Motherhood
Introducción
En este trabajo se presentan nuevos resultados obtenidos
a partir de un programa de investigación longitudinal
que viene realizándose desde 2001 en el marco de
los proyectos UBACyT P 803 y P 806. El programa estudia
la relación entre la regulación afectiva diádica y la
autorregulación que van logrando los infantes y, a su
vez, se relacionan estas variables con la autoestima y el
funcionamiento reflexivo de las madres.
En esta comunicación se presentan los resultados obtenidos
a partir del análisis minucioso de:
a. 3 minutos de interacción cara a cara videofilmada y
microanalizada segundo a segundo cuando los infantes
tenían 6 meses.
b. 5 minutos de juego libre con juguetes videofilmados y
microanalizados cada 5 segundos cuando los bebés
tenían 6 meses.
c. Entrevistas en profundidad con las madres para estudiar el funcionamiento reflexivo de las mismas cuando
los niños tenían entre 4 y 5 años.
El trabajo incluye una amplia revisión teórica acerca de
la función del juego en la estructuración psíquica, y especialmente
se despliega una articulación sobre el inicio
del juego como parte inseparable de la interacción con
los cuidadores primarios. También se hace hincapié sobre
el lugar del juego en el estudio de los conceptos de
regulación afectiva diádica y autorregulación de los infantes
en el primer año de vida.
Regulación afectiva (RA)
Importantes hallazgos de la investigación psicoanalítica
y psicológica con infantes han revelado que, en el inicio
de la vida de los seres humanos, el mantenimiento de
una homeostasis fisiológica y emocional posee un carácter
diádico. Desde este punto de vista, el adulto forma
parte del sistema regulador del infante y su presencia
es un prerrequisito para la autorregulación posterior
del niño (Stern, 1985; Tronick, 1989; Tronick & Weinberg,
1999; Brazelton & Cramer, 1993; Beebe & Lachman,
1988). La regulación diádica y la autorregulación afectiva
aluden a la capacidad para controlar y modular los
afectos, evitando el efecto desorganizante que los mismos
pueden llegar a tener en la constitución y funcionamiento
psíquicos cuando no hay modo de ligarlos. Basado
en sus investigaciones, Tronick (1989) plantea que
existe un proceso de co-creación de estados afectivos
entre la madre y el bebé. El "Modelo de Regulación Mutua"
y la "hipótesis de conciencia diádica" que él propone
(Tronick & Weinberg, 1997) se centran en la naturaleza
interactiva del desarrollo y en el establecimiento de
estados intersubjetivos. A partir de estos estados, el infante
auto-organiza sus propios estados de conciencia
en función de estímulos internos y externos. La acción
mediatizadora del adulto colabora de esta manera en la
metabolización que el niño realiza respecto de los estímulos
novedosos y heterogéneos de creciente complejidad
simbólica que se van presentado (Duhalde y otros
2008).
Variables maternas:
autoestima y funcionamiento reflexivo
Como mencionamos anteriormente, este programa de
investigación tuvo como objetivo estudiar, a partir de
métodos observacionales, la regulación afectiva de las
díadas madre-bebé y la autorregulación afectiva incipiente
del bebé vinculándolas con la autoestima y el
funcionamiento reflexivo maternos. En este sentido,
consideramos probable que el nivel de la autoestima y
del funcionamiento reflexivo materno tuviera incidencia
sobre el modo en que se desplegaba la regulación afectiva
en la interacción diádica madre-bebé y sobre la autorregulación
afectiva del bebé. A continuación ampliaremos
estos conceptos.
Autoestima materna (AEM)
Diversos autores psicoanalíticos (Freud, 1914, 1923;
Avenburg, 1975; Green, 1993; Lebovici, 1998) hicieron
alusión al concepto de autoestima, que también fue
operacionalizado en diferentes ámbitos de investigación.
Existen aspectos de la autoestima de una mujer
que se vinculan específicamente con su función como
madre y que inciden en el modo en que ella establece
los intercambios diádicos con su bebé. Probablemente
los aportes que el bebé realiza a los mismos inciden
también en el modo en que una mujer percibe y evalúa
su funcionamiento como madre.
El concepto de autoestima como aspecto de la constitución
narcisista podemos rastrearlo en las consideraciones
de Freud acerca del narcisismo. Este autor (Freud,
1914) introduce la noción de narcisismo, planteándolo
como un nivel de diferenciación respecto del autoerotismo.
Sostiene que el narcisismo constituye un primer nivel
de unificación del yo y es heredero del narcisismo
parental en tanto "su majestad el bebé" viene a cumplir
los deseos irrealizados de los padres.
Silvia Bleichmar (1999) plantea que la madre inscribe
en el infans un plus de placer que no se reduce a lo
autoconservativo a través del investimiento libidinal. Los
cuidados que se le prodigan al niño no sólo conservan
su vida en sentido estricto y aportan a su unificación
narcisista, sino que se ligan al inconciente materno y a
la sexualidad reprimida materna y ponen en circulación
contenidos del orden de la imaginación y la fantasía.
Ser pensado y fantasmatizado por el narcisismo materno
es condición de la vida y de su persistencia. En este
sentido, Silvia Bleichmar (1993) describe el narcisismo
trasvasante como parte del funcionamiento del narcisismo
materno - concebido éste en su diferenciación del
autoerotismo - en el que se ubican los prerrequisitos de
ligazón de la energía sexual originaria.
