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Estudios - Centro de Estudios Avanzados. Universidad Nacional de Córdoba

versão On-line ISSN 1852-1568

Estud. - Cent. Estud. Av., Univ. Nac. Córdoba  no.27 Córdoba jun. 2012

 

BIBLIOGRAFICAS

Variaciones del amor. Reseña de Gabriela Simón (2010). Las semiologías de Roland Barthes. Córdoba: Alción Editora. 170 páginas

Adriana Canseco1

¿Puede ser la lectura, en el vértice en el que se articulan intensidad y rigor, un apasionado gesto de reconocimiento, una forma de adhesión (no adherencia) a un pensamiento y entregarse, al mismo tiempo, a la travesía coral (Simón: 149) de una nueva escritura? Acaso en las páginas de Las semiologías de Roland Barthes de Gabriela Simón se conjugan la velocidad de la pasión y la paciencia de lo escrito, o mejor; lo que se escribe en el mismo acto paciente de lectura: una sabiduría que se saborea, un goce del instante escrito en la detención de su secreto.

La amorosa gratitud del lector impregna las páginas de Las semiologías de Roland Barthes, y es que no se trata de un libro que guarde la fría distancia del rigor académico, ni el cuestionamiento suspicaz que engendra una desconfianza, ni la distancia misantrópica que desconoce las garantías de la reciprocidad. El texto de Simón ofrece una forma de dialogismo utópico: una forma de diálogo ininterrumpido como el conjeturado por Blanchot donde la escritura es un tejido que fluye hacia su inconclusión, hacia su discurrir infinito.

Ajeno a toda jactancia precoz, a toda arrogancia, Las semiologías de Roland Barthes se abre a un diálogo amistoso en el que se congregan las voces de un siglo para situar al autor en el entorno amigable que él mismo deseaba para sí. Se trata de un libro donde la escritura acompaña el pensamiento y lo reescribe, lo reordena, lo sigue sin extorsiones ni violencias en la construcción de lo que Simón denomina «series de análisis», las cuales conforman suertes de «variaciones» en el sentido musical, para la convivencia en las
nuevas formas de leer los diversos matices del pensamiento barthesiano. Este genuino entusiasmo, asegura Simón, es del orden de la maravilla: esto es, gratitud que se renueva en cada lectura, en cada gesto generoso del texto que se abre a la pregunta y a la multiplicidad de respuestas, porque aquí adherir no consiste en afirmar taxativamente, sino en poner en movimiento, en volver a escribir.

Simón busca otros nombres para su libro, otras entradas al universo barthesiano: hospitalidad es una de ellas; esto es la búsqueda de lo dialógico y polifónico en el libro, es decir, lo abierto a la escucha de la palabra que se recibe en la alegría de lo que se comparte. Otros nombres pueden ser delicadeza, oscilación, insinuación y es a partir de estos que el texto se ofrece a la reflexión de un pensamiento no desde la beligerancia de la idea como militancia insistente del yo sino desde su permanente retiro, desde la palabra que acoge, generosa, el flujo de lo que llega. Una red de lecturas hace de Las semiologías de Roland Barthes no sólo el necesario espacio de la reflexión y del análisis sino el auténtico lugar de encuentro entre la obra extensa y plural de un pensador como Barthes, su contemporaneidad y el lector convocado por la empatía de esa ética.

La pregunta que abre el texto es, precisamente, si en Barthes, se trata de una semiología o si son varias, como si ese primer ofrecimiento desplegara ya una red de posibilidades a partir de las cuales pensar otros recorridos posibles. Resignar un espacio enmudecido es una mezquindad que este libro no se permite en el afán de ofrecer al lector un Barthes plural, no tanto el de la lectura personal del análisis, sino el que se construyó a sí mismo desde la multiplicidad de voces, de intereses, de búsquedas.

Gabriela Simón establece para el análisis cuatro entradas posibles, cuatro «series» para leer la semiología barthesiana: la semiología como desnaturalización, como lugar de la mirada, como teoría del texto y como discurso de la no-arrogancia.

