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Estudios de filosofía práctica e historia de las ideas

versão On-line ISSN 1851-9490

Estud. filos. práct. hist. ideas vol.21 no.2 Mendoza dez. 2019

 

ARTÍCULOS

Revista Contorno y el problema de las generaciones intelectuales argentinas1

The Contorno Magazine and the problem of the argentine intellectual generations

 

Emiliano Exposto

Nicolás Andrés Tacchinardi

Universidad de Buenos Aires
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)

 

Recibido: 27-07-2018
Aceptado: 17-12-2018


Resumen

El objetivo es interrogar el problema político-cultural de las generaciones intelectuales argentinas, analizando específicamente una serie artículos pertenecientes a los diez números de la revista Contorno y a los dos Cuadernos de Contorno. Arriesgamos dos hipótesis: La primera: a partir del número 7-8, en Contorno se comienza a pensar en la posible emergencia de una nueva generación intelectual desde un punto de vista histórico-crítico y auto-reflexivo, que desplaza el interés precedente de la publicación, consistente en trazar un contrapunto respecto de las generaciones anteriores. La segunda: esta indagación sobre la incipiente generación intelectual, conduce también a preguntarse por los problemas que atañen a la cultura de izquierdas de la época y a la relación de estas con el peronismo y el anti-peronismo. Luego, nos preguntaremos sobre la actualidad de las reflexiones contornistas en el marco de una preocupación sobre el devenir de las generaciones intelectuales y políticas contemporáneas.

Palabras clave: Generaciones; Peronismo; Izquierdas; Intelectuales.

Abstract

The aim is to interrogate the political-cultural problem of the Argentine intellectual generations, specifically analyzing a series of articles belonging to the ten issues of the magazine Contorno and the two Cuadernos de Contorno. We will risk two hypotheses: The first hypothesis: since number 7-8, Contorno begins to think about the possible rising of a new intellectual generation from a historical-critical and self-reflective point of view, which displaces the previous interest of the publication, consisting in drawing an opposition from previous generations. The second: that this reflexión about the incipient intellectual generation, also leads to question about the problems that affect the left-wing culture of the time, and the relationship of these with both Peronism and anti-Peronism. After, we will ask ourselves about the actuality of the Contorno reflections, in the context of a concern about the becoming of contemporary intellectual political generations.

Keywords: Generations; Peronism; Left-wing; Intellectuals.


 

1. Introducción: los dos periodos de Contorno y su contexto de producción

La revista Contorno fue editada entre los años 1953 y 1959, periodo en el que se publicaron 10 números (los números 7-8 y 9-10 son números dobles), con una interrupción entre los años ‘57 y ‘58, años en los que se publican los dos números de Cuadernos de Contorno. Estudiada en el ámbito académico local por autores como Oscar Terán (2013), Omar Acha (2008), Horacio González (1999), Beatriz Sarlo (1981), Nora Avaro y Analia Capdevila (2004), entre otros, y en el último tiempo por Silvia Schwarzböck (2016) o Javier Trimboli (2017)2, la revista puede ser clasificada esquemáticamente en dos periodos. Un primer periodo, donde pueden ubicarse los números 1 a 6, en el que la mayor parte de los artículos se encuentran orientados a la reflexión sobre la literatura y el campo cultural argentino vinculado a las letras; y un segundo periodo, donde se produce un “giro” hacia la reflexión política, en el que se encuentran los números 7 a 10 y los dos Cuadernos de Contorno. A su vez, este segundo periodo puede ser segmentado en dos momentos: uno vinculado al análisis del peronismo y la coyuntura abierta post ‘55, y otro relacionado a la interrogación crítica sobre la cultura intelectual y política de las izquierdas de la época.

Vale la pena aquí enmarcar históricamente el contexto de producción y de publicación de los distintos números de la revista. Los números 1 a 5 son publicados durante la presidencia de Perón; el número 6, dedicado a la novela, es publicado en septiembre del año 1955 y continúa con la misma línea de reflexión, ya que “poco tiempo antes de la revolución de septiembre enviamos a la imprenta los originales del número dedicado a la novela” (Contorno, 1956, 1), y es por ello que este número mantiene la misma línea de análisis que los cinco anteriores; el número siguiente es el primero que se produce luego del derrocamiento de Perón por parte de las llamada Revolución Libertadora, y es el último antes del receso durante el cual se comenzaría a publicar Cuadernos de contorno; luego de publicarse los dos números de los Cuadernos en el marco de la candidatura de Frondizi, se publica el último número doble ya con Frondizi en el gobierno nacional.

La dirección de la revista fue incrementando sus manos con el curso del tiempo: el primer número es dirigido por Ismael Viñas; el segundo, tercero y cuarto por los hermanos Ismael y David Viñas; los números 5-6 y 7-8 amplían el grupo hacia un comité editor compuesto por 6 personas: los hermanos Viñas, Noé Jitrik, Adelaida Gigli, Ramón Alcalde y León Rozitchner (a partir de la publicación de Cuadernos de contorno Noé Jitrik deja de formar parte del comité editor e ingresa al mismo Adolfo Prieto); y en el número 9-10 Ramón Alcalde deja de pertenecer al comité.

Deudores del tópico del intelectual comprometido elaborado por Jean Paul Sartre en ¿Que es la literatura?, marxistas heterodoxos, tan outsiders como académicos, los escritores que se nuclearon alrededor de Contorno han recibido diversas etiquetas con el correr de los años: denuncialistas, parricidas, etc. En adelante, analizaremos en detalle cómo se plantea el problema generacional en una serie de textos seleccionados, buscando re-ubicar sus preocupaciones en el seno de la filosofía y la crítica política contemporánea.

