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Ciclos en la historia, la economía y la sociedad

versão On-line ISSN 1851-3735

Ciclos hist. econ. soc. vol.28 no.49 Buenos Aires dez. 2017

 

ARTICULOS

La influencia del panamericanismo en la política desarrollista de Brasil durante el Estado Nuevo (1937-1945)

A influência do pan-americanismo na política desenvolvimentista do Brasil durante o Estado Novo (1937-1945)

The influence of Pan-Americanism on Brasil’s developmental policy during the New State (1937-1945)

 

Bruna Lima**


Resumen

Este trabajo propone una revisión de la historiografía sobre políticas de desarrollo en Brasil, y apunta a comprender cómo el panamericanismo, vinculado en su origen a los Estados Unidos, influyó en los países latinoamericanos, especialmente en Brasil durante el período del Estado Nuevo (1937-1945), cuando las políticas de desarrollo y sobre todo los discursos pro-desarrollistas se utilizaron a favor de una agenda política e ideológica, a fin de  legitimar de forma pragmática un gobierno autoritario, a través de una política económica con un proyecto delineado con precisión.

Palabras clave: Brasil, desarrollo, panamericanismo, Estado Nuevo.

Resumo

Temáticas relacionadas a desenvolvimento são vastas se tomarmos como referência uma historiografia latino-americana. Neste trabalho, propomos a nos debruçar não somente a uma revisão no tocante ao que foi produzido sobre políticas de desenvolvimento no Brasil, mas também a tentar compreender como uma política pan-americanista de origem vinculada aos Estados Unidos incidia influência entre países latino-americanos, especialmente no Brasil durante o período correspondente ao Estado Novo (1937-1945), quando políticas de desenvolvimento e sobretudo discursos pró-desenvolvimentistas eram utilizados muito mais em prol de uma agenda política e ideológica, visando a legitimação de um governo ditatorial, do que propriamente de forma pragmática, com a concretização de uma política econômica com um projeto mais precisamente delineado.

Palavras-chave: Desenvolvimento, Pan-americanismo e Estado Novo no Brasil.

Abstract

This paper proposes a historiographical revision about development policies in Brazil, and also essays to understand how a Pan-American policy, linked originally to the United States, influenced among Latin American countries, especially in Brazil during the New State (1937-1945), when development policies and, above all, pro-developmental discourses were used much more to support a political and ideological agenda, in order to legitimize a dictatorial government in a pragmatic way, by accomplishing an economic policy with a precisely delineated project.

Keywords: Brazil , development, Pan-Americanism, New State.


 

Introducción

 

La política panamericanista, iniciada a fines del siglo XIX, tuvo su origen en un conjunto de Conferencias Panamericanas, celebradas entre 1889 y 1954. Ellas se realizaron en Washington (1889-1890), Ciudad del Vaticano, México (1901-1902), Río de Janeiro (1906), Buenos Aires (1910), Santiago de Chile (1923), La Habana (1928), Montevideo (1933), Lima (1938), Bogotá (1948) y Caracas (1954) [1] .

Estas conferencias "fueron el origen de las grandes asambleas diplomáticas del continente y su mayor objetivo era la unión de las naciones americanas a través del fortalecimiento político y del comercio en América" ​​(Dulci, 2008: 20). De esta forma, el término panamericanismo se difundió, y pasó a denominar un conjunto de políticas que incentivaban el acercamiento entre los países del continente americano, encabezados por Estados Unidos (Dulci, 2006). Según Ré (2010:33), de modo general, las conferencias se presentaban como "una respuesta a la creciente percepción de la comunidad de negocios norteamericana acerca de la importancia del continente, que recién se había descubierto como un campo abierto de oportunidades para el comercio y las inversiones”.

