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Scripta Mediaevalia

versão impressa ISSN 1851-8753versão On-line ISSN 2362-4868

Scripta Mediaevalia vol.10 no.1 Mendoza ago. 2017

 

ARTÍCULOS

Salviano de Marsella y la crisis del siglo V: aspectos histórico-teológicos en el De Gubernatione Dei

Salvianus of Marseilles and the Fifth-Century Crisis: Historical-Theological aspects of the De Gubernatione Dei

 

Marcelo Aguirre Durán

Marcelo Aguirre Durán es Doctor en Historia y profesor de Historia Medieval en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de los Andes, Chile. E-mail: marceaguirred@gmail.com

Recibido: 27 de julio de 2016.
Aceptado para su publicación: 05 de setiembre de 2016


Resumen

Salviano fue un letrado galo-romano que, después de su conversión a la fe católica, vivió una vida como presbítero en Marsella. Fue testigo de las invasiones bárbaras del siglo V e hizo frente a las críticas de sus contemporáneos a través de la redacción de una obra apologética titulada De Gubernatione Dei. En ella plasma su pensamiento histórico-teológico y da cuenta del papel rector de la Providencia en la historia humana. Por medio de sus letras él realiza una fuerte crítica a los cristianos latinos y a sus prácticas reñidas con la moral. A través de la idealización retórica de los invasores explica cómo el castigo divino a los romanos tiene un sentido purificador. Utilizando un lenguaje profético, él plantea la práctica ascética y el testimonio de vida virtuosa como la mejor respuesta frente al juicio inminente y a las grandes incertidumbres de la historia humana.

Palabras clave: Salviano; Providencia; conversión; invasiones; virtudes.

Abstract

Salvianus was an educated Gallo-Roman who, after his conversion to the Catholic faith, lived a life as a priest in Marseilles. He witnessed the barbarian invasions of the fifth-century and faced criticism from his contemporaries by writing an apologetic work entitled De Gubernatione Dei. This work captures his historical-theological thought and expresses the leading role of Providence in human history. Through his lyrics he makes a strong critique of the Latin Christians and their conflict with the moral practices. Through a rhetoric idealization of the invaders, he explains how the divine punishment to the Romans has a purifying sense. Using a prophetic language he proposes the ascetic practice and the testimony of a virtuous life as the best response to the impending judgment and the great uncertainties of human history.

Keywords: Salvianus; Providence; conversion; invasions; virtues.


Sumario:

1. Introducción
2. Providencia y Juicio
3. El pecado y la infidelidad
4. Los bárbaros y el sentido purificador de la historia

5. Consideraciones finales: la sociedad de los santos

1. Introducción

La crisis de las invasiones del siglo V permitió el nacimiento de un tipo de literatura latina que intentó dar cuenta de la bondad de los tempora christiana, con el fin de encontrar una respuesta providencial a las interrogantes de aquellos días. En este marco histórico-temporal ensombrecido por la inestabilidad de las fronteras, la figura de Salviano, un culto galo-romano que practicó la vida ascética en las cercanías de Marsella, representó uno de los más acabados modelos del pensamiento providencialista-histórico. Por medio de éste buscó afrontar los cuestionamientos de sus contemporáneos y otorgó, a través de sus letras, una reflexión asentada en una teología de la historia. Por ello, la revisión y el estudio de la obra de este escritor permite vislumbrar algunos aspectos propios del pensamiento histórico de los cristianos de la Tardoantigüedad, más específicamente, algunas claves interpretativas que resultan fundamentales para una adecuada lectura de la cosmovisión de la historia de la salvación en los márgenes occidentales del mundo mediterráneo.
En cuanto a los datos sobre la vida de Salviano, éstos son escasos. Probablemente nació en Colonia o en Tréveris, es decir, en la Galia septentrional, a finales del siglo IV1 o comienzos del siglo V.2 Como un distinguido galo-romano habría accedido a estudios literarios y jurídicos, ya que su obra pone de manifiesto un conocimiento de  la retórica latina, de los escritos bíblicos y, en menor medida, de la cultura clásica.3
Miembro de una familia de la aristocracia cristiana, habría contraído matrimonio con una mujer, hija de un pagano, llamada Palladia. Al poco tiempo, y después de un proceso de conversión, optó junto con su esposa por los votos de continencia, yéndose al monasterio de Lérins, frente a las costas de Cannes, donde se desarrollaba un importante centro de vida ascético-religiosa.4 Ordenado sacerdote, ejerció su ministerio en Marsella,5 lugar en donde el pensamiento semipelagiano de Juan Casiano ejercía gran influencia.6
Su muerte no podría ser datada antes del 470, ya que por aquellos años Genadio de Marsella escribía sobre Salviano: «vivió hasta hoy en buena senectud».7 Fue educador de los obispos Salonio y Verano, por lo que es llamado magister episcoporum, lo cual pone de manifiesto su acabada literatura humana y su ciencia divina.8 Junto a ello, un breve pasaje de Hilario de Arlés (Sermo de Vita Sancti Honorato Episcopus) y otro de Euquerio de Lyon (Instructionum ad Salonium Libri) hacen mención de su excelso conocimiento retórico y de su santidad.9
En cuanto a sus obras, éstas son escasas. Un conjunto de nueve cartas, cuatro libros que han sido intitulados Ad Ecclesiam o Adversus Avaritiam y el De Gubernatione Dei constituyen la totalidad de sus escritos, siendo este último el más importante y divulgado. Su fecha de composición es desconocida, aunque  la hipótesis tradicional la sitúa entre el 440 y el 451.10 En opinión de U. Moricca, la composición del texto no sería posible sino después del 461, año que tendría relación con la conquista de Cerdeña por parte de los vándalos,11 hecho que se menciona en la obra. Sin embargo, no habría pruebas determinantes para cuestionar la hipótesis tradicional, la cual tendría la ventaja de poder explicar mejor el conjunto de la obra.12
El principal objetivo del De Gubernatione es la defensa de la Providencia divina. Frente a las invasiones bárbaras, la destrucción de las ciudades y el inminente cambio que se avecinaba, los cristianos no hacían otra cosa sino cuestionarse cómo era posible tanto sufrimiento del pueblo romano, sumido en la catástrofe bárbara ante la supuesta indiferencia de Dios.13
Frente a esto, Salviano se propuso escribir una defensa de la fe, un texto de línea moral y, en definitiva, una llamada imperiosa a la conversión de las almas.14 En el prefacio de su obra se señala: «si el remedio salvador que yo propongo aquí corrige en efecto las opiniones defectuosas de algunos sobre nuestro Dios, el fruto de mi obra no será pequeño».15
El texto presenta una estructura de tratado, pero no se queda en una simple enumeración de acontecimientos, sino que tiene como base una tesis teológica profunda.16 Ésta centra su atención en un punto fundamental dentro del marco de la teología de la historia, a saber, la necesidad de interpretación de los acontecimientos para una correcta comprensión de la Providencia y de su acción en el mundo. De este modo se puede acceder a una adecuada concepción del devenir catastrófico, y del consecuente castigo de Dios, frente a la incongruencia de vida y frente a la ausencia de justicia y misericordia.17 En otras palabras, por medio de la infidelidad del hombre refulge la magnanimidad divina, la que se expresa, a modo de ejemplo, en los siguientes términos: «nuestro Dios es constantemente, en todo lugar, un observador muy atento, un guía muy bueno y un juez muy justo».