Tal como ya señalamos, diversos autores aludieron a la
relación existente entre la autoestima y la cualidad del maternaje (Winnicott, 1965a, Bion, 1967; Balint, 1968;
Bick, 1964; Stern, 1985; Schejtman, 1998). Bannet
(1978) encontró en sus investigaciones una relación
significativa por la que a mayor autoestima materna,
más satisfactorios eran los cuidados al bebé. Esta sensibilidad
de la madre implica postergar momentáneamente
satisfacciones narcisísticas y predisponerse
emocionalmente para el recién nacido (Winnicott, 1965b;
Ainsworth y otros, 1974).
En el terreno de la operacionalización de este concepto,
Shea y Tronick (1988) definen la autoestima materna
como un concepto específico que describe un factor
psicológico básico que modera los efectos biológicos y
sociales que afectan a las mujeres en su adaptación a la
maternidad. Según estos autores, tanto pequeñas variaciones
en la salud del bebé o en el medio familiar
afectan los sentimientos maternos en el momento de la
mencionada adaptación.
El concepto de Autoestima ligado al maternaje como un
aspecto específico de la autoestima de la mujer, mostró ser una de las variables maternas más significativas en
la interacción madre-bebé. Se han encontrado relaciones
significativas entre la evaluación de la autoestima
de la mujer y la cualidad de su maternaje (Schejtman,
1984, 1998, Schejtman y otros 2004a, Schejtman y
otros 2004b; Duhalde, Huerin, Mrahad y Zucchi, 2005;
Lapidus, Umansky, Mrahrad, Zucchi y Vardy, 2005).
Funcionamiento reflexivo (FR)
El funcionamiento reflexivo fue descrito por Fonagy,
Steele, Moran y Higgitt (1993) como la capacidad de la
mente humana para tener en cuenta los estados mentales
propios y ajenos, es decir las creencias, las intenciones,
los deseos y las emociones, al explicarse las conductas
y los intercambios interpersonales. Es una
capacidad del adulto, que reviste particular importancia
en el primer año de vida porque facilita, a quien se ocupa
de los cuidados del bebé, la posibilidad de percibirlo
como una entidad psicológica y responder a sus necesidades
a partir de esta percepción.
Diferentes estudios relacionaron el Funcionamiento Reflexivo adulto con el ejercicio de la parentalidad (Slade
2002, 2004; Grienenberger et al 2005; Duhalde et al
2003, Duhalde 2004; Zucchi, Huerin, Duhalde y R. de
Schejtman 2007a). Arietta Slade (2002, 2004) propone
pensar en un Funcionamiento Reflexivo Parental planteando
que esta habilidad explica las cualidades internas
que permiten a una madre ser suficientemente sensible
para comprender y significar acciones, sentimientos,
deseos e intenciones tanto propias como del niño. Esto
implica, sobre todo, reflejar la mente del bebé en los
propios pensamientos, proveyendo así al niño la base
para la comprensión de sí mismo y de los intercambios
vinculares en términos mentales. En consecuencia, la
madre provee una base segura para dicho descubrimiento
que permite que el niño desarrolle un sentido de
sí mismo conectado y separado de ella.
El desarrollo de una instancia reflexiva en la niñez depende
también de la capacidad de la madre para entrar
ella misma al mundo de la imaginación sin perder la
conexión con un sentido de realidad y vivir desde esta
perspectiva el vínculo con el bebé. Dicho desarrollo se
pone en escena tanto en las conversaciones como en los
juegos entre la madre y su hijo, donde se conserva lo que
Winnicott (1965, 1971) denomina "un espacio transicional" entre el juego y la realidad. Es una tarea que implica
tender puentes de modo permanente, a través del uso
del lenguaje y los símbolos, que posibiliten la conexión
entre el espacio de juego y la realidad.
El conocimiento de los estados mentales de los niños es
pensado como la base para una parentalidad empática.
Interpretar las necesidades físicas de los bebés permite
a los padres ampliar la anticipación para poder comprender
los estados mentales de sus niños durante la
infancia. Este antecedente se encuentra relacionado
con el planteo de Winnicott (1965) acerca de la integración
psique-soma. Dicha integración se dará a través de
la función de una madre suficientemente buena que logre
permitir el despliegue del "gesto espontáneo" de su
bebé (Huerin, Duhalde, Esteve y Zucchi 2008).
El juego en la primera infancia y la regulación afectiva
La observación del jugar infantil brinda indicios privilegiados
que articulados de acuerdo a la teoría con que
los leamos e interpelemos, permitirán ampliar el horizonte
sobre el cual desarrollamos hipótesis reconstructivas
sobre los tiempos de estructuración psíquica. Un
niño que juega da a conocer su mundo interno, muchas
veces ininteligible de otro modo.
El juego espontáneo ha sido la vía princeps de acceso
al psiquismo del niño, ya sea desde la vertiente educativa
y evolutiva, ya sea desde la vertiente clínica en contextos
terapéuticos. El juego aparece entonces como a)
elaborativo, b) mensaje a un interlocutor, c) expresión
del mundo interno del niño y otros.
Pero nos preguntamos entonces desde qué edad puede
hablarse de juego. Los estudios observacionales de infantes
muestran que la actitud lúdica aparece ya muy
tempranamente en los bebés.