2. La delimitación generacional: el periodo de reflexión sobre la “cultura de las letras”

En el primer número de Contorno se publican cinco artículos. Los dos primeros presentan una reflexión con una impronta generacional.El primero, llamado “Los ‘martinfierristas’: su tiempo y el nuestro”, de José Sebreli, contiene una fuerte crítica a la generación de los participantes de la revista Martín Fierro. Los martinfierristas e Irigoyen son integrados generacionalmente y comparados: “los ‘martinfierristas’ tienen un denominador común con el radicalismo […] unos y otros son hombres de una misma generación” (Sebreli, J. 1953, 1) asevera el autor en las primeras líneas, para luego afirmar que:

Irigoyen pone excesivo ardor en combatir al “Régimen” como “Martín Fierro” a Lugones, a los académicos, a la generación anterior, a los españoles. Pareciera que hubieran renunciado a su propia actividad para dedicar todo su tiempo al acecho del otro hasta depender totalmente de sus movimientos. (Sebreli, J. 1953, 1)

Los martinfierristas son, argumenta Sebreli, jóvenes que no se piensan a sí mismos, sino en contraposición a otro. Pero en el mismo gesto de pensar al otro es que comienza y termina el alcance de su reflexión: el otro le impone sus límites. Por eso son jóvenes, según Sebreli, que adoptan la primera fase del esquema positivista de Comte: porque ponen todas sus esperanzas en el aumento del desorden por no desear ningún porvenir. Desean el “parricidio cultural” sin poder llevarlo adelante. Son “resentidos” cuya revolución es molestar a sus padres burgueses, arguyendo que esa revolución solo es posible en la juventud, pero no percatándose de que esta no es sino un “espejismo de la conciencia de la clase burguesa” (Sebreli, J. 1953, 1). Es por ello que a esa imagen de la juventud aburguesada y resentida, Sebreli le contrapone la imagen del proletario, que “pasa sin transición de la adolescencia a la edad del compromiso y la responsabilidad” (Sebreli, J. 1953, 1). Inmediatamente compara el tipo de revolución de los martinfierristas con una fiesta, que para el autor es puro derroche y placer, donde “se come, se juega, se baila, se violan las leyes de la moral” (Sebreli, J. 1953, 2). Vemos, entonces, que la descripción de los martinfierristas resultante de esta analogía parece dibujar un cuadro dionisíaco, donde Dionisio estaría representado por Alvear y el tíaso por los martinfierristas. Pero la juventud se marchita y esa “revista seria que toma todo en broma” (Sebreli, J. 1953, 2) pasa de la comedia a la tragedia: los jóvenes han envejecido y “bailan un tango funerario” (Sebreli, J. 1953, 2) en un salón poco festivo.

Lo interesante es que para Sebreli el ocaso de los martinfierristas propicia el suelo de emergencia para el advenir de una nueva generación: “La generación posterior a Martín Fierro […] es una generación que vive el día después del coito, el triste amanecer cuando la alegría se ha vuelto tedio […] Despertaron en una atmósfera estancada y muerta para encontrarse solos frente a una nada” (Sebreli, J. 1953, 2). En este pasaje encontramos el primer momento en el que la generación de los contornistas ejerce un gesto auto-reflexivo de carácter histórico-critico. Se piensa a sí misma, en su historicidad material, en los senderos que constituyen sus límites y alcances. Es una generación que reconoce que “tenemos que arreglarnos solos” (Sebreli, J. 1953, 2), puesto que pretende no quedarse en la “juventud” como los martinfierristas. Y esto en la medida en que “la juventud no encuentra en sí misma su solución, hace falta que se destruya para que surja de ella el hombre” (Sebreli, J. 1953, 2). Sin embargo, este paso a la adultez requiere una “prueba suprema”, un “ritual de transición”, que se presentará ante ellos, según mostraremos más adelante, con el derrocamiento de Perón en 1955.

El segundo artículo, llamado “La traición de los hombres honestos”, de Ismael Viñas, vuelve a arremeter contra esa generación en primera persona del plural, dando lugar a la interpretación de sus críticas no como críticas personales, sino como críticas de toda una generación hacia otra generación, con la que se encuentran “decepcionados” porque “desgastaron su talento en juegos que hoy nos parecen pueriles” (Viñas, I. 1953, 3). Pero esta nueva generación post martinfierrista acepta su responsabilidad en los resultados ilustremente sombríos de la generación anterior, o, mejor dicho, por los resultados no alcanzados. Fueron responsables por omisión, según afirma Ismael. Y de la generación precedente ya no queda nada, ha muerto, “Ni el respeto por el espíritu del que se llamaron portadores queda” (Viñas, I. 1953, 3). Y es por este motivo que la generación de los contornistas se encuentra desamparada, ya que “No tenemos ejemplos: los que tenían inteligencia se han burlado, han fracasado, se han entregado o han huido. Los que tenían buena fe y coraje han carecido de inteligencia” (Viñas, I. 1953, 3). Este artículo es un llamado a la rebeldía de la nueva generación, argumentando que la tarea no puede ser puramente intelectual, porque eso sería volver a caer en la falencia del pasado.

El porvenir es lo revolucionario en Contorno. La nueva generación, como ya había afirmado Sebreli, no cuenta con ejemplos del pasado, pero sí tiene una responsabilidad en el futuro: responsabilidad que los eternos jóvenes martinfierristas no asumieron. Y es por eso mismo que cierto sentimiento de orfandad conforma la cartografía intelectual y política del grupo que se nucleaba alrededor de la revista. La pretensión de dar lugar a una generación nueva, que al parecer Contorno busca dar voz, explora una sensibilidad: la crítica radical y la impiadosa denuncia como modos de hacer, ser y pensar. Exorcizar el pasado para, en inmanencia, desmontar los fantasmas que habitan en las tradiciones culturales y políticas argentinas.

