Introducción
El 10 de agosto de 1810 se libra desde Buenos Aires la orden para abandonar el Fuerte San José en Península Valdés y se establece el traslado de la población, la artillería y las municiones al Fuerte Nuestra Señora del Carmen -Carmen de Patagones, provincia de Buenos Aires-, dejando al enclave completamente desamparado.1 Sin embargo, mientras esta orden llegaba al Carmen, del cual el primero era subsidiario, los días 7 y 8 de agosto, poco tiempo después de la Revolución de Mayo, tanto el Fuerte San José como el Puesto de la Fuente fueron atacados por un supuesto malón indígena.2
La versión “oficial” sobre la desaparición de los enclaves coloniales de Península Valdés proviene del testimonio de cinco soldados del Regimiento de Dragones, perteneciente al Ejército Virreinal, que lograron sobrevivir y llegar al Fuerte Nuestra Señora del Carmen un mes más tarde.
Cuando se analizan comparativamente los cinco asentamientos que integraron el proyecto colonizador y la forma en que se relacionaron con los indígenas, realmente este ataque resulta un hecho anómalo y de una violencia excepcional (Buscaglia, 2021b). Esta característica, sumada a la falta de claridad sobre las causas del episodio, discordancias con respecto a forma en que realizaban los malones las poblaciones indígenas, inconsistencias en los testimonios de los sobrevivientes y la vinculación de desertores del fuerte a dos malones ocurridos previamente en 1809 (Buscaglia, 2023), llevó a preguntarnos si no cabe la posibilidad de considerar la complicidad de una minoría de la población de San José en el ataque, teniendo en cuenta las condiciones de aislamiento, precariedad y abandono en la que vivían los pobladores del fuerte.
A partir de un análisis microhistórico, basado en el método indicial propuesto por Ginzburg (2004), de la información sobre el ataque indígena experimentado por los enclaves coloniales de Península Valdés, este trabajo tiene por objeto caracterizarlo y acercarnos a sus posibles causas. Para ello, nos centraremos en la confrontación crítica de distintas fuentes primarias inéditas y editadas, así como en información sobre las prácticas indígenas y españolas asociadas a la violencia. En cuanto a la confrontación de las fuentes escritas, la recuperación de las voces y prácticas subalternas se realizará a partir de la identificación de indicadores claves, como los silencios, las contradicciones, las ambigüedades, las grietas y las inconsistencias que pueden ser rastreadas en el discurso oficial (Farge, 1991; Hall, 1999; Nacuzzi y Lucaioli, 2011).
Estos resultados no solo tienen implicancias para abordar e interpretar los contextos arqueológicos y bioarqueológicos registrados en el Fuerte San José y el Puesto de la Fuente (García Guraieb y Buscaglia, 2019; Buscaglia et al., 2022), sino también para poner en tensión el imaginario que prevalece en torno a las relaciones interculturales en Península Valdés y destacar el rol de los actores subalternos para alterar la trayectoria del orden colonial.3
Los establecimientos coloniales de Península Valdés
Las investigaciones en el Fuerte San José y en el Puesto de la Fuente desde la perspectiva de la arqueología histórica comenzaron en 2010 y siguen en curso como parte de un programa de investigación más amplio y comparativo sobre la colonización española de la costa patagónica, que se inició hace más de dos décadas. Entre otras cosas, estas tareas involucran la exploración arqueológica de los sitios, el análisis en laboratorio de los materiales recuperados y su evaluación en relación con numerosos documentos históricos dispersos en diferentes repositorios nacionales e internacionales.
En lo que respecta a la historia de los enclaves coloniales, es relevante señalar que en 1778 se promulgaron en España las Reales Cédulas para la creación de un sistema de colonias y fuertes establecidos a lo largo de la costa atlántica patagónica. Los mismos fueron fundados con el fin de reforzar los dominios españoles en las posesiones de ultramar e incentivar su fomento económico, en el marco de un programa de reformas impulsadas por la política borbónica y el pensamiento ilustrado a fines del siglo XVIII (Sarrailh, 1992; Luiz, 2006; Senatore, 2007). Como parte de este plan se creó el complejo de asentamientos formado por el Fuerte San José y el Puesto de la Fuente (1779-1810, Península Valdés, provincia de Chubut), el Campamento de Antonio Viedma (1780, Puerto Deseado, provincia de Santa Cruz), la Nueva Colonia y Fuerte de Floridablanca (1780-1784, Bahía San Julián, provincia de Santa Cruz), el Establecimiento de la Real Compañía Marítima (1790-1807, Puerto Deseado, provincia de Santa Cruz) y el Fuerte Nuestra Señora del Carmen (1779 en adelante, Carmen de Patagones, provincia de Buenos Aires) (Figura 1a).
