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Prismas

versão On-line ISSN 1852-0499

Prismas vol.21 no.1 Bernal jun. 2017

 

RESEÑAS

Jürgen Osterhammel,
La transformación del mundo. Una historia global del siglo XIX , Barcelona, Crítica, 2015 (trad. de Gonzalo García), 1607 páginas

 

Una obra maestra. De ningún otro modo podríamos calificar este trabajo realmente colosal que el historiador alemán Jürgen Osterhammel, de la Universidad de Constanza, ha publicado originalmente en 2009 y cuyo inevitable destino será perdurar como un clásico. Presentada en inglés y en castellano (mas no en alemán) como una "historia global", la obra –galardonada con varios premios a las Letras en el mundo germano– no es, en realidad, una "historia" del siglo XIX al modo en que lo es, por ejemplo, la trilogía de Hobsbawm, sino una "historiografía" de las dinámicas de conjunto y de los efectos de resistencia que dieron identidad al siglo. Con todo, esta perspectiva no se traduce en un inventario de nombres y obras (para ello, el lector dispone de las 250 páginas de notas y bibliografía), sino en un inmenso campo del arte que problematiza todas y cada una de las "transformaciones" que asolaron a los hombres y mujeres de aquella centuria. La obra es un viaje fascinante que pasa revista a cuanto aspecto secular se imagine mientras lo rastrea por diversas regiones del planeta. De allí que el autor no persiga un interés cronológico y narrativo, sino más bien analítico y sincrónico propio de un "retrato de época". El libro cuenta con una organización tripartita ("Aproximaciones", "Panoramas" y "Temas") que cubre dieciocho capítulos donde se abordan la memoria y la observación que de sí mismo llevó a cabo el propio siglo, el tiempo y el espacio (I), la movilidad, los estándares de vida, las ciudades, las fronteras, los imperios, las guerras, las revoluciones y el Estado (II), la industria, el trabajo, las redes, las jerarquías, el conocimiento, la "acción civilizadora" y la religión (III). Todo un arbor scientiæ decimonónico cuyos aspectos oscilan entre la especificidad de época y su continuidad frente al devenir histórico previo. Si bien Osterhammel ha sido celebrado como el "Braudel del siglo XIX" por el biógrafo de Marx, Jonathan Sperber,1 lo cierto es que, salvo por la vocación monumental y el reclamo genealógico de una "historia global", el autor no toma aquellas tres duraciones con las que el francés analizaba el mundo mediterráneo en el siglo XVI para delimitar la obra, sino que las disemina y reajusta en función de las "transformaciones": cada una tiene su propia estructura temporal de comienzo, fin, ritmo y subperíodo con relación a un desarrollo general y a las diversidades regionales, variabilidad que también se aplica con gran acierto a las redes conceptuales que nominan cada fenómeno. Sin embargo, esta marca de filiación braudeliana también encierra un guiño militante cual manifiesto profesional: recuperar el rol de los historiadores de oficio en la construcción de una historia mundial que, por lo general, había quedado en manos de los científicos sociales, contienda que, precisamente, también evoca la que el mismo Braudel protagonizó a fines de los años 1950 al teorizar la longue durée frente al embate del estructuralismo y, en particular, de la antropología de Lévi-Strauss. La sonada rehabilitación de aquel concepto por Jo Guldi y David Armitage en su Manifiesto por la historia (2014) viene a confirmar ese cometido: la historia intenta postularse una vez más como "árbitro" de las ciencias sociales. El tiempo dirá cuán posible y deseable es tal pretensión.