El segundo número de Contorno está dedicado a Roberto Arlt, hombre de letras cuya obra es rescatada por esta generación por su espíritu rebelde. Ante un cuerpo generacional embotado por espectros que entumecen la acción y el pensar, Contorno invoca otros fantasmas. He allí Arlt, y más tarde, Martínez Estrada. La llamada generación de Walsh y el Che, los contornistas, se encargan de algún modo de instalar a Arlt en el centro de la escena literaria. Recordemos que en el artículo de Ismael había un llamado a la rebeldía, y es en Arlt donde ellos encuentran un precursor (usado en este caso, por nosotros, en el estricto sentido borgiano del término). ¿Por qué Arlt? Por diferentes, y hasta secretos, motivos; entre ellos, por la irreverencia de su lenguaje y el carácter denuncialista, como afirmará explícitamente Viñas en uno de los artículos del número 4 de la revista (Viñas D. 1956b).

En el número tres de Contorno se vuelve a arremeter contra la generación martinfierrista. En un primer momento, contra un personaje en particular: Victoria Ocampo, a quien Adelaida Gigli adjudica varias de las características que se le habían asignado a los martinfierristas en el artículo que inaugura la revista: es una “alma bella”, eternamente joven obnubilada por los autores del pasado (Gigli, A. 1954). Luego, en el artículo “Otros tres novelistas argentinos por orden cronológico”, David Viñas retoma una serie de tópicos del artículo inaugural de la revista: “El martinfierrismo fue un típico juego de chicos […] el juego oscuro, casi indescifrable, que deja de ser inofensivo e inocuo y que acarrea consigo una negación firme: un aislamiento poderoso, rencoroso, un resentimiento que trasunta frustración y que recuerda al final de una fiesta” (Viñas, D. 1954a, 7-8). Como podemos ver, se retoman varios temas: los martinfierristas son adolescentes que en su afán por el juego, por la fiesta, se niegan a aceptar que la fiesta terminó, que bailan un tango funerario, que han muerto junto con su mundo. Resentimiento, rencor, frustración y una soledad jeroglífica confeccionan el mapa martinfierrista según la mirada de Viñas en ese texto. Allí también señala que con Adán Buenosayres de Marechal se acude a la muerte y culminación del martinfierrismo.

Ahora bien, el problema intelectual y político de lo generacional propiamente dicho, continua en ese mismo número 4, dedicado a Martínez Estrada. Allí encontramos otro artículo de David Viñas, titulado “La historia excluida: ubicación de Martínez Estrada”, donde el autor analiza las actitudes de las generaciones del ’80, del ’90, del ‘900 y del ’25, para finalmente concluir con un análisis de los obstáculos y posibilidades que asumiría la emergente generación, cuyo tope inicial de nacimiento es el año 1930. Para Viñas, vale la pena comenzar evidenciando un problema que atravesará a cada una de las generaciones anteriores: la oposición o, mejor dicho, una cifra de inteligibilidad dicotómica. Este modo dualista de comprensión podría ser atribuido a una apresurada lectura del Facundo que de algún modo signara los esquemas de comprensión de gran parte del siglo XX: la construcción de una realidad dual, sin tensiones y des-historizada signada por la polarización (¿moralizante? ¿Inmunológica? ¿afuerista?) entre los ámbitos estancos de “El bien” y “El mal”, donde el otro no es sino signo de contaminación y parasitación.

En el artículo anteriormente citado, Viñas afirma que la generación del ’90 reacciona contra el dandismo y la gratuidad de la generación de los ’80 por considerarla llena de talentos derrochados y de actitudes insignificantes. Viñas retrata una generación irresponsable que no advierte “que la suma de sus actos no configura un obrar en tanto que nada resulta de ellos ni nada modifican” (Viñas, D. 1954b, 11). La generación del ’80 se preocupó solo por las apariencias. En cambio, la generación del ’90 no se preocupa por ese “quedar bien”, perdiendo la compostura y reaccionando contra la exterioridad. Pero la consecuencia es que “vemos a las figuras claves del ’90 intentando embozarse en su propia desgracia” (Viñas, D. 1954b, 12). En cierta forma, su caótica reacción generacional contra el roquista gobierno de Juárez Celman los dejó desamparados y anulados en su anacronismo desfasado. Pero para David Viñas el ‘900 da origen a una nueva generación, la generación arielista, la cual es entendida como una circunstancia histórica, una sensibilidad político-cultural situada, más que como una categoría meramente intelectual. Viñas ve allí una generación suicida que renegando del positivismo y resguardada en las mieles de cierto idealismo, concluyen en un nihilismo signado por la muerte auto-infligida encarnada en Lugones. Hombres que intentaron oponerse al realismo roquista y que cayeron, escribe Viñas, “en la emboscada del éxito, en el ejercicio del escribir en función de un público inerte, acrítico” (Viñas, D. 1954b, 13).

Es en este contexto donde comienza a surgir el martinfierrismo intentando acabar con las esquirlas que quedaban de la generación anterior, desbrozando “el ejercicio de lo irracional” (Viñas, D. 1954b, 13) y el tono de la burla precedente. Pero esta generación, para Viñas, si bien había atacado a Lugones de forma feroz, permanecía respetuosa e inútil. “La contraposición no significaba ni confrontación ni discusión ni síntesis trascendente. Solamente una excluyente subordinación mantenía las cosas en su quicio” (Viñas, D. 1954b, 14). En esta crítica vemos que se retoma uno de los tópicos del primer texto publicado en la revista: los martinfierristas encuentran su límite en la crítica a la generación anterior.