El Fuerte San José fue el primero de los cuatro enclaves en establecerse en enero de 1779 sobre la costa sudeste del golfo homónimo (Figura 1b y Figura 2a). Poco tiempo después se creó el Puesto de la Fuente, un asentamiento productivo de carácter complementario situado en las cercanías de la Salina Grande y manantiales de agua dulce, a unos 30 km del fuerte (Figura 1b y Figura 2a). Ambos asentamientos se encontraban en una situación de fuerte aislamiento geográfico y social, debido a su emplazamiento en la península, y distanciados no solo de la capital virreinal sino también de las poblaciones de Nuestra Señora del Carmen y Floridablanca (Buscaglia et al., 2012).
La población fue masculina, multiétnica y mayormente militar, con un régimen rotativo de relevos, siendo variable el número del personal a lo largo del tiempo (Buscaglia et al., 2012). En agosto de 1779, una epidemia de escorbuto se cobró la vida de 28 de los 232 individuos que arribaron con el contingente poblador (García Guraieb et al., 2017), generando un profundo malestar que derivó en una sublevación que casi termina con el abandono de San José. Las investigaciones históricas y arqueológicas indican el carácter perecedero -con escasas excepciones-, inconcluso y de permanente remodelación de las estructuras del fuerte hasta su abandono en 1810 (Bianchi Villelli, et al., 2019) (Figura 2b). Si bien en el caso del Puesto de la Fuente la información histórica sobre sus características es prácticamente nula, los abordajes arqueológicos han permitido identificar un recinto de piedra y conjuntos artefactuales de origen indígena en las inmediaciones, con una cronología relativa que se remonta al Holoceno tardío en adelante (Alberti y Buscaglia, 2015) (Figura 2c).
La vida en estos enclaves coloniales periféricos estuvo atravesada por diversos contratiempos relacionados con el desabastecimiento, la precariedad arquitectónica, la conflictividad social e interétnica hasta que, en agosto de 1810, tanto el fuerte en la costa como el puesto en la salina, habrían sido destruidos por un ataque indígena (Bianchi Villelli et al., 2019; Buscaglia, 2023, entre otros).
El malón de 1810: el testimonio de los supervivientes y los interrogantes que suscita
El 5 de septiembre de 1810 se presentan en el Fuerte Nuestra Señora del Carmen cinco soldados pertenecientes al Regimiento de Dragones de Buenos Aires. Estos individuos, que formaban parte del destacamento del Fuerte San José, comunican al comandante del Carmen, Antonio Aragón,4 su escape con vida del cautiverio y de un malón que asoló a los enclaves de Península Valdés, prácticamente un mes antes. La declaración de los sobrevivientes, inédita hasta la fecha, suscita múltiples interrogantes en torno al episodio que puso fin a la ocupación colonial de Península Valdés. A continuación, presentamos por primera vez la transcripción completa de esta declaración para luego focalizarnos en las preguntas:
Exmo Sr.
Hoy día de la fecha se me han presentado en este Establecimiento los Dragones Juan Albornoz, Juan Coca, Francisco Rodríguez, Juan Centeno y Casimiro Nobacos, los cuales me han dado parte del funesto suceso acaecido en el Puerto San José el día 7 del mes próximo pasado, cual es el haber avanzado una numerosa Indiada a la Real Capilla en donde se hallaban los más de aquellos individuos y encontrándolos los Indios desarmados, y oyendo misa hicieron prisioneros a parte de los que demuestran la adjunta relación, y matando a los demás, y al día siguiente pasaron al Destacamento de la Fuente y en tono de Paz ejecutaron lo mismo con los individuos de aquel destacamento, llevándose consigo a los prisioneros a sus tierras. Igualmente toda la caballada, yeguada y algún ganado vacuno. Estos cinco Individuos dragones habiendo encontrado la proporción de tres fusiles, una espada y una porción de cartuchos se apoderaron de ellos y lograron la ventaja de matar a unas treinta y tantas personas de que se componían cuatro toldos que eran los que los tenían cautivos.
La causa Exmo Sr. de estas tragedias en la falta del Bergantín de Armadilla que debiera permanecer en este destino tanto para el socorro de aquellos infelices que en el día son muertos y prisioneros como igualmente por la falta de auxilios que hay en estos reales almacenes para socorrer a las Indiadas que incesantemente circundan tanto este Establecimiento como el de San José.
