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Sociohistórica

versão On-line ISSN 1852-1606

Sociohistórica  no.23-24 La Plata dez. 2008

 

RESEÑAS

Una historia de la tentación fascista en la Argentina

Reseña de: Leticia Prislei. Los orígenes del fascismo argentino, Buenos Aires, Edhasa, 2008, 188 páginas.

Andrés Bisso

CISH-UNLP/CONICET

Cuando el historiador franco-canadiense Robert Comeau utilizó la idea de la tentation fasciste en el Québec de los años previos a la Segunda Guerra Mundial, pensaba en una categoría que le permitiera entender el complejo proceso de constitución de un horizonte de múltiples referencias que circulaban de forma compleja en esa sociedad del extremo norteamericano, fuertemente marcada por la Iglesia católica. En ese registro de variadas notas, la tentación frente al fascismo no quedaba anclada únicamente, ni resultaba ser monopolio de consumo exclusivo por parte de aquellos grupos que se auto-referenciaban especialmente ligados a esa ideología (como eran los editores del periódico de la ciudad de Montréal, intitulado precisamente Le Fasciste Canadien). Existían, ciertamente, otros sectores que -a pesar de no declararse seguidores abiertos del experimento mussoliniano- tampoco podían dejar de mirar y valorar lo que sucedía en la Italia construida a partir de la "Marcha sobre Roma".

En relación con este precedente, resulta por lo tanto interesante comprobar que un mismo esfuerzo de complejidad analítica ha podido hacerse desde este otro polo americano, con el libro que a continuación reseñaremos. Su autora, Leticia Prislei, luego de advertir, inicialmente, que los trabajos históricos hasta ahora realizados sobre esta temática en la Argentina habían circunscripto el análisis de la cuestión fascista al uso exclusivo de los grupos nacionalistas de derecha, intentará con este aporte ampliar la mirada hacia otros ámbitos, y explicarnos "las razones de la fascinación que produjo el fascismo en fracciones de la dirigencia política e intelectual desilusionadas de la política partidaria y en públicos que aún no habían tenido experiencia política" (p. 9).

En esa empresa, Prislei rastreará dos lados diferentes -pero convergentes- de la recepción de la experiencia fascista en nuestro país. Por un lado, el anverso expresado en los intentos por constituir desde la comunidad italiana en Argentina un apoyo concreto, formal y sustancial a la experiencia del gobierno fascista en Italia; y, en el reverso, las formas -relacionadas con la cultura de masas en construcción- por las que las imágenes, los discursos y la prédica fascista llegaban al público argentino, consumidor de la prensa escrita, la radio y el cine. Una apuesta profunda y develadora en ese sentido es la intención de la autora por rastrear en la estrategia de los difusores del fascismo en la Argentina , una eficaz concepción de entronizar la promoción de la cultura itálica como "silencioso e inadvertido" modo de inculcar dosis tolerables de asimilación política del fascismo, sin provocar el efecto contraproducente -analizado ya por el historiador Ronald Newton- que la militante propaganda nazi había generado.

En ese sentido, el capítulo segundo del libro tiende a demostrar cómo eran compatibles, en diversos planos de la recepción, la conferencia de un reputado escritor como Luigi Pirandello (en la que hablaba de " La Patria , Mussolini y el Fascismo"), la gastronomía futurista de Marinetti y la más concreta fundación de un Partido Fascista Argentino por parte de Humberto Bianchetti en 1932.

El tercer capítulo, también interesante al analizar la complejidad de la evaluación que los argentinos hicieron del "giro racista" del fascismo, nos muestra a antiguos seguidores de la política mussoliniana separarse de sus filas, a raíz de no comulgar con la idea de una cierta "arianidad" italiana. Que entre estos desertores a la causa figurara Atilio García Mellid (luego acusado, en plena campaña antiperonista del Partido Socialista, de ser fascista como "consecuencia natural" de ser forjista) no deja de agregarle interés a los propósitos de profundizar en el análisis de estos conflictivos años en la Argentina.

Finalmente, en el capítulo cuarto, la autora nos advierte con una pregunta ("¿Cómo se vive una guerra cuando hay un océano de por medio"?) acerca de los múltiples procesos de apropiación y ajenidad que el desarrollo bélico hizo operar entre 1939 y 1945 en la Argentina , tanto para los nativos como para aquellos italianos que comenzaban a replantearse -con diferentes resultados- la necesidad de permanecer ligados a los procesos políticos de la madre patria. En ambos casos, un mismo sentimiento constataba cierta dificultad en profundizar un análisis más allá de las dicotomías ideológicas planteadas rápidamente por la contienda entre los Aliados y el Eje. Esta carencia de matices, que ya había sido evocada por Borges al inicio de la guerra (cuando en Sur escribiera que con la guerra mundial se producía "la extinción o la abolición de todos los procesos intelectuales"), será rescatada -de una manera particularmente mediada- por parte de Prislei, al citar una frase que Adolfo Bioy Casares señalaba que Borges recordaba haber sido dicha por el hijo menor de Esther Zamborain: "Ellos nos llaman nazis y saben que no lo somos. Nosotros los llamamos comunistas y sabemos que no lo son. Pero parece que conviene hablar así" (p. 165).

Al analizar así, de manera concreta, estas formas mediadas y complejas de las apariciones del fascismo en la Argentina , Prislei logra ofrecernos una mirada superadora de antiguas visiones historiográficas, que a través de dos mecanismos diferentes -pero igualmente difuminadores de la particularidad de la tentación fascista en la Argentina- relegaban el fenómeno del fascismo a un mero rol de credo oculto y nicho cerrado de estereotipadas maniobras ideológicas de los nacionalistas locales o, por el contrario, lo ubicaban en un espíritu de época autoritario y omnipresente que contagiaba como un virus maligno cada una de las expresiones de la política y la cultura argentinas.

Prislei señala razonablemente, al final del libro, que es probable que ambas formas de la generalización (que ella ha procurado evitar) no sean más que tranquilizadoras recetas para evitar "enfrentar un espejo donde, quizás, no nos gusta mirarnos". De allí, la necesidad de ampliar las fuentes y complejizar las miradas en torno del análisis de la recepción del fascismo en la Argentina.

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