Finalmente, Viñas analiza la posible emergencia de una nueva generación. Los sobrevivientes de las generaciones anteriores “se aliaban contra El Candidato Imposible estableciendo por centésima vez el reino de los Santos frente a los Abyectos” (Viñas, D. 1954b, 15). Pero el problema, afirma Viñas, es que “a la nueva generación nacida en torno a 1930 y que se asoma al panorama argentino en 1945, se la quería encajar dentro de esa clásica y repetida dicotomía mediante una concreción definitiva, una aceptación acrítica de su supuesta actuación gloriosa y una consecuente potenciación al infinito de los propios valores.” (Viñas, D. 1954b, 15)

A partir de este análisis, Viñas enuncia cuatro actitudes críticas frente a la historia argentina: tres sesgadas, de modo explícito o implícito, por esa falsa dicotomía, y una última que suponía “una denuncia, una elemental descripción valorativa y localizadora, y una correlativa polémica enderezada a una cabal y definitiva integración” (Viñas, D. 1954b, 15). Esta cuarta actitud insertaba a los momentos de la historia argentina como instancias tensionales de una totalidad conflictiva, y se concebía a la realidad argentina como un devenir complejo. (Viñas, D. 1954b, 15) Además, es una actitud que se identifica con el quehacer estradiano: adecua el método histórico a la realidad dinámica, permitiendo una mejor comprensión y orientación de la misma. Y este quehacer permite lo que las otras actitudes no: conseguir una síntesis intelectual y política abierta a través del ejercicio de la polémica. Así pues, a esta actitud crítica le corresponde el ejercicio de la denuncia. El papel de esta nueva generación consiste en hacerse cargo del hecho de formar parte de esa totalidad compleja, asumirse responsable por ser parte: poner el cuerpo, como reza el título de una novela de Viñas. Hacerse cargo de que no hay “otros” radicalmente diferentes y exteriores, porque solo hay un “nosotros” que asume, según el decir de Rozitchner décadas después, la forma de un “nido de víboras”: un anudamiento vivencial donde ya no es posible distinguir amigos y enemigos con claridad y distinción. Un nosotros siempre plural, abierto y contradictorio. Imposible de totalizar, pero que se configura como una apuesta intelectual y política en un campo de horizontes existenciales siempre por disputarse. Eso es lo generacional en este trabajo: una toma de posición respecto de los debates, formas de vida y sentidos sensibles que recorren una época.

Ahora bien, siguiendo este recorrido por Contorno, observamos que el primer número doble (5-6) comienza con un texto en el que se reivindica el tono belicoso de los artículos de la revista a raíz de un escrito publicado por Marcha, y se dice que debajo de ese tono hay disconformidad y resentimiento (Contorno, 1955). Luego, a través de la literatura de Larreta, Ismael Viñas y Noé Jitrik arremeten contra el artificial lenguaje usado por los modernistas, y en este ataque, en apariencia a un autor, arremeten contra toda una generación: la generación a la que perteneció Lugones (Viñas, I. y Jitrik, N. 1955).

En el siguiente artículo, dedicado a Gálvez, se recupera de este autor de la generación del ‘900 el lenguaje que había empleado en varias de sus novelas, aunque con interrupciones tímidas: el uso del voceo es motivo de reivindicación (Molinari, M. 1955). Pero uno de los más destacables es el artículo de Noé Jitrik, dedicado a Adán Buenosayres donde se retoman algunos tópicos casi de manera literal del artículo de David Viñas publicado en el número anterior. Tal es así que retorna la idea de la falta de consistencia producida por la generación martinfierrista, de la recaída en falsas dicotomías que des-responsabilizan y des-historizan la producción intelectual, y en la ausencia de una experiencia político-cultural que asuma las contradicciones que signan el momento histórico vivido y que no escamotee el ejercicio de una crítica radical (Jitrik, N. 1955).
Todas estas cuestiones se extienden en el artículo llamado “Los Nuevos” de Julio Gargano. El autor se detiene a reflexionar sobre lo que denomina un “nuevo movimiento generacional”: un devenir anudado alrededor de una serie dispar de ideas, aspiraciones y prácticas culturales. Luego de unas reseñas críticas sobre Beatriz Guido, Vieyra o Gray, Gargano recoge y critica dos orientaciones propias de aquella expresión generacional: la adhesión al tono nacional y la pretensión de una literatura universal. (Gargano, 1955)

En el último artículo de este número, llamado “Imperialismo, cultura y literatura nacional” de Ramón Alcalde se analiza un libro de ensayos de Ramos, lo que no deja de ser extraño, puesto que el número estaba dedicado a la novela. Vemos, sin embargo, que ciertas premisas mantenidas por David Viñas en su artículo del número anterior y por Jitrik en este son la piedra de toque de la prosa de Alcalde. El autor señala que Ramos “cae en un maniqueísmo lo más ajeno a Marx que se pueda pensar (aunque bastante bolchevique) asimilando en abstracto y ahistóricamente imperialismo con el mal y nacionalismo con el bien” (Alcalde, R. 1955, 59). Como podemos notar, se retoma el tópico de la distorsión producida por una visión signada por una falsa dicotomía, no solo en la dicotomía expresada en la cita, sino también en otra dicotomía introducida por Ramos gracias a su identificación entre el peronismo y el antiimperialismo: la “falsa dicotomía” peronismo/proimperialismo. En este último punto ya empiezan a esbozarse los problemas que se trabajaran en parte en los números siguientes: entre ellos, la cuestión de la cultura de izquierdas y el peronismo.

3. De la reflexión sobre las letras a la cuestión política: el giro contornista

El número 7-8 de Contorno comienza con un largo epígrafe de Alberdi, en el que, por un lado, se equiparan la figura del político y la del literato: “Luego nos argüirán, para condenar todo lo que contiene nuestro país de glorioso y distinguido en personajes políticos y literarios” (Alberdi, J. 1956, 1). Y, por otro lado, se dice de la generación que lo precede que “han pasado como su tiempo” (Alberdi, J. 19556, 1). En este epígrafe se contiene gran parte del nuevo proyecto contornista: primero, el pasaje de una reflexión sobre la cultura de las letras a una interrogación sobre la coyuntura política; y segundo, la puesta en cuestión de su proyecto parricida para dar lugar a la reflexión crítica sobre la posible emergencia de una nueva generación intelectual y política.