V. E. en vista de faltar todas estas plazas que deben cubrir dicho destacamento que en el día se halla sin un alma viva, desamparado en un todo con el número de unas ocho mil a diez mil cabezas de ganado vacuno en caso que V.E. determine se vuelva a tomar posesión de dicho Puerto me remitirá los auxilios que son propios para ello: Debiendo advertir a V. E. que cuanto había perteneciente a los Reales Almacenes Artillería, Pólvora, Armas y Municiones todo lo han quemado y lo más doloroso es que todo lo perteneciente a la Real Capilla lo han destrozado haciendo el uso más indecoroso de los vasos sagrados. Espero Excelentísimo Sr. que V. E. enterado de mi oficio me remita sus justas providencias con el fin de obedecerlas y no separarme un punto de ellas. Dios de a V. E. muchos años, Fuerte del Carmen Río Negro, 5 de septiembre de 1810. Exmo. Sr. Antonio Aragón al Exmo. Sr. Virrey y Capitán Gral. de estas Provincias.
A este oficio lo acompaña una relación en la que se consignan los cautivos y los muertos como resultado del malón, donde se detalla el número, el rango y el oficio de los mismos tal como transcribe a continuación:
Relación de los individuos muertos y cautivos por los Indios en el Puerto San José
Muertos
Capellán Fray Bartolomé Pogio...1
Cirujano Don Francisco Antonio Caballero...1
Carpintero Juan Domenec…1
Artillero…1
Infantería Sargento 2° Antonio Bidueyra y tres soldados…4
Dragones Sargento Dioniso Simón y 5 soldados…6
Peón Francisco Fernando…1
Total……………………………15
Cautivos
Dragones
Casimiro Novacos6…1
Francisco Rodríguez…1
Juan Centeno…1
Juan Albornoz…1
Juan Coca…1 Estos son los presentados
Cabo Andrés Diéguez…1
Santiago Martínez…1
Pedro Torres…1
Juan Crum...1
Pedro Larosa...1
Panadero Fernando Sánchez...1
Capataz Martín Núñez y seis peones...7
Total………………………………….19
Fuerte del Carmen Río Negro 5 de septiembre de 1810 Antonio Aragón7
El análisis de este documento permite aislar una serie de aspectos que serán esenciales para evaluar las características particulares de este último malón al Fuerte San José y al Puesto de la Fuente a la luz de otros registros documentales, como del conocimiento que se tiene de las prácticas indígenas.
En primer lugar, se observa que estos dos asentamientos fueron atacados en días sucesivos, de forma sorpresiva y a traición desde la perspectiva de los agentes coloniales. En segundo lugar, la incursión involucró el asesinato y captura de pobladores, así como todo el ganado equino y una parte del vacuno, mientras que una gran proporción de este último quedó en el campo. En tercer lugar, el ataque habría implicado el incendio de almacenes y del armamento, así como la destrucción de bienes de la capilla. En cuarto lugar, el comandante de del Carmen atribuye el hecho a la falta de recursos para agasajar a los indígenas y de embarcaciones de apoyo.
Sin embargo, la lectura de estos documentos también abrió una serie de interrogantes con respecto tanto a los silencios detectados en el testimonio de los sobrevivientes al ataque como a la información transmitida en el mismo. En cuanto a los silencios, observamos que en el relato se omite mencionar a la o las parcialidades indígenas que desplegaron el ataque. Sin embargo, como parte del análisis de la trayectoria de las relaciones interétnicas en el contexto de los enclaves coloniales fue posible establecer desde 1809 la presencia en la península de tolderías indígenas procedentes de Patagonia Austral y, al menos, de un cacique llamado Zauque, quien dominaba el territorio de Puerto Deseado y encabezó uno de los malones a los enclaves en agosto de 1809 (Buscaglia, 2023).
Un segundo aspecto, sobre el cual no se suministra información, se relaciona con las armas utilizadas por los indígenas y la forma del ataque, más allá de prender fuego a parte de las instalaciones del fuerte. Un tercer aspecto omitido en el relato es la referencia a muertes entre los indígenas, aunque el carácter sorpresivo del evento, y en horario de misa, podría no haber dado tiempo a los pobladores para armarse. Tampoco se menciona a qué hora se ofició la ceremonia religiosa. En cuarto lugar, prácticamente no hay información sobre lo sucedido en el Puesto de la Fuente. Por último, resulta llamativo que el comandante de del Carmen no mencione, ni como parte del documento que acompaña el testimonio ni en oficios posteriores, la adopción de represalias contra los indígenas -solo habla de mantenerlos vigilados- y, sobre todo, de acciones dirigidas a recuperar a los cautivos.