En cuanto al valor literario, el conocimiento de la tradición clásica en el ámbito de la retórica, así como la indudable influencia de ésta en su pluma, hacen posible que nuestro autor elabore un escrito con un estilo ágil, con una oratoria trabajada en favor de su temperamento y de su proyecto.18 Aunque está formado en la cultura clásica, es muy probable que no haya tenido un gran conocimiento del pensamiento griego, ya que incluso en Lérins, que era el principal centro de la cultura monástica en la Galia del siglo V, la literatura griega no era vista más que por traductores como Rufino o el propio Casiano.19
El texto de Salviano es un relato literariamente elaborado, de forma particular en su estilo. Destaca su latín rítmico, su elegancia y sutileza20, así como su deseo de claridad, enmarcado dentro de su intención de convencer con sus argumentos teológico-históricos,21 acompañados de una clara fuerza retórica. Las referencias a obras de literatura pagana son más bien breves, incluso en el ámbito de las letras latinas ya que, posiblemente, y tal como lo sostiene F. Paschoud, él no las habría conocido más que de segunda mano.22
Siguiendo los cánones estilísticos de los autores cristianos de los primeros siglos, sus principales citas son tomadas de la Biblia, las cuales le sirven para hacer un paralelo entre el pueblo del antiguo Israel y la infidelidad de los cristianos de su tiempo. No obstante lo anterior, cabe destacar la particular importancia que representa para él la obra moral de Lactancio, de quien tomará casi la totalidad de las referencias en relación al pensamiento filosófico-teológico23 y al castigo divino aplicado a los paganos e infieles.24
En esta línea debemos señalar que el De Gubernatione no podría entenderse de manera adecuada sin antes recordar que una de las principales características de su autor es el ascetismo profundo plasmado en su vida monástica, así como el rigor religioso derivado de su experiencia marsellesa. Él se refugió en una ascética absoluta, la cual explica su visión del mundo y de su tiempo.25 Este aspecto llega a tal punto que, en su defensa de una concepción atemporal del Reino, no menciona la Historia Eclesiástica de Eusebio por ser ésta una obra áulica, proclive al imperio y a la figura  del emperador.26
Así, formulado brevemente, la defensa de la Providencia y la denuncia y condena del comportamiento de los cristianos de su tiempo se constituye en una muestra, de principio a fin, de una genuina humildad y sinceridad.27 En su obra apologética, entonces, se aprecia el pensamiento y el sentir de un hombre de Iglesia, de estricta observancia, que conoció la rigurosa vida de los monjes del sur de la Galia.28
Ahora bien, resulta necesario destacar que en el relato de Salviano se advierten algunas influencias semipelagianas, posiblemente por su formación en los ambientes monásticos de Lérins y Marsella (lugares que continuaron oponiéndose a las doctrinas agustinianas). Dicho semipelagianismo acepta la acción de la gracia, pero pone particular énfasis en la voluntad personal.29 Cabe señalar, en esta misma línea, que Juan Casiano había organizado en la costa provenzal una poderosa oposición contra san Agustín,30 y su influencia debió de incidir en el ascetismo y en el acento que nuestro autor da al pecado y a su responsabilidad en el castigo divino. Tal vez influyó, incluso, en la ausencia de cualquier referencia a la obra del obispo de Hipona, la cual ciertamente debió de conocer.31
Al respecto, las palabras finales del libro V, tal como lo han apuntado E. Bordone y M. Lannelli, ponen de manifiesto este semipelagianismo de Salviano y la consiguiente valoración de la propia voluntad:32 «reniégate tú mismo para no ser renegado por Cristo, repúdiate para que tú seas recogido por Cristo, piérdete para no perecer… Ama esta pérdida tan saludable, a fin de adquirir lo que es la verdadera salvación; pues tú jamás serás librado por Dios si no te eres, tú mismo, condenado».33

2. Providencia y Juicio

Uno de los principales aspectos que aparece representado en la obra de Salviano es su preocupación por la infelicidad de los hombres de su tiempo. El modo que encuentra para poder explicar la crisis de sus días se enraíza en la dinámica existente entre la idea del Juicio final con el juicio presente,34 dinámica por la cual se hace posible entender el desorden del mundo asolado por las invasiones. Ante esto, la acción del pecado aparece como la única respuesta a la infidelidad del hombre hacia Dios, y la acción de la Providencia se presenta como la sola respuesta que, día a día, deja de manifiesto la justicia divina en la historia de la humanidad.35
Para comprender el interés de Salviano por explicar los avatares de su tiempo y detener los cuestionamientos a la acción divina profesados por muchos de sus contemporáneos, en el libro I del De Gubernatione explica cómo Dios es Aquél que gobierna todo el universo, el cual hace valer su voluntad y juicio en toda la tierra. Para el Marsellés, por tanto, el mundo entero debe a la Providencia su propia subsistencia, tal como el cuerpo la debe al alma.36
Los largos ejemplos bíblicos citados a partir del primer libro hacen referencia a los castigos divinos como respuesta a las infidelidades de los hombres. Relatos tales como los de Adán, Caín, el Diluvio en días de Noé, Sodoma y Gomorra, y las impiedades de los judíos en el desierto durante el Éxodo, le sirven para desarrollar la idea central de su obra, es decir, en la medida en que el hombre peca y es infiel, la acción de la Providencia divina, en su infinita justicia, juzga los hechos y prefigura, de alguna forma, el Juicio final. En palabras de nuestro autor: «Dios ha querido manifestar en el presente lo que será el juicio futuro cuando Él haya enviado del cielo la gehena sobre un pueblo impío».37
Así, la dinámica de la acción divina se ordena en un sentido dialéctico, presentándose por medio de tres momentos consecutivos: a) contemplatio, b) gubernatio y c) iudicium.38 En consecuencia, nos encontramos frente a la acción de un Dios que observa los actos de los hombres y, gobernando por su propio poder -sostenedor de la creación-, juzga al género humano en el presente, castigando a los malos y preludiando la vida futura. El juicio presente, entonces, tiene como principal objetivo el castigo de los malos y el beneficio de los buenos39 ya que: «preservando a los buenos, Él se muestra remunerador pleno de bondad; condenando a los malvados, Él se muestra juez severo».40
Para Salviano, Dios, en su visión omnisciente, observa los hechos realizados por los hombres y, de esta manera, su gobierno se manifiesta en todo momento a través del juicio que va realizando en medio de la inmanencia de la temporalidad histórica. Por ello, el gobierno y el juicio coincidirían perfectamente, pues uno sería la manifestación del otro.41 En otras palabras, la dirección del mundo sería lo mismo que el juicio de éste, tal como lo sostiene en el libro I: «y si Él les dirige, por el hecho mismo de que Él les dirige, les juzga, pues Él no sabría tener dirección allí si en aquello que dirige continuamente no ejerciera su juicio».42
Asimismo, el De Gubernatione intenta mostrar que en el juicio presente de Dios, en cada momento, se pone de manifiesto su infinita misericordia, pues la intención final consiste en dejar en evidencia un profundo sentido teológico, y por tanto escatológico, de los acontecimientos acaecidos en la historia del género humano.43 Es así como podemos llegar a afirmar que en Salviano encontramos un carácter pedagógico del castigo divino, ya que a través de él se instruye al hombre para que éste se acoja a la misericordia antes mencionada.44
Ahora bien, el juicio presente se muestra como una acción de la Providencia de Dios, pero en realidad éste tendría su origen en la infidelidad y en el pecado de los hombres. Paradójicamente, la bondad divina haría posible que no tuviesen comparación las maldades de los hombres con la suavidad de los castigos proporcionados por Dios, pues si hay alguien responsable de los males en el mundo, ése resulta ser únicamente el ser humano ya que: «nosotros le irritamos por nuestras impurezas y le arrastramos, a pesar suyo, a castigarnos».45
El Marsellés establece, junto con las pruebas tomadas de la Biblia, algunos argumentos de razón46 para probar la existencia de la Providencia y cómo ésta se ocupa de los asuntos humanos, pero apuntando permanentemente, en sintonía con el sentido escatológico, a la idea de que la promesa dada a los justos no les garantiza la felicidad temporal en este mundo. Así se logra explicar el sufrimiento de su tiempo, enmarcado dentro de la crisis de las invasiones del siglo V. Al respecto, el relato de Salviano es explícito al decir que: «no podemos en ninguna forma calificar de injusto aquello en que no podemos negar la presencia de un juicio divino, pues la voluntad de Dios es la suprema justicia; en efecto, lo que Dios hace no está desprovisto de justicia».47 Luego agrega: «el hombre no puede comprender el principio de la divina justicia».48
Sobre la cuestión de la acción divina, nuestro autor desarrollará la idea de un Dios que se interesa apasionadamente en su obra para así llamarla, conducirla, recompensarla, castigarla, exaltarla,49 ya que un Dios desinteresado por sus criaturas no tendría mayor cabida en el desarrollo intrahistórico. De esta forma se pueden comprender las exageraciones y el esfuerzo premeditado por ver en todas las acciones la intervención providente, la cual es favorecida por el uso de una retórica convincente.50
Por otra parte, cabe señalar que en el marco de esta visión sobre el juicio presente existe un punto de divergencia importante en relación con el pensamiento agustiniano. El santo de Hipona hace hincapié en que el juicio de Dios en esta vida es mínimo, ya que éste se reserva para el final de los tiempos.51 El doctor africano entiende la justicia plena sólo en la Civitas Dei, es decir, la presenta reinando a manos del Juez eterno. Así, las intervenciones de Dios habitualmente proceden de un cuidado pedagógico,52 y no esencialmente de un fin justiciero en el momento presente, como insinúa nuestro escritor galo-romano.