Sin embargo, la idea de panamericanismo no fue unánime ni tampoco constituyó la única forma de pensar una unión entre los países del continente americano. En este sentido, es posible citar, por ejemplo, el discurso en torno al latinoamericanismo, opuesto a las ideas defendidas y difundidas por Estados Unidos, que también fue fomentado durante estas mismas conferencias. Para Dulci (2008: 34), mientras que el panamericanismo se configuró como "el discurso oficial de las Conferencias Panamericanas y fue construido especialmente por los delegados norteamericanos"; el discurso del latinoamericanismo "se forjó a partir de las disputas que tuvieron lugar durante las Conferencias Panamericanas", y fue propuesto principalmente por los delegados argentinos con el propósito de frenar los avances estadounidenses “y de alzar a Argentina a la posición de líder de los países latinoamericanos, destacándose la disputa por la hegemonía en América del Sur ".

Cabe destacar, que la idea de "unión" o "solidaridad" entre las naciones americanas gestada durante estas conferencias, reconocía antecedentes o influencias, como la Doctrina Monroe , elaborada en 1823, por el presidente norteamericano James Monroe, que tenía entre sus objetivos garantizar la independencia de las nuevas repúblicas e impedir su recuperación por parte de las antiguas metrópolis europeas; y tampoco es ajena a los debates sobre una confederación en las Américas. Re (2010, p. 23) señaló que "en términos de la coyuntura, la doctrina es parte de un contexto en el que los imperios coloniales de España y Portugal estaban en plena decadencia, dejando las antiguas colonias a merced de posibles intentos de recolonización lideradas por la Santa Alianza ”. Estados Unidos no deseaba arriesgarse a enfrentar una nueva presencia europea en el continente y esbozaron la primera manifestación de su influencia, intentando afirmarse como una de las grandes potencias en el hemisferio occidental, de forma que no "aceptarían la recolonización de ningún país americano por parte de un país europeo". Esta doctrina pasó a funcionar, desde fines del siglo XIX como una "cobertura ideológica para el objetivo estratégico de los Estados Unidos, que consistía en mantener su hegemonía sobre todo el Hemisferio Occidental, conquistar y asegurar las fuentes de materia prima y los mercados de América del Sur para sus manufacturas, alejando del subcontinente la competencia de Gran Bretaña y de otras potencias industriales de Europa" (Bandera, 2010: 47).

En este sentido, la postura de defensa del continente americano adoptada por Estados Unidos “se tradujo en un fuerte sentido de superioridad sobre la colonización española y portuguesa, por lo que la Doctrina Monroe puede ser entendida como la transformación de este sentimiento de superioridad en una idea política". Tal perspectiva se refuerza si se tiene en cuenta que "al lado del principio de los dos hemisferios, caminaba también la llamada doctrina del Destino Manifiesto, que postulaba que Estados Unidos estaba decidido a controlar el continente en las fronteras de uno a otro océano". La Doctrina Monroe , en este caso, se presentaba como "la expresión que Estados Unidos usaría para imponerse en el continente y señalar internacionalmente su zona de influencia" (Ré, 2010: 26).

Minella (2013) destaca además de la Doctrina Monroe , el Destino Manifiesto, muy relacionado con una "superioridad moral y el consiguiente derecho de tutela sobre los vecinos y, eventualmente, a todo el continente", en este sentido también influyó en la composición de las ideas panamericanistas, "la autoimagen de la superioridad moral, mientras una civilización avanzada y libre, justificaría a lo largo de los años la acción de Estados Unidos en el continente americano, y su pretensión de excluir a las potencias europeas del juego político y comercial continental" (Minella, 2013: 57).
En base a lo expuesto, las ideas principales vinculadas al término panamericanismo pueden considerarse anteriores al período estudiado. Sin embargo, esta terminología presentó significados distintos en diferentes momentos, de acuerdo al contexto y también a los intereses conexos. Es decir que la idea de panamericanismo trabajada aquí, necesita ser comprendida estrictamente dentro del momento histórico delimitado por este trabajo.