En el marco de una investigación centrada en el análisis de la trayectoria de las relaciones y la conflictividad interétnica en Península Valdés, desde una perspectiva diacrónica y regionalmente amplia, fue posible esbozar algunas de las posibles causas que pudieron haber desencadenado los actos de hostilidad contra los enclaves, en función de las lógicas y las prácticas indígenas desplegadas en el contexto de las relaciones coloniales. Sobre la base de este análisis, consideramos que los factores políticos tuvieron quizás un peso mayor que los económicos -por ejemplo, la obtención de animales- en el despliegue de las prácticas maloneras, donde la venganza en diferido por la muerte del cacique Julián Camelo (1788) pudo haber sido una causa suficiente y necesaria, a lo que pudieron sumarse: la apropiación colonial de un territorio y recursos valorados por las poblaciones originarias, la falta de recursos materiales para cumplir con los protocolos de reciprocidad nativos, el contagio de viruela como resultado de las relaciones con el establecimiento de la Real Compañía Marítima en Puerto Deseado, entre otras cosas (Buscaglia, 2015a, 2021b, 2023).8
A pesar de que las poblaciones patagónicas tuvieron motivos más que suficientes para emprender acciones ofensivas contra los enclaves coloniales de Península Valdés, consideramos que el episodio de 1810 presenta particularidades en relación con: el grado de violencia desplegado, sutiles discordancias con respecto al modus operandi esperado de los malones indígenas e inconsistencias en las versiones sobre el hecho, haciendo que su adscripción a un malón puramente indígena deba ser evaluada con cautela. En el siguiente acápite presentamos el análisis de documentación histórica, tanto editada como inédita, a partir de la cual fue posible generar nuevos interrogantes e hipótesis alternativas sobre el evento que marcó el fin de la ocupación colonial en Península Valdés.
Otras fuentes, otras voces
La confrontación del testimonio de los cinco soldados que sobrevivieron al malón de 1810 con otras fuentes documentales primarias, tanto previas como posteriores al evento, así como con respecto a la información disponible sobre las prácticas maloneras indígenas e, incluso, la evidencia arqueológica generada hasta el momento, permite explorar una propuesta explicativa más compleja respecto de la sugerida tanto por el discurso oficial colonial como por aquél generado desde las producciones historiográficas patagónicas.9 En este sentido, proponemos como hipótesis que hubo algún grado de participación de traidores del fuerte en el ataque indígena al Fuerte San José y al Puesto de la Fuente. 10
La formulación de esta hipótesis se fundamenta en los siguientes aspectos: 1) la situación de vulnerabilidad en la que se encontraban los establecimientos coloniales de Península Valdés; 2) las discordancias con respecto al conocimiento que se tiene sobre las prácticas maloneras indígenas; 3) las contradicciones e inverosimilitudes en el relato de los sobrevivientes y 4) los antecedentes de la participación de desertores del fuerte en los malones de 1809. A continuación, desarrollaremos en detalle cada uno de estos aspectos.
La vulnerabilidad del Fuerte San José y el Puesto de la Fuente
Una constante en el marco de las ocupaciones coloniales españolas de fines del siglo XVIII en Patagonia, han sido las dificultades relacionadas con las enfermedades, el aislamiento y el abastecimiento de los grupos poblacionales, lo que en ocasiones, particularmente en las fases iniciales de los asentamientos, desembocó en sublevaciones contra las autoridades al mando (Buscaglia, 2012, 2015a, 2021a). De los cuatro asentamientos que integraron el proyecto colonizador, el Fuerte San José fue el que afrontó mayores dificultades y el único que no contó con el apoyo de las poblaciones indígenas (Buscaglia, 2021b).
El análisis de las fuentes documentales para los últimos años del Fuerte confirma la fragilidad de su situación, tanto para atender las necesidades del grupo poblador11 como para hacer frente a las demandas de los grupos nativos establecidos en la Península, donde fue necesario recurrir a individuos particulares -un panadero de San José- para franquear alimentos y tabaco destinados a los indígenas, tal como se ejemplifica a continuación:
Sr. Comandante
Bartolomé Borgón Maestro Panadero del Puerto San José, ante VM con la veneración que debe, parece y dice, que con motivo de la numerosa Indiada que concurrió en dicha Península por Octubre del año anterior la que dio motivo a dejarnos casi sin tener pan que comer por verse en la precisión el Sargento Comandante que allí mandaba de distribuir la Harina, Pan y Galleta de aquel Real Almacén para ir conteniendo a dichos Indios, y hallándome yo con alguna prevención de tabaco, yerba mate y azúcar para mi gasto se vio precisado dicho comandante en virtud de la necesidad a obligarme a que le franquease de cuenta del Rey, sesenta y cuatro y media varas de tabaco, ocho @ y tres libras de yerba mate, dos @ y diez y ocho libras de Azúcar con la condición de que se me satisfaría su importe en esta tesorería del Rey en Río Negro. (…) Fuerte del Carmen Río Negro 20 de marzo de 1810= Miguel López= Fuerte del Carmen Río Negro 20 de marzo de 1810.
En suma, hacia el final del Fuerte San José convergieron una serie de aspectos tales como la precariedad arquitectónica, la inutilidad del armamento, el desabastecimiento, la disconformidad de la población por las condiciones de vida y el incumplimiento de los relevos en tiempo y forma que, sumado al temor a los indígenas, reforzaron su situación de vulnerabilidad.