El gesto, la acción, las expresiones sensoriales primarias,
llanto, sonrisa, vocalizaciones tempranas son los
movimientos que el bebe emite hacia su ambiente y las
respuestas de éste a ellos inician el intercambio lúdico
que llevará luego a la simbolización y a la constitución
del lenguaje propio. La búsqueda de reconocimiento del
propio cuerpo, está presente desde los primeros juegos.
El adulto, de esta manera, responde al intercambio sensorial
y simultáneamente ofrece articulaciones de sentido
y objetos del mundo externo tales como juguetes,
lenguaje, etc.
El estudio del juego ha tenido un amplio desarrollo en la psicología en general y en psicoanálisis en particular.
Numerosos trabajos se han dedicado al estudio del juego
pero la consideración del juego en el primer año es
aun un campo en exploración. Consideramos que la interacción
madre-bebé, generadora o productora de placer,
es lúdica. Por lo tanto, el juego es un espacio primordial
de intercambio y de estructuración psíquica en este
momento evolutivo (Feldberg, Huerin, Míndez, Silver, y
Vernengo 2005).
En este sentido, encontramos en el juego interactivo
infante-progenitores una vía privilegiada para estudiar
la regulación afectiva y la autorregulación que van logrando
los infantes.
La experiencia del juego en el primer año de vida estáíntimamente relacionada con la construcción de la experiencia
del sí mismo, de la identidad, y constituye uno
de los pilares de la confianza en uno mismo y en el otro.
Desde los primeros meses, la observación del juego nos
permite dar cuenta de ciertos aspectos del vínculo madre-bebé, estructurante del psiquismo (Silver; Feldberg,
Vernengo, Mrahad y Míndez, 2008).
El juego es una actividad del niño que produce una expansión
del sí mismo, permite experimentar distintas
posibilidades, implicando el dominio de las acciones y la
presencia de algún elemento sorpresa (se produce una
conquista). Así contribuye a apuntalar el narcisismo en
constitución (Erikson, 1977).
Teniendo en cuenta las distintas formas que adopta el
jugar en la díada, podemos, siguiendo a Calmels (2004),
clasificar los juegos en la primera infancia en: juegos de
sostén, ocultamiento y persecución. Cada tipo de juego
supone actividades y exploración de emociones. No se
trata de etapas sucesivas ni excluyentes, sino que se
trata de actividades que se van transformando y complejizando
a lo largo de la vida. En los juegos de sostén
se construye el sentimiento de confianza; en ellos, el
bebé es sostenido en el cuerpo envolvente del otro. Si el
cuerpo de la madre y sus movimientos se tornan impredecibles,
el juego cesa y el niño siente la angustia de
caer al vacío. Los juegos de ocultamiento (tapar y destapar,
aparecer y desaparecer, cubrir y descubrir) están
relacionados con la constitución de las categorías de
presencia y ausencia, y de los espacios diferenciados
entre el niño y la madre (descubrimiento y exploración
de la temporalidad y espacialidad). En los juegos de
persecución ("que te agarro", "que te como") el adulto,
por un lado, es figura de sostén y refugio, y por otro, es
potencialmente una figura amenazante, por la dependencia
absoluta del niño respecto del adulto.
A los 6 meses observamos que predominan, aún, los
juegos de sostén. Es esperable que empiece la transición
de un sostén corporal hacia un sostén a través de
la mirada y la voz, que implicaría instalar un espacio
entre la mamá y el bebé. Nos estamos refiriendo aquí a
los fenómenos transicionales a los que alude Winnicott
(1971). El juego se desarrolla en el espacio transicional
y constituye una conducta compleja. Está compuesto
por tres elementos: el juego, el sujeto que juega y el
acompañante. Se caracteriza por transcurrir en un área
delimitada, posee un ritmo especial y supone una transformación
(hacer algo). El sujeto que juega se encuentra
en un estado de concentración, ilusión, relajación y
descubrimiento. La función del acompañante será la de
delimitar zonas, dar tiempo, participar sin invadir y presentar
objetos.
Ya Freud (1895), en sus hipótesis acerca del armado del
aparato psíquico, cuando conceptualizó la vivencia de
satisfacción, señaló el papel de la madre en la estructuración
psíquica del niño. El llanto del bebé adquiere la
función de comunicación al ser interpretado por la madre,
quien en tanto auxiliar ajeno es la encargada de
aportar la acción específica, lo cual contribuye a la regulación
interna del bebé.
La interacción progenitor-lactante constituye un conjunto
complejo que pasa por algunos canales o modalidades
perceptivas y motoras, en especial la mirada, la
audición, el contacto y las sensaciones cenestésicas.
También está caracterizada por las variables temporales,
de duración y ritmo. Dichas interacciones suponen
procesos de mutua regulación, gracias a los cuales
cada uno de los miembros del par influye sobre los mensajes
del otro. El placer se extrae de una experiencia en
que se intercambian mensajes y signos. Progresivamente
se crea, pues, un "espacio" que no es el del cuerpo,
sino "un espacio de juego". Sólo cuando el juego
fracasa, la madre emplea una gratificación directamente
destinada al cuerpo del bebé (Lebovici, 1983).
Ahora bien: la madre podrá favorecer el surgimiento de
un pensamiento autónomo, pero también el niño inviste
el mundo externo con sus pulsiones. El placer será, entonces,
lo que constituya el soporte de esa investidura.