América Latina, considerada como zona de interés y pensada muchas veces como una región homogénea durante la Segunda Guerra Mundial , "fue objeto de una fuerte disputa entre Estados Unidos y Alemania" (Corsi, 2000: 51). Dulci (2008) estableció este concepto de homogeneidad en su trabajo sobre las Conferencias Panamericanas, donde referencia notas periodísticas que mencionan, por ejemplo, "los países al Sur del nuestro".  "Al Sur, según la perspectiva de algunos de esos periódicos, estarían los países que componían el 'resto' de América”, lo que puede atribuirse, agrega esta autora, a dos factores: "el desinterés de los estadounidenses en diferenciar a los países por debajo de la frontera, en buscar las especificidades de cada nación" y un "interés en formar un bloque, entendiendo que 'los países al sur del nuestro' eran esencialmente agrarios, incivilizados, con un pasado colonial muy cercano, países perfectos para arrojar la producción industrial norteamericana a través de los tratados de reciprocidad comercial " (Dulci, 2008: 37-38).

De esta forma, el ideario y la práctica del panamericanismo se adaptaron a las circunstancias creadas con la Segunda Guerra Mundial , los cambios de paradigma de la política exterior [2] y, de cierta manera, a pesar de la relativa autonomía decisoria, resultado de este cambio de paradigma, la mayoría de los países latinoamericanos optaron por declarar su apoyo a Estados Unidos, en función de una idea de cooperación y protección que se firmaría entre los países del continente.

Corsi (2000) se refirió a esta cuestión, e involucró en ella al concepto de autonomía. Para este autor, la financiación del desarrollo durante el Estado Nuevo era un elemento esencial en la definición de los caminos de la economía brasileña, pues aunque Vargas pudiera contar con el "apoyo de las clases dominantes, el avance de la industrialización no dependía solamente de una mayor participación del Estado en la economía y de los recursos internos para financiarla: dependía crucialmente de recursos en monedas fuertes, entonces escasos a causa de la crisis internacional", pues el" sector industrial brasileño no tenía condiciones de garantizar por sí solo […] el avance del proceso de industrialización ". De esta forma, "el problema del financiamiento del desarrollo era al mismo tiempo interno y externo", entre el final de la década de 1930 y el inicio de la de 1940 era difícil conseguir financiamiento externo, en función del contexto mundial de la época, de tal modo que "préstamos de montos importantes sólo eran posibles en el seno de procesos más amplios de alineamiento político e ideológico con las potencias en conflicto" (Corsi, 2000, p.18).

A pesar de los intentos de Brasil de mantenerse neutral, dadas las circunstancias y conveniencias, como la mayoría de los demás países latinoamericanos declaró su posicionamiento oficial y su alineamiento a favor de Estados Unidos en enero de 1942, durante la III Reunión de Consulta de los Ministros de Relaciones Exteriores de las Repúblicas Americanas, celebrada del 15 al 28 de enero de 1942 en Río de Janeiro y convocada a petición chilena debido al ataque de las fuerzas japonesas contra Estados Unidos el 7 de diciembre de 1941.