Prácticas maloneras indígenas
La descripción sobre el malón indígena que brindan los dragones14 abre una serie de interrogantes respecto a los antecedentes sobre violencia interétnica en el contexto de los enclaves coloniales españoles de la costa patagónica y al conocimiento que se tiene de las prácticas maloneras indígenas.
En cuanto a éstas, el último ataque experimentado por el fuerte y el Puesto de la Fuente (Buscaglia, 2023) se encuadraría dentro de lo esperado para una ofensiva indígena propia de los grandes malones, en lo que refiere, por ejemplo, a atacar sorpresivamente en el marco de aparentes relaciones pacíficas, el incendio de instalaciones, la sustracción de bienes y hacienda, la captura de cautivos y, en menor medida, el asesinato de pobladores (Hernández, (1770) 1969; Fitz Roy, (1839) 2016; D´Orbigny, (1835-1847) 1999; Hudson, 1944; Crivelli Montero,1991; Rojas Lagarde, 2004; Leoni, 2005, Cordero, 2019, entre otros).15 Al respecto, tanto Operé (2001) como Cordero (2019) señalan que esta última práctica no resultaba tan habitual, ya que no era el objetivo central de los malones -salvo que existiese alguna cuestión de venganza como podría ser el caso del Fuerte San José (Buscaglia, 2023)- y porque la táctica de huir velozmente luego de la apropiación de bienes y animales les permitía evadir las confrontaciones directas -particularmente si el enfrentamiento era con tropas-, lo que contribuía a evitar tanto las muertes entre los propios como de enemigos.
Sin embargo, teniendo en cuenta la información recopilada y analizada sobre las tácticas indígenas implicadas en los malones, dos aspectos llamaron nuestra atención: a) el horario en el que tuvo lugar el ataque al Fuerte San José y b) la fase en la que se encontraba la luna el día en que ocurrió el mismo.
Como señalamos en el acápite precedente, el ataque se produjo mientras se estaba oficiando la misa, aunque se omite mencionar el horario en el que la misma tuvo lugar. De acuerdo a la información recuperada en un expediente judicial sobre el motín de 1780 en el campamento de Antonio Viedma en Puerto Deseado, podría especularse que, de no haber variado esta práctica en el tiempo, habría sido al anochecer. En este documento se refiere que el horario de las oraciones comenzaba a las 20 hs.,16 lo cual también sería respaldado por otro documento de momentos iniciales de la ocupación colonial de Península Valdés, aunque sin precisar con tanta exactitud el horario.17 Aunque existen excepciones, este patrón no se ajusta al conocido comúnmente para los ataques de las poblaciones indígenas en la región de la Araucanía, Pampa y Patagonia. Tal como señalan distintos cronistas a lo largo del tiempo, los malones solían llevarse a cabo entre la medianoche y la madrugada, para sorprender dormidos a los enemigos. Por lo general, se realizaban en noches de luna llena para aprovechar la luz irradiada por el astro, tanto en la marcha, el ataque como la retirada (Fitz Roy, (1839) 2016; D´Orbigny, (ca.1835-1847) 1999; Pedrosa 1786 en Operé, 2001; Rojas Lagarde, 2004).18
La consulta con un especialista en astronomía cultural permitió establecer, mediante un simulador astronómico,19 que el 7 de agosto de 1810 la luna se habría encontrado en cuarto creciente, alcanzando a llena exactamente una semana más tarde. De acuerdo a la información suministrada, la luna alcanzó su punto más alto a las 19 hs y se ocultó alrededor de las 2 de la madrugada.20 Si bien no habría sido una noche oscura -aunque desconocemos el estado de las condiciones climáticas- la altura y la luminosidad de la luna podrían coincidir con el horario en que se produjo el malón, en tanto y en cuanto la misa haya sido al anochecer. Sin embargo, ni el horario ni la fase lunar se ajustan a lo que generalmente se conoce para las prácticas maloneras indígenas, lo cual introduce una cuota de ambigüedad a la interpretación del ataque.
Otro aspecto a considerar, no es mencionado en las fuentes escritas, es que el día que tuvo lugar el malón al Fuerte San José (7 de agosto), corresponde al día de San Cayetano de Thiene,21 según el calendario de la liturgia católica, por lo que posiblemente la misa fue una ocasión de celebración especial. Desde este punto de vista, cabe preguntarse: ¿por qué se eligió este día y no se esperó a la luna llena la semana siguiente?; ¿cómo habrían sabido de esto los indígenas?; ¿fueron informados por traidores del fuerte?