Quizás aquí, tal como lo apunta M. Pellegrino, cabe recordar que: «el cristiano sabe que en la historia de su tiempo –y de todos los tiempos– Dios obra con perfecta justicia, pero reconoce que el plan divino está envuelto en misterio».53 En tal sentido, no podemos sino afirmar que la pretensión del autor del De Gubernatione resulta, en cierta medida, un tanto desmesurada en su afán de defensa apologética, la que alcanza incluso ribetes panfletarios.

3. El pecado y la infidelidad

Para Salviano la raíz de los problemas de su tiempo se encuentra en la existencia y en la práctica del pecado por parte de los cristianos y, más grave aún, en la infidelidad de las comunidades de romanos que, a su juicio, vivían como si fuesen paganos. En esta perspectiva, la entrada de los pueblos bárbaros adquiere una sola explicación: ellos constituían un medio de purificación de Roma y de su imperio. Es por esto que se debe hacer notar que el De Gubernatione no se orienta a una conversión de los bárbaros, sino que se dirige adversus christianos,54 ya que critica duramente lo que, de modo paradójico, se podría denominar como una suerte de cristianismo mundano.
Nuestro autor describe permanentemente los vicios de los grupos sociales más acomodados y, a través de su obra, se pronuncia con críticas fuertes y directas sobre los vicios y pecados que destruyen las comunidades, lo que pareciera ser algo común en su tiempo55. Las pesadas cargas impositivas ejercidas por los terratenientes hacia los pauperes explican la situación de miseria de muchos hombres quienes, subyugados por la avaricia de los potentes, sufren la opresión de los propietarios y se ven privados de los derechos de los hombres libres.56 Él entiende que estas calamidades vividas en sus días constituyen, única y exclusivamente, el resultado de un cristianismo mal vivido,57 lo cual, en sus propias palabras, se podría resumir de la siguiente manera: «nosotros somos los autores de nuestras calamidades. Pues el Señor es bueno, misericordioso y, como Él ha escrito, no quiere ni la pérdida ni el mal de nadie».58
El mensaje dirigido a la Iglesia se presenta de un modo extremadamente duro, y éste no duda en presentar a la cristiandad de su tiempo como una comunidad sumida en el pecado. Más aún, él llega a decir que: «casi todo el pueblo de la Iglesia ha llegado a tal grado de ignominia que es, en cierta medida, una forma de santidad, en todo el pueblo cristiano, el ser menos vicioso que los otros».59 Pues bien, exageración o no, lo importante es que para su objetivo, que es defender la Providencia, la culpabilidad de los cristianos de Roma se ha convertido, nuevamente, en el punto de partida de todas las catástrofes de la humanidad, tal como ya había sucedido con el relato del hispano Orosio, por ejemplo.60

La decadencia moral de los romanos le da la posibilidad de explicar, histórica y teológicamente, el hecho de que la desdicha de Roma frente a los bárbaros había sido perfectamente merecida. Esta defensa de la Providencia y, por tanto, de la práctica cristiana en un sentido ortodoxo, permite esbozar la idea de que Salviano, por ejemplo, tenía una plena conciencia de que estaba validando el sacrificio de la romanidad en favor de un nuevo orden entendido como el de una sociedad  romana y germánica.61
Cara a la historia, la dinámica del pecado y de la acción de Dios en su reparación deviene en clave de interpretación de la obra del autor galo-romano. El pecado constituye el motivo de las desgracias de los hombres, pues el origen de la infelicidad de los seres humanos se explica únicamente en la práctica de los vicios, es decir, en la infidelidad y desobediencia a los mandatos divinos. Por esto nuestro escritor se permite dejar en evidencia el hecho de que eran los propios romanos quienes habían abandonado los preceptos de la fe cristiana pues de este modo, posteriormente, encuentra cabida la exposición de las alabanzas del mundo bárbaro, el cual le parece superior en el ámbito moral.62
Una de las principales preocupaciones de Salviano viene a ser la demostración de que los romanos, en cuanto conocedores de la Ley de Dios, no la cumplían y, por tanto, tenían una responsabilidad mucho mayor que cualquier otro pueblo; el comportamiento de los hombres de sus días había demostrado una ausencia en la congruencia de vida, una falta de obras concordes con los parámetros de la fe.
Así, frente a los males de su tiempo, la única respuesta que se propone entregar es directa y conclusiva: «Dios permite que nosotros suframos estos males porque merecemos sufrirlos. Miremos en efecto las ignominias, las infamias, los crímenes del pueblo romano, y veremos si podemos merecer protección viviendo en tal impureza».63
Con los antecedentes antes expuestos no debemos olvidar que Salviano se constituye en un testigo privilegiado de los avatares de sus días, en un profundo conocedor del corazón humano y en un confiado hombre de Iglesia, que ve la mano de Dios en el devenir histórico.64 Por ello, nos atrevemos a afirmar que, coincidiendo con F. Paschoud, nuestro autor galo-romano demuestra una convicción moral en su ideal ascético,65 y esa convicción se refleja fundamentalmente en la fuerte crítica a la tibieza religiosa. Dicha tibieza vendría a ser el origen de todos los vicios y malos comportamientos de los romanos de su tiempo.
En este sentido podemos sostener que resulta arriesgado afirmar que: «Salviano no sabe prescindir de su formación monástica ni del tiempo en que vivió en un monasterio; el resultado es que vislumbra el mal y la corrupción por todas partes».66 Al respecto, creemos que no se pueden perder de vista dos premisas que, desde nuestra perspectiva, orientan la aproximación de cualquier lector moderno de la obra de este autor tardo-antiguo, y que corresponden a los fundamentos teológicos basales del De Gubernatione: a) el posible semipelagianismo de nuestro autor y, b) su deseo de dar respuesta a los ataques contra la acción de la Providencia.
Por tanto, no pensamos que el conjunto de la obra se pueda remitir sólo a una condena masiva de los pecados de los hombres, viendo el mal por todas partes. Consideramos, más bien, que estamos frente a una descripción de los vicios de su tiempo, vicios que a él le producen un profundo dolor y que se plasman, sin lugar a dudas, no sólo en descripciones ideadas por un hombre profundamente religioso, sino que, al mismo tiempo, tienen por objetivo una pedagogía fundada en una teología de la historia, es decir, en una idea subyacente de un sentido ordenador y moralizador del tiempo.
En consonancia con lo anterior, siguiendo las autorizadas palabras de É. Griffe, la crítica llevada a cabo por Salviano fue posible gracias a que él tenía la profunda convicción de que los romanos, y en concreto los galo-romanos, estaban llamados a ser: «más virtuosos, más justos, más humanos y, por decirlo todo, más cristianos».67 Asimismo, nos parece necesario mencionar que en el presbítero de Marsella habría una valoración positiva de las tradiciones romanas y, viendo la decadencia de los ideales de la virtus latina, admitía como lógica, justificable e irremediable la caída de Roma en manos de los invasores, menos corruptos que los propios habitantes de las provincias imperiales.68
Ahora bien, para nuestro autor el pecado de los romanos resultaba tan grande que incluso les otorgaba una responsabilidad en situaciones verdaderamente catastróficas. A modo de ejemplo, las invasiones de los vándalos en el norte de África69 eran, para él, la muestra definitiva de que las iniquidades de sus contemporáneos eran tales que no había lugar del imperio sin castigo divino, ya que los africanos de Cartago -de acuerdo con su testimonio- sobrepasaban al resto de los romanos en los pecados de impureza.70
En consecuencia, la responsabilidad social del pecado, que afectaba a la vida de toda la Iglesia, quedaba plasmada de forma evidente en los acontecimientos del mundo pues, por culpa de los excesos de los hombres en su conjunto, la sociedad pagaba de modo general y sin discriminación de pueblos, ya que la culpa no era responsabilidad sólo de uno, sino de muchos. De ahí la lamentación del letrado galo, quien exclamaba: «¡Oh miseria deplorable!, ¡oh miseria dolorosa! Que el pueblo cristiano es hoy diferente de él mismo, es decir, de lo que fue en otro tiempo».71
Sumado a lo anterior, y más grave aún, aparece la descripción de los vicios del clero de su tiempo. La primera gran crítica la constituye la denuncia sobre el temor de éstos a proclamar la llamada evangélica: «ellos no quieren proclamar la verdad en el gran día, porque los oídos de los malvados no pueden soportarlo».72 La segunda crítica apunta a que los clérigos habían cambiado de nombre, pero no de vida. Apelando a sus conciencias, Salviano les acusa de desear poderes y nuevas dignidades, e incluso llega a decir que los presbíteros de sus días eran capaces de vivir una continencia del cuerpo, pero en ningún caso una del alma.
Este punto no debe ser pasado por alto ya que, en definitiva, él estaba denunciando, con cierta autoridad moral propia de su retiro en Marsella, un comportamiento religioso, el cual posiblemente conocía desde su experiencia presbiteral masiliense. Una acusación de tal gravedad no podía ser gratuita, sino que habría tenido un fundamento en el comportamiento conocido por los cristianos coetáneos al autor, lo cual lleva a pensar que si el clero se encontraba en esas situaciones de incongruencia con la fe, la situación del pueblo fiel no tendría que haber sido mucho mejor. Al respecto, el juicio a los clérigos se muestra lapidario: «vuestras acciones no se corresponden con vuestro celo».73
En cuanto a la reprobable moral sexual romana en las provincias, especialmente en Aquitania, Hispania y África, Salviano tiene palabras indubitablemente condenatorias. Al conjunto de prácticas sexuales reñidas con la moral cristiana se unen el conjunto de espectáculos sangrientos y los actos de crueldad, actividades en las cuales la acción del Diablo le parecía evidente. A partir de esta premisa se logra comprender, en mejor medida, el tono moralizador de su obra, empeñada en fustigar la inmoralidad de los latinos.74
Entonces, su permanente esfuerzo consiste, en cierta forma, en denunciar que la sociedad en su conjunto vivía bajo el yugo del pecado, incorporándolo como una conducta casi normal dentro de los parámetros de su tiempo. En este sentido el De Gubernatione se puede entender como una narración de escándalos, ya que Salviano sabía que sus letras incomodarían a sus lectores, lo cual no lo inquietaba, sino todo lo contrario.75
Por lo anterior, muchos han visto en el presbítero marsellés una figura que desarrolla el perfil de un moralista,76 con un discurso condenatorio que sirve como llamada permanente a una vida alejada de las pasiones incontroladas.77 Para C. Leonardi, por otra parte, Salviano no habría cumplido con este perfil sino, más bien, se habría constituido en un profeta porque habría descubierto en los avatares de la historia el sentido para guiar al hombre al encuentro con Dios.78 Pensamos que las dos visiones no son necesariamente contrapuestas.