A los seis meses, la comunicación entre los miembros de
la díada puede emplear medios que no consistan solamente
en la satisfacción directa de las necesidades; comienzan
entonces a desarrollarse medios de comunicación"a distancia" entre la madre y el bebé, y a producirse
la separación mental de éste con respecto a aquella.
La madre ayuda a construir el sentido de las experiencias
del niño, atravesada por sus fantasmas. De la misma
manera, el bebé, a través de diferentes indicios (por
ejemplo, cuando ríe o desvía la mirada) va construyendo
sus propios sentidos.
El juego madre-bebé va de la mano con la apertura hacia
un reconocimiento de la separación mental entre
ambos; se trata del surgimiento del self del lactante y
del reconocimiento de un sí mismo y un otro (Fonagy,
1982; Stern, 1985).
Para Winnicott (1965b), cuya definición de infante incluye
al bebé y su madre, el ambiente tiene un papel central
en el desarrollo del individuo. El niño posee un potencial
propio hacia el desarrollo. El gesto espontáneo
es considerado como el potencial de vida que cada individuo trae al nacer; es el primer movimiento espontáneo
del bebé, que está íntimamente ligado a la noción de
necesidad que logra ser comunicada al ambiente a través
del gesto (Winnicott, 1987). Es únicamente el self
verdadero en acción el que puede ser creativo y sentirse
real. Este sólo puede desplegarse si cuenta con el
sostén y adaptación del medio ambiente.
La función del ambiente consiste en reducir al mínimo
posible las intrusiones que romperían la continuidad
existencial. La función materna incluye el sostén, manipulación
y presentación de objetos, los cuales contribuirán
respectivamente a que se den, en el bebé, los procesos
de integración y personalización (unidad psicosomática)
y también la relación con los objetos.
A partir de los resultados de sus investigaciones, diversos
autores (Brazelton, 1975; Stern, 1985; Tronick, 1989;
Tronick & Gianino, 1986a; Tronick & Weinberg, 1999;
Beebe & Lachmann, 1988; Brazelton & Cramer, 1993)
pusieron de relieve que el bebé, ya en los primeros tiempos,
es un ser activo, buscador de estímulos y preconstituido
para la interacción con otros desde el inicio.
Con el fin de evaluar la interacción temprana, varios
autores han establecido conceptos tales como: contingencia,
sincronía, simetría, arrastre, juego, autonomía y
flexibilidad. La contingencia se relaciona con la capacidad
de la madre de estar accesible tanto cognitiva como
emocionalmente a las señales emitidas por el niño; favorece
la sincronía. Ésta se relaciona con la posibilidad
de los padres de adaptar su conducta a los ritmos propios
del bebé, y encontrar maneras de ayudarlo a reducir
o controlar respuestas motrices que interfieran en su
capacidad para prestar atención. Esta capacidad del
bebé junto con su estilo y sus preferencias, tanto para
recibir como para responder, influyen en la interacción.
En este diálogo, el progenitor respeta los umbrales del
niño, por consiguiente cada miembro participa para alcanzar
y mantener la sincronía.
Los bebés, durante su período de atención, empiezan a
emitir señales mediante vocalizaciones y gestos. Los
adultos responden, eventualmente, a estas señales, y a
partir del éxito o el fracaso de la respuesta, aprenden un
repertorio de conductas que dan resultado.
Una vez lograda la sincronía de señales y respuestas,
se despliega el arrastre: se establece un ritmo con ciertas
regularidades: cada uno empieza a prever la respuesta
del otro en secuencias prolongadas. Un miembro
puede entonces "arrastrar" la conducta del otro,
instituyendo el ritmo de atención y desatención. Cada
miembro de la díada se adapta al otro, de manera que
el bebé no se limita a ajustarse al indicio del adulto, sino
que los ritmos del adulto también tienden a seguir los
movimientos del niño. Durante estos juegos de vocalizaciones,
sonrisas y miradas, ambos miembros de la
díada tienen la oportunidad de ampliar mutuamente los
aprendizajes. Cada uno imita y toma como modelo al
otro (Brazelton & Cramer, 1993).
El reconocimiento del bebé de su propio control da lugar
a la autonomía. Empieza a darse cuenta de que él puede
controlar la interacción. Tras una etapa de sincronía,
tiende a interrumpir el diálogo, desviando la mirada hacia
otra parte de la habitación o hacia su mano. Los
padres, a su vez, redoblan los esfuerzos para que su
hijo retome la interacción. La autonomía implica que los
sistemas de intercambio sean flexibles. De lo contrario,
el crecimiento y la profundidad en la relación pueden
quedar, de algún modo, detenidos.
A través de sus expresiones, percibidas y respondidas
por el progenitor, el infante va creando el circuito lúdico
interactivo, inicialmente sensorial y corporal. Una interacción
se considera un proceso, con ciclos de participación
y cese de participación, donde ambos participantes
se influyen mutuamente. Cada uno guarda una
memoria o una expectativa respecto del otro que moldea
sus propias respuestas (Tronick, 1989), (Silver y
otros, 2008).
En este sentido el objetivo de la actividad de juego, para
cada uno de los protagonistas, está dado por interesarse
uno en el otro y extraer un nivel de atención y de vigilancia
dentro de un intervalo óptimo, durante el cual el
bebé puede manifestar conductas de afecto positivas,
como sonrisas y vocalizaciones. La madre tratará de
mantener al bebé en un estado de at ención y de vigilia
que faciliten dichas conductas (Stern, 1985).