Finalmente, aunque la captura de cautivos era una práctica frecuente durante los malones, la selección solía estar influenciada por la edad y el género de los apresados, priorizando a los jóvenes y las mujeres (Viedma, (1783) 1972; Mayo, 1985; Mayo y Latrubesse, 1993, Operé, 2001). Desde esta perspectiva, es llamativa, por un lado, la captura de diecinueve hombres en su mayoría adultos.22 Por otro lado, teniendo en cuenta los antecedentes conocidos -particularmente en el fuerte del Carmen-23 sobre los rescates de cautivos desde el punto de vista diplomático y económico en los circuitos de relaciones intertribales y coloniales, la ausencia de información sobre negociaciones destinadas a recuperar o entregar a estos hombres también merece atención.
Por último, a ello podría sumarse la falta de evidencia respecto al envío de una misión para evaluar el estado en el que quedó el Fuerte San José y la recuperación de bienes materiales, aunque teniendo en cuenta la coyuntura histórica -la Revolución de Mayo de 1810- es posible especular que no se dispusiera de recursos para ello.
Contradicciones e inverosimilitudes en los relatos de los sobrevivientes
Los cinco dragones que sobrevivieron al ataque y logaron escapar del cautiverio impuesto por los indígenas dejaron dos testimonios en los que dan cuenta de lo ocurrido con ellos luego del ataque. En el primero de estos relatos, presentado más arriba, a través de la pluma del comandante de Antonio Aragón los dragones describen que:
(…) habiendo encontrado la proporción de tres fusiles, una espada y una porción de cartuchos se apoderaron de ellos y lograron la ventaja de matar a unas treinta y tantas personas de que se componían cuatro toldos que eran los que los tenían cautivos.24
En un segundo testimonio, Juan Coca -uno de los cinco dragones que sabía escribir- relata en forma directa25 que en su calidad de prisioneros fueron:
(…) conducidos así a lo interior de aquellas serranías, como distancia de cincuenta leguas, dividiéndose los referidos infieles por distintos derroteros,26 quedando los cinco representantes en poder de unos 20 enemigos, que como esclavos los conducían a guerrear con otras indiadas, pero a los diez y siete días de la fatal catástrofe acordaron los que representan, desesperanzados de todo favor por parte de tan crueles apresores, dispuestos a todo evento, y apoderándose de dos fusiles, una espada, un cuchillo y un asador que habían quitado a los soldados en el citado establecimiento los Infieles cuando los acometieron, sorprendidos los bárbaros en esta conformidad, se pusieron en defensa pero el incomparable valor con que la divina providencia dirigió a los exponentes pudo enteramente concluirlos sin quedar uno vivo y de consiguiente sin pérdida de tiempo se han dirigido a este Río superando muchas dificultades sin embargo de las peligrosas heridas que recibieron en el ataque Juan Coca y Juan Centeno, en donde se presentaron dando relación de todo lo ocurrido a el comandante de él (…).27
En ambos testimonios, escritos con un mes de diferencia, se observan variaciones en el tipo de las armas que tomaron de los indígenas, así como en el número de nativos asesinados. Si bien es posible admitir inexactitudes en los relatos, resulta poco creíble que sólo cinco individuos hayan ultimado entre veinte y treinta personas -en su mayor parte guerreros-, siendo que el acto de fugarse de las tolderías no solo no era sencillo sino también muy peligroso (Mayo y Latrubesse, 1993). Por su parte, la mención a la participación en enfrentamientos intertribales también resulta sospechosa, teniendo en cuenta que podían convertirse en una ocasión para la fuga o defección. Por lo general, sólo se admitían a aquellos cautivos o renegados que se habían ganado la confianza de los indígenas (Mayo, 1985; Villar y Jiménez, 2005; Fradkin y Ratto, 2009). Además un aspecto que amerita una investigación en un marco temporal más amplio es la búsqueda de información sobre una posible venganza de los indígenas, en nombre de los supuestamente asesinados por los dragones, tal como se ha verificado para otros casos (Alioto, 2011; Nacuzzi, 2005), incluso en el mismo Fuerte San José (Buscaglia, 2023).
El análisis de otras fuentes en las que también se recopila, aunque décadas más tarde, el testimonio de algunos de los sobrevivientes que permanecieron en el Fuerte Nuestra Señora del Carmen abre otra línea de interrogantes con respecto al vínculo de algunos de los pobladores del Fuerte San José con los indígenas.
Alcide D´Orbigny ((ca.1835-1847) 1999) señala, por ejemplo, que durante su estadía en el Carmen en 1829 recopiló en forma directa el testimonio de uno de los dragones que sobrevivieron al malón, quien le habría manifestado que tanto él como sus compañeros28 salvaron sus vidas debido a la amistad que tenían con los indígenas (D´Orbigny, (ca.1835-1847) 1999).