4. Los bárbaros y el sentido purificador de la historia

En su deseo de defensa de la Providencia, Salviano realiza una reflexión teológico-histórica en torno al tema de los bárbaros y de su entrada en el imperio. Para él, la explicación de las calamidades de su época se entendía a partir del hecho de que el mundo romano había dejado de tener el favor de Dios, pasando éste a manos de los pueblos invasores como recompensa por la práctica de las virtudes. La invasión bárbara era vista, entonces, como una consecuencia directa de la decadencia moral romana.79
Cabe preguntarse, por tanto, ¿cómo los bárbaros, con costumbres distintas y con un conocimiento del cristianismo en su mayoría hereje (arrianismo), podían ser más virtuosos que los romanos, convertidos ya a la fe católica? Frente a esto se debe mencionar que el punto de vista de Salviano parece del todo innovador, ya que significaba romper radicalmente con el pensamiento latino-cristiano tradicional y con su visión de la paz constantiniana como prueba del favor providencial de Dios.
Para nuestro autor el principal problema no radicaba tanto en la llegada de los bárbaros sino, más bien, en la descristianización de los romanos, ante lo cual la única solución era la diferenciación de los mundos, o sea, el dejar de ser romano en la medida en que lo romano era asociado con lo moralmente opuesto al mensaje cristiano, es decir, con un comportamiento opuesto a la fe.
En el De Gubernatione se transmite una esperanza fundada en la llegada del mundo germano.80 El relato propone el tema de las invasiones como una posible vuelta a la moralidad, pues a partir de la crisis había un forzoso retorno a la austeridad, tal como lo proponía la virtus de los primeros romanos. Las descripciones de las costumbres bárbaras, el elogio a su comportamiento social y a la austeridad de sus vidas puede llegar a entenderse como la «sabiduría de los bárbaros»,81 distinta de la clásica, pero virtuosa en cuanto sobria en sus comportamientos.
De esta forma, para el presbítero masiliense el germanismo plasmado en su obra adquiere un significado intrahistórico,82 pues en él ve la acción divina y su intervención en la historia. Con el objetivo de cumplir con su propósito pedagógico llega, incluso, a excusar a los invasores de sus defectos, como por ejemplo en lo relativo a la herejía o al paganismo profesado por algunos, lo cual también es responsabilidad de la corrupción romana.83 La originalidad de este autor radica, entonces, en el hecho de tomar el tópico del buen bárbaro en un momento de particular complejidad (como lo era el período de las invasiones),84 pues a sus ojos el germano era un instrumento de Dios en sus días, y estaba llamado a la conversión y a la salvación de su alma.85
La imagen de los bárbaros presentada por Salviano viene a ser novedosa ya que éstos no son descritos como hombres salvajes, como sí aparecen en el caso de Orosio. Nuestro autor los distingue por medio de la individualización de etnias, explicita sus costumbres y demuestra un conocimiento más acabado de los diversos grupos en cuestión.86 Él es un testigo privilegiado de las invasiones, de la destrucción de la Galia y de todos los sucesos acontecidos en el siglo V87 y, por tanto, si su obra no es leída a partir de su esfuerzo teológico-apologético, no se puede comprender su aceptación imparcial de la llegada de un nuevo orden social a la ecúmene civilizada. Asimismo, no deja de llamar la atención la diferencia con el relato agustiniano puesto que el doctor africano, aunque destaca algunas virtudes germánicas, no calla las ruinas, degüellos, pillajes, violaciones a vírgenes y toda clase de salvajismos perpetrados por los invasores en el saqueo a Roma del año 410.88
Al respecto, el letrado galo-romano, en una de las muchas comparaciones entre los romanos y los bárbaros, escribe: «nosotros amamos la impudicia: los godos la detestan; nosotros huimos de la pureza: ellos la aman. Entre ellos la fornicación es un crimen y un peligro: entre nosotros es un honor».89 Es posible que estemos frente a una exageración que incluso resulte hilarante, pero su convicción, como hemos dicho, iría unida a un propósito: la defensa de la Providencia.
En el De Gubernatione la autoridad moral de un pueblo es presentada a partir de la religiosidad de éste. Aquí cabe preguntarse, entonces, ¿cómo se identifica la ejemplaridad de los bárbaros en comparación con los romanos, herederos directos de la tradición cristiana? En el pensamiento de Salviano la superioridad religiosa no estaría condicionada por un orden civil o por la pertenencia a la jerarquía, sino que tendría una relación directa con el comportamiento tanto individual como comunitario, punto en el cual los invasores aparecían éticamente superiores frente a los escándalos de los romanos, por todos conocidos.
En segundo lugar, aunque los pueblos venidos desde fuera de los límites del imperio fuesen cristianos sumidos en el arrianismo, a los ojos del culto escritor latino éstos se presentan como hombres excusables en la medida en que se encuentran en una etapa de transición, tal como él mismo lo había experimentado por medio de su conversio al Evangelio. En definitiva, estamos frente a un hombre que creía, tal como lo expresan F. Paschoud y G. Lagarrigue,90 en la voluntad humana, pues el propio De Gubernatione viene a ser el resultado de una persona con un carácter férreo y con una esperanza en la renovación del cristianismo.
            La entrada de los bárbaros en el imperio habría estado en el plan de Dios y, tal como afirma P. Lebeau, aunque éstos profesaban un cristianismo herético, Salviano no apreciaba en ellos sino un optimismo bíblico que dejaba de manifiesto que si Dios había permitido estos acontecimientos, era porque de ellos había de obtener algo mejor.91 En otras palabras, y siguiendo el pensamiento de Orosio y del Antiguo Testamento, los eventos históricos no serían más que el juicio presente de Dios.92 En este mismo sentido, la llegada del mundo bárbaro dejaba abierta la posibilidad interpretativa de la historia salutis, historia en la cual el papel de Roma no resultaba definitivo93 pues el imperio no era, forzosamente, una necesidad.94 La incorporación de nuevos pueblos contribuía a la universalización y, a nuestro juicio, a una idea subyacente en la obra de Salviano: la proximidad del advenimiento del Reino y la imperiosa práctica de una vida virtuosa.