Pero Osterhammel no ha querido solo revisar un siglo, sino que ha buscado hacerlo en el marco de una Weltgeschichte ("world history" en inglés y traducido habitualmente al castellano como "historia universal") y cuyo principal modelo de investigación y discusión es El nacimiento del mundo moderno, 1780-1914, de C. A. Bayly (2004), una de las obras más emblemáticas de la "historia global". Con todo, son dos las diferencias que asume frente a este trabajo. En primer lugar, no comparte aquella tradicional periodización (ya empleada por Hobsbawm) puesto que, de algún modo, atenuaría lo que, para Osterhammel, es el centro de gravedad del siglo: las décadas de 1860-1880. Asimismo, no considera que 1914 marque realmente una súbita e inesperada discontinuidad para el siglo XIX apelando, así, a una traza de continuidad muy al gusto de ciertas historiografías actuales que recelan de las rupturas y los conflictos radicales como dispositivos de cambio histórico. En segundo lugar y también frente al modelo "vertical" de convergencia con énfasis temporal de John M. Roberts y Hobsbawm y ante aquel otro de carácter "horizontal" de Bayly cuyo enfoque se asienta en la convergencia espacial, Osterhammel experimenta una tercera vía que recupera la idea de gran narrativa porque "como la tarea de la historia es describir los cambios, antes de proponer las explicaciones, la historia topa pronto con restos que se resisten, elementos específicos y no integrables".2

De allí su puesta en uso de la relatividad de los puntos de vista para sortear la infranqueable "neutralidad" de un supuesto narrador omnisciente y de allí también su confesa filiación a un tipo de investigación propio de la sociología histórica y que tiene su principal y (también) monumental modelo en los cuatro volúmenes de The Sources of Social Power, de Michael Mann (1986-2012).

Sin caer en las usuales valoraciones a partir de aquello que las obras no ofrecen, resulta necesario señalar, sin embargo, dos problemas cuya subestimación, a nuestro juicio, debilita cualquier historia que procure ser verdaderamente "global", "mundial" o "universal". En primer lugar, cabría preguntarse si este nuevo enfoque supera los límites de una mera historia "comparada" al modo en que Marc Bloch la definió en los años 1930.3 Osterhammel, antes que indagar los movimientos circulares entre regiones distantes en tanto planos de igualdad y puntos de difusión y recepción en alternancia, o bien, como él mismo ha teorizado en otra parte, como "una historia transcultural atendiendo a la temporalidad y al horizonte del mundo conocido",4 privilegia aquellos fenómenos que, de matriz europea, luego son replicados, apropiados o transformados en otras partes del mundo. No impera aquí el impacto que la producción no europea de bienes y saberes pudo haber ejercido en Occidente, sino un creativo punto de origen que siempre parte de esta última región. Se podrá argumentar que la presencia de un imperio efectivamente mundial como el británico junto con la economía-mundo a que ha dado lugar no podría implicar ninguna otra dirección y que la influencia de la cultura europea devino en el siglo XIX aplastante en casi todo el planeta. Seguramente y, de hecho, el propio Osterhammel se declara abierta e inevitablemente (por razones epistemológicas) "eurocéntrico", pero expandir a todo el orbe la paulatina construcción de lo que retrospectivamente hoy sabemos de ese pasado, no debería conminarnos a adjudicárselo a todos los hombres de aquel siglo mientras forjaban representaciones cuyo futuro desconocían y cuya inevitabilidad aún no era, desde luego, evidente. El segundo problema lo presenta el franco desequilibrio de las zonas de contacto, algo que, con toda razón y honestidad, el autor asume como irremediable. Sin embargo, la bienvenida y abundante presencia de China, India y Japón (con alusiones, en algunos casos, equivalentes o mayores a los países europeos, pero con una clara inclinación sinocéntrica, área de especialización de Osterhammel) contrasta con las casi eventuales referencias "históricas" más que "historiográficas" a América Latina, una diferencia poco alentadora para un libro de casi 1.300 páginas de texto y, sobre todo, cuando la historiografía de esta última región ha diversificado tanto sus objetos de investigación en los últimos años. Si bien en este sentido la obra ya es un avance con respecto a la de Bayly (donde la integración de "Latinoamérica" es casi accidental), Osterhammel ha utilizado mayormente algunas obras clásicas de historia latinoamericana de una vigencia no irrebatible como los trabajos de John Lynch, una obra de Samuel Amaral y otra de Tulio Halperin Donghi cuyo principal punto en común más bien parece ser su existencia en inglés. Cabría decir otro tanto del África subsahariana que, pese a los intentos por diferenciar sus regiones habituales, no deja de aparecer como un bloque homogéneo sin prestar demasiada atención a su multiplicidad lingüística y cultural, algo que también ocurre con Europa oriental y que, pese al "eurocentrismo" del período, no es un rasgo que necesariamente deba proyectarse al plano metodológico. En suma, al seguir este camino la obra parecería confirmar, tal vez involuntariamente, uno de los posibles orígenes que se ciernen sobre la súbita emergencia de la historia "global": funcionar como una excusa para insertar la historia de China en el gran relato tradicional como respuesta a su creciente protagonismo en el escenario mundial actual.5