Esta reunión fue la tercera de un conjunto de reuniones que fueron pensadas en 1938, durante la Octava Conferencia Panamericana , en Lima, en la que "se acordó que en caso de guerra, para discutir la posición del encuentro, se pondrá en marcha un mecanismo de consulta mutua, con la convocatoria de reuniones de los Cancilleres americanos, capaz de imprimir más celeridad en la toma de decisiones frente al conflicto "(Silva, 2012: 6). La finalidad de las conferencias panamericanas era, además de reafirmar la solidaridad continental, combatir una posible penetración del Eje en América Latina (Seitenfus, 2003).
A partir de las deliberaciones de esta reunión se rompieron de forma definitiva y oficial las relaciones que Brasil venía manteniendo con los países del Eje. Hasta entonces, las relaciones económicas con el Eje, en especial con Alemania, constituían la principal competencia de los Estados Unidos, y ocurrían a través de acuerdos comerciales pautados por marcos compensatorios [3] . Estos eran básicamente un "sistema en el que las importaciones y exportaciones se realizaban en base al intercambio de mercancías, cuyos valores se contabilizaban en las cajas de compensación de cada país" (Bueno, 2014, p.23-274).
Sumado a esto, la cuestión siderúrgica fue también un elemento fundamental en las decisiones del entonces presidente Getúlio Vargas en relación a la vinculación pro-Estados Unidos: "Todo indica que Vargas prefería la colaboración norteamericana a la alemana, no por desconfiar la capacidad alemana de invertir en la siderurgia a corto plazo, sino debido a los fuertes lazos con los EE.UU. y, probablemente por evaluar las dificultades de escapar de su esfera de influencia, excepto en caso de una fulminante y abrumadora victoria alemana en la guerra "(Corsi, 2000: 155).

En este universo de inestabilidad y oportunidades abierto durante la Segunda Guerra Mundial , se incluía el deseo brasileño de construir una planta siderúrgica capaz de promover el desarrollo nacional. Este deseo habría sido una especie de resorte propulsor para efectuar las negociaciones durante el período comprendido por la Segunda Guerra Mundial , mientras que los norteamericanos, conscientes de la eventualidad de participar en la guerra europea, al mismo tiempo se preparaban, por medio de la retórica panamericanista y de medidas concretas, para ganar a América Latina, en el sentido de incluirla en su sistema de poder". Ante ello, "Brasil, a causa de la saliente nordestina, ocupa una posición geográfica importante en el sistema defensivo hemisférico. Getúlio Vargas percibió el momento y, como contrapartida de la cooperación, procuró obtener ventajas concretas para el desarrollo económico nacional, como recursos y tecnología estadounidenses para la construcción de una usina siderúrgica situada en Volta Redonda (Bueno, 2014: 278-279)

Con ello, la geopolítica se constituía en uno de los factores esenciales, que justificaba la constante búsqueda del apoyo de los países latinoamericanos y específicamente de Brasil. " La Segunda Guerra Mundial evidenció la importancia geopolítica de América del Sur en la estrategia de los Estados Unidos, que necesitaban no sólo asegurar las fuentes de materia prima [...]sino también mantener la" seguridad de su retaguardia y del Atlántico Sur ".
 De esta forma, el gobierno de Roosevelt procuró fortalecer aun más la política de "buena vecindad", buscando no sólo garantizar, sino también intensificar la relación política, militar y económica con los países de América Latina, con el fin de asegurar su influencia y liderazgo sobre estos países. Desde 1933 el presidente Roosevelt anunció la Política de la Buena Vecindad. La prensa, la radio, el cine y la música diseminaron el american way of life a través de América Latina y viceversa, como forma de conquistar la opinión pública de cada país, aproximándolos económica y políticamente. De acuerdo con Paulo Fagundes Visentini (2009), "el intercambio cultural brasileño-norteamericano pretendía estrechar los vínculos ideológicos entre los dos países para contrarrestar la influencia nazi" (Visentini, 2009: 31).

Esta política se intensificó a partir de 1938, cuando Estados Unidos estableció una vigilancia mayor sobre Brasil, debido a la existencia y al crecimiento del comercio teuto-brasileño. Puede decirse que Estados Unidos tenía cierta "desconfianza" acerca de la política varguista adoptada durante el Estado Nuevo. Sin embargo, el gobierno de Roosevelt trató de evitar  laradicalización, y "aceptó la dictadura Vargas como un hecho 'normal' de la vida política de la región. La política de buena vecindad terminó hablando más alto: era preferible retroceder en algunos intereses particulares a comprometer los intereses estratégicos "(Corsi, 2000: 94).