Las permanentes comparaciones entre la inmoralidad de los romanos y la pureza de los bárbaros pretenden llamar la atención del lector, y adquieren su sentido en la medida en que se sitúan en una visión apologética cristiana concordante con la acción de la Providencia, es decir, una hermenéutica que le permite orientar su discurso bajo un modelo de pecado-purificación-conversión, con una narración que transmite lo que P. Courcelle ha denominado la «lógica de su sistema».95 Si no son apreciados en este contexto, los elogios y las críticas a unos y otros permitirían calificar al autor de tendencioso y hasta de «poco serio»96 ya que, ciertamente, en muchos pasajes el discurso aparece reforzado con exageraciones retórico-descriptivas.
Asimismo, al presbítero de Marsella se le ha acusado de renegar directamente de la cultura de Roma, y de volver su mirada filo-germánica hacia los pueblos bárbaros que recorrían Europa.97 Cabe señalar que él ha sido testigo de las miserias materiales que han dejado las invasiones, pero también ha sido un testigo privilegiado de un proceso de cambio social y de cristianización de los germanos, lo cual se había hecho más patente desde el siglo IV.
Ahora bien, no se puede negar la cierta limitación de Salviano para poder explicitar la perennidad de los valores de la obra cultural romana, lo que se puede matizar con el punto de vista propuesto por E. Bordone, quien ha identificado la obra de nuestro autor como un avance de la literatura apologética cristiana, pues deja de manifiesto que lo romano y lo cristiano marchan unidos en cuanto a la tradición.98 En cualquier caso, y a pesar de las críticas al mundo imperial, hay que indicar que para nuestro autor, a partir de su sustrato cultural, la cultura romana (en tanto que humanitas) era la cultura por excelencia.99
En relación con lo anterior, F. Paschoud menciona que el letrado galo-romano «considera muy fríamente la desaparición de la cultura romana»,100 a pesar de su latín fuerte y vigoroso. Aquí habría que recordar que el Masiliense, en cuanto cristiano, se apoyaba en la tradición romana para la ejecución de su obra e intuía, al mismo tiempo, un proceso de romanización del mundo bárbaro. Ante esto, el estruendoso escándalo de la supuesta desaparición de la romanidad aparece, ciertamente, un tanto mitigado en pos de un proyecto teológico-histórico mucho más grande y universal.
Si bien Salviano tiene una formación elevada, el pensamiento que sirve de fundamento para su relato sobre el gobierno divino en la historia no corresponde al de un teólogo especulativo, sino al de un hombre de fe y de mentalidad programática,101 quien tiene un particular interés por el futuro providente. La visión histórica cristiana aparece de modo prístino en el pensamiento que subyace en el relato del De Gubernatione, lo cual no significa abandonar la cultura romana sino, por el contrario, optar resueltamente por el porvenir de la Iglesia, que es lo que a él finalmente le importa. Sin embargo, el autor aparece como un hombre resignado a lo bárbaro porque, probablemente, lo juzgaba como inevitable, a pesar de encontrarse en una región no sometida al dominio extranjero. Esta actitud correspondía a un comportamiento más o menos frecuente en la aristocracia galo-romana, sometida con cierta rapidez al nuevo orden social que suponía ciertos beneficios impositivos pues, tal como lo ha expresado A. Momigliano, «los cristianos podían adaptarse mejor a la nueva situación política y social y podían tratar más eficazmente con los bárbaros».102
La mayor particularidad del De Gubernatione dice relación con la interpretación teológico-histórica del papel de los bárbaros en su conjunto, quienes aparecen incorporados providencialmente a la dinámica de la economia salutis para demostrar el valor de los tempora christiana que incluían a los diferentes pueblos de la humanidad.103 La cuestión de fondo en la aceptación de los bárbaros se manifiesta, más bien, en el hecho de que ellos no conocen ‒o conocen erradamente‒ el mensaje cristiano, lo cual los coloca en un lugar preponderante para la labor evangelizadora de la Iglesia.104 En relación a esto, Salviano escribe:
«ellos no hacen nada por desprecio de los preceptos celestes ya que ellos no conocen los mandamientos del Señor. No trata contra la Ley aquél que la ignora».105
Por el contrario, ante sus ojos los habitantes de las provincias imperiales profesaban un mal cristianismo, contaminado por inmoralidades y corrupción derivada de una fe más bien formal. En definitiva, la consigna narrativa de Salviano está conforme con la idea de que: «confesar a Cristo es un compromiso que hace más culpable a quien lo rompe que a quien no lo ha profesado nunca».106
En consecuencia, dentro de la literatura cristiana del siglo V el De Gubernatione constituye una profética aceptación de la nueva sociedad que estaba comenzando a construirse por medio de las angustias y pruebas de la incertidumbre histórica. Su autor, a través de un agudo sentido teológico-histórico, prefiere optar por el nuevo orden que se implanta a partir de la destrucción de su civilización y, por medio de una crítica moral que tiene un fundamento religioso, va abriendo nuevas perspectivas a la vida de la Iglesia de su tiempo.
Como ha apuntado F. Paschoud, los designios de Dios otorgan un rol particular a Roma y a su imperio, y en los albores del siglo V la estructura social otorgada por la ley humana va dando paso a la superioridad ética de los bárbaros que, aún desconociendo las normas divinas, obtienen una recompensa por el ejercicio de las virtudes, las cuales son presentadas bajo un prisma subjetivo, con el fin de demostrar los abusos de los cristianos aparentes, quienes conocen el Evangelio pero no lo asumen como norma de vida. 