Dentro de cada secuencia de juego (sonreírse, vocalizar
o tocarse uno al otro) hay un conjunto de reglas que
es rápidamente establecido y reconocido por cada participante,
a la vez que cada uno aprende a ajustarse a la
intensidad del otro (los tiempos, los tonos, la duración y
el modo elegido).
Tronick (1989) se refiere al bebé como parte de un sistema
de comunicación afectiva junto con la madre, en
cuyos intercambios se modifica la experiencia emocional
y la conducta de ambos. La relación madre-bebé está dada por encuentros y desencuentros; los desencuentros
no son patológicos sino que es esencial entonces
la capacidad de reparación, es decir, que luego de
un desencuentro pueda haber un nuevo encuentro. La
madre "lee" el mensaje del bebé y lo utiliza para guiar
sus acciones y así facilitar los esfuerzos del bebé. Estas
demostraciones afectivas han sido denominadas "conductas
regulatorias" dirigidas a otro. La madre ayuda así a modificar el estado emocional del bebé (regulación
afectiva), siendo responsable de la reparación de los
desencuentros y la transformación del afecto negativo
en positivo, generando un nuevo encuentro positivo
(Gianino & Tronick, 1988).
Las conductas regulatorias autodirigidas y dirigidas hacia
el otro le permiten al bebé enfrentar y controlar los
efectos potencialmente desorganizantes de emociones
tales como la tristeza, la rabia y la excitación excesiva.
Así, se va configurando una representación de sí mismo
y también una representación de su madre como confiable. Estos intercambios entre la madre y el bebé se dan
a través de las actividades cotidianas (cambiarlo, darle
de comer) y de situaciones de juego. La capacidad de la
madre en decodificar/comprender y esperar los ritmos
de su hijo influye en el enriquecimiento u obturación de
las potencialidades de estas escenas.
Con la acumulación y la reiteración del éxito y la reparación,
el bebé establece un núcleo afectivo positivo, con
límites más claros entre el sí mismo y el otro (Emde,
1983). De esta manera, el bebé va desarrollando una
representación de sí mismo como eficaz, una figuración
de sus interacciones como positivas y reparables, y del
cuidador como alguien confiable.
En este estudio exploramos la autorregulación afectiva
del niño desde dos perspectivas: a) la exploración de
objetos en el juego como recurso autorregulatorio y b)
conductas de autoapaciguamiento oral.
Diseño
Muestra: 48 madres y sus bebés sanos de 6 meses de
vida, residentes de la Ciudad de Buenos Aires, fueron
derivadas por los pediatras de sus hijos, quienes les explicaron
que se trataba de un estudio sobre desarrollo del
niño sano. Se requería que ellas tuvieran entre 19 y 39
años, que hubieran completado la escuela secundaria y
que hubieran realizado al menos 2 visitas médicas de
control durante el embarazo. Se evitó que participaran
madres y bebés que hubieran padecido enfermedades
y/o complicaciones del embarazo, parto y puerperio.
La primera etapa de la investigación se realizó a los 6
meses de los bebés (entre las 23 y las 31 semanas de
vida) porque a esta edad los infantes han adquirido ya
un rango creciente de conductas expresivas y porque
este es un período donde se pueden observar en los
bebés movimientos claramente dirigidos hacia la vinculación
con el ambiente, tanto en interacciones sociales
como en la exploración de objetos materiales. A esta
edad, también, el interés por los juguetes es usado
como estrategia regulatoria tanto autodirigida como en
el marco de la interacción con los otros (Findje, 1993;
Toda y Fogel, 1993; Duhalde, 1997; Trevarthen, 1989).
Procedimientos: Cada madre participante fue recibida
con su bebé por una psicóloga clínica experimentada,
en un consultorio psicológico que cuenta con un sector
especialmente adaptado como laboratorio de investigación.
Como recaudo ético se realizó una breve introducción
al encuentro en la que se le explicaba el objetivo
general de la investigación y se le garantizaba por escrito
a la madre que el material filmado sería utilizado sólo
con fines investigativos y académicos. Se le solicitó, a
su vez que firmara un consentimiento informado. A continuación
se realizó la filmación de las situaciones vinculares
madre-bebé, dividida en dos partes: a) 3 minutos
de interacción cara a cara y b) 5 minutos de juego libre
con juguetes. En ambas situaciones la mamá y el bebé quedaban solos y el investigador esperaba en una habitación
contigua. Antes de iniciar la filmación a la madre
se le indicaba:
En los 3 minutos iniciales, el bebé y la mamá permanecían
sentados uno frente al otro a la misma altura visual,
el bebé ubicado en una silla "bebesit" sobre una mesa,
sin juguetes ni otros objetos a su alcance. Esta situación
fue filmada por dos videocámaras, monitoreadas desde
otra habitación (sin cámara Gesell). Ambas imágenes
pasaron por un mezclador y fueron grabadas en una
pantalla dividida verticalmente. A continuación, se filmaban
los 5 minutos de juego libre entre la mamá y el
bebé. Tal como se indicó más arriba, el bebé y la mamá se ubicaban en una alfombra en el suelo y tenían a su
disposición un canasto con juguetes apropiados para la
edad del niño.