Por su parte, Henry Libanus Jones describe de forma similar en sus memorias que durante el ataque y el incendio de la capilla,29 los indígenas llamaron desde afuera a aquellos que eran sus amigos para salvarles la vida. Según Jones, su fuente fue el boticario del Fuerte San José a quien conoció en el Carmen sin precisar la fecha y, de ser verídico el testimonio, estaríamos ante un sexto sobreviviente. De acuerdo a su relato, este individuo se encontraba fuera del fuerte al momento del ataque y se refugió en una cueva durante un tiempo hasta que, cansado de esperar el arribo de un rescate, se dirigió al río Negro (Jones, (1855) 1891). Sin embargo, la versión de Jones abre un nuevo interrogante ya que en el listado de muertos y cautivos30 no se consigna a ningún boticario.31
Por último, hacia 1833 Robert Fitz Roy afirma que en río Negro aún vivía uno de los sobrevivientes32 del ataque a San José, quien le relató que:
(…) los indios envidiaban sus usurpaciones y aprovecharon una oportunidad, mientras los españoles se encontraban celebrando la misa, para atacarlos y matarlos a todos indiscriminadamente, a excepción de tres o cuatro que fueron capturados con vida y convertidos en esclavos (Fitz Roy, (1839) 2016: 267).
En esta versión, al contrario de todas las otras, se refiere solo a un pequeño número de sobrevivientes tomados como cautivos, un número llamativamente coincidente con los cinco dragones que llegaron al Carmen. Esta fuente junto con la ausencia de información posterior33 sobre el destino de los catorce cautivos restantes genera preguntas sobre la suerte de estos individuos. ¿Es posible que hayan muerto en el enfrentamiento?, y si fue así: ¿en manos de quienes? Finalmente, la inverosimilitud del relato de los sobrevivientes junto a los testimonios recopilados en forma directa por cronistas muchos años más tarde podrían respaldar la hipótesis de la existencia de algún tipo de acuerdo entre aquellos y los indígenas, en tanto y en cuanto éstos hayan participado del ataque.
Antecedentes sobre la participación de desertores en malones en Península Valdés
La problemática de la insubordinación de la población militarizada en contextos fronterizos y la práctica de la deserción, en particular como táctica de resistencia, ha sido objeto de distintos tratamientos en el ámbito académico (Mayo y Latrubesse, 1993; Quijada, 2002; Gómez Romero, 2011). En el caso concreto del plan de colonización español de la costa patagónica a fines del siglo XVIII, Nacuzzi (2011) ha sentado un precedente en lo que se refiere a la interacción entre los desertores y las poblaciones indígenas; plantea que en muchos casos funcionaban como espías y baqueanos en las incursiones realizadas por aquellos. Tal como lo presenta esta autora, se trataba de una práctica frecuente en el contexto de estos enclaves y, en el caso del Fuerte San José debemos destacar como posibles causas su situación de aislamiento, el incumplimiento de los relevos, la ausencia de mujeres y familias, los conflictos de poderes, así como las pésimas condiciones de vida y medios para la defensa.
Hemos registrado al menos dos antecedentes de incorporación de desertores a los indígenas durante la ocupación de San José. El primero data de inicios de la ocupación, cuando en enero de 1779 desertaron nueve presidiarios y un esclavo de Juan de la Piedra en el marco de la fundación del fuerte.34 Aunque siete de ellos y el esclavo resultaron muertos, los dos sobrevivientes habrían sido acogidos por los indígenas y entregados a Villarino cuando se relacionó con este grupo a bordo de su embarcación en febrero de 1779.35 El segundo antecedente data de fines de la ocupación del Fuerte San José, cuando un soldado del regimiento de dragones y dos peones se incorporaron a tolderías provenientes de Patagonia Austral durante los malones al fuerte en 1809, habiéndoles servido de baqueanos a los indígenas.36
Los traidores o renegados que desertaban y se incorporaban a los indígenas, revestían una importancia estratégica en términos de los conocimientos que aportaban sobre el terreno y los recursos de los puestos fronterizos, llegando incluso a tomar las armas contra su propia gente en el marco de un gesto definitivo de ruptura e irreversibilidad con respecto a sus sociedades de origen (Villar y Jiménez, 2005; Fradkin y Ratto, 2009).
Coincidencia o no, resulta llamativo que tanto en 1809 como en 1810 haya habido desertores y cautivos pertenecientes al regimiento de dragones, la fuerza mejor preparada, más eficaz y útil del ejército virreinal, en cuanto a cuerpo con ventajas tácticas, ya que estaba integrado por militares procedentes de España formados para combatir tanto a pie como a caballo y empleaban un armamento mixto compuesto por armas blancas y de fuego (Beverina, 1992).