Uno de los artículos publicados en este número lleva como título “Examen de conciencia”, firmado por Osiris Troiani. Este autor, unos años mayor que los contornistas, dice no hablar en nombre de una generación, justificándose en la tesis de que la generación a la que pertenece fue una generación “ausente” que no pudo aceptar al peronismo, la cual no logro ver que la única alternativa concreta al peronismo era la restauración de la oligarquía. Y si bien este no es tema preciso de nuestro escrito, señalamos que el peronismo volverá, una y otra vez, como realidad históricamente mutante, como problema filosófico y político en las páginas de Contorno. Más adelante, el autor señala un punto ciego, una zona incomoda, generacionalmente hablando, donde existe cierta convergencia entre las izquierdas anti-peronistas y los sectores conservadores o reaccionarios anti-peronistas:

La coincidencia entre ellos [los reaccionarios] y nosotros se hacía sobre sus argumentos, no sobre los nuestros. Confesemos que aun hoy, en las mismas circunstancias, volveríamos a confundirnos con ellos en aquel mismo antiperonismo genérico e indeterminado que nos permitía sentirnos decentes en medio de la canalla desatada. Si, confesémoslo. Lo que nos une a esta gente, cuyas ideas nos repugnan, es más fuerte que lo que nos separa. (Trooiani, O. 1956, 11)

En estos textos se empieza a notar que el grupo de los contornistas concebía al parricidio como un gesto generacional incompleto. Y esto no por falta de diferencias radicales respecto de sus predecesores, sino por considerar que una “nueva generación” debe ser fundamentalmente fratricida. Combatir al Padre, para buscar una salida donde él no la encontró: en un gesto que busca ofrecer una crítica radical sobre los propios pares generacionales y, fundamentalmente, sobre nosotros mismos. Argumentos similares serán esgrimidos en otros artículos para criticar el papel de las izquierdas en la caída de Perón.

A este artículo sigue uno de Ismael Viñas en el que se tilda a las izquierdas de “solteronas” que no saben conquistar a las denominadas masas, y que el resentimiento generado por esa imposibilidad de conquista las ha vuelto neuróticas al punto de volverse derechistas. Ya en el artículo de Rozitchner publicado en este mismo número se había reconocido que el peronismo supo desarrollar un proceso de subjetivación de masas a nivel material, imaginario y simbólico, y por eso encontró parte de los mecanismos neurálgicos de su base de sustentabilidad relativa en esa dinámica. Incluso, en el artículo citado, Ismael Viñas afirma en la misma línea que los trabajadores encontraron en el peronismo un modelo humano de representación y conducción, una paradoja donde convivían voluntad y dominación, cuyo correlato no es otro que “las izquierdas y los populistas se sentían defraudaos por las masas” (Viñas, I. 1956, 13).

En el artículo de Pandolfi, llamado “17 de octubre, trampa y salida”, este autor vuelve a pensar a la generación a la que pertenece a partir de la siguiente tesis: lo que hay en común en toda generación es el hecho de compartir un lenguaje. Más adelante afirmará que “La nueva generación, aquella que quiere inaugurar ahora su propia aventura, abrió los ojos al país y al mundo bajo el peronismo” (Pandolfi, R. 1956, 21). Sostiene que hay que asimilar al peronismo porque es parte de su signo, que el lenguaje peronista fue el lenguaje que interpeló a las masa, y es por eso que la incorporación de ese lenguaje es una posibilidad de reencuentro con el “pueblo”. ¿Es posible seguir sosteniendo esta argumentación de Pandolfi, luego de estudiar, por ejemplo, Perón: entre la sangre y el tiempo de Leon Rozitchner publicado en 1985? ¿Es fértil pensar que existe un lenguaje común o una experiencia homogénea subyacente a toda la complejidad que hace a una generación? ¿No es acaso una generación un proyecto siempre incumplido, un devenir múltiple y fragmentario cuya posible síntesis político-cultural se nos revela una y otra vez como una experiencia precaria y transitoria?

Es interesante observar que Pandolfi nos otorga algunas claves para pensar esto al retomar las críticas al maniqueísmo que ya habían sido explotadas en los números dedicados a la reflexión del campo cultural: no hay ángeles y demonios. Esto es: una generación intelectual es siempre heterogénea y ambigua, una experiencia sensible más allá de los marcos etarios, desde la cual tal vez no sea posible diferenciar propios y ajenos de modo tajante. Ya avanzado el texto, y luego de un breve desarrollo histórico, Pandolfi comienza a describir el contexto en el que se dan las elecciones que llevarán a Perón a gobernar con el apoyo de las masas y repone el tipo de lenguaje que era utilizado por la Unión Democrática, cuyo programa en cierto forma progresista no pudo interpelar sensibilidades sociales y populares amplias. Pandolfi menciona como un procedimiento habitual el de proponer programas de izquierdas abstractas para atacar “revoluciones concretas”. A partir de allí, en una escritura que no deja de ser polémica con respecto a otras publicaciones divergentes de la misma revista pero labradas por otros autores, Pandolfi llama a los partidos políticos a que comiencen a hablar un lenguaje comprensible para aquello que Pandolfi llama “pueblo”, en función de que el “déspota paternal” no vuelva a tomar su camino. Se llama a asimilar al peronismo para descubrir lo que hay en común entre peronistas y antiperonistas: la oposición al “gran dinero internacional”. Finalmente, dirá que hay que tener en cuenta todas estas consideraciones para dar paso a una revolución democrática de rumbo popular.