Una vez finalizada la filmación, la psicóloga investigadora
realizaba una entrevista con la mamá, en presencia
del bebé, utilizando el protocolo EMI I (Entrevista Materno
Infantil), diseñado por el equipo. A continuación, las
madres completaban los instrumentos autoadministrados
de evaluación de la Autoestima (Shea & Tronick,
1988; Osgood et al., 1957; Schejtman, 1998).
La autoestima materna fue evaluada a través del "Inventario
Materno Autoadministrado" (Maternal Self Report
Inventory) de Shea y Tronick (1988); validado por el
equipo de investigación de la Unidad de Desarrollo Infantil
de la Escuela de Medicina de Harvard y evalúa la
autoestima materna a partir de 7 dimensiones conceptuales
organizadas en 7 sub-escalas.
Cuando el niño tenía entre 4 y 5 años volvimos a ponernos
en contacto con las madres para solicitarles que
participaran nuevamente mediante la realización de una
entrevista sobre su relación con el niño. 24 de las 48
madres fueron halladas y aceptaron participar de esta
nueva etapa, y con ellas se realizó la Entrevista de Desarrollo
Parental II (Parent Development Interview, Slade
et al., 2005), que permitió determinar el nivel de
Funcionamiento Reflexivo Materno. Posteriormente se
les solicitó a las madres completar el protocolo de la
Entrevista Materno Infantil, (EMI II), diseñada por el
equipo para el seguimiento de los datos demográficos y
evolutivos. Los resultados detallados de esta etapa fueron
presentados previamente (Zucchi, Esteve, y Duhalde
2007b). En una sesión posterior se invitó a las madres
a participar en una actividad de juego libre con su
hijo. Se filmaron 15 minutos de interacción lúdica madre-niño que están siendo analizadas y cuyos resultados
se presentarán próximamente.
En el siguiente apartado presentaremos los instrumentos
utilizados en el análisis de los 5 minutos de juego libre. El
resto de los instrumentos utilizados fueron descriptos
detalladamente en otras publicaciones (Schejtman y
otros, 2006).
Instrumentos
Para analizar el juego libre madre-bebé se utilizó la Escala
de juego libre (Free Play) diseñada por Ed Tronick y su equipo (Tronick, 2000) que considera la expresividad
desplegada por los miembros de la díada y, como
se verá, además el equipo diseñó categorías para evaluar
la exploración de los objetos por parte del infante
que no contemplaba la Escala Free Play. El registro de
la exploración de objetos consideró los siguientes criterios
de análisis:
1. Análisis de expresividad
La expresividad afectica fue observada a través del microanálisis
de la interacción entre el cuidador y el infante
utilizando la escala ya mencionada (Free Play, Tronick
2000). La expresividad afectiva del cuidador y del
bebé se evalúan a través de las expresiones faciales y
la vocalización. Esta escala es producto de una adaptación
de la escala ICEP- Fases de vinculación de infante
y cuidador (Tronick & Weinberg, 2000) realizada por el
equipo de la Unidad de Desarrollo Infantil de la Escuela
de Medicina de la Universidad de Harvard, dirigida por
el Prof. Ed Tronick, con la cual el equipo se entrenó para
su utilización. La ICEP original fue utilizada por el equipo
en investigaciones anteriores, donde se estudió la
interacción madre-bebé cara a cara con esta misma
muestra (Leonardelli y otros, 2004; Schejtman y otros,
2005; Duhalde 2005).
La escala Free Play se aplicó en este estudio para analizar
la expresividad afectiva en la situación de juego libre
madre-bebé con juguetes, filmada a la edad de 6
meses del niño (Ubacyt P803). La expresividad afectiva
de la madre y el bebé se codifican en forma separada
cada 5 segundos, según la aparición de cada categoría
descripta en la escala. Algunas expresiones emocionales
son breves o poco frecuentes. Para registrar su inusual
ocurrencia, la expresividad es considerada según
un sistema jerárquico, diseñado por Tronick y sus colegas
cuyo gradiente va de la más inusual (1) a la más
usual (4).
Para la madre, las categorías de expresividad afectiva
son: 1- afecto negativo /retraído, 2- afecto positivo exagerado,
3- afecto positivo, 4- afecto neutro, 5- no codificable. Para el niño, las categorías de expresividad afectiva son:
1- afecto positivo, 2- llanto, 3- protesta/negativo, 4- afecto
neutro, 5- no codificable.
2. Indicadores de autorregulación
2 a- En un segundo análisis de los videos se estudió la
autorregulación afectiva del infante a partir de la codificación de "indicadores de autorregulación" (Códigos
Adicionales de la escala Free Play).
Estos indicadores de autorregulación son: 1-Auto-apaciguamiento
oral: momentos en que el infante succiona
diferentes partes de su cuerpo. 2-Distanciamiento: el
bebé trata de aumentar su distancia, separarse del cuidador
sin vincularse a un objeto. 3-Indicadores de estrés
autonómico: el bebé exhibe conductas que pueden
indicar estrés, o excitación autonómica como escupir o
hipar.
Confiabilidad: 10 de las 48 díadas (21%) fueron codificadas
por 2 jueces independientes y la confiabilidad obtenida
fue 87,67% de acuerdo (kappa 0.68) para la madre y
84,3% de acuerdo (kappa 0.55) para el infante.
2-b En un análisis adicional a la codificación microanalítica,
se incluyó el registro de exploración de objetos del
ambiente dentro de una evaluación de interacción lúdica
desarrollada por el equipo (Vernengo, Zucchi, Silver,
Felberg, Míndez, Mrahad, Wainer, y Schejtman, 2008).