Como la mayoría de los países latinoamericanos, hasta 1942 Brasil se mantuvo neutral frente al conflicto mundial. Esta posición le habría acarreado beneficios de ambos lados contendientes, ya sea a través de negociaciones o incluso de la relevancia que Brasil cobraba en este escenario, y de las amenazas que cada potencia ejercía sobre la otra.

Diversos autores coinciden en esta idea, entre ellos, Cervo (2011: 243-244), quien sostuvo que Getúlio Vargas "juzgaba la neutralidad conveniente para los intereses que perseguía en el exterior, el comercio, el equipamiento de las fuerzas armadas y la colaboración para implantar la industria pesada ", y que el presidente habría maniobrado políticamente mientras fue necesario para alcanzar los resultados y garantías que anhelaba para el país.
En cuanto se definió el apoyo brasileño a los Estados Unidos, el carácter del discurso panamericanista estuvo directamente relacionado con un "proyecto de poder", durante el Estado Nuevo en Brasil, "íntimamente ligado a una práctica de" política internacional que pretendía proyectar a Brasil como potencia militar y económica sudamericana asociada a Estados Unidos "(Minella, 2013: 24).

Las discusiones sobre las propuestas panamericanas fueron intensas desde por lo menos las primeras décadas de la República brasileña, e involucraron a buena parte de la intelectualidad de la época, que discutía sobre las posibilidades de acercamiento entre los países del continente americano, así como sobre las ventajas y desventajas de la adhesión al proyecto americanista liderado por Estados Unidos; o de la aproximación con los países hispanoamericanos [4] .

 

El desarrollo como un elemento legitimador del Estado Nuevo en Brasil (1937-1945)

 

El debate sobre las ideas desarrollistas en Brasil estuvo latente desde por lo menos el inicio de la década de 1930. Sin embargo, este debate ganó fluidez y definió sus contornos a partir de 1935, "cuando, por un lado, se profundizaron las disputas entre los bloques imperialistas, y por otro, las profundas transformaciones económicas y sociales en curso en la sociedad brasileña se hicieron más visibles "(Corsi, 2000: 49). Sin embargo, fue a partir de 1937, con el golpe que culminó en el Estado Nuevo, que estas cuestiones cobraron mayor nitidez, y en este período la política exterior pasó a pautarse por un proyecto de desarrollo " (Corsi, 2000: 16).

La idea de desarrollo planteada por el gobierno durante el Estado Nuevo apelaba a menudo al nacionalismo. Estos dos elementos - nacionalismo y desarrollo- fueron fundamentales en la construcción de los discursos oficiales durante este período.

Para Fonseca (1999), incluso, durante el Estado Nuevo la idea de "construir una nación desarrollada se convirtió en el punto principal de la retórica oficialista, capaz de aglutinar la expresiva mayoría de la nación", de tal forma que en este período se habría iniciado "la creencia de que, con el desarrollo económico, los grandes problemas del país desaparecerían". Como constató el mismo autor, el desarrollo económico se convirtió en una ideología, presente prácticamente en todos los discursos presidenciales desde del Estado Nuevo, incluso de los gobiernos militares a partir de 1964. El desarrollo se presentó no sólo como una idea orientadora de la acción gubernamental sino principalmente como su fuente de legitimidad "(Fonseca, 1999: 257).

El discurso que incluyó la idea de desarrollo en este período, junto a la influencia de la ideología panamericanista en América Latina sirvieron, además, para justificar el apoyo de Brasil a Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Más aun si se tiene en cuenta que entre las principales pautas de la III Reunión de Consulta de los Ministros de Relaciones Exteriores de las Repúblicas Americanas, celebrada en enero de 1942 en Río de Janeiro, figuraban la "defensa continental (ruptura de relaciones y cooperación militar) y la cooperación económica frente al conflicto"(Svartman, 1999: 105). Este apoyo concretó también las expectativas del gobierno y de una parte de la diplomacia brasileña, representada principalmente por Oswaldo Aranha, de un intento de materializar el desarrollo, que se presentaba en el ámbito del discurso, a su vez relacionado directamente con el sector industrial.