En el mismo número se encuentra “¡Paso a los héroes!”, un relato de David Viñas donde un personaje llamado Kramer, un burócrata que se abre paso en la política institucional, mantiene varios encuentros en diferentes momentos de su vida con un militante llamado Apud. Kramer le remarca a Apud que por ser un purista nunca llegará a nada, y con el correr del tiempo Apud comienza a sentir frustración por estar al margen de todo y a envidiar la eficacia de Kramer, a quien durante toda su vida había criticado por su forma de actuar. El problema de la eficacia política, del realismo y del pragmatismo son claves en este texto, hasta punto tal que se contraponen dos figuras. Por un lado, la del purista, que nos recuerda a esa izquierda abstracta que no consigue componer otros modos de vida y organizaciones autónomas. Una izquierda tan rígida y romántica como melancólica. Y por el otro lado, aparece el personaje que asume el desgarro de lo político, la complejidad de las mediaciones y la disputa institucional, ubicándose en las grietas de la lógica cultural y política del capital, y que, al hacerlo, explora un índice de eficacia histórica aún por ser explorado. (Viñas, D. 1956)

En este número de Contorno también se encuentra un artículo de Sebreli llamado “Aventura y revolución peronista”, testimonio que vuelve a ligar íntimamente a la generación contornista con el peronismo: “Toda una generación – la mía– está indisolublemente unida al peronismo para siempre” (Sebreli, J. 1956, 45), afirmando que esa generación no puede prescindir del peronismo ya sea para tomarlo o para oponérsele, en la medida en que el peronismo les es ineludible. Ni peronistas, ni anti-peronistas, será el lema con el cual León Rozitchner recordara la experiencia contornistas a lo largo de su obra posterior. Sabreli también retoma el tópico del lenguaje peronista que ya había sido explotado por Pandolfi en su artículo: “Toda generación de argentinos fue educada en ese lenguaje revolucionario desconocido antes de Perón” (Sebreli, J. 1956, 49) y a partir de allí se vuelve a criticar a la izquierda denunciando la inefectividad de aquello que llama la demagogia del lenguaje racional producto del idealismo intelectual izquierdista pequeño-burgués.

El número 7/8 de Contorno finaliza con una reseña llamada “Catecismo político para un nuevo Uriburu. Ayer, hoy, mañana de Mario Amadeo”, de Alcalde, donde se analiza un libro de Amadeo, un nacionalista que traza un diagnóstico del peronismo centrado en la eficacia del lenguaje adaptado a las masas que Perón usó. Amadeo concluye, por su parte, en la necesidad de conformar un partido nacionalista que supere al peronismo. Luego Alcalde analizará la posición de los nacionalistas para concluir que la superación del peronismo no puede provenir del nacionalismo (Alcalde, R. 1956). Nacionalismo de derechas, izquierda nacional, cultura política de izquierdas y peronismo son sin dudas los núcleos de esa edición doble de la ya mítica revista.

En el año siguiente ve la luz el primer número de Cuadernos de contorno. Allí se publica un artículo de León Rozitchner llamado “Lucha de clases, verificación del laicisismo”, que contiene un apartado intitulado “Los celadores de la lucha de clases: la izquierda abstracta”, donde se critica a las izquierdas cuya actitud es puramente negativa porque “define las condiciones de todo rechazo, pero de ninguna aceptación” (Rozitchner, L. 1957, 14). La producción de una izquierda sin sujeto, sin historia y sin experiencia subjetivo-colectiva concretamente situada, es lo que denuncia Rozitchner. Una izquierda idealista que quiere pasar del “plano ideal” al “plano real” (estar de pronto sumergida en la revolución) sin mediaciones. No deteniéndose a cuestionar la propia implicación en aquello mismo que se busca comprender y combatir: la lógica del capital y la estructura del individualismo burgués. Una izquierda que vive postergando la acción en un porvenir que aplaza el presente. Los hombres de la izquierda abstracta contra los que Rozitchner arremete, nos recuerdan a Apud, el purista del relato de David Viñas, y a las resentidas solteronas de Ismael Viñas. El esquema dualista que signaba algunas páginas de la revista, donde existía, como bien señala Beatriz Sarlo (1981), un contrapunto férreamente delimitado entre un “nosotros” y un “ellos” (los martinfierristas, los ensayistas del “ser nacional”, las jóvenes vanguardias, ciertos sectores del peronismo, etc.), va cediendo poco a poco en las plumas de los escritores contornistas dando paso a una comprensión de la realidad política de carácter tensional y ambiguo. Incluso Rozitchner sostiene que es preciso hacerse cargo, sin ilusiones ni fetiches, de “toda la ambigüedad objetiva del país” (Rozitchner, L. 1957, 18), a los efectos de revisar los obstáculos impensados y las ambivalencias que constituyen el campo intelectual, la cultura de izquierdas y la realidad política en la Argentina de la época.

Por último, el número 9-10 se presenta como un intento por pensar la cultura de izquierdas a la luz de una comprensión de la realidad histórico-material que permita empezar a calibrar de eficacia la acción política e intelectual. En “Un paso adelante, dos atrás” de León Rozitchner se retoma la reflexión sobre la izquierda y su “manifiesta ineficacia para superar las contradicciones que la realidad nos presenta” (Rozitchner, L. 1956, 10). Ineficacia que para el autor es el resultado de mantenerse dentro de las estructuras burguesas que inyectan la dominación a nivel subjetivo y objetivo-colectivo. El resultado de esta posición consiste en quedarse en el ámbito formal, con el consecuente denuncialismo ineficaz, y la postergación permanente de la acción. A partir de asumir esta ineficacia, ese presunto realismo sin verificación posible en el plano existencial de los cuerpos, es que León Rozitchner afirma que solo hay dos alternativas: “o apoyar decididamente a la burguesía, totalizada simbólicamente en la UCRI, que reúne en un haz todo lo que ella tiene de contradictorio, o apoyar las organizaciones que la clase trabajadora real se ha de dar” (Rozitchner, L. 1956, 12).