En todo caso, y más allá de cualquier especulación, lo cierto es que la empresa es infinita y un solo autor ha sido quien asumió la titánica tarea de abarcarlo todo por lo que no es esperable que se convierta en especialista de cada una de las áreas culturales abordadas. Condición discutible que, no obstante, nos lleva a poner en duda la efectividad de una historia que se quiere mundial o global sin que medie una intervención colectiva. Osterhammel justifica su trabajo en soledad porque "para hacer justicia a las exigencias constructivas de la historiografía universal hace falta una organización central de las preguntas y los puntos de vista, las materias y las interpretaciones", respuesta que también ofrece en el prefacio a la edición inglesa6 y que más bien expone y sirve para justificar los enfoques encontrados de los historiadores alemanes frente a este tipo de historiografía. Recordemos que, desde 2012, la historia universal cuenta en Alemania con una doble tradición editorial. Por un lado, la Neue Fischer Weltgeschichte, dirigida por Jörg Fisch, Wilfred Nippel y Wolfgang Schwentker, prevé publicar 21 volúmenes bajo un esquema regional y monográfico, de un modo similar a su vieja antecesora, la Historia Universal que en el mundo hispanoparlante publicó Siglo XXI entre 1965 y 1983. Por otro lado, la Die Geschichte der Welt, dirigida por Akira Irye, Emily Rosenberg y el propio Osterhammel, busca diferenciarse de la anterior al presentarse como una historia global y por períodos bajo una lógica temática.7 En este sentido, La transformación del mundo precede y adscribe a este último espíritu historiográfico. En fin, toda una fortuna que los lectores de habla castellana cuenten con la traducción de una obra reciente de un historiador alemán –nada frecuente, en verdad–, alejada de cualquier oportunidad editorial, libre de todo cometido pedagógico y sin ningún temor en su descenso hacia complejas explicaciones y transparencia discursiva. En una época en que los toscos y no menos brutales afanes mercantiles insisten con la paginación efímera y un aparato crítico en retirada, disponer de una obra académica como la de Osterhammel al alcance de un simple anaquel de librería es, sin lugar a duda, todo un prodigio editorial.

 

Andrés G. Freijomil
UNGS

 

1 Jonathan Sperber, "Review of Osterhammel, Jürgen, Die Verwandlung der Welt: Eine Geschichte des 19. Jahrhunderts", en H-German, H-Net Reviewsk, Michigan, junio de 2010, 5 pp.

2 Cursivas del autor.

3 Marc Bloch, Historia e historiadores, rextos reunidos por Étienne Bloch, Madrid, Akal, 1999, tercera parte, pp. 103-172. Cf. Carlos Alberto Ríos Gordillo, Las formas de la comparación: Marc Bloch y las ciencias humanas. Ensayo de morfología e historia, Madrid, Anthropos/uam, 2016.

4 Jürgen Osterhammel, "World History", en Axel Schneider y Daniel Woolf (eds.), The Oxford History of Historical Writing, vol. V: Historical Writing since 1945, Oxford, Oxford University Press, 2011, p. 93.

5 Sebastian Conrad, Historia global. Una nueva visión para el mundo actual, Barcelona, Crítica, 2017, p. 187.

6 Jürgen Osterhammel, "Preface", en The Transformation of the World. A Global History of the Nineteenth Century, New Jersey, Princeton University Press, 2014, p. XI.

7 Hervé Inglebert, Le Monde, L’Histoire. Essai sur les histoires universelles, París, Presses Universitaires de France, 2014, pp. 940-941.

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