En este período, Brasil vivía un momento histórico de centralización política y económica, que en cierto modo ayudaba a sostener las ideas de Getúlio Vargas de formar un "Estado Nuevo". Además, la consolidación de una idea de nación, implícita en la propia terminología "Estado Nuevo", también justificaba "la existencia del régimen dictatorial y la necesidad de una política económica capaz de desarrollar el país de forma armónica" (Corsi, 2000, p. 76).

A este respecto, Konrad (2006) subrayó que la idea de "centralización de las instancias del poder en manos del Estado nacional requería reducir el poder de las oligarquías y la influencia de los estados en el ámbito regional"; para ello se intentó culpar "al exceso de federalismo por los males de la República, que proporcionaba demasiado poder de acción a los 'politiqueros' y a las oligarquías. En esta perspectiva, según esta autora "los regionalismos se observaban con preocupación, a tal punto que el Estado Novo recién implantado decidió abolir los símbolos estatales y municipales (banderas, himnos, escudos y armas), manteniendo sólo el uso de los símbolos nacionales" (Konrad, 2006:55).

Para Fonseca (1999) la intervención del Estado en la economía fue muy presente y constante en la trayectoria política de Getúlio Vargas, pues aún durante la República Vieja , cuando actuaba políticamente en Rio Grande do Sul, sostenía, junto con otros miembros del Partido Republicano (...), que la intervención debía ser aceptada y defendida, "incluso como norma y deber del Estado" (Fonseca, 1999: 59). "Este pensamiento, de carácter esencialmente autoritario, también recibió influencias de los pensadores de la época: "Francisco Campos, Almir de Andrade, Oliveira Vianna y Azevedo Amaral, que criticaban al liberalismo, defendían el intervencionismo y la organización corporativa de la sociedad "(Corsi, 2000: 76).

También durante el Estado Nuevo se buscaron alternativas más efectivas para dejar atrás la tradición colonialista de un Brasil sólo exportador de materias primas, en favor de un país más independiente. Esta idea ya se planteaba a principios de la década de 1930, principalmente a partir de la eclosión de la crisis de 1929, que obligó al gobierno brasileño a buscar alternativas para recuperar su economía, ante la falta de mercados para el café.

A partir de 1930, se inició en Brasil un nuevo tipo de desarrollo capitalista, con el objetivo de superar el "capitalismo agrario y comercial asentado en las actividades exportadoras de productos primarios, rumbo a otro régimen, cuya dinámica dependería gradualmente de la industria y del mercado interno" (Fonseca, 1999: 182). También Pesavento (1997: 104) defendió esta perspectiva, y sostuvo que después de 1930 ocurrió un reordenamiento del sistema productivo de Brasil, a través de un proceso de transición de un modelo económico agrario-exportador hacia un esquema urbano-industrial, aunque todavía dependiente.

Por su parte, Corsi (2000), al analizar los efectos de la gran depresión de los años 1930 y las nuevas posibilidades de desarrollo que se presentaron, destacó que la tendencia a la desarticulación de la economía mundial [5] habría sido responsable de abrir espacios para las salidas nacionales de la depresión, dado que cada país quería protegerse de la crisis mundial exportando más, importando menos y expandiendo su mercado interno. "Este fue el camino encontrado para eludir la crisis interna y la falta de monedas fuertes, lo que acarreó un cierre de la competencia entre las economías nacionales" (Corsi, 2010: 28). Con ello, "el proteccionismo, las políticas que persiguieron el objetivo de la recuperación económica a partir de los mercados internos, los acuerdos bilaterales de comercio, los controles cambiarios y la formación de bloques económicos parecían procesos irreversibles y generalizados" (Corsi, 2000: 31),que  ya apuntaban, en ese momento, a un cambio del papel del Estado en la economía, y principalmente a una mayor intervención estatal en la vida económica.