En el siguiente artículo, y en la misma línea de pensamiento, Ismael Viñas reivindicará la decisión tomada al apoyar al frondizismo:

No nos equivocamos cuando elegimos, el 23 de febrero. No debemos cobrar vergüenza a posteriori, porque eso sería extraer una conclusión incorrecta de la experiencia; el 23 de febrero las izquierdas en su conjunto rompieron en los hechos con varios de los prejuicios que nos ataban al viejo liberalismo: por primera vez las izquierdas no confundimos la razón con el racionalismo. [...] Debemos ser ahora capaces de volver a tomar distancia y dar un paso hacia adelante, pero no podemos recaer en los viejos prejuicios. [...] Elegimos aliados peligrosos, con clara conciencia del peligro. No tenemos que permitirnos ahora sentirnos culpables de ilusiones que en ese momento no alentamos.” (Viñas, I. 1956, 72).

Más adelante criticará Viñas el sectarismo de las izquierdas tradicionales y la intolerancia del peronismo de izquierda, pero también criticará el gorilismo, que es presentado como un conflicto de clase no resuelto: punto donde resuena la crítica al mantenimiento de las estructuras burguesas presentada por Rozitchner. Como vemos, entonces, la pregunta por la eficacia de la acción política, la abstracción des-historizada y la cuestión del realismo politicista y pragmático en la cultura política de las izquierdas argentinas, es un problema nodal de este periodo contornista, el cual se vincula estrechamente con el tema de lo generacional que hemos examinado minuciosamente a lo largo del texto. ¿Cómo componer y articular, con su especificidad irreductible, tanto el rigor intelectual como la eficacia política, en función de dar lugar a la posible emergencia de un nuevo devenir generacional al interior de la cultura argentina de izquierdas? Una pregunta cuya difícil respuesta nos aqueja hasta nuestros días.

4. Nuevas preguntas a modo de conclusión

Luego de revisar con cierto detalle algunos artículos seleccionados de la revista y los Cuadernos de Contorno en los cuales se trabaja la cuestión generacional desde una perspectiva intelectual y política, preguntamos: ¿Cuál es la actualidad de la propuesta contornista?, ¿Dónde radica la potencia (y la impotencia) de sus preguntas en la actualidad del pensamiento político argentino y/o regional? ¿Tienen eficacia histórica los esquemas políticos y procedimientos intelectuales del siglo XX, a los cuales Contorno en cierto modo pertenece? ¿Serán acaso imágenes de cambio que nos impiden cambiar, o como decía Deleuze, imágenes de pensamiento que bloquen el pensar? ¿Cuáles son las formas de producción, consumo y compromiso intelectual que deseamos para el siglo XXI? ¿Qué política cultural imaginamos para los tiempos que se vienen? ¿Qué es un intelectual hoy? ¿El “intelectual orgánico de tipo gramsciano”, el “intelectual comprometido sartreano”, el “modelo de intelectual walshiano”, por citar solo algunos ejemplos, continúan siendo hoy las formas concretas de producción intelectual que matrizan los vectores del campo cultural de las izquierdas? ¿Podemos seguir conservando el término “intelectuales” para definir el campo de las letras, las humanidades y/o las ciencias sociales? ¿Cuánto de intelectualidad se está gestando, aquí y ahora, en expresiones culturales dispares antes desdeñadas? Con esos interrogantes en la cabeza, y en medio de una coyuntura histórica de ofensiva del capital en Argentina y en la región, ¿por qué leer y releer revista Contorno? ¿Desde dónde? ¿Cómo? ¿Para qué? En pocas palabras: ¿Qué hacer con Contorno?

Contra los modos de existencia y las formas de relación social que configura el llamado capitalismo neoliberal, ¿dónde es posible encontrar una potencia, una salida, un futuro inscripto en el presente que vaya más allá del presente mismo? ¿Existe una experiencia política, intelectual y cultural de carácter generacional que, a pesar de no lograr irrumpir como tal, se encuentra latente en aquello que llamamos campo popular? ¿Desde dónde resistir? ¿Es posible aspirar a la construcción de una izquierda intelectual y política con pretensiones hegemónicas de universalidad en la actualidad, o acaso estamos condenados al localismo, a lo molecular, etc.? ¿Es posible avanzar en la re-construcción generacional de una crítica implacable del estado de cosas existente?

Según Silvia Schwarzböck, en la escena de la pos-dictadura argentina asistimos a un triunfo de aquello que la autora denomina “vidas de derechas”. ¿Y si las “vida de derechas” hacen sistema con los puntos ciegos y las zonas inexploradas de la cultura argentina de izquierdas? Mariano Pacheco, en Desde abajo y a la izquierda (2019), discute la hipótesis antes mencionada conforme a la tesis según la cual, a partir del nacimiento del siglo XXI en el levantamiento zapatista de 1994, las “vidas de izquierda” impugnan el automatismo de la acumulación capitalista durante los ciclos de luchas micro-políticas (1996-2002). “Vidas de izquierdas” que socavan el modo de vida neoliberal, más o menos superpuesto a las “vidas de derechas”, mediante la elaboración de una contra-cultura antagonista motorizada con el sentido de restituir el desafío político que el terror de Estado aniquiló y la democracia de la derrota neutralizó. Pero constatamos que, tras el 2001, lo que podríamos denominar “vidas progresistas”, ubicándose entre el entre de las vidas de derechas y las vidas de izquierdas, recorren transversalmente el campo cultural de las izquierdas signando los límites del horizonte de lo posible en los estrechos marcos del Estado, la democracia burguesa y el reformismo sin perspectiva estratégica de transformación, abolición y superación de la moderna sociedad basada en el valor y el trabajo abstracto. Aunque imprescindible, desde una perspectiva radical sabemos que no se trata de bregar sólo por una mejor re-distribución de la riqueza, o por mayores condiciones de acceso al consumo, sino de criticar las categorías básicas de la producción y reproducción que organizan las formas de relación social en la modernidad del Capital.