5. Consideraciones finales: la sociedad de los santos

La lectura del De Gubernatione esboza el modelo de comunidad eclesial que Salviano anhela. Para él la vida del cristiano debe ser congruente con la práctica de las virtudes, es decir, una actitud evangélica frente al juicio inminente que se anuncia de modo cuasi profético.107 De la mano de un Dios providente, justo y regidor de los acontecimientos históricos, el verdadero cristiano aparece amenazado por los signos del mundo y por los actos de aquéllos de fe débil.
La Providencia se convierte en la única guía del momento presente de nuestro autor, ella es la única orientación de todo buen cristiano que se ve sumido en los avatares de la Iglesia.108 Salviano no entiende otra forma de virtud sino aquélla practicada en la sobriedad de una vida religiosa, fiel a los mandamientos de la Ley divina. Sólo en la observancia de los preceptos cristianos identifica la felicidad de la vida y la certeza de la recompensa eterna: «cuánto menos aún debemos tener por desdichados a hombres religiosos y santos, quienes gustan desde el presente las delicias de la fe y merecen, para el futuro, la recompensa de la beatitud».109
A partir de su propia conversión, este asceta entiende el cristianismo desde una óptica rigorista formada en Lérins. Él presupone que aquél que profesa la fe debe vivir en una ascesis permanente, negándose a sí mismo y tomando conciencia de su propia pequeñez,110 buscando el encuentro con Dios. Por esto se ha llegado a decir que, para Salviano, la conversión del alma presupondría «que el cristiano sea un místico, que vive en Dios y no en el mundo».111
Al respecto, la visión de la historia en el De Gubernatione no tiene otro horizonte más que el orden histórico hacia una sociedad de santos, única forma de lograr la armonía querida por Dios. Dicha comunidad, alejada de los vicios terrenales y de las costumbres de los romanos, se presenta como la verdadera continuadora del ideal heroico del mundo clásico, el cual es asumido –a posteriori– bajo el paradigma del vir sanctus.
Los monjes, en cuanto encarnación del ideal ascético profesado por Salviano, son presentados como los santos de Dios.112 Más aún, este ideal podría incluso ser comprendido como el ideal del cristiano, pues los ascetas son capaces de enfrentarse a las persecuciones contra la fe de una manera ejemplar. Al momento de hacer una comparación entre los latino-africanos (perseguidores) y los que profesan la vida monacal, el autor destaca de estos últimos la inocencia, la castidad, el retiro y la configuración con Cristo,113 es decir, características de una vida completamente contrapuesta a las prácticas disolutas de los romanos de la región.
Es en este punto en donde nos parece que Salviano trasparenta en gran medida su proyecto pedagógico: la vida del monje, en cuanto cristiano ejemplar, sería la vida querida por Dios, una vida en la que la acción de la Providencia no tendría necesidad de manifestarse a través del juicio temporal severo, ya que los pecados serían cada vez menos practicados por los hombres. Se podría decir, entonces, que: «para Salviano los verdaderos cristianos serían los monjes».114
En síntesis, al leer al presbítero galo-romano leemos a un hombre de Iglesia, amigo de los humildes,115 que entiende que la historia humana tiene su sentido escatológico único en la contemplación beatífica, ya que, tal como él lo ha manifestado: «todo el universo y todo el género humano son los hijos de su Creador, y así, por la afección que nos hace amar a nuestros hijos, Él ha querido que comprendiéramos cuánto ama a sus hijos».116
Finalmente, hemos de mencionar que el De Gubernatione es el resultado de la reacción de un creyente, nutrido de la Biblia y del ideal del esfuerzo moral que vivió en Lérins y en Marsella.117 En otras palabras: «el De Gubernatione es, en efecto, la obra de un hombre voluntario, de un conversus que ha querido dejar el mundo y despreciarlo».118 Sin esta concepción teológica que ilumina su relato histórico, no resulta posible la correcta valoración de la obra de Salviano de Marsella, de su apología de la Providencia y del gobierno de Dios.

Notas

1 Élie Griffe, La Gaule chrétienne à l’époque romaine, vol. II (París: Letouzey et Ané, 1966), 41. Griffe propone los años 390-395 como posible fecha de su nacimiento.

2 Michele Pellegrino, “Dios juez en la historia según Salviano de Marsella”, La ciudad de Dios (1957): 546; Michele Lannelli, La caduta d’un Impero nel capolavoro di Salviano (Nápoles: L. Barca, 1948), 16.

3 Georges Lagarrigue, ed., Salvian de Marseille. Œuvres, vol. I (París: Éditions du Cerf, Sources Chrétiennes, 1971), 11.

4 Sobre la vida monástica en Lérins véase: Marilyn Dunn, The Emergence of Monasticism: From the Desert Fathers to the Early Middle Ages (Oxford: Blackwell Publishing, 2003), 82-84.         [ Links ]

5 Cf. Dictionnaire de théologie catholique, vol. XIV, I parte, Gustave Bardy (París: Letouzey et Ané, 1939),         [ Links ] s. v. “Salvien”.

6 Para la influencia de Casiano en la Galia de su tiempo véase: Richard J. Goodrich, Contextualizing Cassian: Aristocrats, Asceticism, and Reformation in Fifth-Century Gaul (Oxford: Oxford University Press, 2007).         [ Links ]

7 Genadio de Marsella, De Viris Illustribus (Migne PL vol. 58, 67): vivit usque hodie in senectute bona.         [ Links ]

8 Genadio de Marsella, 67: humana et divina litteratura instructus.         [ Links ]

9 Hilario de Arlés, Sermo de Vita Sancti Honorato Episcopus, ed. S. Cavallin (Lund: C. W. K. Gleerup, 1952), 19;         [ Links ] Euquerio de Lyon, Instructionum ad Salonium Libri, ed. C. Wotke (Viena: CSEL 31, 1894), 1.         [ Links ]

10 Georges Lagarrigue, ed., Salvian de Marseille. Œuvres, vol. II (París: Éditions du Cerf, Sources Chrétiennes, 1975), 13.

11 Umberto Moricca, “Salviano e la data del De Gubernatione Dei”, Rivista di filologia e d’istruzione classica 46 (1918): 241. Con esta fecha también coincide Lannelli, La caduta d’un Impero.

12 Recientemente Peter Brown ha situado la redacción de la obra durante los últimos años de la década del 430 y los inicios de la década siguiente. Cf. Peter Brown, Through the Eye of a Needle: Wealth, the Fall of Rome, and the Making of Christianity in the West, 350-550 AD (Princeton: Princeton University Press, 2013), 434.         [ Links ] 

13 Lawrence Barmann, “Salvian of Marseilles Re-Evaluated”, Revue de l’Université d’Ottawa 33 (1963): 82.

14 José María Blázquez, “La crisis del bajo Imperio en Occidente en la obra de Salviano de Marsella. Problemas económicos y sociales”, Gerión 3 (1985): 157: “nunca hay que olvidar que su obra se dirige a los cristianos, a los que trata de convertir a la práctica de la religión cristiana”. Asimismo, cabe señalar que Peter Brown destaca el carácter parcial del texto de Salviano, el cual habría sido escrito para sus contemporáneos, los “sancti del sur de la Galia”, y no para los hombres del Imperio en su conjunto. Cf. Brown, Through the Eye of a Needle, 434.

15 Salviano, De Gubernatione Dei, ed. Georges Lagarrigue (París: Éditions du Cerf, Sources Chrétiennes, 1975), Prefacio, 4: si enim haec salus nostra sanaverit quorundam non bonam de deo nostro opiniones, fructus non parvus erit. Para el texto latino seguiremos esta edición latino-francés. La traducción al español es propia.

16 Leopoldo San Martín, “Las ideas político-sociales en el declinar de Roma: Orosio y Salviano” (tesis doctoral, Universitat de València, 1990), 371.

17 Pellegrino, “Dios juez en la historia según Salviano de Marsella”, 548.

18 Michele Pellegrino, Letteratura latina cristiana (Roma: Studium, 1985), 120.         [ Links ]

19 Pierre Courcelle, Les lettres grecques en Occident. De Macrobe à Cassiodore (París: E. de Boccard, 1943), 220-221.         [ Links ]

20 Barmann, “Salvian of Marseilles Re-Evaluated”, 82.

21 Lagarrigue, Salvian de Marseille. Œuvres, vol. II, 77 y ss. En su introducción, Lagarrigue presenta un excelente y detallado análisis del estilo lingüístico de la obra en cuestión.

22 François Paschoud, Roma aeterna. Études sur le patriotisme romain dans l’Occident latin à l’époque des grandes invasions (Neuchâtel: Institut Suisse de Rome, 1967), 309.

23 Lannelli, La caduta d’un Impero, 75.

24 Al respecto Peter Brown sostiene que la visión de una Iglesia decadente, idea afirmada por Salviano, también se encontraría influenciada por los debates del monaquismo masiliense, en particular por los escritos de Juan Casiano y del obispo Salonio. Cf. Brown, Through the Eye of a Needle, 436-437.