Se codificaron las conductas exploratorias en fases de
30 segundos.
Confiabilidad: 10 de 48 díadas (21%) fueron codificadas
por 2 jueces independientes y la confiabilidad obtenida
fue 94% y Kappa de Cohen de 0,883.
Resultados
A - Regulación Afectiva (RA)
1. Análisis de la expresividad afectiva
1a. Las madres pasaron 83,1% del tiempo codificado
desplegando afecto positivo, 16,91% desplegando afecto
neutro y 0% en afecto negativo.
Estos resultados son muy similares a los obtenidos en
la interacción cara a cara reportada previamente (Duhalde
et al., 2008). Sólo en la variable afecto negativo
del infante se observó un aumento significativo en relación
al afecto negativo desplegado en la situación cara
a cara (ver tabla 1).
Tabla 1
Porcentajes de tiempo codificado válido de expresividad afectiva en la interacción cara a cara
y en la interacción de juego libre con juguetes (n=48).
1b. Los encuentros (Match) positivos -madres e infantes
desplegando afecto positivo- se presentaron en el 12,5%
del tiempo válido codificado. A su vez, madres e infantes
desplegaron simultáneamente afecto neutro durante el
15,9% del tiempo válido codificado. Este resultado fue
similar al obtenido en los estudios donde evaluamos la
interacción cara a cara (Schejtman, C. R. et al., 2005;
Duhalde et al., 2008) - ver tabla 1.
2 -Indicadores de autorregulación
2a- 12.5 % (6 infantes) de los infantes presentaron al
menos un indicador de autorregulación (Autoapaciguamiento-oral y distanciamiento). Este resultado fue ostensiblemente
menor al obtenido en la situación cara a
cara en la que el 54% (26 infantes) presentó alguno de
estos indicadores.
2b- También se encontró una diferencia significativa
entre las dos situaciones estudiadas respecto de la presencia
de los indicadores de Autoapaciguamiento oral.
Mientras que en la situación de interacción cara a cara
21 de los 48 infantes presentaron este indicador, en la
situación de juego libre sólo 2 de los 48 infantes presentaron
indicadores de Autoapaciguamiento oral.
2c- Exploración de objetos: Todos los infantes desarrollaron
conductas exploratorias respecto de los objetos.
En 41 de las 48 díadas los infantes mostraron alguna
conducta exploratoria en el 100% de las fases codificadas
(30 segundos), otros 4 infantes exploraron objetos
durante el 90% de las fases codificadas y los 3 infantes que restan exploraron objetos en el 80% de las fases
codificadas.
B - Autoestima Materna (AEM)
y Regulación Afectiva (RA)
1. Coincidentemente con lo encontrado en la interacción
cara a cara, a mayor autoestima materna, mayor despliegue
de afecto positivo por parte de la madre en la
interacción de juego libre, (RHO = 0.335; p<0.05).
2. No se encontró una relación significativa entre la autoestima
materna y la expresión de afecto por parte del
infante.
3. No se encontró relación significativa entre autoestima
materna y los indicadores de autorregulación de los infantes.
4. No se encontró relación significativa entre la autoestima
materna y los encuentros de afecto positivo madrebebé.
C - Funcionamiento Reflexivo Materno (FRM)
y Regulación Afectiva (RA)
1. Coincidentemente con lo encontrado en la interacción
cara a cara, las madres que presentaron un funcionamiento
reflexivo ordinario o marcado (puntaje global
5-7) tuvieron menor despliegue del afecto positivo y
mayor despliegue de afecto neutro que las madres con
funcionamiento reflexivo bajo (puntaje global 3) (Afecto
positivo 75.2% vs. 92.8%; Afecto neutro 24.8% vs. 7.2%;
K&W test: p< 0.05).
2. Tomando la proporción de encuentros en afecto positivo,
las madres que presentaron un funcionamiento re-
flexivo ordinario o marcado (n=14) registraron mayor
cantidad de encuentros positivos en la interacción de
juego libre (14,68%), que las madres con funcionamiento
reflexivo bajo (n=7, 8,88%). Sin embargo esta diferencia
no es estadísticamente significativa, probablemente
debido al tamaño de la muestra de seguimiento
(n=24), pero puede ser considerada como una tendencia
a ser explorada.
Conclusiones
En este estudio los resultados obtenidos mostraron que
al igual que la situación de interacción cara a cara analizada
(Duhalde y otros 2008), las madres pasaron la mayor
parte del tiempo codificado desplegando afecto positivo,
mientras que los infantes desplegaron la mayor
parte del tiempo afecto neutro. Por otro lado, el 12,5% del
tiempo codificado las madres y los infantes compartieron
encuentros de afecto positivo. Respecto de los recursos
autoregulatorios, en este estudio encontramos una marcada
diferencia entre lo observado en la interacción cara
a cara y la interacción de juego libre con juguetes a los 6
meses de edad de los infantes. Sólo 2 de 48 infantes
desplegaron autoapaciguamiento oral en la situación de
juego libre, mientras que 21 de 48 infantes lo hicieron en
la situación cara a cara. Sin embargo 45 de 48 infantes
presentaron conductas exploratorias al menos 90% del
tiempo de interacción estudiado.