La semiología como desnaturalización es planteada como «crítica ideológica a partir de un fino instrumento de análisis » que apela a la «desnaturalización de los discursos (científicos, artísticos, críticos, mediáticos, etc.)» (Simón: 48). Mitologías, sería un ejemplo paradigmático como texto fundante de la genealogía semiológica que pone en escena la crisis de la cultura.
La segunda entrada al pensamiento barthesiano, como serie de análisis, es la semiología como lugar de la mirada. Inmediatamente nos advierte Simón: «La mirada semiológica no es científica –si por científica se quiere entender objetiva-, es ideológica» (Simón: 53). Esta semiología de la mirada conjeturada por la autora en esta segunda serie sigue las huellas de la construcción del detalle, de la experiencia del placer y su posible grado cero, de la cota de lo visible sumida en la entidad del fragmento. Si, como señala la autora, «la realidad se hace visible al ser percibida y esa percepción está signada cultural e históricamente
» (Simón: 76) esa percepción está atravesada a su vez por múltiples miradas. En la de Barthes, convergen aquellas que interpelan a la modernidad técnica en Benjamin, Nietzsche, Foucault, Derrida, Deleuze. La semiología como teoría del texto se abre a la intertextualidad que teje un nuevo espacio entre lo uno y lo otro, que puede ser el vínculo de las voces que convoca y el vacío que va quedando entre sus partes para crear la trama flexible del texto plural, del «entretexto» del texto que es la «diseminación (de voces, de sentidos, de textos)» (Simón: 99) que lo habitan. Esa amplitud de lo que multiplica el texto mismo en su pasaje de la lectura a la escritura, y de allí a la nueva lectura que vuelve a escribirse, es la virtud que Simón explora como recurso de análisis en esta sección. No es la voz textual la que se alza sobre las otras sofocándolas con su peso autorizado sino que deja emerger las voces: «las redes son múltiples y juegan entre ellas sin que ninguna pueda reinar sobre las demás» (Simón: 102) porque el texto ofrece múltiples entradas y sus códigos están en permanente movimiento; voz que rebate, frente a toda in-diferencia, el ser de la pluralidad antes que el de lo verdadero, lo probable, lo posible.

Finalmente, la última serie es la de la semiología como discurso de la no-arrogancia. Aquí irrumpe el horizonte de lo neutro como uno de los ejes fundamentales para pensar este movimiento de la noafirmación y de la no-negación, ejes que dictaminan una moral del lenguaje. Este recorrido se centra especialmente en los cursos que Barthes dictó en sus últimos años en el Collège de France (Como vivir juntos, Lo Neutro, La preparación de la novela). Simón señala lo Neutro como una «asunción ética» (Simón: 122) esto es: «no militancia [que para Barthes] es una de las tres arrogancia junto con la doxa y la ciencia» (Simón: 123) y constituye «un estilo que tiende a disminuir la superficie de contacto del sujeto con la arrogancia del mundo» (Simón: 123). Esta no-arrogancia remite a lo Neutro en cuanto ofrece una mirada oblicua que hace aparecer el matiz; y es en esta sutileza donde la semiología puede convertirse en la ciencia de los matices, allí donde se abre paso a la escucha y «a la mirada de lo obtuso, del detalle, de lo no obvio» (Simón: 148), aquello que Barthes llama diaforalogía.

Partiendo de la gratitud, La semiologías de Roland Barthes se abre camino entre la apelación amistosa y la pasión semiológica, toda esa red de lenguaje que se ofrece a la pregunta. Incluso, cuando resulta difícil convocar en el lenguaje académico los ecos de una ética que se afirma en la no-arrogancia, en la no-compulsión del concepto, el libro de Gabriela Simón es una muestra constante de que la fidelidad a un pensamiento y que el amor a la lengua que profesaba Barthes se hacen al ritmo interno de sus pulsaciones: escritura que se acompasa con un saber más que con una ciencia, con un sabor que es sabiduría renovada de lo que siempre vuelve a ofrecerse.

Notas

1 Licenciada en Letras, UNC. CIFFyH-UNC. Becaria doctoral de CONICET. Contacto: adrianacanseco@gmail.com

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