25 Paschoud, Roma aeterna, 293-294.

26 Hervé Inglebert, Les romains chrétiens face à l’histoire de Rome. Histoire, christianisme et romanités en Occident dans l’Antiquité tardive (IIIe-Ve siècles) (París: Institut d’Études Augustiniennes, 1996), 659.

27 Barmann, “Salvian of Marseilles Re-Evaluated”, 82.

28 Para un panorama sobre el ascetismo monástico en el sur de la Galia, véase: Goodrich, Contextualizing Cassian, 8-31

29 Jean Chéné, “Le semipélagianisme du midi de la Gaule d’après les lettres de Prosper d’Aquitaine et d’Hilaire à saint Augustin”, Recherches de science religieuse XLIII (1955).

30 Cf. Goodrich, Contextualizing Cassian, 211-234; Conrad Leyser, Authority and Ascetism from Augustine to Gregory the Great (Oxford: Clarendon Press, 2000);         [ Links ] Pierre de Labriolle, Histoire de la littérature latine chrétienne (París: Les Belles Lettres, 1924), 565-567.         [ Links ]

31 Paschoud, Roma aeterna, 308.

32 Enrica Bordone, “La società romana del quinto secolo nella requisitoria di Salviano Massiliense”, en Studi dedicati alla memoria di Paolo Ubaldi, ed. A. Gemelli (Milán: Società editrice Vita e Pensiero, 1937), 339; Lannelli, La caduta d’un Impero, 114. 

33 Salviano, De Gubernatione Dei, V, 61: abdicare itaque a te ipso, ne abdiceris a Christo; repudia te, ut recipiaris a Christo; perde te ipse, ne pereas… Dilige itaque hanc tam salubrem perditionem, ut adsequaris veram salutem, liberandus enim a deo (ipso) omnino non eris, nisi te ipse damnaveris.  

34 Lagarrigue, Salvian de Marseille. Œuvres, vol. II, 18.

35 Cf. José María Blázquez, Intelectuales, ascetas y demonios al final de la Antigüedad (Madrid: Cátedra, 1998), 453.         [ Links ]

36 Salviano, De Gubernatione Dei, I, 19: omniaque ita a providentia incolumitatem quasi corpus ab anima vitam trahant.

37 Salviano, De Gubernatione Dei, I, 39: in praesenti autem illud quod futurum est deus volvit declarare iudicium, quando super impium populum gehennam misit a caelo.

38 Pellegrino, “Dios juez en la historia según Salviano de Marsella”, 548.

39 Eustaquio Sánchez Salor, Historiografía latino-cristiana. Principios, contenido, forma (Roma: L’Erma di Beretschneider, 2006), IX, 123-126.

40 Salviano, De Gubernatione Dei, I, 33: nam et dum servat bonos pium se retributorem, et dum condemnat malos severum iudicem comprobavit.

41 Claudio Leonardi, Alle origini della cristianità medievale: Giovanni Cassiano e Salviano di Marsiglia (Spoleto: Fondazione CISAM, 1978), 577.         [ Links ]

42 Salviano, De Gubernatione Dei, I, 26: si autem non despicit, regit; si autem regit, hoc ipso quod regit iudicat, quia regimen esse non potest, nisi fuerit iugiter in rectore iudicium.

43 Leonardi, Alle origini della cristianità medievale, 586.

44 Leonardi, Alle origini della cristianità medievale, 574.

45 Salviano, De Gubernatione Dei, IV, 34: exacerbamus quippe eum impuritatibus nostris et ad puniendos nos trahimus invitum.

46 Lagarrigue explica que la demostración de razón proporcionada por Salviano quiere dejar en claro el lazo permanente entre la gubernatio y el iudicium, los cuales coincidirían perfectamente.

47 Salviano, De Gubernatione Dei, I, 30.

48 Salviano, De Gubernatione Dei, I, 30: quia capere vim divinae iustitiae homo non valet.

49 Paul Lebeau, “Hérésie et Providence selon Salvien”, Nouvelle revue théologique 2 (1963): 166.

50 Michele Pellegrino, Salviano di Marsiglia: Studio critico (Roma: Facultas Theologica Pontificii Athenaei Lateranensis, 1940), 128.         [ Links ]

51 Cf. Agustín de Hipona, La Ciudad de Dios, ed. S. Santamarta del Río y M. Fuertes Lanero (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1958), XX;         [ Links ]Pellegrino, Salviano di Marsiglia: Studio critico, 216.

52 Lagarrigue, Salvian de Marseille. Œuvres, vol. II, 26.

53 Pellegrino, “Dios juez en la historia según Salviano de Marsella”, 560.

54 Lagarrigue, Salvian de Marseille. Œuvres, vol. II, 25.

55 Blázquez, Intelectuales, ascetas y demonios, 457.

56 Cf. Salviano, De Gubernatione Dei, V, 17-18, 38-45. En el Ad Ecclesiam Salviano exhorta a una vida justa y llama la atención sobre los abusos, la avaricia y la corrupción de los cristianos, tanto laicos como religiosos. Al respecto véase: Cam Grey, “Salvian, the Ideal Christian Community and the Fate of the Poor in Fifh-Century Gaul”, en Poverty in the Roman World, ed. Margaret Atkins y Robin Osborne (Cambridge: Cambridge University Press, 2006); Brown, Through the Eye of a Needle, 438 y ss. Para el problema del colonato en particular, consúltese: Walter Goffart, “Salvian of Marseille, De gubernatione Dei 5.38-45 and the colonate problem”, Antiquité Tardive 17 (2009).

57 Barmann, “Salvian of Marseilles Re-Evaluated”, p. 84.

58 Salviano, De Gubernatione Dei, VIII, 7: nos calamitatum nostrarum auctores sumus. Deus enim pius est ac misericors et qui, ut scriptum est, neminem velit perire vel laedere.

59 Salviano, De Gubernatione Dei, III, 46: in hanc enim forum probrositatem prope omnis ecclesiastica plebs redacta est ut in cuncto populo Christiano genus quodammodo sanctitatis sit minus esse vitiosum.

60 Orosio propuso una revisión de los males de la historia como resultado del pecado del género humano: Paulo Orosio, Historiarum adversus paganos, ed. Casimiro Torres Rodríguez (Santiago: Fundación "Pedro Barrié de la Maza, Conde de Fenosa", 1985),         [ Links ] I, I, 4: ego initium miseriae hominum ab initio peccati hominis ducere institui.

61 Umberto Moricca, Storia della letteratura latina cristiana, vol. III (Turín: Società editrice internazionale, 1934), 894.         [ Links ]

62 Charles Favez, “La Gaule et les gallo-romains lors des invasions du Ve siècle d’après Salvien”, Latomus XVI (1957): 77-78.

63 Salviano, De Gubernatione Dei, IV, 54: ideo nos perferre haec mala patitur quia meremur ut ista patiamur. Respiciamus enim ad turpitudines, ad flagitia, ad scelera illa romanae plebis, et intellegemus si protectionem mereri possumus, cum in tanta impuritate vivamus.

64 Lannelli, La caduta d’un Impero, 76.

65 Paschoud, Roma aeterna, 297.

66 San Martín, Las ideas político-sociales en el declinar de Roma, 450.

67 Griffe, La Gaule chrétienne à l’époque romaine, 52.

68 Paschoud, Roma aeterna, 308.

69 Para el tema de las invasiones vándalas, véase el clásico estudio de Christian Courtois, Les Vandales et l’Afrique (París: Arts et métiers graphiques, 1955).

70 Cf. Salviano, De Gubernatione Dei, VII, 76 y ss.

71 Salviano, De Gubernatione Dei, VI, 4: o miseriam lacrimabilem! o miseriam luctuosam! quam dissimilis est nunc a se ipso populus Christianus, id est ab eo qui fuit quondam!

72 Salviano, De Gubernatione Dei, V, 20: exertam enim veritatem proferre nolunt, quia eam aures improborum hominum sustinere non possunt.