En este sentido, como tendencia proveniente de diferentes experiencias para combatir la depresión, el Estado pasó a asumir el papel de "reglamentar, dirigir, planificar, actuar directamente en sectores considerados vitales, además de implementar políticas para sostener la actividad interna", de tal modo que "dejó de existir una doctrina ‘aceptada por todos’ - el liberalismo - para orientar a los gobiernos" (Corsi, 2000: 33).

De esta forma, la Gran Depresión habría estimulado el surgimiento de gobiernos autoritarios y nacionalistas de diversos matices. En ese sentido, la crisis de la Gran Depresión contribuyó a la apertura de "nuevos caminos de desarrollo basados en el mercado interno y en la industrialización a partir de la desorganización de la vieja división internacional del trabajo", que de cierta manera "ponía en cuestión el papel de exportadores de productos primarios de los países latinoamericanos ", justamente porque ante tantas transformaciones, "las economías de la región eran impelidas a cerrarse de manera creciente sobre sí mismas y a buscar salidas propias para la situación "(Corsi, 2000, p. 35).

Sin embargo, cabe destacar la salvedad del autor, de que "el proceso de industrialización en algunos países de América Latina no puede explicarse sólo por la influencia de acontecimientos externos, sino también, en buena medida, por el estadio de desarrollo industrial alcanzado por esos países" (Corsi, 2000, p. 36) [6] . Respecto a estas cuestiones, debe recordarse que a partir de 1930 Brasil experimentó un "cambio del modelo de inserción internacional", pautado por cuatro elementos principales, entre ellos: "la inconveniencia de prolongar el modelo anterior de agroexportación"; "la conciencia que la crisis del capitalismo despertó de estar viviendo una fase de transición que permitía que el desarrollo se convirtiera en el objetivo-síntesis de la política exterior"; la "convicción de poder utilizar la diplomacia para alcanzar resultados" y, por último, las "condiciones de eficiencia de una diplomacia orientada al desarrollo", este último elemento incluía la "autonomía decisoria, acción cooperativa, comercio exterior flexible sin amarras doctrinarias, la subordinación de la seguridad a los fines económicos y la concomitancia de buenas relaciones con los grandes vecinos "(Cervo, 2008: 44-45).
Ya en 1942, y a partir de la III Reunión de Consulta de los Ministros de Relaciones Exteriores de las Repúblicas Americanas, las cuestiones relacionadas con el desarrollo pasaron a comprenderse bajo la égida de una supuesta "solidaridad entre las economías americanas", que a su vez, "colocaba al desarrollo económico nacional, dentro de ciertos moldes, en función de la soberanía continental y coordinado por el continente" (Minella, 2013: 38). Es decir que los contornos de las cuestiones relacionadas con el desarrollo se ampliaron y, en el caso brasileño, de forma más específica, este concepto se impuso como un objetivo principal.

La idea desarrollista continuó permeando la política brasileña de distintas formas a lo largo de la historia, más allá del Estado Nuevo, principalmente a partir del surgimiento y bajo la influencia de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), con el gobierno de Juscelino Kubistchek. Posteriormente durante la dictadura cívico-militar, iniciada con el golpe de 1964, esta idea volvió a acentuarse en el discurso, y tomó una forma semejante a la analizada hasta aquí, caracterizada esencialmente por la centralización política, el autoritarismo y el intervencionismo del Estado en la economía.

 

 Consideraciones finales

 

Las ideas de integración son recurrentes en la historia de América y sobre todo de América Latina, desde Bolívar, por ejemplo, hasta uniones más recientes como el propio Mercosur. Sin embargo, este artículo analiza la propuesta de unión entre los estados americanos a partir del panamericanismo, que puede considerarse una forma diferenciada de integración, a partir de una iniciativa de Estados Unidos que, además de constituir un simple acuerdo de cooperación, pasó a funcionar también como un elemento de conducción de las políticas para los países involucrados, especialmente Brasil, que fue el caso analizado en este estudio.