Nos situamos en el contexto del “realismo capitalista” (Fisher, 2018), el cual presenta sin fisuras a la sociedad de la mercancía como el único panorama imaginable, pues al parecer es más sencillo imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. En ese marco, la hipótesis del parricidio o el denuncialismo, como ejes canónicos de la lectura operada sobre Contorno, se tornan infértiles. Y esto porque ambos procedimiento se basarían en la contestación de la una Ley exterior (“el Padre”, por caso) que ahora mismo se ha inmanentizado. Cuando estamos habitados por la Ley (del valor) la transgresión ya no es posible. Las resistencias adquieren otra figura y se viabilizan por medio de prácticas concretas diferentes. No obstante consideramos que una afirmación generacional no puede ceder ante la postura expuesta por Trimboli según la cual, en el siglo XXI, pensamos con el signo de la revolución atrás. Al contrario, partimos del hecho de que es necesario sentir, actuar y pensar con el horizonte de la revolución adelante. Puesto que nuestra hipótesis es que la importancia de Contorno en la actualidad reside en el rechazo de todo “afuerismo” y “exterioridad del mal”. Es decir, más allá de esa “cruenta dicotomía” (Viñas) entre vidas de derechas y vidas de izquierdas, entendemos que sólo hay formas concretas de vidas enajenadas desde el vamos a la lógica sin afuera del Capital. En este punto, nos nutrimos de cierta tesis de la reinterpretación categorial que Moishe Postone realiza sobre la teoría crítica de la modernidad de Karl Marx en Tiempo, trabajo y dominación social (1993) a los efectos de realizar una relectura categorial de los problemas contornistas. Las posibilidades de disputar el “modo de vida neoliberal” es una potencia (trans) generacional producida por el mismo movimiento de auto-valorización del valor. Las cualidades, saberes, capacidades, etc., que conforman nuestra riqueza material, incluso las potencias de la lucha de clases, no son sino atributos productivos del Capital. El Capital, entendido como el Sujeto de la totalidad capitalista, es una relación social total. Las categorías del enemigo, como dirá León Rozitchner, nos atraviesan desde-siempre-ya. Y, en efecto, pensamos y luchamos desde ahí, con armas hibridas. La lucha de clases es inmanente al proceso ciego de auto-valorización del Capital. La dialéctica contradictoria del modo de producción capitalista produce posibilidades sociales que, en el mismo movimiento, se encuentran históricamente obturadas. El mismo Capital produce potencias sociales que no podría sino inhibir en su realización material.

Las formas de vida constituidas por el valor son la base de los denominados modos de vida neoliberales (de izquierda, progresistas, o de derecha). Y esto porque se hallan configurados de cabo a rabo por las categorías impersonales que matrizan las relaciones sociales capitalistas fundamentales (valor, trabajo abstracto, mercancía, etc.). La mercancía, por caso, construye históricamente la forma inconciente que nos constituye de espaldas a los contenidos de nuestra voluntad o conciencia. La forma abstracta del valor es el patrón universal de todo proceso situado de subjetivación. Por eso, sólo es posible distinguir los modelos políticos de “vidas” en un plano (pre)conciente, mientras que en lo que hace a la organización inconciente aquellas no son sino los polos de oscilación del Capital como forma inconciente históricamente determinada del metabolismo social. La crítica radical es interior a la eficacia subjetiva que tienen, en nuestros propios cuerpos y conflictos, las formas anónimas de mediación objetiva que configuran la dinámica autonomizada y automática del capitalismo. Somos agentes-objetos del Capital que, al mismo tiempo y en el mismo espacio, nos experimentamos como sujetos de la acción y pasión. He allí la tragedia del individuo “independiente” productor de mercancías: la servidumbre involuntaria al Capital es materialmente la libra de carne a pagar por la libertad formal que supone necesariamente el modo de producción capitalista. El capitalismo conlleva una profunda mutación del nexo social que implica el pasaje tendencial de modos directos y personales de coerción hacia formas impersonales de dominación. Tales es así que la dominación capitalista no es el mero aplastamiento de los individuos, sino que los constituye en tanto que sujetos. La misma dominación es la condición de posibilidad para impugnar tal dominación de manera inmanente. Por esto mismo, los modos de vida neoliberales, hipotetizamos, no son a priori el obstáculo para la gestación de un proyecto emancipatorio, puesto que en cambio son su condición histórica de posibilidad material. Dada la subsunción universal de las vidas a la lógica del valor, la lucha antagonista es siempre dentro y contra la sujeción capitalista. Por lo tanto, el reconocimiento de la alienación de nuestras vidas al Capital se presenta como el principio de todo realismo revolucionario que en el siglo XXI dispute el malestar que el mismo realismo capitalista suscita. Esta es, para nosotros, la principal perspectiva generacional que podemos extraer de la revista Contorno.

Notas

1. Agradecemos infinitamente a José Ignacio Scasserra por los aportes a este trabajo y a la cátedra de Problemas de Pensamiento Argentino y Latinoamericano (UBA, FFyL, Departamento de Filosofía) por haber sido la llave que puso en marcha el motor de este artículo.

2. Tales fuentes constituyen los antecedentes inmediatos de este trabajo, por lo que en el último apartado entablaremos una breve discusión con ellas.

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