Por último, dadas las inconsistencias en los relatos suministrados por los dragones sobrevivientes que presentamos más arriba y la información de fuentes posteriores sobre su supuesta amistad con los indígenas: ¿es posible pensar que se haya tratado de traidores que se hicieron pasar por cautivos? Distintos investigadores han señalado que, ante la posibilidad de un castigo que podía llegar hasta la pena de muerte, los renegados que eran apresados o volvían a su sociedad de origen solían argumentar que eran prisioneros en fuga (Mayo y Latrubesse, 1993; Operé, 2001; Villar y Jiménez, 2005).
Discusión y conclusiones
Recapitulando, en base de la información presentada y al análisis realizado sobre la misma, consideramos que el último malón al Fuerte San José y al Puesto de la Fuente genera más dudas que certezas con respecto a su adscripción a un ataque puramente indígena. Si bien trabajamos a partir de indicios, silencios y contradicciones en las fragmentarias fuentes documentales disponibles para estos enclaves coloniales, su interpretación a la luz de los antecedentes considerados nos permitió reunir una serie de elementos plausibles como para formular y respaldar una hipótesis en la que se incorporan traidores del fuerte en relación al ataque contra el mismo. Sin embargo, por el momento no podemos establecer cuál fue su grado de participación en la planificación y ejecución.
Asimismo, es válido preguntarse también sobre la credibilidad del testimonio de los sobrevivientes, y de no ser creíble: ¿podría pensarse en un motín en lugar de un malón? Al respecto, consideramos que las múltiples motivaciones de los indígenas para dar un golpe de gracia a los enclaves coloniales de Península Valdés, el precedente de la incorporación de desertores en los malones de 1809, la presencia de tolderías en las inmediaciones del fuerte entre 1809 y 1810 y los testimonios sobre la amistad entre los dragones que sobrevivieron y los indígenas que atacaron, podrían inclinar la balanza a favor de la hipótesis de un malón indígena pero en el que pobladores del fuerte estuvieron de alguna manera implicados.
Aunque desde el plano discursivo resulta difícil corroborar la naturaleza del ataque, el hallazgo de restos humanos y artefactuales relacionados con un escenario de conflicto permitirán discutir de forma independiente el correlato arqueológico y bioarqueológico de la confrontación, tanto en el Fuerte San José como en el Puesto de la Fuente. Dicha discusión tiene como marco la modelización de distintas expectativas para diferentes escenarios hipotéticos (García Guraieb y Buscaglia, 2019). Desde esta perspectiva, la incorporación de los resultados generados a partir del presente trabajo imprimirá una cuota adicional de complejidad al modelado y abordaje arqueológico del episodio que en 1810 puso fin a la ocupación colonial en Península Valdés.
El análisis de la trayectoria de las relaciones interétnicas en dicho contexto, así como las precarias e inciertas condiciones en las que vivieron sus pobladores a lo largo de los 31 años de ocupación, también invita a cuestionar el carácter monolítico y universal del colonialismo (Comaroff y Comaroff, 1997; Cooper y Stoler, 1997). Esto se hace evidente cuando prestamos atención a escenarios particulares, como la heterogeneidad al interior de los colonizadores y el rol de los actores subalternos en la estructuración de las relaciones de poder. En tanto reflejo de las distintas expresiones que puede adoptar la resistencia, el caso del Fuerte San José permite adentrarnos en la complejidad de las relaciones coloniales -tanto intra como interétnicas- donde los supuestos límites étnicos y culturales pueden desdibujarse en determinadas coyunturas históricas y sociales.
Los grupos indígenas, así como ciertos segmentos de los colonizadores, supieron aprovechar los intersticios, incertidumbres y fisuras que el propio dominio colonial creó durante su avance, creando oportunidades y estableciendo límites al sistema en regiones remotas del sur de América (Buscaglia, 2012, 2021b). Como si se tratase de la “crónica de una muerte anunciada”, una mirada detenida a la trayectoria del colonialismo en Península Valdés no habría podido anticipar un desenlace distinto al que finalmente experimentaron el Fuerte San José y el Puesto de la Fuente en 1810. El proyecto colonial en este sector de la costa patagónica fue artífice, en definitiva, de su propia destrucción ya sea por acción o por omisión, teniendo en cuenta la situación de abandono, marginalidad y desmanejo con respecto a sus propias poblaciones como con las originarias. Estas últimas, a su vez, ejercieron presión sobre el sistema colonial en esta frontera periférica del imperio.
Por último, esperamos que los resultados presentados en este trabajo, junto al estudio de la trayectoria de las relaciones interétnicas, permitan interpelar aquellas narrativas e imaginarios instaurados por el discurso historiográfico tradicional que atribuyen la desaparición del Fuerte San José y el Puesto de la Fuente a una esencializada beligerancia indígena, perdiendo de vista la complejidad de las relaciones coloniales en Patagonia y la profundidad histórica del proceso.