Cabe destacar que a pesar de la incompatibilidad entre el carácter democrático que el panamericanismo asumía en relación al régimen dictatorial de Getúlio Vargas, durante el Estado Nuevo, el elemento externo de la II Guerra Mundial fue capaz de justificar y neutralizar estos antagonismos, a cambio de apoyo y de posibilidades de intervención ideológica, política y económica.

Todas las cuestiones y elementos señalados hasta aquí contribuyen a comprender la forma y el contexto en el que las políticas de carácter desarrollista se formularon y articularon. De tal modo, en este trabajo se procura ampliar la mirada sobre el desarrollo, dadas su complejidad y capacidad para fomentar alianzas y definir proyectos y políticas internas y externas. Aun si durante el Estado Nuevo las ideas en torno al desarrollo revistieron un carácter legitimador, su orientación externa vinculada a la política panamericanista valida su análisis y exploración en este marco

 

 

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* Este texto fue elaborado en el  marco de la tesis doctoral de la autora.

** Doctoranda en Historia del Programa de Postgrado en Historia de la Universidade Federal de Santa Maria (UFSM, Brasil), becaria de la CAPES/PDSE/Proceso nº 88881.133097/2016-01. Orientación: Prof. Dra. Maria Medianeira Padoin.

[1] Información disponible también en Lima, Maciel y Padoin (2017).

[2] Amado Luiz Cervo señala esta idea de cambio de paradigma en las relaciones internacionales en diferentes trabajos. Para él, a partir de 1930 Brasil adoptó un "cambio del modelo de inserción internacional", pautado por cuatro elementos principales, entre ellos: "la inconveniencia de prolongar el modelo anterior de la agroexportación"; "la conciencia que la crisis del capitalismo despertó de atravesar una fase de transición que permitía convertir al desarrollo en objetivo-síntesis de la política exterior"; la "convicción de poder utilizar la diplomacia para alcanzar resultados" y, por último, las "condiciones de eficiencia de una diplomacia orientada al desarrollo", este último elemento incluía la "autonomía decisoria, acción cooperativa, comercio exterior flexible sin amarras doctrinarias, subordinación de la seguridad a los fines económicos y la concomitancia de buenas relaciones con los grandes vecinos (Cervo, 2008: 44-45).

[3] En 1935, por ejemplo, en función de acuerdos de compensación, Alemania superó a Estados Unidos y alcanzó el primer lugar como proveedor de Brasil. "Esto, puede ser atribuido a diversos factores, pero uno de ellos fue, sin duda, el hecho de" contar con importantes conexiones en Brasil, donde cien mil alemanes de primera generación (Reichsdeutsche) y ochocientos mil alemanes-brasileños [Volksdeutsche], representaban  cerca del 3% de la población (poco más de 30 millones de habitantes en la primera mitad de los años 1930), formaban un próspero mercado de consumo, y muchos de ellos poseían empresas tradicionales y sólidas que participaban activamente en la economía y el comercio exterior brasileños. Los alemanes todavía tenían control casi absoluto sobre los medios de transporte aéreo en Brasil " (Bandera, 2011, p. 64).

[4] Algunas cuestiones relacionadas con este tema pueden verse en Lima, Maciel y Padoin (2017).

[5] Para Corsi (2000:27) "La caída del comercio internacional, el desmoronamiento del patrón oro, la casi cesación de las inversiones a largo plazo y de los préstamos, la ola generalizada de moratorias de las deudas externas, la interrupción de los flujos migratorios, las crisis financieras y cambiarias, el desempleo generalizado y la drástica reducción de la actividad económica" contribuyeron con esa tendencia a la desarticulación.

[6] Sobre este proceso de transición ocurrido en Brasil y en la totalidad de América Latina, consultar Puyana (2008).

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