73 Salviano, De Gubernatione Dei, V, 55: non conveniunt vuestris studiis facta vuestra.

74 Suzanne Teillet, Des goths à la nation gothique. Les origines de l’idée de nation en Occident du Ve au VIIe siècle (París: Les Belles Lettres, 1984), 163.

75 Gustave Bardy, L’Église et les derniers romains (París: Laffont, 1948), 115.

76 Griffe, La Gaule chrétienne à l’époque romaine, 52; Blázquez, Intelectuales, ascetas y demonios, 451. Tanto Griffe, Lebeau como Blázquez califican la figura de Salviano como un moralista y asceta. 

77 Leopoldo San Martín, “Salviano de Marsella”, Saitabi 50 (2000): 197.

78 Leonardi, Alle origini della cristianità medievale, 558.

79 Teillet, Des goths à la nation gothique, 168.

80 En el texto hemos utilizado los términos “bárbaro” y “germano” como sinónimos, teniendo en cuenta que es una descripción genérica que amalgama a un cojunto de pueblos muy diverso. Cabe aclarar, sin embargo, que no todos los pueblos invasores eran de origen germánico. Al respecto véase: Rosa Sanz Serrano, “Las penetraciones bárbaras”, en La caída del Imperio Romano y la génesis de Europa. Cinco nuevas visiones, coord. Gonzalo Bravo (Madrid: Editorial Complutense, 2001), 39-101.

81 Pierre Courcelle, Histoire littéraire des grandes invasions germaniques (París: Études Augustiniennes, 1964), 148.         [ Links ]

82 Moricca, Storia della letteratura latina cristiana, 893.

83 Salviano, De Gubernatione Dei, V, 14: hoc nostrum crimen est quod populi barbarorum haeretici ese coeperunt. Al respecto véase también: David Lambert, “The Barbarians in Salvian’s De Gubernatione Dei”, en Ethnicity and Culture in Late Antiquity, ed. Stephen Mitchell y Geoffrey Greatrex (Londres: The Classical Press of Wales, 2000), 117.

84 Buena parte de la historiografía actual sugiere que los años en los que vivió Salviano fueron de una relativa calma, lo cual mitiga pero no hace desaparecer el impacto que significó el saqueo de Roma y la entrada de comunidades bárbaras. Para un panorama sobre las relaciones culturales entre los invasores y el Imperio véase Santiago Castellanos, En el final de Roma (ca. 455.480). La solución intelectual (Madrid: Marcial Pons, 2013) 103-108. Particularmente ilustrador resulta: Walter Goffart, Barbarian Tides. The Migration Age and the Later Roman Empire, (Filadelfia: University of Pennsylvania Press, 2006).         [ Links ]

85 Adalbert-Gautier Hamman, “L’actualité de Salvien de Marseille. Idées sociales et politiques”, Augustinianum XVII (1977): 389.

86 Esto no constituiría una observación imparcial de tipo etnográfico sino, más bien, se orientaría a la existencia de conceptos a priori o a la necesidad de presentar al bárbaro como espejo del romano. Véase Michael Maas, “Ethnicity, Orthodoxy and Community in Salvian of Marseilles”, en Fifth-Century Gaul: A Crisis of Identity?, ed. John F. Drinkwater y Hugh Elton (Cambridge: Cambridge University Press, 1992), 276, 278, 280; Lambert, “The Barbarians in Salvian”, 104.

87 Charles Favez, “La Gaule et les gallo-romains”, 82.

88 Cf. Agustín de Hipona , La Ciudad de Dios, I, 7, 16.

89 Salviano, De Gubernatione Dei, VII, 24: impudicitiam nos diligimus, gothi execrantur; puritatem nos fugimus, illi amant; fornicatio apud illos crimen atque discrimen est, apud nos decus.

90 Lagarrigue, Salvian de Marseille. Œuvres, vol. II, 43; Paschoud, Roma aeterna, 301 y ss.  

91 Paul Lebeau, “Hérésie et Providence selon Salvien”, 168.

92 Emanuele Piazza, “I barbari, punizione di Dio: una nota su Salviano di Marsiglia, Vittore di Vita e Gildas”, Annali della Facoltà di Scienze della formazione 7 (2008): 139-149; Inglebert, Les romains chrétiens face à l’histoire de Rome, 665.

93 Cf. André Mandouze, “L’Église devant l’effondrement de la civilisation romaine”, Revue d’histoire et de philosophie religieuses 41 (1961): 8: “Rome n’accaparait pas toute la sollicitude de Dieu, et que le peuples dits barbares apportaient à l’histoire tout court, et à l’histoire du Salut en particulier, une contribution que l’impérialisme romain, ancien ou nouveau, ne devait pas contester”.

94 Inglebert, Les romains chrétiens face à l’histoire de Rome, 668.

95 Courcelle, Histoire littéraire des grandes invasions germaniques, 147: “Conduite par la logique de son système, Salvien se doit de faire l’éloge des mœurs barbares”.

96 D. John Cleland, “Salvian and the Vandals”, Studia Patristica X (1970): 274.

97 Jean Bayet, Literatura latina (Barcelona: Ariel, 1985), 477.         [ Links ]

98 Cf. Bordone, “La società romana del quinto secolo nella requisitoria di Salviano Massiliense”, 329.

99 Inglebert, Les romains chrétiens face à l’histoire de Rome, 669.

100 Paschoud, Roma aeterna, 309.

101 Lannelli, La caduta d’un Impero, 109.

102 Arnaldo Momigliano, El conflicto entre el paganismo y el cristianismo en el siglo IV (Madrid: Alianza Editorial, 1989), 30.         [ Links ] Cf. Gonzalo Bravo, “Claves económicas y sociales de la transición al Medioevo en Occidente”, en La caída del Imperio Romano y la génesis de Europa. Cinco nuevas visiones, coord. Gonzalo Bravo (Madrid: Editorial Complutense, 2001), 157-207.

103 Jacques Le Goff, Pour un autre Moyen Âge. Temps, travail et culture en Occident: 18 essais (París: Gallimard, 1977), 336.         [ Links ]

104 Bruno Dumézil, Les racines chrétiennes de l’Europe: conversion et liberté dans les royaumes barbares, Ve-VIIIe siècle (París: Fayard, 2005), 145.

105 Salviano, De Gubernatione Dei, IV, 70: nihil enim contempu agunt caelestium praeceptorum, praeceptum domini nescentes, quia non facit aliquid contra legem legis ignarus.

106 San Martín, “Salviano de Marsella”, 202.

107 Claudio Moreschini y Enrico Norelli, Historia de la literatura cristiana antigua griega y latina, volumen II (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2007), 505.         [ Links ]

108 Moreschini y Norelli, Historia de la literatura, 504.

109 Salviano, De Gubernatione Dei, I, 12: quanto magis religiosi ac sancti viri miseri non putandi sunt, qui et praesentis fidei oblectamenta capiunt et beatitudinis futurae praemia consequentur.

110 Cf. Ga. 6, 3.

111 Leonardi, Alle origini della cristianità medievale, 605. Para profundizar en la moral cristiana presentada en Salviano, véase: Maas, “Ethnicity, Orthodoxy and Community in Salvian of Marseilles”.

112 Salviano, De Gubernatione Dei, VIII, 19. Define a los monjes como: sanctis Dei.

113 Salviano, De Gubernatione Dei, VIII, 21: illi enim vivebant iugiter in nequitia isti in innocentia, illi in libidini isti in castitate, illi in lustris isti in monasterios, illi prope iugiter cum diabolo isti sine cessatione cum Christo.

114 San Martín, “Salviano de Marsella”, 204.

115 Griffe, La Gaule chrétienne à l’époque romaine, 52.

116 Salviano, De Gubernatione Dei, IV, 44: totus namque mundus et totum humanum genus pignus est creatoris sui, et ideo ex hoc ipso affectu quo amare nos fecit pignora nostra, intellegere nos volvit quantum ipse amaret pignora sua.

117 Lebeau, “Hérésie et Providence selon Salvien”, 166.

118 Lagarrigue, Salvian de Marseille. Œuvres, vol. II, 43.

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