Podemos inferir que en la situacion de juego la exploración
con juguetes, más allá de su importancia evolutiva,
es utilizada por los infantes como recurso de autorregulación.
Los juguetes, como objetos transicionales, cumplen
un papel central en la regulación diádica y la autorregulación.
Los resultados señalan que a los 6 meses
los infantes muestran mayor interés en explorar el mundo
exterior que explorar su propio cuerpo o el cuerpo de
sus madres. Cuando los infantes perciben juguetes a su
alcance, frecuentemente prefieren usarlos antes que
interactuar con sus madres sin intermediación.
A los 6 meses los infantes ya adquieren la capacidad de
usar los juguetes como recurso autorregulatorio y a su
vez, el éxito en la manipulación de estos juguetes va
permitiendo la anticipación y la búsqueda de la repetición
de la experiencia lúdica placentera. Este tipo de
anticipación se asocia a la concepción actual acerca de
un infante activo, buscador de estímulos desde el inicio
de la vida.
En nuestra investigación, la autoestima materna (como
un aspecto del narcisismo) fue relacionada significativamente
con la frecuencia de afecto positivo que las madres
desplegaban a través de la interacción, pero no con
la frecuencia de afecto positivo que desplegaba el bebé,
tanto en la interacción cara a cara como en la interacción
de juego libre. Podemos inferir que los sentimientos subjetivos
de la madre respecto de sí misma pueden ligarse
a sus propios sentimientos respecto de sí como madre
pero no influyen directamente en el despliegue de afecto
positivo que se observa en los infantes. Por otro lado,
aunque esta relación no llegó a un nivel de significación
estadística se encontró una relación entre la frecuencia
de exploración de los infantes y la autoestima materna.
Podemos inferir que en nuestra muestra, no clínica y de
nivel socio cultural medio-alto, se encontraron niveles de
autoestima altos en las madres y éstos tuvieron un impacto
fuerte en el nivel de exploración que se fue desplegando
en sus hijos. Esto podría explicarse tanto por el
tipo de estimulación como por la capacidad de la madre
de una espera no intrusiva a las iniciativas del bebé que
permite un andamiaje permanente del despliegue de
afectos positivos en los bebés.
En consecuencia, es posible que en muestras clínica,
por ejemplo madres deprimidas, en las cuales probablemente
las madres muestren niveles menores de AEM
comparadas con las madres de nuestra muestra, se
encuentre una relación más significativa entre AEM y
despliegue de afecto en el niño.
Respecto a los resultados de funcionamiento reflexivo
materno (FRM) no se encontró una relación significativa
entre FRM y los encuentros positivos diádicos en la situación
de juego libre. En análisis más sutiles, encontramos
que las díadas cuyas madres presentaban un FRM
ordinario o acentuado presentaron un despliegue de encuentros positivos mayor (14,8%) que las díadas cuyas
madres presentaban un FRM bajo (8,88%). Sin
embargo, las madres con FRM ordinario o acentuado
presentaron mayor despliegue de afecto neutro y menos
despliegue de afecto positivo. De estos resultados
podemos inferir que las madres reflexivas modulan más
sus afectos acompañando el afecto desplegado por su
bebé que es mayormente neutro. Por otro lado también
encontramos que los infantes cuyas madres presentaron
FRM ordinario o marcado presentaron mayor exploración
de los juguetes.
Este resultado va en dirección a lo planteado anteriormente
respecto de la búsqueda activa de juguetes por
parte del infante como recurso exploratorio y autorregulatorio
a la vez. Cuando esta exploración del mundo
externo de objetos y juguetes se instala, el infante va
ampliando el centro de interés del propio cuerpo hacia
el mundo. Podríamos inferir que las madres reflexivas
acompañan la transición de la regulación diádica a la
autorregulación ofreciendo juguetes y recursos de autorregulación
para el niño y esto aumenta la capacidad de
dominio del mundo que el bebé va logrando.
Estos resultados continúan la línea planteada en distintos
estudios de este programa, en los cuales sugerimos
que si bien desde todas las escuelas psicológicas es
indiscutible el valor determinante del vínculo primario en
la estructuración psíquica, muchas veces se produce
una marcada idealización del vínculo en que la reciprocidad
y la sincronía serían las bases de la salud mental.
Nuestros propios resultados y los de otros autores muestran
que, además de esta sincronía imprescindible, los
infantes también despliegan muy tempranamente recursos
propios de autorregulación que pueden a su vez
influir en la construcción del vínculo primario.Esto podría
ligarse a los descubrimientos de Stern (1985) que
plantea la temprana capacidad autorregulatoria del infante
de ir cerrándose al medio que lo rodea y seleccionar
estímulos de creciente complejidad. Por ejemplo,
los infantes muestran sutiles pero precarios esbozos de
autorregulación a partir de los 4 meses, momento en el
que puede observarse cómo utilizan la desv iación de la
mirada para expresar su deseo de cesar la interacción.
A los 7 meses ya expresan su deseo de autonomía con
claros gestos de corte y vocalizaciones.
A pesar de ciertas limitaciones del estudio impuestas
por el tamaño de la muestra y por la complejidad de la
temática, los resultados de esta investigación parecerian
coincidir con aquellos de otras investigaciones en
este área respecto del impacto de las variables maternas
sobre los procesos de autorregulación que van logrando
los infantes.
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Fecha de recepción: 4 de marzo de 2009
Fecha de aceptación: 13 de mayo de 2009